Intervención de Ricardo Álvarez, Director de la Cátedra de

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Quién es Simon Maxwell.
A veces, cuesta levantarse por la mañana, con la recesión y la gripe
porcina y el cambio climático y todos los demás problemas que
afrontamos. ¿No sería más sencillo quedarse acurrucado entre las
sábanas y esperar a que mejoren las cosas? Quizá no. Quizá sería una
espera muy larga. Es necesario enfrentarse a un mundo distinto y
comportarse de manera diferente.
Son palabras que escribió en su día Simon Maxwell, una persona que ha
seguido la intuición que tenían en la antigua Grecia de que las personas
aprenden más con los pies que con la cabeza: el profesor Maxwell ha
aprendido en largas estancias en Kenya, en la India, en Bolivia… en cuatro
de los cinco continentes, y ha visitado también el que le quedaba. De
hecho, dos de sus tres hijos han nacido por esos mundos de Dios. Y sigue
recorriéndolos.
Él nació en una fecha emblemática ¡el 1 de mayo! No sé si habrá influido
en su vocación de servicio a todos los trabajadores y desempleados del
planeta, superando las barreras de lo que se llamó Primer Mundo.
Opina que
los banqueros no nos han hecho ningún favor, mientras que se hacían
muchos a sí mismos.
Es una persona suspicaz intelectualmente porque “aunque algunos
piensen que la crisis señala el final del capitalismo global, yo no estoy tan
seguro” afirmaba. Hace tiempo que lanzó un nuevo grito de guerra:
¡interdependencia!
Es licenciado en Filosofía, Política y Economía por Oxford y Master en
Economía del Desarrollo por la Universidad de Sussex, especializado en
Desarrollo Rural.
Ha sido presidente de la Asociación de Estudios de Desarrollo del Reino
Unido e Irlanda, que representa a más de 80 instituciones de ese campo. Y
ha dirigido durante 11 años el Instituto de Desarrollo de Ultramar,
transformándolo en el mayor y más conocido think-tank en desarrollo
internacional y políticas humanitarias.
Ha reflexionado sobre cual es la verdadera ayuda, amén de asumir que la
ayuda no es suficiente. Es consciente de que ha habido oportunidades
perdidas. Hace 20 años que habla de seguridad alimentaria.
También se ha acercado a la relación entre pobreza y exclusión social, en
el norte y en el sur y siente la necesidad de establecer puentes entre
investigación y políticas.
Se ha preguntado si un cielo sin nubes puede tener un forro de plata, o si
la ayuda europea sirve para algo, o sobre la condicionalidad en los
partenariados.
Como Pirandello, ha detectado seis personajes (y algunos más) en busca
de un autor de cara a rescatar el desarrollo rural antes de que sea
demasiado tarde.
Ha analizado el efecto desmotivador de los programas de alimentos por
trabajo. Y es consciente de que hay que ser descarados con los dioses
cuando la nutrición y la seguridad alimentaria le hablan a la pobreza.
Le parece que el informe de la Comisión África es hilarante, agotador e
intrigante y se pregunta qué es lo siguiente en los estudios de desarrollo.
Considera que la evaluación de impacto ha pasado de suplente a
protagonista en los programas de ayuda alimentaria.
Son algunos de los títulos de sus más de 300 publicaciones, que
lógicamente no voy a enumerar sistemáticamente, como el resto de
méritos, que no calificaré de innumerables porque son perfectamente
numerables: en total, 18 páginas de curriculum vitae.
En 2006 ya se planteó si los Derechos Humanos y los Objetivos del
Milenio eran marcos de referencia contradictorios.
Hoy nos va a aportar alguna luz acerca de la oposición entre Objetivos del
Milenio y Prevención del Cambio Climático.
¿Hay incompatibilidad, profesor?
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