Las mujeres de Monvoisin, el retratista de la elite chilena

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Las mujeres de Monvoisin, el retratista de la elite
chilena
Una muestra en Casas de Lo Matta reúne 25 óleos del pintor francés avecindado en Chile en
1843.
por Denisse Espinoza
Si al peruano José Gil de Castro se le adjudica haber inaugurado la tradición del retrato en Chile en el siglo
XVIII, convirtiéndose en el pintor de transición entre La Colonia y la República al pintar a los próceres de la
Independencia (O’Higgins, San Martín y Bolívar), el francés Raymond Monvoisin,terminó por consolidar el
género y, más aún, le otorgó la elegancia y los aires europeos que la socialité de la época ansiaba tener. Era 1843,
dos años después de la muerte del Mulato, y el pintor francés aterrizaba en Chile, invitado por el abogado y
ministro de Relaciones Exteriores, Mariano Egaña, a quien había retratado en Francia, con la idea de formar la
primera Academia de Bellas Artes del país.
Aunque el proyecto nunca se concretó (fue otro europeo, el italiano Alejandro Cicarelli quien finalmente realizó
la tarea, en 1849), Monvoisin encontró en Chile un interesante mercado donde desarrollar su talento con la
figura humana y, sobre todo, una escena artística interesada en conocer cuáles eran las modas del Viejo
Continente. Al llegar realizó una modesta exposición de sólo nueve pinturas en la Universidad de San Felilpe.
Fue suficiente. El público quedó deslumbrado con el romántico y elegante estilo del artista, y de inmediato los
miembros más pudientes de la clase alta chilena comenzaron a hacerle los primeros encargos.
Aunque su obra más conocida fue el retrato a Andrés Bello (que hoy sobrevivive en la Casa Central de U. de
Chile), el primer blanco del artista fueron las mujeres, para luego conseguir con los poderosos hombres que
estaban construyendo el futuro del país. Esa parte de su obra se recoge ahora a través de un puñado de pinturas
en la muestra Las mujeres de Monvoisin, que se abre a público este jueves en Casas de Lo Matta. Son 25
retratos, de pequeño y gran formato, provenientes de coleccionistas privados, además de cinco museos
nacionales: el Museo Histórico Nacional, la Pinacoteca de Concepción, el Museo de Bellas Artes de Viña del
Mar, el Museo O’Higginiano de Talca y el Museo del Carmen de Maipú. Algunos cuadros nunca se habían
expuesto.
“Tenemos registros de que la última exposición de Monvoisin que se hizo en el país fue en el Museo de Bellas
Artes, en 1964, donde se reunió una gran cantidad de obras. El fue un pintor muy prolífico que dejó una
producción de más de 300 cuadros en Chile”, cuenta Mario Velasco, cineasta y uno de los curadores de la
exposición junto con la artista Paula Swinburn.
En 2009, Velasco estrenó Monvoisin, una miniserie biográfica del pintor que fue financiada con fondos del
Consejo Nacional de Televisión y protagonizada por el fallecido actor Pablo Krogh. Desde entonces, el
realizador quedó con la idea de armar una exposición con obras del artista. “Mi interés por Monvoisin es
familiar, desde niño vi cuadros suyos en la casa de mis parientes y siempre me pareció un personaje fascinante”,
dice.
Ganacias y costos
Cuando llegó a Chile, Monvoisin no era un chiquillo. Tenía 53 años y un prestigio ganado en Europa: fue pintor
en la corte del Rey Luis XVIII, quien le encargó pinturas para el Palacio de Versalles; había retratado al Duque
de Orleans, obtuvo dos veces la medalla de oro en los Salones Oficiales de París, recibió la orden de la Legión de
Honor y contaba con el premio Roma, el galardón más importante al que podía aspirar un pintor francés fuera de
27/07/2015 11:34
su país.
Viajar a Sudamérica significó para el artista arriesgarse a mantener una carrera en solitario, siendo su propio jefe.
Luego de una breve estadía en Buenos Aires, Monvoisin llega a Santiago, donde encuentra una buena
oportunidad de hacer negocios. “Monvoisin viene a llenar un gran vacío que existía en el arte chileno. Aquí no
había tradición ni escuela, mucho menos mercado. Monvoisin trajo desde Europa la idea de cobrar según el
tamaño y lo que apareciera retratado en el cuadro. Los retratos de cuerpo entero eran los más costosos, también
el precio subía si se incluía una joya o una espada, o por los detalles del decorado. Monvoisin tenía tal cantidad
de pedidos que mecanizó su producción gracias a sus ayudantes”, cuenta el curador.
La exposición reúne retratos de mujeres de la elite como María Luisa Ortúzar, Emilia Herrera Toro y Bárbara
Molina de Herrera, los que se exhiben en grandes cajas de luz, forradas con terciopelo. “Quisimos hacer un
guiño a la aristocracia de la época a través del montaje. Las cajas, además, están suspendidas en el aire y
formando pequeños círculos, como si las mujeres estuviesen dialogando entre ellas, en una tertulia”, detalla la
directora de Casas de Lo Matta, Ignacia Vargas.
Al final del recorrido, dos cuadros del Museo O’Higginiano de Talca rompen con la tónica: Elisa Bravo Jaramillo,
la mujer del cacique y Naufragio del joven Daniel. La primera muestra a una mujer con un seno afuera,
amamantando a su hijo de tez morena, y en la segunda se observa una escena protagonizada por una madre
sufriendo la muerte de su hijo. Ambas obras no fueron encargos: más allá de los retratos, Monvoisin gustaba de
pintar cuadros históricos y mitológicos, géneros que desarrolló sobre todo en Europa.
Lo cierto es que mientras ganaba reconocimiento y clientes en Chile, en Francia su nombre era olvidado.
Cuando regresó en 1858, intentando además salvar su matrimonio, Monvoisin era prácticamente un
desconocido. Murió solo y empobrecido, en 1870. b
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