Lazarillo de Tormes. El Buscón; Francisco de Quevedo

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Estudio comparativo: Lazarillo de Tormes − El buscón:
Al ser ambas obras pertenecientes a la picaresca, tienen muchas cosas en común, aunque también existen
diferencias entre una y otra.
En cuanto a rasgos generales, puede encontrarse el primer contraste en la forma de estar escrita, ya que, en El
Lazarillo, el protagonista se dirige a un tal V.M (Vuestra Merced) y en El Buscón se dirige al lector,
llamándole V.M únicamente en contadas ocasiones. Por el contrario, coinciden en que ambas están escritas en
primera persona. En la primera obra, el motivo por el que el protagonista cuenta su vida es para explicar su
actual estado al ya nombrado Vuestra Merced, mientras que en la de El Buscón no se explican esos motivos,
la cuenta sin más. También en ésta, el pícaro, por más intentos que hace, no consigue salir de su estado; lo que
también es un contraste, ya que el lazarillo llega a ser pregonero y a casarse, y esto le supone un ascenso en la
sociedad. La obra anónima tiene dos cometidos: el primero es criticar la sociedad, centrándose en la Iglesia; y
el segundo, aleccionar al lector, que puede hallarse en algunos fragmentos de cuando Lázaro acompaña al
ciego; sin embargo, Quevedo, critica la sociedad en general e intenta entretener al lector.
Concretando un poco más, pueden encontrarse otras coincidencias y contrastes. En ambas obras, el padre del
pícaro es un ladrón que acaba muriendo, y la madre es una mujer de mala reputación. El Lazarillo va
sirviendo a diferentes personajes representativos de la sociedad, y en El Buscón sólo aparecen en diferentes
puntos de la obra y algunos acompañan a Pablos en su viaje. Los dos pícaros tienen un momento álgido de
malestar: Pablos cuando se encuentra en la escuela del Licenciado Cabra, donde no tiene qué llevarse a la
boca; y Lázaro cuando vive con el hidalgo, que además de no tener qué comer, casi es detenido. Ambos
protagonistas recorren un largo camino, pasando por diferentes ciudades españolas; Pablos acompañado de
personajes a los que va conociendo en sus viajes, y Lázaro acompañado del amo que tiene en cada etapa.
Para concluir puede afirmarse que las dos obras tienen las características propias de la picaresca, cada una con
sus variaciones incluidas por el autor.
Realidad del siglo XXVII en España (en el Buscón):
El Buscón de Francisco de Quevedo y Villegas fue probablemente escrito entre 1603 y 1608. Con ella, el
autor decidió hacer una crítica de la sociedad de esa época, en la que reinaba Felipe III. Éste no dirigía bien
los asuntos públicos y ya podían apreciarse los indicios de una crisis económica que iba apoderándose de toda
la sociedad.
Las que más sufrían este problema eran las personas pertenecientes a las clases bajas, que poco a poco se
veían obligados a mendigar, e incluso a robar. Con esto, apareció la figura del joven pícaro, a la que se le
dedicaron numerosas obras, como es el caso de El Buscón. En esta obra pueden encontrarse partes que
describen situaciones típicas de cualquier crisis económica, como es el caso de cuando Pablos vive en la
escuela del licenciado Cabra y no tiene apenas nada que comer. También aparecen numerosos ladrones, como
es el propio padre de Pablos, que aparece al comienzo de la obra, los que viven con el pícaro en la casa de don
Toribio en Madrid, o el grupo de ladrones del final, a los que se une Pablos.
Mientras tanto, la nobleza seguía teniendo el mayor poder económico, que puede apreciarse, por ejemplo, en
el comienzo, cuando don Alonso, padre de don Diego, contrata a Pablos como criado de su hijo y les manda a
estudiar, primero a la escuela de Cabra y posteriormente a la Universidad de Alcalá. Ambas cosas sólo se las
podían permitir personas de gran poder adquisitivo, como era su caso.
Otro punto importante de la sociedad de la época era la honra, en la que siempre estaban pensando. Puede
verse por ejemplo en el momento en que, durante el camino hacia Madrid el protagonista se encuentra solo, y
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él mismo empieza a reflexionar sobre la honra y la virtud:
Iba yo entre mi pensando en las muchas dificultades que tenía para profesar honra y virtud, pués había
menester tapar primero la poca de mis padres, y luego tener tanta, que me desconociesen por ella. Y
parecíame a mi también estos presentimientos honrados, que yo me los agradecìa a mí mismo. Decía a solas:
− « Más se me ha de agradecer a mi, que no he tenido de quién aprender virtud, ni a quién aparecer en ella,
que al que la hereda de su agüelos ».
Esta parte del texto se presenta como el enésimo intento del pícaro para convencerse de la posibilidad de
alcanzar esa honra y esa virtud, de hecho él no tiene en la cabeza otra cosa que librarse de esa herencia de su
nacimiento y condición, aunque en el texto él mismo exprese su perplejidad.
Para concluir, puede decirse que con esta obra, Quevedo ha conseguido reflejar y criticar de una forma algo
grotesca la sociedad española de comienzos del siglo XVII.
Descripción de personajes:
• Licenciado Cabra: era de Segovia y se encargaba de criar hijos de caballeros. El era un clérigo
cerbatana, largo sólo en el talle, una cabeza pequeña, pelo bermejo. No hay más que decir para
quien sabe el refrán que dice, ni gato ni perro de aquella color. Los ojos, avecinados en el cogote,
que parecía que miraba por cuévanos; tan hundidos y obscuros, que era buen sitio el suyo para
tiendas de mercaderes; la nariz, entre Roma y Francia, porque se le había comido de unas búas de
resfriado, que aun no fueron de vicio, porque cuestan dinero; las barbas, descoloridas de miedo de la
boca vecina que, de pura hambre, parecía que amenazaba a comérselas; los dientes, le faltaban no sé
cuántos, y pienso que por holgazanes y vagamundos se los habían desterrado; el gaznate, largo como
avestruz, con una nuez tan salida, que parecía se iba a buscar de comer, forzada de la necesidad; los
brazos, secos; las manos, como un manojo de sentimiento cada una. Mirado de medio abajo parecía
tenedor, o compás con dos piernas largas y flacas; su andar, muy despacio; si se descomponía algo,
le sonaban los huesos como tablillas de San Lázaro; la habla hética; la barba, grande, por nunca se
la cortar por no gastar; y el decía que era tanto el asco que le daba ver las manos del barbero por su
cara, que antes se dejaría matar que tal permitiese; cortábale los cabellos un muchacho de los otros.
Traía un bonete los días de sol, ratonado, con mil gateras y guarniciones de grasa; era de cosa que
fue paño, con los fondos de caspa, La sotana, según decía algunos, era milagrosa, porque no se sabía
de qué color era. Unos, viéndola tan sin pelo, la veían por cuero de rana; otros decían que era
ilusión; desde cerca parecía negra, y desde lejos, entre azul; llevábala sin ceñidor; no traía cuello ni
puños; parecía, con los cabellos largos y sotana mísera y corta, lacayuelo de la muerte. Cada zapato
podía ser tumba de un filisteo. Pues ¿su aposento? Aun arañas no había en é; conjuraba los ratones,
de miedo que no le royesen algunos mendrugos que guardaba; la cama tenía en el suelo, y dormía
siempre de un lado, por no gastar las sábanas; al fin, era archipobre y protomiseria.
• Clemente Pablo: es el padre de Pablos. Fue tal como todos dicen, de oficio barbero; aunque eran tan
altos sus pensamientos, que se corría le llamasen así, diciendo que él era tundidor de mejillas y
sastre de barbas. Dicen que era de muy buena cepa y, según él bebía, es cosa para creer. Estuvo
casado con Aldonza Saturno de Rebollo, hija de Octavio Rebollo Codillo y nieta de Lépido
Ziuraconte.
• Aldonza Saturno de Rebollo: es la madre de Pablos. Sospechábase en el pueblo que no era cristiana
vieja, aunque ella, por los nombres de sus pasados, esforzaba que descendía del triunvirato romano.
Tuvo muy bien parecer, y fue tan celebrada, que en el tiempo que ella vivió todos los copleros de
España hacían cosa sobre ella. Padeció grandes trabajos recién casada, y aun después, porque
malas lenguas daban en decir que mi padre metía el as de bastos para sacar el as de oros.
• Doña Ana: es la muchacha con la que está a punto de casarse Pablos en el capítulo VII del segundo
libro, que resulta ser prima de don Diego. ...blanca, rubia, colorada, boca pequeña, dientes menudos y
espesos, buena nariz, ojos rasgados y verdes, alta de cuerpo, lindas manazas y zazosita.
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