PRINCIPIOS INSPIRADORES: LA GRATUIDAD CRISTIANA

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Tu rosa es diferente a todas las demás rosas,
porque tú la has domesticado.
Domestícame -dijo el zorro al principitoy yo seré diferente a todos los demás zorros.
Lo esencial es invisible a los ojos (...)
Los hombres buscan en el mercado todo lo que quieren,
y como no venden amigos,
no pueden tener amigos -decía el zorro”.
(El Principito - Saint Exupery)
PRINCIPIOS INSPIRADORES:
Ponen al servicio de sus hermanos/as, su persona, talentos, tiempo, trabajo… sin esperar nada a cambio.
LA GRATUIDAD CRISTIANA:
Basada en la fe en un Dios Creador, en su actuar gratuito en favor de la persona. Libremente da el ser y la vida a todo cuanto existe. (CDSI 26)
Y en las palabras de Jesús “Gratis lo habéis recibido, dadlo gratis” (Mt 10,8) palabras pronunciadas por Él cuando envía a sus colaboradores a anunciar el Reino de Dios a todas las personas de su tiempo.
Es la convicción profunda de que en nuestra vida, las cosas más importantes las hemos recibido como un don, libremente dado y libremente aceptado. A partir de aquí es la decisión personal de poner a disposición de los demás cuanto somos y tenemos.
La gratuidad es condición indispensable para el desarrollo personal en plenitud: “La persona humana, en efecto, aun cuando participa activamente en la tarea de satisfacer las necesidades en el seno de la sociedad familiar, civil y política, no encuentra su plena realización mientras no
supera la lógica de la necesidad para proyectarse en la de la gratuidad y del don…” (CDSI 391)
GRATUIDAD Y CARISMA VICENCIANO:
San Vicente vivió plenamente convencido de que todo era un don de Dios. Cuando hablaba a las primeras Hermanas sobre la Compañía nunca se atribuía a sí mismo nada, sino a la acción
de Dios:
“¿Quién hubiera pensado que iba a haber Hijas de la Caridad?... Yo no pensaba en ello… Dios lo pensaba por vosotras”.
El reconocer a Dios como origen de todo lo recibido le llevó a ser una persona agradecida. Continuamente daba gracias a Dios y a los hombres y animaba a todos a hacerlo.
“Le ruego que nos ayude a agradecer y a hacer que otros agradezcan la bondad que Dios tiene sobre esta pobre y humilde Compañía”
Las Constituciones de las Hijas de la Caridad recogen el sentido de gratuidad:
“En seguimiento de Jesucristo, reconocen que todo lo han recibido de Dios (…)
ponen al servicio de sus hermanos y hermanas su persona, talentos, tiempo, trabajo lo mismo que los bienes materiales…” (Constitución 30.a)
LA GRATUIDAD DEL AMOR
No es fácil llegar a comprender el valor de la gratuidad, ya que «lo gratuito» es hoy precisamente «lo que no vale nada». En un sistema de relaciones humanas comercializadas, todo se
da «a cambio» de otra cosa, y se desconfía de aquello que se nos da por nada. Hay desde luego cosas «que no tienen precio», pero son justamente aquellas por las que no se podría nunca
pagar lo suficiente, aquellas que no pueden ser vendidas y menos aún regaladas.
Y he aquí que el amor es aquello que «no tiene precio», que no puede ser comprado ni cambiado por ninguna otra cosa, pero que en su esencia misma conlleva el que se regale: es un don
gratuito. Todo lo más, puede imaginarse que el amor «hay que merecerlo»; sin embargo, cuando
llega se comprende que es inmerecido o que supera todo lo que podría merecer.
Por parte del sujeto que lo realiza, lo gratuito es lo desinteresado: se pone en la existencia por su
propio valor, sin buscar utilidad ninguna. La acción gratuita es como la creación poética o artística. Por parte del destinatario, no puede ser exigida ni provocada. En la esencia de lo gratuito se
incluye el que sólo se puede gozar cuando no se ha atrevido uno a solicitarlo, cuando el recibirlo
ha constituido una real sorpresa.
«Dad a cada cual lo que se le debe: a quien impuestos, impuestos; a quien tributo,
tributo; a quien respeto, respeto; a quien honor, honor. Con nadie tengáis otra deuda
que la del amor mutuo» (Rm 13, 7-8).
Todo puede ser pagado, sólo el amor es una deuda insaldable. Es lo debido-indebido, lo necesario-gratuito, lo reclamado-irreclamable. «Debemos amarnos unos a otros» (1 Jn 4, 11), pero el
amor es un mandamiento, una orden, que supera todo orden. «La caridad es, por tanto, la ley en
su plenitud» (Rm 13, 10). Es ya posible sacar una consecuencia importante: «gracia» -o
«gratuidad»- es el modo propio de la existencia humana en cuanto tal, es decir, en cuanto existencia recibida y entregada gratuitamente a los demás en el acto de amor. El «ser» nos ha sido
dado y existe para que lo entreguemos.
“
PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO:
1.¿Cómo vives en tu vida concreta este valor?
2. ¿En qué aspectos crees que se vive en la Obra Social y en el Proyecto?
3. ¿Qué podemos proponernos para vivir más intensamente este valor? (A nivel personal y del equipo).
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