THE HELP THE HELP Pipilotti Rist Pipilotti Comentario Comentario de de obra obra de de la la Colección Colección Parkett Parkett por por Sandra Sandra Martínez Martínez Iglesias Iglesias The Help (La ayuda), 2004. Corte, impresión a 4 colores en la tela. 71 x 43.5. Con 7 alfileres (además de 7 pines de repuesto) para colocarla a una pared, una silla o una mesa. Introducción Cuando pienso en la pieza The Help (Pipilotti Rist 2004), me resulta imposible no hablar del concepto “estética relacional” acuñado por Nicolás Bourriaud. Al fin y al cabo, eso de “relacional” hace referencia a un “conjunto de prácticas artísticas que toman como punto de partida teórico y práctico el conjunto de las relaciones humanas y su contexto social, más que un espacio autónomo y privativo1”. Por otro lado, como anuncia Jordi Massó Castilla “el sustrato del arte relacional es, pues, la intersubjetividad, presente en cada uno de los lazos sociales que la obra propicia a partir del encuentro entre obra y receptor, primer eslabón de una larga cadena que debería conducir a la creación de una red relaciones entre sujetos en la que éstos dejan de ser meros espectadores para convertirse en protagonistas de una práctica artística de repercusión política” 2. Podría hacer un comentario de texto basado en interpretaciones, lecturas, y demás discursos ofrecidos por personas con criterio; pero quizás esta pieza apela a mi instinto destripador y crítico. La imagen es clara; una mujer, la propia artista con los brazos en alto, con una corona a modo de santa, sus axilas sin depilar, una bata con lunares, un dedo lleno de sangre apelando a la masturbación, pero para colmo, sangre corre por una de sus piernas, haciendo referencia a la menstruación. Muchos volverían la mirada. Algunos la criticarían, y con suerte otros pasarían de largo. Cuando al principio del texto hablaba del término relacional (apropiándome de él), quería llegar a estos términos: al de la relación humana, pero sobre todo al contexto social. Es clara la intención política de Pipilotti. Pero todavía es más clara cual es su posición en la sociedad. Se presenta como una asistenta, mujer, y más si cabe, con todos los estereotipos, roles sociales, etc. Pretende evidenciar formas de dominación y de control del individuo, (identidad, sexual o social) y facilitar así, que se libere de ellas. “The Help”, por tanto se convierte en una pieza de resistencia al dominio y a la alienación que sufren los individuos en las sociedades modernas. Quienes nieguen esto, como decía el mismo Bourriaud, dan la espalda a “los conflictos sociales, las diferencias, la imposibilidad de comunicar en un espacio social alienado, en beneficio de una modelización ilusoria y elitista de las formas de lo social, porque se limita al medio del arte. [...] La principal queja sobre el arte relacional es que representaría una forma suavizada de la crítica social”3. Pero Bourriaud apunta hacia algo mucho más interesante “el criterio de la coexistencia”. Entiende que todas esas formas, o propuestas artísticas deben ser juzgadas en relación con la historia del arte, tomando en cuenta así mismo el valor político: “la transposición en la experiencia de la vida de los espacios construidos o representados por el artista, la proyección de lo simbólico en lo real”. “Señora en la calle, puta en la cama” Pipilotti plantea en The Help, aspectos que han sido ya discutidos desde la perspectiva del género, el feminismo y la propia identidad. Estamos delante de una construcción social, aunque lo 1 Nicolas Bourriaud, Estética Relacional, Adriana Hidalgo Editora, 2008, pág: 142. 2 Jordi Massó Castilla, De la ‘estética relacional’ a la ‘estética del disenso’: dos visiones filosóficas de las nuevas formas de interactividad en el arte. (ref. de 7 de noviembre de 2011). Disponible en Web: http://congresos.um.es/filosofiajoven/filosofiajoven2010/paper/viewFile/7121/6841 3 Nicolas Bourriaud, Estética Relacional, Adriana Hidalgo Editora, 2008, pág: 102. media para Pipilotti (entrevista con Elisabeth Roth) es para ella un soporte para la piel. En cierta manera se convierte en metáfora, que separa y nos protege del mundo exterior. Pero, ¿a que nos podemos hacer una idea de lo que hay fuera? Incluso cuando trabajo con mi cuerpo, soy material La piel como soporte. Imágenes y sonido como herramientas. Pipilotti trabaja con imágenes y sonidos construidos por la gente, aunque la máquina para ella tiene un carácter especial. Pero hay algo que caracteriza y que llama mi atención de su obra, y es la conexión entre público y obra. Tras la lectura de la entrevista con Elisabeth Roth, Pipilotti utiliza la palabra “intimidad” para hablar de su relación con el espectador, jugando con su concentración, y al mismo tiempo, “calmar el cuerpo en otro estado”. Así mismo plantea la relación entre la máquina y el hombre, entendiendo así mismo, la limitación inevitable de la máquina pero también nuestro aislamiento físico, corporal. Así mismo la máquina, está cada vez más integrada y es más asequible, produciendo una democratización del medio. Pero, a mi forma de entender, Pipilotti usa la máquina como un método de liberación de las personas. Vemos las debilidades de las máquinas, para tratar de convencernos a nosotros mismos de nuestros puntos fuertes, olvidándonos de tal manera de nuestra propia debilidad. No recurre a una imagen esencialista del cuerpo, pero nos ayuda a entender nuestra relación con este. Como regla general el cuerpo se representa como algo invulnerable y estable, con el fin de vencer al temor del deterioro, la amenaza de enfermedad y sobre todo, la muerte. Rist nos acerca a esas partes “abiertas” y “permeables” del cuerpo, ya bien sea a través de imágenes o video. Podríamos hablar entonces, de los límites del cuerpo, y en último caso de los límites de la subjetividad. Luisa A partir de la pieza de Pipilotti y de toda la investigación realizada, me planteé la idea de tomar una serie de fotografías, a partir de las cuales pudiera explicar de forma dinámica en clase, y desde mi punto de vista, cuales son las trascendencias personales de The Help. Un mandil es el nexo común. Ambos son un símbolo opresivo, pero el de Luisa quizás tenga una importancia mayor. Hablo de raíces, de pasado, de luto, del trabajo en casa y del trabajo en el campo. Hablo de todas esas mujeres gallegas que todas las mañanas se levantan con el mandil en la percha. Pero este es un caso especial. En la primera fotografía nos observa, sentada y con una actitud relajada. La segunda fotografía ya es otra cosa. Nos hace un corte de manga, algo “impropio” para una señora de más de 70 años. Pero es que ella, no es lo que parece. Cuando le plantee sacar estas fotografías y le explique en qué marco iba a inscribirlas, no se negó. Ha sido una liberación, una forma de dar una bofetada a todo lo impuesto, a las injusticias, a la madre modelo, la hija servicial, la hermana siempre dispuesta y sobre todo, a la esposa perfecta. Luisa ha sido el estereotipo de mujer gallega, de campo y carente de estudios, a la cual, la sociedad le inculcaba ser ama de casa antes de plantearse qué es lo que realmente quería ser. Pero ya he dicho que este es un caso particular. Luisa es madre soltera, se casó tarde y enviudó pronto. Posteriormente se dedicó a viajar por el mundo, desde Rusia hasta Marruecos y por que resulta más curioso es la juventud de esta pieza, creada hace solo 7 años. La relación entre cuerpo – casa / mujer – casa, está latente en esta pieza. Pero es más, existe otro binomio que resulta relevante para analizar dicha pieza, lo público y lo privado. Dichas relaciones se ven sujetas a la diferencia en sí misma. El cuerpo de la mujer se ve inscrito en el espacio privado, dotando a este de un sentido emocional, supeditada a labores domésticas tales como el cuidado de los hijos, el matrimonio, etc... Me repetiría nuevamente si planteo cuales son los orígenes de dichas funciones y encasillamientos del cuerpo femenino, entre los que se encuentra la religión, patriarcado o el propio capitalismo. Pipilotti se muestra como una asistenta, pero también con una mujer que se rebela ante lo “políticamente correcto”. El trabajo doméstico al que ella apela, sigue siendo uno de los mayores lastres de nuestra sociedad. No solo sigue estando relacionado con la mujer, sino que sigue siendo una forma de empleo discriminada y no regulada. En la actualidad, el trabajo doméstico revela las difíciles intersecciones entre la domesticidad, la posición de clase y las diferencias raciales que distinguen a las mujeres y crean diferencias entre ellas. A día de hoy, todavía sigue presente la idea de que la mujer se dedica a la casa por placer o por el amor que debe a su marido e hijos. El trabajo asalariado dentro de la casa de clase media todavía sigue a cargo de mujeres de clase trabajadora, pero es más, en el caso de Estados Unidos y Canadá son las mujeres de color quienes realizan tarea, asistiendo a las blancas. En España se aprobó el día 14 de este mes un reglamento por el cual, a partir del 1 de enero del próximo año, se empezaran a incluir en el Régimen General de la Seguridad Social. Esta integración de las empleadas de hogar en el Régimen General supone una equiparación de derechos y deberes con las restantes personas trabajadoras. Una de las principales novedades es que estas trabajadoras deberán cobrar, al menos, el salario mínimo interprofesional (8.979,6 euros al año por jornadas completas). Pero tampoco nos alegremos demasiado por estas nuevas normativas, ya que todavía no se contempla que vayan a tener derecho a cobrar paro, aunque si que se estipula que se creará una comisión para estudiar dichos asuntos. ¡Y esto es el 2011! Pero al hablar de derechos, no me puedo olvidar de mencionar la prostitución. En Holanda y Alemania la prostitución está regulada donde sus trabajadores/as pagan sus impuestos y no arrastra una imagen social tan degradada. Plantea por tanto un “modelo pro regulación”, considerando a estas personas como un trabajador sexual. En otros países como Suecia, Noruega e Islandia, se plantea un modelo abolicionista, ya que la consideran una forma de violencia hacia la mujer y se penaliza a los hombres que las explotan al comprar sus servicios sexuales. En definitiva, se trata de una “falsa moral” que, desde mi punto de vista, atañe a un problema mucho más profundo, como puede ser cuestiones identitarias y de género. Pipilotti se muestra como una mujer, que atada a roles sociales y estereotipos, se muestra tal y como “no quieren que sea”. Una santa, atada a una tradición religiosa, donde la mujer tiene que ocupar su rol de madre, mujer, hija o hermana. Se la vincula a un espacio privado, la casa, donde sus tareas son las de apoyar al marido, cuidar a los hijos y acompañar a sus padres en los últimos días de su vida. La idea de los brazos en alto, a forma de crucifixión, plantea una idea de muerte lenta y dolorosa de la que no tiene salida. Remite a un Cristo (hecho mujer), que podría dar la idea de “víctima” de un sistema del cual no participa y es ajeno. Pero, ¿realmente se muestra Pipilotti como víctima? Su mirada es desafiante y en cierta manera intimida al espectador, creando esa intersubjetividad que nombraba al principio del texto. Sus brazos al mismo tiempo, podría relacionarlos con un gesto litúrgico. El extender las manos y elevar los brazos a la vez son súplicas solemnes; expresa los sentimientos del alma que busca y espera el auxilio de lo alto. Es evidente, que nadie va a bajar y va a hablar por ella. Así que a pesar de que su expresión podría ser la de resignación, su rostro es firme y su mirada se clava en los ojos del espectador esperando algún tipo de pensamiento. Pero a pesar de su postura, su dedo ensangrentado y la menstruación que baja por su pierna, provoca sorpresa en el espectador. A lo largo de la historia, la masturbación se ha considerado como un acto inmoral, y más en mujeres. Pipilotti no sólo lo hace, que además lo muestra. Levanta los brazos, abre las piernas (“postura poco correcta”) y sus dedos están ensangrentados. El uso de la supuesto, es la última en irse a cama cuando se reúne con familia y amigos. No quiero que esto se quede en una simple anécdota biográfica. También sé que quizás estos no son términos investigadores, y a lo mejor, tampoco estoy demostrando mi profesionalidad, pero estas dos fotografías, además de ser un compromiso personal con mi pasado y mis raíces, son un compromiso ideológico, social, identitario, etc. Tanto Pipilotti como Luisa, escupen, abofetean, maltratan (todo esto hablando de forma muy visceral) y cuestionan todos los modelos sociales, patriarcales, capitalistas que son impuestos constantemente en nuestras identidades. Hoy soy yo, quien se pone ese mandil para dialogar con este presente camuflado de falsa moral y mentiras. Solo hoy, has hablado. Muchas gracias. Luisa Fotografía digital 100x70 Luisa Fotografía digital 100x70