Creencias dentro de la empresa Por José Enebral Fernández Aunque frecuentemente se simplifica dejándolo en conocimientos y habilidades, parece conveniente recordar que, en los perfiles de directivos (y de trabajadores), cabe encontrar creencias, valores, actitudes y aun hábitos de comportamiento, que también contribuyen al rendimiento en el desempeño cotidiano. Más o menos acertadas, las creencias (por ejemplo: "siempre hay una forma mejor de hacer las cosas", "la experiencia no se puede transmitir", "las reuniones constituyen una pérdida de tiempo", "cuando bajan las ventas hay que buscar nuevos clientes", "expresar los sentimientos es un signo de debilidad") son convicciones que determinan o modulan nuestras pautas de pensamiento y afectan, por ejemplo, a la toma de decisiones o a la relación con los demás. Normalmente no nos cuestionamos la validez o vigencia de las creencias propias, pero deberíamos hacerlo. Todos tenemos nuestras creencias; pero hemos de ser bien conscientes de que pueden existir otras, quizá más próximas a la realidad, y de que nuestra actuación profesional se ve influida por ellas. Por ejemplo, en el perfil competencial de un director de marketing difícilmente encontraremos la creencia de que "en este negocio ya todo está inventado"; por el contrario, diríamos que un buen director de marketing creerá típicamente que "el cliente siempre espera que se le sorprenda favorablemente". Ya nos lo sugería Platón: todos percibimos la realidad a nuestra manera, y esto a menudo supone una barrera para el buen entendimiento entre las personas. Es frecuente que jefes y subordinados perciban las cosas de distinta forma porque sus modelos mentales -sus mecanismos de análisis y percepción de las realidades, sus deducciones o inferencias- se nutren normalmente de distintas vivencias e informaciones. Sí: acabamos de utilizar la expresión "modelos mentales". El lector identificará aquí una de las cinco disciplinas señaladas por Peter Senge al postular la learning organization. El término "modelo mental" parece haber sido acuñado por el psicólogo escocés Kenneth Craik hace unos 60 años, pero veamos una definición actual de David Hutchens: "Los modelos mentales son básicamente creencias profundamente arraigadas, imágenes y supuestos, que poseemos acerca de nosotros mismos, de nuestro mundo, de nuestras organizaciones y de cómo encajamos en ellas". (Quizá el término haya sido acuñado por Craik, pero el concepto, como es sabido, ya se manejaba por filósofos de la Antigüedad). Aunque nunca sintonicen plenamente con la realidad, nuestros modelos mentales son mejorables o madurables y, desde luego, la mejora pasa por asumir la parcialidad a que estamos -digámoslo así- condenados. Curiosamente, cuando alguien pone en cuestión nuestros modelos mentales, podemos reaccionar con cierta agresividad: se trata de creencias muy arraigadas. No solemos ser conscientes de que cada persona ve el mundo (su entorno) desde una posición distinta; incluso nos sorprendemos de que los demás no vean las cosas como nosotros. Cuestionamiento y aprendizaje Los expertos insisten en ello: por implícitos y arraigados, raramente nos cuestionamos nuestros modelos mentales: "las cosas son como yo las veo". Hay que hacer, por consiguiente, un esfuerzo, y tratar de que emerjan nuestras creencias y supuestos para someterlos a revisión. Dos prácticas se nos recomiendan: el pensamiento reflexivo y la conversación inteligente o penetrante. Se dice que, en general, dedicamos poco tiempo a pensar (a pesar de que Cicerón ya dijo que pensar era como vivir dos veces), de modo que la reflexión no parece un ejercicio frecuente; pero debemos practicarla en beneficio del autoconocimiento y para cuestionar nuestras creencias y aproximarnos a la realidad. Una creencia equivocada nos incapacita, nos bloquea, nos ata, aunque no seamos muy conscientes de ello. Y hablábamos también de la conversación inteligente: su desarrollo demanda un cierto contrapeso entre la alegación y la indagación. Hemos de hacer nuestros razonamientos más visibles para los demás, y también hemos de estar atentos a los suyos, escuchando respetuosa y activamente, conscientes de que la realidad se va acercando a medida que sumamos aportaciones. Creencias de ayer y de hoy Si aceptamos que la cultura de una empresa está en buena medida definida por el conjunto de creencias y valores compartidos por el colectivo, se entenderá mejor por qué hemos querido someter al lector todos estos párrafos. Añadimos algunas líneas más para recordar creencias ya prácticamente superadas y formular también algunas otras que se han ido abriendo paso. Ya casi nadie cree que: "los directivos deben pensar y los trabajadores actuar", "las personas solo se mueven por dinero", "lo mejor es sembrar deudas de gratitud", "el castigo psicológico es un recurso legítimo y eficaz", "no se puede mentir a un superior, pero sí a un subordinado", "el éxito pasa por cultivar el ego", "los proveedores son personas inferiores, salvo error o comisión"… En cambio, hay otras creencias que se van imponiendo: "la autoridad moral es más poderosa que el poder formal", "el capital humano constituye un valiosísimo activo de la empresa", "los jefes y sus colaboradores se han de servir mutuamente, en beneficio de los resultados", "hay que compartir los conocimientos", "los trabajadores pueden tener ideas muy valiosas", "subestimar la inteligencia de los trabajadores constituye un grave error", "el aprendizaje permanente resulta inexcusable", "la inteligencia emocional es tan valiosa (o más) como la académica", "el cliente es la principal referencia", "la innovación y la mejora continua constituyen una necesidad", "los trabajadores críticos pueden resultar más valiosos que los sumisos", "lo que no comprendemos o vemos puede, no obstante, ser o existir", "no se debe culpar a un individuo por problemas que son propios del sistema", "los directivos necesitan feedback, tanto o más que los trabajadores", "expresar serenamente los sentimientos es positivo", "la imaginación es tan importante como el conocimiento", "nadie puede ser considerado inteligente si no se conoce bien a sí mismo"… Conclusión El cerebro tiende a clasificar todo lo que percibimos en los "archivos" que ya tiene abiertos, pero puede verse necesitado a abrir otros nuevos porque, de otro modo, podríamos no ver lo que no nos encaja. Atención pues: hemos de hacer todos un esfuerzo y reconocer que la imagen del mundo real se forma con las aportaciones de todas las visiones parciales. Nuestra percepción podría llegar a ser -y es mucho- la más próxima a la realidad, pero siempre sería incompleta. Centrándonos en nuestras organizaciones, nos parece que el progreso de las mismas pasa, entre otras cosas, por la mejora y sintonía de las creencias de sus personas. En definitiva, nos apuntamos a la creencia de que "el desarrollo de las personas y de sus organizaciones pasa por la mejora de los modelos mentales".