3. La situación de la mujer en México

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3. La situación de la mujer en México
La situación de las mujeres aún presenta serias dificultades en México. A pesar
de ciertos avances en materia jurídica, social, educativa y laboral, existen graves
desafíos en cuanto a la representación política femenina y con respecto a una
inclusión social en mejores condiciones. Fenómenos como la feminización de la
pobreza y la violencia contra la mujer son dos manifestaciones lamentables que
impiden hablar de una participación democrática de las mujeres en la sociedad
y en los sectores productivos. De hecho, la problemática de la mujer va más allá
de la esfera social y laboral, desafortunadamente ésta tiene que lidiar con ciertas
adversidades como el abuso, la violencia, el machismo o la discriminación, los
cuales están presentes incluso en el núcleo familiar.
Con el objetivo de elaborar un breve diagnóstico de la situación de la mujer en
México, a continuación se presentan cinco rubros con información relativa a las
características generales de este sector de la sociedad, a fin de realizar un
análisis y una reflexión sobre las principales problemáticas que enfrentan las
mujeres mexicanas; éstos son: demografía, educación, trabajo, pobreza y
violencia.
Además, a partir de dicha información pretendemos elaborar una serie de
propuestas que incidan en la discusión y elaboración de políticas públicas que
conlleven la democratización del rol de las mujeres, sin perder de vista desde
luego, que las principales transformaciones derivarán de la concientización y
del cambio cultural de la sociedad, tarea que se percibe ardua pero no
imposible.
Demografía
Actualmente las mujeres en México ocupan un lugar relevante y estratégico,
representan el 51 por ciento del padrón electoral, así como el 40 por ciento de la
población económicamente activa. De acuerdo con los datos del II Conteo de
Población y Vivienda 2005 del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e
Informática (INEGI), las mujeres representan un poco más de la mitad de la
población total de México: 53.0 millones de mujeres (51.3%) frente a 50.3
millones de hombres (48.7%). 1 Esta tendencia ha permanecido constante desde
la década de los noventa como puede observarse en la siguiente gráfica.
1
INEGI, Síntesis de resultados del II Conteo de Población y Vivienda 2005, Instituto Nacional de
Estadística,
Geografía
e
Informática,
versión
electrónica
disponible
en
www.inegi.gob.mx/est/contenidos/espanol/proyectos/conteos/conteo2005/default.asp?c=62 24,
27 de julio de 2006.
En 1990 la población femenina fue de 41.3 millones, mientras que la población
masculina representó 39.9 millones. Exactamente una década después las
mujeres continúan siendo mayoría: 49.9 millones contra 47.6 millones de
hombres.
Dentro de la situación demográfica otro índice de gran relevancia se refiere a la
esperanza de vida al nacer, el cual se refiere al número de años que las personas
(recién nacidas) vivirán si se considera que las pautas de mortalidad imperantes
en el momento de su nacimiento siguieran siendo las mismas a lo largo de toda
su vida. De acuerdo con la UNICEF, la esperanza de vida de las mujeres en
relación con el porcentaje de hombres, en 2006, fue de 107. 2
Asimismo, las mujeres mexicanas presentan un índice de esperanza de vida
mayor que los hombres, lo cual también ha sido una constante en las últimas
treinta décadas. Para el año 2005 este índice fue de 77.9 para las mujeres y 73.0
para los hombres. Cabe señalar que este indicador ha ido en aumento para
ambos sexos; por ejemplo en 1930 la esperanza de vida era de 33.9 años. Por
entidad federativa, Baja California y el Distrito Federal ofrecen el indicador más
alto con 76.6 años; mientras que el menor, lo registran tres estados: Guerrero y
Oaxaca con 74.1 años y Chiapas con 73.8 años.3
2
UNICEF, “Panorama: México”, en Indicadores básicos, UNICEF, disponible
http://www.unicef.org/spanish/infobycountry/mexico_statistics.html#49
3
“Crece en México esperanza de vida a 75.4 años: INEGI”, El Universal, octubre 2005,
http://www2.eluniversal.com.mx/pls/impreso/noticia.html?id_nota=313426&tabla=notas
en
En cuanto a las defunciones de mujeres, el mayor número se ubicó en el rango
de edad de 65 años y más, con 58 de cada 100. Por otra parte, las causas que se
atribuyeron a las muertes son diversas: entre las mujeres de 15 y 29 años, la
principal causa fueron los accidentes (una de cada cinco), el 12.3% falleció a
causa de tumores malignos y el 8.9 por complicaciones en el embarazo, parto o
puerperio. Entre las mujeres de 30 a 64 años, los tumores malignos son motivo
de una de cada cuatro muertes, seguida por la diabetes mellitus con 20.4%, las
enfermedades del corazón con 12.3% y los padecimientos hepáticos con un
6.3%.4
Educación
En el plano educativo pueden analizarse dos aspectos: el número de personas
(hombres y mujeres) analfabetas en términos generales y el número de personas
(hombres y mujeres) que cuentan con determinado nivel educativo.
En el año 2006 el porcentaje de población femenina analfabeta fue superior (12.3
por ciento) al porcentaje de población masculina analfabeta (8.4 por ciento). La
brecha entre hombres y mujeres se ha ido reduciendo paulatinamente, ya que
en 1990 las mujeres analfabetas representaban el 15 por ciento, mientras que el
de los hombres era de 9.6%.
La tabla siguiente da cuenta de lo anteriormente señalado, pues como podemos
observar en el período 2000-2006 los porcentajes concernientes a la tasa de
alfabetización y a la escolaridad son poco significativos entre uno otro grupo.
Índices de alfabetización y escolaridad hombre/mujer
2000-2006
Tasa de alfabetización de jóvenes (15-24
años), hombre
Tasa de alfabetización de jóvenes (15-24
años), mujer
Tasa escolarización enseñanza primaria,
bruta, hombre
Tasa escolarización enseñanza primaria ,
bruta, mujer
Tasa escolarización enseñanza primaria, neta,
hombre
Tasa escolarización enseñanza primaria, neta,
mujer
Tasa de asistencia a la escuela primaria, neta,
hombre
Tasa de asistencia a la escuela primaria, neta,
mujer
98
98
110
108
98
98
97
97
4
ídem.
Tasa de escolarización enseñanza secundaria,
bruta, hombre
Tasa de escolarización enseñanza secundaria,
bruta, mujer
Tasa de escolarización enseñanza secundaria
2000-2006*, neta, hombre
Tasa de escolarización enseñanza secundaria,
neta, mujer
78
83
64
Fuente: UNICEF, “Panorama: México”, en Indicadores básicos, UNICEF, disponible en
http://www.unicef.org/spanish/infobycountry/mexico_statistics.html#49
Asimismo, en lo que respecta a la situación del analfabetismo según los
diferentes grupos de edad, las mujeres mayores de 45 años son las más
afectadas. Para el año 2006, el porcentaje de población femenina analfabeta
entre 45 y 59 años de edad fue de 18.5 y en el caso del grupo de edad entre 60
años y más fue de 34.5%.
No obstante, de acuerdo con el censo que realizó el INEGI en el año 2000, el
período 1990-2000 no fue tan halagüeño para la mujer, como lo veremos en las
cifras que a continuación se muestran.
Respecto a la asistencia de hombres y mujeres de 6 a 29 años de edad a la
escuela (sin desagregar los niveles educativos) la tendencia es desfavorable para
el sector femenino. Así, en el año 2006 se presenta un porcentaje de 51.0 para las
mujeres y uno de 54.5 para los hombres en este rubro. Es decir, que existe una
población masculina asistente a la escuela mayor que la femenina en términos
generales.
Ahora bien, si se consideran los diferentes niveles educativos los datos arrojan
resultados positivos para las mujeres. En el nivel de educación básica los
porcentajes de los hombres y las mujeres, tanto en preescolar, primaria y
secundaria, son bastante cercanos. Para el año 2006 en preescolar los hombres
representaron el 50.4% y las mujeres 49.6%. En primaria ese mismo año los
hombres constituyeron un 51.2% frente a un 48.8% del sector femenino.
Finalmente, en el caso de la secundaria las cifras en el año de 2006 fueron: 50.5%
para los hombres y 49.5% para las mujeres.
A manera de ilustración, la siguiente gráfica muestra el porcentaje de población
de 15 años y más que completaron su educación básica en tres años base
distintos. Si bien en estos casos el número de hombres es mayor que el de
mujeres, hay que destacar que la tendencia ha ido en aumento importante para
las mujeres, pasando de un 11.6% en 1990, a un 14.0% en 1995 y a un 17.5% en el
2000.
En el nivel de educación media superior comienza a revertirse un poco la
tendencia que se presentaba en la educación básica. En otras palabras, en este
nivel educativo las mujeres llegan a tener mayor presencia que los hombres. Tal
es el caso del porcentaje de mujeres en el bachillerato, las cuales en el año 2003
representaron un 51.2% frente a un 48.8% de hombres.
Esta tendencia positiva se repite en el rubro de normal licenciatura en el marco
de la educación superior, donde las mujeres alcanzaron un porcentaje de 69.2%
contra un 30.8% de población masculina en el año 2003. Cabe destacar que para
este mismo año los porcentajes total de la matrícula en el nivel educación
superior fueron de 50%-50% para ambos sexos.
Más allá de las cifras, también consideramos importante contemplar en qué
tipos de profesiones se ubican las mujeres. Como puede observarse las áreas de
estudios más concurridas por las mujeres son: salud, ciencias sociales y
administrativas, y educación y humanidades. Por otro lado, las áreas de
estudios menos asistidas por el sector femenino son: ciencias agropecuarias e
ingeniería y tecnología. Esta situación demuestra que la selección y ubicación
de las mujeres a escala profesional se basa en patrones culturales tradicionales.
Concretamente, según las diferentes carreras, las cinco profesiones con mayor
número de mujeres matriculadas son: administración, derecho, contaduría
pública, psicología y medicina. En el caso de los hombres se trata de: derecho,
administración, ingeniería industrial, contaduría pública e ingeniería en
sistemas computacionales.
En el caso de los estudios de posgrado, la tendencia se mantiene igual. Así, el
área de estudio más concurrida por las mujeres mexicanas es la de educación y
humanidades. Para el año 2003 el porcentaje de mujeres matriculadas en esta
área fue de 56.3%. Asimismo, el porcentaje de mujeres matriculadas más bajo se
presentó en ingeniería y tecnología con un 28.2% ese mismo año.
En el ámbito de la investigación, nuevamente el escenario se presenta adverso
para las mujeres. De un total de 10.189 investigadores en el año 2003, sólo 3.072
son mujeres. Es decir, sólo un 30% frente al 70% de hombres. Una vez más, el
área de conocimiento en esta esfera que se encuentra feminizada son: las
humanidades y las ciencias de la conducta.
Retomando las características de la educación básica y media superior resalta el
hecho de que las mujeres presenten porcentajes más altos que los hombres en
términos de eficiencia terminal y; porcentajes más bajos que la población
masculina en cuanto a reprobación y deserción escolar.
En 2006, en los niveles primaria, secundaria, profesional técnico y bachillerato,
las mujeres mexicanas representaron 89.9%, 83.6%, 50.9% y 65.7% de eficiencia
terminal, respectivamente. Por su parte, los hombres representaron 87.5%,
74.4%, 43.8% y 54.3% de eficiencia terminal en los mismos niveles en mismo
año.
En cuanto a los porcentajes de reprobación por nivel educativo existe una
diferencia importante entre mujeres y hombres, siendo el sector femenino el que
menores porcentajes presenta. Para el 2006, los porcentajes fueron 4.1% en
primaria, 12.8% en secundaria, 20.7% en profesional técnico y 34.0% en
bachillerato.
De igual manera, respecto a la deserción escolar son las mujeres las personas
que menos abandonan sus estudios. Asimismo, comparando las cifras de 1997 y
las más recientes de 2006 los porcentajes de deserción femenina han disminuido
favorablemente de un año a otro.
Trabajo
Sin lugar a dudas las mujeres mexicanas juegan un papel trascendental en la
economía del país. Si bien ello puede deberse a que hay más mujeres que
hombres, lo cierto es que también deben considerarse otros aspectos como su
capacidad, su inteligencia y su fuerza. Asimismo, el hecho de que representen
casi 40% de la población económicamente activa debe ser un elemento para
revaluar su rol en la sociedad, el cual tendría que ser correspondido con una
distribución equitativa de la riqueza generada.
Como se señala en la tabla siguiente, en 2005 la población femenina
económicamente activa fue de 15, 675,188 mujeres.
Las mujeres son más productivas que los hombres desde los 20 años hasta los
50 años, lo cual se revierte a partir de los 50 años en adelante. Así, por ejemplo,
el porcentaje de población femenina económicamente activa más elevado se
presenta en el grupo de edad entre 30 y 34 años con una cifra de 13.4% contra
12.3% de la población masculina económicamente activa.
Respecto al tipo de actividades que desempeñan hombres y mujeres es de
destacar que las mujeres además de su trabajo fuera de casa cubren en un
porcentaje elevado las actividades domésticas, lo cual da cuenta de la
denominada doble jornada femenina con un solo sueldo.
En el año de 2005, los quehaceres domésticos significaron un 46.7% de las
actividades de las mujeres frente a un 0.9% de trabajo extradoméstico. Por el
contrario, los hombres dedicaron 48.7% de sus actividades a trabajo
extradoméstico y otras actividades frente a un 6.1% de quehaceres domésticos.
Esto reafirma las condiciones de desigualdad que viven las mujeres respecto a
los hombres con relación a las responsabilidades del hogar y la familia. Por lo
tanto, es clara la dificultad que enfrentan las mujeres para trabajar fuera del
hogar.
Refiriéndonos ahora a los sectores de la economía, en los cuales se desempeñan
las personas, el sector terciario es el que más ocupado por las mujeres: en 2005
éstas representaron un 75.7% cuando en 1970 la cifra era de 59.9%. En los casos
de los sectores secundario y primario, la presencia de las mujeres ha
disminuido hasta representar un 18.9% y un 5.0% en el 2005, respectivamente.
Pobreza
Abordar el fenómeno de la pobreza desde la perspectiva de género arroja un
análisis más integral y dinámico en comparación con los análisis tradicionales.
Para la CEPAL, este enfoque “se opone a una definición de la pobreza basada
exclusivamente en el ingreso y subraya el hecho de que este fenómeno supone
tanto aspectos materiales como no materiales, simbólicos y culturales, y que en
él inciden fundamentalmente las relaciones de poder, es decir, las jerarquías
sociales, que determinan un mayor o menor acceso de las personas, según su
género, a los recursos materiales, sociales y culturales. En este sentido, el género
de las personas puede determinar el nivel de pobreza y el riesgo de padecerla”.5
Los estudios de género relacionados con la pobreza han demostrado que este
problema repercute de manera diferenciada en los sectores femenino y
masculino. De esta conclusión más la agudización del problema en general, ha
surgido el concepto de feminización de la pobreza, el cual en su concepción más
simple se refiere al crecimiento de los índices de pobreza femenina por encima
de la masculina. No obstante, la feminización de la pobreza es un fenómeno
5
CEPAL, Entender la pobreza desde la perspectiva de género, Unidad Mujer y Desarrollo, Comisión
Económica para América Latina y el Caribe, Santiago de Chile, 2004, p. 15.
más complejo que involucra diversos aspectos, particularmente, las situaciones
de desigualdad que viven las mujeres en la sociedad.
Por lo tanto, la feminización de la pobreza no significa solamente que entre los
pobres haya más mujeres que hombres, sino que se refiere a la severidad con
que la pobreza afecta directamente a algunas mujeres, y a las mayores
privaciones, respecto a los hombres, a que ellas y sus hijos deben someterse en
el esfuerzo por salir de la miseria.6
En este sentido, el fenómeno de la feminización de la pobreza debe entenderse
como la falta de oportunidades de desarrollo para las mujeres para su
sobrevivencia. Es decir, la falta de oportunidades para estudiar, trabajar, recibir
atención médica, participar en el proceso de toma de decisiones, etc., lo cual se
traduce en un severo estancamiento del progreso socioeconómico de las
mujeres.
Para Pedro José Cabrera las condiciones de pobreza que enfrentan las mujeres
están relacionadas con una situación de desigualdad frente a los hombres, por
lo tanto, la aplicación del enfoque de género es trascendental para analizar y
atender dicho problema. En sus palabras:
La situación de sometimiento de las mujeres a la cabeza de familia, su
dependencia respecto de la reproducción, así como su posición marginal
en el mercado de trabajo, han empobrecido históricamente a las mujeres y
aún hoy día siguen empobreciéndolas, al favorecer su exclusión
económica y social. En este sentido, el análisis de las relaciones de género,
resulta sencillamente imprescindible cuando se pretenden estudiar los
fenómenos sociales, especialmente aquellos vinculados a la estructura de
la desigualdad.7
En suma, los estudios de género enfocados a la pobreza han demostrado que la
pobreza femenina está vinculada con la inequidad en la distribución de los
recursos, así como con la desigualdad de oportunidades. Según lo planteado
por Miriam Núñez en su estudio titulado Charo: la feminización de la pobreza, la
pobreza “se presenta en la medida en que se da una distribución desigual de la
riqueza, porque no existe un reparto equitativo en los procesos productivos y
porque hay una negación a la integración social. Pero este fenómeno es
diferenciado para las mujeres, así encontramos distintas formas de opresión
femenina, esto es, se les niega el acceso a los recursos económicos, como son el
trabajo, la tierra, los créditos y el poder político”.8
6
En
Instituto
Estatal
de
las
Mujeres,
Tabasco,
en
http://www.iemtab.gob.mx/glosario/index.htm.
7
Pedro José Cabrera Cabrera, “Pobreza y exclusión desde la perspectiva de género”, en GarcíaMina Freire, Ana y Carrasco Galán, María José (eds.), Género y desigualdad: la feminización de la
pobreza, Universidad Pontificia Comillas, Madrid, 2004, p. 11.
8
Miriam Núñez, Charo: La feminización de la pobreza, Universidad Autónoma Chapingo, México,
2000, p. 29.
Esta misma autora establece que, para estudiar el fenómeno de la feminización
de la pobreza, deben considerarse las desigualdades de género que se
manifiestan en diversos aspectos, tales como:
a) la división sexual del trabajo, que mantiene a las mujeres en el ámbito
hogareño o las segrega a ocupaciones que trasladan el modelo
doméstico al espacio laboral;
b) la disponibilidad de menores oportunidades de educación y empleo
para ellas;
c) el acceso a trabajos inestables y mal remunerados;
d) la responsabilidad de la doble o triple jornada de trabajo;
e) la prevalencia de niveles inferiores de salud y bienestar;
f) la reducida participación de las mujeres en la toma de decisiones en
los ámbitos social y familiar; y
g) su limitada autonomía personal.9
A partir de las consideraciones anteriores se han definido algunos indicadores
para medir y evaluar la feminización de la pobreza como: el número de hogares
con jefatura femenina, la participación femenina en el empleo y la producción,
el acceso de las mujeres a los recursos productivos, la diferencia salarial entre
salario masculino y salario femenino y el acceso diferencial al empleo.
De esta manera, queda claro que más que significar una proporción creciente de
las mujeres en condiciones de pobreza, la feminización de la pobreza tiene que
ver con la vulnerabilidad del sector femenino frente al masculino en la sociedad.
Clara Jusidman propone dos tipos de factores a considerar que hacen que las
mujeres efectivamente sean más indefensas a los riesgos de la pobreza, a saber,
los factores estructurales y los factores coyunturales.
Unos se relacionan con la forma en que las sociedades construyen los roles de
las mujeres y lo que ello significa en términos del desarrollo de sus capacidades
y su acceso a oportunidades y recursos y los segundos, a las circunstancias del
entorno económico, social, político y cultural que en períodos recientes hacen
que la desventaja inicial agudice la vulnerabilidad de las mujeres.10 De tal
manera que la feminización de la pobreza es un fenómeno que debe vincularse
con las condiciones de desigualdad que sufren las mujeres, ya sea en el ámbito
de las oportunidades o en la distribución de los recursos. Así, no sólo se trata
de que haya más mujeres pobres que hombres11, sino de que las mujeres deben
enfrentar un ambiente más adverso para poder subsistir.
9
Ibid., pp. 30 y 31.
Clara Jusidman, “Mujeres y pobreza”, en Problemas del Desarrollo Revista Latinoamericana de
Economía, vol. 27, núm. 106, Instituto de Investigaciones Económicas, UNAM, México, julioseptiembre 1996, p. 117.
11
Según información del INMUJERES, 60% de las personas que viven en pobreza extrema son
mujeres.
10
A partir de un enfoque de género, una de las causas de la pobreza femenina es
la distribución y la organización de las actividades económicas en la sociedad,
las cuales han respondido a visiones patriarcales. En palabras de Verónica
Zepadúa y Mariana Pérez:
Aunque las actividades relacionadas con los hombres y las mujeres se han
transformado a lo largo del tiempo, la división del trabajo ha ocasionado
que las actividades femeninas tiendan a posicionarse dentro de la esfera
privada o doméstica (el hogar), mientras que los hombres han
desarrollado sus actividades principalmente en el ámbito de lo público (el
campo de la economía, la política y la cultura). Dado que históricamente a
lo público se le ha valorado por encima de lo privado, pues lo primero se
le ha asociado con la razón o la civilización, y a lo segundo con la pasión o
la naturaleza, las mujeres han ocupado una posición de desventaja y
subordinación en la mayor parte de las sociedades.12
Bajo esta lógica, al estar la mujer cultural y materialmente confinada a la esfera
doméstica, ésta pierde posibilidades de acceder a los recursos (propiedad de
capital productivo, trabajo remunerado, educación, capacitación, etc.) en
condiciones favorables y de participar en la toma de decisiones. Tal como se
señala en un estudio de la CEPAL:
(…) las mujeres cuentan no solo con activos materiales relativamente
escasos, sino también con activos sociales –ingresos, bienes y servicios a
los que tiene acceso una persona a través de sus vínculos sociales – y
culturales –educación formal y conocimiento cultural que permiten a las
personas desenvolverse en un entorno humano – más escasos, lo que las
coloca en una situación de mayor riesgo frente a la pobreza (…) este
menor acceso de las mujeres a los recursos, debido a los espacios
limitados que se les asignan por la división sexual del trabajo y por las
jerarquías sociales que se construyen sobre la base de esta división,
determinan una situación de privación en diferentes ámbitos sociales,
fundamentalmente en tres sistemas estrechamente vinculados, a saber: el
mercado de trabajo, el sistema de bienestar o protección social y los
hogares.13
Según datos de la CEPAL, en México el porcentaje de la población femenina
que vivía en hogares pobres en 2002 en la zona urbana fue de 32.7% y en la
zona rural de 51.1%. En el caso de la población masculina los porcentajes en el
mismo año en ambas zonas fueron: 31.6% y 51.1%, respectivamente.14
12
Verónica Zepadúa y Mariana Pérez, Género, pobreza y presupuestos: Conceptos iniciales y
experiencias internacionales, INDESOL, FUNDAR, México, 2002, p. 5.
13
CEPAL-UNIFEM, Entender la pobreza desde la perspectiva de género, Unidad Mujer y Desarrollo,
Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Serie 52, Santiago de Chile 2004, p. 13.
14
Datos de la CEPAL sobre la base de tabulaciones especiales de las encuestas de hogares de los
países latinoamericanos.
Respecto a la falta de equidad en las condiciones, un dato que manifiesta la
situación desfavorable de las mujeres se refiere al porcentaje de hogares pobres
que se encuentran encabezados por mujeres. En 2002 se registró un porcentaje
total de 21%, lo cual ha ido en aumento desde la década de los noventas.
Con relación a los ingresos –otro ámbito en el que las mujeres se ven
perjudicadas-, podemos ver que el porcentaje de mujeres sin ingresos propios
es más elevado que el de los hombre de una manera muy importante. Ante esta
situación es clara la falta de autonomía de la población femenina, lo cual
conduce a la subordinación y a la imposibilidad de realizarse plenamente.
Otra faceta de la situación de los ingresos, se refiere a la desigualdad de
remuneración. Es decir, que a pesar de que mujeres y hombres realicen trabajos
iguales, los sueldos son inequitativos. Por lo tanto, en términos generales los
hombres son mejor pagados que las mujeres. Según, el INMUJERES las mujeres
ganan entre 30 y 50% menos del salario que los hombres.15
Violencia
La discriminación y exclusión que sufren las mujeres se presenta en todos los
niveles de la sociedad. Ello, muestra que la sociedad se organiza y funciona con
esquemas machistas que ubican a las mujeres como seres inferiores e incapaces
de desarrollarse autónomamente.
15
En www.inmujeres.gob.mx/pprincipal/index.html, 27 de junio de 2006.
La violencia contra la mujer es un fenómeno social que expresa esta concepción.
En términos de inclusión social, se trata de un factor que inhabilita a las mujeres
para gozar de una vida plena y para participar en la sociedad en condiciones
mínimas de bienestar. El consenso internacional, expresado en la Declaración
sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer de 1993, define en su artículo 1
la violencia contra mujer como:
Todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o
pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para
la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación
arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida
16
privada.
Desde un enfoque de género, la violencia contra la mujer se concibe como una
expresión de las relaciones de desigualdad entre hombres y mujeres: relaciones
asimétricas que perpetúan la desvalorización de la mujer. Para autoras
feministas “lo que diferencia a este tipo de violencia de otras formas de
agresión y coerción es que el factor de riesgo o de vulnerabilidad es el solo
hecho de ser mujer”.17
También entendida como violencia intrafamiliar, este fenómeno “ha merecido
especial atención por las organizaciones de mujeres, como por investigadores
(as), organismos de gobierno y agencias de desarrollo, debido a las
consecuencias que este tipo de violencia trae consigo, afectando no sólo a las
mujeres sino a todo el entorno familiar”.18
Los estudios sobre la violencia de género son relativamente recientes, ya que se
consideraba un asunto privado que no competía a la sociedad. No obstante, la
complejidad de su naturaleza, así como los efectos sociales colaterales que ella
produce, han hecho de este fenómeno un problema público que requiere la
intervención del Estado y de la sociedad para solucionarlo.
En términos de equidad, la violencia contra la mujer es concebida como un
mecanismo social que perpetúa la subordinación de las mujeres, puesto que,
debido a que el poder se considera patrimonio genérico de los hombres, la
hegemonía masculina se basa en el control social de lo femenino. Por lo tanto,
las violaciones a los derechos humanos de las mujeres se relacionan
directamente con los valores culturales dominantes (patriarcales).19
16
Artículo 1 de la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, 20 de diciembre de
1993.
17
Ver Nieves Rico, Violencia de género: un problema de derechos humanos, CEPAL, Serie Mujer y
Desarrollo, núm. 16, julio de 1996, 50pp.
18
Ana Paula Valencia Mexia, Una percepción de género: la violencia intrafamiliar en México frente a la
perspectiva internacional, Tesis de Licenciatura, Facultad de Derecho, UNAM, México, 2001, p. 56.
19
Ver Celia Amorós, “Violencia contra las mujeres y pactos patriarcales”, en Virginia Maquieira
y Cristina Sánchez (comps.), Violencia y sociedad patriarcal, Ed. Pablo Iglesias, Madrid, 1992,
Una de las mayores aportaciones teóricas de organismos e instituciones como la
CEPAL, el INEGI o el propio INMUJERES, tiene que ver con la clasificación y
tipificación de la violencia contra la mujer. Ello ha contribuido enormemente a la
creación de leyes y normas que pretenden abordar y entender adecuadamente
el tema. Así, según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones
en los Hogares 2003 elaborada por el INEGI, se identifican cuatro tipos de
violencia contra la mujer, es decir, cuatro formas en que se manifiesta la
agresión o la violencia hacia las mujeres:
•
Violencia económica: Se refiere al chantaje que el hombre puede ejercer
sobre la mujer mediante el control del flujo de recursos monetarios que
ingresan al hogar o bien de la forma de que dicho ingreso se gasta.
•
Violencia emocional: Se refiere a las agresiones que no inciden
directamente en el cuerpo de la mujer pero sí en su psique. Se trata de
insultos,
amenazas,
intimidaciones,
humillaciones,
omisiones,
menosprecio y burlas, entre otras.
•
Violencia física: Se trata de las agresiones dirigidas al cuerpo de la mujer
de parte del agresor, lo que se traduce en un daño o en un intento de
daño, permanente o temporal. Las agresiones físicas comprenden
empujones, jalones, golpes, agresión con armas y algunas otras.
•
Violencia sexual: Se entiende como toda forma de coerción que se ejerce
sobre la mujer con el fin de tener relaciones sexuales con ella, con o sin
voluntad. Estas formas de coerción van desde exigir u obligar hasta el
uso de la fuerza.20
Cualquier sociedad con vocación democrática, en la cual se respeten los
derechos fundamentales de todos los ciudadanos y se garanticen las mismas
oportunidades para gozar de una vida digna, no puede permitir que existan
prácticas tan degradantes como la violencia contra las mujeres. Este fenómeno
perpetúa y fomenta conductas discriminatorias que excluyen a la población
femenina.
En nuestro país, la violencia contra la mujer se ha convertido en un serio
problema social que inhabilita el buen desarrollo socioeconómico de la
población y que representa un ejemplo de violación de los derechos humanos.
Asimismo, desde una perspectiva de género se trata de una expresión más de la
desigualdad entre hombres y mujeres.
citado en Nieves Rico, Violencia de género: un problema de derechos humanos, CEPAL, Serie Mujer y
Desarrollo, núm. 16, julio de 1996, p. 7.
20
INEGI, Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2003, Instituto
Nacional de Estadística, Geografía e Informática, México, 2004, 326pp.
En los últimos años, la situación de la violencia contra la mujer en nuestro país
ha sido muy bien documentada por instituciones como el INMUJERES y el
INEGI. La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los
Hogares (ENDIREH) 2006, elaborada por estas instituciones y el Unifem , arrojó
los siguientes datos:
•
Casi siete de cada diez mujeres de 15 años o más (67%), sufrieron algún
tipo de violencia en la familia, o en el trabajo durante 2005.
•
Diez entidades se encuentran por encima de la media nacional con los
mayores grados de agresividad hacia las mujeres, encabezadas por
Jalisco (7805%), el Estado de México (78.2%) y el Distrito Federal (71.3%).
•
Se observó una disminución general en los incidentes de violencia en el
hogar, los cuales pasaron de 44.2% en 2003 a 40% en 2006. De los cuatro
tipos de violencia definidos, sólo la física aumentó de 9.3% en 2003 a 10.2
% en 2006.
•
En el ámbito de la pareja, la encuesta reveló que 43.2% de las mujeres de
15 años o más, sufrieron algún incidente de violencia a lo largo de su
última relación de pareja. La proporción pasó de 54.1% en el Estado de
México, a 33.7% en Coahuila. Por tipo de violencia, 37.5% de las mujeres
atacadas declaró que las agresiones fueron emocionales, que afectaron su
salud mental y psicológica, y 23.4% fueron amenazadas para controlar
sus ingresos o la administración de los mismos en el hogar. Además, dos
de cada diez mujeres confesaron haber sufrido agresiones físicas, que les
provocaron daños permanentes o temporales, y una de cada diez, fue
intimidada para tener relaciones sexuales sin su consentimiento.21
Estas cifras dan cuenta de que la violencia contra la mujer en México ha sido y
es una práctica social que afecta a una buena parte del sector femenino. Es
importante recordar que un problema como éste no sólo perjudica a las
mujeres, sino a la sociedad en su conjunto
En la siguiente tabla se presentan algunas cifras que dan cuenta de las mujeres
casadas o en concubinato, tomando en cuenta su nivel de estudio o su nivel de
trabajo, que experimentan alguno de estos tipos de violencia. Los datos
demuestran que la violencia física está más presente entre las mujeres con bajo
nivel de estudio mientras que la violencia sexual aumenta en las mujeres que
cuentan con un nivel de estudio más elevado. La violencia emocional toca a
ambos casos ligeramente de la misma manera.
21
Juan Antonio Zúñiga, “En México, 67% de las mujeres sufrieron violencia el año pasado”, La Jornada,
miércoles
6
de
junio
de
2007,
versión
electrónica
disponible
en
http://www.jornada.unam.mx/2007/06/06/index.php?section=sociedad&article=046n2soc
Cuadro 5.3
Prevale
ncia de \
H200Ó.
ENDIREf
Sin escolaridad
D
Sí
Total
CliP
No
Sí
Total
ChP
No
Sí
Total
98.85
1.15 100.00
96.93
".07
1001»
94.38
5.62
100.00
Primaria incompleta
93.76
1.24 100.00
99.32
Oí 6
100.00
9-152
5.73
100.00
Primaria completa
9B.B2
1.18 100.00
99.41
0.59
93.92
6.33
93.99
1.01
100.00
99.20
0.80
1001»
B9.59
10.41
100.00
99.12
0.33 100.00
98.87
1.13
1001»
93.31
6.69
100.00
99.59
0.41
100.00
98.99
1.01
1001»
92.Í5
7.71
100.00
99.57
0.43 100.00
96.39
1.61
1001»
92. ÓO
99.53
0.47
Empleada
98.84
1.16 100.00
Obrera
97.19
2.31
Jornalera
94.93
3.32
y preescolar
Secundaría
Nivel de escolaridad
in completa
de la mujer
Secundaria
1001»
ChP
100.00
completa
Preparatoria
incompleta
Preparatoria
7.43
100.00
completa
Licenciatura o más
Posición en el trabajo
100.00
[>s.000
100.00
100.00
pe.000
96.45
LS5
98.10
1.85
98.60
1.40
98.10
1Q0.C0
1031»
1001»
1.90
100.00
ps.000
P1.23
BB.69
35.42
pe.OS
3.77
11.33
14.53
36.S0
100.30
c*=.000
100.00
100.00
13.50
100.00
CÍ.OI
Fuente: ENDIREH 2006.
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