DILUIDA OSCURIDAD Sólo desde el silencio podemos intuir inauditas sonoridades, precisamos de la oscuridad para presentir luminosidades fulgurantes o de la permanencia para crear incipientes movimientos. A veces es necesario habitar el vacío para vislumbrar nuevas formas y ver como desde la nada se distribuyen y ordenan. La cualidad del negro no es ausencia, simplemente da cobijo a la noción de noche, de espera, de ocultamiento; es detener el tiempo, ponerlo en su inicio, borrar todo rastro reconocible, diferir el presente. Ser principio. Es cuerpo, recipiente, contenedor. Silencio, veneración, éxtasis. Misticismo. Su textura aterciopelada siempre es reencuentro con la piel, memoria. La calma absoluta por la inexistencia de placer y dolor. Es en este escenario donde surge la primera célula capaz de iniciar el deletreo de un lenguaje aún suspendido en el titubeo, por donde se desliza el trazo, se extiende, va ocupando espacios en requiebros imposibles. De la nada se manifiestan transparencias, nocturnas cristalizaciones de fríos moderados, rastros solidificados que conforman paisajes de luz lunar, intensos, irreales, inertes. Como después de un destello en la oscuridad, su fulgor forma nuevas imágenes, son el sedimento que se deposita en la retina y zigzaguea unos instantes antes de fijarse. Cautiva su lejanía, embelesan sus formas, te envuelven, te absorben, paralizan. La claridad de las tinieblas se desparadoja. Crecen los enigmas, la oscuridad se diluye a medida que vas incidiendo en su penumbra. El poso del tiempo late entre líneas, se manifiesta en visiones atmosféricas, caligrafía su territorio. Sin exhibicionismos superfluos, la artista va ensartando en el plano las texturas que definirán la desnudez de una consciencia sólo reconocible a través de las líneas, en la superficie afloran flujos gestados en el impulso vital que la sustentan. Las formas se engarzan orgánicamente, se intuyen construcciones pétreas como resultados de diferentes erupciones, capa a capa, como en los recuerdos, como los sueños aún no soñados esperando aflorar por las grietas de la corteza. A veces son disidencias transversales diamantinas las que dividen la narración en dos partes para que fluyan las secuencias, para que se desparramen a través del papel. El trazo es hendidura, herida, gravitación, y por eso tienes que acercarte sin prisas para comprobar que sólo es pintura, sin costuras, sin suturas. No hay deseo que pueda frustrar expectativas. No crea perspectivas y así consigue salirse de los límites, recrea espacios que sólo existen en su imaginario. Las ficciones relatadas le permiten sentir, procesar y crear alternativas a la realidad sin otras normas que las suyas propias en un orden estructurado a partir del caos: las raíces primigenias de un mundo a medida. Huida y permanencia. Espacio donde se gesta la razón de ser, donde la ficción, por serlo, deja de serlo. Llenar el vacío i vaciarlo. La búsqueda del lugar y su acción, moviéndose al margen de lógicas y certezas, como razón y excusa, sabiendo que encontrarlo es perder toda esperanza. El esfuerzo por sí mismo. Sísifo. Creación y recreación. O simplemente arte, vida. Ramon Sicart i Batet