Condenas no firmes y restricción de la libertad en el proceso. Un

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Condenas no firmes y restricción de la libertad en el proceso. Un comentario
al fallo “Medrano”
Por Natalia E. Farrington
I. Reseña de las actuaciones
En esta oportunidad se comentará el fallo “Medrano, Ricardo Rubén s/recurso de casación”, dictado el 8
de mayo del 2014 por la Sala II de la Cámara Federal de Casación Penal (en adelante CFCP), en el que se
resolvió anular la decisión del Tribunal Oral en lo Criminal nro. 10 de Capital Federal (en adelante TOC10)
que no hizo lugar a la excarcelación de una persona condenada a pena de prisión de efectivo cumplimiento;
sentencia que no se encontraba firme.
En este caso, previamente, la CFCP había hecho lugar parcialmente al recurso deducido por la defensa
de Medrano respecto de la condena impuesta por el Tribunal Oral en lo Criminal nro. 19 de Capital Federal
sólo en relación a la prescripción de la acción de uno de los delitos objeto de la condena. Asimismo, apartó a
dicho tribunal y reenvió la causa para que se sortee uno nuevo (finalmente el TOC10) a fin de que verifique la
vigencia de la acción penal respecto de tal delito y, en el caso, determine la imposición de una nueva pena.
La decisión fue recurrida mediante un recurso extraordinario federal respecto de la parte que confirmaba
la sentencia condenatoria, el que declarado inadmisible, motivó que el imputado –quien transitó todo el
proceso en libertad– dedujera in forma pauperis un recurso de queja. En este contexto, el TOC10 ordenó la
detención Medrano y, posteriormente, denegó su excarcelación con el fundamento, principalmente, de que
conforme la doctrina del fallo “Olariaga” de la CSJN, la sentencia es ejecutable con el rechazo del recurso
extraordinario, independientemente de lo que luego se resuelva en el recurso de queja planteado ante ese
máximo tribunal.
II. La decisión y los argumentos
Al momento de resolver, la Sala II entendió, por mayoría, que para determinar en qué momento
corresponde que comience a ejecutar sus efectos una sentencia condenatoria en materia penal debe tenerse
en consideración la consagración del principio de inocencia. De este modo, dijeron que “… el principio de
inocencia exige para que sea aplicable una pena, que exista una sentencia condenatoria firme, circunstancia
que no opera cuando aún se encuentra pendiente de resolución un recurso de queja ante la Corte Suprema
de Justicia de la Nación, debido a que aquella es quien tiene la última palabra en relación a la interpretación y
salvaguarda final de la Constitución Nacional y de los derechos y garantías contenidos en ella […] En
consecuencia, la ejecución de la sentencia en materia penal, sólo puede operar cuando el fallo condenatorio
queda firme, esto es cuando la Corte Suprema de Justicia de la Nación, rechaza la queja por el recurso
extraordinario federal denegado…” (apartado II, b.). Entonces, puede procederse a la ejecución de la decisión
judicial sólo tras adquirir firmeza cuando ya sea irrecurrible o cuando se hayan vencido los plazos para
recurrirla sin que nadie lo haya hecho.
De este modo, la Sala II nos continúa explicando que hasta que una condena no adquiera firmeza
sólo se podrá disponer una medida cautelar máxima –como es el encarcelamiento– cuando se den razones
suficientes para justificar la presunción contraria al principio de permanencia en libertad, lo cual en este caso
el tribunal oral no hizo. Pues, los jueces justificaron la denegatoria de excarcelación con argumentos basados
en la mera existencia de la condena no firme, al que sumaron la sola mención de la gravedad de los hechos y
la severidad de la pena, omitiendo enunciar cuáles eran los actos ciertos, claros y concretos que les
permitieron sospechar que el imputado eludiría la acción de la justicia.
Al respecto, la CFCP sostuvo que “… si bien es cierto que la desestimación del recurso
extraordinario federal, genera un mayor grado de verosimilitud en el derecho, dicha circunstancia por sí sola
no produce la necesidad de privar preventivamente de libertad a una persona, pues el peligro de fuga como
presupuesto para detener al imputado igualmente debe ser demostrado y acreditado por el Ministerio Público
Fiscal […] La existencia de peligro procesal, es importante destacarlo, no se presume” (apartado II, c.).
Asimismo, con cita del caso Bayarri vs. Argentina de la Corte IDH, indicaron que “(l)as características
personales del supuesto autor y la gravedad del delito que se le imputa no son, por sí mismos, justificación
suficiente de la prisión preventiva…” (apartado II, c.).
III. Para ir concluyendo
Entendemos, entonces, que del principio de inocencia consagrado en el bloque constitucional y
convencional se deriva que todo aquél que es perseguido penalmente debe ser tratado como inocente hasta
tanto en una sentencia firme se lo declare culpable. Esto significa que, hasta que por medio de un fallo final y
dictado con autoridad de cosa juzgada no se condene a una persona, su estado de inocencia en el transcurso
del proceso será siempre el mismo: hasta que no adquiera firmeza, una condena no lo hace menos inocente,
es que ese estado no disminuye ni se va destruyendo cuando se avanza en las distintas etapas del
procedimiento.
En este contexto, el encarcelamiento preventivo de una persona es una medida que debe ser
aplicada de forma excepcional y como última ratio. En tanto, el derecho a gozar de la libertad ambulatoria
durante el transcurso de un proceso penal sólo puede ser restringido por la existencia concreta de riesgos
procesales: peligro de fuga o entorpecimiento de la investigación.
Sin embargo, en el caso comentado el tribunal oral restringió la libertad del Sr. Medrano y rechazó la
solicitud de su excarcelación por el solo hecho de que en la causa había recaído una sentencia condenatoria
sobre aquél, pese a que se encontraba pendiente de resolver un recurso de queja ante la CSJN. Así también
justificó el encarcelamiento con meras afirmaciones carentes de fundamentación sobre gravedad del
hecho y pena a imponer, sin atender a las particularidades del caso ni constancias de la causa. Pero
los jueces de la Sala II de la CFCP, que votaron en mayoría, cumplieron verdaderamente con su rol de
garantes de derechos y resolvieron el recurso con el respeto a las garantías y derechos fundamentales de
las personas que participan del proceso penal.
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