Capítulo 11 DEMANDA EFECTIVA Y DETERMINACIÓN DEL NIVEL

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Capítulo 11
DEMANDA EFECTIVA Y DETERMINACIÓN DEL NIVEL DE
PRODUCCIÓN Y OCUPACIÓN
Hasta la década del ´30 la totalidad del cuerpo teórico de la ciencia económica dominante se
concentraba en el estudio de las decisiones individuales de productores y consumidores, es decir, en lo
que hoy conocemos como microeconomía. Como vimos, las principales conclusiones del análisis
micro suponen la imposibilidad de existencia de desempleo en el mercado de trabajo, así como de la
persistencia de excesos de oferta o demanda en el mercado de bienes, siempre y cuando los mercados
actúen competitivamente. De ocurrir esto último los ajustes automáticos de precios y cantidades
transadas eliminarán cualquier desequilibrio y devolverán al mercado a la situación donde se verifica la
compatibilidad de planes de todos los agentes.
No obstante la teoría económica se vio enfrentada con la necesidad de tomar también en cuenta
las medidas agregadas de la economía, debido a que la decisión de un empresario sobre cuánto
producir incidirá directamente sobre el nivel de producto total y por tanto, sobre el nivel de empleo
existente. Considerado aisladamente, el análisis de las decisiones individuales no era del todo útil para
explicar los fenómenos que ocurrían mas allá de las mismas. Luego de plantear sus críticas a los
postulados (neo)clásicos, Keynes plantea en el capítulo 3 de su Teoría General –el cual oficia como
resumen de los contenidos del total de su obra- un punto de inflexión entre lo que hoy conocemos
como microeconomía y macroeconomía.
En una época en que el desempleo era muy elevado resultaba imposible alegar que las
decisiones racionales tomadas por los empresarios conducirían directamente al pleno empleo. Era
imprescindible explicar las razones de la alta desocupación y la persistente recesión, lo cual es un
problema típico de la actual teoría macroeconómica. La particularidad de la teoría keynesiana radica en
atender este problema macroeconómico a partir de las decisiones tomadas a nivel microeconómico.
Para comprender este nuevo enfoque teórico resulta necesario comenzar por una breve y
simplificada descripción del comportamiento de la economía como un todo agregado. Ya no estaremos
refiriéndonos a individuos, sino a las magnitudes globales de una economía nacional o regional.
1. UN MODELO DE ECONOMÍA AGREGADA
En el modelo de economía nacional más simple que se puede analizar, esto es, sin relaciones
con el resto del mundo y sin sector público, los bienes y servicios que se producen son demandados
para consumo o para inversión. El primer concepto se relaciona con los gastos que realizan los
miembros de la sociedad -en tanto consumidores- para satisfacer directamente sus necesidades. La
inversión, por su parte, se define como el gasto que realizan las empresas destinado a incrementar su
stock de capital o sus existencias. Tanto el consumo como la inversión se refieren a bienes o servicios1.
Veremos además que todo acto de inversión implicará uno de ahorro. El fin último del proceso
productivo es obtener bienes y servicios que satisfagan las necesidades de los miembros de una
sociedad. No obstante, no todos los bienes que se producen se utilizan para satisfacer directamente
necesidades humanas mediante el consumo. Una parte de ellos se emplean para mejorar la capacidad
productiva de la economía, lo que supone a su vez una mayor producción en el futuro. Esto es lo que
1
Los bienes no son intrínsecamente de consumo o de inversión, sino que ello depende del destino que se les de a
los mismos. Por ejemplo, un auto será un bien de consumo si lo compra una familia, pero si lo compra una
empresa de taxis será un bien de inversión.
229
Capitulo 11: Demanda efectiva y determinación del nivel de producción y ocupación
implica un acto de inversión por parte de una empresa. Sin embargo, para que sea posible la inversión,
una parte de los ingresos generados deben retirarse del consumo. Esto último es lo que supone un
ahorro por parte de los individuos.
Asimismo, en la producción de bienes intervienen factores productivos que, en una sociedad
capitalista, son propiedad de individuos particulares. Los dueños de los factores productivos
(capitalistas, terratenientes y trabajadores) están dispuestos a ponerlos al servicio de la producción a
cambio de una retribución por su utilización (beneficio, renta y salario). Por lo tanto, las empresas
deben incurrir necesariamente en estos costos para producir, ya que es impensable la producción de un
bien sin la utilización de por lo menos alguno de estos factores.
Si aceptamos la teoría de los costos de producción la cual indica que los precios de los bienes
equivalen a la suma de los salarios, beneficios y rentas pagados para producirlos, llegamos a la
conclusión de que el valor total del producto es igual a la suma de todos los costos de la producción,
los que a su vez son los ingresos de los miembros de la sociedad. Se desprende por lo tanto que
necesariamente el valor de la producción es igual a la suma de los ingresos de los individuos.
Clarifiquemos la situación con un ejemplo. Si se produce una bicicleta que luego se vende en el
mercado por $200, y para hacerlo es necesario utilizar un local, máquinas y los servicios de
trabajadores, el ingreso que percibe el empresario (en forma de precio pagado por el bien) luego se
dividirá en salarios, rentas y beneficios, en forma de retribución a los factores. En consecuencia, una
venta de un bien por $200 genera ingresos en los capitalistas, terratenientes y trabajadores que
participaron de su producción por exactamente $200, independientemente de cómo se distribuyan. A
nivel agregado de la economía ocurre lo mismo, toda venta genera un ingreso por su mismo valor, que
luego será distribuido entre los distintos factores productivos.
La situación planteada puede expresarse a través de un modelo económico básico con las
siguientes ecuaciones:
D=C+I
Y=C+S
(Ecuación 1)
(Ecuación 2)
Siendo:
D: Demanda total
C: Consumo
I: Inversión
Y: Ingreso de los factores de la producción (que es igual a la oferta total)
S: Ahorro
Ahora bien, la concepción neoclásica extiende la lógica tautológica con que está construido
este modelo (que todo gasto realizado para producir un bien genera un ingreso de igual valor) de forma
tal de poder afirmar que el tránsito hacia el pleno empleo es inevitable, incluso diríamos axiomático.
Esta irrevocable afirmación descansa en un principio conocido como la ley de Say.
2. LA LEY DE SAY
La ley de Say2 es una máxima que adopta la teoría neoclásica consistente en que un aumento
en la producción siempre genera un aumento suficiente del gasto que garantiza la venta de dicho
2
Jean-Baptiste Say (1767-1832), economista francés que tuvo gran influencia en la economía política inglesa
(especialmente en David Ricardo, James Mill y John Stuart Mill). Su obra más importante es su Tratado de
Economía Política, cuya primera edición fue publicada en 1803.
230
Capitulo 11: Demanda efectiva y determinación del nivel de producción y ocupación
producto adicional. Es por ello que esta ley suele resumirse diciendo que “toda oferta crea su propia
demanda”.
¿Pero qué es lo que hace que todo acto de producción implique necesariamente un acto de
demanda? El propio Say lo explica de la siguiente manera:
“Vale la pena observar que desde el preciso instante en que una mercancía es producida posee un
poder de compra sobre los otros bienes que se ofrecen en el mercado por el equivalente de su propio
valor. Cuando el productor le dio el toque final a su producto, estará absolutamente ansioso por
venderlo inmediatamente, por temor a que su valor se reduzca en sus manos. Del mismo modo, no
estará menos ansioso de disponer del dinero que puede obtener por la venta de dicho bien, pues el
dinero también es susceptible de perder valor. Pero el único modo de deshacerse del dinero es
mediante la compra de algún otro bien. En consecuencia, el mero acto de producción de un bien
inmediatamente abre la puerta a la venta de otros productos” (J.B. Say, 1803: traducción Sir Dorian).
Podemos explicar la ley de Say con un ejemplo. Pensemos en un productor de pelotas de fútbol
que decide contratar trabajadores, máquinas y alquilar un local para fabricar dichos bienes. Al
momento de determinar qué cantidad de cada uno de los factores productivos utilizará y cuántos bienes
llevará al mercado (es decir, al momento de decidir la oferta de pelotas de fútbol), el empresario está
pensando que los ingresos que le generen las ventas (deducidos los costos de los factores contratados)
los destinará a demandar distintos bienes que se ofrecen en otros mercados, temeroso (según Say) de
que el valor de sus ingresos se reduzca en sus manos. Lo que asume Say es que el empresario no
produce pelotas de fútbol porque ansía tener una pila de billetes en sus manos, sino que lo hace porque
lo que pretende es demandar zapatos, leche, ropa, discos, entradas de cine, etc. De este razonamiento se
desprende que el mismo acto de producir crea la posibilidad de consumir. Lo que supone la ley de Say
es que esta posibilidad efectivamente se realiza, con lo cual el total del ingreso de los individuos se
destina a un gasto.
Ahora bien, podría plantearse que, en una economía donde existe una mercancía particular que
funciona como reserva de valor, un aumento en los ingresos no generará inmediatamente consumo si es
que los individuos lo prefieren ahorrar. En la economía capitalista efectivamente tal mercancía existe:
en muchas ocasiones los individuos prefieren atesorar dinero que dedicarlo a un gasto en cualquiera de
sus formas (consumo o inversión).3 Sin embargo, la teoría neoclásica soluciona este problema diciendo
que el ahorro es en definitiva un consumo futuro. Si esto es así realmente, entonces no habría
problemas para que el total del ahorro de los individuos de una sociedad sea tomado por otros
individuos y se destine directamente a la inversión. Si el ahorro de hoy es efectivamente el consumo de
mañana ningún inversor debería duda en realizar inversiones productivas a fin justamente de proveer
tal consumo futuro. Ahorro e inversión no tendrían por qué diferir siempre y cuando el mercado de
dinero funcione correctamente y su precio –la tasa de interés- funcione como el precio que equilibra la
oferta de ahorros con la demanda de inversiones.
3. LA TASA DE INTERÉS COMO PRECIO DE EQUILIBRIO ENTRE AHORRO E
INVERSIÓN
Como vimos Keynes coincide con el argumento neoclásico de que el aumento en la producción
de un determinado bien genera un ingreso adicional para el conjunto de la sociedad por el mismo
valor que la producción. Como ya ha sido observado, este ingreso puede ser destinado al consumo o al
ahorro. Por tanto, dado que la demanda es igual a la suma del consumo y la inversión, para que todo el
3
En Argentina un claro ejemplo de ello nos lo dieron los últimos años de la década del noventa y el inicio del dos
mil: No existían casi inversores. Las grandes empresas preferían enviar sus ganancias en forma de dólares al
exterior y los pequeños empresarios y la gente en general lo poco que podía ahorrar lo destinaba también a la
compra de dólares y a guardarlos bajo el colchón.
231
Capitulo 11: Demanda efectiva y determinación del nivel de producción y ocupación
ingreso se transforme en demanda, necesariamente el ahorro debe ser igual a la inversión. Lo que
implica la ley de Say es que en toda circunstancia el total del ahorro se destina a la inversión.4
Sin embargo, debido a que quien ahorra no es el mismo que el que invierte, debe existir un
mecanismo en la economía que haga que todo el ahorro se canalice hacia la inversión. La teoría
neoclásica planteará que el equilibrio entre ahorro e inversión es garantizado por el propio juego de
oferta y demanda, siendo la tasa de interés el precio que regula este particular mercado.
El propio Alfred Marshall en sus Principios de Economía defiende esta idea explicando que,
“siendo el interés el precio pagado por el uso del capital en cualquier mercado, tiende a un nivel de
equilibrio en el que la demanda global de capital en dicho mercado a esa tasa de interés es igual al
capital total que se proveerá a esa tasa.” (citado en Keynes, 1936)
Así como el trabajo es un bien como cualquier otro y se compra y vende siguiendo las leyes de
mercado, para la teoría neoclásica ahorro e inversión también se rigen según las leyes de su propio
mercado donde la tasa de interés es el precio de ambos. Es por eso que el propio Keynes describe de la
siguiente forma este particular mercado neoclásico de dinero para ahorros e inversión: “Está claro, sin
embargo, que esa tradición [la neoclásica] ha considerado la tasa de interés como el factor que
equilibra la demanda de inversiones con la inclinación al ahorro. La inversión representa la
demanda de recursos invertibles y los ahorros la oferta, en tanto que la tasa de interés es el precio de
los recursos invertibles al cual se igualan ambas. Del mismo modo que el precio de una mercancía se
fija necesariamente en el nivel en que la demanda es igual a la oferta, así la tasa de interés
necesariamente se detiene, bajo el juego de las fuerzas de mercado, en el punto donde el monto de la
inversión a esa tasa de interés es igual a la de los ahorros, a dicha tasa de interés.”
Tenemos conformado un mercado como cualquier otro, donde la oferta es el ahorro de los
individuos y la demanda la inversión de otros y donde la tasa de interés es el precio que garantiza el
ajuste entre ambas.
GRÁFICO 1
Tasa de interés
S (Ahorro)
i*
Equilibrio
I (Inversión)
S=I
4
$
Marshall justamente traduce la ley de Say en la clave de que todo ingreso se transforma directamente en gasto o,
lo que es lo mismo, que todo el ahorro se transforma inmediatamente en inversión: “Todo el ingreso de un
hombre se gasta en la compra de servicios y mercancías... es un axioma económico conocido el de que un hombre
compra tanto trabajo y mercancías con aquella porción de su ingreso que ahorra como lo que compra con aquella
que se dice que gasta”
232
Capitulo 11: Demanda efectiva y determinación del nivel de producción y ocupación
El principio básico de funcionamiento de este mercado se debe a que su precio regulador (la
tasa de interés) representa lo que le cuesta a los agentes conseguir dinero para realizar una inversión, a
la vez que es el beneficio que obtienen quienes ahorran por postergar su consumo a futuro. Explicado
en forma muy esquemática y sencilla, el mecanismo de ajuste que proporciona la tasa de interés
consiste en que un aumento de los ahorros significa un aumento de la oferta de dinero, lo que a su vez
hace disminuir la tasa de interés, proporcionando un incentivo para que aumenten las inversiones.
Como siempre en la economía neoclásica son los mercados –en este caso el de dinero para ahorros e
inversión- los que garantizan el buen desempeño de la economía en su conjunto.
El vital circuito aumento de la producción – incremento en igual cuantía de los ingresos –
consumo del total del producto adicional, no se ve afectado por la existencia del ahorro. Nada puede
impedir que los empresarios aumenten su producción hasta alcanzar la utilización plena de la
capacidad productiva, ya que cualquier incremento de la oferta de bienes se traducirá directamente en
un aumento idéntico de la demanda. El crecimiento del producto sólo se verá limitado cuando trabajo,
tierra y capital estén completamente utilizados. En el caso del trabajo, esto ocurre cuando no hay más
trabajadores dispuestos a trabajar al salario real vigente, es decir, en el pleno empleo. En conclusión,
para la teoría neoclásica la ley de Say se cumple sin problemas en una economía monetaria a condición
de que el mercado que ajusta las cantidades de ahorro e inversión funcione correctamente.
Para lograr el objetivo de demostrar teóricamente la falsedad de la automaticidad y
permanencia del pleno empleo, Keynes necesitará refutar la ley de Say y por tanto el funcionamiento
del mercado de dinero para ahorros e inversión tal como acabamos de ver.
4. CRÍTICA AL MERCADO DE DINERO NEOCLÁSICO
La crítica a la ley de Say en una economía monetaria lleva consigo una crítica al
funcionamiento del mercado de dinero neoclásico, o más bien al mercado de dinero para ahorros e
inversión. Si buscamos ser más específicos lo que se pondrá en cuestión es la efectividad de la tasa de
interés para equilibrar las cuantías de ahorro e inversión.
La clave de la crítica keynesiana la encontraremos en su descripción de los fundamentos que
tienen los individuos para invertir y ahorrar. Si bien el nivel de inversiones se realiza en el punto en
que se igualan la tasa de interés y la eficiencia marginal del capital, no significa que estas sean lo
mismo. La última rige la demanda de fondos para nuevas inversiones, mientras que la tasa de interés
incide directamente en las condiciones de provisión de tales fondos (el ahorro).5
Ahorro e inversión marchan por caminos separados y la tasa de interés de ninguna forma puede
actuar como el nexo que posibilite su igualdad.
“tan pronto como nos damos cuenta de que es imposible deducir cuál será la tasa de interés con el
sólo conocimiento de la demanda y la oferta de ahorros para nuevas inversiones, se derrumba la
noción de que la tasa de interés es el factor compensador que iguala la demanda de ahorros, en forma
de nuevas inversiones que aparecen ante una tasa determinada, con la oferta de los mismos, que
resulta, con igual tasa, de la propensión psicológica de la comunidad al ahorro.” (Keynes, 1936)
5
“En el capítulo 11 hemos mostrado que, aunque existen fuerzas que hacen subir o bajar la tasa de inversión de
modo que mantienen la eficiencia general del capital igual a la tasa de interés; sin embargo, la eficiencia marginal
del capital en sí misma es cosa distinta de la tasa de interés prevaleciente. Puede decirse que la curva de
eficiencia marginal del capital rige los términos en que se demandan los fondos disponibles para nuevas
inversiones; mientras que la tasa de interés rige las condiciones en que se proveen corrientemente dichos fondos.”
(Keynes, 1936)
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Capitulo 11: Demanda efectiva y determinación del nivel de producción y ocupación
El problema del mercado de dinero se encuentra en que la tasa de interés no es directamente el
precio que se percibe por ahorrar (o lo que es lo mismo, por postergar el consumo), sino que es la
recompensa por privarse de liquidez. Esto se debe a que un individuo muchas veces puede preferir
ahorrar en efectivo sin poner el dinero en un banco y de esta forma no ganar ningún interés (ej: el
100% de los ahorristas argentinos durante el 2001).6 Por tanto, la tasa de interés nada tiene que ver con
el equilibrio entre ahorro e inversión, sino que funciona como nexo entre el deseo de conservar dinero
en efectivo (lo que Keynes llama “preferencia por la liquidez”) y la oferta de dinero.
“La tasa de interés no es precio que pone en equilibrio la demanda de recursos para invertir con la
buena disposición para abstenerse del consumo presente. Es el precio que equilibra el deseo de
conservar la riqueza en forma de efectivo, con la cantidad disponible de este último –lo que implica
que si la tasa fuese menor, es decir, si la recompensa por desprenderse de efectivo se redujera, el
volumen total de éste que el público desearía conservar excedería la oferta disponible y que si la tasa
de interés se elevara habría un excedente de efectivo que nadie estaría dispuesto a guardar-. Si esta
explicación es correcta, la cantidad de dinero es el otro factor que, combinado con la preferencia por
la liquidez, determina la tasa real de interés en circunstancias dadas.” (Keynes, 1936)
La tasa de interés es determinada por la oferta y demanda de dinero y no por el equilibrio entre
consumir en un futuro (ahorro) u hoy (inversión). El nuevo mercado donde queda definida la tasa de
interés se observa en el GRÁFICO 2. La tasa de interés, sólo se modifica ante una variación en la
oferta monetaria. Al aumentar la oferta de dinero la tasa de interés de equilibrio disminuye.
GRÁFICO 2
Tasa de interés
O1
O2
i*
i´*
D
Cant. de dinero
A su vez, podemos observar que los motivos para demandar dinero puede ser completamente
ajenos a la demanda de fondos para inversión. Si bien Keynes al definir tales motivos menciona el
“motivo transacción” –necesidad de dinero para realizar consumo e inversiones-, también ubica en un
lugar importante los motivos “precaución” –atesoramiento por incertidumbre respecto al futuro- y
6
“Debiera parecer evidente que la tasa de interés no puede ser recompensa al ahorro o a la espera como tales;
porque si un hombre atesora sus ahorros en efectivo no gana interés, aunque ahorre lo mismo que antes. Por el
contrario, la mera definición de tasa de interés nos dice, en muchas palabras, que la tasa de interés es la
recompensa por privarse de liquidez durante un período determinado; porque dicha tasa no es, en sí misma, más
que la inversa de la proporción que hay entre una suma de dinero y lo que se puede obtener por desprenderse del
control del dinero a cambio de una deuda durante un período determinado de tiempo.” (Keynes, 1936)
234
Capitulo 11: Demanda efectiva y determinación del nivel de producción y ocupación
“especulación” –retención de dinero para obtener mayores ganancia en el futuro-.7 Los motivos
precaución y especulación definen al dinero como algo más que un mero medio de cambio. Keynes
también toma en cuenta sus cualidades como portador de valor. Esta característica del dinero será
central en la crítica keynesiana al funcionamiento de la economía capitalista real.
Tomando esto en cuenta, un aumento de la oferta de dinero, no necesariamente deberá
relacionarse con una baja de la tasa de interés (lo que provocaría un hipotético aumento de la
inversión). Si dicho aumento de la oferta monetaria trae aparejado un aumento similar de la preferencia
por la liquidez debido al motivo especulación, entonces la tasa de interés se mantendrá en el mismo
nivel (GRÁFICO 3). Esta situación puede deberse, por ejemplo, a que quienes deciden no consumir el
total de sus ingresos, en vez de depositar sus ahorros en los bancos (o comprar bonos) aumentando su
oferta y por tanto deprimiendo las tasas de interés, prefieren atesorar en efectivo previendo que en un
futuro pueden hacer operaciones más rentables (como comprar bonos a precios menores). 8
GRÁFICO 3
Tasa de interés
O1
O2
i*
D
Cant. de dinero
En este caso el aumento de la oferta de dinero se traduce directamente en un aumento de la
demanda del mismo en efectivo (preferencia por la liquidez). En un determinado nivel de tasa de
interés o ante una determinada condición de la economía, los individuos prefieren mantener todo
incremento de dinero en efectivo (es por eso que en el gráfico la curva de demanda se vuelve
horizontal). La consecuencia de este efecto –conocido como “trampa de la liquidez”- es que por más
que aumente la oferta monetaria la tasa de interés se mantendrá constante y por tanto, no habrá ninguna
repercusión sobre los niveles de inversión. Un claro ejemplo de “trampa de liquidez” nos lo dio la
7
“Puede decirse que las tres clases de preferencia por la liquidez que hemos distinguido dependen de 1) el
motivo transacción, es decir, la necesidad de efectivo para las operaciones corrientes de cambios personales y de
negocios; 2) el motivo precaución, es decir, el deseo de seguridad respecto al futuro equivalente en efectivo de
cierta parte de los recursos totales, y 3) el motivo especulativo, es decir, el propósito de conseguir ganancias por
saber mejor que el mercado lo que el futuro traerá consigo.” (Keynes, 1936)
8
Keynes toma este ejemplo en su libro y explica que, “tal vez se aclare el razonamiento si suponemos que la
preferencia por la liquidez debida al motivo transacción y al motivo precaución, absorben una cantidad de
efectivo que no es muy sensitiva a los cambios, en la tasa de interés como tal y aparte de sus reacciones sobre el
nivel de ingreso, de tal manera que la cantidad total de dinero, menos esa cantidad, está disponible para satisfacer
la preferencia por la liquidez debida al motivo especulación, y que la tasa de interés y el precio de los bonos
hayan sido fijados a un nivel en que el deseo de parte de ciertos individuos de mantener dinero en efectivo
(porque a este nivel ellos se siente bajistas en el futuro de los bonos) sea exactamente igual a la cantidad de
efectivo disponible para el motivo especulación.” (Keynes, 1936).
235
Capitulo 11: Demanda efectiva y determinación del nivel de producción y ocupación
Argentina de los últimos años donde cualquier incremento de fondos monetarios por sobre sus niveles
habituales que percibían los individuos eran destinados directamente a la compra de dólares o
remitidos al exterior y de ninguna manera destinados a la inversión. Todo incremento de la oferta de
dinero implicaba un aumento de la demanda por el motivo especulación.
Pero la trampa de la liquidez es solamente un momento particular por el cual puede pasar una
economía. Debido a ello Keynes también reconoce que hay ocasiones donde un aumento de la oferta de
dinero produce efectivamente una disminución en las tasas de interés debido a que éste se hace más
abundante, sin embargo puede que esta situación no tenga ningún efecto sobre la demanda de
inversión. Esto sucederá si la eficiencia marginal del capital –determinada como vimos esencialmente
por las expectativas de ventas y ganancias futuras de los empresarios- disminuye a la par de la tasa de
interés. Si las expectativas no son buenas o, en términos de Keynes, los animal spirits están
deprimidos, entonces por más que las tasas de interés sean muy bajas, los empresarios no tomarán nada
de la oferta creciente de ahorros para incrementar su demanda de inversiones.9
En síntesis, vemos que Keynes plantea dos condicionantes que impiden que la tasa de interés
sea capaz de equilibrar las cuantías de ahorro e inversión al estilo planteado por la teoría neoclásica: la
función del dinero como reserva de valor y por consiguiente la posibilidad de la economía de caer en
una “trampa de liquidez” y la dependencia de la inversión de la eficiencia marginal del capital, una
variable distinta a la propia tasa de interés de la cual depende la oferta de ahorros. (GRÁFICO 4).
GRÁFICO 4
Inversión → Caso Neoclásico
Tasa interés
O dinero (
Ef. mg del capital → Inversión cte. → Animal spirits deprimidos
S)
Pref. Liquidez → Interés cte. →Inversión cte. →Trampa de Liquidez
Llegamos nuevamente a una conclusión ya conocida: en una economía donde existe una
mercancía que funcione como reserva de valor, la tasa de interés pierde el poder de igualar ahorro e
inversión.10 Pero cada una de las fallas que describe Keynes en el funcionamiento de alguno de los
mercados (en este caso el de dinero) tiene alguna consecuencia para la economía real. En este caso, la
imposibilidad del ajuste automático entre ahorro e inversión pone en cuestión un supuesto implícito
fundamental de la escuela neoclásica: la automaticidad con que el libre mercado lleva a la economía a
posiciones de pleno empleo.
La trampa de liquidez y los animal spirits deprimidos al detener el crecimiento de la inversión
detienen consigo el crecimiento del producto y por tanto del nivel de ocupación. Además, un tercer
elemento que Keynes toma en cuenta al analizar el papel del dinero y la tasa de interés en la
determinación del producto total es su relación con el consumo. Si al igual que en el segundo caso
estudiado un aumento en la oferta de dinero logra bajar las tasas de interés, pero ahora esto sí tiene
9
“Ahora bien, el rendimiento probable depende enteramente de la expectativa de la futura demanda efectiva que
habrá en relación con las futuras condiciones de la oferta. Por tanto, si un acto de ahorro no hace nada por
mejorar el rendimiento probable, tampoco lo hará por estimular la inversión.” (Keynes, J.M., 1936)
10
“El error surge de considerar el interés como la recompensa por la espera como tal, en vez de lo que se recibe
por no atesorar, lo mismo que las tasas de rendimientos de los préstamos o las inversiones que implican diversos
grados de riesgo no se deben considerar como la recompensa de la espera en sí, sino de correr el
riesgo...Solamente en el caso de que el dinero se usara sólo para transacciones, y nunca como portador de valor,
podría ser correcta una teoría diferente.” (Keynes, 1936)
236
Capitulo 11: Demanda efectiva y determinación del nivel de producción y ocupación
efecto sobre el nivel de inversiones, puede suceder que finalmente no haya un cambio en el nivel de
producto y empleo de la economía. Esto puede suceder si, a la vez que se incrementa la demanda de
inversiones, se produce una caída en la propensión a consumir de la sociedad. Lo que aumenta la
demanda por la inversión disminuye por el consumo, con lo cual la demanda efectiva tiende a
mantenerse constante y no existirá un efecto sobre el nivel de producción.
Estos tres condicionantes son los que llevan a Keynes a concluir lo siguiente sobre el papel del
dinero en la determinación del nivel de producto de la economía: “Hemos introducido por primera vez
al dinero en nuestro nexo causal, y podemos echar una primera ojeada a la forma en que los cambios
en la cantidad de dinero penetran en el sistema económico. Sin embargo, si nos vemos tentados de
asegurar que el dinero es el tónico que incita la actividad del sistema económico, debemos recordar
que el vino se puede caer entre la copa y la boca; porque si bien puede esperarse que, ceteris paribus,
un aumento en la cantidad de dinero reduzca la tasa de interés, eso no sucederá si las preferencias por
la liquidez del público aumentan más que la cantidad de dinero; y mientras puede esperarse que,
ceteris paribus, un descenso en la tasa de interés aumente el volumen de inversión, esto no ocurrirá si
la curva de la eficiencia marginal del capital baja con mayor rapidez que la tasa de interés; y mientras
es de suponer que, ceteris paribus, un aumento en el volumen de inversión haga subir la ocupación,
esto puede no suceder si la propensión a consumir va en descenso.” (Keynes, J.M., 1936)
Keynes desestima la idea neoclásica de que todo aumento en la capacidad de ahorro de una
sociedad es bueno ya que este se traduce directamente en inversión, lo cual sucedería si todo acto de
ahorro fuera interpretado por los inversores como uno de consumo futuro. Por el contrario, la teoría
keynesiana nos dice que un acto de ahorro puede ser entendido como una disminución de la demanda
global de la economía, lo cual al afectar las expectativas de ventas y ganancias de los empresarios
puede provocar una caída en las inversiones y por lo tanto en la demanda efectiva de la sociedad. La
consecuencia de ello es que al período siguiente la oferta global se ajustará a este nuevo nivel de
demanda naturalmente más bajo al de pleno empleo, pero donde sí coinciden ahorro e inversión.11
El fallo en el funcionamiento del mercado de dinero provoca que la economía encuentre un
equilibrio (ahorro igual a la inversión, oferta de productos igual a su demanda) en una posición distinta
a la de pleno empleo. La crítica al mercado de dinero, no es otra cosa que una crítica a la mismísima
ley de Say.
5. CRÍTICA A LA LEY DE SAY
Como ya hemos visto, Keynes plantea que la tasa de interés no tiene por qué funcionar como
una señal efectiva en los mercados para garantizar la igualdad entre ahorro e inversión. Esto se debe
simplemente a que los motivos para ahorrar nada tienen que ver con los motivos para invertir.
Ahorristas e inversores no cotejan las mismas variables para tomar sus decisiones, con lo cual no hay
nada en la economía que asegure la compatibilidad entre sus planes. La acción de ahorrar no
necesariamente será considerada en la economía como una demanda a futuro, en tanto que no brinda
una señal clara a los productores acerca de que lo que ofrecen va a ser ciertamente demandado. A
11
“Un acto de ahorro individual significa –por decirlo así- el propósito de no comer hoy; pero no supone la
necesidad de tomar una decisión de comer o comprar un par de botas dentro de una semana o de un año o de
consumir cualquier cosa concreta en fecha alguna determinada. De este modo deprime los negocios de la
preparación de la comida de hoy sin estimular los que preparan algún acto futuro de consumo. No es una
sustitución de la demanda de consumo presente por demanda de consumo futuro, sino una disminución neta de la
primera. Más aún, la expectativa de consumo futuro se basa en tal medida en la experiencia actual de consumo
presente que una reducción de éste probablemente deprima al otro, con el resultado de que el acto de ahorro no
solamente abatirá el precio de los artículos de consumo dejando inafectada la eficiencia marginal del capital
existente, sino que en realidad puede tender también a deprimir la última. En este caso puede reducir la demanda
de inversión actual lo mismo que la de consumo presente.” (Keynes, J.M., 1936)
237
Capitulo 11: Demanda efectiva y determinación del nivel de producción y ocupación
menos que el ahorro sea canalizado hacia una inversión, aquel será percibido en el mercado solamente
como una falta de demanda.
Esta idea es la que va a dar lugar a la expresión de Keynes de “demanda efectiva”. Es decir, lo
que afecta al mercado es la demanda realizada y no la demanda hipotética que no llega al mercado. En
este sentido, Keynes toma la denominación “demanda efectiva” de Adam Smith, quien señala que “el
precio de mercado, de cada mercancía en particular, se regula por la proporción entre la cantidad
que de ésta hay actualmente en el mercado y la concurrencia de los que desean pagar el precio
natural de ella. (...) Estas personas pueden ser llamadas demandantes efectivos, y su demanda la
demanda efectiva, porque basta para efectuar la puesta de la mercancía en el mercado. Es diferente
de la demanda absoluta. Puede decirse, en algún sentido, que un hombre muy pobre tiene una
demanda de un carruaje tirado por seis caballos, es posible que lo desee; pero su demanda no es una
demanda efectiva, porque la mercancía nunca será llevada al mercado para satisfacerla.” (Smith, A.,
1776)
Dado que lo que incide sobre el mercado es la demanda efectiva, la existencia de un ahorro
sólo se manifiesta en un menor consumo. La conclusión keynesiana, entonces, es que la ley de Say
sólo puede sostenerse para el caso de una economía en la que no exista ahorro, en una economía de
trueque. Es decir, una economía donde no exista una mercancía capaz de almacenar valor.12
“Estas conclusiones pueden haberse aplicado al tipo de economía en que vivimos actualmente por
falsa analogía con alguna de trueque, como la de Robinson Crusoe” (Keynes, 1936)
En la sociedad capitalista la mercancía que actúa como reserva de valor es el dinero, lo que
implica que no exista nada que asegure que la gente no prefiera quedarse con éste antes que comprar
otras mercancías.13
Si la ley de Say es falsa nada garantiza a los empresarios que existirá demanda para su
producción. No hay nada que asegure que un aumento de la oferta encontrará una respuesta por el lado
de la demanda de igual orden. En ese caso sólo producirán aquella cantidad de producto que ellos
consideren vaya a encontrar salida en el mercado. Esta situación implica una restricción a la cantidad
producida por los empresarios, ya que deben ajustar su producción a la cantidad demandada. El hecho
de que se encuentren con esta limitación es lo que los obliga a restringir su demanda de factores, en
particular el trabajo, dando lugar a la posibilidad del desempleo involuntario.
Keynes otorgaba suma importancia a lo que observaba en el funcionamiento de la economía
real, por lo que no concebía suponer, a la usanza de la teoría dominante de la época, que una economía
estará siempre en pleno empleo cuando la evidencia empírica reflejaba niveles de desocupación
mayores al 20% de la población activa. De igual forma, tampoco podía suponer una economía de
trueque donde no existiera una reserva de valor (dinero). El problema teórico con el que se encuentra explicar los determinantes de los volúmenes de producción y ocupación- se presenta en una economía
donde los individuos no necesariamente deben gastar todo su ingreso y el total del producto no tiene
12
De hecho si nos remitimos nuevamente a la cita de Say donde él mismo presenta su ley, observaremos que si
bien habla de dinero, en las condiciones que detalla éste no presenta la característica de reserva de valor, sino que
sólo se lo utiliza como medio de cambio. Es decir, en este caso el dinero no estaría cumpliendo una de sus
funciones básicas. Podríamos llegar a decir incluso que, como está planteado en la cita de Say, ese dinero no es
realmente dinero.
13
Si bien Keynes le destina a Marx solamente un “lugar en los bajos mundos de la economía política” junto a
Silvio Gesell – sí, el fundador de Villa Gesell-, el autor de El Capital ya había desentrañado las falacias de la ley
de Say: “nada más necio que el dogma de que la circulación de mercancías supone un equilibrio necesario de las
compras y de las ventas, ya que toda venta es al mismo tiempo compra y viceversa...nadie puede vender si no hay
quien compre. Pero no es necesario comprar inmediatamente después de haber vendido.” (Marx, 1867)
238
Capitulo 11: Demanda efectiva y determinación del nivel de producción y ocupación
por qué ser consumido íntegramente, debido justamente a la existencia de una reserva de valor como el
dinero.14
¿De qué depende, entonces, el nivel de ocupación y producción de equilibrio en una economía?
Para dar cuenta de este problema Keynes va a introducir su propio concepto de “demanda efectiva”, la
cual vendrá dada por las cuantías de consumo e inversión efectivamente realizados por la sociedad,
cuyos niveles dependerán a su vez de las expectativas que los empresarios tengan sobre los mismos.
El proceso a través del cual se determina la demanda efectiva y, por tanto, el nivel de producto
y ocupación de la economía en su conjunto, pasa a tener un lugar clave dentro de la teoría keynesiana
debido a que quedó demostrado que nada garantiza que aquellos sean automáticamente los de pleno
empleo. Veamos entonces cómo explica Keynes el proceso a través del cual se determinan estas
variables.
6. DEMANDA EFECTIVA Y DETERMINACIÓN DEL PRODUCTO DE LA ECONOMÍA15
Según Keynes la cantidad de producto que los empresarios llevarán al mercado, es decir, el
nivel de producción total de la economía, dependerá de dos funciones: demanda y oferta globales. La
particularidad que poseen es que ambas relaciones - dados los costos de los factores, la técnica, y las
cantidades de recursos - dependen del nivel de ocupación. Resulta claro y habitual observar que una
mayor producción implique un mayor nivel de ocupación, la originalidad keynesiana será plantear que
también una mayor demanda se encuentra directamente relacionada con una mayor ocupación. A su
vez, los niveles de producto y empleo están determinados por la intersección de estas dos funciones.
El valor de la oferta global no es otra cosa que el costo total de la producción que se obtiene
con el empleo de las distintas cantidades de trabajo, es decir, la relación que representa la función de
producción multiplicada por los costos de los factores para cada nivel de empleo. Por su parte, la
demanda global es el valor del producto que los empresarios esperan recibir con el empleo de cierta
cantidad de trabajo, o sea, el precio de las ventas esperadas para cada nivel de ocupación. Observamos
que en esta particular visión de la oferta y la demanda, ambas son variables determinadas en última
instancia por el empresario. La primera determinada por sus costos y la segunda por sus expectativas
de venta. Es importante que reparemos en este último aspecto ya que la función de demanda relevante
para la definición del nivel de producción no dependerá –como ocurre habitualmente- de los
consumidores, sino de las expectativas de los productores.16
Partiendo de estas funciones Keynes nos dirá que, si para cierto nivel de ocupación, el importe
que el productor espera recibir por sus ventas es mayor que los costos que debe afrontar para ese nivel
de ocupación, entonces habrá un estímulo para que los empresarios aumenten la producción y por
consiguiente el nivel de empleo. El incentivo existe debido a los hipotéticos beneficios extraordinarios
que implica tener una expectativa de ingresos mayor que los costos existentes. Tal incentivo seguirá
14
Axel Leijonhufvud pone al dinero en el centro de la problemática keynesiana del desequilibrio (o equilibrio
con desempleo) “El problema keynesiano del desequilibrio es característico de sistemas de mercado en los que
los bienes siempre se intercambian por dinero y el dinero por bienes. La función del dinero como medio de pago
es esencial en este modelo, de forma contraria a lo que sucede en los modelos de equilibrio general monetario.
Esta característica del modelo es la clave de la doctrina keynesiana de la demanda efectiva sobre la que se basa el
multiplicador: constituye uno de los dos principales argumentos de su ataque a la Ley de Say de los mercados y el
núcleo de su crítica a Pigou.”
15
Keynes toma al nivel de ocupación y al nivel de producto como dos variables de comportamientos similar, en
tanto ambas se encuentran relacionadas de forma directa. Lo que quiere decir es que todo incremento en el nivel
de empleo implica un aumento en la producción y viceversa. Así, la determinación del nivel de producción y del
nivel de empleo constituyen un mismo problema.
16
Para ampliar esta idea y el desarrollo completo sobre la determinación de la demanda efectiva, véase Victoria
Chick, 1983.
239
Capitulo 11: Demanda efectiva y determinación del nivel de producción y ocupación
existiendo hasta aquel volumen de producción y ocupación en que los valores de ambas funciones se
igualen.
“Así, el volumen de ocupación está determinado por la intersección de la función de demanda global y
la función de oferta global, porque es en este punto donde las expectativas de ganancia del empresario
alcanzan el máximo....el punto de intersección de la función de demanda global con la función de
oferta global se denominará la demanda efectiva” (Keynes, 1936)
Como hemos observado en el análisis sobre los determinantes de la demanda efectiva son
centrales las expectativas que los empresarios se forman para tomar sus decisiones de inversión, las
que en última instancia incidirán decisivamente en el nivel de empleo y producción. En el siguiente
apartado veremos cómo opera este mecanismo de determinación de las variables agregadas de la
economía.
7. LOS DETERMINANTES DE LA DEMANDA EFECTIVA
Keynes asume que cuando el ingreso real aumenta, el consumo total crece, pero no tanto como
el ingreso. La cuantía en que variará el consumo ante una modificación del ingreso dependerá de las
decisiones que tomen los miembros de la sociedad, las que van a estar representadas por lo que se
denomina la propensión a consumir de la comunidad, cuyo valor se basa en la distribución del ingreso
y en características psicológicas e institucionales.17 La teoría keynesiana entiende que para el promedio
de la sociedad este parámetro es una proporción constante del ingreso, el cual se mantiene
relativamente estable a través del tiempo. En consecuencia no lo toma como una variable de
importancia en la determinación del producto total de la economía, a menos que dicha propensión a
consumir varíe ante ciertas situaciones específicas.
Teniendo en cuenta que no todo el valor de la producción será consumido Keynes afirma que,
para justificar cualquier cantidad dada de ocupación debe existir cierto volumen de inversión que
baste para absorber el excedente que arroja la producción total sobre lo que la comunidad decide
consumir cuando la ocupación se encuentra a dicho nivel; porque a menos que exista este volumen de
inversión, los ingresos de los empresarios serán menores que los requeridos para inducirlos a ofrecer
la cantidad de ocupación de que se trate. La inversión se torna en la variable central para la
determinación de la demanda efectiva.
Para que quede claro el planteo de Keynes veamos un ejemplo. Supongamos que los
productores en su conjunto, de acuerdo a sus costos y a sus expectativas de venta, decidieron llevar al
mercado 100 computadoras por un valor total de $100.000, lo que implica cierto nivel de ocupación
necesario para producirlas. Los individuos de la economía planearon y efectivamente demandaron 90
computadoras, realizando un gasto de consumo de $90.000. El resto de sus ingresos - $10.000 evidentemente se transformaron en ahorro.
Dada esta situación, para que la economía se encuentre en equilibrio y se mantenga el nivel de
producción y empleo, los empresarios deberían tener planeado un gasto de inversión de $10.000, de
manera tal que se absorban las 10 computadoras producidas y no vendidas a las familias (recordemos
que este ya no será un gasto de consumo, sino de inversión). Si esto no ocurre parte de la producción
quedará sin vender y por tanto los ingresos efectivamente recibidos por el total de los empresarios
serán menores a los que esperaban. Esto se traducirá en un claro incentivo a reducir la producción y el
volumen de ocupación. Nos encontramos ante un proceso recesivo con aumento del desempleo, debido
17
“La suma que la comunidad gasta en consumo depende evidentemente de 1) el monto de su ingreso, 2) otras
circunstancias objetivas que lo acompañan, y 3) las necesidades subjetivas y las inclinaciones psicológicas y
hábitos de los individuos, así como de los principios según los cuales se divide el ingreso entre ellos”(Keynes,
1936)
240
Capitulo 11: Demanda efectiva y determinación del nivel de producción y ocupación
a que la brecha entre el valor total de los ingresos y el gasto en consumo no fue cubierta con la
inversión de los empresarios. En concreto observamos que quienes ahorran son las familias y quienes
invierten los empresarios y al no ser los mismos agentes quienes toman las decisiones de ahorro e
inversión, nada garantiza que se vayan a demandar exactamente las 10 computadoras no vendidas a las
familias.
Ante esta incierta situación y dado que el consumo es siempre una parte fija del ingreso, nos
preguntamos entonces de qué depende el componente inversión. La respuesta habrá que buscarla en
quienes toman las decisiones de inversión, los empresarios. Según Keynes, el nivel de inversión que
los productores planearán realizar depende de los incentivos a invertir que surgen de una relación entre
las tasas de interés de mercado y la llamada eficiencia marginal del capital18. Estos incentivos a invertir
tienen incorporados elementos subjetivos conocidos como los animal spirits, que hacen que en
determinados momentos los empresarios estén incentivados a invertir más y en otros menos.
El problema tal y como está planteado es el siguiente: para que la economía se encuentre en
equilibrio -dada cierta propensión a consumir- se requiere de una corriente de inversión que cubra la
brecha entre la producción total llevada al mercado por los empresarios y la demanda efectiva de
consumo. Como lo que no se consume se ahorra y la cuantía exacta del ahorro debe transformarse en
inversión para mantener en equilibrio a la economía, observamos que la base de los problemas
macroeconómicos derivados del análisis keynesiano se encuentran en las fallas de coordinación que se
producen a nivel agregado entre quienes toman decisiones de ahorro y de inversión.
Lo relevante de este análisis es que por primera vez se plantea que no existe un mecanismo o
proceso de ajuste automático de los mercados que haga que el nivel de inversión sea efectivamente el
de pleno empleo. Así, según Keynes, el pleno empleo es un caso especial de su teoría, la teoría
general, y el mismo se da cuando ocasionalmente la inversión corriente es la necesaria para que la
demanda produzca una oferta de ocupación plena. En cualquier otro punto la economía llegará a un
equilibrio, pero éste será un “equilibrio con desempleo”.
8. EL EQUILIBRIO CON DESEMPLEO
¿Qué implica una situación de “equilibrio con desempleo”? Aunque suene contradictorio (e
imposible desde la perspectiva neoclásica), la situación de equilibrio con desempleo es algo factible no
sólo desde el punto de vista teórico, sino que Keynes afirma que es lo que ocurre en la mayoría de los
casos de la realidad.
Supongamos una economía donde su capacidad productiva total es de 100 unidades, el nivel de
consumo de 80 y por consiguiente el ahorro de 20. Dado el consumo de la sociedad, para que exista
pleno empleo de los factores, la inversión debe ser igual al ahorro: 20 unidades. Pero si, por ejemplo,
los empresarios tienen bajas expectativas de venta y en vez de 20 deciden invertir 10, entonces la
economía se verá envuelta en una espiral recesiva. El producto total ya no será el de pleno empleo
(100), sino 90 unidades. Esto repercutirá negativamente tanto en los niveles de consumo como de
18
A pesar de dedicarle todo una capítulo a esta cuestión (capítulo 11 de la Teoría General de la Ocupación, el
Interés y el Dinero) Keynes no es muy claro en cómo se determina la eficiencia marginal del capital. La
definición que el mismo Keynes da es la siguiente: “La relación entre el rendimiento probable de un bien de
capital y su precio de oferta o reposición, es decir, la que hay entre el rendimiento probable de una unidad más de
esa clase de capital y el costo de producirla, nos da la eficiencia marginal del capital. Más exactamente, defino la
eficiencia marginal del capital como si fuera igual a la tasa de descuento que lograría igualar el valor presente de
la serie de anualidades dada por los rendimientos esperados del bien del capital, en todo el tiempo que dure, a su
precio de oferta.” (Keynes, 1936)
241
Capitulo 11: Demanda efectiva y determinación del nivel de producción y ocupación
ahorro, los que necesariamente deben disminuir ya que representan una proporción fija del ingreso (que
es igual al producto).
La pregunta que debemos realizarnos es hasta qué punto se reducirán el consumo y el ahorro o,
lo que es lo mismo, en qué punto la economía encontrará un nuevo equilibrio. Esto sucederá en el
momento en que nuevamente el ahorro sea igual a la inversión. En el caso en que las expectativas
empresarias se mantengan, y por tanto también las inversiones, el nuevo equilibrio se encontrará
cuando el ahorro sea igual a 10. Pero este nivel de ahorro sólo es compatible con un producto menor al
de pleno empleo. Sin embargo, en una situación como la comentada ningún empresario estará
dispuesto a aumentar el nivel de producción, puesto que todo lo que cada uno de ellos espera vender
efectivamente se vende. Este estado puede mantenerse en el tiempo, ya que se están cumpliendo todos
los planes de consumo, ahorro e inversión. Si a los empresarios no se les presenta ningún incentivo
para aumentar el volumen de producción, entonces el desempleo persistente será una realidad
inevitable.19
¿De qué manera se podría alcanzar el pleno empleo? La respuesta keynesiana es simple: debe
incrementarse algún componente de la demanda, ya sea el consumo o la inversión, de manera tal de
generar los incentivos para que aumente el volumen de ocupación.
Esta explicación constituye un quiebre importantísimo con la teoría ortodoxa: la causa del
desempleo no debe buscarse en el mercado de trabajo, sino en la insuficiencia de demanda en el
mercado de bienes. La responsabilidad por la desocupación no debe recaer en los trabajadores sino que
se transfiere a los empresarios, quienes no generan una demanda de bienes de inversión suficiente para
llevar la economía al pleno empleo. En consecuencia, los problemas de la economía no provienen del
lado de la oferta sino de la demanda. El enunciado de la ley de Say se ve así invertido, ya no es que la
oferta crea su propia demanda, sino que es la demanda la que crea su propia oferta (Kicillof A., 2002).
Así vemos como Keynes invierte la explicación marginalista respecto al desempleo. Para la
teoría ortodoxa, son los trabajadores ofuscados quienes al no admitir una baja en su salario real
generan su propio problema. Sin embargo, en la Teoría General, Keynes muestra que dicho fenómeno
tiene su génesis en la insuficiencia de inversión por parte de los capitalistas. Acá encontramos la
crítica política más fuerte a la teoría y conclusiones del mercado de trabajo neoclásico: el problema
del desempleo no deriva del lado de la oferta - los trabajadores- sino que se debe buscar su causa del
lado de la demanda -los capitalistas-.
9. EL PROBLEMA NEOCLÁSICO PATAS PARA ARRIBA
Luego de rechazar el análisis marginalista del mercado de trabajo, Keynes desarrolló una
nueva explicación para dar cuenta de la forma en que se determinan las dos variables de este mercado:
el salario real y el nivel de empleo. El mecanismo propuesto será inverso al planteado por los teóricos
neoclásicos.
En forma esquemática, la teoría neoclásica sigue los siguientes pasos para determinar las
variables claves del mercado de trabajo:
19
Teorías contemporáneas que se inspiran en este razonamiento keynesiano dejan abierta la puerta a que si,
debido a la caída del consumo las expectativas empresarias continúan desmejorando, la inversión podría
continuar su descenso inicial creando una espiral recesiva, pero sin final a la vista. El ciclo en espiral comienza
con una primera caída de la inversión la que provoca una disminución del consumo. Si, a su vez, la baja del
consumo provoca una nueva baja de la inversión, entonces el círculo podría ser interminable.
242
Capitulo 11: Demanda efectiva y determinación del nivel de producción y ocupación
•
•
•
•
Los empresarios maximizan beneficios igualando el salario real a la productividad marginal de los
trabajadores (primer postulado). A partir de este proceso se determina la curva de demanda de
trabajo.
A su vez, los trabajadores igualan la utilidad marginal del salario real a la desutilidad marginal del
trabajo (segundo postulado). De esta forma se construye la curva de oferta de trabajo.
En el punto de intersección de ambas curvas se determinan el salario real y el nivel de ocupación.
De existir desempleo, éste se explica porque los trabajadores se niegan a aceptar un salario real
equivalente a su productividad marginal.
Del análisis neoclásico se deriva que la llegada al pleno empleo dependerá de los salarios reales
que desean obtener los trabajadores. Si los trabajadores solamente aceptan salarios reales superiores a
sus productividades entonces no conseguirán empleo, ya que, de aceptar, los productores no estarían
maximizando sus beneficios. De donde se concluye que de producirse una situación de desempleo, los
responsables no serían otros que los trabajadores al no aceptar salarios más bajos. De esta forma queda
desechada por completo la idea de desempleo involuntario.
Desde la óptica keynesiana el problema se invierte, y los pasos a seguir para la determinación de
las mismas variables son:
•
•
•
Los empresarios fijan sus expectativas y a partir de ellas deciden la cantidad de empleo a
demandar.
A ese nivel de empleo le corresponde un nivel de productividad marginal del trabajo.20
A su vez, a esa productividad marginal del trabajo le corresponde un nivel de salario real -primer
postulado neoclásico-
En conclusión, el análisis de Keynes absuelve a los trabajadores de culpa y cargo respecto al
desempleo y a la imposibilidad de la economía de llegar al equilibrio. Por el contrario responsabiliza
de esta situación a los empresarios quienes, a partir de sus decisiones de producción e inversión, fijan
en primer lugar el nivel de empleo, quedando luego determinado el salario real. Son los empresarios
quienes mediante sus facultades como tales determinan cuánto producir y por lo tanto la cantidad de
obreros a contratar.
10. LA SOLUCIÓN KEYNESIANA AL PROBLEMA DEL DESEMPLEO Y LA RECESIÓN
Pudimos observar que la inversión ocupa un lugar sumamente relevante en el análisis que
realiza Keynes. Es, a todas luces, el motor del crecimiento y la prosperidad de una economía, así como
también el componente responsable de las crisis si llega a tornarse insuficiente. En la Teoría General se
destaca la especial incapacidad de los empresarios para realizar tan importante tarea, vital para la
existencia y el desarrollo de la economía capitalista.
“Por tanto, en condiciones de laissez-faire, quizá sea imposible evitar las fluctuaciones amplias en la
ocupación sin un cambio trascendental en la psicología de los mercados de inversión, cambio que no
hay razón para esperar que ocurra. En conclusión, afirmo que el deber de ordenar el volumen actual
de inversión no puede dejarse con garantías de seguridad en manos de los particulares.” (Keynes,
J.M., 1936)
20
Esto se debe a que, partiendo de una función de producción con rendimientos marginales decrecientes, a cada
nivel de empleo le corresponde cierta productividad marginal del trabajo. Si los empresarios maximizan
beneficios, el producto marginal del trabajo debe igualarse al salario real (recordemos que Keynes acepta este
postulado). Como consecuencia de ello, el salario real caerá a medida que se incrementa el nivel de ocupación.
Así, según Keynes el salario real depende del nivel de ocupación: “el salario real que gana una unidad de
trabajo tiene una correspondencia única (inversa) con el volumen de ocupación”
243
Capitulo 11: Demanda efectiva y determinación del nivel de producción y ocupación
La inconveniencia de dejar libremente en manos de los individuos el destino de la economía se
basa en el énfasis puesto en el rol de las expectativas para la determinación de la oferta de bienes que
realizará el empresario. Lejos estamos del productor neoclásico que opera en mercados competitivos,
donde asumíamos que toda la producción que lleve al mercado será vendida indefectiblemente. El
empresario keynesiano se basa en su intuición y se mueve en un ambiente de incertidumbre que no se
presenta en el caso neoclásico. Esta imprevisibilidad sobre las condiciones futuras de la economía lo
llevan a actuar de acuerdo a su instinto, guiado por unos animal spirits cargados de elementos
subjetivos e influidos por factores psicológicos.21
Estas características del proceso de formación de expectativas y de determinación del nivel de
oferta y ocupación transforman al componente inversión en un elemento extremadamente volátil, que
básicamente depende del estado de ánimo de los productores. Por tanto, permitir que la economía se
mueva de acuerdo a las expectativas de los empresarios es someterla inevitablemente a continuas
oscilaciones, provocando ciclos expansivos (cuando los animal spirits están de buen humor) y
recesivos (cuando lo que reina es el pesimismo sobre las condiciones futuras) que atentan contra la
capacidad de desarrollo y crecimiento de la economía. En palabras de Keynes, los ciclos expansivos y
recesivos que se observan en la economía real capitalista se deben a que “la prosperidad económica
depende excesivamente del ambiente político y social que agrada al tipo medio del hombre de
negocios.”
Si bien el nivel de consumo y ahorro pueden influir en la determinación de los ciclos, la clave
de estos movimientos la encontramos en el nivel de inversión, el cual depende directamente de la
eficiencia marginal del capital o, lo que es lo mismo, de las expectativas de ganancias futuras de los
empresarios. En una economía de libre mercado las buenas expectativas significarán ciclos expansivos,
pero las malas iniciarán el tramo recesivo del ciclo, el cual -bajo la doctrina del laissez faire- no se sabe
en qué momento y de qué forma podrá terminar.22
El libre mercado no sólo es el sinónimo de la imprevisibilidad de la economía, sino que no
brinda una herramienta concreta para superar las crisis cíclicas del sistema. Ante esta caracterización,
la típica solución keynesiana busca suplir esa deficiencia e inestabilidad de la inversión con un Estado
interventor que tome la responsabilidad de administrar el capital social, o parte de él.
“Espero ver al Estado, que está en situación de poder calcular la eficiencia marginal de los bienes de
capital a largo plazo sobre la base de la conveniencia social general, asumir una responsabilidad
cada vez mayor en la organización directa de las inversiones” (Keynes, 1936)
El bien conocido consejo keynesiano sobre el aumento del gasto público en momentos de
depresión tiene como principal objetivo compensar la escasez de demanda para favorecer las
expectativas de los empresarios, en aquellas situaciones en que la economía se encuentra en una
situación de desempleo involuntario y nada la movería espontáneamente de dicho estado.
21
“Se puede afirmar sin miedo que la empresa que depende de las esperanzas que miran al futuro beneficia a la
comunidad en su conjunto; pero la iniciativa individual solamente será adecuada cuando el cálculo racional esté
apuntalado por la energía animal, de tal manera que la idea de pérdidas finales que a menudo detiene a los
precursores, como la experiencia le demuestra a ellos y a los demás, se rechaza del mismo modo que el hombre
lleno de salud hace caso omiso de sus probabilidades de muerte.” (Keynes J.M., 1936)
22
“Pero sugiero que el carácter esencial del ciclo económico y, especialmente, la regularidad de la secuencia de
tiempo y de la duración que justifica que lo llamemos ciclo, se debe sobre todo a cómo fluctúa la eficiencia
marginal del capital.” (Keynes J.M., 1936)
244
Capitulo 11: Demanda efectiva y determinación del nivel de producción y ocupación
“Las obras públicas, aun cuando sean de dudosa utilidad, pueden proporcionar una compensación
varias veces superior en épocas de grave desocupación, aunque solo sea por el menor costo de los
gastos de asistencia...” (Keynes, 1936)
Es en este contexto donde aparece la justificación de la intervención del Estado en la actividad
económica como regulador del ciclo, permitiendo y acelerando la recuperación de la confianza de los
empresarios en los momentos de crisis a través de la generación de los ingresos suficientes en la
comunidad para que sus miembros incrementen las compras y se reestablezca el optimismo. En
tiempos de crisis en los que nadie invierte, quién mejor que el Estado para empujar a la economía y
sacarla de la situación de equilibrio con desempleo, en lugar de aceptar las recetas ortodoxas y esperar
ese largo plazo en el cual se producen todos los ajustes que predice la teoría neoclásica, pero en el cual
“estaremos todos muertos”.23
Sin embargo, estaríamos desmereciendo a la teoría keynesiana si sólo decimos que su receta
para combatir el desempleo se reduce a incrementar el gasto público para paliar el déficit de inversión
privada. Efectivamente la variable clave de la economía –la inversión- debe estar regulada, según las
conclusiones de Keynes, por el Estado, pero no por ello este autor desprecia las medidas tendientes a
fortalecer el otro aspecto de la demanda efectiva: el consumo.
“estoy dispuesto a admitir que el camino más prudente sería el de avanzar en ambos frentes a la vez.
Al mismo tiempo que procuraría conseguir una tasa de inversión controlada socialmente con vistas a
la baja progresiva de la eficiencia marginal del capital, abogaría por toda clase de medidas para
aumentar la propensión a consumir; porque es improbable que pueda sostenerse la ocupación plena,
con la propensión a consumir existente, sea lo que fuera lo que hiciéramos con la inversión.” (Keynes,
J.M., 1936)
El incentivo al consumo y la inversión pueden provenir directamente de la ampliación del
gasto del Estado, aunque también la propensión a consumir puede ser aumentada a través de una
redistribución de ingresos lograda, por ejemplo, con el cobro de impuestos progresivos. Por otra parte,
más allá de los inconvenientes que vimos puede tener una política monetaria activa, si un incremento
de la oferta monetaria logra bajar las tasas de interés, en algún punto podría a colaborar con la
reactivación de la economía, siempre y cuando la eficiencia marginal del capital no se mantenga en
niveles muy bajos.24
23
Con el actual auge –al menos en Argentina- de los llamados “neo-keynesianos”, quienes hablan de un aumento
de la participación del Estado en la economía pero sin generar déficit de ningún tipo, es importante remarcar que
esta no es la receta de política que habitualmente se deriva del pensamiento keynesianos clásico. Si nos atenemos
al pie de la letra a los consejos del propio Keynes, el incremento del gasto público en épocas de recesión debería
realizarse a expensas de un incremento del déficit público, el cual luego será compensado con la disminución del
gasto y el natural crecimiento de los ingresos en épocas de crecimiento. Un claro ejemplo de este tipo de políticas
son las que expone Raúl Prebisch (1950 (1986)) en uno de sus más famosos artículos: “En la creciente cíclica
aumentan las recaudaciones de impuestos y el mercado es propicio para la colocación de títulos públicos. A pesar
de ello, el Estado no sólo debiera abstenerse de emplear estos mayores recursos en ampliar sus inversiones
públicas, sino que tendría que restringirlas a medida que aumenta la ocupación privada. La creciente sería, pues,
época de previsora acumulación de recursos para tiempos adversos, o de empleo de estos recursos en cancelar los
créditos bancarios de que se hubiese hecho uso en la contracción anterior.” Cabe aclarar que si bien Prebisch –
economista argentino de gran reconocimiento mundial, fundador de la CEPAL entre otros grandes méritosmenciona este tipo de acción como la política anticíclica más difundida, no deja de resaltar las dificultades de
aplicación práctica ya que duda mucho de que el Estado pudiera alguna vez no gastar el total de recursos en
tiempos de superávit.
24
“...un descenso de la tasa de interés será de gran ayuda para la recuperación y, probablemente, condición
necesaria de la misma. Pero, por el momento, el colapso de la eficiencia marginal del capital puede ser tan
completo que no baste ninguna reducción factible en la tasa de interés. Si una baja de ésta fuera capaz de proveer
un remedio efectivo por sí misma, cabría alcanzar la recuperación sin el transcurso de algún intervalo
245
Capitulo 11: Demanda efectiva y determinación del nivel de producción y ocupación
De todas formas, es importante tener en cuenta que estas recomendaciones (expansión del
gasto público) sólo son aplicables a los momentos en que la economía por sí sola no encuentra la forma
de escapar del desempleo persistente. El mismo Keynes dirá que de ninguna manera constituyen
políticas aceptables para una economía que se acerca a su nivel de producción de plena ocupación, ya
que lo único que generará una intervención activa del Estado en estos términos son presiones
inflacionarias. Una vez alcanzado el pleno empleo, la economía alcanza el “caso especial” neoclásico y
por tanto sus recomendaciones de política serán las adecuadas.
Por lo tanto, la asociación que habitualmente se establece entre Keynes y el aumento del gasto
público debe tener como base las condiciones expuestas por el autor, en donde se justifica que el
gobierno tenga un rol central en la actividad económica. No obstante las dificultades planteadas y
desarrolladas por Keynes para que la economía alcance el caso especial neoclásico, le otorgan al
Estado un papel crítico dentro de la economía capitalista.
considerable de tiempo y por medios más o menos directamente bajo el control de la autoridad monetaria. Pero,
de hecho, esto no suele ocurrir, y no es tan fácil resucitar la eficiencia marginal del capital, estando, como está,
determinada por la indirigible y desobediente psicología del mundo de los negocios.” (Keynes, J.M., 1936)
246
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