infantiles “Aquí se arreglan toda clase de muñecas, la que canta, la

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6C EL HERALDO Reportaje
DOMINGO
BARRANQUILLA, 8 DE AGOSTO DE 2004
El arte de reparar
los sueños
infantiles
Por MARTHA MILENA BARRIOS
“Aquí se arreglan toda clase de muñecas, la que canta, la
que llora, la que camina y muñecas de porcelana de toda
clase”. La frase suena automática, repetitiva, con la
cadencia propia de la garganta de una muñeca de cuerda.
Quien la pronuncia es una abuela fornida, alta, con unas
manos tan grandes y gruesas que a primera vista
parecerían esconder la dulzura que encierra el haberse
dedicado durante 36 años a remendar las fantasías de las
niñas en la “Clínica de Muñecos Juliao”, una casona
antigua en el corazón del barrio Recreo.
En el espacio que debió ocupar el recibidor se
encuentra un escritorio viejo y un estante colmado con
medio centenar de muñecas forradas en bolsas de
plástico esperando que sus “madres” vuelvan por ellas.
Como todo “consultorio” que se respete, inscribe a sus
pacientes con nombre propio: Pinky, Susana, Rosita...
Como en la rima infantil, hasta el viejo
hospital de los muñecos llegan los pobres
juguetes sufriendo los estragos de las
travesuras de los niños, con las máquinas
averiadas, los brazos rotos, los forros sucios,
los cabellos escasos y a veces hasta tuertos.
“El que la dañó fue mi hermanito”, “fue sin
culpa”, se quejan las clientas, quienes a
menudo llegan con lágrimas en los ojos a
dejar a sus compañeros de juegos.
Para todos esos “males” tiene remedio
Anaís de Juliao, la propietaria, una mujer
bogotana que no recuerda exactamente
por qué, ni cómo empezó a arreglar los
juguetes de otros. Dice que en los años que
lleva con el negocio, ella y su esposo Nelson
han tenido casos que recuerdan con especial
emoción como el de un señor que buscaba una
pieza, pero no para un muñeco, sino para su hija
discapacitada. “El señor vino por un brazo de
una muñeca, se lo llevó para colocárselo de
prótesis a su hija de 4 años “, recuerda Anaís.
También viene a la memoria el caso de una
madre que llevó a retocar todas las muñecas de
su hija fallecida: “quería dejarle el cuarto
arreglado, intacto y las mandó a repararlas
todas como un homenaje de amor”.
JUGANDO A TRABAJAR
Como toda matrona que se respete,
Anaís no confiesa su edad, pero su
apariencia revela que bordea los 65 años. A la
conversación se suma una de sus hijas, que a
esa hora pasa a visitarla. Amelia Juliao,
termina entonces de contar la historia:
“somos una familia de 7 hijos y 14 nietos. Mi
mamá, Anaís vive con mi papá y las
muñecas. Mis hermanos y yo pasamos con
frecuencia a visitarlos, todos entramos y
salimos a cada rato”, dice. Los abuelos - cuenta
Amalia- empezaron el negocio en Bogotá hace más de
50 años. Anaís aprendió viendo y tomó cursos en
Estados Unidos y Colombia. Luego “se casó con un
Juliao y se vino a vivir a la ciudad en donde montó la
Clínica en la carrera 41 con calle 69”.
Amalia dice que cuando niña vivía fascinada con las
muñecas que le llevaban a su mamá para arreglar.
Soñaba con tener una con cabello largo y contó con la
suerte de que a su mamá le llevaron un par de éstas
para arreglar, entonces ella se las daba para que las
peinara “yo jugaba y trabajaba y me sentía feliz porque
ayudaba a mi mamá”, dice, pero reconoce que a veces
“veía tantas, que ya no quería saber de ellas”. A los
abuelitos de
Amalia les tocó
arreglar
muñecas de
cartón y
yeso, pero
cuando
Anaís
“Aquí se arreglan toda
clase de muñecas, la
que canta, la que llora,
la que camina y
muñecas de porcelana
de toda clase”.
empezó le tocaron las “más sofisticadas” de porcelana,
las barbies, y las que tienen máquinas. Ella, que dice
conocerlas todas, empieza un recuento de las más
famosas, como el Angelino “tiene 18 años de estar en el
mercado ese bebé, que llora y dice mamá”. También
está el Tumbelino “ese chupa”, y el de nombre raro, el
Pepino, “ese hace chichí y popó”.
CRIADOS “A PUNTA” DE JUGUETES
No es un negocio rentable, pero la familia fue criada
con el negocio de reparar juguetes y con el trabajo
como ingeniero de su esposo, quien ahora es
pensionado. Las barbies pueden ser reparadas por 12
mil pesos. El costo depende del daño, a partir de 30 mil
pesos en adelante. Los arreglos más costosos, son las
que tienen máquinas de llorar o de repetición de
palabras. “No se gana mucho, por eso la mejor
recompensa es ver a las niñas sonreír cuando llegan
a recoger a sus compañeras de juegos y las
encuentran radiantes”.
Amalia considera que por más adelantos
tecnológicos que haya en los juegos de los menores,
las niñas siempre necesitan jugar con muñecas para
complementar su desarrollo emocional y que un bonito
regalo es dejarle impecables a las hijas sus muñequitas
de infancia para que las compartan con sus propias
hijas. En los últimos años también aceptan reparar
otra clase de juguetes como peluches, piezas
electrónicas, robots, pistas de carreras y trenes. Por
esta razón en algunos almacenes de cadena les
remiten clientes para reparaciones cuando tienen
inconvenientes con los objetos comprados.
Con toda esta historia no se puede menos que soñar
con los días de juego felices de la infancia hasta encontrar
dormida en la memoria, las líneas de la vieja ronda
infantil: Hasta el viejo hospital de los muñecos, llegó el
pobre Pinocho Malherido, fue un espantapájaros bandido
quien lo encontró dormido y lo atacó. Llegó con la nariz
hecha pedazos y una pierna en tres partes fracturada, una
lesión interna delicada... y el médico de guardia lo atendió.
Y a un viejo cirujano llamaron con urgencia, con su
increíble ciencia pronto lo remendó, pero dijo a los
otros muñecos internados: “esto se ha acabado, le
falta el corazón”. Entonces llegó el hada protectora y
viendo que Pinocho se moría, le puso un corazón de
fantasía y al instante Pinocho despertó.
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