ROUSSEAU (abreviado)

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ROUSSEAU (abreviado)
VIDA Y ÉPOCA DE ROUSSEAU
Jean Jacques Rousseau nació en Ginebra en 1712. Su madre murió al darle a luz, y quedó su educación
en manos de su padre, un relojero que además daba clases de danza en una ciudad que la prohibía.
Durante su primera adolescencia trabajaría como aprendiz de grabador, hasta que un buen día, a los 16
años y al regresar a la ciudad, encontrara las puertas de la misma cerradas, decidiendo entonces iniciar la
vida de un vagabundo. Pasado el tiempo encontraría la protección de Madame de Warens en las
cercanías de Chambery, viuda aristócrata que haría con él las veces de madre, amiga y amante,
otorgándole los medios para su formación. Además, aprendería música y trabajaría en el catastro. Rotas
sus relaciones con Madame de Warens, llegaría a París en 1741, y a través de Madame Dupin entraría en
los salones de aristócratas y filósofos, entablando relación con los ilustrados y enciclopedistas, por
ejemplo con Diderot y D´Alembert. En esta época hará pública su relación con la humilde y poco culta
Teresa Levasseur, con la que finalmente se casará después de haber tenido de ella hasta cinco niños,
que como sabemos, delegó uno detrás de otro a la inclusa. En 1750 publicaría el Discurso sobre las
ciencias y las artes, con el que obtuvo un premio de la Academia de Dijon, y en 1755 el Discurso sobre el
origen de la desigualdad entre los hombres, que le daría un repentino e inesperado éxito. En
Montmorency trabará relaciones con otras dos importantes mujeres, Madame de Epinay y su cuñada
Madame d´Hondetot, de la que se enamorará. De esta relación se sirvió Rousseau para inspirarse en la
redacción de La Nueva Eloísa (1761). Sus escritos El contrato social (1762) y Emilio (1763) serán
prohibidos y Rousseau perseguido, lo que le llevará a iniciar un viaje de huída que le conducirá a Mitiers,
en Neuchatel, Suiza, protegido por el rey de Prusia. Cuando también aquí tiene problemas, y los tuvo
hasta el punto de que estuvo al borde de recibir una lapidación fatal, obtendrá cobijo en Inglaterra acogido
por Hume. Sin embargo, y debido a las peculiaridades psicológicas de nuestro filósofo, particularmente
dado a sentir manía persecutoria, su relación con el escocés quedó truncada, y Rousseau volvió de
incógnito a París, convencido de que también Hume era enemigo suyo. En esta nueva estancia en la
capital francesa, Rousseau escribiría sus Confesiones. Retirado en Ermenonville en el castillo del
marqués de Girardin, acabaría su vida ese mismo año de 1778, a causa de una insolación.
Época: la Ilustración.
Se trata de un movimiento que nace en Inglaterra, que tiene su mayor florecimiento en Francia, y que se
extiende por una gran parte de países europeos, por ejemplo Alemania, en mayor o menor medida.
La época de la Ilustración es llamada también “Siglo de las luces”.
Por lo que hace a la Ilustración en Francia, destacamos que tendrá como una de sus mayores glorias la
redacción de la Enciclopedia, cuyos directores serán Diderot y D´Alembert. En ella colaborará Rousseau
aportando artículos sobre música.
Sobre los autores ilustrados influirán Descartes y Newton de modo destacado.
Algunas ideas destacables de la Ilustración son: 1- apoyo a la autonomía de la razón frente a la tradición,
la Iglesia, los prejuicios, el fanatismo, la superstición, etc. Reivindican el valor absoluto de la razón, pero
de una razón ligada a la experiencia;2-creencia en la idea de progreso de la humanidad; 3-materialismo
(Diderot, Condillac, Helvetius…), aunque no todos los autores son materialistas (por ejemplo, no lo es
Rousseau); 4-ateísmo o deísmo (Voltaire y el mismo Rousseau). Los deístas creen que Dios ha creado el
mundo, le ha impreso unas leyes para que siga su curso, pero no interviene más en él, de modo que se
rechaza la posibilidad de los milagros. A su vez el deísmo conlleva una cierta religión natural que hace al
deísta reconocer su religación a Dios y actuar moralmente según la propia conciencia. Los argumentos
del deísta se basan en la perfección de las leyes de la naturaleza, por ejemplo, perfección que les obliga a
creer razonablemente en Dios. Sin embargo los deístas tienden a sentirse ajenos a las religiones oficiales
o positivas; 5-reivindicación del valor de las pasiones en la moral, y entre ellas máxima importancia para
la de la sociabilidad. De algún modo reclaman también el derecho del hombre a la felicidad; 6- en política
tendieron a creer en el estado laico, y muchos fueron favorables al Despotismo ilustrado.
LA FILOSOFÍA O PENSAMIENTO DE ROUSSEAU
EL HOMBRE
En el Discurso acerca del origen de la desigualdad, explica Rousseau cómo el hombre ha llegado a ser el
que es, a saber, un ser infeliz, encadenado, corrompido, viciado, desigual, y víctima de la injusticia social.
Sin embargo, en la situación de partida era bien diferente: feliz, libre, igual aunque con diferencias
naturales, etc. Para hablar de la situación originaria del hombre y describir después el camino que le lleva
a la decepcionante situación actual, Rousseau reconstruye un proceso histórico en el que distingue un
estado natural del hombre y un estado social del mismo. Ambos estados, además, están sometidos a una
evolución. En el Discurso sobre las artes y las ciencias, expone Rousseau la idea de que unas y otras han
venido a colaborar con la injusticia y la degradación de los seres humanos, en vez de ayudar a su
progreso moral. El contrato social es la obra en la que Rousseau explica el modo en que, a través de un
nuevo pacto, los hombres pueden volver a ser libres, naturales y sociales a la vez, y dichosos.
El hombre en el estado natural comienza por ser un bruto feliz u hombre originario, y termina por ser lo
que llama Rousseau buen salvaje u hombre natural. El primero vive en solitario, tiene necesidades
básicas (comer, sexo, descanso), sólo teme al dolor y al hambre, no tiene lenguaje, no tiene ambición
alguna, y está movido por el instinto de supervivencia y por la piedad natural que le hace sentir desagrado
por el sufrimiento de los semejantes. Desde el punto de vista moral está "más acá del bien y del mal", por
cuanto no tiene suficiente conciencia ni pensamiento para poder ser calificado moralmente. Sin embargo,
a diferencia de los animales, tiene libertad y es perfectible. Sus relaciones con otros hombres son
puramente esporádicas, puntuales.
Los peligros de la Naturaleza (tormentas, sequías, fieras, enfermedad, vejez, etc.) empujan a este bruto
feliz a establecer relaciones con otros hombres cada vez más duraderas, y las relaciones sexuales
acaban por llevar a una convivencia progresiva de los miembros de la familia. Así, poco a poco, las
ventajas de la asociación van forjando agrupaciones de hordas que se hacen y deshacen, pero que
progresivamente tienden a permanecer, y van emergiendo el lenguaje y las pasiones sociales. El bruto
feliz se convierte en el buen salvaje, que llega a habitar lo que llama Rousseau edad dorada de la
humanidad, una edad en la que siempre deberíamos haber permanecido. En ella se vive con un
economía de subsistencia basada en la caza, pesca y recolección, los bienes se reparten por igual y entre
los hombres no existe más desigualdad que la natural, aunque progresivamente tiendan a aparecer
desigualdades de prestigio o valoración. El buen salvaje ya no vive sólo en sí, sino también en el juicio de
los otros, sabe ya lo que es lealtad, amistad, amor conyugal y paternal, puede ser considerado ya un ser
moral, y perviven en él el amor a sí mismo (que no es egoísmo que busca su bien a costa del mal ajeno) y
la piedad y conmiseración natural.
Sin embargo, con el trascurso del tiempo, acaba por producirse una revolución infausta o funesto azar.
Los hombres aprenden a cultivar las tierras y usar los metales, se asientan, dividen el trabajo y producen
excedentes. En algunos, las pasiones sociales de la avaricia y la ambición, les empujan a la apropiación
de los excedentes, o a la apropiación del terreno que trabajan, y así un día a alguno se le ocurrió la idea
de cercar un terreno y gritar a los cuatro vientos que era suyo, encontrando a la vez, gente
suficientemente ingenua para creerle, en vez de gente que le atizara un golpe con una estaca de esa
verja, recordándole que los frutos de la tierra y la tierra misma son de todos. La aparición de la
apropiación por la fuerza, conlleva la desapropiación de otros más débiles o menos ambiciosos, y con el
tiempo una lucha de todos contra todos que convierte a los seres humanos en amenazas potenciales de
unos frente a otros. Estos acontecimientos, sacan del todo al hombre de su estado natural y lo conducen
a un estado social donde reinan la desigualdad económica y social, o como dice Rousseau, "el trigo y el
hierro civilizaron a los hombres pero perdieron al género humano"
La potencial amenaza que ahora sí suponen unos hombres frente a otros, hace de este estado social
inicial una especie de jungla de todos contra todos, que se parece mucho a la situación del hombre
natural de Hobbes, en la que cada hombre es un lobo para cualquier hombre. De modo que, a algunos de
los "ricos" que sí se habían apropiado con éxito de terrenos, materiales, excedentes, etc., se les ocurrió la
idea de sancionar legalmente la situación, es decir, de pactar la creación de un Estado con leyes que
organizaran y ordenaran según derecho, la situación de hecho. Tiene entonces lugar lo que llama
Rousseau el pacto de sumisión, pacto por el cual todos se comprometen a obedecer unas leyes que, sin
embargo, sólo benefician a los fuertes, a los poseedores. Este es el estado social en el que viven los
hombres desde entonces, y que se ve culminado en el Estado absoluto del siglo XVII. En él son generales
la desigualdad económica, social y política, los hombres viven encadenados, y están enteramente
corrompidos por pasiones sociales como el egoísmo, la avaricia, el orgullo, etc.
¿Cómo han contribuido las artes y las ciencias al progreso moral de la humanidad?. La respuesta de
Rousseau es "cubriendo con guirnaldas las cadenas que esclavizan a los hombres". Además, siendo su
origen los vicios humanos (la geometría surge de la avaricia, la astronomía de la superstición, la
jurisprudencia de la injusticia, etc.), no han hecho, a lo largo del tiempo, sino servir a estos mismo vicios y
robustecerlos.
La solución para recuperar al hombre como un ser libre, social pero natural a la vez, feliz pero cultivado,
será el contrato social, y la aplicación de la pedagogía defendida en el Emilio. Tendremos así a un
hombre sentimental y racional, con sentimientos controlados por la razón y con una razón que se nutre de
esos sentimientos, un hombre que ha renunciado a su libertad natural pero que ha encontrado la libertad
civil y moral de actuar de acuerdo con la voluntad general, un hombre que ha sacrificado todos sus
intereses particulares en el altar de la ciudad, y se ha incorporado a un yo común en el que recupera todo
lo cedido pero complementado con la fuerza del todo orgánico del que ahora forma parte.
SOCIEDAD Y POLÍTICA.
Rousseau fue un contractualista, como lo fueron Locke y Hobbes, pero sus ideas son diferentes a las de
estos autores. Hobbes sostenía que el pacto social por el que el hombre abandona el estado de
naturaleza, consiste en delegar todo poder y derecho en el soberano, un tercero que está más allá del
pacto. Justificaba así Hobbes el Estado absoluto como ventajoso respecto a la situación de guerra de
todos contra todos que reinaba en el estado de naturaleza y en el que el hombre era un lobo para el
hombre. Locke entendía que en el estado de naturaleza los hombres poseían unos derechos naturales (a
la vida, a la propiedad, a la libertad), que venían dados por Dios, que los hombres no eran naturalmente
enemigos, pero que sin ley los conflictos tenían dificultades para ser solucionados. Por eso, para hacer
justicia en los conflictos, se pacta la creación de la ley y el Estado. Este Estado, sin embargo, ha de
garantizar la salvaguarda de los derechos naturales. Con su teoría Locke venía a justificar el Estado
liberal y parlamentario. Rousseau utiliza un recurso metodológico para entender la situación de esclavitud
y desigualdad en que se encuentran los hombres bajo lo que llama contrato de sumisión. Este recurso
procede a elaborar una historia ficción en la que se ubica al hombre en un estado de naturaleza en el que
evoluciona desde el bruto feliz al buen salvaje de una edad dorada o juventud de la humanidad. Las
características del hombre originario en este estado natural son imaginadas por Rousseau mediante otro
recurso metodológico, consistente en eliminar de él todo lo que a la sociedad debe. A raíz del funesto
azar que suponen el descubrimiento de la agricultura, la división del trabajo y la apropiación por la fuerza
de tierras y excedentes, se entra en pleno estado social, que primero es meramente sociedad civil, pero
que con el contrato de sumisión, es decir, con la creación de una legalidad que respalde la situación de
facto, se convierte en Estado. Este Estado evoluciona hasta el Estado absoluto que conoce Rousseau,
Estado donde los hombres, que son por naturaleza libres, se convierten en hombres encadenados y seres
económica, social y políticamente desiguales. Para solucionar esta perdición del género humano,
Rousseau propone el contrato de un nuevo pacto: el contrato social. Este contrato, tal y como se describe
en la obra El contrato social, se realiza desde la situación del estado de naturaleza nuevamente. Como
sabemos, lo esencial del contrato consiste en la entrega plenaria de los individuos y sus intereses
particulares al cuerpo del yo común, cuya voluntad general se expresará en leyes a las que será
moralmente obligatorio obedecer. El individuo deja de ser un yo aislado para convertirse en célula de un
organismo mayor y más fuerte, el yo común. Según Rousseau, el individuo renuncia a su libertad natural,
pero recupera una libertad moral y civil, de modo que recupera todo cuanto entrega, pero engrandecido
con la fuerza mayor del nuevo sujeto creado. Esa voluntad general no debe confundirse con la voluntad
de la mayoría, que puede encerrar intereses particulares, ni con la voluntad de todos, que puede
entenderse como una yuxtaposición inconexa de muchos intereses, igualmente particulares. La voluntad
general es la voluntad del colectivo, la voluntad del todo constituido, expresada en leyes que buscan
siempre el bien común. Es una voluntad infalible, inalienable, indivisible y santa. Esto significará: que
Rousseau rechaza la delegación de la voluntad del colectivo en representantes que pudieran ejecutar
menos o más que la ley, y que rechaza la división de poderes. El nuevo yo común o persona pública
puede llamarse con distintos nombres atendiendo a diferentes matices: República, Estado (en cuanto
pasivo), Soberano ( cuando es activo), Poder (comparado con otros de la misma especie), etc. Del mismo
modo, los asociados pueden denominarse según distintos términos: Pueblo (tomados colectivamente),
ciudadanos (pues participan de la ley ciudadana), o súbditos (pues están sometidos a la ley del Estado).
Esta persona pública legisla en asamblea, pero ejecuta a través de un gobierno. El gobierno que a
Rousseau le parece el más conveniente para las dimensiones de un estado de mediano tamaño es la
aristocracia elegida, para un estado de pequeño tamaño la democracia. En cualquier caso, el poder
ejecutivo ha de aplicar la ley y sólo la ley.
En el Emilio Rousseau nos ha legado el primer tratado pedagógico de la modernidad, de enorme
influencia posterior. Este método educativo que propone, es el camino para conseguir formar hombres
capaces de realizar ese nuevo pacto social y también, es el camino para construir hombres adecuados
para habitar la sociedad resultante del contrato. El método pedagógico pretende ser el modo de
educación más cercano a la naturaleza y a lo natural posible. El libro está divido en cinco partes. Las dos
primeras comprenden la educación debida de los 0 a los 12 años, y se caracteriza por ser una formación
basada en el desarrollo y ejercicio de los sentidos, por hacer hincapié en la actividad y en el hacer, por
permitir la correcta adquisición del lenguaje, por impartirse, a partir de cierto momento, en el campo,
cultivando el ejercicio físico y el crecimiento de las fuerzas, recurriendo a instrumentos como el de las
"reacciones naturales". Se evitan los castigos, el aprendizaje libresco y memorístico. Se enseñan, siempre
a partir de la iniciativa del pupilo, el dibujo y la geometría, y se insinúan ciertos deberes para con los
hombres. La tercera parte está dedicada a mostrar la educación debida de los 12 a los 15 años. Por
primera vez se le entrega al niño un libro, el Robinson Crusoe, se le inculca no la ciencia de la naturaleza,
pero sí el gusto por la misma, y siempre según la iniciativa del alumno. Es además el momento de
aprender un oficio manual, y Emilio aprende el de carpintero. En la cuarta parte, de los 15 a los 22 años,
se tratan los primero temas humanísticos: la sexualidad, de modo claro pero sin incitaciones, la historia,
pero intentando que el joven conozca el corazón del hombre sin ser cómplice ni acusador, la literatura
clásica, la poesía y el teatro, se le inculcan además hábitos de virtudes sociales, y se le muestran algunas
ideas sobre religión natural. Esta religión natural queda expuesta en la parte del libro llamada "Profesión
de fe del vicario saboyano". Se trata de orientar al joven para que este atienda a su conciencia, y así
encontrar en ella los principios seguros de una Dios existente que sea causa del orden de la naturaleza y
sus leyes, y de un alma inmortal para asegurar la victoria de la justicia sobre el mal. También se imparte
una cierta educación para el matrimonio, y formación política y de gobierno. Para esta formación política
será imprescindible la realización de viajes. La última sección del libro se ocupa de la formación de Sofía,
la joven elegida para ser mujer de Emilio. La educación brindada a Sofía no pasa de ser una formación
encaminada a hacer de ella una buena esposa y una buena madre, según, más o menos, los cánones
propios de la época.
DIOS
Aunque formado en el calvinismo y convertido después al catolicismo por amor o agradecimiento a
Madame de Warens, y aunque se volviera de nuevo al cristianismo protestante, Rousseau debe ser
considerado como deísta y como partidario de la religión natural. En cuanto deísta, cree en Dios, pero no
en la religión revelada ni en el culto externo. Dios crea el mundo, le dota de una leyes, pero no interviene
después en él, de modo que se rechazan los milagros. La religión natural de Rousseau, tal y como se
expone en La profesión de fe del vicario saboyano, consiste en asumir la voz y enseñanzas de la
conciencia, juez infalible para el bien y para el mal. En ella se hace clara la existencia de un Dios que sea
la causa del orden y legalidad de la naturaleza, y también que para que el injusto no venza sobre el justo,
que hay un alma inmortal.
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