Vivienda precaria Araceli Damián* Las ciudades son el corazón de la actividad humana, en ellas se produce la mayoría de los bienes y servicios que requerimos para sobrevivir y satisfacer nuestras necesidades. Sin embargo, la vida en ellas se ha vuelto caótica debido a las aglomeraciones, la contaminación y la violencia. Esta situación difícilmente podrá ser modificada debido a que los espacios urbanos se siguen construyendo, por un lado, con una lógica de ganancia y, por otro, a través de la urbanización “espontánea” realizada por los sectores populares de nuestra sociedad, los cuales por lo general ocupan espacios poco aptos para la construcción de vivienda. En los últimos 25 años, se dio un cambio en la política de vivienda, en la que el estado abandonó su participación en la producción y financiamiento de la vivienda, dejando en manos del “libre” mercado la producción de este satisfactor. La mayor participación de instituciones financieras e inmobiliarias ha tenido consecuencias fatídicas, ya que una proporción más elevada de familias se encuentran en riesgo de perder sus viviendas en la actual crisis. De acuerdo con Rino Torres (La producción social de Vivienda en México. Su importancia nacional y su impacto en la economía de los hogares pobres, Coalición Internacional para el Hábitat, México, 2006) mientras que en la década de los ochenta el 36.6% de las viviendas terminadas eran financiadas con créditos hipotecarios, en los tres primeros años de la presente década esta cifra se elevó al 54.9% y en 2004 llegó a 61.9 por ciento. Lo anterior significó una transformación radical en la forma en que se construye la ciudad, ya que la producción social de vivienda (PSV) ha perdido importancia frente a la producción inmobiliaria. La PSV es la que se logra mediante el producto del trabajo, la organización, gestión y financiamiento de sus propios habitantes, este tipo de producción pasó de representar el 56.9% de la vivienda nueva construida en la década de los ochenta a 35.7% en 2004. La crisis financiera complicará la posibilidad de satisfacer la demanda de vivienda mediante el mercado. De acuerdo con Torres en las tres primeras décadas del siglo XXI se requerirán 19 millones de viviendas nuevas, además de que 400 mil requerirán mejoras y ampliación como resultado del deterioro o porque resultarán insuficientes. Por otra parte, para el 2000 se calculaba un déficit de 4.3 millones de viviendas (1.8 correspondía a nuevas y 2.5 requerían mejora o ampliación). Las nuevas modalidades de financiamiento institucional hipotecario ampliaron la participación del sector inmobiliario en la producción de vivienda, sin embargo, la producción destinada a los sectores de más bajos recursos se realiza en zonas muy alejadas de los centros ed trabajo, educación y servicios, con poca infraestructura, con dimensiones reducidas, de mala calidad, sin áreas comunes, etc. El cuadro anexo (tomado del trabajo de Torres), presenta el porcentaje de vivienda financiadas por tales instituciones, según su tamaño, para el periodo 2002-2005. La precariedad (vía compresión del espacio) de dichas viviendas queda develada pues el 7% de ellas fueron de menos de 35 m2 y 10.5% entre 35 y 40%. El mayor número de créditos (39.5%) se destinó a las de 40 a 60 m2, siendo estas dimensiones aún notoriamente insuficientes para satisfacer las necesidades de espacio y privacidad de una familia promedio. Por otra parte, quienes tienen que solucionar su carencia de vivienda mediante esfuerzo propio, también lo hacen de manera precaria, en zonas cada vez más alejadas de los centros de trabajo, muchas veces ubicadas en terrenos irregulares, en zonas riesgosas o de conservación ecológica. En el trabajo de Torres se menciona también que en las viviendas en colonias y barrios populares se ha incrementado el hacinamiento debido a que los hogares de reciente creación, al no poder adquirir una vivienda se quedan compartiendo con la familia de origen de alguno de los cónyuges. Como consecuencia de los dos procesos anteriores, los pobres y amplias capas de la clase media baja, viven en situaciones cada vez más precarias. El creciente hacinamiento genera mayor violencia intrafamiliar, el aumento de la distancia hacia los lugares de trabajo provoca cansancio e irritación de los que participan en el mercado laboral o estudian y los costos de transporte reducen la capacidad de los hogares para destinar mayores recursos a la satisfacción de otras necesidades. Un problema adicional de las viviendas construidas por las inmobiliarias es que tienen escasas posibilidades de ampliarse según las necesidades de las familias, mientras que en la PSV se llevan a cabo modificaciones importantes que, cuando son asesoradas adecuadamente, pueden mejorar las condiciones de vida de los hogares que las habitan. Para enfrentar la crisis tendrán que ampliarse los mecanismos de apoyo a la producción social, más que la de mercado. Viviendas con financiamiento hipotecario institucional según tamaño, 2002-2005 Tamaño de la vivienda Hasta 35 m2 De 35 a 40 m2 Subtotal De 40 a 60 m2 De 60 a 80 m2 Más de 80 m2 Total Porcentaje 7.0 10.4 17.4 39.5 29.7 13.3 99.9 Fuente: ver texto *El Colegio de México, [email protected]