TRIBUNAL SUPERIOR DEL DISTRITO JUDICIAL DE BOGOTÁ SALA DE DECISIÓN CIVIL Magistrada Ponente: DORA CONSUELO BENÍTEZ TOBÓN Bogotá D. C., dieciocho (18) de mayo de dos mil cinco (2005). Referencia: Exp. 11001310302919985250 (Discutido y aprobado en sesión de sala de 15 de marzo de 2005). Decide la Sala los recursos de apelación interpuestos por ambas partes contra la sentencia proferida el 16 de septiembre de 2003 por el Juzgado 29 Civil del Circuito de esta ciudad, dentro del proceso ordinario promovido por el curador ad-litem de Juan Carlos y Víctor Manuel Cárdenas Meza contra la sociedad Hotel Saint Simon Ltda. I. EL LITIGIO 1. Se pide la nulidad absoluta del contrato de compraventa que las personas antes citadas celebraron mediante escritura pública 4417 de 9 de diciembre de 1992, autorizada por la Notaría 32 de este círculo, por el cual los Cárdenas Meza vendieron un inmueble ubicado en la calle 81 #13-68 de esta ciudad a la sociedad demandada, con sustento en la incapacidad absoluta por demencia de éstos al momento de la negociación; en consecuencia, y principalmente, que se condene a la demandada a pagar los frutos civiles y naturales, sin reintegro de lo pagado; en subsidio, y en caso de que no se pueda restituir el inmueble adquirido, que se condene a la sociedad demandada a pagar el valor comercial del mismo. 2. La causa para pedir admite el siguiente compendio: a) Mediante providencia proferida el 30 de julio de 1992 por el Juzgado Séptimo de Familia de esta ciudad, que surtió ejecutoria el 24 de agosto de 1992, Alfonso Cárdenas Sánchez y sus hijos adoptivos Juan Carlos y Víctor Manuel Cárdenas Meza, fueron declarados en interdicción provisoria por demencia. b) El 9 de diciembre de 1992, -después de emitida la decisión en mención-, estos llevaron a cabo la negociación a la que se refiere este litigio, lo que hace que dicho contrato esté viciado de nulidad absoluta y deba restituirse el inmueble a los interdictos, sin que la sociedad compradora tenga derecho a reclamar la restitución del precio pagado, en razón de la nulidad del pago que deviene cuando éste se ha efectuado directamente a incapaces absolutos. c) Carlos Eduardo Cárdenas Delgado fue designado curador provisorio de los interdictos, por lo que se encuentra legitimado para demandar la nulidad de la referida compraventa. 3. La sociedad demandada se opuso a las pretensiones y planteó como excepciones las de inoponibilidad del decreto de interdicción provisoria de los vendedores por falta de publicidad y por incumplimiento de los requisitos establecidos en la ley para la DCBT. Exp. 85250 2 defensa de los terceros y de la sociedad en general; falta de legitimación de personería sustantiva del pretendido curador de los supuestos interdictos, quien no acreditó debidamente su cargo ni las circunstancias en que podría fundarse la demanda que intenta en nombre de los vendedores; indebida representación de los pretendidos interdictos; cosa juzgada; pago del precio justo; ajuste en el precio estipulado, de acuerdo con la convención celebrada entre las partes contratantes; buena fe exenta de culpa por parte de la sociedad compradora; dolo y mala fe de la parte demandante; y, caducidad. Narró que por no existir ningún registro de la aludida interdicción, ni dar los vendedores señales de afección mental, toda vez que por el contrario se conocía de la trayectoria que tenían como comerciantes de prestigio, no estuvo en posibilidad de conocer la incapacidad de aquéllos. 4. Agotado el trámite de instancia, el juzgado de conocimiento desestimó las pretensiones mediante providencia contra la cual interpuso recurso de apelación la parte demandante, a la que adhirió luego la parte demandada para que exista pronunciamiento expreso sobre las excepciones. II. SENTENCIA IMPUGNADA Mediante fallo que peca de inusual ligereza y que se erige como prototipo de lo que el juez no debe hacer al momento de desatar un litigio, esto es, dejarlo sin resolver, el juzgado de conocimiento dedujo que como la interdicción de los vendedores al momento de la negociación era meramente provisoria, la petición de nulidad DCBT. Exp. 85250 3 resultaba prematura, porque sólo la interdicción definitiva permite extender en el tiempo el efecto de esa medida cautelar. III. LOS RECURSOS DE APELACIÓN 1. La parte demandante aduce que la sentencia del juzgado es desacertada, toda vez que la nulidad del contrato se configuró desde el momento en que los vendedores fueron declarados en interdicción, situación que no varía aún en la hipótesis de que con posterioridad aquéllos sean habilitados, premisa que, adicionalmente, se ajusta a precedentes emanados de este despacho. En el tema relacionado con la posición asumida por la parte demandada, el actor sostiene que el efecto jurídico de la nulidad incumbe al ámbito sustancial, frente a las normas procesales en las que la sociedad compradora apoya su tesis de que por no haberse registrado la interdicción provisoria, éste le es inoponible, argumento que de otro lado omite considerar que la aludida interdicción provisoria se dio a conocer al público con los avisos de que trata la ley, de suerte que el hecho de no haberse registrado no tiene la connotación que se reclama, toda vez que “ello es un mero requisito formal que en nada incide en el conocimiento que el público en general debía tener sobre la interdicción en el registro civil de los interdictos nada tiene que ver con el aspecto de publicidad”. Trae a colación el impugnante jurisprudencia emitida por la Corte Suprema de Justicia en el año de 1943, reiterada por otra de las salas de decisión de este Tribunal, para resaltar que los actos DCBT. Exp. 85250 4 ejecutados por los dementes están afectados de nulidad absoluta con independencia de que se les haya declarado en interdicción definitiva, y que ello constituye una presunción de derecho, lo que implica, en su sentir, que la interdicción “es independiente de la publicidad”, como en ese sentido lo interpretan autores como Claro Solar y Laurent, de manera que en el evento de que la publicidad no se dé, únicamente incumbe endilgar responsabilidad por ese hecho a las personas encargadas del mismo, que omitieron dicho deber, sin que tenga ninguna otra trascendencia jurídica. Hace alusión igualmente al concepto doctrinario de Josserand, quien afirma que la falta de inscripción de la interdicción no la priva de sus efectos, toda vez que estos son de orden público, de suerte que el efecto único sería el de reclamar responsabilidad de las personas que omitieron cumplir con dicho formalismo. 2. Con el fin de que el tribunal se ocupe de las excepciones de mérito que propuso contra las pretensiones de la demanda, por cuanto el juez de primer grado no hizo alusión a ellas, el apoderado de la sociedad compradora, por su parte, hace ver que el objeto jurídico en discusión no consiste en definir sí el negocio jurídico celebrado es nulo, sino en determinar sí la interdicción provisoria no inscrita permite rescindir el acto jurídico, y para arribar a la conclusión de que un acto en dichas condiciones es inoponible a terceros, enfatiza en que dicha interdicción provisoria es una medida cautelar, de cara a la cual opera con plena eficacia la teoría de la buena fe exenta de culpa, en donde se apoya, también, la regulación legal que impera en materia de estado civil DCBT. Exp. 85250 5 y de incapacidad, mediante la cual se requiere que opere la respectiva inscripción. En este caso, reitera el censor, no sólo no se dio la inscripción en el registro civil de los vendedores, sino que tampoco obra la que debió haber operado en el certificado de tradición y en el registro mercantil por tratarse de comerciantes, debido a que eran socios de la Gran Papelería Dinamarca, todo lo cual conlleva a “concluir que el proceso de nulidad de una venta fundado en una medida cautelar que no se hizo pública con las formalidades y los requisitos que exige la legislación colombiana no puede prosperar”. IV. CONSIDERACIONES DE LA SALA 1. Dada la complejidad que deriva de las repercusiones que fluirían de una aplicación restrictiva o exegética de las normas aplicables al caso, -sistema interpretativo de cara al cual el juez es un simple esclavo de la ley-, la Sala aborda el análisis de este caso conjugando lo expresado en las disposiciones que regulan el tema, con la estructura de los principios generales del derecho e inveterados postulados que dan vida a esa letra muchas veces inerme que estructura una determinada norma, y frente a la cual dijo Gény que “no son sino revelaciones empíricas, destinadas solamente a dirigir los juicios humanos de manera más precisa, pero en sí siempre incompletas e imperfectas”. Bajo tan especial matiz, es por ello también relevante rememorar que la actividad del juez consiste en aplicar la ley abstracta al caso singular, pero siempre con el objetivo único de lograr la DCBT. Exp. 85250 6 justicia por conducto del principio de equidad, y por ello dijo Flavio López de Oñate, en su texto Filosofía del Derecho, que la interpretación de la ley “es nada más que la justicia del caso singular, la demanda en concreto al principio de justicia que informa la norma…” (Ediciones jurídicas europa-américa, Buenos Aires, pág. 265). 2. Con sustento en dicho preámbulo, importa anotar que el caso al cual se refiere la controversia planteada en este proceso tiene antecedentes fácticos de carácter impersonal y abstracto que a primera vista parecen bastante simples, consistentes en que se pretende la nulidad absoluta de una compraventa porque al momento de la negociación sobre los vendedores pesaba la medida de interdicción por demencia, de manera que visto el litigio bajo tan limitada faceta, no cabría duda en el sentido de que la solución jurídica consistiría en declarar la nulidad que se demanda. Empero, y es ente punto donde la situación exige que el estudio abarque otro cariz, sucede que esa interdicción por demencia de los vendedores, de la cual se infiere la incapacidad absoluta que de ellos se endilga, era meramente provisoria y, adicionalmente, la cautela en mención no estaba registrada para cuando la compraventa se perfeccionó; como aditamento, los referidos interdictos no daban muestra alguna de demencia, eran, incluso, comerciantes de prestigio en la ciudad, hasta el punto que sólo frente a uno de ellos se declaró la interdicción definitiva, años después, y sólo porque de cara a la valoración del examen médico, la inactividad procesal del presunto interdicto hizo DCBT. Exp. 85250 7 suponer al juez colegiado que efectivamente padecía de afecciones mentales. Dijo, en efecto, la sentencia en mención, en relación con Juan Carlos Cárdenas, que “al menos para la época del examen a que fue sometido, (esto es para el año de 1994), no estaba en capacidad de ejercer sus derechos civiles y debe suponerse que sigue en tal estado, pues el enfermo y sus familiares fueron renuentes a la práctica del examen decretado en esta instancia, actitud que constituye, por otro lado, indicio grave acerca de que el mencionado no ésta en pleno uso de sus facultades mentales, pues no es normal que alguien a quien se le pretende privar de su capacidad de ejercicio no la defienda con la mejor arma que tiene a su alcance: el permitir, inclusive ofreciéndose para ello, que expertos en la materia establezcan sus condiciones, prueba con la cual podría despejarse, sin más, cualquier discusión en torno a semejante tópico” (Paréntesis fuera del texto que obra a fl. 71 Cdo. 12). La decisión en mención, que por el efecto atinente a la cosa juzgada no puede desconocer ahora el tribunal, sin que ello constituya, con todo, una camisa de fuerza que impida controvertir aunque sea en el campo meramente teórico las conclusiones que allí se adoptaron, porque allá se partió de la “presunción de incapacidad” para hacer decir que el perito médico concluyó sobre la existencia de una enfermedad mental, cuando de lo que habló fue de “trastornos de personalidad” que evidenciaba el referido Juan Carlos para el año de 1994, los cuales, a su juicio, “le compromete la capacidad para tener adecuado manejo y administración de sus bienes”, para agregar seguidamente que DCBT. Exp. 85250 8 dicha incapacidad negocial “está dado no por alteración grave de sus procesos cognitivos, sino por el mal uso que hace de los dineros, la más por disipación y por la incapacidad de ceñirse a las normas comerciales y de respetar contratos…”, dictamen que no puede dejarse de lado en este análisis para resaltar, al menos, lo exótico de la conclusión que condujo a la interdicción por demencia de una persona que al examinarse daba pie únicamente a la eventual incapacidad por disipación, y respecto a la cual, además, se supuso la demencia hacia el futuro dada su inactividad procesal, desarrollo de los hechos que no puede pasar inadvertida porque riñe abiertamente no sólo contra la consecuencia que se quiere atribuir al tercero de buena fe, sino que invade y quebranta, sin duda, el derecho que asistía a dicho vendedor para perfeccionar un contrato que en todos los restantes aspectos formales respetó sin dubitación el conjunto de normas que rigen las obligaciones y los contratos. Por su parte, la misma sentencia en mención, determinó que Víctor Manuel Cárdenas Meza no es interdicto y a dicha conclusión llegó luego de valorar la prueba sumaria que se aportó para cuando se pidió el decreto de la interdicción provisional, respecto de la cual citó doctrina que puntualiza sobre lo sumaria e incompleta de dicha prueba, “tan cierto es lo anterior que dentro del proceso de interdicción al juez le corresponde basarse necesariamente en el dictamen pericial complejo que él mismo haya decretado (…). Luego, desde ese punto de vista se trataría de una decisión judicial basada sobre prueba notoriamente incompleta, que ni siquiera es suficiente para dictar la interdicción definitiva dentro del proceso con mayor razón debe ser insuficiente para presumir la inhabilidad para testar” (Pedro Lafont DCBT. Exp. 85250 9 Pianetta, Derecho de Sucesiones, T. II, ed. Librería del Profesional, Bogotá, 1984, pág. 96). Sobre el particular es diciente, en efecto, lo sucedido con la prueba sumaria que se aportó para pedir la interdicción provisoria, toda vez que en el debate probatorio se allegó informe sobre el hecho de que el profesional de la medicina que suscribió el mismo es médico cirujano, sin especialización en siquiatría (fl. 54, Cdo. 11) Adicionalmente, en el otro extremo de la negociación figuró una persona jurídica que ante la necesidad de adecuar un terreno para utilizar como parqueaderos del hotel que es la razón social que le asiste, observó que una reconocida firma inmobiliaria de la ciudad ofrecía una casa de habitación; entró en contacto con aquélla y luego de relacionarse además con los propietarios del inmueble, finiquitó los términos de la negociación, se cumplieron en fiel forma con las obligaciones reciprocas y con las restantes solemnidades establecidas en la ley, para concluir así una negociación que les llevó a demoler el inmueble para iniciar una nueva obra consistente en un moderno edificio destinado a parqueo de automóviles. Incluso tiempo después vendió la referida obra a un tercero quien en este momento la detenta en calidad de propietario. 3. En esas condiciones, de aplicar a “raja tabla” y sin ningún otro miramiento la ley general al caso así expuesto, habría que determinar que la nulidad absoluta se dio; que como corolario la sociedad compradora no puede obtener el reintegro de lo pagado, porque pagó a incapaces y dicho pago es nulo; que como la cosa DCBT. Exp. 85250 10 vendida se perdió, porque no aparece en el patrimonio de la sociedad compradora, ésta debe reconocer el valor comercial del inmueble a la fecha; que como la inscripción de la compraventa se anula, vuelven a figurar como propietarios los que lo vendieron y queda sin piso la inscripción de dominio en cabeza del tercero que adquirió el inmueble, frente al cual cabría la acción reivindicatoria para que restituya la posesión del mismo, y éste puede, a su vez, demandar en acción de saneamiento por evicción a la sociedad, la que, entonces, podría terminar pagando tres veces un inmueble que adquirió de buena fe. Esa “solución” jurídica no deja de ser claramente repugnante, porque además de ofrecerse notoriamente inequitativa e injusta, desmorona la piedra angular que protege la posición de los terceros, que es el principio de la buena fe, ahora de raigambre constitucional (art. 83 C. P.), por el cual la fría y abstracta disposición normativa adquiere vida para erigirse como un instrumento altamente significativo de la justicia, en especial cuando en materia de acto jurídico impera la apariencia de derecho para que el poseedor de buena fe tenga una protección jurídica real y cierta. Tiene mayor énfasis dicho postulado cuando entran en juego los mecanismos de publicidad, por los cuales queda despejada cualquier sombra de duda que se intente en cuanto a la diligencia y cuidado del tercero para percatarse de situaciones que le habrían permitido conocer las circunstancias por las cuales, al cabo del tiempo, se pretende su despojo, toda vez que en tales eventos entra en juego otro postulado de igual raigambre, como lo es el de que el error común crea el derecho, error communis facit DCBT. Exp. 85250 11 jus, para afirmar por él, según palabras de Bonnecase (Suplemento Sirey, 1936) que “la consagración por el derecho actual de la regla error communis se justifica sobre el fundamento de la salvaguardia del crédito público” (Cita extractada de la sentencia de casación de 20 de mayo de 1936, XLIII, 47). 4. Esos principios generales adquieren especial realce en este caso, porque ayudan a configurar la tesis final que también acoge lo dicho por la ley en torno a la figura de la capacidad y de la interdicción provisoria, pero para darle un alcance sustancialmente contrario a lo que inveteradamente ha dicho sobre el particular la jurisprudencia y la doctrina a las que alude con especial vehemencia la parte demandante. Sobre el primer factor, consistente en la capacidad de las personas, basta recordar que ésta se erige en una presunción legal que, por consiguiente, admite prueba en contrario, todo ello a la luz de lo dispuesto en el artículo 1503 del Código Civil que a la letra dice, “toda persona es legalmente capaz, excepto aquellas que la ley declara incapaces”. A renglón seguido, el artículo 1504 determina que son absolutamente incapaces, entre otros, los dementes, para concluir que “sus actos no producen ni aun obligaciones naturales”. En relación con dicha materia, también ha dicho la Corte que las teorías de la buena fe y de la apariencia no deben servir de sustento para defender a terceros cuando se discute el tema relacionado con las incapacidades, y por ello ha expuesto que “tratándose del caso de la capacidad aparente del sujeto de la relación jurídica convienen los más ilustres tratadistas de esta DCBT. Exp. 85250 12 materia, como Gorphe, Mazeaud y Alsina Atienza, que los principios del error común y en general de la teoría de la apariencia tienen un campo de acción y de experimentación bastante limitado. Se fundan en dos razones igualmente valederas, a saber: a) en que lo concerniente a la protección jurídica de los incapaces debe prevalecer sobre la tutela y protección de los terceros de buena fe, y b) en que el error sobre la capacidad del sujeto no es invencible ni generalizado, sino excepcionalmente” (Cas. Civ. 18 julio 1941, LI, 824). Pues bien, sucede que en este caso la excepcionalidad a la cual alude la jurisprudencia citada, está dada, en razón de que la incapacidad absoluta en que se apoya la demanda de nulidad de igual índole, se hace derivar de la medida cautelar de interdicción provisoria no inscrita, de suerte que en dicho evento no sólo no se habla de demencia como tal, -como acontece en el campo penal cuando durante la investigación se adoptan medidas de distinto orden contra el sindicado, pero siempre bajo el entendido de que aquél es responsable “presunto” de un hecho punible-, sino también de una cautela que no tuvo la completa publicidad requerida por la ley y exigida en su momento por el juez de la causa. Se trata entonces de vendedores con “presunción de demencia”, calificativo de cara al cual el artículo 536 del Código Civil, con indudable acierto, pregona que tanto dicha medida cautelar como la definitiva, deben registrarse en la oficina de registro de instrumentos públicos, y adicionalmente noticiarse al público en general mediante los avisos que allí se relacionan. DCBT. Exp. 85250 13 Sana medida sin duda para proteger a los terceros de buena fe aún en materias tan complejas como las de la capacidad y a la cual la jurisprudencia de antaño dio un tratamiento especial que ahora, de cara a las tendencias modernas del derecho, y a la luz de los principios rectores consagrados en la Constitución, riñe no sólo contra los derechos de los terceros, sino también, y principalmente, soslaya los derechos fundamentales de quienes provisionalmente son declarados en interdicción, como en efecto lo adujo el propio afectado cuando mediante apoderado judicial contestó la demanda de interdicción (fl. 85, cdo. 11). Fue especialmente oportuno, entonces, el legislador cuando previó como presupuesto necesario de la declaración de interdicción, que la anotación respectiva, esto es, la publicidad de dicho acto, se hiciera registrar en la historia jurídica de los inmuebles que fueran de propiedad del interdicto, toda vez que no de otra manera un tercero puede hacerse conocedor de medida tan drástica, la cual sin duda jamás conocerá por medio únicamente de los avisos que en dicha norma se mencionan, con mayor razón, cuando, se reitera, la interdicción es meramente provisoria y a continuación sigue la necesidad de probar plenamente que el estado mental de esa persona lo incapacita para actuar en forma directa en la vida jurídica. En esas condiciones, es preciso dejar en claro que aunque en un momento dado se enfatiza sobre las bondades que tiene el registro inmobiliario en este tipo de asuntos, -frente a la inscripción en el registro civil que ahora pretende imperar-, y sobre la calificación meramente provisoria de la interdicción por demencia, no por esa circunstancias el tribunal desconoce que la DCBT. Exp. 85250 14 interdicción provisoria pueda alcanzar la virtualidad de declarar incapaz a una persona en particular, sólo que se enfatiza que en tal caso se requiere de la publicidad de dicha decisión para que surta efectos frente a terceros, premisa que obliga a la Sala a profundizar en el tema del registro, su objetivo y efectos, para en tal forma poder entrelazar los conceptos anteriores. Incluso, importa destacar que la interpretación dada por el Juzgado Séptimo de Familia de esta ciudad, que fue el que conoció en primera instancia del proceso de interdicción, es la que se ajusta a la realidad legal, porque en su momento, esto es, en la providencia de interdicción provisoria, proferida como se anotó antes el 30 de julio de 1992 (fl. 27 cuaderno 11), se ordenó que “en consecuencia, inscríbase esta determinación en el correspondiente registro civil y notifíquese al público mediante aviso que se insertará por una vez en el diario oficial y en el diario el Tiempo o El Espectador, e inscríbase igualmente en la oficina de registro de instrumentos públicos y privados”, orden que reiteró luego, el 24 de enero de 1995, cuando designó nuevo curador para actuar conjuntamente con el inicial (fl. 246 Cdo. 11). Como se ve, entendió el Juzgado que las inscripciones de que tratan los artículos 536 del Código Civil y el numeral 7° del 659 del Código de Procedimiento Civil, son complementarias, mas no excluyentes como en su momento lo dedujo un concepto que sobre el particular emitió la Superintendencia de Notariado, aserción que implica no sólo la bondad de dicha medida, por las razones dadas con antelación, sino el deber ineludible, por tratarse de una decisión que adquirió plena ejecutoría, de DCBT. Exp. 85250 15 cumplirse dicha carga procesal por el demandante que no planteó en su momento ninguna objeción. 5. En cuanto al registro, entonces, es necesario anotar que hay manifestaciones del hombre que incumben únicamente a su fuero interno, sin ninguna trascendencia social, y por ello no requieren ser publicitadas, en cambio otras que tienen especiales connotaciones de relevancia social y que deben darse a conocer al público en general mediante el mecanismo del registro que no está reglamentado para que quede al libre arbitrario del ciudadano, sino que es de forzoso cumplimiento en el área específica al cual se refiera, esto es, en el campo del estado civil, mercantil, de la propiedad inmobiliaria, de vehículos, naves o aeronaves, entre otros. En lo relacionado con el registro del estado civil, es importante resaltar que éste cumple, entre otras finalidades, con el de establecer ante la sociedad la capacidad jurídica del individuo, de tal manera que en el artículo 106 del Decreto 1260 de 1970, se establece que “Ninguno de los hechos, actos y providencias relativos al estado civil y la capacidad de las personas, sujetos a registro, hace fe en proceso ni ante ninguna autoridad, empleado o funcionario público, si no ha sido inscrito o registrado en la respectiva oficina, conforme a lo dispuesto en la presente ordenación, salvo en cuanto a los hechos para cuya demostración no se requiera legalmente la formalidad del registro”. En igual sentido, el artículo siguiente afirma que “Por regla general ningún hecho, acto o providencia relativos al estado civil o la capacidad de las personas, y sujetos a registro, surtirá efecto DCBT. Exp. 85250 16 respecto de terceros, sino desde la fecha del registro o inscripción” (art. 107 ibídem.). Bajo esas condiciones, no resulta superflua la exigencia del registro como pretende darlo a entender el demandante con sustento en doctrina sobre el particular, y por ello la consecuencia jurídica inmediata es que ante la falta de la respectiva inscripción, la decisión jurídica respectiva no tiene por qué afectar en momento alguno a terceros, no de otra forma se puede entender que el acto de la inscripción en registro sea imperativo, de orden público y el legislador haya previsto, con antelación, la secuela propia de su incumplimiento, esto es, su absoluta inoperancia frente a la sociedad. Y es que retomando lo dicho valga reiterar que con lo dispuesto en los artículos 545, 549 y 553 del Código Civil, el legislador previó dos fases en el trámite relacionado con la interdicción del demente y por ello dijo, concretamente en el señalado artículo 549, que el juez debe informarse sobre la vida anterior y la conducta habitual “del supuesto demente”, calidad condicional que debe subsistir, como es apenas natural entenderlo, hasta tanto se profiera sentencia definitiva que declare la interdicción; antes de que ello ocurra, no hay demente, excepto cuando provisionalmente se le ha dado tal carácter, pero adicionalmente únicamente cuando dicho acto se ha registrado, de donde es dable interrogarse si un acto celebrado por un “supuesto demente”, sin que tal cautela se haya registrado, es nulo, de la magnitud de la nulidad absoluta, para llegar a la conclusión de que sin la debida inscripción, esto es, cuando sólo en tal forma dicha medida excepcional tiene operancia, no puede prosperar DCBT. Exp. 85250 17 tan drástico efecto, y entonces es ahí donde encuentra sentido la jurisprudencia de la Corte, cuando afirma que “el decreto de interdicción de un demente es el reconocimiento oficial y, al mismo tiempo, la prueba indiscutible de un hecho, la demencia que determina la incapacidad del interdicto” (Sent. 18 agosto 1952, G. J. t. LXXXIII, pág. 192). No tiene ningún sentido que para este caso en particular, en el que los interdictos provisorios interactúan con terceros, la medida de la inscripción o registro no tenga ninguna incidencia práctica y pueda cumplirse o no, en este último caso sin secuela adversa alguna, excepto, como lo pretende hacer ver un sector de la doctrina, con la responsabilidad que pueda endilgarse a la conducta omisiva de la persona encargada de cumplir con dicha carga, cuando lo que se pretende es precisamente proteger a los terceros que en ese orden de ideas verían burlada la seguridad jurídica que imprime el principio de la buena fe si lo único que pudieran hacer fuera perseguir al curador encargado de los interdictos para, en incierto litigio, tasar el monto de un eventual perjuicio y reparar el daño causado por la no inscripción, que podría no ser el mismo, incluso, que el daño causado por la negociación llevada a cabo con los interdictos. En igual sentido, es realmente inequitativo que frente a otras situaciones jurídicas la falta de inscripción no produzca efectos contra terceros, y en cambio, tratándose de la mayor sanción que puede atribuirse a un negocio jurídico, ella sea viable a pesar de que respecto de una de las partes intervenientes no se haya cumplido en fiel forma con los presupuestos requeridos para hacer oponible a terceros la declaración judicial de incapacidad, DCBT. Exp. 85250 18 caso que sería el único en derecho de cara al cual la inscripción fuera una simple medida decorativa, ajena al interés de terceros; sin duda no es eso lo que prevé la ley, toda vez que ésta es clara en el sentido de que la falta de registro en materia de capacidad de las personas no surte efectos mientras la inscripción no se cumpla, sin que de otra parte el asunto de que acá se trata se erija como excepción a la norma general previamente referida, toda vez que al no estar reseñado expresamente como excepción el caso en estudio, no le es dable al interprete restringir el campo de aplicación de esa ley. 6. De otra parte, retomando la situación para la cual se reclama la decisión que ocupa a la Sala, importa resaltar que para la época en que el contrato de compraventa se celebró, -negociación que por el precio pactado no generó ningún perjuicio económico para los vendedores-, el cual se llevó a cabo en noviembre de 1992, sobre éstos pesaba medida provisoria de interdicción respecto de la cual únicamente se inscribió en el registro civil en el año de 1995 como consta a folio 273 y 274 vuelto, del cuaderno 11, bajo la modalidad especial de señalarse únicamente la designación de curador; con todo, el 4 de noviembre de 2004, la justicia dedujo que uno de dicho vendedores, Víctor Manuel, no es interdicto, y que Juan Carlos lo es desde 1994, de manera que cabe indagar sobre si dadas esas premisas generales, puede el juez civil anular, con la sanción más drástica como se dijo líneas atrás, una negociación celebrada en tales condiciones. Sin duda que no, porque proceder en contrario sería una flagrante violación a los principios que gobiernan la actividad judicial, según los cuales “al interpretar la ley procesal, el juez deberá tener en DCBT. Exp. 85250 19 cuenta que el objeto de los procedimientos es la efectividad de los derechos reconocidos por la ley sustancial” (art. 4 C. de P. C.), e igualmente el postulado constitucional vertido en el artículo 83 de la Constitución Política, según el cual “las actuaciones de los particulares y de las autoridades públicas deberán ceñirse a los postulados de la buena fe, la cual se presumirá en todas las gestiones que aquéllos adelanten ante éstas”, principio del que ha dicho la jurisprudencia que de él emanan “reglas de protección de la apariencia establecidas a favor de terceros de buena fe exenta de culpa, que derivan de la llamada ‘fe pública registral’” (Cas. Civ., julio 23 de 1996). 7. Como corolario, la sentencia impugnada habrá de confirmarse, pero por las razones dadas en este proveído y con los argumentos antes expuestos que sirven de fundamento a que se encuentre probada la excepción que la parte demandada denominó como inoponibilidad del decreto de interdicción provisoria de los vendedores, por falta de publicidad y por incumplimiento de los requisitos establecidos en la ley para la defensa de los terceros y de la sociedad, en general, razón por la cual ese será el motivo único de la sentencia desestimatoria. DECISIÓN En mérito de lo expuesto, el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, en Sala de Decisión Civil, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley, REVOCA el numeral 1º de la sentencia impugnada, en cuanto declaró prematura la acción de nulidad y, en su lugar, DECLARASE DCBT. Exp. 85250 20 probada la excepción de inoponibilidad del decreto de interdicción provisoria frente a terceros. En lo demás, se CONFIRMA la sentencia objeto de apelación. Costas en esta instancia a cargo de la parte demandante. Tásense. NOTIFÍQUESE.- DORA CONSUELO BENÍTEZ TOBÓN Magistrada RODOLFO ARCINIEGAS CUADROS Magistrado CLARA BEATRÍZ CORTÉS DE ARAMBURO Magistrada DCBT. Exp. 85250 21