RSD: 221/04 Causa 101895 //la ciudad de La Plata, a los

Anuncio
1
RSD: 221/04
Causa 101895
//la ciudad de La Plata, a los
2
días del mes de setiembre de
dos mil cuatro, reunidas en acuerdo ordinario las Señoras Jueces Vocales de la
Excma. Cámara Segunda de Apelación, Sala Segunda, doctoras Patricia Ferrer
y Nelly Norma Suárez, para dictar sentencia en la causa 101.895, caratulada:
"DAMIANO, Anibal Alberto y ot. c/ CAMPOS, Armando Eduardo y ot. s/
Daños y Perjuicios (Beneficio)", se procedió a practicar el sorteo que
prescriben los arts. 168 de la Constitución Provincial, 263 y 266 del Código
Procesal, resultando del mismo que debía votar en primer término la doctora
SUAREZ:
La Excma. Cámara resolvió plantear las siguientes cuestiones:
1a. Es justa la sentencia apelada de fs. 207/216.?.
2a. Qué pronunciamiento corresponde dictar?.
A LA PRIMERA CUESTION LA SEÑORA JUEZ DOCTORA
SUAREZ DIJO:
I.- La sentencia que recayó a fs. 207/216 de estas actuaciones,
hizo lugar parcialmente a la demanda de daños y perjuicios promovida por
Aníbal Alberto Damiano y Laura Elena Rodríguez y condenó a Armando Eduardo
Campos, Jorge Manuel Foncea y, por extensión a "Compañía de Seguros El
Comercio de Córdoba", al pago de diversos rubros indemnizatorios, derivados de
la muerte del hijo de los actores en un accidente de tránsito.
II.- Las partes litigantes apelan el fallo y fundan sus respectivos
recursos a fs. 241/248 y 249/254. Ambas se disgustan respecto de lo resuelto en
materia de responsabilidad y en relación al porcentaje de causalidad atribuido a
cada uno de los partícipes del luctuoso accidente, sosteniendo que debe ser
mayor el que corresponde a su contraria. Del mismo modo, ambas cuestionan
los montos indemnizatorios fijados en concepto de daño moral, la actora por
entenderlo reducido y la demandada sosteniendo su estimación excesiva. Esta
última se agravia también con respecto al daño patrimonial producido por el
fallecimiento del hijo de los accionantes, considerando elevada su cuantificación.
III.- Cabe formular el análisis de la presente cuestión, a la luz de la
teoría del riesgo creado, según la cual el dueño o guardián de la cosa riesgosa
responde por los daños producidos por la actuación de ésta. Lo que debe
demostrarse para evitar ese emplazamiento de la responsabilidad, es que la
conducta de la víctima constituye la causa del perjuicio (art. 1113, 2do. párrafo,
última parte del Código Civil).
"La teoría del riesgo creado regula la atribución de la
responsabilidad civil por el hecho de las cosas, siendo necesario para su
determinación que se compruebe la existencia del daño, el carácter riesgoso o
vicioso de la cosa, su incidencia en la producción del daño y que el accionado es
el dueño o guardián de la misma" (S.C.B.A., L. 44.037, del 10-IV-90; Ac. 54.669,
del 19-12-95).
Acreditadas estas circunstancias, el titular de la cosa -o su
guardián- responde por el daño, a menos que acredite, como ya quedó
2
anticipado, que la conducta de la víctima o de un tercero ha constituido la causa
de los perjuicios sufridos por aquélla.
Cuando el art. 1113 del Código Civil, habla de "culpa de la
víctima" se está refiriendo a la conducta de ésta como factor interruptivo de la
relación de causalidad, supuesto en el que opera como causa ajena a la
actuación de la cosa portadora de riesgo. (conf. S.C.B.A., Ac. 40.109, del 21-II89).
IV.- Que la motocicleta es también una cosa riesgosa, como
afirma la accionada con la pretensión de señalar que correspondía a los actores
acreditar la responsabilidad invocada, resulta una afirmación desacertada.
Esta equívoca interpretación debe quedar esclarecida con la sola
transcripción de lo que la Suprema Corte de Justicia de esta provincia, ha venido
repitiendo en grado de doctrina, a través de numerosos fallos, y desde largo
tiempo atrás: "Cuando en un accidente de tránsito intervienen dos o más cosas
riesgosas, carece de todo fundamento legal la doctrina que propicia la
neutralización de esos riesgos apoyada en una suerte de compensación"...
"Admitido y probado el hecho y su relación causal con el perjuicio, si quien se
sirve de la cosa riesgosa no logra acreditar la existencia de las circunstancias
que podrían excluir total o parcialmente su responsabilidad, no puede liberarse
de su obligación de indemnizar. El déficit de los datos aportados a la causa sólo
puede redundar en perjuicio de quien tiene la carga de demostrar esas
circunstancias excluyentes" (Ac. 36.432, del 2-IX-86; Ac.32.896, del 23-IX-86, y
otros en igual sentido).
Con ello queda explicitado, lo inaudible de la queja demandada en
este aspecto.
V.- En la especie ha quedado fuera de toda controversia que el
siniestro motivante de estas actuaciones, hubo tenido lugar en oportunidad en
que el fallecido hijo de los accionantes circulaba por la Avenida Pereyra de la
ciudad de Saladillo, al comando de una motocicleta marca Yamaha,
acompañado de Cristian Osen, y en momentos en que emprendía el cruce con la
Av. Mariano Acosta. En tal circunstancia, sufrió una colisión con la camioneta
Ford F-100, conducida por el codemandado Armando Eduardo Campos, que
avanzaba por esa arteria, apareciendo en esa intersección, desde la izquierda,
según el sentido de marcha del ciclomotor.
Ambas partes califican de inadecuado el grado de causación del
daño que el sentenciante anterior atribuyó a cada uno de los partícipes,
pretendiendo se emplace la responsabilidad en forma exclusiva sobre la
contraria.
VI.- Se hace necesario, pues, determinar el protagonismo que
cupo a quienes intervinieron en el hecho, ya que sólo mediante un análisis global
de las circunstancias ocurridas se posibilitará comprobar si ha concurrido en el
caso, y en qué medida, la eximente invocada por el demandado que fundó en el
hecho causal de la víctima. Para ello, es menester ponderar cuál era el
comportamiento exigible a cada uno de ellos, de conformidad con las
particularidades del caso, y en mérito de la normativa ordenatoria del tránsito
vehicular.
3
Toda vez que el cruce de calles constituye el lugar en que se
produce la mayoría de los accidentes urbanos, es indudable que, extremando las
exigencias con relación al cumplimiento estricto de la norma "derecha antes que
izquierda", se contribuirá a lograr un ordenamiento mejor y más seguro de la
circulación.
La norma del art. 57 inc. 2 de la ley 11.430, impone que el arribo
a un cruce se haga de forma tal que permita "en toda circunstancia" ceder el
paso a cualquier vehículo que avance por la derecha, señalando con claridad
que "esta prioridad es absoluta y sólo se pierde" en los casos puntuales que
describen sus diversos incisos, con relación a los cuales no se advierte tipificado
el supuesto de autos.
Cuando nuestro máximo Tribunal ha dicho que "Si bien es cierto
que las reglas de la prioridad de paso fijan rígidos criterios hermenéuticos tales
pautas deben conjugarse con todas las pruebas del juicio (arts. 384, 456, 474 del
C.P.C.)" (S.C.B.A., Ac.70.193 ya citado), ello debe ser interpretado en el sentido
que la aplicación de la regla "derecha antes que izquierda" no basta por sí sola
para determinar la atribución de responsabilidad, pues debe en todos los casos
confrontarse con las peculiaridades que asuma cada supuesto en estudio.
Pero tampoco debe resultar tan flexible la interpretación del
precepto, que su propia vigencia, de ponderable utilidad para la prevención de
accidentes, haya de quedar totalmente neutralizada, mediante la aplicación de
una multiplicidad de factores de excepción, que permitan hacer caso omiso de la
regla o dejando librada su aplicación al criterio de los propios automovilistas, que
tendrían la posibilidad de determinar en qué momento se hallan obligados a
cumplir con su obligación de ceder el paso, o en cuál pueden creerse asistidos
por alguna otra preferencia no reglada, tal como podría ser la de entender que si
llegaron primero a la encrucijada no deberían ya respetar derecho alguno de
quien no lo hiciera antes o en forma simultánea.
Aún antes de la vigencia de la nueva ley de tránsito, que a mi
juicio ya no deja lugar a dudas, prestigiosos autores como el que cito, afirmaban:
"La norma habla de la obligación de ceder paso, sin distinguir según lleguen
juntos, o se lo haga un poco más retrasado... No importa quien entre primero en
el cruce, el derecho de paso preferente no caduca" (Mosset Iturraspe, Nota de
jurisprudencia, Accidentes de automotores, El Derecho, 2-227 y ssgtes.).
En este mismo sentido se expresó el Magistrado de la instancia de
origen, calificando de inconducente la cuestión relacionada con la prueba de cuál
de los rodados habría llegado primero al cruce, no obstante lo cual la
demandada apelante insiste en reafirmar el derecho prioritario que le habría
acordado el hecho de haber ingresado antes en la bocacalle, aunque sin fundar
debidamente esa opinión personal, ni desvirtuar las expresiones del juzgador de
un modo diverso del empleo de meras citas de fallos dictados bajo la vigencia de
la ley de tránsito anterior (doct. art. 260 del C.P.C.).
VII.- Como bien lo apunta la parte actora, en su escrito de
agravios, a la violación ya referida, debe sumarse la circunstancia probada, a
través de la pericia de Ingeniero mecánico (v. fs. 160/164; arts. 375, 384, 474 del
C.P.C.), que la velocidad de la camioneta al momento del impacto con la moto
4
fue, como mínimo de 58,27 Km/h, lo cual mueve a pensar que si alguna
maniobra de frenado existió antes de la colisión y tendiente a evitarla, la
aceleración de marcha al acometer el cruce pudo ser aún superior a lo indicado
por el experto. Es llamativa la trayectoria trazada por dicho rodado luego del
choque, que lo llevó a detenerse a cincuenta metros del lugar, luego de subir a la
rambla central de la Avenida Mariano Acosta, arrasar dos árboles allí existentes,
hasta que su marcha fue finalmente detenida por la presencia de otro árbol
ubicado en la vereda opuesta, contra el que chocó (v. fs. 160).
No porque la violación de las pautas limitadoras de la velocidad
constituya moneda corriente en calles y caminos, corresponde subestimar su
incidencia en la producción de graves siniestros. Los excesos que se cometen
en este aspecto configuran un peligro social incompatible con los deberes que
requiere la convivencia, un grave riesgo para sí y para el prójimo. Ello determina
la necesidad de extremar la exigencia sobre el cumplimiento de tales normas.
En síntesis, el conductor de la Pick-Up, no sólo no detuvo la
marcha y cedió el paso a quien avanzaba desde su derecha, sino que atravesó
la encrucijada duplicando la velocidad máxima permitida para esos lugares (arts.
76, 77 inc 6-a, Ley de Tránsito).
Sostiene la legitimada pasiva que la velocidad de la motocicleta
que conducía el menor Damiano, era excesiva, mas no existe prueba acabada
de tal circunstancia, ni ello surge de la interpretación que puede darse a la
declaración testimonial de Osen a fs. 48 de la causa penal (art. 456 C.P.C.).
Argumenta también que la calidad de embistente que corresponde
otorgar a la motocicleta, que impactó en la parte delantera del lateral derecho de
la camioneta, coloca a ésta como objeto pasivo de la embestida, mas esa
situación —como he opinado en numerosos precedentes- no resulta un elemento
de juicio decisivo para la determinación del nexo de causalidad, porque en
ciertas circunstancias resulta fácil, ya por la aceleración que se imprime al
automotor, ya por una maniobra imprevista y desatinada, colocarse en situación
de ser impactado. El sistema de la responsabilidad se edifica sobre la idea de
causa y más que determinar el rol de embistente mecánico, interesa conocer
cuál de los partícipes es el que ha dado motivo al impacto.
Al efecto, resulta altamente ilustrativo el croquis de fs. 4 de la
causa penal, que indica el lugar del impacto, dado por los restos de los vehículos
y otras señales, a la altura misma de la rambla, por lo cual, si la Ford llegó a ese
lugar, fue porque su maniobra de esquive le hizo describir una curva hacia la
izquierda de tal modo que luego del impacto subió directamente a la rambla.
Ninguna duda me cabe, luego de tal verificación, que este vehículo se antepuso
en la marcha del ciclomotor (art. 384 del C.P.C.). Es más, podría afirmarse luego
de ello, y dada la velocidad de la camioneta, que ni siquiera arribó ésta al cruce,
antes que el joven Damiano.
Argumenta el recurrente que el nombrado hubiera podido evitar el
siniestro, mas olvida con ello que el desenvolvimiento regular del tránsito
descansa en una relación de confianza entre los automovilistas, mediante la
cual, la acción de uno depende del convencimiento que el otro respetará las
normas respectivas y no resulta justo ni razonable que, como contrapartida de la
5
transgresión de cualquiera de ellos, se imponga al otro la obligación de haber
evitado las consecuencias dañosas que ocasionó ese obrar imprudente.
VIII.- Como se ha visto, a mi juicio, ningún reproche cabe formular
a la conducta de la desdichada víctima del siniestro, en cuya virtud, se
desvanece la virtualidad que en tal infortunio hubiera tenido la circunstancia de
haber conducido el ciclomotor sin contar con la edad o idoneidad requerida para
portar registro habilitante, porque no se verifica en su accionar impericia o déficit
operativo del rodado que pudiera relacionarse con la producción de aquél.
La sola violación de una norma reglamentaria referida a la
circulación vial, no constituye base suficiente para determinar por sí la atribución
de responsabilidad en un evento dañoso, pues, como tengo dicho en casos
análogos, el régimen que al respecto ha organizado nuestro derecho sustantivo,
se erige sobre el concepto de causalidad. Sólo si resulta de las circunstancias
del caso que la referida infracción es la que ha dado motivo al accidente -o ha
incidido en algún grado para ocasionarlo-, puede derivarse de la misma la
evidencia que ha concurrido en el caso una eximente legal fundada en el hecho
causal de la víctima.
Mas existe una circunstancia que si bien no ha incidido para que
el accidente tuviera lugar, debe ser advertida al momento de establecer la
causalidad en la producción de los daños.
En efecto, se reitera por la demandada el argumento postulado
inicialmente, respecto de la falta de utilización de casco protector, que el
juzgador no ha dejado de computar, en tanto la parte actora, relativiza su
importancia.
Esta Sala tiene declarado que si bien la falta de empleo del casco
obligatorio no debe ser meritada como hecho causativo del accidente, ha de
tenerse en cuenta con relación a las consecuencias dañosas del mismo, cuando
la ubicación de las lesiones de la víctima conducen a pensar que el uso del
referido elemento hubiera contribuido a aminorarlas.
En otras palabras, la transgresión de la norma respectiva (art. 64
inc. 1, ley 11.430), se relaciona directamente con la causa del daño cuando, la
naturaleza de las lesiones sufridas, indica con algún grado de probabilidad cierta
que, de haberse portado ese dispositivo, el desenlace ocurido no se habría
ocasionado o la envergadura de aquéllas hubiera sido menor.
Y observo, en tal sentido, al indagar sobre las características de
los traumatismos padecidos por la víctima, que el examen médico tendiente a la
comprobación de las causales de la muerte del joven (v. fs. 5 vta. de la causa
penal), indicó como conclusión que la misma se produjo por "paro
cardiorespiratorio traumático secundario a fractura occípito cervical y base de
cráneo", dando ello cierta razonabilidad a la idea que otras hubiesen sido las
consecuencias de haberse contado con la aludida protección.
No obstante lo expuesto, considero que el porcentual atribuido por
esta circunstancia al hecho de la víctima debe reducirse, porque no cabe olvidar
que la causa primera del infausto acontecimiento que se analiza en autos, se
instala en el accionar del codemandado Campos, y sólo como derivación de la
6
caída ocasionada por éste han incidido los efectos de la infracción reglamentaria
analizada.
Por tales razones, propongo se modifique el porcentaje de
responsabilidad endilgado a la parte demandada, estableciéndolo en el 75% de
las consecuencias dañosas, por considerar que la eximición acreditada en razón
del hecho del damnificado sólo alcanza al 25% de aquéllas.
IX.- Procede abordar ahora la tarea revisora de los conceptos
indemnizatorios que han sido objeto de cuestionamiento por los apelantes.
1.- La demandada formula reparos al resarcimiento otorgado a los
padres por la desaparición de su hijo, sosteniendo que no han sufrido pérdida
alguna desde el punto de vista patrimonial, desconociendo que éste trabajara y,
en su caso, la ayuda que pudiera prestar a sus progenitores, agregando que
tampoco contaban los mismos con chance de ayuda futura.
No ha dado la recurrente motivos valederos para desvirtuar la
circunstancia que el juzgador consideró acreditada, en el sentido que el menor
trabajaba en un negocio de comidas (v. constancia de fs. 94 y testimonios de fs.
99, 113/114) y que colaboraba con sus padres en gastos del hogar (arts. 375,
385, 456 del C.P.C.).
Tampoco ha formulado argumentos convincentes que persuadan
de la realidad de sus afirmaciones relacionadas con el hecho que "las
expectativas económicas de los padres serían nulas", basadas solamente en la
circunstancia que el joven formaría una familia y tendría sus propios hijos.
El concepto de chance u oportunidad de ayuda futura que se
pierde con la muerte del hijo, comprende esa situación, pero ella no empece a
que esa esperanza de auxilio que los progenitores depositan en su prole,
pudiese concretarse en un futuro, del mismo modo que recae sobre ésta la
obligación alimentaria hacia sus padres y que se hace efectiva en casos de
necesidad (art. 1079 del Código Civil).
"La probabilidad del padre de necesitar esa ayuda, si es de
humilde condición, y la posibilidad del hijo de prestarla, podrá ser mayor o
menor, podrá ser completamente insignificante, y aún desaparecer, pero en tanto
exista, la pérdida de esa "chance" es un daño cierto en la misma medida que su
grado de probabilidad (S.C.B.A., Ac. 51.706, del 27-9-94).
Las breves motivaciones explicitadas, resultan, a mi juicio,
suficientes para desatender los agravios proferidos y propiciar la confirmación de
lo resuelto en el fallo sobre esta materia.
2.- Acerca del resarcimiento del daño moral se quejan ambos contendientes.
La reparación del daño moral tiene por objeto paliar "el quebranto
que supone la privación o disminución de aquellos bienes que tienen un valor
fundamental en la vida del hombre y que son la paz, la tranquilidad y los demás
afectos" (S.C.B.A., Ac. 39.185 del 27-III-88).
De los daños padecidos en la faz moral del individuo, muy pocos
se patentizan con mayores ribetes trágicos que la muerte de un ser querido. Este
agravio asume una inusitada magnitud cuando se trata de la desaparición de un
hijo a edad temprana, pues la afectación aparece como un desprendimiento de
la propia vida, que acarrea lesiones espirituales tremendas e imborrables.
7
La afectación que se sufre en los sentimientos por tal causa, debe
ser objeto de reparación, pues es éste el único modo de responder a la
necesidad de confortar un estado emocional y anímico menoscabado por el acto
ilícito, desde que es imposible reponer el estado de cosas que preexistió al
momento del infortunio (art. 1083 del C.P.C.).
Por ello, considero que deben desestimarse los agravios de la
demandada, y receptar en forma favorable los de los accionantes, por entender
que la indemnización de las lesiones de esta índole infligidas por el hecho
dañoso a los padres de la víctima, que ha provocado en éstos tan graves
padecimientos anímicos, es susceptible de ser cuantificada en mayor medida
que la que surge del fallo de origen.
Es por ello que he de propiciar se eleve la cuantificación del daño
moral a la suma de $90.000 para ambos progenitores (art. 165 cit. y 1078 del
Código Civil). De tal suma el litisconsorcio demandado habrá de responder por $
67.500, correspondiente al 75% atribuido a su responsabilidad.
Voto por la NEGATIVA.
La Señora Juez doctora Ferrer, por los mismos fundamentos, votó
en igual sentido.
A LA SEGUNDA CUESTION LA SEÑORA JUEZ DOCTORA
SUAREZ, DIJO:
Alcanzado el necesario acuerdo de opiniones, corresponde, 1)
Revocar el decisorio apelado, en lo que respecta a la responsabilidad de los
demandados, que se establece en el 75% de las consecuencias dañosas
producidas. 2) Modificar el importe correspondiente al daño moral de ambos
progenitores, que se fija en su conjunto en la suma de $ 67.500. 3) Confirmarlo
en todo lo demás que decide y fuera motivo de recurso y agravios. 4) Las costas
del recurso se imponen a la parte demandada por resultar vencida (arts. 68 del
C.P.C.), a cuyo efecto se difiere la regulación de honorarios hasta tanto obre en
autos el recaudo previsto por el art. 51 de la ley 8904.
ASI LO VOTO.
La Señora Juez doctora Ferrer, por los mismos fundamentos, votó
en igual sentido.
CON LO QUE TERMINO EL ACUERDO, dictándose la siguiente:
-- - - - - - - - -S E N T E N C I A- - - - - - - - POR ELLO, y demás fundamentos del acuerdo que antecede, 1)
se revoca el decisorio apelado de fs. 207/216, en lo que respecta a la
responsabilidad de los demandados, que se establece en el 75% de las
consecuencias dañosas producidas. 2) Se modifica el importe correspondiente al
daño moral de ambos progenitores, que se fija en su conjunto en la suma de $
67.500. 3) Confirmándolo en todo lo demás que decide y fuera motivo de recurso
y agravios. 4) Las costas del recurso se imponen a la parte demandada por
resultar vencida (arts. 68 del C.P.C.), a cuyo efecto se difiere la regulación de
honorarios hasta tanto obre en autos el recaudo previsto por el art. 51 de la ley
8904. NOTIFIQUESE. DEVUELVASE..
Descargar