EL RECURSO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO DE LESIVIDAD: ESPECIAL REFERENCIA A LAS RESOLUCIONES DEL JURADO EXPROPIACION FORZOSA. Manuel Serrano Conde @AbogadosSAC [email protected] www.serranoalberca-conde.com 88753-2 1 PROVINCIAL DE I.- INTRODUCCION: LA DOCTRINA DE LOS ACTOS PROPIOS EN EL DERECHO ADMINISTRATIVO Y EL PROCESO DE LESIVIDAD. 1. La Doctrina de los actos propios que en latín es conocida bajo la fórmula "venire contra factum proprium non valet", proclama el principio general del derecho que regula la inadmisibilidad de actuar contra los propios actos. Se trata de un límite del ejercicio de un derecho subjetivo, de una facultad, o de una potestad pública, como consecuencia del principio de buena fe y, particularmente, de la exigencia de observar, dentro del tráfico jurídico, un comportamiento consecuente. 2. Esta Doctrina que tiene su origen en el Derecho Privado Romano y es en ese ámbito particular donde se conoce su máxima expansión y eficacia, presenta ciertas particularidades en el campo del derecho Público y en particular en el Derecho Administrativo. En efecto, no es difícil encontrar en esta rama del derecho, algunos preceptos que vienen a acoger, más o menos explícitamente, las implicaciones derivadas de la doctrina de los Actos Propios y concretamente, trasladando el referido principio a la esfera del procedimiento administrativo, se obtienen distintas formulaciones del mismo según resulte vinculada a esta doctrina, la actuación de los administrados o la de la Administración. 88753-2 2 Así, en lo que respecta al administrado, claramente se deducía dicha vinculación del artículo 115.2 de la Ley de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común (LRJPAC), precepto que sancionaba la imposibilidad de que fueran alegados en la fase de recurso administrativo, los vicios de anulabilidad del acto cuya concurrencia fuera imputable a una actividad previa del propio recurrente. No obstante debe señalarse que esta limitación ha desaparecido hoy del texto legal después de la modificación de este precepto por la Ley 4/1.999 de 13 de Enero (Ley 4/1.999). Paralelamente, del lado de la Administración, el principio puede formularse ab initio del siguiente modo: las actuaciones firmes emanadas de la Administración, previa la correspondiente sucesión de trámites, vinculan necesariamente a la misma, de forma tal que no pueden ser eliminadas por ella de manera unilateral. 3. Sin embargo, en este último punto y para evitar que puedan perpetuarse situaciones originadas por la actividad de la Administración que se revelen objetivamente injustas y contrarias a Derecho, la legislación procesal administrativa ofrece un cauce de solución al conflicto que puede derivarse de la vigencia y eficacia de un acto administrativo ilegal y lesivo para los intereses públicos. 88753-2 3 Dicho cauce no es otro que el del «proceso de lesividad», en el que se produce la revisión jurisdiccional instada por la Administración contra alguno de sus propios actos (no todos como ahora veremos), y donde ésta puede obtener la anulación de los mismos. En este sentido, el articulo 43 de la Ley reguladora de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa de 1.998 (LJCA) dispone que «cuando la propia Administración autora de algún acto pretenda demandar su anulación ante la Jurisdicción ContenciosoAdministrativa deberá, previamente, declararlo lesivo para el interés público». Por su parte, el artículo 103.1de la LRJPAC dispone, en su redacción vigente (dada por la Ley 4/1.999) que «las Administraciones Públicas podrán declarar lesivos para el interés público los actos favorables para los interesados que sean anulables conforme a lo dispuesto en el artículo 63 de esta Ley, a fin de proceder a su ulterior impugnación ante el orden jurisdiccional contenciosoadministrativo». 4. El examen de estos preceptos que ahora veremos con detalle, nos conduce al estudio de la declaración de lesividad, piedra angular del denominado recurso contencioso-administrativo o proceso de lesividad, pues presupuesto esencial del mismo. 88753-2 4 esta declaración constituye 5. No vamos a referirnos aquí a la génesis y evolución histórica de esta original figura, propia del Derecho español, pues excede del propósito de nuestro estudio que es eminentemente practico. Baste señalar ahora que la actual configuración del proceso de lesividad difiere sustancialmente de la institución que constituyó su origen, tal y como ha demostrado sobradamente el Prof. García de Enterría1. 1 La Doctrina de los Actos Propios y el recurso de Lesividad y La configuración del Recurso de Lesividad, Garcia de Enterría, Eduardo, en RAP. En efecto, y en contra de lo sustentado por la doctrina administrativista del siglo XIX y primera mitad del XX, los importantes Reglamentos de 1 de octubre de 1845 (art. 21) y 30 de diciembre de 1846 (art. 50), en los que se encontraban los gérmenes de la justicia administrativa española, preveían un recurso contencioso interpuesto por la propia Administración, pero tal posibilidad no estaba dirigida, en modo alguno, a restringir las libres y amplias facultades que la Administración ostentaba en punto a la revocación de sus propios actos irregulares. Por el contrario, el origen histórico del proceso que tratamos se sitúa en el ámbito de la Hacienda Pública a través del Real Decreto de 21 de mayo de 1953, cuya doctrina se generalizó al resto de Ministerios por obra del Real Decreto de 20 de junio de 1858; en la primera de las normas citadas se establecía la necesidad de acudir a los Tribunales cuando los actos del Ministro (que eran los únicos que causaban estado) fueran auto reputados como generadores de algún «perjuicio» (art. 3 R.D. 21 de mayo de 1953), naturalmente económico. En este sentido, la existencia de un perjuicio o lesión no significaba inmediatamente que el acto se opusiera a alguna norma imperativa, sino que únicamente produjera una lesión patrimonial a los intereses administrativos, configuración ésta, como fácilmente puede apreciarse, un tanto lejana a la actual. A partir de ese momento, el proceso de lesividad va a sufrir, como de nuevo sostiene García de Enterría, una «transformación radical», transformación que ya se había iniciado solapadamente con la extensión a ámbitos ajenos al de la Hacienda Pública del mecanismo de la lesividad. De todas formas, el cambio de naturaleza jurídica obedece principalmente al 88753-2 5 6. Pero, antes de entrar en el análisis de los requisitos de la declaración de lesividad, vamos a hacer referencia a la denominada potestad revocatoria de la Administración, para distinguirla precisamente de la primera. II.- LA POTESTAD REVOCATORIA DE LA ADMINISTRACION: SU DIFERENCIA CON LA ACCION DE LESIVIDAD. 1. El principio general que prohíbe actuar en contra de los actos propios encuentra una importante excepción en el procedimiento administrativo común, que es consecuencia de la potestad revocatoria concedida a la Administración Publica. fenómeno de inclusión en el mismo de «motivos de nulidad» capaces de fundamentar el recurso; una vez impuesta dicha generalización, se abre en nuestro Derecho una acusada tendencia que intenta reducir al mismo régimen del recurso de lesividad las pretensiones revocatorias provenientes de la Administración, y fundamentadas en motivos de legalidad, y no ya de lesión. Todo ello se plasma en la Ley de 31 de diciembre de 1881, de bases, términos y procedimiento para la tramitación de todos los asuntos, reclamaciones y expedientes, de nuevo para el ámbito concreto de la Hacienda Pública, radicalizando la evolución hasta el punto de considerar privativas del proceso de lesividad las pretensiones administrativas fundamentadas en vicios de legalidad, lo cual se transporta a la Ley Santamaría de Paredes de 1888, incluyendo, no obstante, la exigencia de que el acto lesivo lo fuera, no únicamente por motivos de ilegalidad, sino que efectivamente hubiera producido una lesión de tipo económico, de manera semejante a como se concibe en la Ley posterior de 1956. En la actualidad según resulta de la LJCA, aunque la Jurisprudencia no es clara, es mprescindible la ilegalidad del Acto para la declaración de lesividad, pero no tanto su lesión al interés publico. 88753-2 6 Así, existen determinados supuestos en los que cumpliéndose ciertos requisitos, la Administración puede dejar sin efecto y anular unilateralmente sus Actos Administrativos firmes. 2. Esta materia se encuentra regulada por el artículo 102 de la LRJPAC, dedicado a la “Revisión de disposiciones y Actos Nulos” conforme al cual: “1. Las Administraciones públicas, en cualquier momento, por iniciativa propia o a solicitud de interesado, y previo dictamen favorable del Consejo de Estado u órgano consultivo equivalente de la Comunidad Autónoma, si lo hubiere, declararán de oficio la nulidad de los actos administrativos que hayan puesto fin a la vía administrativa o que no hayan sido recurridos en plazo, en los supuestos previstos en el articulo 62.1. 2. Asimismo, en cualquier momento, las Administraciones públicas de oficio, y previo dictamen favorable del Consejo de Estado u órgano consultivo equivalente de la Comunidad Autónoma si lo hubiere, podrán declarar la nulidad de las disposiciones administrativas en los supuestos previstos en el articulo 62.2 3. El órgano competente para la revisión de oficio podrá acordar motivadamente la inadmisión a trámite de las solicitudes formuladas por los interesados, sin necesidad de recabar dictamen del Consejo de Estado u órgano consultivo de la Comunidad Autónoma, cuando las mismas no se basen en alguna de las causas de nulidad del 88753-2 7 artículo 62 o carezcan manifiestamente de fundamento, así como en el supuesto de que se hubieran desestimado en cuanto al fondo otras solicitudes sustancialmente iguales. 4. Las Administraciones públicas, al declarar la nulidad de una disposición o acto, podrán establecer, en la misma resolución, las indemnizaciones que proceda reconocer a los interesados, si se dan las circunstancias previstas en los articulo 139.2 y 141.1 de esta Ley sin perjuicio de que, tratándose de una disposición, subsistan los actos firmes dictados en aplicación de la misma. 5. Cuando el procedimiento se hubiera iniciado de oficio, el transcurso del plazo de tres meses desde su inicio sin dictarse resolución producirá la caducidad del mismo. Si el procedimiento se hubiera iniciado a solicitud de interesado, se podrá entender la misma desestimada por silencio administrativo.” 3. Como consecuencia de este precepto, resulta que respecto de los actos nulos plenos derecho, taxativamente enumerados por el articulo 62.1 de la LRJPAC2 y previo dictamen favorable del Consejo 2 Articulo 62 Nulidad de pleno derecho. 1. Los actos de las Administraciones públicas son nulos de pleno derecho en los casos siguientes: a. Los que lesionen los derechos y libertades susceptibles de amparo constitucional. b. Los dictados por órgano manifiestamente incompetente por razón de la materia o del territorio. 88753-2 8 de Estado u órgano consultivo equivalente de las Comunidades Autónomas, la Administración Publica puede de oficio o a instancia de parte, revocar y dejar sin efecto sus actos administrativos. Es muy importante destacar que esta revocación (i) solo procede contra actos nulos de pleno derecho (a diferencia de la declaración de lesividad que solo procede contra actos anulables por mor de lo establecido en el articulo 62.2 de la LRJPAC) que además hayan puesto fin a la vía administrativa o no hayan sido recurridos en plazo; (ii) no esta sujeta a limite temporal (a diferencia de la lesividad que puede declararse solamente en plazo de caducidad de 4 años desde que se dictó el acto de que se trate); (iii) exige el dictamen preceptivo, vinculante y favorable del Consejo de Estado (que no esta previsto para la declaración de lesividad); (iv) puede instarse por los particulares ejercitando la acción de nulidad del acto (en la lesividad se comprende que por referirse a actos favorables para los c. Los que tengan un contenido imposible. d. Los que sean constitutivos de infracción penal o se dicten como consecuencia de ésta. e. Los dictados prescindiendo total y absolutamente del procedimiento legalmente establecido o de las normas que contienen las reglas esenciales para la formación de la voluntad de los órganos colegiados. f. Los actos expresos o presuntos contrarios al ordenamiento jurídico por los que se adquieren facultades o derechos cuando se carezca de los requisitos esenciales para su adquisición. g. Cualquier otro que se establezca expresamente en una disposición de rango legal 88753-2 9 administrados, esta acción ni esta prevista ni seria útil su reconocimiento);(v) cuando es de oficio, el procedimiento tiene un plazo de caducidad máximo de tres meses desde su inicio y (vi) el acto revocatorio, como acto administrativo que es, puede recurrirse ante la jurisdicción contenciosa administrativa por los particulares interesados y en especial cuando se trate de actos declarativos de derechos revocados de oficio. 4. Sin perjuicio de lo anterior y según se desprende de una interpretación coordinada del articulo 102 con los artículos 103 .1 que regula la lesividad y 105.1 que se refiere a los actos de gravamen, la revocación de oficio se extiende también (i) a las disposiciones reglamentarias nulas de pleno derecho; (ii) a los actos administrativos declarativos de derechos siempre que los mismos sean nulos de pleno derecho y el procedimiento para la revocación se inicie antes de que transcurran cuatro años desde que fueron dictados y (iii) a los actos de gravamen o desfavorables siempre que la revocación no resulte contraria al ordenamiento jurídico. Por tanto, la diferencia fundamental entre la revocación y la lesividad es que la primera es aplicable respecto de los actos administrativos favorables o desfavorables que resulten nulos de pleno derecho sin limite temporal porque quod nullum est nullum effectum producit (con los limites no obstante del articulo 196 LRJPAC que luego veremos), mientras que la lesividad lo es 88753-2 10 solamente3 respecto de los actos administrativos favorables a los administrados que resulten anulables según lo establecido en el articulo 63.2 de la LRJPAC4 y dentro del plazo de 4 años desde que fueron dictados. 5. Sin embargo, no constituye revocación administrativa de oficio, la mera la mera “rectificación de errores materiales, de hecho o aritméticos” en que hayan podido incurrir los actos administrativos (art. 105.2 LRJPAC), porque en estos casos, como es lógico, el acto no se anula o revoca, sino únicamente se rectifica o corrige. Tal posibilidad, sin embargo, ha de ser interpretada de forma restrictiva, para evitar que un uso indebido de la misma encubra, en realidad, una propia potestad revocatoria del contenido del acto (Sentencia del Tribunal Supremo, Sala Tercera de 12 de febrero de 1987). Sobre este extremo, sin embargo, tiene declarado la jurisprudencia que, detectado el error a instancia de parte, y si el mismo verdaderamente existe, la Administración viene obligada a 3 Resulta significativa a este respecto la postura de la Abogacía General del Estado, pues según se desprende de numerosos dictámenes emanados de su Subdirección General, como por ejemplo el Dictamen de 8 de Mayo de 2.003, del que se desprende que la declaración de lesividad es obligatoria respecto de los actos anulables pero nada impide que puede utilizarse también respecto de los actos nulos de pleno derecho, porque en estos supuestos, si bien la Administración puede revocarlos de oficio, la previa declaración de lesividad y su posterior impugnación en el Orden Jurisdiccional constituye un plus de garantías a favor del Administrado. 4 Articulo 63.2:“Son anulables los actos de la Administración que incurran en cualquier infracción del ordenamiento jurídico, incluso la desviación de poder.” 88753-2 11 efectuar la rectificación aunque la reclamación del particular fuera efectuada fuera del plazo establecido para la impugnación del acto o disposición en la que conste el error (Sentencia del Tribunal Supremo, Sala Tercera de 27 de diciembre de 1991). 6. Tampoco integra la potestad administrativa de revocación, la modificación o adaptación de los actos de la Administración cuya efectividad en el tiempo queda subordinada al cumplimiento o a la concurrencia de una serie de condiciones que aquélla señala en el propio acto. Si, por ejemplo, la Administración determina la concesión de ayudas económicas a personas cuyos ingresos no superen una cantidad prefijada, la pérdida de las mismas siempre que tal cantidad sea realmente superada no implica, evidentemente, la necesidad de acudir al proceso de lesividad5. 7. En ninguno de los supuestos anteriores, sin embargo, la potestad administrativa de revocación podrá ser ejercitada cuando por prescripción de acciones, por el tiempo transcurrido o por otras circunstancias, su ejercicio resulte “contrario a la equidad, a la buena fe, al derecho de los particulares o a las leyes”. (art. 106 LRJPAC). III.- LA DECLARACION DE LESIVIDAD: CONCEPTO, NATURALEZA, REQUISITOS Y EFECTOS. 5 Vid. a este respecto la Sentencia del Tribunal Supremo, Sala Cuarta de 16 de mayo de 1.991, sobre ayudas a los afectados por el síndrome tóxico. 88753-2 12 1. Concepto: La mayor parte de la doctrina científica define la declaración de lesividad como el acto administrativo por el que la Administración Publica declara lesivo para el interés publico un acto dictado por ella, a efectos de incoar un proceso administrativo cuyo objeto es su anulación. Se encuentra regulada por el artículo 103 de la LRJPAC que reproducimos a continuación: “Articulo 103. Declaración de lesividad de actos anulables. 1. Las Administraciones públicas podrán declarar lesivos para el interés público los actos favorables para los interesados que sean anulables conforme a lo dispuesto en el articulo 63 de esta Ley, a fin de proceder a su ulterior impugnación ante el orden jurisdiccional contencioso-administrativo. 2. La declaración de lesividad no podrá adoptarse una vez transcurridos cuatro años desde que se dictó el acto administrativo y exigirá la previa audiencia de cuantos aparezcan como interesados en el mismo, en los términos establecidos por el articulo 84 de esta Ley. 3. Transcurrido el plazo de seis meses desde la iniciación del procedimiento sin que se hubiera declarado la lesividad se producirá la caducidad del mismo. 88753-2 13 4. Si el acto proviniera de la Administración General del Estado o de las Comunidades Autónomas, la declaración de lesividad se adoptará por el órgano de cada Administración competente en la materia. 5. Si el acto proviniera de las entidades que integran la Administración Local, la declaración de lesividad se adoptará por el Pleno de la Corporación o, en defecto de éste, por el órgano colegiado superior de la entidad. También se refiere a ella el articulo 43 de la LJCA en los términos expuestos mas atrás. 2. Naturaleza jurídica: La naturaleza jurídica de la declaración de lesividad tiene una doble vertiente, procesal y administrativa. 2.1 Naturaleza Jurídico-Procesal. Desde el punto de vista del procedimiento, constituye un presupuesto procesal, entendiendo por tal como dice CHIOVENDA6, aquella condición necesaria para que se consiga un pronunciamiento cualquiera, favorable o desfavorable, sobre el fondo del asunto, tratándose por tanto de un acto de naturaleza 6 Instituciones de Derecho Procesal Civil, Vol I, CHIOVENDA, G. Madrid 1.936. 88753-2 14 procesal, pero que se realiza antes del proceso y en función del mismo. Por este motivo se comprende y es coherente que la propia Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativa, en su artículo 43 antes citado, regule la declaración de lesividad en el apartado referido en esta norma a las Diligencias Preliminares (Titulo IV, Capitulo I, Sección Primera). A este respecto, es constante la Jurisprudencia del Tribunal Supremo (Sentencias de 23 de Abril de 1.954, 12 de Marzo de 1.966, 27 de Septiembre de 1.988, 29 de Septiembre de 1.993, 23 de Abril de 2.002 y 2 de Diciembre de 2.008) que determina la inadmisibilidad del recurso contencioso-administrativo y el archivo de las actuaciones si falta este requisito. No obstante, esta regla general se encuentra mitigada por el propio articulo 45.3 de la LJCA que autoriza con carácter general la subsanación de los actos de las partes que no cumplan los requisitos procesales previstos en el plazo de 10 días, exigencia derivada de lo previsto a su vez por el articulo 243 de la Ley Orgánica del Poder Judicial. 2.2 Naturaleza jurídico-administrativa: Mucho mas controvertida resulta sin embargo, la naturaleza como acto administrativo de la declaración de lesividad. 88753-2 15 Aunque la doctrina mas especializada y la jurisprudencia aplicativa consideran en general que se trata de una acto administrativo discrecional, no es menos cierto que los estudios mas recientes7 ponen de relieve la contradicción que supone la calificación de la lesividad como acto administrativo, con su condición de irrecurrible, tal y como declara entre otras la Sentencia del Tribunal Supremo de 22 de Abril de 2.002 (“La declaración de lesividad es un acto de tramite inimpugnable”). Personalmente entendemos que es acertada la consideración de acto administrativo de trámite de la declaración de lesividad, que da lugar como ahora veremos, a que la Administración se vea obligada a interponer el correspondiente recurso contencioso administrativo si quiere que esta declaración produzca efectos. Porque si la Administración no lo hace así, la lesividad no producirá efectos ad extra ni podrá perjudicar a terceros. En este sentido, no parece criticable que tal declaración de lesividad no pueda recurrirse por los particulares, que tendrán ocasión de defender la legalidad del acto lesivo compareciendo como parte demandada en el recurso contencioso-administrativo de lesividad. Abona esta postura el hecho de que la LRJAP en su artículo 103, exija la previa audiencia del interesado para formular la declaración de lesividad. Esta garantía procedimental entendemos que compensa 7 El recurso Contencioso-Administrativo de Lesividad, ESCUIN PALOP, V. Civitas 2.008, paginas 120 y ss. 88753-2 16 la irrecurribilidad del acto de lesividad porque implica que en caso de faltar esta, contra el acto de trámite, si se puede y debe interponerse recurso administrativo (de alzada o reposición) y en su caso directamente ante el Orden Jurisdiccional por generar indefensión al interesado según lo establecido en el articulo 107 de la LRJPAC y 25.1 de la LJCA. Analizadas estas cuestiones previas, pasemos ahora al examen de los requisitos de la lesividad. 3. Requisitos de la declaración de lesividad Para una mayor claridad en la exposición, vamos a subdividir este apartado en (i) el análisis de los actos administrativos susceptibles de la declaración de lesividad; (ii)la cuestión del mantenimiento o no de la lesión al interés publico del acto objeto de tal declaración unido al de su anulabilidad; (iii) la competencia del órgano administrativo que tiene que declararla y su forma; (iv) la posible intervención de un tercero en el recurso contencioso de lesividad; (v) los plazos de caducidad a que se halla sometido este procedimiento particular y finalmente (vi) las especialidades procesales de este Recurso. 3.1 Actos Administrativos susceptibles de declaración de lesividad: Como ya hemos avanzado antes, en principio solamente los actos administrativos declarativos de derechos que sean anulables pueden ser objeto de declaración de lesividad (art. 103.2 LRJPAC). En 88753-2 17 puridad, esta anulabilidad es a la que se refiere el articulo 63.2 de la LRJPAC antes citado, es decir aquellos actos que incurran en cualquier infracción del Ordenamiento Jurídico, incluida la desviación de poder. No obstante, existe alguna doctrina y jurisprudencia que admite la declaración de lesividad para los actos favorables que sean nulos de pleno derecho, respecto de los cuales la Administración podría optar entre la revocación de oficio o la declaración de lesividad. En este mismo sentido se pronuncia la Abogacía General del Estado, en sus dictámenes de fecha 8 de Mayo y 19 de Junio de 2.003, entre otros. Esta afirmación como ya hemos dicho nos parece razonable, pues añade un plus de garantía a la revocación del acto, dado que en los casos en los que la Administración quiera dejar sin efecto un acto favorable que sea nulo de pleno derecho y opte por la lesividad, esa Administración se auto impone la obligación de recurrirlo necesariamente en vía contencioso-administrativa. Por el contrario, si elige la revocación de oficio, dictado el acto revocatorio, el mismo produce efectos desde luego, sin perjuicio de que los particulares afectados tengan la carga de interponer el correspondiente recurso contencioso-administrativo, como imperativo de su interés. Lo que por supuesto no puede aceptarse es que el acto anulable sea revocado de oficio por la Administración, porque como decimos la lesividad que procede en estos casos, es una garantía procedimental 88753-2 que no puede 18 faltar en beneficio de los administrados. En este punto la reforma de la LRJPAC por la Ley 4/1.999 es lo suficientemente explicita y ha venido a corregir los excesos cometidos en este campo al amparo de la legislación anterior. Otra cuestión que plantea este apartado es la exclusión de la declaración de lesividad, de aquellos actos administrativos ad intra, fundamentalmente actos de organización o cumplimiento, que no tienen eficacia exterior ni tampoco generan derechos subjetivos susceptibles de ejercitarse por los (En este sentido pueden verse las Sentencias del Tribunal Supremo de 9 de diciembre de 1.980, 8 de Noviembre de 1.983, 23 de Abril de 1.985 y 7 de Noviembre de 1.985). Incluso la Sentencia de la Sala de lo Contencioso-administrativo de la Audiencia Nacional de fecha 16 de febrero de 1982, ha llegado al extremo de declarar que siempre que se demuestre, objetiva o subjetivamente, que la revisión de un acto administrativo por la Administración no ocasiona perjuicio alguno para el administrado, puede realizarla sin necesidad de previa declaración de lesividad. 3.2 Lesión del interés público por el acto objeto de declaración. Tradicionalmente, en el origen de la declaración de lesividad, se exigía que el acto administrativo incurriera en una doble lesión, jurídica y económica. 88753-2 19 Desde luego no puede discutirse la necesaria infracción del ordenamiento jurídico por el acto que se pretende declarar lesivo para que proceda esta declaración y su anulación por el Orden Jurisdiccional. Aunque el artículo 43 de la antes mencionada LJCA destaque singularmente el requisito de la lesión para el interés publico, la exigencia del segundo presupuesto -la disconformidad del acto con el ordenamiento jurídico- se desprende con toda claridad de los principios básicos que informan nuestro sistema de justicia administrativa, así como de diversos preceptos concretos del articulado de la propia LJCA (entre otros, los arts. 31, 70 y 71). La jurisprudencia del Tribunal Supremo se ha pronunciado en este sentido de manera reiterada, pudiendo citarse, por todas, la Sentencia de 23 de marzo de 1993, en la que claramente afirma que el solo hecho de resultar gravoso para la Administración la eficacia de un acto administrativo (en el caso se trataba de una expropiación) no concurriendo ningún tipo de irregularidad invalidante, no puede ser causa suficiente para declarar la lesividad del acto. Sin embargo ni la doctrina8 ni la Jurisprudencia se ponen de acuerdo acerca de si además de la infracción jurídica es precisa no ya una lesión económica, sino mas genéricamente una lesión del interés publico (aunque no sea económica). 8 Una completa y magnífica exposición de esta doctrina, la realiza ESCUIN PALOP, V en op.cit, paginas 100 y ss. 88753-2 20 A este respecto, debe indicarse que ya bajo la vigencia de la LJCA de 1956 parte de la doctrina científica consideraba superado el requisito clásico de la doble lesión, jurídica y económica, bastando, a juicio de dicha doctrina, que el acto incurriese en cualquier infracción del ordenamiento jurídico para que pudiera ser declarado lesivo y anulado por la jurisdicción contencioso administrativa. Este mismo criterio venía sosteniéndose por un sector de la jurisprudencia del Tribunal Supremo. Así, la sentencia del Alto Tribunal de 22 de enero de 1988 declaraba que “todo lo cual supone la infracción de un bloque normativo que a tenor de la jurisprudencia caracteriza la lesividad regulada en el artículo 56 de la Ley de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa, porque de la propia literalidad del precepto se deduce que la lesión a los intereses públicos no ha de ser necesariamente económica, sino que puede serlo también de otra naturaleza, en cuya consideración ha evolucionado la Jurisprudencia de este Tribunal en el sentido de acoger criterios más amplios que le llevan a declarar que la pretensión anulatoria de lesividad puede estar motivada por el mero propósito de regularizar jurídicamente el acto causado con manifiesta vulneración de normas de derecho necesario”. En este mismo sentido se pronuncia la Sentencia de 3 de diciembre de 1987 al señalar que “la más progresiva doctrina jurisprudencial no exige que la lesión tenga que traducirse necesariamente en una estimación económica, bastando la vulneración del Derecho” y las de 28 de febrero de 1994 y 6 de junio de 1995 al declarar que “en la 88753-2 21 actualidad ha desaparecido la exigencia de la doble lesión, jurídica y económica, bastando con que el acto incurra en cualquier infracción del Ordenamiento jurídico para que pueda ser declarado lesivo y anulado, tal como este Tribunal ha declarado en sus sentencias de 14 de marzo de 1980 y 22 de enero de 1988”. Este criterio doctrinal y jurisprudencial ha venido a encontrar refrendo legal en la vigente LJCA, habida cuenta de que su artículo 43 ha suprimido la alusión que el artículo 56 de la LJCA de 27 de diciembre de 1956 hacía al carácter de la lesión de los intereses públicos (“de carácter económico o de otra naturaleza”). No obstante, como pone de relieve ESCUIN PALOP9 existe una cierta tendencia del Tribunal Supremo ha exigir que además de infracción jurídica exista algún tipo de lesión al interés publico, ora económica, medioambiental… . Buena prueba de ello son las Sentencias del Tribunal Supremo de 23 de Septiembre de 2.002, 7 de Junio de 2.002 y 23 de Abril de 2.002. Si bien insistimos que no esta claro porque hay otras muchas Sentencias como las de 23 de Abril de 2.002, 13 de Noviembre de 2.000 y 28 de Abril de 1.993 que abandonan esta concepción, precisando únicamente la ilegalidad del acto para su lesividad conforme a derecho. Personalmente consideramos que la lesión al interés publico es más que un requisito de la lesividad, una consecuencia de la ilegalidad del acto, porque es evidente que el interés publico resultará 9 Op cit, paginas 103 y ss 88753-2 22 lesionado si se mantiene la vigencia de un acto ilegal. Por tanto, bastara con acreditar la infracción jurídica del acto administrativo para que proceda su lesividad. Aunque no por este motivo, esta es la opinión de la mayor parte de la doctrina, a la que nos adherimos. No obstante en algunos casos particulares de lesividad, como por ejemplo de las resoluciones de los Jurados Provinciales de Expropiación, existe alguna jurisprudencia que sigue exigiendo algún tipo de lesión al interés publico, aunque no sea económica, además de la infracción legal. 3.3 Competencia para la declaración de lesividad. La Doctrina pone de relieve que la Ley 4/1.999 ha venido a ensombrecer la regla de atribución de competencia para la declaración de lesividad a los órganos administrativos en particular. En efecto, dispone el artículo 103 en sus apartados 4 y 5 que: 4. Si el acto proviniera de la Administración General del Estado o de las Comunidades Autónomas, la declaración de lesividad se adoptará por el órgano de cada Administración competente en la materia. 5. Si el acto proviniera de las entidades que integran la Administración Local, la declaración de lesividad se adoptará por 88753-2 23 el Pleno de la Corporación o, en defecto de éste, por el órgano colegiado superior de la entidad. En este sentido puede servirnos de orientación lo que disponía la LRJPAC antes de su reforma por la Ley 4/1.999, esto es para la Administración General del Estado, es necesaria una Orden del ministro del ramo o acuerdo del consejo de ministros y en su caso por los órganos de las entidades de derecho publico que integran la Administración institucional. Esta misma regla es aplicable mutatis mutandis a las Comunidades Autónomas. En cambio, tratándose de la Administración local, procede que se adopte el acuerdo por el pleno de la corporación u órgano colegiado superior con lo que se añade otra garantía adicional en este ámbito. Una cuestión importante es que no debe faltar el Informe Preceptivo de la Subdirección General del Servicio Jurídico del Estado (Sección de lo Consultivo), según previene el Real Decreto 997/2.003 de 25 de Julio por el que se aprueba el Reglamento del Servicio Jurídico del Estado aunque el mismo no resulta vinculante. En el caso de las Comunidades Autónomas procede también dicho informe de sus servicios jurídicos e igualmente en el caso de las Entidades Locales. Por otro lado, las entidades de derecho público podrán declarar lesivos sus propios actos cuando su norma de creación les confiera expresamente esta facultad. En caso contrario, la adoptara e órgano administrativo del que dependan o al que se adscriban. No obstante, estos entes institucionales no podrán declarar lesivos los actos administrativos emanados de las Administraciones de las que 88753-2 24 dependan, debiendo necesariamente interponer recurso contencioso administrativo contra los mismos. Esta regla adquiere cierta complejidad cuando se trata de recurrir las resoluciones de los Jurados Provinciales de Expropiación Forzosa, cuestión esta a la que luego nos referiremos. 3.4 Intervención de terceros en el recurso contencioso de lesividad En relación con la actuación de la administración institucional en el proceso de lesividad, resulta interesante destacar que desaparecida la figura del coadyuvante en la Ley Contenciosa de 1.956, cuya actuación en el proceso estaba sujeta a ciertos limites, hoy en día es el articulo 1310 de la Ley de Enjuiciamiento Civil el que regula con 10 Articulo 13 LEC: “Intervención de sujetos originariamente no demandantes ni demandados. 1. Mientras se encuentre pendiente un proceso, podrá ser admitido como demandante o demandado, quien acredite tener interés directo y legítimo en el resultado del pleito. En particular, cualquier consumidor o usuario podrá intervenir en los procesos instados por las entidades legalmente reconocidas para la defensa de los intereses de aquéllos. 2. La solicitud de intervención no suspenderá el curso del procedimiento. El tribunal resolverá por medio de auto, previa audiencia de las partes personadas, en el plazo común de diez días. 3. Admitida la intervención, no se retrotraerán las actuaciones, pero el interviniente será considerado parte en el proceso a todos los efectos y podrá defender las 88753-2 25 carácter general para todos los ordenes jurisdiccionales, la posible intervención de terceros en el proceso, sea este de lesividad o no. Pueden distinguirse así la intervención litisconsorcial y la intervención adhesiva simple que conectaremos ahora con el recurso de lesividad. En el primer caso, el tercero interviene en el recurso de lesividad pendiente bien por ostentar legitimación por la titularidad de la relación jurídica a la que se refiere la pretensión objeto del proceso, bien por la legitimación derivada de un interés legitimo igual que el aducido por la parte actora, extendiéndose al tercero directamente los efectos de la Sentencia. Por ejemplo, intervención en un recurso de lesividad, cuyo objeto fuera la adjudicación de un contrato administrativo, de uno o varios de los participantes que no hubieran sido adjudicatarios. Ello explica que el tercero litisconsorte tenga amplios poderes y pueda en su caso formular pretensiones distintas pretensiones formuladas por su litisconsorte o las que el propio interviniente formule, si tuviere oportunidad procesal para ello, aunque su litisconsorte renuncie, se allane, desista o se aparte del procedimiento por cualquier otra causa. También se permitirán al interviniente las alegaciones necesarias para su defensa, que no hubiere efectuado por corresponder a momentos procesales anteriores a su admisión en el proceso. De estas alegaciones se dará traslado, en todo caso, a las demás partes, por plazo de cinco días. El interviniente podrá, asimismo, utilizar los recursos que procedan contra las resoluciones que estime perjudiciales a su interés, aunque las consienta su litisconsorte.” 88753-2 26 que las del principal, incluso aquellas alegaciones necesarias para su defensa que no hubiera efectuado por corresponder a momentos procesales anteriores a su admisión en el proceso (declaración esta que casa mal con la regla general de no retroacción de las actuaciones en estos casos). Sin embargo, la intervención adhesiva simple difiere de la litisconsorcial en que el tercero que interviene en el proceso pendiente no es el titular de la relación jurídica a que se refiere la pretensión procesal objeto del mismo, sino que lo hace para evitar la consecuencia desfavorable de los efectos de la Sentencia que pueda dictarse. Esta figura presenta un paralelismo evidente con la del coadyuvante, aunque la actualidad se le reconocen amplios poderes de actuación en el procedimiento (salvo actos de disposición) en aras de la tutela judicial efectiva de derechos e intereses legítimos. 3.5 Caducidad en el procedimiento de lesividad. En primer lugar, por razones de seguridad jurídica que impiden que la Administración pueda sine die declarar la lesividad de sus actos anulables, esta tiene que realizarse necesariamente en el plazo máximo de 4 años a contar desde que se dicto el Acto, de conformidad con el articulo 103.2 de la LRJPAC. En segundo lugar, el procedimiento administrativo para la declaración de lesividad tiene que producirse en el plazo máximo de 6 meses a contar desde su iniciación. Respecto a esta, la Jurisprudencia tiene declarado (valga por todas la Sentencia de la 88753-2 27 Audiencia Nacional de 30 de Junio de 2.004) que debe excluirse “del cómputo del plazo de caducidad el tiempo transcurrido hasta el acuerdo en que, formalmente, se decide iniciar el procedimiento de lesividad. Hasta tanto dicho acuerdo no se produce, no pueden ser tenidas en cuenta las actuaciones preliminares encaminadas, no tanto a acreditar la conveniencia de declarar lesivo el acto, informes cuyo centro de atención viene constituido por el acto mismo que se pretende declarar lesivo, sino a determinar la procedencia de abrir el procedimiento de lesividad, actuaciones cuyo sentido y finalidad es el de evitar preliminarmente la adopción de acuerdos de lesividad previos al ejercicio de acciones insostenibles o abocadas al fracaso en vía jurisdiccional, si tal conclusión es apreciable mediante un examen inicial del caso. Es por tanto, el momento formal de la iniciación del procedimiento, que en este caso tuvo lugar el 14 de marzo de 2001, el que determina el «dies a quo» para contar el período de caducidad previsto en el artículo 103.3 de la Ley 30/92 (…)”. Finalmente no debemos olvidar que una vez dictado el acto de lesividad y a contar desde esa fecha (que no la publicación o notificación del mismo), la Administración deberá interponer el recurso en el plazo máximo de dos meses, ex articulo 46.5 de la LJCA. 3.6 Especialidades procesales del recurso de lesividad De conformidad con lo que dispone el articulo 45.4 de la LJCA, “El recurso de lesividad se iniciará por demanda formulada con arreglo al artículo 56.1, que fijará con precisión la persona o personas 88753-2 28 demandadas y su sede o domicilio si constara. A esta demanda se acompañarán en todo caso la declaración de lesividad, el expediente administrativo y, si procede, los documentos de las letras a) y d) del apartado 2 de este artículo.” Así, la demanda en el proceso de lesividad contiene las indicaciones necesarias para determinar, el actor, el órgano jurisdiccional y los demandados; formula la petición en que se concreta la pretensión, determina la legitimación como consecuencia de la lesión al interés publico (bastando la infracción del derecho objetivo) e indica todas las alegaciones necesarias para que la pretensión pueda ser estimada. Añade el artículo 49.6 de la LJCA que “el emplazamiento de los demandados en el recurso de lesividad se efectuara personalmente por plazo de nueve días.” Ante la oscuridad de este precepto, la doctrina se pregunta si quien debe efectuar ese emplazamiento es el órgano jurisdiccional o la propia Administración, siendo la primera la postura mayoritaria, sin perjuicio de que la Administración pueda también realizar este emplazamiento. Mención especial merece la supresión por la LJCA de 1.998 de la regla que en la anterior legislación de 1.956 permitía la suspensión de la ejecución de la sentencias de actos recurridos en vía de lesividad por la propia Administración que acertadamente, parece haber quedado desterrada del ordenamiento jurídico. 4.- Efectos de la declaración de Lesividad. 88753-2 29 El singular efecto que produce la declaración de lesividad es acorde con su naturaleza procesal de constituir un presupuesto para la admisibilidad de la demanda en el recurso contencioso- administrativo de lesividad como ya hemos visto más atrás. Otra cuestión importante es la suspensión o no del acto objeto de lesividad por parte de la Administración. La Jurisprudencia es rotunda a este respecto y no admite esta suspensión unilateral porque como dice la Sentencia del Tribunal Supremo de 26 de Junio de 1.984 “la suspensión no es una consecuencia necesaria de la lesividad.” En este sentido, la propia LRJPAC solo admite la suspensión de los actos administrativos por la propia Administración en los supuestos de revisión de oficio (articulo 104) o de recurso administrativo (articulo 111), excluyendo por tanto la declaración de lesividad. Por este motivo si la Administración quiere suspender la eficacia del acto deberá solicitarlo en el recurso contencioso administrativo de lesividad, acreditando que concurren los requisitos legalmente exigidos para ello (fumus bonus iris, periculum in mora y perjuicio del interés publico fundamentalmente), no siendo necesario por su condición de Administración Publica, la prestación de caución o garantía ex articulo 12 de la Ley de Asistencia Jurídica al Estado e instituciones Publicas de 27 de Noviembre de 1.997. 88753-2 30 IV.- ESPECIAL REFERENCIA A LA LESIVIDAD DE LAS RESOLUCIONES DE LOS JURADOS PROVINCIALES DE EXPROPIACIÓN FORZOSA. 1. Introducción Uno de los supuestos mas comunes de declaración de lesividad, además de la materia tributaria, se refiere a las resoluciones de los Jurados Provinciales (o territoriales) de Expropiación Forzosa. Pues bien, la especial naturaleza jurídica del Jurado Provincial, la trilateralidad en que consiste la relación jurídica expropiatoria y el contenido de esta resolución declarativa de derechos a favor del expropiado y su regulación por la LEF de 1.954, determinan ciertas particularidades en su declaración de lesividad. 2. Particularidades: Las particularidades de la declaración de lesividad en este ámbito son las que se derivan de (i) la cuestionada vigencia del articulo 35.2 de la LEF; (ii) la especial naturaleza del órgano encargado de efectuarla; (iii) la no exigencia del requisito de la lesión de un sexto para recurrir el justiprecio, los motivos actuales de la lesividad su oposición y (iv) los problemas derivados de la interposición de sendos recursos por la Administración expropiante, el beneficiario y en su caso el particular expropiado. 2.1 Cuestionada Vigencia del articulo 35.2 de la LEF. 88753-2 31 Si bien el articulo 35.2 de la LEF establece que la resolución del Jurado Provincial de Expropiación se notificara a la Administración y al particular expropiado, ultimara la vía gubernativa y contra la misma procederá tan solo el recurso contencioso-administrativo, hoy en día nadie duda que para que la Administración pueda recurrir la resolución del Jurado, es necesario previamente declarar su lesividad, conforme al procedimiento antes descrito como declaran tajantemente las Sentencias del Tribunal Supremo de 24 de Marzo de 2.001 y 26 de Enero del mismo año. 2.2 Órgano competente para su declaración. Por su composición y Actividad de naturaleza arbitral, el Jurado Provincial de Expropiación Forzosa es un órgano de Administración Publica que sin embargo no se adscribe a ninguno de los Departamentos Ministeriales. Así, la Jurisprudencia del Tribunal Supremo, ante el vacío legal, es clara y precisa en el sentido de exigir que la declaración de lesividad de sus resoluciones se realice necesariamente por Orden del Consejo de Ministros. A tal efecto, citamos la reciente Sentencia de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo de 2 de Diciembre de 2.008 cuando dice que: “la jurisprudencia de esta Sala ha admitido siempre que la declaración de lesividad de los acuerdos de los Jurados Provinciales de Expropiación Forzosa corresponde al Consejo de Ministros. Incluso con posterioridad a la aprobación de la LOFAGE 88753-2 32 en 1997, dicha orientación jurisprudencial se ha mantenido inalterada. Véanse a este propósito nuestras sentencias de 16 de diciembre de 2002 , 18 de marzo de 2003 y 30 de mayo de 2003 . Es razonable, además, que dicha competencia le sea reconocida al Consejo de Ministros, dado que los Jurados Provinciales de Expropiación Forzosa, aun siendo indudablemente órganos de la Administración General del Estado, se hallan fuera de la línea jerárquica, precisamente para asegurar su independencia de criterio. El art. 35 LEF dispone que la resolución del Jurado "ultimará la vía gubernativa, y contra la misma procederá tan sólo el recurso contencioso-administrativo", lo que pone claramente de manifiesto que el Jurado carece de superior jerárquico. Así, al nos estar incardinados dentro de la jerarquía de ningún departamento ministerial, lo más correcto es concluir que la declaración de lesividad de sus actos debe corresponder al órgano supremo de la Administración General del Estado,que abarca ratione materiae la totalidad de la misma; es decir, el Consejo de Ministros.” 2.3 Motivos de la lesividad y su oposición: Si bien la LEF exigía en su articulo 126 que la impugnación de la resolución de los Jurados Provinciales sobre Justiprecio, además de la infracción del derecho objetivo, se fundamentara en lesión inferior o superior al sexto de la alegada por el recurrente en el tramite administrativo oportuno, la importante Sentencia del Tribunal Supremo de 11 de Junio de 1.997 ha zanjado la cuestión 88753-2 33 afirmando que el citado precepto a la tutela judicial efectiva que no solamente alcanza a intereses económicos sino también y mas ampliamente a derechos e intereses legítimos aunque no sean de esta naturaleza. Por tanto la cuestión estriba en determinar cuales son los motivos que tienen que alegarse y justificarse por la Administración para recurrir las resoluciones de los Jurados Provinciales y que puede oponerse a esta argumentación. En todo caso, esta claro que tiene que alegarse una infracción del ordenamiento objetivo para que proceda la lesividad, pero ¿Es necesaria adicionalmente una lesión especifica del interés público? Ya hemos visto que la regla general en este materia es que no exige el requisito de la doble lesión, no obstante algunas Sentencias del Tribunal Supremo como la ya antigua de 8 de Julio de 1.980 y otra mas reciente de 13 de Noviembre de 2.000, que exigen para la procedencia de la lesividad, la demostración de la existencia de una lesión económica. Al respecto, esta ultima Sentencia desestima el recurso de lesividad por comparación del justiprecio ofrecido por la Administración en un supuesto similar. En este sentido, puede argumentarse en contra de la lesividad, la no justificación por parte de la Administración no solo de la Infracción Jurídica sino también de una lesión al interés publico, particularmente cuando no se haya declarado la lesividad de otras Resoluciones referidos a supuestos similares. 88753-2 34 Otro argumento que puede emplearse es que la declaración de lesividad no destruye la presunción iuris tantum de acierto de las Resoluciones del Jurado Provincial de Expropiación Forzosa, siendo necesaria una prueba en contrario, según reiterada y constante Jurisprudencia. (Podría aportarse a la demanda por ejemplo un informe de un catedrático que reforzara la postura del Jurado). Finalmente, hay que recordar la vigencia del artículo 106 de la LRJPAC, referido a los límites de la revisión administrativa. A este respecto, es muy ilustrativa la Sentencia de la Audiencia Nacional de 30 de Junio de 2.004: “Queda por examinar la cuestión relativa a la subordinación en el ejercicio de la iniciativa conducente a la declaración de lesividad y ulterior impugnación jurisdiccional, a los principios de seguridad jurídica, buena fe y equidad, así como del que prohíbe ir contra los propios actos. Dando comienzo por este último, es preciso recordar que todas las modalidades de la revisión de oficio, incluso la impugnación jurisdiccional de los actos administrativos por la propia Administración que los ha producido, previa su declaración de lesividad, ya suponen necesariamente una quiebra, por vía de excepción, del principio que prohíbe desconocer o ir en contra de los actos propios, pues es acto propio el que, una vez firme, se somete a enjuiciamiento judicial con la intención de invalidarlo. De ahí que, en principio, toda declaración de 88753-2 35 lesividad muestre necesariamente la idea de reacción frente al acto propio, sin que por ello se pueda, con esa simple apreciación, impedir el ejercicio de las propias facultades que la propia Ley confiere a las Administraciones públicas, pues ello haría completamente inútil la institución de la lesividad como mecanismo impugnatorio, al margen todo ello de que el principio invocado no es incondicional o ilimitado, sino que tiene sus propios límites, no sólo en el ámbito de la revisión de oficio, sino en el campo de otras relaciones, pues puede actuarse, en el Derecho público como en el privado, en contra del acto propio, cuando éste se tacha de ilegal o fraudulento. En cualquier caso, la lesividad, como procedimiento, ya entraña una derogación singular de la doctrina de los propios actos, en la medida en que se permite a la Administración alzarse frente a éstos cuando los repute contrarios al ordenamiento jurídico. De ahí que, en principio, el hecho de que se haya vuelto la Administración contra los propios actos no constituya, por sí misma, una razón para desacreditar la procedencia de la iniciativa, a menos que la voluntad administrativa haya creado una confianza legítima, para lo que se precisa, además, una persistente voluntad manifestada en diversos actos o previa comprobación de determinadas circunstancias concurrentes que permitan la conclusión de que, por las características de los actos propios, se quebranta la confianza que, legítimamente, había depositado el titular del derecho sometido a cuestión. Por tanto, que la doctrina de los actos propios admita esta 88753-2 36 excepción por vía singular no significa que sea posible ni aceptable que la Administración pueda orillar cualquier acto propio, al margen de cuál fuera la intensidad o persistencia con la que su voluntad su hubiera manifestado previamente, la naturaleza de los derechos adquiridos por terceros que se pretenden desconocer o enervar y el grado con que la permanencia del acto cuya lesividad se preconiza puede afectar a los intereses públicos. En suma, no sólo está en juego aquí la doctrina de los actos propios, que no juega con carácter absoluto, sino la consagración de otros principios jurídicos, resumen de los cuales se encuentra en lo que dispone el artículo 106 de la Ley 30/92, aplicable al instituto jurídico que nos ocupa, cuando señala que «las facultades de revisión no podrán ser ejercitadas cuando por prescripción de acciones, por el tiempo transcurrido o por otras circunstancias, su ejercicio resulte contrario a la equidad, a la buena fe, al derecho de los particulares o a las Leyes». Una adecuada exégesis del precepto impone, como con anterioridad hemos adelantado, la existencia de un juicio de ponderación o de conveniencia, que no sólo incumbe a la Administración a la hora de valorar si el acto es lesivo para los intereses públicos, sino que también está sometido plenamente al control jurisdiccional, en la medida en que tal declaración de lesividad desemboca en un proceso que, por iniciativa de la propia Administración, tiene como propósito institucional la impugnación del acto lesivo. Será entonces el Tribunal que conozca del proceso el que pueda definir con arreglo a tales 88753-2 37 principios –y a otros evidentemente conexos, como el de proporcionalidad, seguridad jurídica, etc.– la procedencia de declarar en la sentencia la anulación del acto, puesto que el artículo 106 de la Ley 30/92 no se limita a efectuar una llamada a la Administración para que pondere la conveniencia de declarar lesivo el acto y promover su nulidad jurisdiccional, lo que en cierto modo podría abstenerse de hacer, en presencia de los límites estructurales que el mencionado precepto impone, sino que también va dirigido al órgano jurisdiccional en la medida en que la interpretación que la Administración haya podido poner de manifiesto con la declaración de lesividad y su ulterior impugnación puede ser revisada por el Tribunal sentenciador a la vista de tales principios y límites, negando en consecuencia la invalidación de los actos favorables a su destinatario que hayan ganado firmeza, cuando por razón de la aplicación de alguno de tales principios, en su condición de reglas y cánones informadores del ordenamiento jurídico, el juicio sobre la necesidad de anular el acto devenga negativo. En suma, no sólo es suficiente con el reconocimiento judicial de que el acto adolece de una infracción al ordenamiento jurídico y, además, es lesivo para la causa pública, efecto este último que será dispensado de la oportuna prueba cuando la lesión quepa inferirla, naturalmente, de la existencia de la infracción misma, sino que además sería preciso que, en presencia de los elementos de convicción que «numerus apertus» establece el repetido artículo 106, pueda considerarse que el sacrificio que 88753-2 38 con dicha anulación se experimenta justifica cumplidamente la necesidad de eliminar los actos ilícitos, por más derechos que hayan permitido adquirir a sus destinatarios, y por más lesivos que se consideren para el interés general. De no ser así, esto es, de no ser proporcionado el mencionado sacrificio con la ventaja que representa para el interés público la anulación, no cabría otra respuesta que la desestimatoria de la pretensión de nulidad pues, como ya cabe suponer tras lo anteriormente expresado, el Tribunal no examina el acto administrativo enjuiciado desde la misma perspectiva y con el mismo ámbito de conocimiento que el que tendría para conocer sobre la impugnación de un acto de gravamen cuando fuera recurrido por el afectado por él, que es la hipótesis normal del procedimiento ordinario. Bastaría en este caso con la simple comparación del acto con la norma para la determinación de su conformidad o disconformidad con el ordenamiento jurídico, siempre teniendo en cuenta que éste no queda limitado a los preceptos de derecho positivo sino que está iluminado, en su aplicación e interpretación, por los principios generales. Por tal razón, el proceso de lesividad ha de ser aún más estricto en el juicio al acto sometido a impugnación, en la medida en que ésta contradice de forma abierta y estructural el principio prohibitivo del «venire contra factum proprium», además de dirigirse frente a un acto que ya ha ganado firmeza y del que se han producido efectos favorables o beneficiosos para aquél a quien va dirigido.” 88753-2 39 2.4 Simultaneidad de Recursos contra la misma Resolución del Jurado: Puede suceder que contra una misma resolución del Jurado Provincial de Expropiación Forzosa se interponga recurso no solo por la Administración Expropiante, a través del proceso de lesividad, sino además por el expropiado o incluso por el beneficiario de la Expropiación, que puede ser un Ente Institucional, con personalidad jurídica propia distinta de la Administración de la que depende o a la que se adscribe. Ello puede dar lugar a la existencia de un proceso de lesividad por un lado y por otro a un proceso ordinario que aunque pueden tramitarse independientemente, no es menos cierto que seria procedente su acumulación a un solo procedimiento para evitar pronunciamientos contradictorios. Debe destacarse por ultimo que aunque el beneficiario de la expropiación, siempre que sea distinto de la Administración Expropiante, puede recurrir directamente la resolución del Jurado, también esta facultado para intervenir en el proceso de lesividad, bien mediante una intervención litisconsorcial o bien adhesiva simple según se considere o no que el beneficiario es titular de la relación jurídica objeto de este proceso de lesividad. 88753-2 40 Personalmente consideramos que, admitiendo la legitimación del Beneficiario para interponer un recurso contencioso administrativo contra dicha resolución, su intervención adecuada en el proceso de lesividad será litisconsorcial porque esta legitimación deriva de la titularidad de la relación jurídica que establece la resolución del Jurado, que es trilateral (Administración-Expropiante-Beneficiario) obligando al pago del Justiprecio expropiación por disposición legal. FIN Manuel Serrano Conde @AbogadosSAC Abril 2.009. 88753-2 41 al beneficiario de la