VIDAS ÚNICAS MANUEL GAVILLÁN EDITOR: FRANCISCO VACAS [email protected] ENTRENADOR TRANSFORMACIONAL DE JÓVENES So p o r t e para árboles CARLOS GIUSTI nuevos JOSEFINA BARCELÓ JIMÉNEZ [email protected] S u niñez no fue fácil, pero no se detuvo a lamentarse. En su camino se encontró con personas que lo motivaron a superarse. Ahora él hace lo mismo, ayuda a jóvenes a seguir hacia adelante. Manuel Gavillán Rivera nació en Río Piedras, en 1960, el año en que a su mamá, Nora Rivera, le diagnosticaron cáncer en el cerebro, quien murió dos años después. Su papá, Benito Gavillán, era ingeniero. Se quedó con la misión de criar a sus hijos, Nora María, Carmen Aidé, Teresa Amparo y Manuel. Tenía 11 años cuando su padre se casó con Marta Colón. “Ella nos llevaba a la iglesia metodista”, señala. Fue allí donde comenzó a desarrollar su liderato y sus destrezas como orador. Dos años después su padre murió. Al comenzar la escuela intermedia, entró a los Boys Scouts, que reforzó su capacidad de líder. Llegó a la Universidad de Puerto Rico, de Río Piedras con la idea de estudiar leyes. En Ciencias Sociales conoció al profesor Jalil Sued Badillo, experto en los indios del Caribe. “La clase de Sued fue una reivindicación de todo lo que había aprendido sobre ellos”, sostiene. Desde ese momento el tema indígena se convirtió en su pasión profesional. A los 27 años, mientras daba clases de Historia en un colegio y estudiaba su maestría en esta disciplina, se casó y aunque la relación duró cuatro años, de ésta nació Manuel Manuel, quien actualmente tiene 21 años, estudia en la UPR y vive con él. “Tenemos una relación bien estrecha”, indica. Gavillán comenzó a dar clases de Ciencias Sociales General mientras trabajaba de voluntario en la organización Cristianos Comunitarios, con jóvenes de áreas desaventajadas. Entonces se reencontró con Mercedes Cintrón, sicóloga y trabajadora social, a quien había conocido cuando él era adolescente y ella consejera de jóvenes. “De adultos nos unieron las cosas que tenemos en común; especialmente la misión de ayudar a los jóvenes”, dice. El amor creció y se casaron. “Rompimos los esquemas tradicionales, ella me lleva 15 años”. En 1992, su esposa fundó Jóvenes de Puerto Rico en Riesgo, organización sin fines de lucro que trabaja con muchachos en peligro de descarriarse, y con sus familias y la escuela. En la institución, Manuel trabajó como entrenador transformacional de jóvenes. Dentro de la misma está el proyecto Cumbres. “Cada joven tiene un mentor, que lo ayuda a maximizar su potencial. Por nueve meses se les dan talleres de transformación y apoyo académico”, explica. A través de estas “cumbres” llegó al matrimonio una hija de crianza, Ana, quien, cuando tenía 13 años participó en la primera de ellas. En esa época la mamá de la chica falleció y ella se fue a ‘‘ Se dice que debemos dejar un mundo mejor para nuestros hijos. ¿Qué tal si dejamos mejores hijos para nuestro mundo?” 70 vivir con la pareja. Ahora, Ana tiene 27 años y está casada. “Y con ella tengo mi primera nieta, Jade”, dice el orgulloso abuelo. En 1995 Manuel tomó los talleres de desarrollo personal de Life Spring, en Puerto Rico, los cuales asegura que “cambiaron el norte de mi vida”. Dentro de Jóvenes en Riesgo, Gavillán creó la Orden de Manicato, término indígena que quiere decir esfuerzo. “Aquí aglutiné mis pasiones, el tema indígena, el liderazgo y el trabajo con los jóvenes”, revela. A este proyecto pueden pertenecer jóvenes que participaron en las “cumbres” y los mentores. “Hay una integración generacional y sociocultural”. Los miembros de la Orden ayudan en las “cumbres y en otros proyectos, como Olimpiadas Especiales o el ornato de escuelas. Además, realizan actividades de aventura de alto reto, como paracaidismo. Según Manuel, el éxito del programa estriba en que los jóvenes comienzan en las “cumbres” en la adolescencia, y a través de la Orden, los retienen por unos seis años. Durante el proceso, Gavillán ha visto mucha sanación de jóvenes que han perdonado a sus padres, de otros con ideas de suicidio matriculados en la universidad, y quienes vandalizaban escuelas que ahora ayudan a otros. Gavillán considera que un 95% de los jóvenes maximizan su potencial con sus logros. Hace dos años, Gavillán se retiró de la universidad para dedicarse de lleno a impactar vidas jóvenes. Se preparó como entrenador transformacional internacional y ahora viaja por el mundo dando talleres. Manuel estuvo en México, junto a su esposa, ayudando a crear allá el proyecto Jóvenes en Riesgo. Este año están apoyando esta iniciativa en Ecuador. Para él, esta instititución es el puente para llevar estos programas a América Latina. “Algunos de estos países no saben qué hacer con estos jóvenes”, sostiene. Manuel se siente completo con su labor y en los próximos años tiene el propósito de preparar más entrenadores en diferentes países. “El problema en Puerto Rico es conseguir los mentores; no hay tanta gente dispuesta a trabajar con un joven”. Según él, mucha gente se siente abrumada con la criminalidad y la problemática social de la Isla. No sabe qué hacer. “Quizás no puedan resolverlo todo, pero pueden trabajar con un joven a la vez”. “Se dice que debemos dejar un mundo mejor para nuestros hijos. ¿Qué tal si dejamos mejores hijos para nuestro mundo?”, concluye.