Cosméticos de higiene

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Cosmetología.
Tema 3: Los Cosméticos de Higiene y Complementarios.
Jorge Martínez Fraga.
Nivel Medio • CFGM de Peluquería • 14 de abril de 2012
www.elmodernoprometeo.es - elmodernoprometeo.blogspot.com
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Contenido
Cosméticos de Higiene.
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CARACTERÍSTICAS GENERALES.
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Introducción.
5
Procedencia de la suciedad.
5
Características del cabello: depósitos de suciedad.
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Cosméticos de higiene.
8
El champú.
8
Principios activos: detergentes y suciedad.
8
Limpieza por disolución.
9
Limpieza por adherencia y adsorción.
10
Tensoactivos de un champú.
10
Tensoactivos aniónicos.
10
Tensoactivos catiónicos.
11
Tensoactivos no iónicos.
11
Tensoactivos anfóteros.
12
Excipientes y formas cosméticas.
12
Aditivos y correctores.
13
Champúes especiales, componentes especiales.
14
Cosméticos complementarios a la higiene.
16
Acondicionadores.
16
Deterioro del cabello y acondicionamiento.
16
Principios activos acondicionadores.
17
3
Lípidos y grasas.
17
Hidrolizados de proteínas.
19
Derivados del amonio cuaternizado.
19
Varios activos, un solo producto.
19
Excipientes y formas cosméticas.
20
Aditivos y correctores.
20
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Cosméticos de Higiene.
Composición y estructura de los cosméticos de higiene y complementarios.
CARACTERÍSTICAS GENERALES.
Introducción.
Los cosméticos de higiene, tanto capilar o facial, como corporal, son posiblemente los más
demandados. Prácticamente todo el mundo utiliza este tipo de cosméticos, generalmente
varias veces al día, se trata de un producto de consumo habitual y presente permanentemente,
en alguna de sus formas cosméticas, dentro de nuestros hogares.
En este tema analizaremos los principales tipos de cosméticos de higiene, especialmente los
destinados al cabello y en sus diversas presentaciones, desde los champúes clásicos a los
destinados a tratamientos capilares básicos.
Además, analizaremos ciertos cosméticos que complementan la acción de estos cosméticos de
higiene, tales como los acondicionadores capilares.
Procedencia de la suciedad.
¿Por qué se ensucia nuestra piel y nuestro pelo? ¿De donde proviene la suciedad que, poco a
poco, va cubriendo nuestra superficie cutánea y nos obliga a usar cosméticos de higiene para
mantenerla limpia y cuidada?
Tendemos a pensar que la suciedad proviene exclusivamente del exterior, de las sustancias
con las que entramos en contacto, contaminantes, polvo, humo, etc. Y es cierto, estas fuentes
de suciedad existen y son muy importantes. Pero no
debemos olvidar que parte de las suciedad proviene
también de nuestra propia piel, es decir, la piel,
mediante su actividad diaria, aporta ciertos
componentes que la ensucian o colaboran en el
aumento de la suciedad.
En resumen, podemos decir que la suciedad que se
acumula sobre nuestra piel y cabello tiene dos orígenes fundamentales, pudiendo hablar de
suciedad de origen exógeno y suciedad de origen endógeno.
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Como decíamos, la suciedad exógena es fundamentalmente ambiental y estamos
continuamente en contacto con sustancias que se depositan sobre la piel, provocando que se
acumule suciedad. En nuestro quehacer diario tocamos
diferentes productos que aportan suciedad, superficies o
sustancias, incluso otros organismos, desde nuestras
mascotas hasta microorganismos invisibles que viven sobre
el sustrato que pisamos o sobre la mesa en la que nos
apoyamos.
Además, el aire está cargado de partículas de polvo, polen,
sustancias químicas en suspensión que formarán vapores y humos, en ocasiones visibles, en
ocasiones imperceptibles, pero que en todo caso podrán depositarse sobre la superficie de
nuestro cuerpo, sobre la piel o sobre el pelo. Aportarán tanto suciedad visible, como suciedad
invisible y ciertos olores característicos, tanto directos como derivados de su descomposición
por parte de los microorganismos que viven sobre nuestra piel.
Otra parte de la contaminación exógena deriva de productos que usamos de forma habitual y
nos aplicamos continuamente. Los maquillajes, las lacas, incluso los perfumes, dejan sobre
nuestra piel un rastro de componentes que se irán acumulando y que debemos eliminar
convenientemente mediante algún tipo de producto de higiene.
Pero la suciedad endógena también es muy importante. Se trata de todo aquello que se
acumula sobre la piel y que deriva de su actividad fisiológica. Quizás el componente más
característico sea la grasa, procedente de las glándulas sebáceas. Formará una película sobre
la piel, unido a otros componentes como el sudor, con el que se emulsiona formando lo que se
denomina emulsión epicutánea. Esta grasa actuará no
solo como hidratante, también supone un manto
adherente al que se podrán fijar contaminantes
ambientales. Además, la descomposición de estas grasas
y su acumulación supone un tipo de suciedad en si
misma. Que será, además, más perceptible en pieles con
especial tendencia a segregar grasas.
También se acumulan sobre la piel otros detritos endógenos, como los restos de células
muertas y descamadas o parte del cemento intercelular fabricado por la epidermis. Y por
supuesto, restos de las secreciones sudorales ecrinas (en todo el cuerpo) y apocrinas (en las
zonas axilares y anogenitales). Estos compuestos son en si bien inodoros (el sudor ecrino) o
con cierto olor no necesariamente desagradable (el sudor aprocino), sin embargo las
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descomposiciones del mismo por parte de los microorganismos que viven sobre la piel
originará olores desagradables que debemos eliminar, enmascarar o controlar.
Debemos tener en cuenta que la secreción sebácea endógena, aunque constituya un aporte de
suciedad, cumple una función muy importante, siendo trascendental en la hidratación de la
piel. Por lo tanto, no puede ser eliminada totalmente y si es retirada en todo o en parte, deberá
ser repuesta para evitar efectos adversos (fundamentalmente deshidratación y resecamiento).
Además el cosmético de higiene no debe variar las condiciones fisiológicas de la piel, sobre
todo su pH (recordemos que ronda el pH 5,5).
Características del cabello: depósitos de suciedad.
La suciedad en general de la piel, como hemos visto, es un asunto importante. Pero también
el cabello posee unas características un poco especiales que tendremos que considerar.
Por una parte, tendemos a olvidar la gran superficie de
contacto con el exterior que supone el cabello. Pensemos que
una cabellera humana normal posee más de cien mil cabello.
Estos pueden tener una longitud muy variable en función del
tipo de corte, pero en melenas largas cada pelo puede suponer
más de un metro.
Si hacemos un cálculo rápido y consideramos 120000 cabello
de 50cm cada uno y con diámetro médio de 0,1mm obtendremos que todos los pelos de la
cabeza suponen una superficie de nada menos que 20 metros cuadrados (diez veces más que
toda la superficie de la piel, por ejemplo).
Además, todo el pelo se encuentra impregnado de secreción sebácea (las glándulas sebáceas
son especialmente grandes y abundantes en el cuero cabelludo). Lo que origina que sea una
superficie especialmente adherente para la suciedad exógena y endógena.
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COSMÉTICOS DE HIGIENE.
El champú.
El champú es el cosmético de higiene capilar más habitual. Su función es, básicamente,
eliminar la suciedad acumulada sobre el cabello.
Analizaremos los componentes más habituales del
champú, comenzando por sus principios activos, para
seguir posteriormente los aditivos y correctores
imprescindibles o necesarios y con los excipientes más
habituales y las formas cosméticas en las que suelen
aparecer.
Principios activos: detergentes y suciedad.
Los cosméticos de higiene tienen como función limpiar y dejar en buen estado la piel y en su
caso el cabello y cuero cabelludo. Para ello, deben ser capaces de arrancar la suciedad que se
acumula sobre la superficie. Esta se encontrará adherida por fuerzas electrostáticas
relativamente débiles, pero muy abundantes, lo que hace que la suciedad sea difícil de
arrancar.
Para eliminar la suciedad de la superficie de la piel se usarán sustancias denominadas
detergentes. Y las sustancias usadas por su capacidad de detergencia son los tensoacivos. Ya
hemos estudiado en su momento estas moléculas y su propiedad detergente. Recordamos el
esquema:
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Es decir, el principio activo de todos los cosméticos de higiene será un tensoactivo o una
sustancia con propiedades tensoactivas. Se aprovechará, además, otras dos de las propiedades
de los tensoactivos: la propiedad humectante, que ayudará al producto a extenderse por la
superficie de la piel y la propiedad espumante, que aportará la espuma característica de la
mayor parte de los productos de higiene. Recordemos que la espuma no posee en si misma
capacidad de limpieza, aunque se plantea que la
formación de una capa de gas entre la suciedad y
la superficie de la piel colabore en el proceso.
Además, hace a estos cosméticos más agradables
de usar.
Para que el proceso de limpieza sea eficaz
debemos facilitar la penetración del tensoactivo
en la suciedad. Por eso, el proceso de frotado ayuda en la limpieza. Cuando usamos un
producto de higiene bien frotamos unas zonas de piel con otras (como en el caso de la
limpieza de las manos), bien nos ayudamos de algún objeto como una esponja o, en casos de
suciedad muy adherida, un abrasivo como la piedra pómez.
También colabora en la limpieza el calor. A mayor temperatura, mayor capacidad de actuación
del producto químico. Es lógico, ya que se trata de un proceso físico-químico y la velocidad de
las reacciones químicas, de media, se duplica al subir la temperatura diez grados. Por lo cual,
usando el cosmético de higiene en caliente aumentamos su eficacia (para ello usamos,
generalmente, agua caliente).
Para la labor de arrastre usamos agua corriente. A mayor corriente de agua, más eficaz resulta
el aclarado. Por eso la ducha es más eficaz eliminando la suciedad.
Limpieza por disolución.
Existen componentes en algunos cosméticos de higiene que no actúan emulsionando la
suciedad, sino ayudando a solubilizarla en otro medio. Es decir, aportan un medio en el que la
suciedad o los componentes más importantes de la misma pueden solubilizarse.
El ejemplo más clásico son los soportes impregnados. Incorporan un principio activo capaz
de disolver las grasas, generalmente mezclas alcohólicas. Al entrar en contacto con la
suciedad, esta se disuelve total o parcialmente en esta mezcla alcohólica y queda de este modo
incluida dentro del soporte impregnado.
Es el modo de actuación de las toallitas desmaquillantes y toallitas limpiadoras. La suciedad
queda disuelta dentro de la toallita, retirándose así de la piel.
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Limpieza por adherencia y adsorción.
Algunos productos cosméticos retiran parte de la suciedad por un proceso de adsorción, es
decir, parte de la suciedad queda adherida a pequeñas partículas que conforman el activo del
cosmético. Es el caso de los cosméticos de higiene en polvo: están constituidos por polvos,
generalmente inertes, a los que se adsorbe la suciedad, sobre todo la suciedad de naturaleza
grasa.
Tensoactivos de un champú.
Normalmente en un champú no encontraremos un solo tensoactivo como principio activo,
sino varios tensoactivos unidos.
Recordemos que podemos encontrar cuatro tipos de tensoactivos diferentes según su carga
eléctrica: aniónicos (carga negativa), catiónicos (carga positiva), neutros (sin carga) y
anfóteros (carga positiva y negativa en la misma molécula). Cada uno tiene una serie de
propiedades que lo hacen más o menos adecuado para un champú.
Tensoactivos aniónicos.
Los tensoactivos aniónicos son, sin lugar a dudas, los principios activos más comunes y
abundantes en este tipo de cosméticos de higiene. En general, tienen una buena capacidad
detergente, es decir, eliminan con facilidad la suciedad adherida al pelo.
Suelen usarse tensoactivos anoinicos sulfurados de cadena media o larga, como el lauril
sulfato sódico,, o el lauril eter sulfato sódico. Otros menos comunes son los sulfosuccinatos.
Además de buenos detergentes, la mayor parte son buenos espumantes (generan cantidades
importantes de espuma).
Su gran capacidad detergente hace que no solo elimine gran cantidad de suciedad, sino que
también elimine buena parte de la grasa natural del pelo y del cuero cabelludo, lo que
ocasiona que puedan resultar muy deshidratantes, incluso agresivos (provocando escamas
abiertas en el pelo, descamación del cuero cabelludo, etc.).
Por eso, suelen acompañarse de sustancias grasas que restituyen parte de los lípidos cutáneos
y capilares perdidos. Otra opción muy habitual es sustituir una parte de los detergentes
aniónicos por otros tensoactivos menos agresivos y desengrasantes.
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Por los demás suelen ser bien tolerados por la piel y no resultan demasiado agresivos con las
mucosas o semimucosas, sobre todo la conjuntiva ocular (que es muy delicada).
Tensoactivos catiónicos.
Los tensoactivos catiónicos son aquellos que tienen carga positiva en su molécula.
Químicamente suelen corresponder a derivados del amonio cuaternario (o cuaternizado), es
decir, son aminas (podemos encontrarlos nombrados como
poliquaternium seguido de un número, que representa el tamaño de la
molécula).
Tienen varios inconvenientes que los hacen poco adecuados para ser el
tensoactivo principal de un champú. El primero, que son bastante
irritantes sobre la conjuntiva ocular. Además, su capacidad detergente es bastante limitada,
por lo que no es óptimo a la hora de eliminar la suciedad. Por último, en general no son
buenos espumantes.
Además, es incompatible con los tensoactivos aniónicos, es decir, no se pueden mezclar
cantidades importantes de tensoactivos aniónicos y catiónicos.
Sin embargo, son muy compatibles con el pelo, poseen gran afinidad por la queratina
(uniéndose a ella), lo cual unido a que no son muy desengrasantes hacen que actúen como
buenos emolientes y suavizantes. Esto, unido a que multitud de microorganismos no toleran
este tipo de tensoactivos, hace que se usen de modo habitual como componentes secundarios
de este tipo de cosméticos.
Tensoactivos no iónicos.
Los tensoactivos no iónicos son muy compatibles con la piel y el pelo, tienen propiedades
emolientes y no tienden a resecarlos. Sin embargo, su escasa capacidad detergente hace que
no puedan ser usado como tensoactivos o detergentes principales.
Sin embargo, son muy habituales como detergentes secundarios (para rebajar la cantidad de
tensoactivo aniónico y no hacer el champú tan agresivo). Muchos son muy buenos
espumantes, lo que hacen que aporte al cosmético buenas propiedades en general.
Los tensoactivos no iónicos pueden pertenecer a multitud de familias químicas diferentes.
Pueden ser polialcoholes, aldehidos de cadena larga, cetonas y
policetonas y poliéteres. De todos ellos encontraríamos ejemplos
frecuentes en la formulación de champúes.
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Tensoactivos anfóteros.
Por último, los tensoactivos anfóteros presentan carga positiva y negativa en la misma
molécula. Suelen ser productos químicos derivados de la betaína (como la cocamidopropil
betaína, en la imagen adyacente) o de los aminoácidos; en cualquier caso, nos referimos a
compuestos que incorporan un grupo amina, que será la que adquiera carga positiva y un
grupo ácido (ácido orgánico) que será el que adquiera carga negativa.
Su carga eléctrica depende, entre otras cosas, del pH del medio. Esto hace que sean algo
inestables, pues cambios de pH pueden cambiar su forma química y variar su actuación.
Por lo demás, son detergentes bastante eficaces (no tanto como los aniónicos) y no presentan
excesiva agresividad con el pelo, la piel ni la conjuntiva ocular.
Un problema añadido a su inestabilidad es que su precio suele resultar significativamente más
elevado que el de los tensoactivos aniónicos clásicos.
No es habitual que formen el tensoactivo principal de un champú, salvo en casos de champúes
especiales (suaves, para cabellos muy dañados, por ejemplo), pero son con frecuencia
detergentes secundarios, ya que permiten retirar parte de los tensoactivos aniónicos resultado
menos agresivos.
Excipientes y formas cosméticas.
El excipiente más habitual en los cosméticos es el agua, en el que se disuelven la mayor parte
de los componentes, junto con una fracción grasa en la que se incluirán todos los compuestas
liposolubles o no totalmente hidrosolubles. La fracción acuosa y grasa se encontrarán
emulsionadas (debemos tener en cuenta que los principios activos, en si mismos, son
emulgentes y por lo tanto facilitan la formación de emulsiones).
Podemos encontrar otros excipientes que cambiarán la forma cosmética del producto. Por
ejemplo, excipientes sólidos con los que se mezclan compuestos detergentes sólidos (los
tensoactivos aniónicos pueden aparecer en estado sólido).
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Aditivos y correctores.
En los cosméticos de higiene capilar existen una serie de aditivos y correctores que
aparecerán de manera habitual y sin los cuales el cosmético no sería funcional o presentaría
serias deficiencias.
Por una parte, ya hemos indicado que los detergentes, al eliminar la suciedad grasa, también
eliminan la suciedad de la piel. Por eso es muy frecuente que el champú incorpore algún tipo
de agente suavizante o emoliente, capaz de reponer, al menos en parte, la grasa perdida o
eliminada.
El sistema más habitual de aportar suavidad y emoliencia al pelo es la incorporación de grasas
o lípidos. Recordemos que estos pueden ser de origen animal, como la lanolina y sus
derivados o el escualeno. De origen vegetal, muy comunes en estos cosméticos, como los
aceites de almendras, de coco o incluso de aloe. Las grasas minerales (como las vaselinas) son
menos frecuentes. También encontraremos ocasionalmente grasas sintéticas o semisintéticas
como el miristato de isopropilo. De sus características hablaremos más en profundidad en el
apartado dedicado a los acondicionadores, por ser sus principios activos más comunes.
Dado que el excipiente principal es el agua, debe existir algún componente capaz de
aumentar la viscosidad para hacer el producto fácil de usar. Pueden usarse polímeros acrílicos
y vinílicos, pero resulta más sencillo (y económico) añadir cloruro sódico o alguna sal similar,
que al actuar con los tensoactivos provocará un aumento de la viscosidad.
Con esta carga de grasas, resulta indispensable en este cosmético la presencia de algún agente
antioxidante que evite que las grasas se enrancien. La vitamina C (ácido ascórbico), el
butilhidroxianisol (BHA), o el butilhidroxitolueno (BHT) son relativamente comunes.
Otro compuesto importante es el antimicrobiano, que evitará que los microorganismos
crezcan aprovechando la materia orgánica. Los más habituales son los derivados del ácido
paraaminobenzóico (parabenes).
El pH del cosmético es trascendental. No solo porque variaciones de pH pueden tornar
inestables algunos compuestos, como los tensoactivos anfóteros. Además, deben adaptarse al
pH de la piel y el cuero cabelludo, que suele rondar los valores entre 5 y 6.
Los tensoactivos aniónicos son muy sensibles a los cationes metálicos bivalentes, que los
pueden hacer precipitar, estropeándose el champú y rompiéndose la emulsión. Se evitará con
la adicción de un secuestrante de iones metálicos, como el EDTA.
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No es infrecuente encontrar entre los componentes alcoholes grasos de cadena larga, usados
entre otras cosas como opacificantes, es decir, para darle colores más oscuros y perlados. Para
este fin se añaden, así mismo, colorantes.
Los perfumes no son esenciales, pero si muy importantes a la hora de hacer el producto más
agradable de usar. Deben ser acordes con los colorantes y con el etiquetado (un champú que
anuncia componentes vegetales debe poseer olores frescos y florales, por ejemplo).
Champúes especiales, componentes especiales.
En el mercado nos encontramos con diferentes tipos de champúes específicos con funciones
accesorias concretas.
El ejemplo más habitual es el champú con acondicionador, o sus versiones, como los
champúes para cabellos dañados o para cabello seco. Su composición no varía en exceso de
los champúes normales, salvo por el hecho de que poseen cantidades más elevadas de
emolientes y en ocasiones detergentes más suaves.
Otro champú bastante común es el usado para cabellos grasos. En este caso los detergentes
son más agresivos y pueden incorporar activos que frenen las secreciones sebáceas,
fundamentalmente astringentes, como por ejemplo el estracto de hammamelis. Para eliminar
el exceso de grasa se usan compuestos azufrados como la tioxolona o la cisteína
(antiguamente se usaban champúes con azufre suspendido, pero resultan muy agresivos para
la piel y han caído en desuso).
Una afección capilar muy común es la caspa, técnicamente conocida como pitiriasis (aunque
el término no se usa a nivel médico). Un champú antipitiriásico debe incluir en su
composición agentes capaces de degradar o eliminar las
escamas de caspa. Para ello se incluyen queratolíticos. Los más
comunes son los queratolíticos químicos, generalmente de la
familia de los alfa-hidroxiácidos, como el ácido glicólico. La
opción de los exfoliantes físicos, que degradan las escamas por
roce, es menos adecuada a la hora de formular un champú
(aunque podemos encontrar agentes queratolíticos físicos en
algunas formulaciones, como huesos de fruta pulverizados,
esferas de polietileno o polvo de sílice).
Si la pitiriasis es seca, este agente, añadido a un agente hidratante o emoliente puede ser
suficiente para remitir el efecto. En cambio, si se trata de pitiriasis grasa, debe incluirse algún
activo antigrasa de los ya analizados el los champúes para cabellos grasos.
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Los champúes para niños suelen incorporar activos detergentes muy suaves y su pH se
aproximará más al pH 7, para que no provoque irritación de la conjuntiva ocular.
Un champú para cabellos teñidos llevará activos hidratantes y emolientes como los estudiados
en acondicionadores y tendrán un pH ligeramente más ácido para compensar la alcalinidad
producida en la zona durante el proceso de tinción.
Los champúes antiparasitarios, es decir, los antipiojos, incorporarán algún activo que
elimine a estos insectos. Los activos clásicamente más usados son los derivados del malation y
de las piretrinas. Pero tienen un inconveniente: su toxicidad para los humanos es reducida,
pero no nula, por lo que debe evitarse su uso preventivo. Es decir, solo deben usarse cuando
estemos seguros de padecer una infestación de piojos, ya que su uso en
exceso puede resultar perjudicial (sobre todo en niños). Quizás el mejor
sistema antiparasitario esté en el uso de lociones posteriores al champú,
encontrándonos hoy en día con algunas que incorporan sencillamente una
silicona que recubrirá el cuero cabelludo y asfixiará a piojos y liendres sin
apenas causar trastornos en nuestra piel.
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COSMÉTICOS COMPLEMENTARIOS A LA HIGIENE.
Acondicionadores.
Deterioro del cabello y acondicionamiento.
Los acondicionadores son cosméticos encargados de devolver al pelo la suavidad y brillo
naturales, que tienden a perderse en el día a día.
Podemos dividir las causas de deterioro en dos grandes grupos: causas físicas y causas
químicas.
Las causas físicas más comunes son las ambientales. El exceso de calor o de frío, la humedad o
sequedad, el uso de secadores (sobre todo los grandes secadores de las peluquerías), trabajo
en condiciones de mucho calor (cerca de
hornos, por ejemplo) o frío (cerca de
congeladores). También entran en esta
categoría los daños provocados por el exceso
de insolación: el exceso de radiación
ultravioleta provoca sequedad y deterioro
capilar.
Entre las causas químicas destacan las derivadas
de los procesos de higiene (uso de detergentes), acumulación de sustancias contaminantes, o
acción de otros productos cosméticos (como decolorantes, líquidos de permanente, etc.).
Además, el uso de aguas muy calcáreas (duras) degradan el cabello, o el exceso de agua salada
(en verano con la playa) o clorada (en piscinas), que
también desembocan en degradación de la superficie
capilar.
Como vemos, el abanico de posibles factores que
afectan al pelo es muy amplio, lo que conlleva que el
uso de acondicionadores está muy extendido.
Los acondiconadores se aplicarán después del proceso de higiene, se dejarán actuar durante
unos minutos, para permitir que regeneren en la medida de lo posible al tallo capilar.
Muchos champués llevan agentes acondicionadores, pero si queremos tratar de verdad el
cabello, es mucho más conveniente usar un producto específico y aplicarlo después del
champú, ya que este último posee agentes detergentes.
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Principios activos acondicionadores.
Lípidos y grasas.
Los lípidos y grasas son los activos acondicionadores más comunes. En nuestra piel, el
acondicionador natural es el que proporcionan las glándulas sebáceas, que segregan la grasa
que recubre tanto el cuero cabelludo como el pelo y lo protegen de los agentes externos. Por
lo tanto, las grasas y lípidos sencillamente reponen las sustancias naturales que nuestra piel ha
perdido.
Como ya indicamos, estos lípidos o grasas pueden ser de origen animal, vegetal, mineral y
sintético o semisintético, cada una de ellas con sus ventajas e inconvenientes. En ningún
producto acondicionador graso encontraremos uno y solo uno de estos tipos de activos, sino
una mezcla en la que podrán abundar más unos u otros.
Las grasas animales son las más similares a las que segregan nuestras glándulas, por lo que
son las más compatibles con nuestra piel y pelo. No dejan tacto ni aspecto especialmente
graso, no tienden a provocar descamaciones ni irritaciones por exceso de oclusión.
Pero no todo son parabienes. Uno de sus inconvenientes más importantes es su poca
resistencia a la oxidación. Esto hace que, para evitar su enranciamiento, o bien se adicionan
cantidades elevadas de antioxidantes, o bien se trata químicamente la
grasa para aumentar su resistencia a la oxidación (podríamos hablar
entonces de grasas semisintéticas).
Además, aparecen problemas ecológicos, ya que muchos de ellos
requieren el sacrificio del animal. La lanolina o aceite de lana es una
excepción (y por ello es un producto muy usado).
Suelen ser más caros y difíciles de obtener que el resto de grasas.
Destacan entre ellos, además de la lanolina ya mencionada, el
escualeno y el espermaceti (también conocido como esperma de
ballena).
Las grasas vegetales presentan menos problemas ecológicos que las animales. Siguen siendo
productos naturales, lo que les da gran aceptación por parte del público. Aunque son más
resistentes a la oxidación que las animales, requieren de antioxidantes para evitar su
degradación.
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No son tan compatibles con la piel y el pelo como las grasas animales, pero son bastante bien
tolerados. Además, dado que proceden de la expresión de vegetales, suelen poseer en su
composición vitaminas liposolubles y otros nutrientes.
Todo ello las convierte en grasas muy habituales en este tipo de cosméticos. Así, encontramos
acondicionadores con aceites de coco, almendra, oliva, aloe... La variedad es enorme.
Las grasas minerales son muy estables (no tienden a oxidarse) y económicas. Derivan de la
destilación del petroleo en su mayor parte, lo que las hace muy accesibles. Estos dos factores
hacen que sean muy comunes en los cosméticos.
Presentan varios problemas. El más importante es
que suelen ser excesivamente oclusivos, bloquean
demasiado la superficie de la piel. Lo que provoca que
no sean bien tolerados por pieles o cabellos muy
sensibles. Además, tienden a dejar un tacto
superficial graso, tanto sobre el cuero cabelludo como sobre el cabello, difíciles de disimular.
Puede dar la sensación de cabello graso, algo indeseable en estos cosméticos.
Las grasas minerales más habituales son las vaselinas y sus derivados, parafinas y derivados,
así como los petrolatos. También podemos encontrar ceras minerales como la caresina.
Las grasas sintéticas y semisintéticas se obtienen en el laboratorio, generalmente mediante
tratamiento o reacción química de grasas y lípidos animales, vegetales o mienerales. No son
tan compatibles con la piel y el pelo como las grasas animales o vegetales (de hecho, algunas
grasas sintéticas muy usadas, como el miristato de isopropilo, ocasionan problemas en
algunas personas con pieles muy sensibles), pero son más resistentes al deterioro y oxidación
que estas. Y en general, no son tan oclusivas como las minerales.
Si bien pueden no ser el tipo de grasas más importantes del acondicionador, son grasas usadas
con mucha frecuencia, apareciendo en casi todas las formulaciones cosméticas de este tipo.
Destacan el miristato y palmitato de isopropilo, o los derivados de grasas animales y vegetales,
como la lanolina polioxietilenada o el aceite de castor (vegetal) hidrogenado.
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Hidrolizados de proteínas.
Otro activo frecuente es el constituido por proteínas (generalmente animales) hidrolizadas, es
decir, tratadas química o enzimáticamente para dividirlas en pequeños trozos.
Los hidrolizados de proteína forman una película que rodea el cabello, lo protege y evita su
deshidratación. Además, se le supone la propiedad de insertarse entre las cadenas de
queratina en las zonas donde esta se encuentra dañada, reparando zonas de pelo destruidas o
degradadas. Esto haría, además, que pelos más dañados posean más huecos y por lo tanto
tengan más capacidad de absorber el hidrolizado de proteínas.
Existen varios ejemplos de hidrolizados de proteínas. Los más frecuentos son el colágeno
hidrolizado y proteínas de lana hidrolizadas (la proteína más abundante en la lana es la propia
queratina).
Derivados del amonio cuaternizado.
Los tensoactivos catiónicos derivados del amonio cuaternizado poseen, como ya indicamos al
hablar del champú, una gran afinidad por la queratina capilar. Por eso, los derivados del
amonio cuaternizado de cadena larga aportan suavidad al pelo, al cual se unen con gran
afinidad.
Poseen el problema ya mencionado de que, en grandes cantidades, pueden resultar irritantes
para la conjuntiva ocular. Esto, unido a su incompatibilidad (por motivos de carga) con los
tensoactivos aniónicos hacen que no sean buenos candidatos a presentarse en grandes
cantidades dentro de los champúes acondicionadores. Pero sí que pueden aparecer en los
cosméticos acondicionadores que no se formulen conjuntamente a un champú.
Recordemos que son frecuentes los polímeros derivados del amonio cuaternario, que suelen
venir nombrados como poliquaternium seguido de un número que expresa su masa.
Varios activos, un solo producto.
No es infrecuente que varios de estos activos confluyan en un mismo cosmético. Por ejemplo,
las emulsiones o lociones con hidrolizados de proteínas mezclados con tensoactivos
catiónicos, las emulsiones ricas en grasas que incorporan tensoactivos catiónicos, o las
emulsiones ricas en grasas que añaden una cierta cantidad de proteína hidrolizada en su fase
acuosa.
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Excipientes y formas cosméticas.
Los excipientes más comunes en estos cosméticos son las emulsiones, es decir, una fase
acuosa y una fase grasa emulsionadas. En este caso la formulación no deriva mucho de la de un
champú, salvo por la ausencia de detergentes.
Las emulsiones más habituales son las O/A, pero también encontramos emulsiones ricas en
grasa y con fase acuosa minoritaria, es decir, A/O. Este último caso es el más común dentro
de las llamadas mascarillas hidratantes o mascarillas acondicionadoras.
Podemos encontrar algún cosmético en el que no haya
presencia de agua, solo mezclas de grasas con propiedades
emolientes (petrolatum, aceite de vaselina, etc.). No es lo más
frecuente, pues son excesivamente grasas y dejan un aspecto
brillante y untuoso al cabello.
Por último, también aparecen formulaciones en las que no
encontramos fase grasa, sino que se basan en hidrolizados de
proteínas, o con pequeñas cantidades de derivados del amonio
cuaternario disueltas sin necesidad de fase grasa abundante. Es
decir, se trataría de lociones acuosas.
Estas lociones acuosas suelen incorporar algún agente gelificante que proporcione la
viscosidad necesaria para que su aplicación no se vea dificultada.
Aditivos y correctores.
En general, se trata de productos cuya formulación suele ser bastante similar a la de un
champú, salvo por la carencia de detergentes. Es decir, se tratará de emulsiones. Esto hace
que los aditivos y correctores de las emulsiones acondicionadoras sean los mismos que en el
caso del champú.
En el caso de que el excipiente sea una loción, ya indicamos que suelen incorporar
gelificantes acuosos, como el carbopol.
Y si nos encontramos con mezclas grasas, pueden requerir algún gelificante oleoso si la
mezcla de aceites y grasas no proporcionase la suficiente viscosidad al producto.
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