Domingo 6 de mayo de 2007 Sección Sociedad Clarin CONCLUSIONES DE UN ESTUDIO DE UNA UNIVERSIDAD PRIVADA, AVALADAS POR ESPECIALISTAS Afirman que la gente ya no tiene tanto miedo de perder el trabajo Es una tendencia que aparece tras la superación de la crisis y que atraviesa la pirámide social, aunque se acentúa entre los más postergados. Muchos —dice el informe— se animan a idear proyectos personales. Georgina Elustondo [email protected] Hace un puñado de años, aferrarse con uñas y dientes al puesto de trabajo fue, para muchos, la única manera de sobrevivir a la debacle, la estrategia obligada para permanecer, aun tambaleantes, en el sistema. En ese contexto, el miedo a perder el empleo se disparó, los indicadores de satisfacción personal y laboral se desmoronaron y menguaron las ganas de idear proyectos propios y buscar otras alternativas de trabajo. Pero el país crece, y lo que los expertos llaman "impacto subjetivo" de las condiciones objetivas arroja buenas nuevas: por estos días, vivir el despido o el abandono del empleo como algo dramático está en franco retroceso. Es lo que revela la Encuesta de la Deuda Social Argentina, realizada por el Departamento de Investigación de la Universidad Católica. El fenómeno —confirmado por otros especialistas— atraviesa toda la pirámide social pero se acentúa en el sector más postergado. "Es un dato llamativo, porque son quienes menos disfrutan del crecimiento económico y se mueven dentro de la franja del trabajo informal y precario. Sus condiciones objetivas cambiaron poco: en este segmento la movilidad laboral no se traduce en movilidad social, pero curiosamente su sensación de bienestar subjetivo es mayor", explica el politólogo Eduardo Lépore, investigador de la UCA. Para medir la evolución de distintas variables socioeconómicas y los cambios en las percepciones, los expertos hicieron entrevistas en 2004, 2005 y 2006 en 1.500 hogares de los principales centros urbanos del país (siempre en los mismos). Así encontraron, en lo que hace a lo laboral, que bajó el miedo a perder el empleo notablemente, que la insatisfacción con el trabajo cayó en todos los segmentos (menos en el sector medio alto), que la gente vuelve a animarse a idear proyectos personales y que la disminución del miedo a ser despedido repercutió en mayores niveles de felicidad. "Esta mejora está vinculada con la fuerte creación de trabajo. Pero a pesar del mayor acceso a empleos protegidos o registrados, el 51% de los trabajadores sigue con trabajos precarios e ingresos por debajo de la canasta básica", aclara el sociólogo Agustín Salvia, al frente de la investigación. A su vez, el miedo a perder el empleo no es homogéneo entre la población ocupada. "En los sectores más bajos alcanza al 35%, mientras que en las clases medias profesionales ronda el 14%. Y el temor también aumenta entre los menos calificados, entre los que no completaron el secundario y entre las mujeres y los jóvenes, porque tienen mayores problemas de inserción objetiva", dice Lépore. La investigación de la UCA arroja que "hay una vinculación entre el temor a la pérdida de empleo, la capacidad de pensar proyectos a futuros y la percepción de felicidad". Para Luis Beccaria, investigador de la Universidad de General Sarmiento, "es coherente que la gente pierda el miedo a ser despedido en un momento en que el empleo crece y las chances de perder el trabajo son muy bajas". Y, también, que aun quienes tienen trabajo se animen a buscar mejores alternativas: "No sólo porque el trabajador fue recuperando dignidad y seguridad, sino también porque sabe que hay más posibilidades de mejorar la calidad del trabajo". Ernesto Kritz, economista y sociólogo, explica que dos factores desmoronan el miedo a perder el trabajo: "Cayó el desempleo y hay demanda laboral insatisfecha: en el sector formal hay pleno empleo y la rotación de mano de obra es elevada. La gran mayoría de los informales no alcanza a estar un año en un trabajo. El problema de la gente hoy no es que la echen: es qué más pueden conseguir". No es que estemos en Suiza, está claro. Beccaria insiste en ese punto: "El gran desafío ahora es mejorar la calidad del trabajo. Es momento de ir por más: menos horas, más salario, mejor proyecto profesional. La mitad de los empleados no está en blanco, y ese sector sigue recibiendo apenas migajas del crecimiento". Recuperar la movilidad laboral es, para los expertos, más que saludable. "Su ausencia hace que el trabajo pierda valor como promotor de inclusión social y como generador de proyectos de vida —dice Salvia—. El trabajo sin futuro no sólo no alcanza para significar una proyección en materia de desarrollo humano de la persona sino que se convierte en un factor más de alienación y de riesgo de conflicto social". http://www.clarin.com/diario/2007/05/06/sociedad/s-05401.htm