¿Se siente cómoda la conciencia c r i s t i a n a en una

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REFLEXIÓN
¿Se siente cómoda la conciencia
cristiana en una sociedad plural?
Rafael Alvira
En la heterogénea sociedad del nuevo milenio, el pluralismo aporta riqueza humana. El deber del
hombre cristiano en dicha sociedad es trabajar para mejorar la convivencia día a día. Pero evitar y
rechazar el mal no resulta una tarea fácil. Aunque ante los momentos de flaqueza la fuerza de
Dios nos acompaña, la "conciencia cristiana" también exige esfuerzo, dedicación y reflexión
T
oda sociedad es necesariamente plural
desde muchos puntos de vista. Ésa es la
riqueza humana, que no se encierra en moldes estrechos. Cuantas más dimensiones y facetas
tiene una sociedad, más rica y más humana es, al
menos en principio.
Así pues, cuando se habla de sociedad plural
en relación con el cristianismo, se hace referencia
sólo a los aspectos del pluralismo que pudieran
incidir positiva o negativamente sobre la conciencia cristiana.
Esa conciencia, si de verdad lo es, en el sentido
de que un sujeto con la ayuda de Dios pone de su
parte lo posible para encarnarla cada vez más, es
muy fuerte. Puede no sólo resistirlo todo, sino
40 IESE • REVISTA DE ANTIGUOS ALUMNOS, junio de 2000
también vencer y ganar terreno en cualquier circunstancia.
Una conciencia llena del conocimiento tan sabio
y de la fuerza tan amable de Cristo, tiene dificultades en la vida, como es lógico, pero no se enfrenta
a ningún problema insoluble de fondo. Para ella,
las dificultades son invitaciones a mostrar, a hacer
presente y real la palabra viva de Dios. Precisamente el sentido de la historia es ése: todo lo que sucede y nos sucede es una ocasión para que se
verifique lo que los antiguos padres griegos llamaban la dóxa theou, es decir, la aparición, presencia
Rafael Alvira es Director del Instituto Empresa y Humanismo
de la Universidad de Navarra.
REFLEXIÓN
o gloria de Dios. Dios se hace presente, aparece en
la buena acción del cristiano colocado frente a
cualquier circunstancia.
Se puede decir que, en este mundo, el cristiano
está más bien incómodo si lo tiene todo fácil, si
Una conciencia
cristiana tiene dificultades en la
vida, como es lógico, pero no se enfrenta a
ningún problema insoluble de fondo.
Para ella, las dificultades son invitaciones
a mostrar la palabra de Dios. Precisamente
el sentido de la historia es ése: todo lo
que sucede es una ocasión para que se
verifique la “gloria” de Dios, que “aparece”
en la buena acción del cristiano
no tiene un trabajo que hacer, una persona a la
que ayudar, un alma a la que acercar a Dios o una
estructura social que mejorar.
Cristo vino para salvar a los pecadores, y los que
le siguen deben hacer lo mismo. Aquí, los únicos
problemas que pueden darse –y a veces se dan–,
son, por un lado, la existencia de ambientes demasiado alejados del bien, en las personas y en las
estructuras, frente a los cuales puede ser necesario
tomar cautelas; por otro, la debilidad pasajera del
cristiano, que le puede aconsejar igualmente tomar
precauciones en determinados momentos y lugares.
Hasta aquí, las ideas más
básicas. Después, es
menester añadir que
resulta indudable que un
cristiano se sentirá más o
menos cómodo según
sean las circunstancias y
el ambiente, y que su
obligación es trabajar y
actuar para que ese
ambiente mejore lo
máximo.
medios razonables. Cuando con ellos no se puede
evitar, es mejor, como ya pedía Platón, retirarse
momentáneamente a la vida privada y pedir a Dios
que se cambien las cosas.
El juicio prudencial ha de indicar, en cada
momento y ocasión, cómo combinar el profundo
respeto a todas las personas y la mayor amplitud
posible –más la flexibilidad correspondiente– en la
tolerancia, con el decidido rechazo de lo que en
conciencia aparece como objetivamente malo. No
oponerse a las malas acciones es un acto innoble y
de cobardía para cualquier persona honrada, y no
sólo para una conciencia cristiana.
Por último, en lo referente a la esfera política institucional, a mi modo de ver la postura correcta se
distancia tanto de la que sostiene que la política es
sólo cuestión de opiniones como de la que defiende su carácter dogmático.
Ciertamente, la mayor parte de los juicios políticos se refieren a cuestiones opinables, pero también hay verdades políticas: es mejor el orden que
el desorden, la justicia que la injusticia, la participación adecuada que el despotismo, etc.
Sin embargo, desde hace tiempo, la acepción
común de dogma es la de una verdad global, referida de forma implícita o explícita a todo un sistema
en el que se cree. Desde este punto de vista, no hay
dogmas en política. Las indudables cualidades y ventajas del sistema democrático, por ejemplo, no permiten, sin embargo, convertirlo en dogma, como
hoy se hace con frecuencia. Y me parece precisamente una de las virtudes de ese sistema el que sea
antidemocrático el ser dogmáticamente democrático.
Pero tampoco me parece justo sacar de ahí la
conclusión de que la democracia es puro
procedimiento, porque sin duda hay verdades políticas en ella más allá del procedimiento. No darse cuenta de ello
equivale a dogmatizar este último.
No permitir el
mal es un imperativo
bíblico antiguo, pero
no hay duda de que
se ha de aplicar con
REVISTA DE ANTI-
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