Textos sobre el conocimiento intuitivo

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EL CONOCIMIENTO INTUITIVO EN G. DE OCKHAM.
(ALGUNAS DESCRIPCIONES)
La descripción de Ockham de la diferencia entre ciencia racional, es decir, lógica,
y ciencia empírica consiste en que la lógica se refiere a términos de segunda intención y
la ciencia se refiere a cosas. Los universales son términos que representan a más de una
cosa, de modo que sólo la lógica trata de los universales. La ciencia trata de cosas
individuales acerca de las cuales hace afirmaciones que son universalmente verdaderas,
esto es, verdaderas en todos los casos. Su cimiento es un conocimiento intuitivo, aun
en el caso del conocimiento de la proposición de que el todo es mayor que la parte.
Convenimos en la verdad de este enunciado tan pronto como comprendemos el
significado de los términos; pero sin experiencia, no formularíamos el enunciado ni
comprenderíamos su significado. El conocimiento intuitivo puede darse con respecto a
la existencia de una cosa individual o a su relación con otras cosas o a sus cualidades.
El conocimiento intuitivo es inmediato: “Se conoce inmediatamente la cosa
misma sin ningún intermediario entre ella y el acto por el cual se la ve o se la capta”. Tal
conocimiento conduce de manera directa a una proposición contingente, pero evidente, y
según la cual una cosa existe, o es blanca, o está cerca de otra cosa. No es una
sensación, sino la captación de una cosa individual y de sus cualidades y relaciones. No
sólo conocemos intuitivamente las cosas materiales, sino también nuestros propios actos,
y podemos formular proposiciones tales como “hay una comprensión”, “hay una
voluntad”.
D.J. O’ CONNOR, Historia crítica de la Filosofía Occidental.
La negación del orden de esencias se vincula también a la oposición mantenida por
Ockham contra el realismo platónico e incluso contra el realismo mitigado. Dios no crea según una
esencia o un universal, esto es, según una idea en él preexistente, no crea a Pedro y a Bartolomé
según la idea de hombre, sino que crea las cosas individuales, únicos entes con existencia real, y
el universal es un conceptus animae, formado en la mente del hombre y no el reflejo de ninguna
idea divina de la cosa, pues en Dios nada precede a la voluntad.
De ahí la importancia otorgada por Ockham a la intuición. Sólo mediante ella adquirimos
conocimiento. La inteligencia, por medio de la intentio (operación), adquiere conocimiento
intuitivo de las cosas singulares; únicamente de las cosas singulares se tiene conocimiento claro y
distinto, y con tales conocimientos podemos reemplazar las cosas (supponere pro re singulari);
pero también la inteligencia puede formar la intentio común o general, mediante la cual alcanza un
conocimiento confuso, con el que concibe un número indeterminado de cosas.
Por la intuición (relación inmediata entre el sujeto cognoscente y la cosa conocida), tanto
sensible como intelectual, se adquiere conocimiento de cosas reales, y no existe ningún ser
intermedio entre las cosas existentes y el espíritu que conoce. Para evitar la substantividad del
concepto y la función de medio que puede desempeñar entre las cosas y el alma, Ockham utiliza el
término de intentio, como realidad en la mente, como simple tensión de la inteligencia. Intentio
singularis es la simple captación clara y distinta de lo real individual; la intentio generalis es
también una captación inmediata intuitiva, pero confusa, de ciertos rasgos comunes, semejantes,
entre las cosas, y se da al mismo tiempo que la intentio singularis.
No es necesario acudir, en consecuencia, a ningún mundo de las ideas que duplique el
mundo real, ni a ningún proceso de abstracción, dirigido hacia un conjunto de ficciones, que
termina por alcanzar cierta autonomía e independencia frente al mundo real; el concepto formado
en la mente constituye el símbolo natural de la realidad misma, expresión de un estado de la
inteligencia, que los hombres arbitrariamente fijan por medio de palabras.
C. MÍNGUEZ PÉREZ, De Ockham a Newton: la formación de la ciencia moderna.
La comprensión de una proposición, y la aceptación o rechazo de la misma, presupone
que se han comprendido sus términos, para lo cual es necesario, según Ockham, tener un
conocimiento intuitivo, tanto sensible como intelectual, de los objetos que existan ante
nosotros. Normalmente, los objetos que se presentan a los sentidos producen un acto de
percepción que dura tanto como los objetos permanezcan ante nosotros, porque “nada puede
ser conocido en sí mismo naturalmente a menos que se conozca intuitivamente”. A consecuencia
de tal conocimiento intuitivo podemos tener también un conocimiento abstractivo, aunque
éste, como abstrae de la existencia o la no existencia, no permite conocer de modo evidente si
una cosa existe o no existe. El conocimiento intuitivo incluye no sólo los objetos externos,
sino también los propios estados mentales; es decir, podemos conocer intuitivamente
nuestras propias voliciones, conocimientos, emociones o cualquier otra experiencia interna.
No podemos tener la experiencia o conocimiento de nosotros mismos como substancias
intelectuales; es decir, nadie tiene un conocimiento intuitivo de sí mismo como alma
inmortal que conforma en el cuerpo la forma substancial. En definitiva, el conocimiento de los
hechos contingentes acerca del mundo o de nuestros propios estados internos presupone una
comprensión intuitiva de las cosas, porque el conocimiento intuitivo es lo que nos permite
saber si una cosa existe o no existe.
J. WEINBERG, Breve historia de la Filosofía Medieval.
TERMINOLOGÍA LÓGICA DE G. DE OCKHAM
Términos categoremáticos: se refieren directamente a una realidad y tienen sentido
incluso estando solos (p.e.: pan).
Términos sincategoremáticos: solamente tienen una referencia definida cuando están en
relación con términos categoremáticos (p.e.: ningún, todos).
Términos absolutos: significan una cosa sin referencia a otra cosa alguna.
Términos connotativos: significan una cosa solamente si se consideran en relación a
alguna otra (p.e.: hijo, padre).
Terminus conceptus (concepto): es un signo natural (con él “trabaja” el entendimiento);
es la significación lógica del término.
Terminus prolatus (palabra hablada): signo convencional (el “ruido”).
Terminus scriptus (palabra escrita): signo convencional (el “dibujo”).
Términos de “primera intención”: representa a cosas que no son signos (p.e.: “hombre”
representa a los individuos humanos).
Términos de “segunda intención”: representan signos (términos de primera intención) y
se predican de éstos (p.e.: “especie” representa un nombre de clase –“gato”, “perro”-,
como cuando decimos que “gato es una especie”).Un término de segunda intención es un
término que naturalmente significa primeras intenciones y que pueden representar a éstas
en una proposición.
Términos universales: son conceptos (termini concepti) que significan cosas individuales
y que las suponen (representan) en las proposiciones. Solamente existen cosas
individuales, y lo son por el mero hecho de existir.
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