ENVEJECER ENTRE LOS CULTIVOS DEL CAMPO MEXICANO

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ENVEJECER ENTRE LOS CULTIVOS DEL CAMPO MEXICANO.
Felipe R. Vázquez Palacios
CIESAS –GOLFO, México
Ponencia presentada en el Simposio Viejos y Viejas Participación, Ciudadanía e Inclusión Social,
51 Congreso Internacional de Americanistas.
Santiago de Chile 14 al 18 de julio de 2003
Abstract
En este trabajo analizo cómo se envejece en el campo mexicano a partir de la posesión de la tierra como
ejidatarios y los cambios en los diferentes cultivos que de acuerdo a su especificidad local y familiar se han
vivido. La razón por la que me centro en estos dos aspectos, es porque deseo analizar cómo impactan la forma
de vivir la vejez; las implicaciones, arreglos y negociaciones familiares que estos conllevan; puesto que van
implícitas relaciones de poder y de prestigio, referentes fundamentales de la identidad individual y colectiva
que son a la vez, aspectos centrales en la construcción del proceso de envejecimiento y reproducción del
ejidatario. El trabajo se basa en los resultados de trabajo de campo en dos localidades en el centro de Veracruz
(la congregación de Chiltoyac municipio de Xalapa y la congregación del pueblito del municipio de
Xilotepec). Ambas, han pasado por los mismos procesos de cambios de cultivo y reparto agrario en formas
muy similares. La estructura del texto se conforma de tres partes: en la primera, correlaciono el panorama
rural mexicano con la vejez; en la segunda, expongo el marco etnográfico donde se dimensionan los casos de
estudio, y en la tercera, realizo el análisis y reflexiones en torno a la información recabada.1
La vejez y el panorama rural mexicano
Pese a que el México de hoy no se puede considerar un país campesino, tanto por lo que representa la
agricultura en la economía del país, como por el porcentaje de la población que trabaja en el sector primario -que es inferior al secundario y al terciario--, la proporción de mexicanos que vive en el campo es alta: uno de
cada cuatro mexicanos (25.3%, aproximadamente 24.7 millones de personas, de las más de 100 millones que
existen en todo el país).2 Tanto el Programa de Certificación de Derechos Agrarios (PROCEDE), como
algunos estudiosos Martínez (2001), afirman que más de la mitad de los ejidatarios (59%) supera los 50 años
y un 28% tiene más de 65 años, entre los cuales hay una proporción mayor de mujeres: 61% de ellas rebasa
los 50 años de edad y 27.7% tiene más de 65 3 (ver anexo: gráfica sobre pirámide de edad de los ejidatarios).
Con base en información periodística y estudios hechos en el campo mexicano,4 se afirma que las
personas ocupadas en las actividades agrícolas y ganaderas, un 30% no recibe ingresos fijos y sólo un 39%
gana un salario mínimo. El ingreso familiar proviene sobre todo de actividades no agrícolas,5 como el
comercio informal, trabajos temporales y remesas, entre otras. Más del 75% de las familias campesinas carece
de cualquier clase de prestaciones sociales. Las inversiones en infraestructura rural disminuyeron en más del
80% de 1982 a 1999,6 lo cual ha implicado mayor pobreza y menor producción agropecuaria y obviamente
1
Este trabajo es un primer esfuerzo de análisis y síntesis sobre los resultados de investigación que el
seminario permanente de Antropología de la vejez lleva a cabo en el CIESAS-Golfo.
2
Con fines comparativos, será útil para el lector saber que en 1900 el 72% de la población de México vivía y
trabajaba en el campo. Actualmente, más de la mitad de las 196 millones de hectáreas de tierra que tiene el
territorio nacional han sido repartidas en casi 80 años.
3
Ver: Robles (1999:45)
4
Véanse Robles (1999), Martínez (2001), Warman (2001); Diario de Xalapa del 4 de diciembre del 2002, p.
9. Así como diversos programas de radio y televisión.
5
La mitad de los ejidatarios no considera la agricultura como su principal actividad; generalmente esta
actividad se encuentra acompañada por la cría de animales y empleos temporales. Ver en el anexo la gráfica
sobre principal actividad. Robles (1999:34,41).
6
Las importaciones de alimentos han crecido 400% en 20 años, y en el 2000 crecieron al 97%, el valor total
de las exportaciones de petróleo crudo. Escobar (2002:196).
1
mayor dependencia alimenticia. Como consecuencia, en los ejidos y comunidades agrarias7 se observan bajos
niveles de bienestar: de los 2.5 millones de viviendas particulares habitadas, apenas el 46% cuenta con agua
entubada, 16.5% con drenaje, 65.9% con energía eléctrica, 17.6% tiene techos de lámina de cartón, más del
50% tiene piso de tierra y un 59% de las familias vive en dos cuartos o menos.8
De acuerdo con los demógrafos, en el medio rural se vive un proceso acelerado de envejecimiento,
esencialmente en localidades menores de 15 mil habitantes (Negrete 2001:19); lo cual ha repercutido en la
coexistencia de varias generaciones, especialmente, en los últimos cincuenta años donde se ha registrado un
alargamiento de la esperanza de vida. 9 Sin embargo, en lugar de beneficiarse de un mayor número de activos,
en el marco de una economía doméstica con una base territorial, las generaciones más viejas paradójicamente
se encuentran hoy frente al riesgo de la precariedad creciente, debido a la dispersión de los miembros más
jóvenes de sus familias en los diferentes lugares donde realizan sus actividades productivas. En la actualidad,
numerosas familias donde viven personas de edad avanzada no pueden garantizar el mínimo de su
reproducción y se ven sometidas a fuertes procesos de transformación que han afectado su estructura, su
composición y su organización tradicional.10 El ejido como institución normativa de la reproducción de las
familias campesinas, se ha convertido en el refugio de la pobreza, perdiendo toda autoridad sobre los jóvenes
jefes de familia que no son poseedores ya de una parcela. Los apoyos financieros gubernamentales dirigidos a
los agricultores – el programa para el campo (PROCAMPO)11 y el destinado a las familias en situaciones de
extrema pobreza (PROGRESA)12 -- sólo han “pintado la casa cuando ésta se está cayendo”. 13 El modelo
7
En el país existe un total de 29,482 núcleos agrarios; de éstos, 27,285 son ejidos y 2,197 son comunidades.
La superficie ejidal consta de 84.2 millones de hectáreas en manos de 3 millones de ejidatarios. Por su parte,
las comunidades cuentan con una superficie de 16.4 millones de hectáreas y 511 mil comuneros. El mayor
número de núcleos se localiza en Veracruz (11.8%), Chiapas (6.6%), Michoacán (6.2%), Oaxaca (5%),
Guanajuato (4.8%), Jalisco (4.8%), Tamaulipas (4.5%), San Luis Potosí (4.3%), Guerrero (4.2%), México
(4.1%), Puebla (3.9%) e Hidalgo (3.9%). Véase Robles (1999:36). Dentro de este contexto, es útil mencionar
por otra parte, el rápido descenso de la mortalidad desde la década de los setenta, que junto con el
mantenimiento de una alta fecundidad (en 1970 el 60% era menor de 20 años) determina un elevado
crecimiento poblacional, mismo que se traduce en la existencia de una gran mayoría de jóvenes y en una gran
oferta de fuerza de trabajo. Ondorica (2001:10-12). Ver también: Pirámide de las poblaciones con menos de
2500 habitantes en el anexo.
8
Ver Robles (1999:34).
9
Algunos demógrafos opinan que aproximadamente el 60% del total de la población de ancianos del país vive
en el medio rural. Para ubicarnos en esta proporción, es útil mencionar que el 5% de la población mexicana es
mayor de 65 años --poco más de 5 millones de personas--, lo cual significa que aproximadamente 3 millones
de personas ancianas viven en el campo mexicano. Resulta útil mencionar también que la esperanza de vida
se incrementó de 33.2 años en 1940 a 74.6 años en el 2000. Ondorica (2001:10)
10
No podemos hablar de la familia como una entidad homogénea, hay distintos tipos de familia con
composiciones diferentes. Sostengo al igual que Ariza (2002:54-55) que la familia es un eje de organización
prioritario de la vida de los ejidatarios y que adquiere importancia especial en el contexto actual de migración
y trasnacionalidad, no sólo por su centralidad en la estructuración de las redes sociales, sino por constituir un
referente cultural principal de la representación social que comparten.
11
En PROCAMPO, los agricultores registran una parcela de tierra a su nombre, siempre y cuando hayan
continuado con los mismos cultivos desde 1993 hasta la fecha y reciben un subsidio fijo en efectivo por
hectárea, cuyo monto depende del cultivo en cuestión. (Escobar 2002:211)
12
La desprotección en la que quedan las familias más desfavorecidas trata de ser resuelta en parte con la
puesta en marcha en 1994 del programa de educación, salud y alimentación (PROGRESA). Este programa
hasta el año 2001 atendía a 3.35 millones de familias (Escobar 2002:203), está fundamentalmente dirigido a
familias campesinas con escasos recursos e hijos en edad escolar, y a ancianos que así lo requieran. Consiste
en dar un apoyo económico mensual a las familias siempre y cuando sus hijos permanezcan en la escuela.
Ésta es una medida que ha permitido el mantenimiento de más familias en el campo, por la importancia de las
cantidades asignadas respecto a los recursos totales que obtienen. (Escobar, 2002:198-220).
2
económico neoliberal que el gobierno mexicano comenzó adoptar en la década de 1980, ha tenido un impacto
negativo en la calidad de vida de los ejidatarios y en la comercialización de los principales productos
agrícolas originando la reducción de sus ingresos, lo que a la vez se expresa en una disminución del nivel de
vida. Muchas localidades rurales enfrentan hoy la salida de hombres y mujeres que ven en la migración una
alternativa viable para mejorar y mantener sus condiciones de vida. Según estimaciones de especialistas del
fenómeno migratorio en Veracruz, alrededor de un 45% de ejidatarios se ven en la necesidad de emigrar hacia
las ciudades cercanas, al norte del país y a Estados Unidos y Canadá, donde pasan a formar parte del sector de
servicios y del ejército de jornaleros agrícolas, respectivamente (Pérez 2000). Todo esto provoca una
recomposición de las relaciones intergeneracionales y de género al interior de las familias, que afecta de
manera directa a los viejos del medio rural.
Marco etnográfico de la vejez rural
Parto de que hablar de “viejo” y/o “anciano” a nivel rural, es muy riesgoso debido a que en el campo la
demarcación etaria es como pintar una raya en el agua. Se asume la ancianidad, pero no el dejar de trabajar.
Así pues, para fines analíticos de nuestro trabajo sostengo que: son ancianos todas aquellas personas que han
alcanzado cierta edad en la que han iniciado un proceso de disminución de sus actividades cotidianas de
producción y que debido a la inminente disminución de sus condiciones físicas, poco a poco dan paso a la
inactividad. Riesco (1993:118). Para fines del análisis considero pertinente dividir la vejez en dos etapas:
Una que más o menos esta comprendida entre los 60 a los 75 años, donde generalmente el sujeto va aceptando
su arribo a la vejez y otra etapa que va de los 75 y más años, donde usualmente el sujeto se identifica como
viejo y que en esta ponencia les llamo “los mas viejos”.14
Para poder adentrarnos más en el análisis de la vejez rural, me propongo en este apartado recuperar la
experiencia local de algunos ejidatarios a lo largo de los últimos 80 años, mediante los testimonios de
personas que viven en dos poblaciones rurales de Veracruz, a quienes se interrogó sobre la forma en que han
construido su proceso de envejecimiento alrededor de los cambios en los cultivos y el reparto agrario.
Emprendí el trabajo de campo a mediados de 1999 y aún hoy realizo breves visitas a las localidades donde lo
realicé, mismas que se hallan entre los límites urbanos y rurales del área de influencia de Xalapa, capital del
estado de Veracruz.
El papel de los ejidatarios ancianos ante los cambios en los cultivos
En las dos localidades el reparto agrario marcó el acceso a la tierra,15 así como las formas de organización de
las familias ejidales en estas localidades. Estas poblaciones eran conocidas básicamente por la venta de
productos agrícolas --a muy pequeña escala, pues la mayor parte siempre estuvo dedicada al autoconsumo--,
así como por la venta de su fuerza de trabajo dentro y fuera de su localidad de origen, y con la venta de
mercancías de origen animal y vegetal que todavía ofrecen los domingos en la capital del estado.16
Los informantes de más de 80 años señalan que sus padres les contaban que desde antes del ejido y
hasta la primera mitad del siglo XX, la organización y producción familiar campesina estaba dedicada
íntegramente a asegurar la existencia biológica de sus miembros. El cultivo predominante, en muy pequeña
escala, era el maíz, junto con el cual algunas veces se sembraban fríjol, calabazas, pipián y chile, entre otros,
pues no había recursos más que para eso.17 Algunos ejidatarios de entonces trabajaban además como
jornaleros en tierras ajenas, otros se dedicaban a la alfarería, el curtido de pieles o la elaboración de productos
13
Las responsabilidades en cuanto a políticas públicas son: créditos para la producción, infraestructura
requerida para la comercialización y empleos, así como planeación a nivel nacional que coadyuve con el
desplome de los precios.
14
Una explicación más amplia de lo que significa ser viejo en áreas rurales contemporáneas lo encontramos
en Vázquez y Reyes (2003).
15
Entre 1918 y 1935 se lleva a cabo el reparto de tierras en las localidades de estudio.
16
El caso de Banderilla es muy útil para mostrar al detalle las características de este proceso. Ver Romero
(1999:19-62), Rodríguez (1996).
17
Núñez (2000:21) afirma que muy pocos pobladores de la región tuvieron la posibilidad de ocupar
cantidades de tierra superiores a las de una hectárea como ejidatarios.
3
alimenticios de origen tanto animal como vegetal. Lograban vender, en gran parte porque de Xalapa iban a
comprarles “de poquitos en poquitos”. No existían caminos en aquellas épocas (1920 a 1940) para transportar
los productos: “Todo se llevaba a lomo de animal”.18 Cuentan que para la realización de todas las actividades
mencionadas --exceptuado la de jornalero-- había una estrecha cooperación entre los miembros de la familia.
Llevar a cabo la jornada de trabajo diaria requería que todos los integrantes de la familia colaboraran
repartiéndose las tareas; así, unos se dedicaban principalmente al cuidado de los sembradíos, otros a los
quehaceres del hogar o a algunas otras actividades que les ayudaban en su precario equilibrio de
reproducción. Las formas de organización del trabajo para la producción agrícola, incluían formas de ayuda
mutua entre los grupos domésticos y demás pobladores de la localidad; la llamada “mano vuelta” --en la que
se daban relaciones de ayuda mutua para la siembra y para la cosecha del maíz entre familiares y amigos-- era
la forma de organización del trabajo en la actividad agrícola. Cuentan los hoy ancianos que los niños de
entonces empezaban a trabajar desde muy corta edad; generalmente cuidaban de los animales más pequeños y
ayudaban en la limpieza de los sembradíos y la cosecha de los productos agrícolas; con sus padres aprendían a
trabajar la tierra y a estar directamente relacionados con los procesos de producción.19 El uso de la tierra era
considerado un beneficio que se le daba a quien lo solicitara ante el comité ejidal. Los beneficiarios contaban
con la participación activa de sus hijos y descendientes para realizar las actividades productivas, siendo ellos
la cabeza de la organización familiar. El conocimiento empírico que requería el desarrollo de estas
actividades, determinaba que los más experimentados fueran los referentes directos a los cuales se acudía en
caso de alguna ayuda o consejo, especialmente en estas poblaciones donde no se contaba con ninguna
cobertura de servicios institucionales. Era común encontrar a los ancianos de esta época ocupando el rol de
autoridades y presidiendo situaciones en las que trasmitían normas sociales basadas en la tradición y la
experiencia. Eran los cohesionadores del orden familiar y grupal.20 El anciano era respetado aun en
situaciones de pobreza. El proceso de envejecimiento era vivido de cerca por la familia y era un deber que los
hijos se hicieran cargo de sus padres si éstos enfermaban. La obediencia de los hijos a los padres fue un hecho
muy resaltado por mis informantes. La cohabitación de los hijos con los padres y de los abuelos con los nietos
disminuía –según creen los hijos de estos-- la angustia de los ancianos a la hora de la muerte, ya que en el
último momento estaban rodeados por toda la familia.21
La reproducción de las condiciones de producción de las familias creció y fue necesario extender el
tamaño de la tierra apta para la siembra hacia otros cultivos como el de la caña. Fue el momento en que la
tierra adquiere un nuevo valor, acelerándose su ocupación. La tierra se convierte en una garantía necesaria
para la obtención de crédito.
Recuerdo que (por 1950) vinieron los del ingenio a hablar con nosotros y nos dijeron que nos iba a ir
mejor con la caña. Se nos ofreció alquilar nuestras tierras y darnos lo necesario para producir, diciéndonos
que la deuda que se adquiría se pagaría sola con la misma producción. Entrevista con el Sr. Ortiz. De
Chiltoyac.
La organización de la producción cañera involucraba la utilización casi permanente de la fuerza de
trabajo asalariada, a través del flujo continuo de recursos crediticios para las diversas actividades del cultivo,
además del ingreso al final de la cosecha. En este contexto, los ejidatarios junto con sus familias asumían
roles de jornaleros o peones, pero a la vez eran socios de esta agroindustria, que les proporcionaba por
primera vez seguridad social y, con el tiempo, pensión. La familia así organizada era dirigida por el jefe de la
misma, a cuyo nombre se firmaba el convenio con el ingenio. Él detentaba los recursos y administraba las
tareas que el ingenio le había asignado. Las mujeres y los niños, así como los ancianos, eran relegados de las
18
19
Véase: Ronzón (2000) en el caso de Tlacolulan, cómo se llevaban los productos agrícolas.
Ver Cantú (2000) en el caso de Chiltoyac como se distribuían las actividades familiares.
20
Muchos ancianos en esta época cuentan los hoy ancianos realizaban arreglos matrimoniales y consejeros,
eran los intermediarios del pueblo ante sus gobernantes y siempre estaban presentes en la vida ritual religiosa
de la localidad resolviendo conflictos de todo tipo.
21
Vázquez (2002), muestra la importancia que tenía para los moribundos el morir en compañía de la familia y
la inseguridad que se vive ahora de morir solo.
4
actividades productivas que requerían de “fuerza y vigor masculinos”.22 Si el anciano estaba en condiciones
físicas adecuadas, era el administrador que desde su casa controlaba los recursos.
El cultivo de la caña no era como el del maíz, porque el de la caña necesitaba a toda la familia para
sacar una buena cosecha. Ahora el ingenio estaba al pendiente para apoyarnos dándonos asistencia técnica y
facilidades para una buena producción. Entrevista con el Sr. Hernández del Pueblito
Antes llevábamos comida al esposo y a los hijos que estaban trabajando a eso del medio día; a partir
de la caña preparamos bastimento desde temprano para que lo lleven a trabajar; ya nosotros no íbamos a la
parcela. Entrevista con la Sra. Benítez del Pueblito.
Con el convenio celebrado con el ingenio, los ejidatarios se insertaron en un proceso de producción
que propició la individualización del ejidatario. Los ingresos provenientes de la caña se distribuían a lo largo
del año, propiciando una mayor seguridad en el sustento de las familias y de los ancianos beneficiarios. La
familia sigue haciéndose cargo del anciano, pero a la vez empieza a verlo como un miembro
institucionalizado; es decir que detrás de él estaba el contrato con el ingenio, el que tenía los documentos de
derechohabiente del IMSS. Empiezan a ser notorios los ancianos minusválidos (no porque antes no existieran,
sino porque simplemente se morían) Por ejemplo, me cuentan que se empezaron a ver ejidatarios con muletas,
en sillas de ruedas, incluso ambulancias que llegan a ir de vez en cuando por algún enfermo grave. Según
algunos informantes, se hace conciencia de que las personas con problemas de salud –generalmente personas
de más edad--, debían ser protegidas ya no sólo por la familia sino también por las instituciones de asistencia
médica. De acuerdo con mis informantes, con el cultivo de la caña se evidencia claramente la declinación
física de los ancianos, pues en el cultivo del maíz había actividades menos pesadas que ellos podían realizar
muy bien, pero con el de la caña, dicen, “los viejos se volvieron más inútiles”. Y es que el trabajo con el
ingenio los sacaba más pronto del proceso de producción. Los hijos varones, al igual que en la anterior
generación, después de casarse llevaban a sus mujeres a casa de sus padres, durante unos años en los que
construían un cuarto aparte pero junto a la casa paterna; posteriormente se “apartan de comida” y sólo muy
entrada la vejez o por alguna enfermedad o muerte del progenitor, tomaban parte activa en las decisiones del
uso de la tierra y su producción. La cantidad y calidad de la tierra que cada hijo heredaba estaba en función de
un orden jerárquico al interior de la familia, que se establecía de acuerdo con las edades. Con excepción del
primogénito, quien era, preferentemente, el heredero inmediato de los derechos agrarios de su padre.23 De
manera que las generaciones nacidas de estos primeros beneficiarios de tierras ejidales se ven en la necesidad
de ejercer presión para demandar tierra, y aunque a través de la ampliación de ejidos algunos logran obtener
una parcela, otros no. Pese a lo anterior, la mayoría permanece en su localidad de origen, al amparo de sus
padres o hermanos mayores cultivando la tierra en calidad de préstamo o renta.
A pesar de que el cultivo de la caña tenía las mejores tierras en las poblaciones de estudio, quedaban
sin ocupar grandes extensiones a orillas de los montes o espacios de difícil acceso para el transporte del
producto. Estas tierras fueron el blanco del personal del Instituto Mexicano del Café (INMECAFÉ), que en
1970 impulsó a los ejidatarios a sembrar café dotándolos de créditos y apoyo técnico.24 A diferencia de la
caña, que sólo involucró oficialmente al jefe de familia con el cual firmaba un contrato el ingenio, el café
involucró directamente a todos los miembros de la familia, especialmente en el corte, donde las mujeres y los
niños al igual que los ancianos cumplen un papel esencial; gracias a esto la familia obtiene ingresos extras. El
café se vio desde un principio como un cultivo familiar, donde el campesino sólo tenía que asegurarse, una
vez sembrada la planta, de cuidar que no hubiera plagas, de limpiar y fertilizar, actividades que bien puede
realizar un anciano sin problemas graves de salud. Los productores de café no recibieron por el hecho de serlo
ningún beneficio en cuanto a servicios médicos; quizás por ello, se dedicaban al cultivo de la caña
simultáneamente. Pero cabe resaltar que con el cultivo del café el anciano reencuentra una forma de
22
El ingenio plantea la necesidad a los ejidatarios que han rebasado los 60 de que se pensionen con el
Instituto México del Seguro Social (IMSS) y nombren a su sucesor con el cual el ingenio firmará sus nuevos
contratos. Cabe mencionar que para recibir este beneficio se requiere ser mayor de 60 años o haber trabajado
con el ingenio 65 años.
23
Véase Núñez (2000:25),
24
Según el estudio hecho por Ramírez y Romero (2002:90), son más de 17 municipios en la región centro los
que cultivan café actualmente, con un total en ellos de 10,000 productores.
5
reintegrarse al proceso productivo, con sus lazos de parentesco, los cuales juegan un papel central en las
transacciones y dinámica mercantil del grano.
Los ejidatarios viejos ante la crisis agrícola, la agroindustria y la migración.
Los beneficios derivados de los cultivos de la caña y el café mantuvieron en relativa prosperidad a las familias
de los ejidatarios de las localidades estudiadas. Sin embargo, a principios de la década de 1990 tanto el café
como la caña de azúcar, entraron en una severa crisis de mercado. En el trascurso de esta década empezó a
ocurrir la venta de tierras o parcelas de cultivo, para costear los gastos de transporte a hijos de ejidatarios que
se iban a trabajar a los estados fronterizos o bien a Estados Unidos, ya que la migración en este país comenzó
a ser la única opción para obtener ingresos. Generalmente, las tierras se vendieron a gente extraña de las
localidades lo que alteró la organización social, debido a que los que compraban no estaban conscientes de
que el derecho de usufructuar la tierra implicaba adquirir ciertas obligaciones de carácter comunitario, como
participar en las faenas y otras formas de trabajo en común en beneficio del ejido y de la comunidad. La
presión demográfica no era lo único que dificultaba el acceso a cultivar la tierra a las nuevas generaciones -en especial, a las nacidas después de los años sesentas--, sino también la desatención gubernamental que
empezó a observarse con el establecimiento del modelo económico neoliberal en la producción de los
principales productos agrícolas. Esto provocó que las familias se vieran afectadas en la captación de ingresos,
debido a la caída de los precios de sus productos, lo que al mismo tiempo se expresó en el escaso nivel de
bienestar alcanzado y en el hecho de que ahora las familias tenían que afrontar la dispersión de sus miembros
debido a la migración. Cabe resaltar en relación con el fenómeno migratorio, el doble papel que la mujer ha
tenido que desempeñar tanto al interior de la familia, donde es padre y madre a la vez, como dentro de su
comunidad, donde tiene que asumir un papel activo con respecto al desarrollo de la actividad agrícola,
asistiendo a asambleas, haciendo tratos, contratando a jornaleros (limpiadores y cortadores), vigilando el
trabajo en las fincas de café o en los cañaverales. Por su parte, los ancianos tuvieron que volver a ocupar su
antiguo rol, ya que ante la ausencia de los hijos, algunos de ellos volvieron nuevamente a hacerse cargo de la
toma de decisiones, acompañados muchas veces por las hijas o los nietos para sacar adelante el trabajo. La
esposa de Julio un ejidatario del Pueblito que emigró comenta: Antes él no me dejaba irlo a ver a la parcela:
ni pensarlo; ahora, como se fue, voy con mi suegro o con mis hijos casi todos los días. Otra mujer de
Chiltoyac me dice: A partir de que él se fue, yo he tenido que ir a la finca a ver como están las tierras, como
trabajo en la capital aseando casas, sólo tengo el fin de semana para vigilarlas y ver lo que haga falta.
Los ancianos como se puede ver están destinados a enfrentar la última etapa de la vida sin sus hijos,
luchando por retenerlos o bien disputando con las nueras y los nietos por el dinero que envían los que han
emigrado, que si bien sirve para satisfacer algunas de las necesidades básicas de la familia, como alimento y
vestido, medicinas, cubrir deudas, reparar la casa, pagar teléfono, aparatos eléctricos o comprar una
camioneta, resulta poco para compensar la soledad y el abandono en momentos de dolor y de tristeza.
Reflexionando la información
A través de los cambios en los cultivos y las crisis agrícolas que desde hace 8 décadas se han dado desde la
aparición del ejido, he querido reconstruir algunos de los aspectos centrales del envejecimiento en el campo.
De acuerdo a la información presentada, observo tres formas distintas de vejez rural. Una de éstas se
encuentra muy ligada a los cultivos llamados de autoconsumo --maíz, fríjol, chile, calabaza y haba, entre
otros--, a las tradiciones, costumbres, organización familiar y comunal de los ancianos, a la lógica de
subsistencia, donde cada miembro de la familia contribuye al ingreso familiar y a resolver las necesidades
más comunes de la unidad doméstica. En la generación de estos ancianos se podría decir que la tierra era el
medio de producción más valioso, al que no sólo se hace producir, sino también se le confiere un valor
sagrado. De ahí que cultivar la tierra fuera vital como forma de identidad y respeto: se era en cuanto se
cultivaba la tierra y se compartían con los demás los mismos problemas, derechos y obligaciones en cuanto a
los cultivos. Encuentro una concordancia significativa entre el respeto a los ancianos, el rol que
desempeñaban, el valor que se le daba a la tierra y la dinámica que se desarrollaba por las relaciones
generadas.25 El anciano no sólo cumplía la función de capitalizador del conocimiento agrícola, sino de
25
Quesnel (1998:122) Afirma que: “…cuando el jefe del grupo doméstico controla la mano de obra familiar
durante la ejecución de los trabajos agrícolas, se ve, por una parte, investido del control de la reproducción
6
depositario de la experiencia colectiva; era el elemento de filiación e identificación familiar: Hilaría Ávila me
decía cuando le preguntaba quiénes eran las personas que habían pasado saludándonos: “Son los hijos de don
José de la parcela sembrada de caña que esta a la entrada a orilla de la carretera.” Ellos son del barrio cuarto
de los cafetales del viejo Darío.”
A partir del cultivo de la caña, encontré una diferente forma de vejez rural, configurada tanto por
elementos propios como por elementos ajenos a la comunidad. Según los ancianos que entrevisté, ya no es el
ejidatario quien decide cómo y cuándo y qué sembrar, cuándo cosechar y quiénes van a participar en estas
labores; sus conocimientos sobre el campo y sus tareas, ahora están supeditadas a los técnicos e ingenieros
agrícolas del ingenio. Por si esto fuera poco hay que agregar las fluctuaciones en los precios de sus productos,
que provocan inseguridad e incertidumbre de cuándo y cuánto es con lo que se cuenta al final de todo el
proceso de cultivo. Lo anterior provoca una inutilidad física y social que se deja sentir en el interior de las
familias en el respeto y el sistema de valores tradicionales, especialmente en el cuidado y atención hacia los
padres.
Francisca Espinosa del Pueblito de 78 años dice: Antes, cuando los papás de uno enfermaban, uno
mismo era quien los cuidaba: les preparaba su comida, los apoyaba moralmente. Ahora, los hijos se cansan
bien rápido de uno y aunque sí los ayudan, lo hacen de mala gana. Si bien nos va, nos mandan al hospital.
Los ancianos dejaron la autoridad y el control de la tierra y de la familia en manos del dominio
burocrático del ingenio, del IMSS, de las oficinas gubernamentales, comités, etc. El anciano era sólo un
administrador del ingenio, un derechohabiente del IMSS, un productor del INMECAFE. La familia y la
comunidad se vieron en la necesidad de incorporar nuevos elementos organizativos y nuevas formas de
trabajo y cultivos, necesarios para poder continuar su proceso de reproducción. La concentración de las
decisiones en los ancianos de la comunidad, poco a poco fue pasando a las oficinas administrativas de la
capital, en donde se necesita leer y escribir para resolver cualquier problema agrario, crediticio o judicial con
relación al usufructo y cultivo de la tierra. Esto creó nuevas posiciones de prestigio que antes tenían los
ancianos, permitiendo la inclusión de jóvenes, que si bien no contaban con la experiencia, sabían escribir y
movilizarse más rápidamente en la ciudad, no le temían a la burla, al estigma y la desacreditación. Aquí el
anciano, a diferencia de la anterior generación, tuvo que negociar más con sus hijos y familiares todo lo
relativo a su cuidado y atención, y llegar a arreglos muy bien pensados con sus familiares en lo que a
repartición, cultivos y cesión de derechos se refiere.
Por último, otra forma de vejez rural ocurre en la década de 1990 y esta fuertemente ligada a la crisis
agrícola y a la migración. En estas circunstancias, el anciano, espera colaborar con su familia, especialmente
en el cuidado de la misma y velar por la reputación de esta.26 Para los ancianos de esta coyuntura, su propio
cuidado y atención es cada vez más inseguro, pues no pueden saber quiénes de sus hijos permanecerán con
ellos y tratarán de mantenerlos hasta el final de sus días, muchos de ellos sólo ven a sus hijos cuando ellos
están muy enfermos. Por lo tanto, como ejidatario de una parcela de cultivo, tendrá que considerar
globalmente las diferentes opciones migratorias de sus hijos, y tratar de asegurar el control y la redistribución
de los flujos de riqueza que puedan generar cada uno de los miembros de la familia. En este sentido, sus
negociaciones con cada uno de los miembros de la familia serán cada vez más personalizadas, con deberes y
acuerdos recíprocos entre ellos y no normadas ya por la organización social de la comunidad o el ejido, sino
más bien a través de un contrato implícito e intemporal, correspondiente a los requerimientos de uno y otros a
lo largo de todo el ciclo vital. Por otra parte, los programas gubernamentales de apoyo al campo, sólo habrán
propiciado desigualdades entre las diferentes familias que realizaron gestiones para ser beneficiados con ellos,
rompiendo la solidaridad intergeneracional e interfamiliar. Todas estas nuevas situaciones redefinirán la
demográfica efectuada al interior de su grupo y, por otra, obligado a cubrir los cargos que pesan sobre el
grupo doméstico, en particular aquéllos ligados a la educación y salud de los hijos…”
26
Cuando el migrante es casado, opta por dejar a la esposa con sus padres con la finalidad de que tenga un
respaldo moral y garantice ante los demás que no puede meterse con otro hombre en su ausencia; incluso, las
remesas de dinero que se envían pueden estar dirigidas a los padres, quienes se encargarán de distribuirlas de
acuerdo a las necesidades que el hijo considere esenciales. Si los suegros no existieran, la esposa se iría con
sus padres para ratificar la fidelidad a su esposo. Una mujer sola con hijos “da de qué hablar” en estas
comunidades.
7
organización social y los lazos de solidaridad a que estaban acostumbrados los integrantes de la misma, pues
cada vez será más difícil que los hijos se inscriban en las estrategias familiares de subsistencia, especialmente
cuando la producción agrícola ya no es la actividad primordial alrededor de la cual se organiza la vida social y
económica de la familia y del conjunto de la población. Es significativo no dejar de lado el impacto de la
escuela en las sociedades agrarias. Para la mayoría de las familias rurales mandar al hijo a la escuela era una
inversión muy incierta y a muy largo plazo, que operaba como un amortiguador de la presión territorial (al
menos provisionalmente); donde el niño pasaba de ser productor a ser consumidor. Esto debido a que los
jóvenes al ir a la escuela transformaban sus aspiraciones hacia el campo empujándolos hacia los empleos
urbanos, (considerados más modernos, descansados y rentables) suscitando el éxodo rural.27
Delfino, un anciano de 78 años del Pueblito, que todavía trabaja en su parcela, me contestó cuando le
pregunté de que porqué todavía trabajaba: Ahora ya nadie quiere ser campesino, prefiere ser chofer,
comerciante o irse para la ciudad a trabajar en algún empleo o trabajar en el campo pero en los Estados
Unidos ganando dólares. Por eso sigo trabajando porque ya no hay nadie que quiera hacer este trabajo.
Con una actividad distinta a la de sus padres o bien, trabajando fuera de su tierra de origen, lejos del control
de sus padres, los hijos se volvieron más independientes. De modo que la temporalidad y el contenido
efectivo de los flujos de riqueza intergeneracionales tradicionales, hasta entonces en beneficio de los padres,
se alteraron: los padres ya no se benefician más que por las transferencias de bienes y servicios por parte de
sus hijos. Ello repercute grandemente en la atención y cuidado de los padres especialmente cuando éstos están
ancianos.
El respeto y ayuda que promuevan hacia sí los ancianos dependerá del amparo que hayan prodigado
como padres, del sostén económico, moral y religioso28 que hayan dado a sus hijos al inicio de su trayectoria
personal (apoyo en sus estudios,29 financiamiento para poder migrar,30 organización de la fiesta de
matrimonio, cuidado de los hijos durante su ausencia, supervisión en la construcción de la casa, etc.). Luego
entonces, los ancianos no pueden precipitarse en ceder sus escasos bienes (un animal, dar estudios, un solar,
nombrar herederos o sucesores de derechos) hasta no tener bien estudiado y medido el alcance de su decisión.
Generalmente, como lo demuestra Quesnel (2001:12), ahora la decisión ya no es por el primogénito ahora es a
favor de la esposa,31 seguida por el hijo mayor. El lugar cada vez más importante de las mujeres en las
actividades agrícolas, con frecuencia a una edad avanzada, 32 ya que la mayoría de ellas acceden a la tierra
como esposas de los ejidatarios, probablemente por un corto periodo, ha generado cambios en lo que a
transferir la herencia se refiere; en este caso, la madre puede ratificar las posiciones que han sido tomadas en
términos de ayudas recíprocas entre el padre y los hijos, o bien, privilegiar a algún otro hijo o a los nietos que
están ya en condiciones de trabajar la tierra y estar cerca de ella. Los ancianos que no tienen tierra tendrán que
decidirse por alguna de las siguientes opciones: desplazarse en dirección de los mercados de trabajo donde sus
27
Hay que hacer notar que por lo reducido del mercado laboral o por lo difícil que es para la familia
mantener a los hijos en la escuela, o bien, por la ilusión del pago en épocas de cosecha o por la migración
hacia los mercados laborales, especialmente en los jóvenes en edades de 15 a 30 años, se da el proceso de
desescolarización.
28
Los principios religiosos como mecanismo que fortalece el compromiso entre padres e hijos, son esenciales
cuando ya no hay beneficios materiales o económicos que apoyen.
29
La escolarización de los hijos es vista por los ejidatarios como una inversión muy incierta y a muy largo
plazo. Como bien lo expresa Quesnel (1998:126), el niño pasa de ser productor a ser consumidor. Más tarde
su actividad tenderá a ejercerse de manera independiente a la de sus padres y, las más de las veces, en otros
sectores productivos.
30
Algunos ancianos se involucran en el desplazamiento de sus hijos financiando el viaje e inscribiéndolos en
una perspectiva de retorno. Las ayudas y las obligaciones serán aceptadas de un lado y del otro.
31
En un estudio hecho por la Procuraduría Agraria y citado por Robles (2000) se muestra que las mujeres
representan el 17.8% de los ejidatarios y que han recibido el 78% de las parcelas en herencia, bien por parte
de su esposo (50%), de su padre (25%) o de su madre (11%). La herencia en beneficio de la esposa es una
manera de diferir la decisión el mayor tiempo posible; sobre todo después de la reforma de la ley agraria, en
que los conflictos en torno al patrimonio de la tierra son latentes.
32
La creciente participación de las mujeres en la actividad agrícola, ha dado aseguramiento a la subsistencia
de la familia, al prodigar crianza para los hijos y cuidado a los ancianos, pero también ha podido sustituir a las
generaciones jóvenes que ya no participan de la producción agrícola.
8
hijos laboran y seguir trabajando o apoyar con el cuidado de los nietos, el aseo y cuidado del hogar en las
zonas periféricas, o permanecer en su localidad de origen, trabajando o viviendo de la buena voluntad de las
personas que les rodean o haciendo un uso muy racionado de las remesas que envían sus hijos.
A través de estas tres formas, los ancianos miden y evalúan los posibles efectos y esperanza de vida
en su localidad. Y mientras se tenga la posibilidad de cultivar la tierra, existirán familias que cuidarán de los
ancianos apoyadas por remesas de quienes trabajan lejos del pueblo, del rancho, de la comunidad, y los viejos
seguirán resistiendo ahí con sus propias aunque amenazadas costumbres y percepciones de la vida. Quizás
cambie su organización económica o se den sustituciones de un cultivo por otro, quizás se pase de una lógica
de subsistencia a una lógica de la ganancia o se rompa la relación directa con la tierra, o se les asigne
participaciones distintas, que ya no dependen de la localidad, sino de elementos externos a esta. Cualquiera
que fuese la situación, al anciano lo encontraremos luchando por mantener su deteriorada estructura familiar,
incluso, a pesar del fuerte riesgo o cumplida amenaza de ruptura y fragmentación de la misma en los últimos
tiempos. El problema en este momento para el anciano del campo es la disyuntiva de continuar fraccionando
la totalidad de sus tierras entre sus hijos, o seguir detentando el control de su parcela (por lo menos, de una
parte de ella). O en el último de los casos, tratar de vender su agotada fuerza de trabajo, que es lo único que le
quedaría por vender.
Con base en lo anterior, es necesario plantearse: ¿Qué nuevas formas de vejez rural nos faltan por
observar en el campo mexicano, tomando en cuenta que día a día se insertan más dinámicas urbanas en las
sociedades agrarias? ¿Serán los ancianos el componente clave de la fuerza laboral del campo mexicano?
¿Cuáles son las condiciones que permearán en la captación de recursos de las generaciones más jóvenes en
provecho de las más viejas? ¿Cómo asegurar el bienestar de estas últimas? ¿Qué políticas públicas se tendrán
que implementar para el caso de la vejez en estos contextos?33 ¿Cuál va a ser el destino a corto y mediano
plazo de estos ancianos rurales cuyos hijos se ven obligados a migrar?
Independientemente de la respuesta que se dé a estas interrogantes, es claro que el impacto del
proceso de envejecimiento en el contexto rural será más agudo, debido a los drásticos cambios demográficos
que se viven y a las condiciones limitadas de flexibilidad socioeconómica, debido a las circunstancias
ambientales, culturales, y políticas de estas localidades.
33
Al respecto, creo que será necesario fortalecer la cohesión comunitaria y la creación de organismos locales
que den respuesta a las necesidades específicas de cada localidad.
9
Pirámide de edad de la población en localidades menores a 2500 habitantes
Pirámide de edad de ejidatarios
Edades
Más de 65
De 60 a 65
De 55 a 60
De 50 a 55
De 45 a 50
De 40 a 45
De 35 a 40
De 30 a 35
De 25 a 30
De 20 a 25
Menos de 20
Hombres
Mujeres
Gráfica: Principal actividad
Fuente: Elaborado por la DGEP, PA, con datos del INEGI
Empleado público o de servicios
Personal téc. o espec.
Comerciante o vendedor
Oficio o empresario
Cría animales
Empleado temporal
Sin actividad
Cultiva la tierra
-
10
20
30
40
50
60
(%)
10
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