DE LA SUMA CONTRA LOS GENTILES Santo Tomas de Aquino

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DE LA SUMA CONTRA LOS GENTILES
Santo Tomas de Aquino
LIBRO 1
CAPÍTULO 1
sentido se dice en la primera carta a los de Corinto: Como sabio
arquitecto puse los cimientos (1 Cor 3,lo). En cambio, se reserva
el nombre de sabio con todo su sentido únicamente para aquellos
El oficio del sabio
El uso corriente que, según cree el Filósofo, ha de
seguirse al denominar las cosas, quiere que comúnmente se
llame sabios a quienes ordenan directamente las cosas y las
gobiernan bien. De aquí que, entre las cualidades que los
hombres conciben en el sabio, señale el Filósofo que es propio
del sabio el ordenar. Mas la norma de orden y gobierno de cuanto
se ordena a un fin se debe tomar del mismo fin; porque en tanto
una cosa está perfectamente dispuesta en cuanto se ordena
convenientemente a su propio fin, pues el fin es el bien de cada
cosa. Así vemos que en las artes, una, a la que atañe el fin, es
como la reina y gobernadora de las demás: la medicina, por
ejemplo, impera y ordena a la farmacia, porque la salud, que es el
objeto de la medicina, es el fin de todos los medicamentos
confeccionados en farmacia. Y lo mismo sucede con el arte de
navegar respecto de la industria naval, y con el militar respecto
de la caballería, y de todas las otras armas. Las artes que
imperan a otras se llaman arquitectónicas o principales. Por esto
que se ocupan del fin del universo, principio también de todos los
seres, y así, según el Filósofo, es propio del sabio considerar las
causas más altas.
Mas el fin último de cada uno de los seres es el intentado
por su primer hacedor o motor. Y el primer hacedor o motor del
universo, como más adelante se dirá, es el entendimiento. El
último fin del universo es, pues, el bien del entendimiento, que es
la verdad. Es razonable, en consecuencia, que la verdad sea el
último fin del universo y que la sabiduría tenga como deber
principal su estudio. Por esto, la Sabiduría divina encarnada
declara que vino al mundo para manifestar la verdad: Yo para
esto he nacido y he venido al mundo, para dar testimonio de la
verdad (Jn 18,37). Y el Filósofo precisa que la primera filosofía es
la ciencia de la verdad, y no de cualquier verdad, sino de aquella
que es origen de toda verdad y que pertenece al primer principio
del ser de todas las cosas. Por eso su verdad es principio de toda
verdad, pues la disposición de las cosas en el orden de la verdad
es como la que tienen en el orden del ser.
sus artífices, llamados arquitectos, reclaman para sí el nombre de
sabios. Mas como dichos artífices se ocupan de los fines de
ciertas cosas particulares y no miran al fin universal de todas las
cosas, se llaman sabios en esta o en otra materia. En este
Por otra parte, a un mismo sujeto pertenece aceptar uno
de los contrarios y rechazar el otro; como sucede con la
medicina, que sana y combate la enfermedad. Luego así como
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propio del sabio es contemplar, principalmente, la verdad del
sabiduría conduce a reinar por siempre (Sab 6,21). y más alegre,
primer principio Y juzgar de las otras verdades, así también le es
pues no es amarga su conversación ni dolorosa su convivencia)
propio impugnar la falsedad contraria. Por boca de la Sabiduría
sino alegría y gozo (Sab 8,16).
se señala convenientemente, en las palabras propuestas, el
doble oficio del sabio: exponer la verdad divina, verdad por
antonomasia, a la que se refiere cuando dice: Mi boca pronuncia
la verdad, e impugnar el error contrario a la verdad, al que se
refiere cuando dice: Y mi, labios aborrecerán lo inicuo. En estas
palabras se designa la falsedad contra la verdad divina, que es
también contraria a la religión, llamada piedad) de donde su
contraria asume el nombre de impiedad.
Tomando, pues, confianza de la piedad divina para
proseguir el oficio de sabio, aunque exceda a las propias fuerzas,
nos proponemos manifestar, en cuanto nos sea posible, la verdad
que profesa la fe católica, eliminando los errores contrarios;
porque, sirviéndome de las palabras de San Hilario, soy
consciente de que el principal deber de mi vida para con Dios es
esforzarme por que mi lengua y todos mis sentidos hablen de El
(De Trin. I 37: PL lo,48).
Es difícil proceder en particular contra cada uno de los
CAPÍTULO II
La intención del autor
errores, por dos razones: en primer lugar, las afirmaciones
sacrílegas de cada uno de los que han errado no nos son tan
conocidas que de ellas podamos sacar los argumentos para su
El estudio de la sabiduría es el más perfecto, sublime,
provechoso y alegre de todos los estudios humanos. Más
perfecto ciertamente, pues el hombre, en la medida en que se da
al estudio de la sabiduría, posee ya de alguna forma la verdadera
bienaventuranza. Por eso dice el Sabio: Dichoso el hombre que
medita la sabiduría (Ecl14,22). Más sublime, pues por él el
hombre se asemeja principalmente a Dios, que todo lo hizo
sabiamente (Sal lo.3 ,24), Y como la semejanza es causa de
amor, el estudio de la sabiduría une especialmente a Dios por
amistad, y así se dice de ella que es para los hombres tesoro
inagotable) y los que de él se aprovechan se hacen partícipes de
la amistad divina (Sab 7,14). Más útil, pues la sabiduría es
camino para llegar al reino de la inmortalidad: El deseo de la
misma refutación. Los antiguos doctores usaron de este método
para refutar los errores de los gentiles, pues, siendo ellos gentiles
o conviviendo con ellos y conociendo con precisión su doctrina,
podían tener noticia exacta de sus opiniones, En segundo lugar,
porque algunos de ellos, por ejemplo, los mahometanos y
paganos, no convienen con nosotros en admitir la autoridad de
alguna parte de la Sagrada Escritura, por la que pudieran ser
convencidos, así como contra los judíos podemos disputar por el
Viejo Testamento, y contra los herejes por el Nuevo. Mas éstos
no admiten ninguno de los dos. Por lo tanto, hemos de recurrir a
la razón natural, que todos se ven obligados a aceptar, aun
cuando en las cosas divinas pueda fallar o sea falible.
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n consecuencia, investigando una determinada verdad
modo como sea entendida la sustancia de un ser sea también el
mostraremos, a la vez, qué errores excluye esta verdad y cómo
modo de todo lo que conozcamos de él. Si, pues, el
concuerda con la fe cristiana la verdad establecida por
entendimiento humano comprehende la sustancia de una cosa;
demostración.
de la piedra, por ejemplo, o del triángulo, nada habrá inteligible
en ella que exceda la capacidad de la razón humana. Mas esto
ciertamente no se realiza con Dios. Porque el entendimiento
CAPÍTULO III
Cuál sea el modo posible de manifestar la verdad
humano no puede llegar naturalmente hasta su sustancia, ya que
nuestro conocimiento en esta vida tiene su origen en los sentidos
y, por lo tanto, lo que no cae bajo la actuación del sentido no
divina
Como no toda verdad se manifiesta del mismo modo,
dice el Filósofo, y Boecio insinúa, que es propio del hombre culto
intentar apoderarse de la verdad solamente en la medida que se
lo permite la naturaleza de la cosa. Por lo tanto, debemos señalar
primeramente cuál sea el modo posible de manifestar la verdad
propuesta.
puede ser captado por el entendimiento humano, a no ser en
cuanto deducido de lo sensible. Mas los: seres sensibles no
contienen virtud suficiente para conducimos; a ver en ellos lo que
la sustancia divina es, pues son efectos: inadecuados a la virtud
de ]a causa, aunque llevan sin esfuerzo, al conocimiento de que
Dios existe y de otras verdades semejantes pertenecientes al
primer principio. Hay, en consecuencia, verdades divinas
Sobre lo que creemos de Dios hay un doble orden de
verdad. Hay ciertas verdades de Dios que sobrepasan la
accesibles a la tazón humana, y otras que sobrepasan en
absoluto su capacidad.
capacidad de la razón humana, como es, por ejemplo, que Dios
es uno y trino. Hay otras que pueden ser alcanzadas por la razón
natural, como la existencia y la unidad de Dios, etc.; las que
incluso demostraron los filósofos guiados por la luz natural de la
La graduación de entendimientos muestra fácilmente esta
misma doctrina. Entre dos personas, una de las cuales: penetra
más íntimamente que la otra en la verdad de un ser, aquella cuyo
entendimiento es más intenso capta facetas que la otra no puede
razón.
aprehender: así sucede con el rústico, que de ninguna manera
Es evidentísima, por otra parte, la existencia de verdades
puede captar los argumentos sutiles de la filosofía. Ahora bien, el
divinas que sobrepasan absolutamente la capacidad de la razón
entendimiento angélico dista más del entendimiento humano que
humana, Como el principio de toda ciencia que la razón puede
el entendimiento de un gran filósofo del entendimiento del
tener de una cosa es la captación de su sustancia pues lo que es,
ignorante más rudo, porque la distancia de éstos se encuentra
dice el Filósofo, es el principio de demostración conviene que el
siempre dentro de los límites de la especie humana, sobre la cual
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está el entendimiento angélico. Ciertamente, el ángel conoce a
La afirmación del Filósofo concuerda con lo expuesto,
Dios por un efecto más noble que el hombre; su propia sustancia,
cuando asegura que nuestro entendimiento se halla con relación
por la cual el ángel viene al conocimiento natural de Dios, es más
a los primeros principios de los seres, que son clarísimos en la
digna que las cosas sensibles, y aun que la misma alma,
naturaleza, como el ojo de la lechuza respecto del sol.
mediante la cual el entendimiento humano se eleva al
conocimiento de Dios. Y mucho más el entendimiento divino
sobrepasa al angélico, corno éste al entendimiento humano. La
capacidad del entendimiento divino es adecuada a su propia
sustancia, y, por lo tanto, conoce perfectamente de sí lo que es y
todo lo que tiene de inteligible. En cambio, el entendimiento
Y la Sagrada Escritura da también testimonio de esta
verdad. En el libro de Job se dice: ¿Crees tú poder sondear a
Dios, llegar at fondo de su omnipotencia? job 11 ,7). Y más
adelante: Mira: es Dios tan grande, que no le conocemos (Job
36,26). Y en San Pablo: Al presente) nuestro conocimiento es
imperfectísimo (1 Cor 13,9).
angélico no conoce naturalmente lo que Dios es, porque la misma
Por consiguiente, no se ha de rechazar sin más, como
sustancia angélica, camino que a El conduce, es un efecto
inadecuado a la virtualidad de la causa. Por lo tanto, el ángel no
puede conocer naturalmente todo lo que Dios conoce de sí
mismo, como tampoco el hombre puede captar lo que el ángel
falso, todo lo que se afirma de Dios, aunque la razón humana no
pueda descubrirlo, como hicieron los maniqueos y muchos
infieles.
con su virtud natural. Así, pues, lo mismo que sería una gran
estupidez que el ignorante pretendiese juzgar como falsas las
CAPÍTULO IV
proposiciones de un filósofo, del mismo modo, y mucho más, será
una gran necedad que el hombre sospechase como falso, ya que
la razón no puede captarlo, lo que le ha sido revelado por
ministerio de los ángeles.
Todavía aparece también esta verdad en las deficiencias
Se propone convenientemente a los hombres, para
ser creída, la verdad divina accesible a la razón natural
Existiendo, pues, dos clases de verdades divinas, una de
las cuales puede alcanzar con su esfuerzo la razón y otra que
que experimentamos a diario al conocer las cosas. Ignoramos
sobrepasa
toda
su
capacidad,
ambas
se
proponen
muchas propiedades de las cosas sensibles, y las más de las
convenientemente al hombre para ser creídas por inspiración
veces no podemos hallar perfectamente las razones de las que
divina. Nos ocuparemos en primer lugar de las verdades que son
aprehendemos con el sentido. Mucho más difícil será, pues, a la
accesibles a la razón, no sea que alguien crea inútil el proponer
razón humana descubrir toda la inteligibilidad de la sustancia
para creer por inspiración sobrenatural lo que la razón puede
perfectísima de Dios.
alcanzar.
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Si se abandonase al esfuerzo de la sola razón el
descubrimiento
de
estas
verdades,
se
seguirían
requiere saber de antemano, como se dijo; o bien, porque en el
tres
tiempo de la juventud el alma, que se hace prudente y sabia en la
inconvenientes. El primero, que muy pocos hombres conocerían
quietud, como se dice en el libro VII de la Física, está sujeta al
a Dios. Hay muchos imposibilitados para hallar la verdad, que es
vaivén de los movimientos pasionales y no está en condiciones
fruto de una diligente investigación, por tres causas: algunos por
para conocer tan alta verdad. La humanidad, por consiguiente,
la mala complexión fisiológica, que les indispone naturalmente
permanecería inmersa en medio de grandes tinieblas de
para conocer; de ninguna manera llegarían éstos al sumo grado
ignorancia, si para llegar a Dios sólo tuviera expedita la vía
del saber humano, que es conocer a Dios. Otros se hallan
racional, ya que el conocimiento de Dios, que hace a los hombres
impedidos por el cuidado de los bienes familiares. Es necesario
perfectos y buenos en sumo grado) lo lograrían únicamente
que entre los hombres haya algunos que se dediquen a la
algunos pocos, y éstos después de mucho tiempo.
administración de los bienes temporales, y éstos no pueden
dedicar a la investigación todo el tiempo requerido para llegar a la
suma dignidad del saber humano consistente en el conocimiento
de Dios. La pereza es también un impedimento para otros. Es
preciso saber de antemano otras muchas cosas, para el
conocimiento de lo que la razón puede inquirir de Dios; porque
precisamente el estudio de la filosofía se ordena al conocimiento
de Dios; por eso la metafísica, que se ocupa de lo divino, es la
última parte que se enseña de la filosofía. Así, pues, no se puede
llegar al conocimiento de dicha verdad sino a fuerza de intensa
labor investigadora, y ciertamente son muy pocos los que quieren
sufrir este trabajo por amor de la ciencia, a pesar de que Dios ha
El tercer inconveniente es que, por la misma debilidad de
nuestro entendimiento para discernir y por la confusión de
fantasmas, las más de las veces la falsedad se mezcla en la
investigación racional, y, por lo tanto, para muchos serían
dudosas verdades que realmente están demostradas, ya que
ignoran la fuerza de la demostración, y principalmente viendo que
los mismos sabios enseñan verdades contrarias. También: entre
muchas verdades demostradas se introduce de vez en cuando
algo falso que no se demuestra, sino que se acepta por una
razón probable o sofística, tenida como demostración. Por esto
fue conveniente presentar a los hombres, por vía de fe, una
certeza fija y una verdad pura de las cosas divinas.
insertado en el alma de los hombres el deseo de esta verdad.
La divina demencia proveyó, pues, saludablemente al
El segundo inconveniente es que los que llegan al
hallazgo de dicha verdad lo hacen con dificultad y después de
mucho
tiempo,
ya
que
por
su
misma
profundidad,
el
entendimiento humano no es idóneo para captarla racionalmente
sino después de largo ejercicio; o bien por lo mucho que se
mandar aceptar como de fe verdades que la razón puede
descubrir, para que así todos puedan participar fácilmente del
conocimiento de lo divino sin ninguna duda y error...
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CAPÍTULO VII
de la verdad. Lo cual no puede ser de Dios. Permaneciendo
La verdad racional no contraría a la verdad de la fe
intacta la naturaleza, no puede ser cambiado lo natural; y no
pueden coexistir en un mismo sujeto opiniones contrarias de una
cristiana
misma cosa. Dios no infunde, por tanto, en el hombre una certeza
Aunque la citada verdad de la fe cristiana exceda la
o fe contraria al conocimiento natural.
capacidad de la razón humana, no por eso las verdades
racionales son contrarias a las verdades de fe. Lo naturalmente
innato en la razón es tan verdadero, que no hay posibilidad de
pensar en su falsedad. Y menos aún es lícito creer falso lo que
poseemos
por
la
fe,
ya
que
ha
sido
confirmado
tan
evidentemente por Dios. Luego como solamente lo falso es
contrario a lo verdadero, como claramente prueban sus mismas
De todo está se deduce claramente que cualesquiera de
los argumentos que se esgriman contra la enseñanza de la fe no
pueden proceder rectamente de los primeros principios innatos,
conocidos por sí mismos. No tienen fuerza demostrativa, sino que
son razones probables o sofísticas. Y esto da lugar a
deshacerlos.
definiciones, no hay posibilidad de que los principios racionales
sean contrarios a la verdad de la fe.
CAPÍTULO IX
Lo que el maestro infunde en el alma del discípulo es la
Orden y método de la presente obra
ciencia del doctor, a no ser que enseñe con engaño, lo cual no es
lícito afirmar de Dios. El conocimiento natural de los primeros
principios ha sido infundido por Dios en nosotros, ya que El es
autor de nuestra naturaleza. La Sabiduría divina contiene, pdr
tanto, estos primeros principios. Luego todo lo que esté contra
ellos está también contra la sabiduría divina. Esto no es posible
de Dios. En consecuencia, las verdades que poseemos por
revelación divina no pueden ser contrarias al conocimiento
Es evidente, por lo dicho, que la intención del sabio debe
versar sobre la doble verdad de lo divino y la destrucción de los
errores contrarios. Una de estas verdades puede ser investigada
por la razón, pero la otra está sobre toda su capacidad. Y digo
una doble verdad de lo divino, no mirando a Dios, que es verdad
una y simple, sino atendiendo a nuestro entendimiento, que se
encuentra en diversa situación respecto al conocimiento de las
verdades djvinas.
natural.
Nuestro
entendimiento
no
puede
alcanzar
el
conocimiento de la verdad cuando está sujeto por razones
contrarias. Si Dios nos infundiera los conocimientos contrarios,
nuestro entendimiento se encontraría impedido para la captación
En la exposición de la primera clase de verdades se ha
de proceder por razones demostrativas que puedan convencer al
adversario. Pero, como es imposible hallar estas razones para la
otra clase de verdades, no se debe intentar convencer al
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adversario con razones, sino resolver sus objeciones contra la
Por lo que respecta a lo que conviene a Dios como tal, es
verdad, ya que la razón natural, como quedó probado, no puede
necesario establecer, como fundamento de toda la obra, la
contradecir a la verdad de fe. La única manera de convencer al
demostración de que Dios es o tiene el ser. Sin ello, toda
adversario que niega esta verdad es por la autoridad de la
disertación sobre las cosas divinas es inútil.
Escritura, confirmada por los milagros; porque lo que está sobre
la razón humana no lo creemos si Dios no lo revela. Sin embargo,
para la exposición de esta verdad se han de traer algunas
razones verosímiles, para ejercicio y recreación de los fieles, no
para convencer a los contrarios, porque la misma insuficiencia de
las razones los confirmaría más en su error, al pensar que
nuestro consentimiento a las verdades de fe se apoya en razones
tan débiles.
Queriendo proceder, pues, de la manera indicada, nos
esforzaremos por evidenciar la verdad que profesa la fe y la
razón investiga, invocando razones demostrativas y probables,
algunas de las cuales recogeremos de los libros de los santos y
filósofos, destinadas a confirmar la verdad y convencer al
adversario. Después, procediendo de lo más conocido a lo menos
conocido, pasaremos a exponer la verdad que supera a la razón,
resolviendo las objeciones de los contrarios y declarando,
ayudados por Dios, la verdad de fe con argumentos probables y
de autoridad.
Lo primero que se nos presenta al querer investigar por
vía racional lo que la inteligencia humana puede descubrir de
Dios, es examinar qué le conviene como tal; a continuación,
cómo las criaturas proceden de El, y en tercer lugar, su
ordenación a El como fin.
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acción, mientras que la segunda, por ser perfección de la obra,
toma el nombre de hechura; de donde viene hecho con las
LIBRO II
manos, pues así se llama a lo que procede del arquitecto en
CAPÍTULO I
virtud de esta acción.
Conexión del presente libro con el anterior
De la primera de estas operaciones divinas hablamos en
perfección
el libro anterior, donde se trató del conocimiento y voluntad
desconociendo su obrar, porque por el modo y clase de la acción
divinos. De aquí que, para dar un tratado completo de la verdad
se aprecia el alcance y carácter de la facultad, que a su vez
divina, falta estudiar ahora la segunda clase de operaciones, a
muestra la naturaleza de la cosa, ya que todo agente tiende a
saber: aquellas por las cuales Dios produce y gobierna las cosas.
No
es
posible
conocer
una
cosa
a
obrar según la naturaleza que posee cuando va a obrar.
El orden a seguir lo podemos tomar de las palabras que
Mas hay dos clases de operaciones, según enseña el
nos han servido de lema. En efecto, habla éste, en primer lugar,
Filósofo: una que permanece en el agente y le perfecciona, como
de lo perteneciente a la meditación de la primera clase de
el sentir, el entender y el querer; otra que termina en algo exterior
operaciones al decir: Medité en todas tus obras, refiriéndose
y perfecciona al efecto producido por ella misma, como el
obras al entender y querer divinos; y continúa hablando de la
calentar, el cortar y el edificar.
meditación de la hechura, cuando dice: y consideré lo hecho por
Ambas convienen a Dios: una, en cuanto entiende,
quiere, goza y ama; otra, en Guanto da el ser a las cosas, las
conserva y las gobierna. Pero como las acciones de la primera
tus manos, dándonos a entender con esto de efectos de sus
manos el cielo, la tierra y todo aquello cuyo ser depende de Dios,
como del arquitecto procede la hechura de sus manos.
clase son perfección del agente, y las de la segunda lo son del
efecto, y, por otra parte, el agente precede por naturaleza al
CAPÍTULO IV
efecto y es causa del mismo, es natural que las primeras sean
razón de las segundas y las precedan naturalmente, como la
causa al efecto. Cosa que aparece manifiesta en lo humano,
pues el plan y el propósito del arquitecto son principio y razón de
la edificación.
Por esto, la primera de estas operaciones, como simple
perfección del agente, se apropia el nombre de operación o de
Distinto modo de considerar las criaturas el filósofo y
el teólogo
Por lo dicho queda claro que la consideración de las
criaturas atañe a la doctrina de la fe cristiana, en cuanto resalta
en ellas cierta semejanza de Dios y en cuanto el errar sobre ellas
induce a errar en lo divino. Pero la doctrina sobre la fe cristiana
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considera a las criaturas bajo distintas razones que la filosofía
en gloria de Dios, o porque el poder de Dios es infinito. De aquí
humana. Porque la filosofía humana las considera en sí mismas;
que se deba llamar suprema sabiduría, puesto que versa sobre la
de donde, según las diversas clases de cosas que haya,
causa altísima, según aquello del Deuteronomio: Está es vuestra
aparecen las diversas partes de la filosofía. Mas la fe cristiana las
sabiduría y entendimiento a los ojos de los pueblos. y por esto la
considera no en sí mismas -como el fuego en cuanto fuego-, sino
filosofía le sirve como a principal. Y, por lo tanto, la sabiduría
en cuanto representan la grandeza divina y de uno u otro modo
divina parte a veces de principios de la filosofía humana, pues,
se ordenan a Dios, pues como se dice en el Eclesiástico: De la
aun entre los filósofos, la filosofía primera se sirve de las pruebas
gloria de Dios está llena su obra. ¿Acaso no hizo el Señor que los
de todas las ciencias para mostrar su tesis.
santos enumerasen todas sus maravillas? (Eclo 42,16.17).
Por esto, el filósofo considera unas cosas sobre las
criaturas y el creyente considera otras; porque el filósofo
considera lo que de ellas se puede considerar atendiendo a la
naturaleza de las mismas, como ocurre con el hecho de que el
fuego vaya hacia arriba; el creyente considera a las criaturas
atendiendo a la naturaleza de las mismas en relación con Dios,
como que son creadas por Dios, que le están sometidas, etc.
De donde no se ha de achacar a imperfección de la
doctrina de la fe el pasar de largo muchas propiedades de las
cosas, como la figura del cielo y la cualidad del movimiento; pues
ni siquiera el naturalista trata de aquellas propiedades de la línea
que considera el geómetra, sino solamente aquellas que le
atañen en cuanto es término del cuerpo natural.
Si el filósofo y el creyente coinciden en algo común sobre
las criaturas, lo consideran bajo distintos principios; el filósofo
argumentaría acudiendo a las causas propias de las cosas,
mientras que el creyente acudiría a la causa primera; por
ejemplo: porque así está revelado por Dios, o porque esto resulta
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