Vista cansada: presbicia

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Rx
No hay manera de evitar la presbicia.
Ocurre en todos, incluso en quienes nunca
han tenido un problema visual
Presbicia
Vista cansada
foto Roberto Mata / modelo Sharon Gómez
Delatora de los años, la pérdida progresiva del poder de enfoque
del cristalino es una alteración física que forma parte de los cambios
propios de la edad. Aunque no causa daños, retrasar el uso
de lentes no supone ningún beneficio / Ileana Matos
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presbicia
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foto orlando palencia
Mediante la acción del músculo
ciliar, el cristalino –de por sí
elástico– aumenta su espesor
y curvatura para enfocar de cerca, y se afina al máximo para ver
los objetos lejanos. Con los años,
ve reducida su capacidad de
acomodación y, en consecuencia,
se dificulta la visión cercana.
Disminución de la capacidad para enfocar
objetos cercanos. Necesidad de alejar un texto
para poder leerlo. Dolor de cabeza o tensión
ocular después de una lectura prolongada.
La presbicia supone cambios y, sobre todo,
recuerda que se llegó –o se está muy cerca– a
los 40 años.
Provocada por el envejecimiento –pérdida de
la elasticidad– del cristalino –lente biconvexo
transparente que se sitúa detrás de la pupila y
permite enfocar con nitidez–, es una condición
fisiológica y no patológica, una evolución natural
y no una enfermedad de los ojos.
Aunque algunos retardan el uso de anteojos
para esconder lo que está a la vista –con el argumento de que si los llevan más nunca podrán
prescindir de ellos–, los expertos insisten en que
la presbicia se acentúa con el paso de los años,
tanto si se usan o no lentes. Retrasar la decisión
no hace sino aumentar el esfuerzo que debe
realizar el ojo para ver mejor. Lo más indicado
es, entonces, consultar con el oftalmólogo ante
los primeros síntomas.
La condición evoluciona con el tiempo, de manera que una determinada corrección óptica es
válida sólo durante unos dos años: transcurrido
ese lapso es conveniente acudir a una nueva
revisión.
Gema Ramírez y Rafael Cortez, oftalmólogos
del Centro de Cirugía Oftalmológica (Cecof),
subrayan que la presbicia es una alteración
física, totalmente natural, que forma parte de
los cambios relacionados con la edad: pérdida
de flexibilidad y potencia del músculo ciliar, y
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disminución de la elasticidad del cristalino. El
ojo, entonces, ve reducida su capacidad de acomodación y se dificulta la visión cercana.
La alteración, insisten los especialistas, no es
patológica y tampoco repentina como se piensa: se inicia en la juventud y se hace patente
alrededor de los 40 o 45 años, cuando comienza
a aumentar progresivamente hasta detenerse
(se registra una diferencia de aproximadamente
tres dioptrías entre la graduación de lejos y la de
cerca). Ya a los 65 años el cristalino ha perdido
casi toda la elasticidad necesaria para enfocar
de cerca.
Corrección visual
El objetivo del tratamiento es compensar la
disminución de la capacidad para enfocar objetos cercanos. Las opciones incluyen métodos
ópticos y quirúrgicos.
Tanto Ramírez como Cortez coinciden en que
los lentes convencionales son la mejor solución
para la presbicia, una alternativa que no supone
riesgos y ofrece al paciente distintas opciones:
los hay de foco cercano –que son los que se
venden usualmente en farmacias–, bifocales y
multifocales. También están los lentes de contacto, que se prescriben en algunos pacientes
para lograr la monovisión –un ojo ve de lejos y
el otro de cerca, y se compensan–, “pero no son
recomendables para quienes deben manejar
de noche (los reflejos de luz pueden ser muy
molestos y riesgosos)”.
La presbicia también se puede corregir mediante una cirugía, una opción que ni Ramírez ni
Rx
presbicia
Cortez recomiendan como un procedimiento de
rutina: sólo favorecen la intervención quirúrgica
“en casos muy especiales, como podría ser un
paciente impedido para manipular lentes”.
El procedimiento implica eliminar el cristalino y reemplazarlo por un lente intraocular
diseñado para ver de cerca y de lejos. “Se debe
tener en cuenta que la cirugía siempre supone
riesgos, entre ellos, una infección, que afecta a
1 de cada 1.000 operados. Además, al eliminar
el cristalino aumenta 1% el riesgo de desprendimiento de retina, un porcentaje todavía mayor
–hasta 5%– si se es miope y se tienen lesiones
predisponentes”, advierten los oftalmólogos,
quienes, en cualquier caso, sugieren al paciente
pedir más de una opinión médica y, sobre todo,
probar antes con un lente de contacto multifocal
(lo más parecido a la visión que ofrece un lente
intraocular).
El criterio no es unánime. Antonio Maglione,
también oftalmólogo, opera la presbicia desde
hace un par de años. Califica los resultados
obtenidos como “muy buenos”, pero reconoce
que las intervenciones no siempre han sido un
éxito: el método extraocular –que trabajaba
expandiendo la esclera (capa externa del globo ocular) y restituyendo la distancia perdida
entre el cristalino y el músculo– llegó a causar
serias complicaciones. Hoy, “gracias a la introducción en el mercado de lentes intraoculares,
las cosas han cambiado”, celebra el especialista, quien asegura que los pacientes operados
pueden realizar 90% de las actividades visuales
cotidianas sin necesidad de usar lentes. Aclara,
sin embargo, que “algunos sí los requieren para
ciertas tareas, por ejemplo, para leer textos de
letras muy pequeñas. Eso se les debe explicar
antes de la intervención”.
¿Los riesgos? Los mismos que implica cualquier
otra cirugía intraocular, argumenta Maglione.
Los pacientes deben hacerse los exámenes de
rutina –cardiovascular y de laboratorio– y un
chequeo oftalmológico completo.
Lentes para cada caso
• Monofocales. Graduados especialmente para
ver de cerca. Pueden utilizarse simultáneamente con
lentes de contacto prescritos para corregir otros
defectos visuales. Colocados sobre una montura
convencional permiten la visión cercana en un amplio
campo visual. Tienen un inconveniente: al levantar
la mirada, los objetos intermedios o lejanos lucen
desenfocados, un efecto que podría llegar a producir
mareos. Algunos présbitas prefieren, entonces, una
montura de “media luna” (permite ver por encima).
Conocidos como lentes de lectura, los monofocales
que se venden sin prescripción en ópticas y farmacias
–muy usados por quienes no han padecido antes
algún trastorno visual (miopía, astigmatismo,
hipermetropía)– tienen una graduación que va de
+1 a +3 dioptrías.
• Bifocales. Presentan graduación para ver de lejos
en la parte superior y de cerca en la parte inferior (es
visible la línea de división entre ambas, una marca para
muchos poco estética). Representan una buena opción
para quienes necesitan alternar entre visión lejana y
cercana. Requieren un tiempo de adaptación, especialmente al caminar, subir escaleras y superar desniveles.
Los bifocales tienen sus inconvenientes: no ofrecen una
visión nítida a distancias intermedias –la persona tiende
a acercarse–, ni permiten ver de cerca en planos superiores al que marca el límite de la graduación inferior.
• Progresivos o multifocales. Facilitan una visión
nítida a cualquier distancia –incluso la intermedia–, con
sólo un leve movimiento de la cabeza. Aunque similares
a los bifocales –la parte inferior del lente está graduada
para ver de cerca y la superior para visión lejana–, no
tienen una línea de división entre ambas graduaciones
(pasan de una a otra progresivamente). Ofrecen una
visión muy similar a la que se tenía antes de la presbicia.
Inconvenientes: la adaptación a los multifocales es más
complicada que a los bifocales, la visión lateral no es
buena y son más costosos.
•
F u e n t e s c o n s u lta d a s
º Gema Ramírez, oftalmóloga. Centro de Cirugía
Oftalmológica. Torre Cavendes.
º Rafael Cortez, oftalmólogo. Centro de Cirugía
Oftalmológica. Torre Cavendes.
º Antonio Maglione, oftalmólogo. Centro Uslar. El Paraíso.
º www.opticas.info / www.tuotromedico.com
• De contacto. Están los multifocales –permiten ver
bien de cerca, a distancias intermedias y de lejos–, y los
llamados “monovisión”: el lente –con la corrección para
ver de cerca– se coloca en un solo ojo (el otro se utiliza
para ver de lejos).
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