san juan de ávila, nuevo doctor de la iglesia

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SAN JUAN DE ÁVILA, NUEVO DOCTOR DE LA IGLESIA
En la Misa con los seminaristas de la JMJ de Madrid en el pasado agosto el Papa
Benedicto XVI manifestó su propósito de declarar ‘Doctor de la Iglesia’ a S. Juan de Ávila y ha
concreta recientemente que lo llevará a cabo, si Dios quiere, el día 7 de octubre de este año
2012. Será un gran honor para la Iglesia En España tener un nuevo doctor de la Iglesia, y
máxime si se trata uno tan conocido y querido por el clero español. Sería el primer Doctor
español declarado desde que Pablo VI lo hiciese con la contemporánea del maestro Ávila, Santa
Teresa de Jesús. Anteriormente Pío XI lo había hecho con San Juan de la Cruz y, en tiempos
mucho más remotos, había sido declarado San Isidoro de Sevilla.
Ser proclamado doctor no es un simple título ni una condecoración, no es un logro ni del
santo, ni de la Conferencia Episcopal que ha promovido el doctorado. Esta proclamación será, ante
todo, una gracia singular para la Iglesia universal, y particularmente para los sacerdotes. Será un
estímulo en el camino hacia la santidad para todos los cristianos y la indicación de una senda
segura para recorrer los caminos del Espíritu, que llevan a la plenitud de la vida cristiana.
Cuando la Iglesia proclama a uno de sus hijos “doctor de la Iglesia”, es porque ha
verificado en él los siguientes elementos: santidad ejemplar, doctrina eminente e influjo universal.
1.1.
Santidad Ejemplar
San Juan de Ávila fue beatificado por el Papa León XIII el 4 de Abril de 1894, Pío XII lo
declaró patrono del clero secular español el 2 de Julio de 1946, y Pablo VI lo canonizó el 31 de
Mayo de 1970. Es un santo, maestro de santos. Llegó a la santidad, a la plenitud de amor a Dios y
al prójimo, y enseñó a otros a recorrer este camino y responder a esta vocación de amor. San Juan
de Ávila convirtió Montilla, así como los demás lugares donde predicó el Evangelio, en un
verdadero taller de santidad. Muchos de los santos contemporáneos suyos le tuvieron como
referente, le visitaban y recibían de él sus sabios consejos.
Sus escritos fueron fuente de inspiración para la espiritualidad sacerdotal. A él le
podemos considerar el promotor del movimiento místico entre los sacerdotes seculares. La obra
clásica "Instrucción de sacerdotes", de Antonio de Molina, tan leída a lo largo de los siglos XVII y
XVIII, transcribe con frecuencia al Maestro Ávila. Su influencia se detecta también en la escuela
sacerdotal francesa: uno de sus fundadores, el Cardenal Bérulle, afirmaba que dicha escuela ya
había sido diseñada de algún modo por Juan de Ávila. San Francisco de Sales lo menciona
elogiosamente en el "Tratado del Amor de Dios" y en la "Introducción a la vida devota" trae
pasajes del "Audi Filia", remitiéndose a su autoridad espiritual. San Antonio Mª Claret, lector
asiduo del Maestro Ávila, confesaba: "Su estilo es el que más se me ha adaptado y el que he
conocido que más felices resultados daba. ¡Gloria sea a Dios Nuestro Señor, que me ha hecho
conocer los escritos y obras de ese gran Maestro de predicadores y padre de buenos y
celosísimos sacerdotes!".
Ya en nuestro siglo, Juan de Ávila ha sido una referencia para el clero diocesano, no
solo en España, sino también en otros países, particularmente en América. Su figura influyó de
manera notable en el resurgir de la espiritualidad sacerdotal a mitad del siglo veinte. La
declaración de Patrono del clero secular español impulsó nuevos estudios sobre su doctrina y
vida. En las "academias sacerdotales" de los Seminarios se estudiaban sus obras y, mirando al
Apóstol de Andalucía, se alentaba la santidad y espiritualidad propia del sacerdote diocesano. En
este ambiente se recibió con entusiasmo su canonización y actualmente su fiesta del 10 de Mayo
es en la mayoría de las Diócesis una jornada de fraternidad para el presbiterio unido a los que
celebran gozosamente sus Bodas de diamante, de oro y de plata sacerdotales.
S. Juan de Ávila nos invita a reconocer nuestra identidad para que nos esforcemos en
alcanzar la santidad. Quizá el debilitamiento de nuestra identidad de pastores ha influido
profundamente en nuestra mediocridad y nuestra falta de anhelo de una vida santa. Nuestro
Patrono recuerda que "relicarios somos de Dios, casa de Dios y, a modo de decir, criadores de
Dios; a los cuales nombres conviene gran santidad". He aquí sus palabras en un castellano muy
sabroso: "Mirémonos, padres, de pies a cabeza, alma y cuerpo, y vernos hemos hechos
semejantes a la sacratísima Virgen María, que con sus palabras trajo a Dios a su vientre, y
semejantes al portal de Belén y pesebre donde fue reclinado, y a la cruz donde murió, y al
sepulcro donde fue sepultado. Y todas estas cosas santas, por haberlas Cristo tocado; y tierras
de lejos van a verlas, y derraman de devoción muchas lágrimas y mudan sus vidas movidos por
la gran santidad de aquellos lugares. ¿Por qué los sacerdotes no son santos, pues es lugar
donde Dios viene glorioso, inmortal, inefable, como no vino en otros lugares? Y el sacerdote le
trae con las palabras de la consagración, y no lo trajeron los otros lugares, sacando a la Virgen.
Relicarios somos de Dios, casa de Dios y, a modo de decir, criadores de Dios; a los cuales
nombres conviene gran santidad"1
“Figuras como S. Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús y San Juan de Ávila son
figuras que han finalmente renovado el catolicismo y formado la fisonomía del mundo moderno”, ha
dicho el Papa actual2.
1.2.
Doctrina eminente
San Juan de Ávila es un santo que ha vivido y sabido expresar el misterio cristiano de
forma eminente. Es decir, que al explicar a otros su experiencia de Dios, lo ha hecho con
sabiduría, con hondura, con matices y aportaciones propias y, de alguna manera, originales. No
tratamos de medir el grado de su santidad, que sólo Dios conoce. Cuando la Iglesia declara a un
santo “doctor de la Iglesia”, ha medido sobre todo si este santo tiene doctrina eminente, es decir,
si sobresale por su enseñanza, su predicación, sus escritos, sus consejos. San Juan de Ávila ha
vivido la santidad y ha sabido explicarla a otros. Estamos ante un verdadero maestro, el Maestro
Ávila, como era conocido en su tiempo.
La doctrina teológica de san Juan de Ávila contenida en sus Obras Completas es
sistemática, aunque –como también ocurrió en el caso del mismo apóstol Pablo– no esté
expresada como tal en un manual teológico al uso. Lo que quiero decir es que es siempre
coherente y está expresada siempre con los mismos contenidos teológicos fundamentales,
1
2
S. JUAN DE ÁVILA, Pláticas sacerdotales, Ibid. , 191
BENEDICTO XVI, Entrevista en el avión en su Visita Apostólica a Santiago de Compostela y
Barcelona, 6-7 de noviembre de 2010.
variando, eso sí, el modo de expresarlos según el género evangelizador que utiliza en cada
caso. El eje central de su predicación es el amor de Dios a todos y a cada uno de los hombres.
Es curioso que éste haya sido el primer mensaje en forma de encíclica del Santo Padre
Benedicto XVI. “El Maestro Ávila es un enamorado de Cristo, contemplado en su Palabra,
celebrado en la Eucaristía y sacramentos, anunciado por medio de la predicación y catequesis,
vivido con sus exigencias evangélicas y comunicado para ser vivido según las bienaventuranzas
y el mandato del amor. No es, pues, un tema el que le atrae, sino una persona, que es el Hijo de
Dios hecho nuestro hermano. En Cristo Redentor, se nos ha revelado Dios como Amor, para la
salvación de todos y cada uno de los seres humanos”, señala un profundo conocedor del nuevo
Doctor, J. Esquerda Bifet3.
La doctrina de san Juan de Ávila es muy actual pues es cristocéntrica, desde el Señor
crucificado resucitado, pero siempre en perspectiva trinitaria, y con la mirada puesta en el
hombre, que es a quien Dios quiere salvar. Precisamente, en la aplicación de esta salvación a
cada hombre concreto es donde san Juan de Ávila va a contribuir de manera significativa a
desarrollar la Doctrina de la justificación expuesta por el Concilio de Trento. La doctrina de san
Juan de Ávila también es eclesiológica, destacando de una manera singular los sacramentos que
ella nos ofrece como fuente de la vida en Cristo, y de una manera singular la Eucaristía. Su amor
a la Eucaristía y su piedad mariana siguen vivos entre todos aquéllos que han recibido la
influencia de su doctrina.
El magisterio de Juan de Ávila no terminó con su vida. Sus abundantes escritos han
influido notablemente en la historia de la espiritualidad y de la renovación eclesial. En la
Biblioteca de Autores Cristianos sus obras conocidas ocupan varios volúmenes. Se enumeran no
menos de catorce ediciones generales españolas y tres en otras lenguas, en distintas épocas.
De obras por separado son numerosas las ediciones y versiones a distintos idiomas. De su
Epistolario hay al menos veintitrés ediciones extranjeras. El tratado "Audi Filia" es un clásico de
la espiritualidad. Se tradujo muy pronto al italiano, francés, alemán e inglés. Los católicos
perseguidos en Inglaterra encontraban en él un gran aliento. Fray Luis de Granada afirmaba: "Lo
tengo en la cabeza por haberlo leído muchas veces". Felipe II lo tenía de libro de cabecera. El
Cardenal Astorga, arzobispo de Toledo, decía: "este libro ha convertido más almas que letras
tiene".
1.3.
Influjo universal
San Juan de Ávila es conocido no sólo en el ámbito en que vivió, sino que su doctrina ha
pasado a ser patrimonio común en la Iglesia Universal, en la que ha ejercido un influjo
verdaderamente importante. San Juan de Ávila, además de ayudar a muchos de sus
contemporáneos a llegar a la santidad, influyó notablemente en el Concilio de Trento y en su
consiguiente aplicación a toda la Iglesia, sobre todo en lo referente a la formación del clero. Puso
en marcha todo un movimiento de santidad sacerdotal que a través de sus cartas, sus sermones
y sus escritos han llegado a muchos otros maestros de vida espiritual: a la escuela sacerdotal
francesa, San Vicente de Paúl, San Antonio Mª Claret, San Juan Bosco, San Alfonso Mª de
Ligorio, y otros muchos santos y maestros que han bebido de san Juan de Ávila.
“El tiempo no deteriora el color natural de las piedras preciosas, ni disminuye su valor.
Más bien al contrario. Por eso, la figura aquí representada [S. Juan de Ávila] fue apreciada y
buscada en su tiempo por doctos y por gente común; por grandes santos y por quienes se
3 J. ESQUERDA BIFET, Introducción a la doctrina de San Juan de Ávila, 58-59.
convirtieron escuchándole. Sus obras se difundieron pronto por España, donde ya estaba
consolidada su fama, y por algunas zonas de Europa, especialmente Italia. Y, a través de sus
discípulos, evangelizadores de los nuevos mundos, llegaron pronto los escritos del Maestro a
América y a Oriente. Después son incontables los sacerdotes y religiosos –y también laicos- que,
significados o anónimos, han encontrado en la doctrina avilista una importante fuente para su
vida espiritual”4.
La proclamación de san Juan de Ávila como “doctor de la Iglesia” nos obliga a conocer su
vida, acoger su doctrina, leer sus obras, imitar sus virtudes, recibir su herencia y llevarla a la
práctica hoy. ¡Qué hermoso es pertenecer a una Iglesia de santos! ¡Qué bonita tarea la de alcanzar
la santidad que nos es dada como gracia! ¡Que preciosa responsabilidad la de ayudar a otros a
alcanzar la santidad, como hizo san Juan de Ávila! El continúa ayudándonos a todos desde el cielo.
+Manuel Sánchez Monge,
Obispo de Mondoñedo-Ferrol
4
Mª Encarnación GONZÁLEZ RODRIGUEZ (Ed.), Entre todos, Juan de Ávila, BAC, Madrid
2011, Presentación XV.
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