HERALDO DE ARAGON e 18 DEDICIEMBRE DE 1998,DOMINGO ESPECTACULOS Más de cinco mil personas disfrutaron anoche en Zaragoza con el espectáculo de The Artist, antes conocido como Prince: más de dos horas de concierto en el que el músico y sugrupo hicieron un espectacular alarde de energía The Artist, antes conocido como Prince, en los primeros compases de su concierto de ayer en Zaragoza. Los fotógrafos apenas tuvieron unos cuantos segundos para fotografiar su espectacular montaje, repleto de efectos luminosos, elementos escenográficos y una continua sesión de baile Una ton-ton-tómbolade luz y de color UElcantanteinicióanocheen laSala Multiusos, antemásde5.000espectadores,sugira por España Juan A. Gordón Tenía razón Pepa Flores, antes conocida como Manso!: la vida es una ton-ton-tómbola de luz y de color. La copla parece haber sido acogida como lema por Ihe Artist, antes conocido como Prince, al menos para sus conciertos en di recto. ¡Qué derroche de luz y de color! ¡Qué despliegue abrumador de medios! ¡Qué fantástica com binación entre lo genial y lo hor ten, entre lo decididamente abu nido y lo sorprendente! Decían los técnicos de la MW tiusos que se habían batido todos los récords en cuanto a la insta lación de pirulos luminosos, que además a primerisima hora de la madrugada tendrán que estar ya desmontados y camino de Barce lona. (Por cierto, aviso para fans: El Artista cogerá hoy mismo,. según se daba por seguro anoche, el tren de las 10 de la mañana pa ra Barcelona). Merece la pena intentar descri bir un poco el decorado instalado a la vista del público. A ambos la dos, dos leones de estilo algo así como oriental, en dorado. Al fon do, cuatro columnas coronadas con una especie de gigantescas plumas blancas. En el centro, el símbolo de The Artist hecho en po tentes flashes de luz, sobre una es pecie de escalinata. A la izquierda, un ffilso piano-teclado en color ro sa en el que podía leerse «Beauti ful» (bonito). A la derecha, un te clado de verdad pero envuelto en peluche. Al fondo, una gran ba tería de altavoces transparentes, hechos de metacrilato. Todo ello, como si fuera un flan cubierto de nata, embadurnado con miles de luces, rayos láser, efectos visuales, que deslumbraban con curiosa efi cacia al público apretujado, casi angustiosamente, en una sala Mul tiusos que se quedó pequeña y que nos hizo recordar, con todas nues tras fuerzas y con la lágrima a punto de brotar, al Pabellón Prín cipe Felipe. Pasadas las nueve de la noche salió a escena el telonero, Larry Graham, que también tenía un to que estético digno de contarse: apareció desde el fondo de la es calinata inmaculado, con un tra je estilo símil-vaquero de Arkansas lleno de flecos, tan blanco como el hombre blanco de Colón. Y tan horterá. con perdón, como esos personajes secundarios de «Auto pista hacia el cielo» o del «Equipo A». Buen bajista, veterano de Wo odstodç lo cierto es que Graham supo ganarse la atención del pú blico con una música llena de nt-. mo y virtuosismo, con una eficacia sólo al alcance de aquellos que lle van ya muchos años en el negocio. En la segunda canción -iohi- Prifr ce o como se llame, también de blanco y con gafas de sol, salió a escena y se marcó un tema con su protegido. Un gran detalle publi citario, «Free», todos muy libres rompiendo cadenas y tal -imagen aportada por los rayos láser—,apo yados por la magnífica Marva King. corista de voz estupenda y cueipo.. Cantaba fenomenal. Una vez despedido el bueno de Graham, y tras media hora de su frir en silencio la espera, por fin las luces se apagaron y El salió a escena, Al principio no le veíamos, porque estaba oscuro. Luego —de nuevo con sabia malicia—nos des lumbraron a todos y allí intuimos que llegaba, recién peinado, con sus taconcillos, vestido de negro •ConLarry Grahamcomotelonero,laactuacióncontó tambiénconla participaciónsorpresadeMayteGarcía L)u,)Ie) «O )V)e)1e El público abarrotó. incómodo, una Sala Multiusos que se quedó pequeña para el concierto de The Mtist «...Yse bajó del coche andando,como si tal cosa» J. A. G. The Artist, Prince, es humano, Algunos de sus fans le vieron llegar ayer al Auditorio a eso de las cuatro y media de la tarde. La limóusína blanca maniobró con suavidad, sus puertas se abrieron y de ella salió la estrella andando, tocarido el suelo con sus propios tacones, «como si tal cosa», comentaba un seguidor recién llegado de Cataluña. Haciendo alarde de su infinita modestia, caminó entre los numerosos técnicos que sudaban la camiseta instalando su escenario, sonrió cómplice a alguno de ellos y se metió en su camerino. Alguno no se podía creer tanta naturalidad y le preguntaba al chófer: »&ero de verdad era él?». Sí, era «EL),no un vulgar doble como el que (presuntamente) usan otras estrellas. «EL» no necesitasosias. A pecho descubierto a pesar del frio, hace su propia vida agarrado siempre de la mano de Mayte. Otra prueba de humanidad de ambos (marido y mujer, unidos en mistico amor) es que comen como cosacos. Según parece, el «circo de Prince» llegó a Zaragoza sin haber probado bocado desde la madrugada. ¡Ni siquiera hicieron parar el autobús en Esteras de Medinacelli, como los de Aratesa! Los cocineros del Boston tuvieron que emplearse a fondo, desde las siete de la tarde, para atender todas las peticiones de la banda y. sobretodo, de la pareja, que degustó en la habitación un buen número de platos de la carta. El resto del miércoles lo pasarón tranquilamente, encerraditos en la habitación, descansando. Tampoco salieron el jueves por la mañana y, de nuevo haciendo gala de su sencillez, comieron en la suite algo de pasta italiana y zumos naturales... Todo muy normal, todo el mundo contento, Hasta el chófer, que el pasado viernes en Madrid tuvo que retirar los carretes que los fotógrafos habían arrojado sobre su lirnousine. estaba feliz: «Tranquilidad total, nada comparable con lo de este verano en Marbella, que no paraba de ir de un sitio a otro a todas horas. Aquí, relax». Yen la puerta, desde antes de las cinco de la tarde, una veintena de fans haciendo fila en una tarde heladora. Radiantes, también. Prince, el artista, el símbolo de tantas cosas, estaba al otro lado de las puertas e iba a probar sonido, Para entrar en calor, recordaban cómo le habían visto bajar del coche un rato antes, «Andando, ¿sabes? Como si tal cosa». lamé y pedrería, con su famoso micro-pistola peligrosamente cer ca de la boca. Era Prince, The Ar tist. el símbolo, pequefmq pero matón, ágil como un gamo, saltando aquí y allá, sobre el «Beau tiflil» piano. cerca de los leones dorados, pim, pam. hola saragossa, «Push it Up». por aquí, por allá. Con la maquinaria a todo gas, lo antes descrito de luces debe mu! tiplicarse por cuatro; El sonido, sin ser malo, era abrasadonamente grave, esa gravedad máxima que hace que a uno le tiemble lo que ni siquiera sabe que tiene. Inesperadamente -uno pensaba que eso quedaría para el final—. Prince abordó muy pronto su gran clásico, «Punple Ram». lo que ‘provocó las primeras emocionés. Pero no serian las únicas. Sin pa rar de moverse, simpático y ju guetón con el público hasta en tonces. se puso trascendental y se entregó rasgando su bonita guitaita púrpuray demostrando que la sabe tocar de maravilla. Luego cambió de guitarra —usó, entre otras, la que tiene su símbolo co mo forma— y siguió brincando, y habló de dios, y dio las gracias, y sonrió incluso. Pero todo eso pasaría al olvido cuando Mayte, vestida en plan Isw dora Duncan, salió a escena para «debutar» en el show —erala pri mera vez que lo hacia, al menos en España- y en un ambiente ín timo de luces y velas interpretó una sensual danza con toques frabes. Y su novio-marido-amantecom pañero-lapa también ‘salió a escena con ella. vestido de rojo, en una romántica escena. ¡Eso es amor! Para delirio de los tans, EL. El Artista, dejó que una docena de ellos subieran luego a bailar con él, todos felices y contentos, en cantados de estar coñ su ídolo an te tanta gente, y tan apretujada. Y, desde ahí, todo siguió el guión previsto, con canciones viejas y nuevas, mano a mano: cambia el nombre del autor, pero poco más. A las doe todavía seguía la tóm bola abierta, dispuesta a repartir sorpresas hasta la madrugada. ‘lime Arlist estuvo entre nosotros: ya po demos dormir tranquilos.