Simposio N° 27 Experiencias históricas de política económica en América: historias comparadas e inserción internacional Ciclos económicos, sector externo y sistema monetario en la Argentina Mario Rapoport, Andrés Musacchio y Florencia Médici * (Versión preliminar) 1. INTRODUCCION El sistema monetario en la Argentina, al igual que su sistema productivo, está estrechamente ligado a los ciclos económicos y al sector externo. Desde la independencia misma, la aceptación de las diferentes monedas locales y el sistema financiero estuvieron sometidos a ciclos muy marcados, que se encontraban, determinados por el signo de la balanza comercial, de los flujos de capital y de la capacidad de endeudamiento. Así, ante la afluencia neta de oro el sector financiero se expandía, las instituciones bancarias se fortalecían y las monedas locales lograban una creciente aceptación. Por el contrario, cuando las reservas de oro o divisas entraban en un periodo de contracción, la aparente solidez se derrumbaba. Los ciclos económicos que se reconocen en esa estrecha vinculación entre el sistema monetario y el sector externo, sin embargo, tienen características diferentes en los distintos periodos largos de la historia argentina. Es que tales ciclos han estado profundamente relacionados con las estructuras productivas, comerciales y financieras predominantes en el mediano y largo plazo. En cualquier caso, los vínculos de la economía con el exterior son determinantes y a la vez peculiares en cada uno de los tres modelos económicos por los que transito la Argentina a lo largo de su historia. Así, durante la época del esquema agroexportador los ciclos se basaban en un fuerte endeudamiento externo y en el montaje y desarrollo de una estructura agropecuaria, sustentada en las exportaciones, con un mercado mundial que necesitaba los productos argentinos. Durante el modelo de industrialización por sustitución de importaciones el endeudamiento externo era pequeño y la inversión extranjera se radicaba mayormente en el sector industrial, orientado sobre todo al mercado interno, aunque con falencias y desniveles. Finalmente, con el modelo rentístico financiero, que predominó desde la dictadura militar de 1976, el endeudamiento externo volvió a constituir la principal explicación de los ciclos, aunque esta vez predominó el sector financiero y ni la producción interna ni las exportaciones jugaron un rol clave.1 Ahora, la situación es distinta a los anteriores períodos descriptos, aunque tiene todavía algunas características similares a cada uno de ellos. En primer lugar, el crecimiento de los últimos años estuvo basado en el ahorro interno de la economía, es decir, se creció sin necesidad de endeudamiento externo. Este es un punto fundamental que marca una ruptura con el modelo rentístico-financiero, así como también una diferencia sustancial con el esquema agroexportador. En segundo lugar, el sector * Instituto de Investigaciones de Historia Económica y Social, Universidad de Buenos Aires. [email protected] . 1 Cf: Rapoport Mario; Historia económica, política y social de la Argentina, 1880-2003, Emecé, Buenos Aires, 2007; Rapoport Mario, El viraje del siglo XXI, Norma, Buenos Aires, 2006. 1 industrial, basado en el mercado interno, volvió a ser un elemento principal de las altas tasas de crecimiento del PBI, acompañado ahora por una situación favorable en el frente externo que sigue siendo predominantemente primario-exportador. Sin embargo, la todavía alta dependencia de las divisas obtenidas por los productos primarios y los niveles de compromisos creados por el endeudamiento externo previo, constituyen factores de riesgo que, en el caso de que las tendencias cíclicas se reviertan, pueden volver a producir restricciones en la balanza de pagos. Pero los superávit fiscales favorables, basados en las retenciones a los productos exportados y en la mejora de la recaudación interna, diferencian netamente este proceso de los anteriores, dejando un margen apreciable para hacer frente a futuras turbulencias y sostener el crecimiento. En cambio, la situación social no encuentra un paralelo claro con ninguno de los otros períodos en cuestión. Resulta evidente que la actual coyuntura carga con un déficit social inédito en la historia económica, que requiere un sendero continuo de crecimiento de muchos años, no solo para mejorar sino para poder devolver a gran parte de la sociedad las condiciones de vida que tenían antes de la desindustrialización y la preeminencia de un esquema rentístico-financiero. Por otro lado, la distribución de ingresos sigue siendo marcadamente asimétrica y los cambios recientes no alteraron esto de manera radical, en tanto algunos poderosos grupos y sectores económicos productivos se han visto favorecidos con la devaluación y la reactivación en detrimento de otros, sobre todo financieros y de servicios, cuya rentabilidad derivaba del mantenimiento de la convertibilidad. En este marco, los fenómenos monetarios siempre fueron un termómetro muy celoso de lo que ocurría en la balanza de pagos, en la estructura productiva, en la incidencia de las coyunturas externas sobre la economía interna y en las pujas por la distribución del ingreso. Al revés de lo que pretende la interpretación monetarista de la historia económica argentina, la cuestión monetaria era, por lo general, una consecuencia de las tensiones y armonías en la forma de entrelazamiento de aquellas variables, y no la causa autónoma principal del devenir económico del país. 2. LAS DIFICULTADES INICIALES PARA CONSTITUIR UN SISTEMA MONETARIO Desde años anteriores a que el país se insertara completamente en el mercado mundial como productor de materias primas y se consolidara el Estado Nacional, el sistema monetario estaba estrechamente ligado al comercio exterior, la fuente principal de los flujos de divisas. Hasta los años 1860, solo excepcionalmente los flujos de capitales tuvieron una influencia importante, sobre todo cuando en 1824 el empréstito Baring inyectó temporalmente liquidez en la plaza financiera local, aunque la mitad del empréstito nunca se vio por la retención anticipada de amortizaciones e intereses y los montos que si llegaron vinieron en su mayor parte en letras de cambio para comerciantes ingleses de la plaza local, no se usaron para los fines solicitados (obras de infraestructura urbana y portuaria) y significaron un primer proceso de endeudamiento externo que terminó de pagarse casi un siglo más tarde . Por entonces, los medios de cambio estaban conformados por oro; plata; monedas extranjeras de curso legal, que se recibían por las exportaciones, y billetes emitidos por la Oficina de Cambio, el Banco Nacional, el Banco Provincia y los bancos privados, cuya mayoría no era convertible. Después de la independencia al no existir entidades bancarias que pudiesen emitir papel moneda, los problemas de iliquidez fueron recurrentes cuando le metálico 2 escaseaba. La escasez de metálico se intentó suplir mediante la utilización de otros medios de pagos, como los títulos de empréstitos y los certificados de la Caja Nacional de Fondos (CNF). La CNF se creó en 1818 y captó, mediante pagos de elevados intereses, el papel moneda y otros documentos que servían como medio de circulación. En respaldo del depósito, la Caja emitía certificados endosables que se incorporaban a la circulación. La CNF no alcanzó un tamaño considerable y, finalmente, en 1820 debió devolver los depósitos y cerrar sus puertas. Desde esa época hasta 1863 hubo numerosos intentos de crear bancos privados y públicos que pudieran emitir billetes. Así, en los siguientes años apareció el Banco de Descuentos de 1822, una entidad privada que cumplía funciones públicas, y cuyos billetes permitieron dar impulso a la economía y reducir las tasas de interés. La corta vida del banco fue un ejemplo de los avatares monetarios de la época. Su nacimiento se produjo en un momento de fuerte iliquidez y las primeras emisiones, aun sin contar con respaldo de ningún tipo, lubricaron por algún los circuitos económicos internos, correspondiendo a una demanda insatisfecha de medios de pago. El ingreso de los fondos del empréstito Baring permitió estirar brevemente la etapa de auge, pero ya hacia fines de 1824 se observo una saturación del mercado monetario, que se agravo cuando el déficit comercial y los servicios de la deuda contrajeron la disponibilidad de metálico. En 1826, ante el drenaje continuo de depósitos y reservas, el banco fue absorbido por una nueva entidad, el Banco Nacional. Este también tuvo inmediatamente dificultades. Constituido con poco capital (nunca se completo el capital establecido por ley) y siendo inconvertible el papel moneda emitido, el banco incrementó rápidamente la emisión ante las necesidades fiscales del gobierno, desvalorizando de manera continua la cotización del billete. En 1836 corrió la misma suerte que su antecesor y fue disuelto.2 En el fondo, las dificultades para constituir un sistema bancario solidó reflejaban el problema esencial de aquella época: la falta de capital interno. Posteriormente, la Casa de la Moneda adoptó la función de emitir billetes por mandato de la legislatura y de realizar actividades bancarias, transformándose, en 1863, en el Banco de la Provincia. De esta forma, de 1822 a 1864, el total de papel moneda corriente emitida fue de alrededor de 404.4 millones, de los cuales quedaban en circulación 300.37 millones de pesos inconvertibles.3 En 1867 se creó la oficina de cambios del Banco de la Provincia y se instauró un régimen de Convertibilidad del papel moneda por metal. El drenaje de metálico producido por la crisis internacional provocó su cierre en 1876. Al compás de la entrada posterior de crecientes flujos de inversiones extranjeras, se abrió la posibilidad de crear una oficina de cambios. Hasta ese momento, los intentos de fijar un valor a la moneda fracasaron consecuencia de la escasez de ahorro interno, propio del escaso desarrollo de las fuerzas productivas. Durante ese período también se refundo el Banco Nacional, de carácter mixto, se crea el Banco Hipotecario de la Provincia y se instalaron varios bancos privados; la mayoría de capitales extranjeros. La circulación en 1872 fue de casi 700 millones de pesos.4 En 1875, luego de una primera crisis financiera de endeudamiento externo, como consecuencia de la crisis mundial que estalla en 1873, y para terminar con el problema de la falta de una moneda uniforme, el presidente Avellaneda creó una unidad monetaria de oro llamada “peso fuerte”. Pero la falta de metálico impidió que esta medida pudiera 2 Burgin, Miron, Aspectos económicos del federalismo argentino, cap 4, Buenos Aires, Solar-Hachette, 1967. 3 Olarra Jiménez, Rafael, Evolución Monetaria Argentina, EUDEBA, Buenos Aires, 1968. 4 Idem ibidem. 3 concretarse y menos de un año más tarde se declaraban de curso legal varias monedas extranjeras. 3. EL MODELO AGROEXPORTADOR: ENTRE LA BONANZA Y LAS CRISIS RECURRENTES Los intentos por establecer un sistema monetario nacional pudieron plasmarse recién en 1881, una vez consolidado el país políticamente bajo el gobierno de Roca. En ese momento se dictó la ley 1.130 que fijó un patrón bimetálico: el peso oro de 24,89 gramos con un fino de 9/10 y el peso plata de 385,8 gramos con un fino de 9/10, es decir, con una relación entre ambos de 15,5. La intención de esta ley era proporcionar una moneda nacional que circulara por todo el país. Con tal objeto se prohibía la circulación de monedas extranjeras y se determinaban los alcances de la emisión de monedas de oro y plata. Pero, a fines de 1883, se estableció definitivamente el patrón oro (abandonándose la plata) y se aseguró el reemplazo de los billetes papel en circulación por los nuevos billetes a la par con el oro. No obstante, la convertibilidad duró poco tiempo. La conversión no pudo sostenerse dado que, si bien había funcionado satisfactoriamente en los primeros años -producto de la afluencia de capitales extranjeros, mayoritariamente en forma de empréstitos-, la propia dinámica comenzó a generar una salida de oro por pagos de intereses y aumento de las importaciones. Adicionalmente, los empréstitos generaban un enorme déficit fiscal financiado por emisión. En 1884, la interrupción del ingreso de capitales debida a la desconfianza de los inversores, produjo un déficit externo y una severa crisis financiera. Aunque el gobierno argentino llegó a un acuerdo con los banqueros extranjeros y la confianza se restableció, la conversión se suspendió ante la carencia de metálico el 13 de octubre de 1885 y no volvería a reanudarse por más de una década. Se autorizó al Banco Nacional, y luego al Banco de la Provincia y a bancos privados, a emitir billetes de curso legal sin obligación de convertirlos. A partir de 1885 van a existir en la Argentina dos sistemas monetarios: el papel moneda nacional que se usaba internamente, y el oro o libra esterlina, que se aplicaba a las transacciones internacionales. Desde 1887, se anexó una fuente de expansión del circulante a las ya existentes debido a la sanción, por el gobierno de Juárez Celman, de la Ley de Bancos Garantidos. Al presidente le interesaba más la continuidad y el éxito del programa de inversiones extranjeras que la estabilidad monetaria o cambiaria. La nueva ley establecía que cualquier banco, al estilo de sistema de la free banking norteamericana, estaba autorizado a emitir billetes con la condición de realizar un depósito en oro en las arcas del Tesoro Nacional por el cual recibiría una cantidad de bonos públicos que constituirían el respaldo de su emisión. De esta forma se procuraba tener la suficiente cantidad de oro para hacer frente a los pagos de la creciente deuda externa. La ley también estaba destinada a resolver el problema de iliquidez monetaria existente en las provincias, dado el predominio del Banco Nacional sobre las emisiones provinciales. Los billetes del Banco Nacional llegaron a cotizar, por esta razón, hasta el 8% encima de su valor, dificultando el acceso al crédito y el comercio.5 Los primeros bancos en adherirse fueron los bancos estatales y provinciales más antiguos. Hasta ese momento, el Banco Nacional y el Banco Provincia constituían al gran mayoría de la emisión: sobre un total de 88.000.000 de pesos, el primero tenía el 46.5%, y el segundo Martí, Gerardo M., “El sistema bancario en vísperas de la crisis de 1890. Una revisión crítica de su incidencia en la política económica de Juárez Celman, 1887-1889”, Ciclos en la historia, la economía y la sociedad, Nº 17, Buenos Aires, 1999, p. 51. 5 4 un 38.6%; seguidos por otros bancos provinciales más pequeños. El Banco de Santa Fe poseía el 5.6 % de la circulación, el del Entre Ríos y Tucumán el 4.5% cada uno y Salta 1.13%.6 Posteriormente se fueron incorporando y creando otros bancos provinciales, y en 1888 la totalidad de los bancos públicos y semipúblicos ya se había incorporado al sistema de Bancos Garantidos. Estás entidades dieron un fuerte impulso a las economías provinciales que disponían ahora de mayor liquidez y acceso al crédito. En cambio, el resto de las entidades bancarias, no tuvieron el mismo nivel de adhesión y recién comenzaron a incorporarse en 1889. Los billetes que emitían las entidades financieras tenían impreso el nombre de cada uno de ellos, lo que contribuía al desorden financiero. Cuadro 1. Bancos estatales o semi-estatales incorporados al sistema (1887-1889) Banco Nacional Provincia de Buenos Aires Provincia de Córdoba Provincial de Santa Fe Provincial de Salta Provincial de Entre Ríos Provincial de Mendoza Provincial de San Juan Provincial de Tucumán Prov. Santiago del Estero Provincial de La Rioja Provincial de San Luis Provincial de Corrientes Provincial de Catamarca Totales Creación 5-11-1872 Capital 41.273.400 Enc. Emisión Metálico 41.333.333 15.899.808 F. Públicos 41.333.333 Pag. a oro. 41.333.333 15-01-1822 26-03-1873 1-091874 29-07-1882 34.300.178 8.000.000 5.000.000 331.400 34.436.280 12.403.000 4.000.000 2.811.578 5.000.000 2.900.000 152.000 52.162 32.958.574 8.696.653 4.250.000 125.000 29.270.838 7.132.195 4.250.000 62.500 16-06-1884 8-10-1884 1-09-1888 11-12-1888 9.000.000 5.000.000 3.000.000 1.500.000 3.000.000 3.000.000 1.656.000 400.000 1.000.000 520.545 244.260 130.281 3.000.000 3.000.000 1.656.000 3.174.285 2.550.000 2.550.000 1.407.600 3.175.142 3-07-1888 27-08-1888 14-11-1888 1.800.000 3.160.000 2.500.000 2.070.000 1.000.000 630.000 300.000 51.507 69.857 3.766.400 3.000.000 322.500 3.201.440 2.550.000 535.500 4-09-1888 5.000.000 3.163.500 281.031 2.688.975 3.163.500 29-09-1888 5.000.000 2.390.491 53.944 2.031.916 2.390.490 124.864.978 102.231.604 36.717.973 110.003.636 62.239.205 Fuente: Weceslao Pacheco, Bancos de Emisión y Hacienda Pública (1889), Memorias de la Caja de Conversión años 1890 y 1891. En Martí, G., Op. cit., p. 67. Pero la medida se reveló, sobre todo, peligrosa y dio lugar a una gran fiebre especulativa porque muchos bancos, que no disponían de oro, comenzaron a vender bonos propios en el exterior para obtenerlo y poder emitir. Es decir que mientras el gobierno recibía oro del sistema bancario para pagar la deuda externa, los bancos se endeudaban en el exterior provocando un aumento de aquélla: los préstamos se pagaban con nuevos préstamos. Por esa razón, entre 1886 y 1890, la Argentina tomó prestado casi 700 millones de pesos oro. El total de su pasivo, incluyendo las inversiones de empresas privadas, alcanzaba en 1892 más de 900 millones de pesos oro. La causa determinante del descontrol monetario y financiero se originaba así en el endeudamiento con el exterior. Esta situación iba a producir una de las crisis económicas y financieras mas severas de la historia argentina, que en este caso se vio acompañada por una revolución 6 Op. cit., p. 54. 5 política que produjo la caída del presidente Juárez Celman y su reemplazo por el vicepresidente Carlos Pellegrini. En abril de 1890 el premio del oro, dicho en términos inversos a la devaluación del peso, llego al 209%, a lo que debe agregarse el signo negativo del comercio exterior, que en ese año dejo un déficit de 41 millones de pesos oro. Según el economista norteamericano John Williams, a pesar del incremento del circulante existía una gran iliquidez. La crisis estalló cuando no se pudo hacer frente a los servicios de la deuda y el flujo de préstamos del exterior se interrumpió. Esta crisis tuvo serias repercusiones en la City, donde la casa Baring, agente financiera del gobierno argentino, estuvo a punto de quebrar. El país había entrado en una nueva cesación de pagos. Luego arduas negociaciones, en las que intervinieron el Banco de Inglaterra y la Casa Rotschild, se concretó una refinanciación de las deudas, salvándose in extremis a la Casa Baring, corresponsable de la crisis, pues además de sostener maniobras especulativas era propietaria de empresas en bancarrota, como la que proveía agua potable a la ciudad de Buenos Aires. Como resultado de esta situación, muchos bancos cerraron sus puertas, mientras el gobierno nacional realizaba un profundo ajuste en sus cuentas fiscales, y creaba el Banco de la Nación Argentina, que se iba a transformar en la principal institución financiera del país. Es de destacar que la crisis no solo tuvo relación con cuestiones fiscales o con la conducta de algunos inversores externos, sino que se nutrió de una irrefrenable corriente especulativa privada, sobre todo con la compraventa de tierras, e incluyó la sobreexpansión de un sistema de cedulas hipotecarias, que convirtieron al Estado en garante en ultima instancia de las maniobras privadas. El mejoramiento del intercambio comercial, con la generación de saldos favorables debidos al boom agroexportador y a la restricción de las importaciones, y la refinanciación del servicio de la deuda externa provocaron, desde 1895, una declinación del premio del oro sin que disminuyera la cantidad de papel moneda en circulación. Se inició así un proceso de apreciación del peso, que se freno con la Ley de Conversión de 1899. La apreciación del peso papel originaba una transferencia de ingresos a favor de los que recibían ingresos fijos en papel moneda y en contra de los productores y comerciantes ligados a la exportación, que tenían sus costos en papel y vendían sus productos en oro. Por dicha razón, estos últimos comenzaron a desarrollar una campaña para detener la valorización del peso, haciendo valer su considerable influencia política y económica, reclamando la intervención del Estado en el mercado cambiario. Atendiendo a esas presiones, en agosto de 1899 el Poder Ejecutivo envió al Congreso un proyecto de conversión de la moneda, que se transformó en ley después de agitados debates parlamentarios. Esta ley tenía por función convertir el papel moneda en oro al cambio de 2,2727 pesos moneda nacional por peso oro, o sea 0,44 de oro sellado por peso papel a través de la Caja de Conversión, creada para emitir moneda, en 1890. Para servir de garantía a la conversión del papel moneda se formaría una reserva metálica llamada “fondo de conversión”, integrada por recursos públicos de diferente origen. El sistema comenzó a funcionar completamente en los primeros años del nuevo siglo, cuando las exportaciones argentinas dieron un salto cuantitativo formidable que permitió, junto con las inversiones extranjeras, generar una entrada neta positiva de oro. La emisión generada fue menor a la potencial, y permitió a los bancos incrementar sus reservas en oro y sus préstamos, reforzando el crecimiento económico. 6 Cuadro 2. Importaciones y exportaciones de oro, existencias en la Caja de Conversión y emisión de billetes (1900-1914) (en millones de pesos oro). Año Importa -ciones de oro Exportaciones de oro Importa- Existencia Garantía ciones de en Caja de Legal oro neta Conver(%) sión al Millones de pesos oro 1ro de dic Emisión de billetes Emisión potencial Millones de pesos papel 10,2 3,5 6,7 — — 295 310 1900 2,4 2,3 0,1 — — 295 310 1901 8,9 3,1 5,8 — — 296 317 1902 25,7 1,2 24,5 38,2 23,5 380 379 1903 24,9 1,6 23,3 50,3 28,1 408 423 1904 32,5 0,8 31,7 90,1 41,1 498 480 1905 18,2 1,6 16,6 102,7 44,3 527 506 1906 23,6 3,1 20,4 105,1 44,9 532 545 1907 28,7 0,1 28,6 126,7 49,5 581 598 1908 66,9 1,2 65,7 172,5 37,2 685 740 1909 37 1,7 35,3 186 68,6 716 817 1910 12,8 3 9,8 189 68,9 723 838 1911 36,1 0,1 36 222,9 71,9 800 920 1912 47,9 44,4 3,6 233,2 72,7 823 938 1913 18 31,3 -13,3 224,4 63,3 803 966 1914 En Rapoport (2007). Fuente: Ford, Alec G., El patrón oro: 1880-1914, Inglaterra y Argentina, Buenos Aires, 1966. Comité Geográfico Argentino (1942). Emisión real / potencial 95 95 93 100 96 104 104 98 97 92 88 87 87 88 83 El ciclo expansivo se mantuvo hasta 1913, y durante todo ese periodo la Caja de Conversión funciono sin sobresaltos importantes. Pero debido a una nueva crisis financiera, en 1914 el gobierno decidió suspender la convertibilidad, incluso antes de que las reservas se agotaran. Distintas causas originaron esa nueva crisis, entre las que se destaco el incremento de los tipos de interés del Banco de Inglaterra, que revirtió el signo del flujo de capitales. La Primera Guerra Mundial aceleró, sin duda, los tiempos al provocar en un principio la huida rápida del capital, pero la crisis estaba ya instalada y no dependió exclusivamente del estallido del conflicto. En síntesis, las continuas fluctuaciones de la moneda, cuyo respaldo crecía con la entrada de oro y se diluía con la fuga de él, poco tenían que ver con el crecimiento o no de la economía, mientras se sentaba las bases de una inestabilidad económica y financiera que se hizo crónica. Sin un organismo regulador del sistema monetario, los ciclos externos influían en forma determinante en el ciclo económico interno, mediado por la cantidad de dinero y su valor. De esta forma, la convertibilidad se interrumpió cada vez que los capitales externos menguaban resultando en una crisis de sector externo. El mecanismo era el siguiente: la entrada de ahorro externo se producía en forma de empréstitos e inversión y permitía financiar las importaciones, el pago de deudas, intereses y remesas al exterior; a la vez que los bancos aumentaban su emisión. De este modo, la economía comenzaba un período de expansión empujado por el aumento tanto del crédito como de la especulación. Cuando los capitales externos dejaban de fluir, el círculo virtuoso se transformaba en uno vicioso y sobrevenían profundas crisis, como sucedió en 1873, 1884, 1890 y 1914. La reducción de reservas de metal y moneda extranjera impedía mantener la convertibilidad. La devaluación provocaba, en forma inmediata, un agudo aumento de precios, avivado por la emisión 7 de los bancos y del Estado, cuyos ingresos fiscales se reducían bruscamente al estar atados a las transacciones con el exterior. Así, por ejemplo, de 1884 a 1893, la circulación monetaria se multiplicó por 5. Por otra parte, los ciclos revelaban una de las vulnerabilidades mas marcadas del modelo agroexportador. El endeudamiento externo generaba un servicio que habitualmente superaba el saldo favorable del comercio exterior. De allí que el ingreso de capitales tuviera una importancia superlativa en el sostenimiento de las coyunturas de estabilidad, y cuando estos dejaban de fluir la crisis se tornaba inevitable y se manifestaba inmediatamente en el plano monetario con bruscas fluctuaciones cambiarias y de los tipos de interés. Como además los flujos de capital respondían mucho más a los ciclos internos de las potencias –y especialmente de la coyuntura británica-, Argentina recibía pasivamente la incidencia de tales fluctuaciones con una baja capacidad para atemperar el impacto de los ciclos. Un elemento altamente ilustrativo de la desconexión entre el sistema financiero y el sector productivo es el bajo nivel de apoyo crediticio que recibía la actividad agropecuaria. La inexistencia de un mercado de crédito formal de largo plazo dificultó la incorporación de tecnologías, constituyendo una desventaja para el sector en comparación con otras regiones de características aparentemente similares, como Canadá. Además, la distribución heterogénea de la tierra, caracterizada por polarización en latifundios y minifundios de la Argentina, dificultaba la obtención de garantías de los créditos, aumentando su riesgo y, por lo tanto, su costo. Así, los créditos formales para realizar inversiones de largo plazo eran accesibles sólo a grandes propietarios. La mayor parte del crédito era otorgado por el Banco Nacional y el Banco Provincia de Buenos Aires, pero las localidades lejanas se le dificultaban tener acceso al crédito. Gran parte de los productores debían tomar crédito de las entidades locales o informales, siento éstos más caros. Las estadísticas muestran que existía un sesgo a otorgar créditos al comercio y a los estancieros, más que a las actividades agrícolas.7 Cuadro 3. Préstamos del BPBA y del BNA en la provincia de Buenos Aires a través de las sucursales fuera de la Capital Federal, 1907-1913 (por sectores beneficiados, en miles de pesos papel) Año 1907 1908 1909 1910 1911 1912 1913 Total Agricultura Industria Ganadería Comercio 19.923 9.083 47.997 31.485 30.013 14.221 61.305 50.842 33.353 16.126 13.941 66.026 40.221 17.569 86.613 65.860 50.775 21.690 97.825 68.487 77.825 29.108 121.571 92.596 59.068 42.471 113.378 86.190 311.178 150.268 542.630 461.486 Elaboración propia. Fuente: Dirección General de Estadísticas de la Provincia de Buenos Aires, Boletín Mensual. En: Adelman, J., op. cit., p. 8. La misma tendencia también se observa en Capital Federal. Cf. Adelman, Jeremy, “Financiamiento y expansión agrícola en la Argentina y el Canadá, 1890-1914” en Ciclos en la historia, la economía y la sociedad, N° 3, Buenos Aires, 1992 7 8 Cuadro 4. Préstamos totales del BNA (en miles de pesos) Año 1894 1895 1896 Total Agricultura Industria Ganadería Comercio 11.741 12.906 21.132 58.154 23.966 19.429 69.837 87.163 71.515 59.659 219.800 339.110 107.222 91.994 310.769 484.427 Elaboración propia. Fuente: Banco de la Nación Argentina, Memoria y Balance General. En: Adelman, J., op. cit., p. 8. En conclusión, como afirma Jeremy Adelman, “los pequeños clientes no disfrutaban de los servicios financieros ofrecidos por los mecanismos formales. Pareciera que la expansión agrícola poco tuvo que ver con la disponibilidad de fondos en el circuito formal de crédito bancario”.8 4. PROBLEMAS MONETARIOS E INTERPRETACIONES La explicación de la vulnerabilidad del sector monetario argentino despertó una larga serie de controversias entre quienes sostenían tesis basadas en explicaciones monetaristas y aquellos que percibían una incidencia determinante de factores no monetarios -distintos a los que afectaban a las naciones avanzadas-, que llamaremos estructuralistas. Las corrientes interpretativas sobre los desequilibrios internos, los mecanismos de ajuste de la balanza de pagos a que dieron lugar y sus repercusiones sobre el sistema monetario se ven plasmadas en los trabajos de autores que, como es el caso de Williams, Prebisch y Ford, visualizan la problemática desde distintas perspectivas basados, sin embargo, en una visión común que se ha definido como “estructuralista o de la balanza de pagos” y toma como eje ese endeudamiento externo. Roberto Cortés Conde tiene un enfoque distinto de la cuestión, que podemos denominar “monetarista”. El pionero de estos análisis fue John Williams, quien observa, que si los déficits comerciales eran demasiado amplios, como ocurrió en los años ’80, y no llegaban flujos de capital externo, la cuenta corriente del balance de pagos tenía saldos fuertemente negativos. Esto sucedía cuando la desconfianza externa o alguna crisis mundial interrumpía ese flujo de capitales: entonces los servicios de la deuda sumados al drenaje de oro que traían los déficits comerciales, producían alteraciones adversas originando la depreciación de la moneda y las recurrentes crisis externas. Afirma también que el exceso de emisiones constituía una respuesta a la depreciación previa de la moneda a raíz del aumento de las obligaciones externas fijadas en oro, descartando así un papel determinante del factor monetario como causal de esas crisis. 8 Adelman, J., Op. cit., p. 11. 9 Cuadro 5 John H. Williams. Causa: Déficit en balance de pagos Déficits de balance comercial amplios + Pagos de intereses y utilidades de la inversión = Déficits de Cuenta Corriente Interrupción de los flujos de capital por desconfianza externa o crisis mundiales Salida de oro, depreciación de la moneda y depresión DEFICIT PUBLICO Y EMISIÓN: eran el resultado de la depreciación de la moneda y el aumento de las obligaciones externa fijas en oro Prebisch, por su parte, estudió las vinculaciones entre los flujos de capital externo y el nivel de las exportaciones con la actividad interna y el volumen del medio circulante, desarrollando una “concepción analítica” de los ciclos económicos. La peculiaridad del análisis de Prebisch radica en el énfasis que pone en el estudio de los factores de gestación de las crisis en los momentos de expansión, y en su distinción de los ciclos económicos argentinos con respecto a los mundiales. Los períodos previos a la crisis -dice Prebisch- se caracterizan por una excesiva confianza y prosperidad: por una gran expansión del crédito, del consumo, de las transacciones y de la especulación inmobiliaria y financiera, relacionadas con la llegada de las corrientes de capital externo. Se agregaba a ello la toma de considerables empréstitos por parte del Estado nacional, lo cual derivaba en la liberalidad con que los bancos oficiales recurrían al descuento y redescuento y producían una euforia económica, que Prebisch considera ficticia porque no se hallaba en relación con la economía real. 10 Cuadro 6 Raúl Prebisch: Los ciclos externos Ciclo ascendente impulsado por: • Afluencia de capital externo, en calidad de empréstitos públicos y de colocaciones privadas. Acrecentamiento de las reservas bancarias Clima de bonanza Endeudamiento privado y la renovación de los plazos de las colocaciones financieras. Aumento de las importaciones gracias al mayor consumo incentivado por la liberalidad del crédito Ciclo descendente: Déficit en la cuenta comercial y/o aumento de las tasas de interés externa. Salida de Oro. COLAPSO Además, observando la evolución de las fluctuaciones de estos capitales, Prebisch constata que el momento en que se retiraban bruscamente de la plaza argentina coincidía con un alza de la tasa de interés en el Banco de Inglaterra, originada por los cambios cíclicos en el centro hegemónico de la economía mundial o en los mercados internacionales, hecho que precipitaba a la Argentina en la fase más profunda de sus crisis. Según Prebisch, el ciclo cumplía, a grandes rasgos, la siguiente secuencia: la gran afluencia de capital externo, en calidad de empréstitos públicos y de colocaciones privadas, acrecentaba las reservas bancarias; el clima de bonanza favorecía el endeudamiento privado y la renovación de los plazos de las colocaciones financieras; incrementándose, a su vez, el volumen de las importaciones gracias al mayor consumo incentivado por la liberalidad del crédito. Pero la prosperidad tenía un límite y éste estaba marcado por la ampliación de los déficits comerciales argentinos y por la elevación de las tasas de interés en las plazas europeas. Todas estas perturbaciones (o cualquiera de ellas) interrumpían la afluencia de capitales, mientras se imponía la necesidad de pagar en oro el aumento de las importaciones y los servicios financieros, que habían crecido durante el período de prosperidad previo. Ante la inevitable exportación de oro descendían las reservas bancarias y sobrevenía, entonces, el colapso, como resultado de una expansión no necesariamente vinculada al crecimiento real de la economía. Las perturbaciones eran, en definitiva, de origen externo y se reflejaban en la balanza de pagos que experimentaba continuos desequilibrios. En el proceso intervenían, por un lado, factores objetivos como los movimientos internacionales de capital y, por otro, factores subjetivos, como la confianza o la desconfianza sobre la evolución de las variables económicas y monetarias. Ford, por su parte, analiza el comportamiento del patrón oro y su capacidad para mantener la convertibilidad monetaria tanto en el caso inglés, como país hegemónico del período, como en el argentino, en su carácter de importante economía periférica, 11 entre los años 1880 y 1914. Trabaja sobre la hipótesis de que el patrón oro no tenía la capacidad de mantener la convertibilidad de la moneda si se producían desequilibrios en las transacciones externas en un marco de modificación de la estructura de precios. La convertibilidad dependía entonces de las condiciones políticas, económicas y sociales. Como los autores anteriores, Ford piensa que los desequilibrios del sector externo argentino del período se debieron, fundamentalmente, a factores externos, y no a causas monetarias, y centra su atención en el hecho de que el tipo de cambio resultaba determinado por el estado del balance de pagos; aunque no descarta la incidencia de las políticas macroeconómicas, y en especial, la relación entre circulación monetaria y tipo de cambio. Cuadro 7 Alec G. Ford: El patrón oro. El patrón oro no tenía la capacidad de mantener la convertibilidad de la moneda si se producían desequilibrios en las transacciones externas La convertibilidad dependía entonces de las condiciones políticas, económicas y sociales. Desequilibrios en la balanza de pagos como consecuencia del crecimiento de las importaciones en momentos de auge y retiro de los flujos de capitales externos. Se dificulta el pago en oro del los ss. de la deuda Devaluación Las crisis se producían cuando las inversiones no habían madurado y el valor de las exportaciones no había crecido lo suficiente como para compensar las importaciones y los servicios de la deuda En su análisis, los desequilibrios del balance de pagos hacían fracasar la convertibilidad, porque al crecimiento de préstamos externos le sucedía el aumento de las importaciones y la depreciación de la moneda, mientras que, cuando en la fase siguiente se restringían los movimientos de capital externo, los servicios de la deuda debían pagarse en oro. Lo más importante para Ford, sin embargo, es que la interrupción en los préstamos externos se producía en momentos en que todavía no se habían recogido los frutos de las inversiones productivas y el valor de las exportaciones no había crecido lo suficiente como para compensar las importaciones y los servicios de la deuda. Ese nivel de endeudamiento atemorizaba a los acreedores externos y frenaba las corrientes de capital. La imprudente política macroeconómica de los años ’80 facilitó una expansión desmedida del crédito antes de que maduraran las inversiones en el sector agroexportador, que no fue suficiente para cubrir los necesarios pagos externos. Los términos del intercambio, por la caída de los precios internacionales de las materias primas agrícolas, se sumaron para hacer inevitable la crisis. La originalidad del enfoque de Ford estriba en que consideraba a las exportaciones como una variable exógena, en función de la demanda externa, 12 concentradas en pocos productos primarios y en mercados con precios internacionales únicos. Las importaciones, por su parte, dependían de un aumento de los ingresos y éstos del de las exportaciones, que eran “función directa del nivel de actividad europea”, Por ello, los mecanismos del patrón oro “a través de los precios” fallaban en la Argentina. La convertibilidad se pudo mantener a partir del momento en que las exportaciones dejaron un excedente tal, que permitiera cubrir las importaciones y los servicios de la deuda. En un trabajo más reciente, Roberto Cortés Conde sostiene una tesis distinta de la de los otros tres autores, al señalar que las recurrentes crisis del período agroexportador fueron originadas por problemas monetarios, y no como resultado de los desequilibrios del balance de pagos. Cortés Conde aplica a la época el modelo de “expectativas racionales”, según el cual, por el aumento del crédito y la oferta monetaria, el público compraba oro ante las expectativas de devaluación de la moneda, producto de la mayor oferta monetaria, lo cual conducía al agotamiento de las reservas y a la depreciación del peso. Cuadro 8 Roberto Cortes Conde: la causa monetaria • ∆ oferta monetaria > ∆ Producto (con expectativas racionales) Aumento de la compra de oro Caída de Reservas Devaluación Los servicios de la deuda no habrían afectado mayormente el balance de pagos. La verdadera causa de los profundos desequilibrios que se produjeron fue la fuga de depósitos Esto es lo que provocó el fracaso del patrón oro para mantener la convertibilidad en 1876, en 1885 y en 1890; aunque desde 1885 el régimen fue de flotación sucia. Es decir que, con el exceso de emisión monetaria que caracterizó la segunda mitad de esa década del ’80 se perdieron, por un lado, reservas como en el sistema de tipo de cambio fijo y, por otro, se produjo una depreciación de la moneda, como en el sistema de cambio flexible. El problema se presentaba en esos años porque la oferta monetaria creció más que el producto. Evitando el deterioro de sus ingresos el gobierno intervenía vendiendo oro en el mercado de cambios para que no se depreciara la moneda. Esto, en vez de fortalecer el peso, impulsó al público a comprar activos externos mediante la utilización del crédito bancario. Los servicios de la deuda no habrían afectado mayormente el 13 balance de pagos, sino que la verdadera causa de los profundos desequilibrios que se produjeron fue esa fuga de depósitos, al agotar las reservas y depreciar la moneda. 5. MONEDA, CRISIS EXTERNAS E INDUSTRIALIZACION SUSTITUTIVA Durante la década del veinte, la balanza de pagos evidenció algunas de las características de los primeros años del siglo: el saldo comercial favorable fue contrarrestado por los amplios saldos negativos de los servicios financieros, que fueron financiados por nuevas importaciones de capital. La alta volatilidad de la coyuntura internacional en materia de flujos de capital y de precios dio lugar en la Argentina a intensas fluctuaciones, que tornaron el panorama económico altamente inestable. Mientras tanto, el sistema monetario y bancario argentino mostraba una extraordinaria rigidez y era muy sensible a las alteraciones de la balanza de pagos. Un saldo positivo se podía transformar en un aumento en la capacidad de compra, pero uno negativo no implicaba la retirada de capitales adquiridos en la cuantía adecuada, pues la inexistencia de un Banco Central permitía a las instituciones bancarias continuar la expansión de los créditos hasta situaciones intolerables. El ingreso de capitales extranjeros se reinició en el ´26. Durante 1927 las existencias de oro aumentaron de más de 85 millones de pesos oro, lo que permitió emitir 58 millones de pesos moneda nacional, precipitando la decisión del gobierno de volver a la conversión el 25 de agosto, a una tasa de 2,2727 pesos moneda nacional por peso oro, vinculando nuevamente la emisión monetaria a las reservas de oro y divisas en el marco de un aumento de las exportaciones y de entrada de capitales extranjeros. El país se sumaba a un escenario internacional donde la vuelta al patrón oro pasaba a ser el denominador común entre las economías más desarrolladas Sin embargo, el auge especulativo en Nueva York a partir del segundo semestre de 1928 impulso una salida de capitales que se acentuó con el estallido de la crisis internacional. A medida que transcurría 1929, la balanza de pagos iba reflejando el deterioro de la situación económica. La Caja de Conversión no pudo frenar el drenaje de divisas provocado por la huida de capitales, lo que llevó a la suspensión de la conversión el 16 de diciembre. La crisis alteró profundamente la economía nacional y obligó a un replanteo integral de la inserción internacional y de las políticas internas. Así comenzó a perfilarse el modelo de industrialización por sustitución de importaciones, que sustituyó el período agroexportador. Prohijado a la fuerza por la elite oligárquica que retorna al poder en 1930, frente al derrumbe de la economía mundial y la necesidad de salvaguardar sus propios intereses, tuvo por eje una intervención creciente del Estado en la economía y un crecimiento del sector industrial forzado por las circunstancias. Al mismo tiempo el país se independizaba relativamente de los poderes externos y de sus fuentes tradicionales de financiamiento, aunque se intentaban conservar a toda costa los mercados existentes para la colocación de los productos agrarios. La larga crisis desatada con el Crack de la Bolsa de Nueva York en 1929 planteó la necesidad impostergable de realizar una reforma de Estado, tendiente a desarrollar mecanismos de intervención estatal, no sólo en el plano fiscal y arancelario, sino también monetario. Así se creó el Banco Central en 1935, una sociedad mixta con el objetivo de “regular la cantidad de crédito y de los medios de pago, adaptándolos a las necesidades de los negocios”.9 9 R. Olarra, op. cit., p. 86. 14 La idea de la creación de un Banco Central venía madurando desde hacia años, aunque se enfrentaba con los partidarios de mantener el sistema existente, que se había revelado insuficiente para evitar la fuga de oro o la devaluación durante las crisis y cuya innegable rigidez en épocas de convertibilidad impedía el manejo de la política monetaria, mientras en momentos de inconvertibilidad fomentaba el emisionismo incontrolado. Con el cierre de la Caja de Conversión, el Banco Central se constituye como el único emisor de de moneda, que ahora no sería determinada únicamente por la entrada de oro, sino también por las monedas extranjeras. Las funciones principales del banco serían: detentar el privilegio exclusivo de la emisión de billetes en el territorio nacional; mantener una reserva suficiente para asegurar el valor del peso, ya sea en oro, divisas o cambio extranjero, equivalente al 25 % como mínimo de sus billetes en circulación y obligaciones a la vista; y regular la cantidad de crédito y de los medios de pago adaptándolos al volumen real de los negocios a través de operaciones de redescuento en el sistema bancario y otro tipo de actividades.10 Bajo la gerencia y orientación de Raúl Prebisch, el BCRA siguió hasta el estallido de la guerra una política marcadamente anticíclica. Hasta 1938, la mejoría de las condiciones económicas con respecto al pico de la crisis dio lugar a un ciclo ascendente, que fue morigerado por una política monetaria contractiva. En estos años, se superó en parte la falta de divisas característica del período 1930-1934, y el BCRA debió comprar una importante cantidad de moneda extranjera, lo que suponía inyectar dinero local en el mercado. Por eso, para evitar posibles tensiones inflacionarias, el Banco Central lanzó títulos públicos que le permitían volver a sacar del mercado parte de ese dinero. Con una porción de las divisas, a su vez, se cancelaron deudas con el exterior para reducir la carga de intereses en el futuro. Cuando las condiciones económicas se volvieron a deteriorar en 1938, el Banco Central adoptó una posición más laxa, para intentar reducir el impacto de la nueva crisis sobre las actividades productivas.11 La política económica terminó de apartarse definitivamente con el gobierno peronista a partir de 1945. Y también las características de las instituciones monetarias sufrieron importantes modificaciones. En este sentido, un aspecto importante fue la nacionalización del Banco Central. Luego de esta decisión, se adoptó una serie de disposiciones, enmarcadas en el dto. 11.554, orientadas a canalizar el crédito a través de bancos especializados, como el Banco de Crédito Industrial, hacia la industria y la minería; el Banco de la Nación Argentina, hacia actividades agrarias y comerciales, y el Banco Hipotecario Nacional, cuyo objetivo era impulsar la construcción de viviendas. La Caja Nacional de Ahorro Postal, por su parte, procuraría captar el pequeño ahorro en todas sus formas, otorgando, sobre todo, préstamos de consumo. El decreto nacionalizaba también los depósitos realizados en los bancos privados. Con este procedimiento, se buscaba poner bajo control del Estado todas las fuentes de la creación de dinero del sistema. De allí que si los bancos privados podían continuar captando depósitos, la decisión sobre el otorgamiento de créditos era tomada en última instancia por las autoridades monetarias y los bancos sólo podían prestar los fondos que el Estado pusiera a su disposición. Se estableció, además, la garantía del Estado de todos los depósitos efectuados tanto en bancos oficiales como privados. Con ello, se perseguía brindar una garantía absoluta a los depositantes, orientar la política crediticia hacia las actividades juzgadas 10 Cf. Aisenstein, Salvador, El Banco Central de la República Argentina y su función reguladora de la moneda y el crédito, Buenos Aires, 1942. 11 N. Gonzalez y D. Pollok, “Del ortodoxo al conservador ilustrado. Raúl Prebisch en la Argentina, 19231943”, en Desarrollo económico N° 120, Buenos Aires, 1991, ps. 474-477. 15 por el gobierno como prioritarias, y reducir el costo del dinero mediante la disminución de las tasas de interés. Los resultados fueron, en principio, bastante auspiciosos, lográndose un control eficaz del destino del crédito y su asignación a los sectores escogidos por la estrategia gubernamental. Una política monetaria flexible y selectiva en favor de la nacionalización de la economía favoreció el financiamiento bancario a rubros como los transportes, la construcción y la producción de caucho y de metales. El sector industrial, que en 1945 obtenía una tercera parte de los créditos totales, recibió, cuatro años más tarde, la mitad del apoyo crediticio bancario. A partir de 1952, consecuentemente con la nueva orientación de la política económica, también el sector agropecuario comenzó a gozar de mayor facilidad en el acceso al crédito. En la medida en que el Estado era quien decidía el destino final de los créditos, tenía asimismo una influencia decisiva en la fijación de la tasa de interés, cuyos valores diferían según el destino de los préstamos. En ese punto, la industria recibió un apoyo particular, beneficiándose con tasas de interés inferiores a la tasa de inflación, hecho que encubría un subsidio a ese sector. En general, durante la gestión peronista se registraron tasas de interés reales negativas, hecho que favorecía la actividad productiva desde dos puntos de vista. Por un lado, se estimulaba la toma de créditos. Por el otro, se reducía el costo de oportunidad de dichas actividades frente a la alternativa de las colocaciones financieras. La ciencia económica ha resaltado permanentemente la relación inversa entre la tasa de inversión y la tasa de interés. Entre 1946 y 1949, el peso de las demandas del sector público, el financiamiento del sector industrial y el rescate de la deuda externa, sumadas a la inflación de posguerra que vivía la economía mundial, constituyeron el principal factor de incremento de la circulación monetaria Entre 1949 y 1950, se observan importantes cambios, que se corresponden a las transformaciones de la política económica implementadas con el surgimiento de la crisis. El erario público redujo notoriamente la financiación con emisión de dinero y la demanda de créditos del sector privado pasó a ser el principal factor de la expansión, a punto tal que el volumen de créditos superaba al de los depósitos. Entre 1949 y 1952, el circulante creció a una tasa muy inferior al incremento de los precios. Cuadro 9. Creación de medios de pago y precios mayoristas Año Oro y divisas Sector oficial Sector privado Total 1945 1946 1947 1948 1949 1950 1951 1952 1953 1954 1955 5.568,70 5.499,00 3.764,70 2.484,80 2.294,40 3.181,50 2.491,10 870,7 3.031,50 2.877,90 2.280,90 4.117,70 6.031,00 9.288,20 13.565,80 16.555,00 17.515,30 18.200,30 19.350,20 24.688,20 30.093,50 35.869,50 3.343,00 5.677,70 8.511,30 12.015,80 14.781,40 19.750,60 27.140,60 33.183,40 37.913,00 45.779,00 55.167,70 13.029,40 17.207,70 21.564,20 28.066,40 33.630,80 40.447,70 47.832,00 53.404,30 65.632,70 78.750,40 93.312,10 Tasa de Precios variación mayoristas — 32,1 25,3 30,2 19,8 20,3 18,3 11,6 22,9 20 18,5 — 15,9 3,6 15,3 23,1 20,4 49 31,2 11,6 3,1 8,9 PBI — 8,9 11,1 5,5 -1,3 0,4 3,9 -5 5,3 4,1 7,1 Elaboración propia Fuente: BAC (1982), con cifras del Banco Central de la República Argentina. En Rapoport M. (2007) 16 En 1952, se hace más evidente que la política económica adquiría un corte crecientemente ortodoxo. Ese año, las restricciones en materia monetaria se relacionaron con un descenso de la tasa de inflación (que continuaría en 1953) y una fuerte recesión en el sector productivo. Luego de eso, la política monetaria siguió un sendero mucho más controlado que en los años iniciales, a pesar de que nuevamente el gasto público ganó en importancia como factor de creación de medios de pago. Pero el proceso inflacionario, en 1954 y 1955, se redujo de modo notable. La política económica de la Revolución Libertadora intentó promover la expansión económica con estabilidad. El fenómeno inflacionario, evaluado como una de las herencias más pesadas que dejaba el peronismo, era atribuido a dos factores: la creación excesiva de medios de pago, es decir, la emisión monetaria, y los aumentos masivos de precios y salarios. De hecho, las causas de la inflación debían buscarse también en la estructura productiva. La baja tasa relativa de renovación de los bienes de capital y su progresiva obsolescencia, el agotamiento de los recursos naturales, el deterioro de los términos del intercambio, las acciones de los monopolios y la existencia de un vasto sector estatal improductivo daban origen a una inflación estructural que se manifestaba ora como inflación de demanda, ora como inflación de costos, pero que ponía en evidencia el carácter subdesarrollado de la economía local. Así, tarea específica del gobierno de la Revolución Libertadora se condicionaba al logro de la estabilidad de precios y la superación de los desequilibrios del sector externo en el corto plazo. Para ello, debía alcanzarse una moneda sana con un severo control en la evolución de la cantidad de dinero, la reducción del empleo en el sector público, una mayor racionalidad en las empresas del Estado y, en términos más generales, una disminución del gasto público. El programa se inició con una fuerte devaluación, que llevó al dólar de $ 5, $ 7,50 y $ 15 (durante el peronismo existía un régimen de tipos de cambio múltiples) a un tipo de cambio único oficial de $ 18. Paralelamente, se volvió a instaurar un mercado libre, en el que el dólar llegó a cotizarse cerca de los $ 36.12 En el sector monetario, se practicó una profunda reestructuración de la banca. Los depósitos se desestatizaron, mientras se decretó la autarquía del Banco Central, cuyas autoridades durarían siete años en el cargo y debían seguir los lineamientos generales de política económica del Poder Ejecutivo, aunque se buscaba apartar su acción de las presiones políticas. Los lineamientos monetarios del gobierno apuntaban a detener la expansión monetaria, a partir de una reducción del gasto público. De esa manera se lograría la estabilización. Los precios se liberaron, mientras trataba de mantenerse el control del crecimiento de los salarios. Las dificultades en este terreno llevaron luego a la sanción del dto. ley 2.740/56, que establecía un rígido control de precios El error de cálculo con respecto al impacto de la devaluación sobre los precios, la reapertura de la puja en la distribución del ingreso y la imposibilidad de controlar eficazmente el gasto público y la expansión monetaria empujaron de manera progresiva la tasa de inflación hacia arriba. 6. POLITICA MONETARIA Y CAMBIOS INSTITUCIONALES EN LA ETAPA DEL MODELO SUSTITUTIVO DE IMPORTACIONES 12 Cf. Kandel, Pablo, Claves de la economía argentina, 1819-1983, Buenos Aires, 1983, p. 162 17 Como hemos visto, antes de la década del ’30 no existía una política monetaria, sino que el circulante estaba ligado al sector externo y las necesidades de financiamiento público. Los gobiernos procuraron regular el sistema monetario mediante la Caja de Conversión, ligando el papel moneda utilizado en el ámbito nacional con el oro, utilizado para las transacciones internacionales. Después del estallido de la crisis, durante los primeros años de la década del treinta, se intentó controlar la oferta monetaria y los precios mediante los bancos estatales (El Nación), hasta que esta facultad pasó al Banco Central, fundado para tal fin. Así comienza el desarrollo de la política monetaria, en conjunto con el de las políticas públicas, que iniciará un proceso de maduración con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. De todas maneras, en sus inicios el Banco Central también fue objeto de las transformaciones de los modos de regulación que fueron imponiéndose entre 1930 y el final de la segunda guerra mundial. En su origen, el BCRA fue un organismo mixto, en cuya dirección participaban los bancos públicos nacionales y provinciales, la banca privada nacional y los bancos extranjeros radicados en el país. Inclusive, estos últimos tenían en el directorio un porcentaje de votos mayor que la proporción del capital suscripto en el banco frente a los demás grupos. En la década del ‘40 la estabilidad monetaria deja de ser el objetivo primordial del BCRA, quedando subordinada a la política económica interna. Desde el punto de vista institucional, el banco se nacionaliza y el gobierno adquiere así el pleno control de su accionar. Pero además, los objetivos giran desde la política de regulación de la coyuntura a la promoción de las actividades productivas. En este sentido, la Carta Orgánica del Banco Central de 1946 decía: “El Banco tiene por objeto promover, orientar y realizar…la política económica adecuada para mantener un alto grado de actividad que procure el máximo empleo de los recursos humanos y materiales disponibles y la expansión ordenada de la economía, con vistas al que el crecimiento de la riqueza nacional permita elevar el nivel de vida de los habitantes de la Nación”.13 En 1957 el Banco Central recupera su autarquía. Ahora, el objetivo de velar por la estabilidad monetaria se complementa con el crecimiento: “promover el desarrollo ordenada del ahorro y la inversión y estimular el crecimiento ordenado y persistente del ingreso nacional con el máximo posible de ocupación de los factores productivos”.14 Es que el declarado Plan Desarrollista se basaba en el diagnóstico de que la Argentina era país subdesarrollado y desintegrado al que, por ende, había que desarrollar e integrar. Frondizi remarcaba en su mensaje inaugural que “aumentando la producción como habremos de lograr el equilibrio y obtener una moneda de valor relativamente estable”… “La política fiscal, monetaria, crediticia y cambiaria –decía- deberá servir de estímulo a la producción útil a la colectividad, alentando a quien crea riqueza y desalentando al especulador y al ocioso…” El lanzamiento de la política de desarrollo llevó en los primeros meses de gobierno a una expansión del gasto público y de la moneda circulante. Pero, a medida que el programa avanzada, se agravaban los desequilibrios que no podían resolverse en el corto plazo. Se retomaron así políticas más ortodoxas para frenar la inflación y el gasto público, aún antes de la caída de Frondizi. Tal vez el elemento mas destacable de las políticas monetarias y financieras de la etapa sustitutiva de importaciones es la existencia a lo largo de buena parte del periodo de tasas de interés reales negativas –es decir, tasas nominales inferiores a la inflación- para los créditos industriales. Este mecanismo de subsidios encubiertos 13 14 Olarra Jiménez, R., op. cit., p. 123. Idem ibidem, p. 124. 18 buscaba fortalecer el aparato productivo y la inversión de capital. No obstante, esa tendencia coincidió con momentos en los que las tasas de interés sufrían fuertes aceleraciones. Las oscilaciones que experimentaba la economía argentina se debían a factores, ambos de gran relevancia. El primero era la profunda fractura en los proyectos existentes para la Argentina en los sectores dirigentes. El modelo sustitutivo nunca fue una alternativa incuestionada y, en diversos momentos, generalmente durante regímenes de facto, se impusieron políticas liberales que intentaban retornar a estructuras económicas menos diversificadas y con una inserción más fuerte en la economía internacional. En esos momentos, las políticas de promoción industrial eran suspendidas mientras se retornaba a caminos más tradicionales en la política económica, y sobre todo a políticas monetarias más contractivas. El segundo factor es la recurrencia de crisis cíclicas en la economía argentina, que desencadenaban políticas de ajuste de corto plazo para equilibrar los déficit en diversas variables macroeconómicas, especialmente en las cuentas externas y fiscales. Por supuesto, ambos factores solían aparecer de manera simultánea, y las crisis eran el contexto ideal para imponer políticas restrictivas en lo económico y represivas o regresivas en lo político. Desde 1949, año de la primera crisis de Balanza de Pagos, hasta 1976, se hicieron evidentes los límites del crecimiento argentino. Así, la economía presentó un crecimiento cíclico, conocido como Stop & Go. Toda etapa de crecimiento se interrumpía ante el creciente déficit en la balanza de pagos, que conducía a una devaluación, con la consiguiente elevación de precios, reducción de la demanda y desempleo creciente. Las autoridades económicas intentaban frenar el deterioro de la moneda, originada en la inflación producida por la devaluación y la rigidez de la estructura productiva, implementando una política monetaria restrictiva, típico de las recetas ortodoxas. Este “error de diagnóstico” originaba una caída mayor de la demanda por el aumento en la tasa de interés y la restricción del crédito. Cuadro 10 Crisis “Stop & Go” Se revierte el déficit en BP Crisis BP Depreciación Crecimiento Econ. ×Recesión ∆ demanda y empleo ×∆ desempleo ∆ M > ∆ X ×∆ Precios y W reales. ∆ Deuda Externa ×Caen M ∆ pago de i y utilidades × Oferta X rígidas •Déficit de BP. •Caen Reservas Int. ∆ W reales por reclamos sindicales Recuperación ∆ Consumo ×∆ Concentración y centralización del capital ×∆ pago de i y utilidades 19 ∆ Sup. Comercial Se detiene fuga K ∆ Reservas Internac. Se valoriza la moneda Durante el modelo de industrialización por sustitución de importaciones, los ciclos económicos estaban ligados al mismo tiempo al mercado interno y a los mercados externos. En la etapa de auge, ante el aumento de la producción industrial vinculada al consumo local, se incrementaban las importaciones, para comprar bienes de capital e insumos básicos y se reducían las exportaciones, por la mayor demanda interna originada en la suba del salario real y de los niveles de ingresos. Pero el déficit en la balanza comercial y la disminución de las divisas llevaban a una devaluación que provocaba un aumento del precio de los productos agrarios exportables y de lo insumos importados. Todo esto se traducía en crisis del sector externo, inflación y políticas monetarias restrictivas. Así, entre 1945 y 1969 hubo al menos tres caídas, en el 50-52, ‘59 y 62-63 y tres momentos de auge en el ‘47, ‘61 y ‘65. Sin duda, la ausencia de un sector industrial integrado y exportador y la existencia de un sector agropecuario que condicionaba la exportación a sus propios intereses sabiendo que era el principal proveedor de divisas, explica en parte esta situación. Sin embargo, el endeudamiento externo era pequeño y la inversión extranjera se radicaba mayormente en el sector industrial, aunque con notorias falencias y desniveles. Cuadro 11 “Stop & Go” Inflació Inflación por devaluació devaluación (Inf. Tipo de Cambio): Cambio): • Porque se exportan alimentos aumentan precios bs. salario salario • Los insumos industriales son importados Aumentan precios de bs. manufacturados FUERTE IMPACTO DISTRIBUTIVO Devaluació Devaluación + Puja Distributiva + Emisió Emisión + Estancamiento = INFLACIÓ INFLACIÓN Fenómenos en apariencia contradictorios: •Aumento de salarios con desempleo •Inflación con recesión Con la inflación se reducen los ingresos reales del gobierno. El déficit fiscal es la consecuencia de la inflación y no su causa Basado en el desarrollo del mercado interno y en las industrias livianas desde la crisis de los años ‘30, ese proceso fue cambiando en los años ‘50 y pasando a otra etapa, gracias a la creación de ciertas industrias básicas, el énfasis en la necesidad de capitales externos y la necesidad de que el proceso redistributivo provenga del incremento de la productividad. En su etapa final se agrega también un tímido intento de exportación de manufacturas. 7. EL MODELO RENTISTICO-FINANCIERO: UN REGIMEN MONETARIO AL SERVICIO DE LA ESPECULACION 20 A partir del golpe de Estado del 24 de marzo 1976, se produce una serie de profundos cambios en la estructura económica argentina, iniciándose así un nuevo modelo económico basado en la acumulación rentística y financiera, la apertura irrestricta, el endeudamiento externo y el disciplinamiento social. El diagnostico que hacían las autoridades economías apuntaba a señalar la inflación como problema principal. Para fundamentar sus políticas de estabilización recurrieron al “enfoque monetario del balance de pagos”, en el que la inflación no es atribuida exclusivamente a la oferta excesiva de dinero, sino al efecto simultaneo de una economía cerrada a las importaciones. En el caso de una economía abierta, el exceso de demanda provocado por la expansión monetaria puede derivarse a las importaciones, sin provocar inflación. En una economía con tipo de cambio fijo y perfecta flexibilidad de precios, el exceso de dinero estimula la importación, que obliga a la gente a desprenderse de moneda local para comprar divisas, de manera que la oferta monetaria se contrae y vuelve al nivel de equilibrio. La situación descripta implica también que transitoriamente el gasto supere al ingreso, pero en esas condiciones, se produce un aumento de la tasa de interés que atrae recursos del exterior para financiar el exceso de gastos. Este esquema, que debía conducir en el mediano plazo a niveles de inflación y tasas de interés convergentes con los de los EEUU, tuvo en la práctica consecuencias desastrosas. Como ni los precios ni las tasas de interés eran todo lo elásticas que la teoría admitía, generaron un profundo retraso cambiario que desalentó la producción y estimulo la entrada masiva de capitales especulativos. El resultado fue un endeudamiento que condiciono a partir de ese momento las políticas económicas internas e impuso nuevas reglas en el mercado monetario. Desde 1976, con una interrupción parcial durante el gobierno de Alfonsín, se implemento una política monetaria pasiva, en la que la cantidad de dinero se rigió casi exclusivamente por los movimientos de capitales. Cuando estos ingresaban, la cantidad de moneda se expandía, estimulando una coyuntura ascendente. En la etapa de reflujo, la masa monetaria se contraía –incluso más que la expansión previa, por cuanto los capitales salientes se habían valorizado y también retiraban las ganancias-, acentuando la depresión. De esta forma, los ciclos internos comienzan a estar determinados por los ciclos de los capitales financieros internacionales. La moneda actúa aquí de manera absolutamente procíclica, exacerbando auges y depresiones, mientras estimula en todas sus etapas diferentes formas de endeudamiento público y privado. La economía argentina se volvió así proclive a ingresar en burbujas especulativas sin una base productiva sólida, que finalizaron con profundas crisis financieras y fuertes repercusiones sociales. En el plano monetario, el eje central de la política económica de Martínez de Hoz fue la Reforma Financiera de 1977, que ubicó al sector financiero en una posición hegemónica en términos de absorción y asignación de recursos. El nuevo Régimen de Entidades Financieras iniciaba un rumbo cuyo norte apuntaba a la liberalización de los principales mercados internos y a una mayor vinculación con los mercados internacionales. La reforma financiera consistía, en lo fundamental, en la creación de un sistema de reservas fraccionarias que reemplazaba al anterior sistema centralizado de depósitos con un encaje del 100 %; la liberalización de las tasas nominales de interés activas y pasivas; una mayor responsabilidad de los bancos en sus relaciones con la clientela, estableciendo, además, requisitos sobre la solvencia y la liquidez de dichas entidades; el establecimiento de un régimen de garantía plena de los depósitos en el marco de una mayor liberalidad de los requisitos para la expansión o instalación de 21 nuevas entidades y sucursales sin importar la nacionalidad; y la recreación de la función del Banco Central como prestamista en última instancia. En síntesis, incidía en dos frentes complementarios: por una parte liberalizaba de la manera más radical los flujos de capitales con el exterior, mientras que, por otro lado, flexibilizaba a ultranza la operatoria de las entidades privadas –nacionales y extranjeras- en el mercado interno. Entre 1978 y 1979 se autorizó la apertura de 1.197 sucursales financieras, mientras el PBI per cápita se encontraba virtualmente estancado.15 En este marco, el Banco Central perdía gran parte de sus funciones reguladoras en el mercado, pero de alguna manera adquiría la función de “pagador en última instancia”. Para ello, se fueron adoptando varias normas y procedimientos, entre los que jugo un papel fundamental la llamada “Cuenta de Regulación Monetaria” (CRM). Al reemplazarse el sistema de nacionalización de depósitos por uno de encajes fraccionarios, la base monetaria quedó en niveles demasiado altos, por lo que, para neutralizar los efectos expansivos, se fijó un encaje del 45 %, que luego descendió hasta el 15 %. Mantener inmovilizada una parte de los depósitos implicaba para los bancos un costo que incidiría ampliando la brecha entre las tasas de interés activas y las pasivas, encareciendo los créditos y provocando un desplazamiento por parte de los tomadores hacia fuentes financieras externas. Para evitar esos efectos, se creó la CRM, por la cual el gobierno remuneraba los encajes obligatorios, asumiendo el costo mencionado. El saldo negativo de la CRM se transformó pronto en una fuente de creación de dinero, operando implícitamente como una suerte de subsidio al sector financiero e impactando sobre las cuentas públicas. Entre junio de 1977 y mayo de 1982 la emisión efectuada por intermedio de la CRM fue estimada en casi 62.000 millones de pesos, equivalente a algo más del 5 % del PBI.16 El Banco Central comenzó a padecer una salida creciente de recursos que, en rigor, no constituían un gasto del Tesoro y, por lo tanto, no generaban un déficit fiscal propiamente dicho. Sin embargo, en tanto el BCRA es un organismo estatal, esa salida de fondos también pesaba sobre las cuentas públicas, por lo que fue denominado “déficit cuasifiscal”. La magnitud de ese déficit creció progresivamente, generando una bola de nieve. La remuneración de encajes incrementaba la masa monetaria. Debido al sistema de encajes, una parte de esa expansión quedaba inmovilizada y sujeta, a su vez, a remuneración, lo que generaba un crecimiento exponencial de este ítem de la oferta de dinero. Otro factor que gravitó en la generación del déficit cuasifiscal fue la salida de divisas por los pagos de la deuda externa, que provocaban la expansión de la cantidad de moneda por las compras de divisas del gobierno en el mercado abierto. La esterilización de esa masa monetaria inducía a canjearla por títulos públicos, mientras se incrementaban el monto de dinero inmovilizado por los encajes y la tasa de interés. El problema del déficit cuasifiscal se proyectó y agravó notablemente en la década del ’80 para encontrar solución definitiva recién a principios de los años ’90. Finalmente, en 1980 se produjo una aguda crisis bancaria, que el gobierno militar intentó resolver sin éxito mediante una amplia variedad de medidas favorables a los bancos, alimentando la fuga de capitales y el agravamiento del endeudamiento externo, en un contexto de crisis internacional, dando paso de este modo a la crisis de la deuda y la llamada “década pérdida”. Con el objeto de frenar el proceso inflacionario desencadenado a finales de la década del ’70 y presente en la década del ’80, el equipo económico de Raúl Alfonsín ideó numerosas medidas de políticas que no lograron, finalmente, evitar el estallido hiperinflacionario. Las medidas más importantes implementadas en el plano monetario 15 16 Palacio Dehesa, Carlos, El plan Martínez de Hoz y la economía argentina, Buenos Aires, 1981 FIDE, Coyuntura y desarrollo, N° 47, julio de 1982. 22 fueron las siguientes: cambio del signo monetario, introduciendo el austral; reducción de las tasas de interés reguladas; devaluaciones y congelamiento posterior del tipo de cambio e implementación de una política monetaria y fiscal estricta, que comprendía una reducción significativa del déficit. Ya hacia el final de gobierno radical, y bajo el diagnóstico de que las presiones inflacionarias se debían a una política monetaria demasiado laxa, se inició una política más restrictiva en el manejo de la oferta de dinero, resultando en la elevación de las tasas de interés reales activas. Por consiguiente, el nivel de billetes y monedas en poder del público descendió con respecto al PBI, mientras las mayores tasas estimularon un crecimiento de los depósitos a plazos, con el consiguiente aumento del agregado M2, como puede verse en el cuadro siguiente. Cuadro 12. Activos monetarios en poder del público M1 Privado M2 Año (Billetes y monedas + Dep. a la vista) (M1 + Dep. a plazos) 1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 7,6 5,9 5,3 4,4 3,9 4,6 6,6 5,5 3,6 2,8 25 22,3 17,4 14,4 12,5 11,7 18,2 17 14,5 13,4 Elaboración propia. Fuente: BCRA. El compromiso de mantener bajo control la cantidad de dinero se veía contrariado por el creciente déficit fiscal y por la necesidad de comprar divisas para cancelar los compromisos externos, lo cual implicaba inyectar el contravalor en australes en el mercado. Esto obligaba a recurrir de manera casi abusiva a herramientas de política económica que podían ser explosivas en el mediano plazo, como tratar de esterilizar parte de la nueva masa monetaria con la colocación de títulos públicos, canjeando, en definitiva, deuda externa por deuda interna. En la misma dirección operaba el incremento de los encajes del sistema bancario, que eran remunerados con un interés. Estos intereses, como ya explicamos, constituían un gasto que alimentaba el déficit y se denominaba “déficit cuasifiscal”; su evolución alimentaba la expectativa de un relajamiento futuro de la oferta monetaria. En definitiva, el sostenimiento de esta política dependía del atractivo de los títulos de deuda por parte de los posibles tomadores. A medida que el mercado de esos títulos se fue saturando, que la deuda crecía (y, por consiguiente, las dudas sobre la solvencia del Estado a la hora del vencimiento) y que la inflación se recalentaba, el gobierno se veía forzado a incrementar las tasas de interés para que sus bonos no perdieran atractivo. Pero esto volvía a repercutir sobre el volumen de la deuda, al capitalizarse crecientes masas de ganancia financiera, e influía sobre la actividad económica, ya que las tasas de interés de todo el sistema se veían arrastradas por este mecanismo. Ahora bien, las tasas de interés crecientes y las 23 dificultades en la oferta alimentaban la inflación, presionando otra vez sobre las tasas de interés nominales. Este círculo vicioso no pudo detenerse y se inició, entonces, una fuerte fuga de capitales. La burbuja especulativa fue imparable, llevándose con ella, no sólo el valor de la moneda y el poder adquisitivo, sino también al gobierno radical. La inflación logró detenerse durante el gobierno de Carlos Menem, mediante la instauración del Régimen de Convertibilidad en 1991. El Banco Central fue autorizado también a cambiar la denominación del signo monetario. En consecuencia, a partir del 1º de enero de 1992 se estableció el peso como moneda de curso legal, equivalente a 10.000 australes, y se fijó el tipo de cambio de 1 peso por dólar. Los encajes bancarios sobre los depósitos en moneda nacional fueron rebajados, mientras que se aumentaron los que afectaban a los depósitos en moneda extranjera, tratando de estimular las transacciones en pesos en lugar de las realizadas con divisas. El sistema procuraba evitar que el Estado emita dinero para solventar el déficit público. La creación y la absorción de dinero quedan limitadas al ingreso o egreso de divisas, lo que transforma la oferta monetaria en una variable exógena, que no podía ser controlada por la política económica. En este marco, el peso quedó transformado de hecho en un vale por un dólar, de aplicación dentro de las fronteras nacionales, actuando exclusivamente como unidad de cuenta, mientras que las demás funciones del dinero son satisfechas por el dólar, lo cual implica la renuncia a los principales instrumentos de política monetaria. En un esquema así, con apertura irrestricta de los mercados, la única forma de controlar el déficit externo y el déficit fiscal es aplicando políticas recesivas y de ajuste a la espera de un milagroso flujo de capitales que compense la situación. Se trata de una economía que crecía sólo con el endeudamiento externo. La ideología sumó, además, la idea de transferir permanentemente recursos del sector público al privado, lo que provocó a la larga un mayor desequilibrio fiscal, que debió financiarse con nuevos endeudamientos. Como consecuencia de la persistencia de este tipo de políticas, la vulnerabilidad externa, con sus efectos adversos, ha sido una de las características salientes de la historia económica argentina desde fines del siglo XIX, que culminó en una profunda crisis a principios del siglo XXI. En el fondo, el fuerte endeudamiento externo publico acumulado desde 1976 comenzó a generar un nuevo ciclo estrechamente vinculado a la evolución de las brechas externa y fiscal. Los periodos de expansión se asocian a un ingreso de divisas desde el exterior, que permiten sostener el déficit comercial que la propia expansión genera. Cuando los flujos de capital se interrumpen, el ciclo entra en su fase depresiva y el ajuste recesivo equilibra paulatinamente las cuentas externas. Sin embargo, la recesión disminuye los ingresos públicos y origina una crisis fiscal que, al ser combatida con recortes en los gastos, profundiza la recesión sin mejorar la brecha fiscal. Es que esa brecha se torna inflexible por el peso creciente de los servicios de la deuda, que no suelen ponerse en cuestión y que crecen exponencialmente aun cuando se transfieran sumas enormes de recursos al exterior.17 Después de casi una década de mantenimiento del tipo de cambio fijo, en el marco de una liberalización financiera, desregulación económica y apertura comercial, la demanda agregada estaba deprimida, la sobrevaluación cambiaria inhibía el crecimiento de las exportaciones y los elevados niveles de desempleo limitaban la revitalización del consumo, mientras que la crisis del endeudamiento externo amenazaba al régimen de convertibilidad y subordinaba a la política económica. Cf; Andres Musacchio, “Los “deslices técnicos” de la convertibilidad, la crisis y las condiciones de la recuperación”, XX Jornadas Nacionales de Historia Económica, Mar del Plata, octubre de 2006. 17 24 Cuadro 13 Convertibilidad: “el 1 a 1” Tipo de Cambio Fijo + Inflació Inflación inercial Apreciación ∆ precios en favor de Bs. no comercializables Apertura Externa Liberalizació Liberalización • Frena ∆ precios • Extranjerización •∆M •∆ de giro de rentas de la I • Poca ∆ x es por la estructura de las exportaciones y el nuevo sistema de precios •∆ Inv. en no comercializ. DÉFICIT COMERCIAL MANTENER LA CONVERTIBILIDAD, SIN PORDER MODIFICAR EL TIPO DE CAMBIO, LLEVÓ A: RECESIÓN, DEFLACIÓN, CAIDA DE SALARIOS Y AUMENTO DEL DESEMPLEO. EL AJUSTE SE LLEVÓ A CABO MEDIANTE UNA CRISIS PROFUNDA • ∆ Aumenta la entrada de capitales externos. ENDEUDAMIENTO EXTERNO En los últimos años de los años noventa, la deuda pública garantizó el financiamiento de la BP. El desequilibrio externo emergía entonces como una característica estructural que acompañaría al modelo desde sus inicios. Desde mediados de la década, se aceleró la tendencia al endeudamiento público. El gobierno nacional tomó créditos en el exterior no sólo para financiar su propio desequilibrio financiero, sino para acumular reservas y compensar el déficit externo del sector privado. Esto permitía prolongar la vida del régimen, aunque a costa de levantar una pesada hipoteca hacia el futuro. El incremento sostenido del nivel de reservas era fundamental para el crecimiento de la economía, pues de él dependía el comportamiento de la oferta monetaria y del crédito, y por tanto la evolución de la demanda pública y privada. Este mecanismo implicaba que la actividad interna estuviera estrechamente ligada a la posición financiera exterior de la economía nacional, a través del nivel de reservas, que determinaba la base monetaria.18 El paulatino drenaje de reservas, en el marco del régimen de convertibilidad, contraía la base monetaria. En consecuencia, evitar una agudización de la restricción monetaria dependía de que el gobierno proporcionara más divisas mediante el endeudamiento externo. Esa lógica se reproducía y agravaba porque los ingresos de divisas gestionados por el Estado eran rápidamente fugados por el sector privado, que redujo sus pasivos y aumentó sus activos en el exterior a costa de un aumento colosal de la deuda externa pública. La reducción de la liquidez elevaba las tasas de interés y, por esa vía, afectaba nuevamente los niveles de actividad económica. El achicamiento del consumo y, sobre todo, de la inversión, repercutía sobre el nivel de importaciones. Aún así, el superávit de la balanza comercial era insuficiente para contrarrestar el pago de intereses y el considerable incremento en la remisión de dividendos. Damill, Mario, “El balance de pagos y la deuda externa pública bajo la convertibilidad”, en el Boletín Informativo Techint, N° 303, 2000. 18 25 Cuadro 14 Crisis 2001: Fin de la Convertibilidad • Déficit continuos en la Cuenta Corriente de la BP. • Con la recesión y las expectativas de devaluación las inversiones externas no sólo dejaron de llegar, sino que comenzaron a retirarse. Transformando al endeudamiento externo público en el único medio para sostener la convertibilidad. • Pol. Fiscal contractiva (∆ impuestos y reducía salarios y gastos) Tasas de interés cada vez más altas. Financiamiento cada vez más costoso CAIDAS DE RESERVAS ∆ ILIQUIDEZ ∆ Tasa de interés RECESION y CRISIS Caía el Consumo, la inversión, la recaudación Resultados: ⌂ Crisis política y social ⌂ Devaluación ⌂ Fuga de capitales. ⌂ Fuerte caída W real ⌂Endeudamiento externo ⌂ Desempleo ⌂ Mayor desigualdad social Aunque intentara controlarse la situación con dudosos artilugios, día a día se confirmaba más claramente la inviabilidad del régimen de convertibilidad. La recesión se tornó la única alternativa para cerrar esa brecha, a través de la contracción de las importaciones y el incremento de los saldos exportables. El deterioro del sector público con el empeoramiento progresivo de sus finanzas, tenía una dimensión adicional en las disputas con las provincias. Tensada la restricción financiera, éstas encontraron crecientes dificultades para financiar sus gastos, mientras que el gobierno nacional les reclamaba compromisos a fin de eliminar sus déficits. El conflicto fue aliviado a través de la emisión de cuasimonedas, que permitieron a las provincias incrementar la liquidez pese a la escasez de dólares. Durante el segundo semestre proliferaron las emisiones de más de 15 cuasimonedas, incluyendo una del Estado nacional: los Lecop, emitidos por el Banco Central. Los Lecop podían ser utilizados para pagar impuestos nacionales y bienes y servicios y, a diferencia de los Patacones, que con anterioridad había lanzado la Provincia de Buenos Aires, no devengaban interés. Estos bonos fueron emitidos en fracciones pequeñas (hasta 1 peso nominal) para facilitar su circulación.19 Formalmente, la situación implicaba un deceso de hecho del régimen de convertibilidad, pues en el territorio nacional circulaban terceras monedas avaladas por las provincias sin respaldo en dólares. Pero la quiebra de las finanzas públicas no ofrecía otras perspectivas para solucionar la iliquidez a corto plazo, y el recurso a la emisión de cuasimonedas se extendió también por motivos políticos; los gobernadores de la oposición política encontraban en ellas una vía óptima para solucionar sus problemas financieros en el corto plazo, favoreciendo además los desequilibrios dentro del régimen de convertibilidad. La emisión de las cuasimonedas creció rápidamente en los últimos meses de la Convertibilidad. A la par de la caída de reservas internacionales, que restringía la Schvarzer, Jorge y Finkelstein, Hernán, “Bonos cuasi monedas y política económica”, Notas de Coyuntura N° 9, CESPA, enero de 2003. 19 26 circulación monetaria, se emitían continuamente Lecops y Patacones, llegando a 2000 millones de pesos en diciembre de 2001 y al doble en enero del 2002. A partir de ese momento, su expansión se hizo más lenta20. Aunque las cuasimonedas fueron muy cuestionadas por la visión ortodoxa, algunos analistas las juzgan de una manera mucho menos negativa. Ante una masa de dinero que se reducía rápidamente por la salida de capitales y que había hecho reducir la base monetaria de 15.056 millones de pesos a 10.960 millones a lo largo de 2001, las monedas provinciales amortiguaban la caída de la demanda impulsada desde el gobierno nacional, dando algo de oxígeno a las finanzas provinciales. Por lo tanto, eran útiles para evitar una crisis aún más profunda.21 La contracara de la fuga de divisas fue el virtual colapso del sistema financiero y la depredación de las reservas en divisas. A partir de febrero del 2001 comenzó un drenaje de depósitos (tanto en las cuentas corrientes como en las cajas de ahorro y en los plazos fijos), simultáneo al agravamiento de la recesión económica y las crecientes expectativas de devaluación. Los depósitos eran convertidos en dólares y fugados al exterior, provocando una mayor caída de las reservas del BCRA, que aseguraba su provisión conforme a la ley de convertibilidad. El drenaje de depósitos puso al sistema al borde del colapso y obligó al gobierno a sancionar primero una “ley de intangibilidad de los depósitos” y a instaurar poco después el “corralito”. El 1º de diciembre el gobierno impuso restricciones semanales ($250) al retiro de fondos de los bancos y un tope (1.000 dólares) a las transferencias al exterior, y ofreció al mismo tiempo la opción de dolarizar los depósitos en pesos. La adopción del “corralito” fue el reconocimiento de que la convertibilidad se había derrumbado por completo y la cadena de pagos estaba rota. La devaluación fue anunciada finalmente en enero del 2002. Pero la crisis era mucho más profunda que el sólo quiebre del régimen monetario, y dejaba secuelas de más largo plazo: el deterioro del capital físico, una crisis social sin precedentes, un endeudamiento externo asfixiante y un derrumbe del sistema político. 8. CONCLUSIONES La cuestión monetaria en Argentina es una parte indisoluble de su historia económica, pero casi siempre subordinada al devenir de su sector externo. La consolidación del Estado nacional hacia 1880, se plasmó también en la creación de un sistema monetario unificado. Pero uno de los problemas principales que dicho sistema no logro resolver fue la permanente necesidad de recursos provenientes del exterior, dado que las dificultades para acumular capitales internamente llevo al país a suplirlos con endeudamiento, incluso cuando una y otra vez se mostró que tal intención resultaba, a la larga, profundamente gravosa. Las características y la importancia del comercio exterior y la manera rentística y especulativa de acumulación de valor por parte de las clases económicas dominantes ato el sistema monetario interno a los avatares de los vínculos económicos y financieros con el exterior. Esa relación se manifiesta como una constante a lo largo de la historia del país, determinando las características de la expansión y contracción de la masa monetaria, sus vinculaciones con los ritmos inflacionarios y la distribución del ingreso, y los mecanismos de fijación del tipo de cambio. En ese marco, el fenómeno del 20 Cf. Schvarzer, J. y Finkelstein, H. (2003). Cf. Sbatella, José, “Crisis fiscal y rol de la moneda: La experiencia argentina de la década de 1990”, en Boyer, R. y Neffa, J. C. (2004). 21 27 endeudamiento y su servicio aparecen como un elemento recurrente en la economía nacional. La vinculación entre la moneda y las características de la inserción internacional, sin embargo, tiene modalidades diferentes en las distintas etapas de la historia argentina. Así, en el modelo agroexportador, la alternancia de regimenes de convertibilidad y de moneda inconvertible se amoldaron a los flujos de comercio y a los ingresos de capital, tanto en la forma de inversiones directas como de endeudamiento. En este marco, la continua expansión monetaria fue fruto de permanentes déficit fiscales que el Estado cubría con endeudamiento. Los ciclos internos, en estas condiciones, quedaban determinados en buena medida por la política monetaria del Banco de Inglaterra, que ejercía una influencia manifiesta sobre los flujos internacionales de capital. Las políticas internas, sobre todo en materia cambiaria, eran muy permeables a las presiones de los sectores dominantes locales, especialmente los grandes terratenientes. En ese sentido, la adopción o la salida de los regimenes de convertibilidad apuntaban a proteger la rentabilidad de dichos sectores. Este motivo era determinante, incluso cuando la política fuese fundamentada por teorías predominantes entre los economistas de la época. El modelo sustitutivo de importaciones modifico profundamente las pautas de la política monetaria. La creación de un banco central transformó las bases institucionales, y el sistema se oriento a apoyar al proceso de industrialización. Sin embargo, también aquí aparecen ciclos muy marcados originados en dos factores. Por un lado, los cuellos de botella en la balanza comercial dieron lugar a políticas de ajuste que muchas veces se asociaron con medidas monetarias restrictivas. Pero además, el modelo sustitutivo fue permanentemente cuestionado por sectores liberales que intentaron en numerosas ocasiones retornar al pasado agroexportador. Finalmente, a partir de 1976, se desplegó un modelo de base rentística y financiera, que se articuló al proceso de endeudamiento. Una política monetaria pasiva volvió a acoplar los ciclos internos con los internacionales, y aquí tuvo especial importancia la dirección que tomaron los flujos de capitales especulativos. La ruptura en el vinculo entre la creación de riqueza material y la acumulación de fondos financieros dio lugar a permanentes crisis, que aunque se resolvieron de manera diferente –con la quiebra de bancos entre 1980 y1981, el plan Bonex y la hiperinflación en 1989-90 y el corralito en 2001- responden a un mismo patrón de comportamiento. Es preciso señalar que si el sistema monetario esta ligado a los ciclos de endeudamiento, estos deben vincularse al comportamiento de los flujos de capital en la economía mundial y, sobre todo, a los de las economías hegemónicas en cada época histórica. En los momentos de alta liquidez internacional, porque baja la rentabilidad en esas economías o porque existen expectativas de mayores rendimientos en los países periféricos, esos capitales se dirigen hacia estos últimos a bajas tasas de interés pero exigiendo garantías, que se traducen en políticas de ajuste y liberalización. Cuando las circunstancias cambian y se busca su retorno para resolver problemas de recesión o relanzamiento económico, las tasas de interés aumentan bruscamente y el endeudamiento de los países periféricos se transforma en una pesadilla de sucesivas crisis financieras y moratorias. Las teorías económicas o, dicho más propiamente, las ideologías que se desprenden de ellas, juegan, como en la Argentina un rol determinante en las políticas económicas que conducen a agudas crisis como en 1890 o en 2001. Pero en el caso argentino no debemos olvidar que esas teorías, el liberalismo en el siglo XIX o el neoliberalismo a fines del siglo XX, han encontrado siempre clases dirigentes 28 permeables a esos cantos de sirena, porque responden a sus propias características de funcionamiento interno, tanto estructurales como ideológicas. Sin embargo, la forma extrema en que en la Argentina se producen los virajes de política económica y las crisis, muestran un grado de resistencia social que deviene de procesos históricos complejos, cuya dirección implica una estrecha imbricación entre los fenómenos económicos, financieros y monetarios, y los aspectos políticos y sociales: En suma, la cuestión monetaria es la resultante de factores internos y externos no reductibles fácilmente al análisis puramente económico ni a la aplicación de tal o cual teoría dominante en cada momento histórico. 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