Libertad de elegir - Para dar razón a la esperanza

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LIBERTAD DE ELEGIR, LIBERTAD DE RESPONDER
La libertad es uno de los anhelos más profundos del ser humano y como tal
atraviesa toda la historia. Es un grito desesperado que se ha mantenido constante
en la evolución del hombre, y que se ha intentado manifestar y expresar desde
distintos ámbitos y dimensiones. Incluso, podríamos decir, que parece ser una
exigencia, mas que un anhelo, pues toda la evolución histórica, reclama hasta
nuestros días un “hambre de libertad”;
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1.
¿Cómo puede ser, que a pesar de todo lo acontecido en la historia, (luchas,
batallas, rebeliones, martirios, etc.) todavía no podamos ser plenamente libres?
¿Estaremos hablando de una utopía?
Por otro lado, ¿estaremos luchando por una verdadera libertad?.
Existencia y Libertad:
Al hablar de la existencia nos estamos refiriendo evidentemente a algo que
existe, algo que es, que está. Esto quiere decir que hablamos de lo que se sostiene
por si mismo y que participa de una “realidad cognoscible”.
¿Cómo podemos saber que realmente existimos?
¿Existe acaso un solo tipo de conocimiento?
¿Qué sostiene nuestra existencia en el tiempo y la historia?
¿Se bastará el hombre así mismo para perdurar en el tiempo?
Frente a estas preguntas nuestras respuestas pueden ser variadas y
discutibles, podremos quizá inclinarnos por uno u otro aspecto, y esto sería la
prueba más evidente de nuestra propia libertad, es decir, que podemos pensar
cualquier cosa, incluso podemos elegir no pensar estos temas y centrar nuestras
interrogantes en torno a planteamientos más simples y sin tanta especulación, pero
lo que no podemos elegir es no pensar. Estamos condenados a reflexionar y nuestra
libertad aquí no juega ningún papel, pues ella solo se da con posterioridad a esta
esencia humana de la existencia, para dejar de ser libres habría que dejar de existir,
pues si hay libertad hay existencia y elección. Desde aquí en adelante todo es
libertad, sabemos precisamente que estamos condenamos a elegir a optar
perpetuamente, parece ser que la libertad es nuestra y más aún nos hace
verdaderamente personas humanas, no podemos no elegir ser libres.
Se encuentra implícito en nuestras vidas, el hecho de que existimos, que
somos y que podemos llegar a ser. Es desde esta misma perspectiva que
experimentamos el hecho de nuestro ser mas allá de lo que evidentemente es, pues
en definitiva, bajo la experiencia de la libertad somos posibilidad de ser. La libertad
emerge en nosotros como uno de los valores más apreciados (razón autónoma;
autodeterminación; subjetividad). En lo concreto vivimos la contradicción de
entregarnos a nuevas formas de esclavitud; moralismos, ideologías, M.C.S.
resultando una vez mas lo mas atractivo la oferta por la libertad.
2.-
El Pluralismo Moral
El tema de la libertad que comentábamos muy someramente en el apartado
anterior se ve necesariamente plegado al que-hacer práctico, tal es así que la vida
moral, se ve trastocada desde sus propias raíces por la libertad misma. Desde que el
problema y preocupación por la ética apareció en nuestras sociedades humanas
ellas han querido encontrar una manera de vivir coherente y aceptable de acuerdo a
los conceptos que se maneje en cada una de las edades históricas. Así se ha pasado
por distintas maneras de vivir y comportarse de acuerdo a estas mismas
expresiones. Sin embargo hoy día en las sociedades, así llamadas “avanzadas”
pareciera ser que surge con mas fuerza que nunca lo que se ha llamado el
pluralismo moral, es decir, el hecho de que cada persona es “libre” para elegir su
manera de vivir y relacionarse con su entorno. Cada decisión debe ser respetada
siempre que esta no afecte a otros.
Tal planteamiento moderno podría eventualmente parecer lógico, pero el punto
es si la decisión que puede tomar un individuo en torno a un hecho determinado, no
afecta en su pleno sentido a su entorno social y humano. ¿Quién se podría restar,
por ejemplo, a la realidad de la pobreza que se vive en nuestras sociedades?
(Sabiendo que hay una minoría que goza de privilegios y bienestar social
infinitamente superior a los más pobres, como un dato, solo en Chile la brecha
promedio es que el 10% mas rico tiene un ingreso percápita 40 veces mayor que el
90% restante). Esto por las decisiones de unos pocos que nos afectan
indudablemente a todos; una violación y muerte que ocurre a un menor en China, al
otro lado del mundo, acaso no nos afecta en nuestros sentimientos y emociones. Los
miles de niños que mueren en África cada año por el hambre, ¿no nos toca en
nuestro ser persona?; una adolescente que se embaraza no está acaso involucrando
con ello a toda su familia; una relación sexual sin mayor compromiso serio, ¿acaso
no afecta las emociones y sensaciones de una persona, conllevando con ello una
realidad que nos introduce a un mundo de hedonismo, muchas veces
descomprometido con el otro?, un mundo que hiere sentimientos y transforma
mentalidades. ¿Acaso no somos influidos por los M.C.S. con su promoción erótica
deliberada y su violencia debastadora, su propuesta por la fama, el poder y el tener
que nos va transformando lentamente en piezas de un juego que se mueven sin
independencia?. ¿Podemos vivir ajenos a esto, como si nada pasara?, Es esto la
libertad.
3.-
Mirando a Jesucristo
La persona de Jesús viene aquí a jugar un papel trascendente en nuestra
perspectiva libertaria. Jesús aparece como un hombre libre frente a las diversas
propuestas que intentan manejar la vida de las personas:
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Libre frente a la ley y la religiosidad de aquel tiempo (Lc. 11,37ss.)
Libre frente al poder del dinero y la política (Mc. 4, 26-29)
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Libre frente a las estructuras de marginación y las costumbres segregadoras (Lc.
5, 17ss)
Jesucristo aparece como alguien que vive desde su experiencia interior, es
auténtico, no vive desde tutelas externas. El designio de salvación viene a ser,
precisamente, el don de Dios que lleva a su plenitud, en Jesucristo, todo lo que es
verdaderamente humano. Tal es así que San Pablo – a la luz del misterio de
Jesucristo – puede proclamar que “para ser libre nos libertó Cristo” (Gal. 5,1)
Un camino de respuesta al llamado de Dios acontece en la libertad. En la
libertad de aquel que llama, y también en la libertad del que es llamado. La acogida
que tengamos de esa llamada a ser discípulo será entonces en definitiva, una
experiencia de libertad; para ser servidores de la libertad que se nos regala en
Jesucristo.
Si preguntáramos a Jesús por el ¿cómo? vivir esta libertad, la respuesta
parece contradictoria:
“Yo no puedo hacer nada por mi cuenta” Jn. 5,30
“Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado”
Jn. 4,34
Jesucristo nos viene a mostrar que la raíz de su libertad está en su absoluta
dependencia a la voluntad del Padre, cuanto más dependiente al Padre, más libre es,
porque más está situado desde su experiencia fundamental: su relación Filial al
Padre. La experiencia filial de Jesucristo es el núcleo de su identidad, es la
experiencia de amor que lo conduce a la obediencia.
Allí donde nuestras concepciones autónomas y psicológicamente adolescentes
de libertad nos dicen “yo soy mas libre mientras mas autónomo soy”, Jesucristo nos
dice” “soy mas libre mientras mas dependiente me hago de la voluntad del
Padre”; o cuando decimos “soy mas libre mientras mas hago lo que yo quiero”,
Jesucristo nos dice “soy mas libre mientras mas hago lo que el Padre quiere”.
La perspectiva cristiana en este sentido es totalmente innovadora y creativa,
nuestra libertad implica coherencia y la coherencia nos conduce a una mayor
libertad, cada vez mas profunda, más verdadera y por supuesto más admirable. Si
elegimos algo, ello mismo nos conduce a un compromiso con lo que elegimos.
Decimos ser adultos y maduros para optar, pero esa misma opción implica
necesariamente responsabilidad, de lo contrario mi acto de elegir se convierte en
potencia de opresión y esclavitud para mí mismo; esto, porque me persigue y acosa
hasta la profunda conciencia. A su vez, si vivo mi libertad desde la opción profunda
de amor para la libertad, podré estar atado, encarcelado, limitado hasta el extremo
pero lleno de libertad interior que se hace externa en la medida que más me mueve
a viajar a la profundidad de mi propia identidad, que es el llamado a ser hijo de
Dios.
El aprendizaje de la libertad del hijo es un don que el Señor quiere regalar a
todos (Gál. 5,1). Es un aprendizaje que significa la acogida de la gracia y su cultivo
en nuestra respuesta de fe, lo cual se traduce concretamente en nuestro aprendizaje
a dejarnos conducir obedientemente en la fe, por el Espíritu de Dios.
La libertad del mismo Dios es la que se manifiesta en definitiva en el
Hijo, en su modo de ser y existir. Sus oyentes quedaron impresionados por su forma
de enseñar: enseñaba con autoridad (Mc. 1, 22ss.), no como los escribas y fariseos.
Estos no hacían mas que comentar, Jesucristo era un creador, era el reino de Dios
que se revelaba en la historia. Nuestra fe expresa fundamentalmente que en la
muerte de Jesús y en su resurrección se expresa la libertad del hombre ante Dios,
puesto que está allí en cuestión lo que encierra en la muerte el pecado. Sabiendo
esto no podemos desestimar la experiencia de muerte de Jesús pero a su vez
debemos saber que la misma muerte de Jesús no fue una casualidad. Su actitud su
palabra y las esperanzas suscitadas por él hicieron indeseable su libertad de
expresión .
Su muerte es el resultado de una lógica histórica. Jesús choca con los
intereses de los poderosos; y no solo con sus intereses materiales, sino también
religiosos. El Dios que predicaba no era el Dios que garantizaba esos intereses. Era
menester que su Dios no lograra sustituir al dios conocido. Jesús había justificado
su actitud mediante su palabra, allí se dan las controversias con los letrados. Baste
señalar que en cada una de las situaciones se trata de un hombre concreto: el
paralítico que sufre, los discípulos que tienen hambre, el pecador que acude a sus
pies, el pobre que se revela contra su situación, que el pagano que confía en él, el
fariseo que le alaba o le ataca. Para sus adversarios se trata de la ley, del interés de
la religión, de la grandeza de la nación, del valor de la tradición Jesús no destruye
ninguna posibilidad de futuro; el hijo pródigo tiene un lugar en el banquete; los
ladrones pueden participar de las bodas, la prostituta puede besarle los pies. Sus
adversarios no se preocupan del pecador, del pobre. Lo que les preocupa es la ley y
su aplicación, en ella el hombre está hecho para el sábado, símbolo visible del
dominio legal. Este dominio se impone de tal manera que llega a favorecer la
injusticia, sin tener para nada en cuenta aquello que era el resumen de la revelación
del antiguo Testamento: amarás a tu Dios y a tu projimo como a ti mismo. El pecado
toma una figura objetiva en esta sujeción a Dios, en su ley con la destrucción del
hombre, el honor de Dios que era precisamente finalidad de la ley y de la religión, se
ha convertido en uno de los factores de desprecio del hombre. El servicio de Dios
llega hasta el homicidio; los asesinos de los profetas, lo mismo que los de Jesús se
imaginan que le dan gloria. Jesús no predicó una moral nueva. No añadió ningún
otro código y ninguna otra ley a los mismos códigos y leyes existentes. Jesús no
insiste mas que en un punto; a Dios no se le puede encontrar mas que en su
imagen, el hombre, entonces el pecado es una elección que consiste en desechar al
hombre para encontrarse con Dios. Ese pecado es el símbolo de todos los demás ya
que atribuye a Dios el odio hacia su creación y convierte a Dios en la garantía de la
eliminación del prójimo:
“Si alguien dice: amo a Dios, y odia a su hermano, es un mentiroso; pues
quien no ama a su hermano, al que ve, no puede amar a Dios al que no ve” (1 Jn.
4,20); “El que odia a su hermano es un homicida” (1 Jn. 3, 15)
Encontramos quizá aquí la crisis del mundo contemporáneo, que hace eco en
todos los rincones de la modernidad, pues si Jesús hubiera cedido al mesianismo
que imaginaban sus contemporáneos, habría tomado indudablemente partido con
todas sus energías contra una de las formas de la esclavitud y de la explotación,
pero no habría atacado al mal en su raíz: el oprimido no puede evitar que se
convierta a Dios en la garantía de otra forma de opresión.
Jesús había minado con su libertad el poder que se habían arrogado los
letrados y sacerdotes; había denunciado el yugo que estos hacían pesar sobre el
pueblo, se había comprometido con los que habían sido rechazados. Pero aquella
actitud no le llevo a hacer suyos los deseos que le expresaba el pueblo: al eliminar a
los opresores con una demostración de fuerza. Jesús no usa este camino para vivir
su libertad y entregarla como don, sino más bien. Jesús atacó la esclavitud bajo una
figura concreta, aquella donde se mostraba con mayor claridad: la subordinación de
Dios a los intereses particulares, hasta el punto de convertir a Dios en aquel que
exige la destrucción de su propia imagen, el hombre.
Pistas para la oración personal

¿Qué novedad significa para mí vida la libertad del hijo fundada en la obediencia
al padre?, ¿De que manera esta obediencia me conduce hacia la libertad?
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Jn 17ss. Contemplar la relación de Jesucristo al Padre, ¿De qué manera me lleva
a la obediencia?
Textos complementarios:
Juan
Lucas
1 Corintios
Gálatas
Juan
1 Pedro
7,26
4,18
1,30
5,1
8, 32
2,16
TEXTO PREPARADO POR MAURICIO ALBORNOZ OLIVARES
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