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PROYECTO SOCIAL La ONG sevillana Arquitectura y Compromiso
Social ha construido, gracias a la ayuda de diferentes administraciones
públicas, escuelas y viviendas para los maestros nicaragüenses
Un lento viaje
hacia la semilla
Un grupo de sesenta alumnos de la Escuela de Arquitectura de Sevilla
elabora el Plan de Ordenación Urbana del municipio nicaragüense
de La Dalia, destruido por la guerra civil y víctima del huracán ‘Mitch’
CARLOS MÁRMOL
Gabriel García Márquez,
al narrar el mito fundacional de
Macondo –una ciudad latinoamericana irreal que en realidad no es
más que una metáfora afortunada
de todas las ciudades latinoamericanas– habla de un tiempo mítico
en el que en el lecho de los ríos habitaban gigantescas piedras blancas como huevos prehistóricos y la
mayoría de las cosas no tenían siquiera nombre. Bastaba simplemente con señalarlas con el dedo.
En El Tuma-La Dalia, un diminuto
municipio nicaragüense castigado
a lo largo de los años por la guerra
civil entre contras y sandinistas y
los devastadores efectos del huracán Mitch, una maldición que tuvo
mucho de real y muy poco de maravilloso, el tiempo detenido de
las novelas existe, al igual que algunos otros elementos de la Centroamérica profunda: latifundios
dedicados en exclusiva al cultivo
■ SEVILLA.
NATALIDAD DESBORDANTE
La media de hijos
en una sola familia
de La Dalia supera
con facilidad
los ocho vástagos
del café, caminos abiertos a machete, sierras selváticas, una única
carretera ajena y cierta que conecta los asentamientos de chabolas
donde sobreviven sus 50.000 habitantes y cientos de familias en
las que la media de hijos supera
con facilidad los ocho vástagos.
Una natalidad vitalista y desbordante que contrasta con su angustiosa situación económica. Hace
sólo 100 años el pueblo ni siquiera
existía. En último lustro, sin embargo, ha multiplicado su población en 15.000 personas. Centroamérica, pese a todo, está muy viva.
Allí, en mitad de ninguna
parte, o precisamente en el lugar
en el mundo del que habla la película del argentino Aristaráin, un
grupo de la ONG sevillana Arquitectura y Compromiso Social
(ACS) comenzó hace unos años
una labor ingente y hermosa que
consistía en construir casas para
los maestros –uno de los colecti-
vos peor pagados, junto con los
médicos, del país centroamericano– y en redactar proyectos técnicos para crear nuevas escuelas en
las que la legión de hijos de los
antiguos soldados sandinistas,
ahora reconvertidos en braceros
del café, aprendieran la difícil,
apasionante y hermosa tarea de
pensar por sí mismos.
La cosa salió bien –lograron financiación de varias administraciones públicas para alzar viviendas con curvas bóvedas de ladrillo– y ahora repiten la experiencia
con un proyecto mucho más ambicioso: redactar el Plan de Ordenación Urbana del municipio, un territorio que, paradojas del urbanismo moderno, tiene un nivel de
dispersión tan alto como el de Estados Unidos, el país más rico del
orbe. La teoría de que los extremos
se tocan nunca ha sido más cierta:
ricos y pobres, unos por elección y
otros por obligación, se pierden en
el reino de una disgregación urbana que, al menos en el caso de Nicaragua, no logran reducir ni paliar los paupérrimos y coloristas
autobuses escolares –también de
diseño made in USA– que componen la flota del único transporte
público de la localidad.
El proyecto, abordado en colaboración con la Alcaldía de La
Dalia, intenta poner orden en un
desorden aparente (la cuadrícula
romana aplicada en un lugar con
una orografía desquiciante) y,
sobre todo, sentar las bases para
que el futuro crecimiento del municipio no se vea hipotecado por
otro huracán, por catástrofes naturales o, sencillamente, por los
problemas de masificación que sufren casi todas las capitales latinoamericanas.
Pero no se trata sólo de eso.
También tiene, de forma paralela,
una utilidad pedagógica y docente
que está permitiendo a sesenta
alumnos de la Escuela de Arquitectura de Sevilla, dirigidos por el
urbanista José Carlos Babiano, el
padre del proyecto metropolitano
de Sevilla, afrontar la disciplina de
crear, recrear y ordenar una ciudad desde la semilla, desde los elementos más esenciales: entender
la lógica oculta de los territorios
para planificar a partir de ella,
sobre el papel primero, y después
en la realidad, un modelo de ciu-
UN HOGAR. En la imagen, una vivienda de La Dalia.
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SENDEROS. Los caminos se abren a machete.
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dad en la que, pese a la escasez, la
vida sea algo más digna, el paisaje
no se destruya por la mano del
hombre y la sensación de pertenencia a un lugar –difícil en tiempos de tanta orfandad geográfica–
pueda ser compartida.
Los alumnos, algunos de los
cuales sueñan con poder acudir a
La Dalia para conocer el objeto de
su trabajo, afrontan así su misión
sin las hipotecas ni ventajas del capitalismo desarrollado –que incluyen desde las presiones económicas a toda una serie de recursos
técnicos impensables en Nicaragua, donde la sociedad se asienta
NUEVA METODOLOGÍA
La filosofía del curso
consiste en enseñar
a los alumnos a
enfrentarse solos a una
realidad condicionada
aún en principios y normas preindustriales, medievales en muchos
sentidos– y con la única máxima
de llegar a la esencia de las cosas
para poder así mejorarlas.
No se trata de un trabajo de laboratorio. Pese a la lejanía geográ-
CIUDAD. Área más urbana de El Tuma-La Dalia.
fica, el caudal de datos con el que
trabajan los alumnos permitirá
que el modelo urbanístico que finalmente desarrollen pueda aplicarse en La Dalia, ya que estará
sustentado en el principio de austeridad –los recursos en un país
pobre son más limitados de lo que
pudiéramos imaginar– y en el de
la sostenibilidad. Es decir: hacer
lo máximo con lo mínimo pero teniendo siempre en cuenta que
todo, incluso la vida, es finito.
La respuesta del alumnado ha
sido masiva. Quizás porque en la
Universidad la teoría suele sobrepasar notablemente a la práctica.
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PLAN PEDAGÓGICO La elaboración del Plan de Ordenación Urbana,
PRÓXIMA VISITA El equipo universitario planea viajar este verano
que se entregará a la Alcaldía de La Dalia una vez terminado, permite a
los alumnos sevillanos profundizar en el aspecto social del urbanismo
a Nicaragua para poder presentar a las autoridades de la región de
Matagalpa, en la que se encuentra el municipio, su plan de ordenación
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TRABAJO DE CAMPO
Una experiencia distinta
Laura Moruno Guillermo
DISPERSIÓN. El único transporte público del municipio es un viejo autobús escolar.
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Y el urbanismo, para muchos de
los arquitectos en ciernes, se limita a la apasionante tarea de colorear mapas de términos municipales más o menos conocidos, próximos y trabajados. “Yo veo aquí que
estoy haciendo un trabajo real,
que le servirá a la gente para algo,
no limitándome a colorear mapas
por colorearlos”, cuenta uno de
ellos. Babiano, que imparte el
curso junto a dos profesores más,
resalta el sentido último de su trabajo: “enseñar una metodología
de trabajo que permitirá a los
alumnos pensar por sí mismos,
que en definitiva es la tarea de la
SELVÁTICO. La naturaleza cerca a las viviendas.
PLANIFICACIÓN
El trabajo de los alumnos
permitirá al municipio
nicaragüense organizar
su crecimiento de forma
más lógica y ordenada
universidad, poder solucionar los
problemas que vayan encontrando entre varias opciones posibles,
que razonen lo que hagan y, sobre
todo, encontrar la lógica oculta
que hay detrás de las cosas, la demostración de que las cosas no son
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como son porque sí, sino que cada
ciudad tiene sus propias características y su propia lógica, desde la
que hay que empezar a trabajar”.
El alumnado que trabaja en el
Plan de La Dalia desbroza una vez
a la semana , y durante seis horas,
los intrincados mapas de Nicaragua, una tierra que el escritor argentino Julio Cortázar encontró
violentamente dulce y que, en la
distancia, al otro lado del océano,
espera que en Sevilla encuentren
una semilla de papel sobre la que
poder ver crecer la flor más hermosa: la del porvenir, si es que
éste, finalmente, existe.
La primera clase del curso de
prácticas de Urbanismo, allá por
el octubre pasado, comenzaba
con una sorpresa: municipio de
El Tuma-La Dalia, Nicaragua.
Con ello, la oportunidad de desarrollar el trabajo de un año en
un ámbito bastante diferente al
que normalmente vivimos. Al
principio, murmullos y acogida
mayoritaria. Suena lejos y,
quizá por ello, interesante,
como interesante también,
entre otras cosas, por lo inusual
que suponía en lo que habían
sido hasta entonces nuestras
asignaturas de Urbanismo, normalmente bastante centradas
en nuestro entorno local-provincial. El caso es que se presentaba diferente, y en ello había
un notable interés general entre
los que escuchábamos.
Inmediatamente después, la
pregunta inevitable: cómo
vamos a actuar en un territorio
que ni conocemos ni, de momento, íbamos a visitar. ¿Es que
todo se quedaría al final en un
trabajo de laboratorio? Bueno,
es evidente que las circunstancias ponen una distancia entre
nuestro trabajo y la realidad,
pero no todo quedará en eso (al
menos eso esperamos), incluso
se comentó que nuestro trabajo
llegará finalmente a Nicaragua
y probablemente lo utilicen de
alguna u otra manera. Y esta
dosis de aplicación real del proyecto es, en estos últimos cursos
de carrera, bastante valorada
por nuestra parte.
Desde las primeras clases,
uno de los objetivos principales
fue acortar esa distancia mediante fotos, diapositivas, vídeos que comentábamos, y la
presencia de arquitectos que
hace unos meses han estado
trabajando en el municipio
(entre ellos uno de nuestros
profesores). Ello, además de
los acostumbrados planos y documentación escrita de que
disponemos. Así, la primera
fase del curso se puede decir
que ha ido encaminada fundamentalmente a adquirir un
cierto conocimiento de la zona
para poder empezar a trabajar
(aunque en realidad el trabajo
ya había, pues, empezado).
Toda esa información fue recopilada, seleccionada, compartida, interpretada, ampliada,
debatida, hecha nuestra. Bien,
y ahora qué.
Actualmente nos encontramos en un segundo tiempo:
cómo utilizar ese conocimiento. Todas esas conclusiones que
se han sacado sobre el territorio, su ocupación, su optimización tienen que servir para algo
más que para un estudio.
Somos futuros arquitectos. Tenemos que darle forma real a
las ideas. Forma física. Cómo
hacerlo. En ellos estamos traba-
jando hoy: el famoso papel en
blanco (que cada vez es menos
blanco), el lápiz… cómo la población antropiza este territorio para
hacerlo suyo, y cómo nosotros podemos proponer formas más óptimas de antropizarlo, de sacarle
más partido al medio, proponer lugares donde las personas puedan
desarrollarse libremente como
seres individuales y a la vez como
pertenecientes a una sociedad (esa
cualidad que tienen los buenos espacios públicos). Y todo ello teniendo en cuenta que los recursos
son bastante limitados y que en
ocasiones de lo que estamos hablando es de evitar las consecuencias de grandes desastres a los que
este territorio parece estar (entre
comillas) habituado. No se trata
pues, de grandes alardes. Se trata,
más bien, de otra cosa.
Concentración o dispersión, reunirse para defenderse, para desarrollarse, para conseguir servicios
comunes o diseminarse en el territorio para trabajar la tierra cada
uno, reunirse para intercambiar,
para comerciar, moverse o quedarse, comunicar o separar, abrir
o cerrar, cambiar o dejar. Probablemente no sea “o” sino “y”. Se
trata de un territorio y de unos
asentamientos urbanos lejanos y
distintos a nuestra cultura, pero
en ellos, como en otros muchos
que conocemos y no están lejos de
aquí se dan unos problemas que en
el fondo resultan perfectamente
comparables, y tanto en unos
como en otros se da una lógica,
que en cada medio da lugar a respuestas diferentes.
Así que esa distancia que comentábamos al principio queda recortada por la lógica. Como dice nuestro profesor: trabajamos en un
gran equipo. Claro está que ese
equipo no tiene la solución para
todo. Es evidente que no podemos
conocerlo todo y aunque así lo
fuera no tendríamos la verdad absoluta. Pero sí podemos aprender a
tener una mente abierta que se
adapte a las distintas situaciones y
sepa mirar, escuchar lógicas y utilizar el conocimiento y la información con sentido común.
Aún si nuestro proyecto no le sirviera directa o indirectamente al
municipio donde trabajamos, no
sería un año inútil, por supuesto.
Los primeros que aprendemos con
esto somos nosotros, que estamos
estudiando. El hecho de crear, proponer, ya nos merece la pena. Pero
si de todo esto se pueden sacar soluciones reales, resultaría aún más
gratificante. Ello nos da mucho
que pensar en la utilidad y en la
responsabilidad de nuestro trabajo. La utilidad esperamos que sea
grande. La responsabilidad, desde
luego, ya lo es. Pero esa responsabilidad existe y cada uno tiene que
asumir la suya. Ni más, ni menos.
Por eso hay que conocerla bien. Y
pensamos que ello se debe empezar desde la Escuela.
, Laura Moruno Guillermo es alumna
del curso de Urbanística de El Tuma-La Dalia.
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