Alonso, Rodolfo - A favor del viento

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Rodolfo Alonso
A favor del viento
Editorial Argonauta, Buenos Aires, 2004.
Tehura
es a pesar del miedo asido a la pared por no caer
aquí ya veis es su perfil el cobre de las interrogaciones
aquí resurge la estación del desaliento
asumiendo su color salvaje recorrido en los retratos
en sus manos la hierba se reconoce sangre y bebe y silba
Tema nupcial
a pie desde la suerte su aptitud de morir
bajo los años
desenfunda el rumor de alguna vieja herida
y le muerde la historia
al despertar en sus maderas tiernas
ha dejado ya tanto él forjó sus arterias
supo aferrar el sueño en sus manos de ciervo se detuvo
el agua una bandera de clamores y espejos
Edad clandestina
se murmura se bebe si hubiéramos sabido
la certeza en su piel era una mano más
la sonrisa en desorden
el atardecer que se angustia ante su filo
esconde tras sus brazos la madera reciente
la más reciente súplica
y oscila un gesto mineral hacia nosotros
veremos hoy de nuevo al hijo de su altura
al sol que era en su idioma como un cansancio atroz
al niño que arrojaba su sangre por las calles
un resplandor salvaje desnuda su cintura
intima a su conciencia
deja pasar los años peces nuevos
que se encabritan en medio del suplicio
detrás de la mañana
encontramos el sabor que cubre sus hechizos
su corazón es ahora un adolescente imaginario
un destino en secciones.
La lucidez y el acordeón
la rebelión la vida vivir hasta alcanzarte
el día permanece
y acerca para siempre los presagios
se nos niega tu rostro
llegas y nos asfixia su dulce abecedario
alguien cava sonrisas en tus muslos
lejos de mí su mano
su pez su espuela su virgen que no atina
por ti grita la lluvia
capataces del ojo herreros de la angustia
él es hijo de todas las esperas origen del silencio
llama y los años resisten tu memoria
Noche de mendigos
si convives
en todos los alcoholes de la tierra
hay una luz para tu rostro
tiempo de la pasión con ojos en la boca
con cielos en la boca
sí la vida destapa su memoria
atraviesa tus arcos y se ríe
una mañana heroica un ágil surco
resonando en tu espalda.
El cinturon de castidad
a la ciudad, que debe estar en alguna parte
Hoy quisieras amarla, acariciarla en tu pecho como a
un dulce animal y arrojarla tan lejos que ni el río
reconozca su boca sorprendida.
Lejos de ella es posible palpar la intimidad.
Complicarnos en el gran crimen de ubicarse y no estar
en cualquier parte cuando la inocencia llena sus fisuras.
Te forjo, te asesino. Soledad de abrazar a todo el mundo,
de inundarle los ojos al amor.
Se puede hablar y entonces ascendemos. Es el verano
gigante que hace doler los rostros. Tú has hablado:
salud a los que viven.
Se sabe en las cavernas, donde la lluvia es el mejor
de tus pistoleros. Conocemos tus hambres, tu desnudez
inconcebible. Pero sí respiramos y jugamos al tiempo
con la vida.
Es la noche del amor, es la noche del día. Cuando las
sombras ya no ocultan a nadie.
Los lanzallamas
su alegría es el eje de tu vuelo
tu latitud su cuerpo no estás solo
te amo como a mi soledad
cerca de todos
no estás solo ellos están contigo
un mismo viento nos trae y nos separa
nos eleva hasta aquí
te rodean tu voz está en la tierra
hablo porque los amo
porque amo y es posible vivir todavía
al partir ellos están en ti
las caderas vacías el espacio sangrante
nadie conspira estamos todos
nuestra orilla es un eco
una sola palabra que buscamos
para abrevar el mundo
En claro
Como el pesado viento de la ciudad, así tu belleza gira
en torno de mi habitación ya húmeda y cercada por la noche.
De qué manera encauzar con tu destino inexcusable
estos afanes en desorden, esta conspiración por el azar,
esta tensión vacilante entre el milagro y la aventura.
Mirándolo todo claramente, tus ojos siguen dando
vueltas alrededor de mi condena.
La guerra y la danza
Tenemos los ojos tan abiertos que ya no vemos nada.
Sólo disparos nocturnos y la violencia del silencio que
gana torneos en la ciudad reconquistada.
El combatiente solitario
La amargura de los otros, el dolor potencial, te
corroen como un viento del llano. Pero aquí estás,
presente en el presagio y en la decisión.
El gran hombre, el gran amor, el gran mundo:
sólo la vida te contempla. Sólo lo que quieres hacer y se te va
en palabras, en afán de servir.
Te has descubierto una mañana dueño del lenguaje,
hijo del tiempo. Te has dado a obligaciones y
recuerdos, te crees en el futuro. Pero sabes también
qué poco de lo tuyo es nuestro, cómo nos cuesta tu mirada.
Esa mañana las conversaciones, el tiempo, los trabajos,
no abrieron ni una pausa. Y sobre las ruedas del porvenir,
sobre la infancia asaltada por el hombre, una visión
irguió su fuerza.
Una palabra no, tampoco un gesto. Sino toda una
vida condenada al orgasmo de ser libre, al limpio
encuentro de la vida y de la muerte.
Lo que hubieras debido ocultar, lo que el tiempo te
ha dado de más precioso, lo entregas, como una flor,
a tu conducta.
Y estas son tus palabras y tus gestos, tus
alabanzas y tus decisiones, lo mejor de ti mismo.
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