330 - Interciencia

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EDITORIAL
LAS NECESIDADES DE NUESTRAS GENTES
En nuestro continente, desde los países más pobres y
con un menor desarrollo social y económico hasta los más
desarrollados y prósperos, los retos más perentorios convergen en dos áreas fundamentales: educación y salud. Si bien
muchos relacionan la calidad alcanzada en ambas áreas con
el PIB y otros indicadores económicos del respectivo país,
no son éstos sino aquellas las que resultan determinantes en
su desarrollo.
Sin un adecuado desarrollo del sector salud, comprendida ésta en un sentido integral, incluyente de la atención
primaria y especializada, preventiva y curativa, así como de
la seguridad social de la población y, en general, la preservación del ambiente y la calidad de vida de los ciudadanos, no
es posible hablar de una sociedad desarrollada. No obstante,
resulta obvio que algunos países considerados como de un
alto nivel de desarrollo no cuentan con una sociedad desarrollada en este sentido.
El nivel de desarrollo de un país se relaciona estrechamente con su capacidad productiva, sea de bienes tangibles
y riqueza o de valores culturales y morales, y ello depende
íntimamente de la formación del individuo, tanto humanística como científica y técnica. Mientras mayor sea el número
de personas incluidas en el proceso educativo y mejor sea
la calidad de esa educación, mayor será y más perdurará la
capacidad productiva y de bienestar social y personal de una
sociedad.
Los recursos naturales pueden representar un camino para
lograr bienestar, pero ello requiere de su explotación inteligente, para lo que hay que formar los recursos humanos necesarios. Si los administradores del rendimiento de esos recursos,
que son los gobiernos, no logran establecer niveles adecuados
de educación y salud para sus pueblos, a largo plazo el recurso
y los beneficios obtenidos se esfuman y poco o nada queda de
ellos para el bienestar de generaciones futuras.
La industria armamentista, por ejemplo, puede constituir
fuente de trabajo e inversión productiva, pero no son las ar-
mas y la capacidad bélica las que determinan el bienestar de
los pueblos. Por el contrario, ellas nutren las estadísticas de
lisiados y fallecidos. El nivel educativo y de salud y bienestar del pueblo jamás mejoran con la guerra.
En ambos frentes, el educativo y el de salud, resulta
crucial contar con la posibilidad de formar adecuadamente
a las generaciones en edad escolar en materias científicas.
A su vez, el cultivo de la ciencia y la investigación requiere
de una masa crítica de personal adecuadamente formado.
No se trata de que el establecimiento científico aporte las
soluciones a los problemas de un país. Se trata de que el
conjunto de la sociedad sea capaz de absorber e implementar los avances tecnológicos y poder decidir autónomamente
los caminos y las maneras de proceder, en lugar de optar
por la contratación de servicios y adquisición de bienes
sin la imprescindible capacidad de análisis de las opciones
existentes en un mercado globalizado por demás complejo
y competitivo.
Todo esto apunta a la necesidad inminente de concientizar a las autoridades acerca de la importancia de la formación de educadores en las áreas científicas y técnicas. En
países en los cuales las instituciones de formación docente
cuentan con una baja proporción de cursantes de estudios
pedagógicos con especialización en matemáticas, física, química y biología deben encenderse las luces rojas de alarma
por un futuro oscuro.
Solamente es concebible avanzar comprendiendo que la
primera e ineludible necesidad para que florezca ese cultivo
de las ciencias que conlleva numerosos aportes a la cultura
es la formación de recursos humanos. Alcanzando una formación sólida desde temprana edad en campos de la ciencia,
a la par de la necesaria formación civil y humanística, será
posible aspirar al logro de niveles que permitan nutrir las
universidades, los hospitales y las industrias de personal
capacitado para alcanzar los niveles deseados de desarrollo
y bienestar de la sociedad.
Miguel Laufer
Director
330
0378-1844/12/05/330-03 $ 3.00/0
MAY 2012, VOL. 37 Nº 5
EDITORIAL
THE NEEDS OF OUR PEOPLES
In our continent, from the least socially and economically
developed countries to the most developed and prosperous,
the more peremptory challenges converge in two fundamental
areas: education and health. While many relate the quality
level reached in both areas to the GDP and other indicators
of the respective country´s economy, it is not these, but the
former, that at the end are determinants of their development.
Without an adequate development of the health sector,
understood in a comprehensive sense, including primary
and specialized care, preventive and curative, as well as
the social security of the population and, in general, the
preservation of the environment and the quality of life of
the citizens, it is not possible to speak about a developed
society. However, it is obvious that some countries that are
considered as having a high development level are devoid
of a developed society in this sense.
The development ranking of a country is closely related to its productive capacity, be it of tangible goods and
wealth or of cultural and moral values, which goes hand in
hand with the technical as well as the humanistic formative
process of the individual. The greater the number of people
included in the educative process and the higher the quality
of the education, the better and more long lasting will the
productive capacity be and the social and personal wellbeing of a society.
The natural resources can constitute a means to achieve
such wellbeing, but this requires of its intelligent exploitation, for which the needed human resources must be trained.
If the governments, as the administrators of the profits from
such resources are unable to establish adequate educational
and health levels for their people, the resource and the benefits will fade away and little or nothing will remain in the
long term for the benefit of future generations.
The arms industry, for example, can constitute a productive source of labor and a productive investment, but
arms and battle power do not determine the wellbeing of
the people. On the contrary, they nourish the statistics of
crippled and dead people. The educational level, as well
as the health and welfare of the people never improve
with wars.
In both education and health it becomes crucial to
be able to adequately train the generations in school age
in science subjects. In turn, the cultivation of science
and research requires a critical mass of properly trained
personnel. It is not a question of the scientific establishment providing the solutions to the problems of a country.
Rather, this concerns the ability of the ensemble of a society to absorb and implement the technological advances
and be able to decide autonomously the ways and means
to proceed, instead of hiring services and buying goods
without the indispensible capacity to analyze the existing
options in a global, complex and competitive market.
All points toward the imminent need of making authorities aware of the importance of training educators
in the scientific and technical fields. In countries where
teacher training institutions have a low proportion of future pedagogues with specialties in mathematics, physics,
chemistry and biology, red alarm lights must start to flash
announcing a dark future.
It is only conceivable to advance when understanding
that the first and unavoidable need for the flourishing of
the cultivation of sciences, which brings numerous contributions to culture, is through the training of human
resources. By procuring a solid training from an early age
in the fields of science, together with the needed humanistic and civil formation, will it be possible to target the
achievement of a level that will allow to provide universities, hospitals and industries with the trained personnel
required to reach the desired levels of development and
wellbeing of society.
Miguel Laufer
Editor
MAY 2012, VOL. 37 Nº 5
331
EDITORIAL
AS NECESSIDADES DE NOSSOS INDIVÍDUOS
Em nosso continente, desde os países mais pobres e
com menor desenvolvimento social e econômico até os mais
desenvolvidos e prósperos, os desafios mais peremptórios
convergem em duas áreas fundamentais: educação e saúde.
Embora muitos associassem a qualidade alcançada, em ambas as áreas com o PIB e outros indicadores econômicos
do respectivo país, não são estes, mas sim aquelas as que
resultam determinantes em seu desenvolvimento.
Sem um adequado desenvolvimento do setor saúde, compreendida em um sentido integral, abrangente da atenção
primária e especializada, preventiva e curativa, assim como
da previdência social da população e, em geral, a preservação do ambiente e a qualidade de vida dos cidadãos, não é
possível falar de uma sociedade desenvolvida. No entanto,
resulta obvio que alguns países considerados como de um
alto nível de desenvolvimento não contam com uma sociedade desenvolvida neste sentido.
O nível de desenvolvimento de um país se relaciona
estreitamente com sua capacidade produtiva, seja de bens
tangíveis e riqueza ou de valores culturais e morais, e isto
depende intimamente da formação do indivíduo, tanto humanística como científica e técnica. Quanto maior seja o
número de pessoas incluídas no processo educativo e melhor
seja a qualidade dessa educação, maior será e mais perdurará
a capacidade produtiva e de bem estar social e pessoal de
uma sociedade.
Os recursos naturais podem representar um caminho
para alcançar o bem estar, mas isto requer de sua exploração inteligente, para o que tenha que formar os recursos
humanos necessários. Se os administradores do rendimento
desses recursos, que são os governos, não conseguem estabelecer níveis adequados de educação e saúde para seus
povos, ao longo prazo o recurso e os benefícios obtidos se
esfumam e pouco ou nada resta deles para o bem-estar de
gerações futuras.
A indústria armamentista, por exemplo, pode constituir
fonte de trabalho e investimento produtivo, mas não são as
armas e a capacidade bélica as que determinam o bem-estar
dos povos. Pelo contrário, elas nutrem as estatísticas de alejados e falecidos. O nível educativo e de saúde e bem estar
do povo jamais melhoram com a guerra.
Em ambos os frentes, o educativo e o de saúde, resulta
crucial contar com a possibilidade de formar adequadamente às
gerações em idade escolar em matérias científicas. Por sua vez,
o cultivo da ciência e a investigação requerem de uma massa
crítica de pessoal adequadamente formado. Não se trata de que
o estabelecimento científico aporte as soluções aos problemas de
um país. Trata-se de que o conjunto da sociedade seja capaz de
absorver e aplicar os avanços tecnológicos e poder decidir com
autonomia os caminhos e as maneiras de proceder, em lugar de
optar pela contratação de serviços e aquisição de bens sem a
imprescindível capacidade de análise das opções existentes em
um mercado globalizado muito complexo e competitivo.
Tudo isto aponta à necessidade iminente de conscientizar
às autoridades sobre a importância da formação de educadores nas áreas científicas e técnicas. Em países nos quais
as instituições de formação docente contam com uma baixa
proporção de estudantes de estudos pedagógicos com especialização em matemáticas, física, química e biologia devem
acender as luzes vermelhas de alarme por um futuro escuro.
Somente é concebível avançar compreendendo que a primeira e iniludível necessidade para que floresça esse cultivo
das ciências que traz numerosos aportes à cultura é a formação de recursos humanos. Alcançando uma formação sólida
desde muito jovem nas áreas da ciência, ao mesmo tempo
da necessária formação civil e humanística, será possível
aspirar atingir níveis que permitam nutrir as universidades,
os hospitais e as indústrias com pessoal capacitado para alcançar os níveis desejados de desenvolvimento e bem-estar
da sociedade.
Miguel Laufer
Diretor
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MAY 2012, VOL. 37 Nº 5
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