54 ACTUAL . A FONDO Diario de Sevilla solidarios l VI l 2 l 3 l 2001 l PROYECTO SOCIAL La ONG sevillana Arquitectura y Compromiso Social ha construido, gracias a la ayuda de diferentes administraciones públicas, escuelas y viviendas para los maestros nicaragüenses Un lento viaje hacia la semilla Un grupo de sesenta alumnos de la Escuela de Arquitectura de Sevilla elabora el Plan de Ordenación Urbana del municipio nicaragüense de La Dalia, destruido por la guerra civil y víctima del huracán ‘Mitch’ CARLOS MÁRMOL Gabriel García Márquez, al narrar el mito fundacional de Macondo –una ciudad latinoamericana irreal que en realidad no es más que una metáfora afortunada de todas las ciudades latinoamericanas– habla de un tiempo mítico en el que en el lecho de los ríos habitaban gigantescas piedras blancas como huevos prehistóricos y la mayoría de las cosas no tenían siquiera nombre. Bastaba simplemente con señalarlas con el dedo. En El Tuma-La Dalia, un diminuto municipio nicaragüense castigado a lo largo de los años por la guerra civil entre contras y sandinistas y los devastadores efectos del huracán Mitch, una maldición que tuvo mucho de real y muy poco de maravilloso, el tiempo detenido de las novelas existe, al igual que algunos otros elementos de la Centroamérica profunda: latifundios dedicados en exclusiva al cultivo ■ SEVILLA. NATALIDAD DESBORDANTE La media de hijos en una sola familia de La Dalia supera con facilidad los ocho vástagos del café, caminos abiertos a machete, sierras selváticas, una única carretera ajena y cierta que conecta los asentamientos de chabolas donde sobreviven sus 50.000 habitantes y cientos de familias en las que la media de hijos supera con facilidad los ocho vástagos. Una natalidad vitalista y desbordante que contrasta con su angustiosa situación económica. Hace sólo 100 años el pueblo ni siquiera existía. En último lustro, sin embargo, ha multiplicado su población en 15.000 personas. Centroamérica, pese a todo, está muy viva. Allí, en mitad de ninguna parte, o precisamente en el lugar en el mundo del que habla la película del argentino Aristaráin, un grupo de la ONG sevillana Arquitectura y Compromiso Social (ACS) comenzó hace unos años una labor ingente y hermosa que consistía en construir casas para los maestros –uno de los colecti- vos peor pagados, junto con los médicos, del país centroamericano– y en redactar proyectos técnicos para crear nuevas escuelas en las que la legión de hijos de los antiguos soldados sandinistas, ahora reconvertidos en braceros del café, aprendieran la difícil, apasionante y hermosa tarea de pensar por sí mismos. La cosa salió bien –lograron financiación de varias administraciones públicas para alzar viviendas con curvas bóvedas de ladrillo– y ahora repiten la experiencia con un proyecto mucho más ambicioso: redactar el Plan de Ordenación Urbana del municipio, un territorio que, paradojas del urbanismo moderno, tiene un nivel de dispersión tan alto como el de Estados Unidos, el país más rico del orbe. La teoría de que los extremos se tocan nunca ha sido más cierta: ricos y pobres, unos por elección y otros por obligación, se pierden en el reino de una disgregación urbana que, al menos en el caso de Nicaragua, no logran reducir ni paliar los paupérrimos y coloristas autobuses escolares –también de diseño made in USA– que componen la flota del único transporte público de la localidad. El proyecto, abordado en colaboración con la Alcaldía de La Dalia, intenta poner orden en un desorden aparente (la cuadrícula romana aplicada en un lugar con una orografía desquiciante) y, sobre todo, sentar las bases para que el futuro crecimiento del municipio no se vea hipotecado por otro huracán, por catástrofes naturales o, sencillamente, por los problemas de masificación que sufren casi todas las capitales latinoamericanas. Pero no se trata sólo de eso. También tiene, de forma paralela, una utilidad pedagógica y docente que está permitiendo a sesenta alumnos de la Escuela de Arquitectura de Sevilla, dirigidos por el urbanista José Carlos Babiano, el padre del proyecto metropolitano de Sevilla, afrontar la disciplina de crear, recrear y ordenar una ciudad desde la semilla, desde los elementos más esenciales: entender la lógica oculta de los territorios para planificar a partir de ella, sobre el papel primero, y después en la realidad, un modelo de ciu- UN HOGAR. En la imagen, una vivienda de La Dalia. ARCHIVO SENDEROS. Los caminos se abren a machete. ARCHIVO dad en la que, pese a la escasez, la vida sea algo más digna, el paisaje no se destruya por la mano del hombre y la sensación de pertenencia a un lugar –difícil en tiempos de tanta orfandad geográfica– pueda ser compartida. Los alumnos, algunos de los cuales sueñan con poder acudir a La Dalia para conocer el objeto de su trabajo, afrontan así su misión sin las hipotecas ni ventajas del capitalismo desarrollado –que incluyen desde las presiones económicas a toda una serie de recursos técnicos impensables en Nicaragua, donde la sociedad se asienta NUEVA METODOLOGÍA La filosofía del curso consiste en enseñar a los alumnos a enfrentarse solos a una realidad condicionada aún en principios y normas preindustriales, medievales en muchos sentidos– y con la única máxima de llegar a la esencia de las cosas para poder así mejorarlas. No se trata de un trabajo de laboratorio. Pese a la lejanía geográ- CIUDAD. Área más urbana de El Tuma-La Dalia. fica, el caudal de datos con el que trabajan los alumnos permitirá que el modelo urbanístico que finalmente desarrollen pueda aplicarse en La Dalia, ya que estará sustentado en el principio de austeridad –los recursos en un país pobre son más limitados de lo que pudiéramos imaginar– y en el de la sostenibilidad. Es decir: hacer lo máximo con lo mínimo pero teniendo siempre en cuenta que todo, incluso la vida, es finito. La respuesta del alumnado ha sido masiva. Quizás porque en la Universidad la teoría suele sobrepasar notablemente a la práctica. l VI l 2 l 3 l 2001 l Diario de Sevilla ACTUAL PLAN PEDAGÓGICO La elaboración del Plan de Ordenación Urbana, PRÓXIMA VISITA El equipo universitario planea viajar este verano que se entregará a la Alcaldía de La Dalia una vez terminado, permite a los alumnos sevillanos profundizar en el aspecto social del urbanismo a Nicaragua para poder presentar a las autoridades de la región de Matagalpa, en la que se encuentra el municipio, su plan de ordenación . A FONDO 55 TRABAJO DE CAMPO Una experiencia distinta Laura Moruno Guillermo DISPERSIÓN. El único transporte público del municipio es un viejo autobús escolar. ARCHIVO Y el urbanismo, para muchos de los arquitectos en ciernes, se limita a la apasionante tarea de colorear mapas de términos municipales más o menos conocidos, próximos y trabajados. “Yo veo aquí que estoy haciendo un trabajo real, que le servirá a la gente para algo, no limitándome a colorear mapas por colorearlos”, cuenta uno de ellos. Babiano, que imparte el curso junto a dos profesores más, resalta el sentido último de su trabajo: “enseñar una metodología de trabajo que permitirá a los alumnos pensar por sí mismos, que en definitiva es la tarea de la SELVÁTICO. La naturaleza cerca a las viviendas. PLANIFICACIÓN El trabajo de los alumnos permitirá al municipio nicaragüense organizar su crecimiento de forma más lógica y ordenada universidad, poder solucionar los problemas que vayan encontrando entre varias opciones posibles, que razonen lo que hagan y, sobre todo, encontrar la lógica oculta que hay detrás de las cosas, la demostración de que las cosas no son ARCHIVO ARCHIVO como son porque sí, sino que cada ciudad tiene sus propias características y su propia lógica, desde la que hay que empezar a trabajar”. El alumnado que trabaja en el Plan de La Dalia desbroza una vez a la semana , y durante seis horas, los intrincados mapas de Nicaragua, una tierra que el escritor argentino Julio Cortázar encontró violentamente dulce y que, en la distancia, al otro lado del océano, espera que en Sevilla encuentren una semilla de papel sobre la que poder ver crecer la flor más hermosa: la del porvenir, si es que éste, finalmente, existe. La primera clase del curso de prácticas de Urbanismo, allá por el octubre pasado, comenzaba con una sorpresa: municipio de El Tuma-La Dalia, Nicaragua. Con ello, la oportunidad de desarrollar el trabajo de un año en un ámbito bastante diferente al que normalmente vivimos. Al principio, murmullos y acogida mayoritaria. Suena lejos y, quizá por ello, interesante, como interesante también, entre otras cosas, por lo inusual que suponía en lo que habían sido hasta entonces nuestras asignaturas de Urbanismo, normalmente bastante centradas en nuestro entorno local-provincial. El caso es que se presentaba diferente, y en ello había un notable interés general entre los que escuchábamos. Inmediatamente después, la pregunta inevitable: cómo vamos a actuar en un territorio que ni conocemos ni, de momento, íbamos a visitar. ¿Es que todo se quedaría al final en un trabajo de laboratorio? Bueno, es evidente que las circunstancias ponen una distancia entre nuestro trabajo y la realidad, pero no todo quedará en eso (al menos eso esperamos), incluso se comentó que nuestro trabajo llegará finalmente a Nicaragua y probablemente lo utilicen de alguna u otra manera. Y esta dosis de aplicación real del proyecto es, en estos últimos cursos de carrera, bastante valorada por nuestra parte. Desde las primeras clases, uno de los objetivos principales fue acortar esa distancia mediante fotos, diapositivas, vídeos que comentábamos, y la presencia de arquitectos que hace unos meses han estado trabajando en el municipio (entre ellos uno de nuestros profesores). Ello, además de los acostumbrados planos y documentación escrita de que disponemos. Así, la primera fase del curso se puede decir que ha ido encaminada fundamentalmente a adquirir un cierto conocimiento de la zona para poder empezar a trabajar (aunque en realidad el trabajo ya había, pues, empezado). Toda esa información fue recopilada, seleccionada, compartida, interpretada, ampliada, debatida, hecha nuestra. Bien, y ahora qué. Actualmente nos encontramos en un segundo tiempo: cómo utilizar ese conocimiento. Todas esas conclusiones que se han sacado sobre el territorio, su ocupación, su optimización tienen que servir para algo más que para un estudio. Somos futuros arquitectos. Tenemos que darle forma real a las ideas. Forma física. Cómo hacerlo. En ellos estamos traba- jando hoy: el famoso papel en blanco (que cada vez es menos blanco), el lápiz… cómo la población antropiza este territorio para hacerlo suyo, y cómo nosotros podemos proponer formas más óptimas de antropizarlo, de sacarle más partido al medio, proponer lugares donde las personas puedan desarrollarse libremente como seres individuales y a la vez como pertenecientes a una sociedad (esa cualidad que tienen los buenos espacios públicos). Y todo ello teniendo en cuenta que los recursos son bastante limitados y que en ocasiones de lo que estamos hablando es de evitar las consecuencias de grandes desastres a los que este territorio parece estar (entre comillas) habituado. No se trata pues, de grandes alardes. Se trata, más bien, de otra cosa. Concentración o dispersión, reunirse para defenderse, para desarrollarse, para conseguir servicios comunes o diseminarse en el territorio para trabajar la tierra cada uno, reunirse para intercambiar, para comerciar, moverse o quedarse, comunicar o separar, abrir o cerrar, cambiar o dejar. Probablemente no sea “o” sino “y”. Se trata de un territorio y de unos asentamientos urbanos lejanos y distintos a nuestra cultura, pero en ellos, como en otros muchos que conocemos y no están lejos de aquí se dan unos problemas que en el fondo resultan perfectamente comparables, y tanto en unos como en otros se da una lógica, que en cada medio da lugar a respuestas diferentes. Así que esa distancia que comentábamos al principio queda recortada por la lógica. Como dice nuestro profesor: trabajamos en un gran equipo. Claro está que ese equipo no tiene la solución para todo. Es evidente que no podemos conocerlo todo y aunque así lo fuera no tendríamos la verdad absoluta. Pero sí podemos aprender a tener una mente abierta que se adapte a las distintas situaciones y sepa mirar, escuchar lógicas y utilizar el conocimiento y la información con sentido común. Aún si nuestro proyecto no le sirviera directa o indirectamente al municipio donde trabajamos, no sería un año inútil, por supuesto. Los primeros que aprendemos con esto somos nosotros, que estamos estudiando. El hecho de crear, proponer, ya nos merece la pena. Pero si de todo esto se pueden sacar soluciones reales, resultaría aún más gratificante. Ello nos da mucho que pensar en la utilidad y en la responsabilidad de nuestro trabajo. La utilidad esperamos que sea grande. La responsabilidad, desde luego, ya lo es. Pero esa responsabilidad existe y cada uno tiene que asumir la suya. Ni más, ni menos. Por eso hay que conocerla bien. Y pensamos que ello se debe empezar desde la Escuela. , Laura Moruno Guillermo es alumna del curso de Urbanística de El Tuma-La Dalia.