La globalización de la inteligencia Si hubiera que definir el siglo XXI

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LA DESCONCERTANTE SABIDURÍA DE LAS MULTITUDES
Idalia Rivera
Mario Toache
División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Contaduría y
Administración. UNAM
La desconcertante sabiduría de las multitudes: De la Teoría de los Enjambres a la Teoría de los Borregos y otras cosas parecidas.
La globalización de la inteligencia
Si hubiera que definir el siglo XXI con un único término capaz de aquilatar los aspectos
filosóficos, éticos, políticos, económicos, sociales y culturales que lo caracterizan, sería —sin
duda alguna— globalización. Proceso en el que el mundo y sus habitantes llevan algunos años
inmersos sin terminar de comprender bien a bien dónde cae la línea que separa la individualidad
de cada ser, de cada país, de cada raza, de cada organización..., del contexto de
homogeneización “regulado por los intereses e ideales de un modo de vida social que confiesa
su preferencia por el pensamiento uniforme y homogéneo” (Márquez-Fernández, 2006) y en el
que hombres, países, razas y organizaciones acabarán por fundirse. Desde esta perspectiva,
reflexionar sobre el proceso globalizador implica aceptar la necesidad de una nueva filosofía
intercultural basada en la pluralidad, la tolerancia y el respeto al otro; carente de jerarquías de
dominio y, por último, dueña de un saber contextual gestado en la experiencia de los sujetos que
ceden parte del espacio de su individualidad en pro de un discurso universal y compartido con el
(los) otro (-s) (Márquez-Fernández, 2006).
Un proceso de estas características convulsiona necesariamente los modos de pensar, decir y
hacer del momento histórico en el que se inserta, dando pie a la aparición de novedosas
formas de interrelación, modernos esquemas de trabajo, innovadores modos de producción,
nuevas tipologías discursivas... Elementos todos que precisan, sino de nuevos modos, al
menos de nuevos enfoques de la inteligencia. Así, de un contexto globalizado se desprende
ineludiblemente una inteligencia igualmente globalizada que tiende a diluir las fronteras, […] se
expresa en un idioma dominante —el inglés— y en un formato único —una pantalla— [1] (Melo
Flórez, 2011). Un enfoque de la inteligencia que recuerda al descrito por Philip K. Dick [2]
SIVAINVI [Sistema de Vasta Inteligencia Viva] que, de algún modo, se define como la suma de
muchas inteligencias individuales, subalternas, ocultas, fundidas en una sola, única y
¿despersonalizada? inteligencia colectiva; inteligencia que, pese a todo, se define entre las
redes de la telaraña —y fuera de ellas también— como la nueva panacea del conocimiento.
Cabría entonces cuestionarse qué es, cómo funciona, por qué —como las sirenas— atrae —y
atrapa— a los navegantes entre los procelosos hilos de la web.
Sin duda —siempre dentro de contextos globalizados— la inteligencia colectiva requiere, para
su construcción, más que del trabajo colaborativo [3] de la interactividad del diálogo entre la
web y su usuario. Diálogo que tiende a favorecer nuevos modelos discursivos accesibles a
todos, cuyas expresiones —siempre de carácter público— se deslizan a través de las
RECA, 4(2012)
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autopistas del conocimiento en busca de participaciones democráticas y cooperativas en un
espacio mutante y deslocalizado conocido como la Web 2.0, del que Pierre Levy afirma que:
Podría […] anunciar, ya encarna a veces, el porvenir terrible o inhumano que nos es presentado
en novelas de ciencia ficción: registro de las personas, tratamiento de datos deslocalizados,
poderes anónimos, imperios tecnofinancieros implacables, implosiones sociales, desaparición de
memorias, guerras en tiempo real de clones vueltos locos y fuera de control. Sin embargo, un
mundo virtual para la inteligencia colectiva puede estar también tan cargado de cultura, de
belleza, de espíritu y de saber como un templo griego [o] una catedral gótica… (Levy, 2004).
En síntesis, la inteligencia colectiva no es otra cosa que un espacio ageográfico y controvertido
que “crece de manera exponencial y caótica” (Chica Cañas, 2009) para acoger a la memoria
digital de la sociedad global, posmoderna, que se actualiza constantemente como una entidad
viva, autónoma y asincrónica (Chica Cañas, 2009; Levy, 2004), en el que la construcción de la
inteligencia colectiva implica la construcción de un archivo infinito que ni la filosofía, ni la
lógica, ni la pedagogía ni los expertos en cibernética saben aún cómo abordar en su totalidad
(Melo Flórez, 2011).
Sin embargo, no es difícil comprender el auge del colectivismo cibernético desde una óptica
filosófico-social que se remonta al zoon politikón [5] de Aristóteles, a la tendencia del ser
humano a comportarse como un animal social que desarrolla sus fines en el seno de una
comunidad (Almirón, N, 2005). Que ésta sea tangible o virtual no es relevante, el hecho de que
a lo largo de la historia de la humanidad el hombre haya mostrado una irresistible tendencia a
agruparse, sí lo es.
La globalización de la inteligencia supone también el enfrentamiento entre la memoria digital
[fruto de la inteligencia colectiva] y la memoria impresa —archivos y bibliotecas— que
numerosos estudiosos consideran ya muy limitada como forma de almacenamiento y gestión del
conocimiento humano (Melo Flórez, 2011); enfrentamiento que los especialistas en las diferentes
ramas del saber interesadas en el análisis de la inteligencia colectiva no saben aún cómo
afrontar aunque coinciden en señalar las similitudes existentes entre la memoria digital y la
tradición/cultura oral, salvando evidentemente la diferencia de repositorios entre ambas.
Teoría de los Enjambres vs. Teoría de los Borregos
De acuerdo a la biología la expresión inteligencia colectiva remite al modo de acción de ciertas
estructuras sociales auto-reguladas —hormigueros, enjambres, cardúmenes— que pueden
mostrar comportamientos inteligentes en sí mismas, siendo más eficientes que sus miembros
individualmente cuando se cumplen ciertas condiciones [6].
Respecto a lo anterior, James Surowiecki, en La sabiduría de las multitudes (2004), señala que
los grupos funcionan mejor que las individualidades si y sólo si se cumplen cuatro condiciones:
diversidad de opiniones, descentralización, independencia y mecanismos de agregación de la
multitud; bajo dichas circunstancias, cada individuo aporta y valora una parte de la información
para, junto al resto de los individuos, alcanzar un veredicto colectivo (Surowiecki, 2004). Pese a
2
ello, está aún por demostrarse que la inteligencia colectiva promovida por los teóricos del
enjambre —suma de muchas inteligencias— sea más efectiva que las élites reducidas. Prueba
de esta última afirmación es la obra de Charles MacKay (1841), Delirios extraordinariamente
populares y la locura de las multitudes (1841) en el que se cuestiona ¿por qué individuos
habitualmente sensatos e inteligentes se convierten en masas idiotas cuando actúan
colectivamente?
Entre los muchos ejemplos que cita Mackay sobre la que podría denominarse estupidez
colectiva o teoría de los borregos [7] —en contraposición a la del enjambre— destaca el
conocido como la Fiebre de los tulipanes (1635) primera crisis financiera famosa fruto de la
especulación con el bulbo de la citada flor. Caso similar, aunque éste pertenezca a la ficción, es
el narrado por Gabriel García Márquez en Algo muy grave va a suceder en este pueblo [8],
donde todos y cada uno de los habitantes de un pequeño y remoto pueblo construyen
colectivamente un rumor que, finalmente, los obliga a abandonar el lugar. La historia, la
literatura, la vida cotidiana ofrecen numerosos casos de panaceas y tragedias gestadas a
través de la inteligencia colectiva: del estrepitoso fracaso de la torre de Babel a la estrategia
aún inimitada de las legiones romanas —ejemplo de economía y fuerza colectiva— a la
literatura ciberpunk, el concepto de inteligencia colectiva ha acompañado al hombre —para
bien o para mal— en cada minuto de su larga y conflictiva historia.
En cualquier caso, fanáticos o detractores, hormigas u ovejitas, no queda sino aceptar que la
inteligencia colectiva comienza a formar parte del contexto cotidiano del siglo XXI, de su
imaginario cultural, de sus iconos lingüísticos, de la nueva tipología de las relaciones y los
renovados constructos del conocimiento. Prueba de ello es la ingente y variopinta cantidad de
literatura directa o indirectamente relacionada con el tema, de la multitud de definiciones y su
aplicación en cualquier rama del saber.
El concepto de inteligencia colectiva se refiere a la suma de inteligencias personales formando
un sistema colaborativo inclusivo, el cual suma el conocimiento de varios individuos con el
propósito de generar un conocimiento colectivo que es simplemente liberado en una
democracia virtual. Este sistema, busca un “comportamiento emergente globalmente
inteligente” en un espacio sin estructuras de poder censuradoras de contenido y de acción.
[Scaan Maturana, 2009].
Desde esta perspectiva, la inteligencia colectiva puede definirse como el paso de la inteligencia
material —en el sentido de ser perfectamente ubicable a un rostro, una trayectoria
profesional...etc. — a la inteligencia inmaterial —entendida como amorfa e inubicable—. De ahí
los conceptos de ageografía, deslocalización e impersonalidad aplicados habitualmente al tipo
de conocimiento generado por ella. De ahí, también, la imagen de la web como nube.
Concepto casi profetizado hace más de medio siglo por el sacerdote jesuita, Pierre Theilard de
Chardin y su teoría de la noosfera; igualmente, Alvin Toffler, en El “shock” del futuro (1973),
menciona a la tecnología como el motor de cambio capaz de impulsar el conocimiento,
especificando que la última parte del proceso de innovación era la etapa de la difusión en que
la tecnología ayuda a engendrar nuevas ideas creadoras.
3
Es, en este contexto, que las multitudes inteligentes de Rheingold [9] adquieren sentido pleno
como organizaciones capaces de llevar a cabo acciones civiles grupales en el plano no virtual,
pero cuya convocatoria se realiza a través de la red social [10] que funciona como un elemento
viral. La inteligencia colectiva —también conocida como inteligencia del enjambre— requiere de
una comunidad para funcionar, que los integrantes de la misma deban de formar parte de una
red social establecida o necesiten conocerse individualmente entre ellos es una cuestión aun
no consensuada. En lo que sí convienen los teóricos del tema es en el hecho de que para que
la multitud se vuelva inteligente precisa crear conocimiento nuevo a partir de los espacios de
comentarios y discusión existentes en las redes [11].
El shock de la inteligencia colectiva: las ¿agoreras? predicciones de Toffler
La inteligencia colectiva entendida desde una perspectiva tecnológica supone, ante todo, la
aceptación del cambio. Del Cambio, escrito con mayúscula por lo que de revulsivo tiene. Alvin
Toffler (1973) lo define de la siguiente manera:
Una corriente hoy tan poderosa que derriba instituciones, trastorna nuestros valores y arranca
nuestras raíces. El cambio el fenómeno por del cual el futuro invade nuestras vidas, y conviene
observarlo atentamente, no sólo con las amplias perspectivas de la Historia, sino desde el
ventajoso punto de vista de los individuos que viven, respiran y lo experimentan. [...] La
aceleración del cambio en nuestro tiempo es, en sí misma, una fuerza elemental. Este impulso
acelerador acarrea consecuencias personales y psicológicas, y también sociológicas. [...] A
menos que el hombre aprenda rápidamente a dominar el ritmo del cambio en sus asuntos
personales, y también en la sociedad en general, nos veremos condenados a un fracaso masivo
de adaptación.
Toffler, creador del concepto ‘shock del futuro’ afirma que el hombre, obligado tanto a aceptar
los excesivos cambios tecnológicos sin lograr asimilarlos, como a involucrarse en ellos para no
sentirse disgregado por el resto de la sociedad sino lo hace, comienza a sufrir síntomas cada
vez más graves de tensión y desorientación. Fascinado por este hecho, Mofle dedicó cinco
años a leer documentos y visitar especialistas.
Premios Nobel, hippies, psiquiatras, físicos, hombres de negocios, futurólogos, filósofos y
me expresaron su preocupación por el cambio, su ansiedad por la adaptación, su miedo del
futuro. Salí de esta experiencia con dos convicciones turbadoras.
Primera: vi claramente que el «shock» del futuro ya no es un posible peligro remoto, sino una
verdadera enfermedad que afecta a un número creciente de personas. Este estado
psicobiológico puede describirse en términos médicos y psiquiátricos. Es la enfermedad del
cambio.
Segundo: me espantó, gradualmente, lo poco que saben hoy en día de adaptabilidad tanto los
que exigen y producen grandes cambios en nuestra sociedad, como aquellos que pretenden
prepararnos para hacer frente a tales cambios. Graves intelectuales hablan enérgicamente de la
«educación para el cambio» o de la «preparación de la gente para el futuro». Pero, virtualmente,
nada sabemos sobre la manera de hacerlos. En el medio más velozmente cambiante con que
jamás se haya enfrentado el hombre, seguimos ignorando lastimosamente las reacciones del
animal humano.
4
Por más que la inteligencia colectiva se presente como la panacea del conocimiento, los
tecnólogos tienden a olvidar la fragilidad de la psique humana y la angustia, tras siglos de
actuaciones individuales y culto al genio, que puede provocar en un sujeto la posibilidad de
caer en la manipulación masiva o de perder su independencia informacional. De perderse a sí
mismo en la masa amorfa de la nube. En este sentido, cabe señalar, un texto atribuido a Noam
Chomsky [12] titulado Diez estrategias de manipulación y, cuya lectura, a la luz de la reflexión,
invita a pensar en un futuro muy poco promisorio en el que el hombre, zarandeado
suavemente, por un cerebro malévolo cambie la esencia de su humanismo individual por el
manto lanudo de los borregos citados en líneas anteriores.
.
¿Y ahora qué?
A lo largo de la historia del mundo el hombre se ha vuelto hacia el pasado para entender el
presente, en las circunstancias actuales mirar hacia atrás sería un acto inútil porque nada de lo
vivido semeja al hoy. Hasta ahora, el hombre podía volver los ojos al genio o al héroe y
encontrar en ellos una explicación consoladora a su angustia, a su cotidianeidad o a sus
anhelos. Podía imitar y esperar ser imitado, tal como correspondía a su naturaleza de ser
mimético. La inteligencia colectiva le está robando esa posibilidad, lo está dejando sin modelos,
solo en medio de una multitud que es, indudablemente inteligente pero tan solitaria como él,
con una sensación de pérdida tan intensa que afecta severamente su equilibrio físico y mental.
Hace más de medio siglo, el escritor y filósofo español, Miguel de Unamuno, replanteaba la
concepción clásica de la historia, con su teoría de los cocineros [13], una poética versión de la
inteligencia colectiva y del manejo del futuro. Un futuro que, hoy por hoy, no todos encuentran
promisorio desde la perspectiva de un mundo tecnofílico que manipula la esencia gregaria del
ser humano y puede, en las visiones más pesimistas, llegar a asfixiarla. En este sentido, Toffler
(1973), remite a la necesidad de una imagen coherente del futuro para entender el hoy. Adoptar
una posición coherente hacia el futuro en la que el hombre asimile su nuevo papel de individuohormiga en bien del hormiguero puede ayudar a paliar los desajustes físico-psicológicos de la
tecnificación y sus ramificaciones [14].
Nadie, ni el sujeto individual, ni el conjunto de los habitantes del planeta interactuando como un
único y sapientísimo cerebro, pueden averiguar el curso del futuro ni sus repercusiones en el
devenir de la humanidad. Falto de oráculo, el ser humano no cuenta con más opción que
reestructurar sus parámetros para reivindicar desde la estructura constructiva de la sociedad
hasta la forma de interacción colectiva para generar el cambio. Un cambio que exija el
reconocimiento del otro como fuente de conocimiento; y que esto pueda ser utilizado para el
mejoramiento del otro (Levy: 2004).
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Notas
[1] Que la pantalla pertenezca a una computadora de escritorio, una lap-top o un dispositivo móvil no es
relevante.
[2] Sivainvi (1981). Famosa trilogía del autor de ciencia-ficción estadounidense Philip K. Dick,
caracterizado por introducir el colectivismo [inteligencia colectiva, alucinaciones colectivas, conciencia
colectiva...] en la mayor parte de sus novelas.
[3] Se lleva a cabo trabajo colaborativo cuando existe una reciprocidad entre un conjunto de individuos
que saben diferenciar y contrastar sus puntos de vista de tal manera que llegan a generar un proceso de
construcción del conocimiento. Es un proceso en el que cada individuo aprende más interactuando con
los otros de lo que aprendería solo.
[4] En un ejercicio de sinonimia, los autores optaron por equiparar los términos cerebro e inteligencia, lo
que puede considerarse discutible desde ciertos puntos de vista.
[5] Aristóteles consideraba al ser humano un animal político (zoon politikon), o sea, un animal ciudadano,
un animal cívico, social. Lo que significaba para él que la virtud, la justicia y la felicidad sólo pueden
alcanzarse socialmente, en relación con los demás, en la ciudad, en la polis, o sea, políticamente.
Internet, como polis virtual, es la última extensión del zoon politikon (Almirón, N., 2005).
[6] Este tipo de pensamiento se conoce bajo el nombre de Teoría de los Enjambres, y fue validado por
Kennedy y Eberhart (2001).
[7] La Teoría de los Borregos es un modo de nominar, por parte de los autores del presente texto, los
caso de estupidez colectiva. La expresión nace de la imagen popular del cordero conducido al sacrificio
con cara de felicidad ovina y ojos de completa idiocia, ojos que la sabiduría popular describe como de
cordero a medio degollar.
[8] Respecto a la fiebre de los tulipanes, la historia completa puede leerse en:
www.diariodemallorca.es/secciones/noticia.jsp?...fiebre-tulipanes; El cuento de García Márquez puede
descargarse en: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/ggm/algomuy.htm
[9] Las multitudes inteligentes están formadas por personas capaces de actuar conjuntamente aunque no
se conozcan. Gracias a los sistemas informáticos y de telecomunicaciones cooperan entre sí y se
conectan con su entorno. El concepto aparece por vez primera en el texto homónimo de Howard
Rheingold, publicado en 2002.
[10] Ejemplo de ello son las convocatorias a eventos a través de redes sociales como facebook, donde
se seleccionan los invitados que, a su vez, pueden aceptar o no la convocatoria a través de la misma
red.
[11] Subir un contenido a la red no significa crear conocimiento, la discusión de los usuarios en torno a
dicho contenido y, a partir de ella, la generación de ideas, sí.
[12] Si bien Chomsky no ha negado ser el autor de dicho texto, lo cierto es que tampoco lo ha
confirmado. El texto puede descargase a partir del siguiente enlace:
Http: //www.Solidaridad.Net/_articulo6415_enesp.Htm
[13] Afirmaba Unamuno que la Historia no era la que aparecía en los libros de texto, llenos de grandes
nombres de políticos, y generales, sino aquella que día a día iban construyendo niños, hombres y
mujeres de a pie, los que denominaba los cocineros de la historia.
[14] El uso continuado de las nuevas tecnologías si bien minimiza el esfuerzo físico del usuario se asocia
a riesgos psico-sociales resultado de la valoración subjetiva del usuario a la hora de interactuar con la
tecnología. Dado que las innovaciones tecnológicas son neutras en sí mismas, sus efectos en el usuario
del uso que éste haga de ellas. Así, por ejemplo, en usuarios incapaces de deslindar el tiempo de ocio
del tiempo de trabajo en sus relaciones con la red, tienden a aparecer diversas variantes patológicas del
tecnoestrés: el desorden compulsivo on line —compulsión por recibir información— o el déficit
pseudoatencional —adicción a dispositivos multitarea— son un claro ejemplo de este tipo de
sintomatologías derivas del abuso de la red que acaban por disminuir considerablemente los niveles de
concentración, productividad y creatividad. E: Rivera Pineda, I. (2009) “Tecnoestrés”, en Emprendedores,
25, p.34-37
6
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