Fernando Savater INVITACIÓN A LA ÉTICA

Anuncio
lio Núñez Portuondo un joven candidato a representante a la Cámara. Se Ilama Ulises Carbó.¡Vota por él! T i e n e
música adentro”. De este libro, como
de su autor, sí se puede decir sin ser visible que tiene música adentro. Lee,
lector. O mejor, oye.
Fernando Savater
INVITACIÓN A LA
ÉTICA
por Ignacio de Llorens
» Ed Anagrama, Barcelona, 1982 174 pp
“Ninguna mano nos dirige, ningún
ojo vela por nosotros, el timón está
roto hace mucho tiempo, o, más bien
no lo ha habido nunca, está por hacer, es una gran tarea y es nuestra
tarea.”
J.M. Guyau
El prosaico devenir del mundo ha desterrado del angosto ámbito de lo decretado como real, normal y sabio aquellos
dominios del saber humano que no se
prestaban de buen grado al manejo
que, con fines políticos, pragmáticos e
interesados, convenía al poder. El primado de la ideología y de los sucedáneos ideológicos ha impuesto su dominio, y aquello que no ha sido capaz de
engullir lo ha relegado al olvido y al descrédito. Así ha sucedido con la ética. Lo
que para los griegos de antaño debía
regir la política es hoy objeto de curiosidad, una asignatura perdida en la zarabanda educacional. Sostener opiniones
políticas basadas en argumentaciones
éticas es, cuando no se recurre a ello
para hacer demagogia, harto ridículo. A
los criterios de “bien”, “felicidad”, “moralidad”. han sucedido los de “coyuntura”, “relación de fuerza”, “desestabilización”, etc. De ahí que recibir en la
actualidad una invitación a la ética resulte deliciosamente pasado de moda,
candorosamente subversivo.
Toda invitación debe contener algún
ingrediente seductor que posibilite la
obtención de su propósito. En el presente caso, la sola alusión a la ética resulta seductora, pues ésta se nos presenta en el mundo de hoy ataviada a la
antigua, con ropajes infantiles, envuelta
en cierto halo de pureza. La invitación a
la ética proviene de Fernando Savater,
conocido dirimidor de las contradicciones y los desatinos del poder. A quienes
hayan frecuentado la lectura de sus
obras y estén más o menos al corriente
de sus opiniones, poco ha de sorprenderles que finalmente haya venido a dar
en el estudio de la ética. Descartadas
las ideologías, las doctrinas, los sistemas, rostros del Dios moderno que sucedió al medieval, ¿dónde fundar un
discurso de rebelión, de afirmación de
la libertad como el que sostiene Savater? En el hombre, no por lo que es sino
por lo que puede llegar a ser: en las acciones que desarrolle, en el movimiento
que otorgue a la vida, todo lo cual cae
dentro del dominio de la ética. “Llamo
ética -advierte el autor en el prólogo
de su obra-, a la convicción revolucionaria y a la vez tradicionalmente humana de que no todo vale por igual. de que
hay razones para preferir un tipo de actuación a otros, de que esas razones
surgen precisamente de un núcleo no
trascendente sino inmanente al hombre
y situado más allá’ del ámbito que la
pura razón cubre; llamo bien a lo que el
hombre realmente quiere, no a lo que
simplemente debe o puede hacer, y
pienso que lo quiere porque es el camino de la mayor fuerza y del triunfo de la
libertad. No quisiera que de este libro el
lector sacara cuatro o cinco dogmas, ni
tampoco un código, sino auténtico
aliento; porque la ética se ocupa de lo
que alienta al hombre y en el hombre”.
Así, la pregunta básica a la que la ética
debe intentar dar respuesta no es ¿qué
puedo o qué debo hacer?, sino ¿qué
quiero hacer? pues esta última nos remite de lleno a la libertad.
A la propuesta ética de Savater Ilegamos a través de un artero recorrido
por aquello en lo que se funda, lo que la
constituye y, finalmente, lo que la supera a la vez que le lanza el reto que la
mantiene siempre alerta e inquieta. Se
inicia el libro con la reflexión sobre la
acción humana puesta en situación de
lucha contra aquello con lo que limita:
un mundo en cuyo ámbito natural no es
posible reconocerse porque es justamente su contrario. Las cosas son idénticas a sí mismas, mientras que el hom-
bre rechaza esa identidad consigo mismo, siendo esto lo que lo caracteriza y,
por lo tanto, lo diferencia de las cosas.
A la identidad del orden de las cosas el
hombre opone la diferencia que constituye su esencia, aunque en ésta vaya
inscrita también la necesidad de identificarse; necesidad que nunca queda satisfecha del todo, con lo cual alienta el
dinamismo de la vida que lleva al hombre a recorrer incesantemente un mundo de identidades al cual sucumbe y
vence constantemente, sin detenerse a
saborear la victoria, pues entonces permanecería preso de la identidad de la
cosa subyugada previamente. La subjetividad es acción y se nutre de la libertad. Mantenerse inexpugnable a los intentos de fijar una identidad equivale a
renunciar al estatuto de cosa.
Frente al cogito ergo sum, el sujeto
ético opone el volo ergo sum, y en este
sentido Savater se adscribe a la corriente de pensamiento en la que se hallan Schopenhauer, Nietzsche, Stirner.
Kierkegaard.. El querer precede al ser,
y lo que el querer quiere es ser, lo cual
es querer ser más, dirá Nietzsche; querer una vida expansiva, dirá Guyau; desear más-vida, dirá Simmel. La vida es
insaciable e impone su decurso. El querer se quiere a sí mismo a través de los
objetos que desea: por eso no se satisface más que queriendo. Del trato del
yo con el mundo de las cosas puede venirle a éste su fosilización. No obstante
tiene también la posibilidad de obedecer el mandato volitivo que se halla inserto en su ser y transgredir siempre lo
dado como posible. Empero, inmerso
entre las cosas. no puede distinguirse
de éstas en su mero deseo de no identificarse con ellas; necesita que se le reconozca, y este reconocimiento sólo
puede provenir de otro yo, que a su vez
exigirá ser reconocido. En esta acción
recíproca de reconocimiento se funda
la comunidad ética: “una comunidad
de sujetos de la que ningún objeto infinito quede por principio excluido, en la
que se pacten relaciones de auténtica y
explícita reciprocidad, y donde a nadie
le sea menoscabada ni velada la realidad de lo posible” (p. 30).
Savater analiza las diferentes formas
en que puede establecerse este reconocimiento intersubjetivo y descarta la
que comporta la relación con el absoluto, y la que desemboca en la entronización de la violencia institucionalizada
(Hegel); opta por la relación en la cual
yo “le concedo ‘al otro’ aquellas facultades autodeterminantes que quiero a
4 4
mi vez para mí, como vía por la que evitar la identidad cosificadora. El reconocimiento en el otro nace de un egoísmo
plenamente lúcido y consecuente” (p.
39) Esta relación se basa en la aceptación de la comunicación como mediación entre los sujetos, comunicación
que habrá de realizarse en condiciones
de igualdad. Mientras la violencia “se
ejerce contra lo otro del otro (...) el lenguaje descubre lo mismo del otro” (p.
37) De todo ello colige Savater que la
expresión de la auténtica relación ética
no es el horno homini lupus de Hobbes.
ni el horno homini deus de Spinoza,
sino el horno homini horno.
A este hombre ético le corresponde
fundar los valores morales. La ética no
está en el inicio de la vida sino que es
una conquista, un ideal, y por lo tanto
se adquiere, se sitúa en el ámbito de la
imaginación simbólica, lo cual no significa que excluya la racionalidad. La imaginación, al ser llevada a la acción por la
ética, va afirmando lo posible dentro de
una perspectiva abierta que permite rehuir la identificación cosificadora. Sobre esta base se despliega la razón moral que debe custodiar el recorrido que
la acción humana va realizando asaeteada por la incertidumbre, la cosificación, e impelida por la voluntad, que deviene moral.
Una vez examinado el ámbito en el
que se inserta la razón moral y justipreciados sus valores, nos queda todavía
conocer las lindes que la circundan. La
última parte del libro está dedicada a
aquello que escapa al dominio ético: el
humor, el amor, lo sagrado y la muerte.
siendo estas páginas de gran lucidez y
belleza. Un epílogo cierra la obra; se
trata de una respuesta a Sade. el negador por antonomasia de la ética, siendo
así que “cualquier invitación a la ética
debe concluir dándole respuesta” (p.
157)
La óptica que subyace al enfoque
que Savater da a la problemática ética
es una concepción trágica de la vida. En
efecto, lo trágico entendido a la manera
de Schopenhauer, para quien, a diferencia de Hegel, ciertos conflictos entre
principios distintos eran insolubles y
como tales debían ser asumidos, desprendiéndose de ello el carácter trágico
de la vida humana. Para Nietzsche lo
trágico es fruto de la alianza entre lo
apolíneo y lo dionisiaco. lo cual condena a la vida a la tensión que emana de
dicha relación, En la ética propuesta por
Savater lo trágico proviene de la necesidad que experimenta el yo de buscar
la identidad perfecta, que a su vez excluye y niega la tensión del querer que
es propiamente lo que constituye al yo.
Al tiempo que se tiende a la perfección,
crece el peligro de la cosificación, amenaza que de realizarse convertiría al yo
en cosa, es decir, lo aboliría. “En esto
consiste propiamente la raíz trágica d e
lo humano, la ética que parte de lo trágico, como la propuesta de esta Invitación, no puede esperar ni prometer ninguna reconciliación definitiva -sea en
este mundo o en otro- que s a l v e a l
hombre, rescatándolo del conflicto que
le constituye”. (p.20).
Esta ética trágica, al fundar una comunidad sobre la base del reconocimiento ético de los otros en la institucionalización no de la violencia sino de
la comunicación, deviene libertaria.
“Mantener una relación ética con los
otros es estar siempre dispuestos a
concederles la palabra y a poner en palabras lo que exigimos de ellos, lo que
les ofrecemos o lo que les reprochamos” (p. 36). El bien es de carácter social y surge en la relación con los otros,
luego la comunidad debe posibilitarlos
y tender a él. La ética no es conjugable
con la política, la noción de tiempo que
cada una de ellas alberga las distancia.
La política se nutre, como la religión,
del “saqueo del futuro” (p. 98). mientras que la ética vive en el presente,
para el presente, la decisión no es postergable; de ello se desprende la diferencia en torno a la manera en que cada
una de ellas concibe la relación entre fines y medios. Mientras “la política vive
de la dosificación de los medios” (p.
98). la ética basa su empeño en la negación de las distinciones entre los fines y los medios. Para la ética sólo existen fines que se realizan en el presente;
luego, la única forma política posible
para una comunidad ética es la democracia, ya que ésta pretende “la abolición efectiva de las desigualdades de
poder, la supresión de los “especialistas” en mandar y la puesta en común
de la gestión de los asuntos comunitarios, la organización de abajo a arriba
de la sociedad, la elección de todos los
cargos y la eligibilidad para ellos de todos los ciudadanos, la revocabilidad no
excesivamente dilatada de los mandatos, la permanente transparencia de la
administración. Puede decirse que este
programa equivale en buena medida a
la disolución del Estado”. (p. 100).
De antiguo sabemos ya que toda
propuesta ética comporta ineludiblemente una proposición política. La ética
trágica de Savater desemboca en un
proyecto libertario. La democracia es el
único ámbito político susceptible de
conferir a los hombres un tratamiento
ético de recíprocos reconocimientos en
un plano de igualdad y basado en la comunicación sin que el discurso de nadie
goce de preeminencias. La forma que
adquiera la convivencia ética es imprevisible, pero por lo menos -y ese es
uno de los méritos de la Invitación d e
Savater- sabemos que la instrumentalización de los hombres por uno, la instrumentación de uno por uno mismo, la
institucionalización de la violencia son
medios antiéticos que proponen una
política antidemocrática basada en la
cosificación de los seres humanos y en
la instauración de un poder unívoco y
totalizante. La ética se nos revela, pues,
como una opción “comprometida”: en
su elección va unida la fundación de
una comunidad libre en la que la violencia y las distintas formas de muerte
queden excluidas. Todo ello en virtud
de un acto ético fundador que reside en
cada uno de nosotros, y es nuestra gran
tarea.
José Luis Rivas
TIERRA NATIVA
por Daniel Sada
» F.C.E., México, 1982, 67
pp
Uno de los aspectos que más sorprenden del poema Tierra Nativa de José
Luis Rivas es su elasticidad verbal. Se
trata de un lenguaje cuyo objeto es desentrañar una exuberancia, rescatar
ciertas voces anónimas para luego condensarlas en un monólogo vibrante. capaz de contener un sinnúmero de metros clásicos y al mismo tiempo tomarse libertades. Hay un aspecto exterior
de los seres y de las cosas que va cobrando forma al calor de una exaltación: diálogos, personajes efímeros, pequeñas canciones aisladas que rematan, a manera de entresijos líricos, el
Descargar