EL SIGLO XVIII LA CAZA Los monarcas Borbones demuestran gran

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HISTORIA DE LA VILLA DE LUQUE
EL SIGLO XVIII
LA CAZA
Los monarcas Borbones demuestran gran interés por regular estas aficiones.
Amplias y detalladas disposiciones son dadas por Fernando VI en su orden de 27-31754, pero es Carlos III, que sentía una pasión desmedida por ella, el que hace pública
una Real Cédula de 16-5-1772 con los pormenores que se han de observar en la caza y
pesca. Se regula el período de la veda "desde el primero de marzo hasta el primero de
agosto". La de los conejos en vedados solo duraba hasta el día de San Juan Bautista 24
de junio. En el capítulo IV de la Cédula se deja marcado el carácter netamente clasista
de su práctica: "sólo podrán cazar con escopeta y perros los nobles, eclesiásticos y toda
otra persona honrada de los pueblos, en quienes no haya sospecha de exceso y de
ningún modo los jornaleros y los que sirvan oficios mecánicos que solo podrán hacerlo
los días de fiesta por pura diversión" y esto con la sola finalidad de que no faltaran al
trabajo. Así mismo, se prohíbe la caza con hurón, perdices de reclamo, lazos, perchas,
redes y otros instrumentos declarados ilícitos. Las penas para los plebeyos eran de 8
días de cárcel para la primera vez y el doble y el triple para la segunda y tercera. La
llegada de la veda se anunciaba en el pueblo con edictos, pero su observancia, estaba
lejos de cumplirse como se deduce de las constantes recomendaciones sobre el caso. En
un informe del Concejo se dice: "que en el pueblo no hay gente ociosa que extinga la
caza de la que abunda el país y ésta es muy perjudicial a las sementeras, ... y son del
sentir se mate la caza por las personas aficionadas ... como puedan, ... y a que el poco
uso que tienen no hay volateros que la maten y no siendo así, abundará la cría y hará
mucho daño: y por lo que hace a la caza de conejos y liebres, convendría se cace solo
con perros podencos y galgos y no se maten con hurones que consumen del todo la
caza".
"Y por lo que mira a la pesca, no hay en este pueblo aficionados a ella por estar
distante dos leguas el río Aimorchón que solo produce algunos peces menores".
También eran abundantes las palomas cuyo exceso causaba grandes daños en las
sementeras, para cuyo remedio se autorizaba a cazarlas libremente sin pena alguna.
Del informe descrito se deduce que la caza era abundante, de manera especial las
perdices, teniendo ello su explicación en las pocas armas de fuego que poseían los
vecinos, medio más adecuado para abatirlas, no ocurría lo mismo con los conejos ya
que con los hurones y redes podían cobrarlos fácilmente y por ello se recomienda el
control de su caza.
Antonio Arjona Castro
Vicente Estrada Carrillo
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