¿Qué es conocimiento verdadero? Por Ralph M. Lewis, F.R.C. Revista El Rosacruz A.M.O.R.C. La búsqueda del conocimiento ha sido siempre un intento evasivo, debido principalmente a que no sabemos con exactitud qué es éste ni cómo nos beneficia en lo particular. Por lo general se dice que si adquirimos conocimiento nuestra vida se trasforma, pero no se nos explica claramente de qué manera ocurrirá esto. Entonces cabe preguntar: ¿es el conocimiento el que origina un cambio en nosotros, o somos nosotros quienes nos valemos de éste para alcanzar los fines que deseamos? Se dice que son muchos los caminos que conducen al conocimiento, es decir, que sus elementos básicos son múltiples. El "misterio" del conocimiento, si acaso podemos llamarlo así, ha intrigado la mente humana a lo largo de los siglos. Los filósofos de la antigua Grecia, incluyendo a los sofistas, las escuelas jónicas, Sócrates, Platón y Aristóteles, se esforzaron por encontrar una definición concisa y universal para el conocimiento. Hoy en día continúa siendo una palabra muy usada, pero no bien comprendida. Por otra parte, ciertas palabras aumentan nuestra confusión con respecto a la naturaleza del conocimiento, ya que algunas veces sugieren que cierto tipo de conocimiento tiene, supuestamente, origen sobrenatural, indicando con ello que éste trasciende los procesos mentales normales; otras palabras pueden sugerir también que son un sustituto del conocimiento o que éste no es otra cosa que una concatenación de pensamientos, es decir, una cadena de ideas afines. En particular, palabras como fe, creencia y razonamiento, poseen elementos del conocimiento. Nos son tan familiares, que estamos seguros de que comprendemos sus relaciones y diferencias Pero, ¿las comprendemos realmente? Un análisis sobre la Fe Empecemos con un análisis sobre la fe. Haremos de lado la definición convencional del diccionario y, en su lugar, trataremos de comprenderla desde un punto de vista más personal en base al uso común de esta palabra. Por ejemplo, no podemos emplear las palabras fe y experiencia como si tuviesen un significado intercambiable. Por lo común, cuando experimentamos algo, lo hacemos a través de nuestros sentidos receptores, es decir, por medio de la vista, el tacto, el oído, el gusto y el olfato. Además, se trata de una experiencia directa e inmediata. Por ejemplo, cuando usted contempla una rosa, percibe directamente su color, su aroma y su forma a través de sensaciones que usted identifica con el objeto que ya conoce como una rosa. En otras palabras, no hay otro intermediario entre usted y la rosa que las impresiones que irradian de ella. Usted no acepta la existencia de esa rosa sólo porque le han dicho que existe ni a través de cualquiera otra fuente, sino porque usted la ha visto. Por otra parte, la fe no es una experiencia inmediata ni directa, pero a menudo es aceptada como equivalente a la experiencia y, por consiguiente, como si tuviera el mismo valor del conocimiento. Esto saca a colación la pregunta: ¿Cuál es la cualidad verdadera del conocimiento? En esencia, el conocimiento siempre es el mismo. Puede presentarse en diferentes formas pero, sin importar de qué ideas esté compuesto, siempre posee la misma esencia, esto es, tiene siempre en si la cualidad de la cual consiste el conocimiento. Esa cualidad del conocimiento verdadero es la realidad: debe ser accesible a la percepción objetiva humana, es decir, tiene que ser visto, sentido, escuchado, etc. Ha de ser aquello que nosotros y los demás podamos experimentar como una realidad. ¿Esto quiere decir, entonces, que aquello que aprendemos mediante el estudio no es conocimiento verdadero? Nunca podremos percibir personalmente como una realidad lo que leemos en un libro de texto o en un libro de historia; no obstante, al contenido de estos se le llama conoci miento: pero tal conocimiento es sólo un sustituto aceptado socialmente para el que puede adquirirse en lo personal. Solemos decir que ciertas fuentes de información son autorizadas. En este sentido, autoridad implica que la fuente, el autor o el informante han experimentado muy de cerca y en forma objetiva aquello que relatan, o que tienen razón para creer que ello es una realidad demostrable. Hay una notable diferencia entre la fe y el sustituto aceptado socialmente como conocimiento. La fe aceptará como verdadero todo aquello que viene de una fuente autorizada aunque no pueda ser comprobado universalmente. Por el contrario, al leer un libro de historia o un libro de texto suponemos que el autor es una autoridad porque podrá comprobar lo que ha expuesto. Lo que comúnmente es considerado como fe ciega ocurre cuando lo que expone la fuente de determinado conocimiento no es puesto en tela de juicio, aun cuando parezca contrario a la experiencia personal. Esto se manifiesta en forma más común en lo que respecta a la religión. Puede pensarse que esa fuente es sobrenatural e infalible, y entonces se cree que es un sacrilegio poner en tela de juicio aquello que sustenta esa fe. Obviamente, su contenido no es conocimiento en el sentido objetivo, realístico. La persona que tiene una fe ciega está dispuesta a privarse de recibir conocimiento verdadero: esa persona piensa que todo lo que contradice su fe, aun cuando sea conocimiento verdadero, es un intento malévolo para difamar su fe. Creencia - universal y personal ¿Qué puede decirse respecto a la creencia, es decir, a una convicción personal? Hay dos tipos de creencia: uno de ellos puede ser considerado creencia universal, pues se trata de una idea o de un concepto aceptados y difundidos ampliamente, y que se piensa son irrefutables. Desde el punto de vista psicológico, encierra en sí una verdad debido a que muchas personas tienen una creencia similar. Tenemos en la historia numerosos ejemplos de gente que creía en alguna explicación acerca de un fenómeno natural, y luego resultó falsa. Se requiere valor para que una persona refute una idea aceptada universalmente, aun cuando se pudiera probar en forma explícita y objetiva que es errónea. El otro tipo de creencia es la convicción personal: esta no es influenciada por opiniones ajenas. Podemos llegar a creer en algo mediante nuestro propio proceso mental, mas no razonamos intencionalmente en ello. Por ejemplo, alguien puede darse cuenta de algún acontecimiento o de algún fenómeno para el cual no tiene una explicación convincente: al pensar en ello, mediante la asociación de ideas y sin usar ningún método de razonamiento formal, la persona se convence respecto a la causa del suceso o el fenómeno. Lo que sucederá más probablemente es que la persona recuerde varias ideas que tiene en la memoria y las asocia, lo cual le da una convicción plausible que se convierte en una creencia. ¿Constituyen conocimiento tales creencias, aun cuando no hayan sido probadas ni refutadas? Un tipo de convicción personal es el conocido como "conocimiento intuitivo". Las impresiones intuitivas que destellan en la conciencia sin que se haya reflexionado en ellas tienen una veracidad incuestionable. La claridad de su iluminación personal les da la esencia del conocimiento verdadero. Sin embargo, con mucha frecuencia la persona no puede trasformar esas impresiones intuitivas en conocimiento verdadero, porque no puede probar su creencia a otros, aunque ellos tampoco pueden refutarla. Esta forma de conocimiento subjetivo carece de la objetividad de la realidad y, en consecuencia, en su mayor parte sólo beneficia a aquél que recibe la iluminación intuitiva. Entonces, el receptor tiene la obligación moral de dar solidez a su conocimiento intuitivo, es decir, debe tratar de darle una realidad que puedan percibir los demás para que se convierta en conocimiento universal. El proceso mediante el cual se logra esto es el razonamiento. El antiguo problema del razonamiento Y, ¿qué puede decirse acerca del razonamiento? Aquí nos enfrentamos de nuevo a un tema que ha intrigado las mentes de los filósofos durante siglos, y que es esencial en nuestro análisis sobre la naturaleza del conocimiento. Nosotros enfocaremos esta cuestión diciendo que los pensamientos son ideas, y que esas ideas son engendradas por nuestras facultades de percepción y de concepción. La percepción es una impresión material hecha en nuestros sentidos por las sensaciones derivadas de nuestras facultades receptoras. La concepción consiste en el recuerdo de las impresiones registradas en la memoria, reordenando tales impresiones en nuevas imágenes mentales. Un ejemplo de esto es la facultad de la imaginación. Razonar significa integrar intencionalmente en una forma precisa nuestras ideas. En este proceso la mente busca una relación definida entre determinadas ideas, a fin de llegar a una conclusión satisfactoria. La conclusión a la que se llegue depende totalmente de la forma como se ordenen esas ideas. Existen dos métodos de razonamiento, el deductivo y el inductivo. El deductivo es el proceso de partir desde la idea primaria hasta llegar a la conclusión final. Por lo tanto, el proceso deductivo empieza con una idea general que, para la mente, no tiene una explicación por sí misma, es decir, no es convincente en sí misma. Entonces la razón busca, usando un análisis progresivo, cómo puede integrar en un todo comprensivo la idea bajo consideración. Por ejemplo, planteémonos esta pregunta: "¿Es la vida inteligente un fenómeno cósmico universal o está limitada exclusivamente a la Tierra?" Podríamos comenzar a buscar la respuesta mediante un proceso de razonamiento deductivo, esto es, primero debemos buscar aquellos elementos que tengan alguna relación y que puedan probar o refutar el concepto. El proceso de razonamiento inductivo consiste en sacar de los hechos particulares una conclusión general. Simplemente, es tomar una idea y luego determinar, mediante la observación y el análisis, cómo podemos combinarla con otras para formarnos un concepto general. Sin embargo, el resultado del razonamiento sólo puede ser aceptado como conocimiento verdadero si sus conclusiones pueden, a la larga, ser presentadas universalmente en forma objetiva. Si la conclusión no puede ser percibida objetivamente, entonces sólo será creencia, un conocimiento sustituto. Es una identidad que la mente concede temporalmente a la experiencia. Sin embargo, el razonamiento proporciona un conocimiento más digno de confianza, debido a que requiere de la meditación. Por lo antedicho, podría parecer que para adquirir conocimiento debemos depositar nuestra absoluta confianza en nuestras facultades receptoras. No obstante, todos sabemos que nuestros sentidos pueden engañarnos. Por ejemplo, cuando miramos los rieles de un ferrocarril estos parecen convergir en un punto en la distancia, pero al llegar a ese punto encontramos que la convergencia fue sólo una ilusión óptica. El gusto y el olfato pueden engañarnos igualmente. Por consiguiente, ¿podemos decir que cuando muchas personas ven un objeto y les parece igual, es esta la realidad? No, la cualidad noúmena del objeto, esto es, 'lo que éste es en sí", puede ser completamente diferente a como lo perciben los humanos. Aristóteles dijo que el fenómeno noúmeno es opuesto al fenómeno de los sentidos. Tales fenómenos son la realidad y, en consecuencia, son conocimiento verdadero. Cada uno de los tres temas que hemos considerado (a saber, fe, creencia y razonamiento) contribuyen fundamentalmente a aquello que es aceptado como conocimiento verdadero. Sin embargo, ninguno de ellos es en sí, conocimiento absoluto. La contribución de la fe es su suposición de autoridad. La contribución de la creencia es su sustitución de la verisimilitud en ausencia de la comprobación del hecho. La contribución del razonamiento es un sistema para ordenar sistemáticamente las ideas en la mente, a fin de darles apariencia de realidad y, en consecuencia, aceptarlas como conocimiento verdadero.