La guerra de independencia Fernando VII La „ley salica

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derrota naval de Trafalgar frente a los
ingleses. C óm plice de Napoleón Bonaparte, abrió las puertas de Es­
paña a los e jércitos imperiales, llegan­
do incluso a apoyar a estos declarán­
dole la guerra a los portugueses. Sal­
vado de las garras del pueblo que pretenió colgarlo en Aranjuez, se unió a
la fam ilia real en su „d e s tie rro “ de
Bayona. Presionado por el llamado
„M otín de Aranjuez", Carlos IV ablicó
en su hijo Fernando. O bligado por las
intrigas de la corte instigadas por Godoy, Fernando devolvió la corona a su
padre que, a su vez, la abdicó en Na­
poleón que, inm ediatam ente, se la re­
galó a su hermano José.
La guerra de independencia
Mientras que en Bayona los Borbones
se cubrían de ignominia, el pueblo
español, evidenciando ser digno de
mejores gobernantes, se cubría de
gloria. Levantado por el impulso de su
dignidad ultrajada y de su indomable
voluntad de ser libre, se lanzó a la
lucha contra los ejércitos vencedores
de Europa. Sus jefes surgieron de en­
tre sus propias filas y de la lealtad a
España y a sus compatriotas de unos
cuantos generales honrados y libera­
les. Zaragoza, Madrid, Bailén, los Arapiles, San Marcial y Gerona son, his­
tóricamente, los escenarios en los que
un pueblo generoso y valiente como el
español representa un drama en el que
se ofrece al mundo como dimensión
humana de la libertad.
Este drama histórico y ejem plar tuvo
m ultitud de héroes. Junto a Palafox,
Bermúdez de Castro, Ruiz, Velarde y
Daoíz — m ilitares que salvan el honor
de una institución m altrecha —, com ­
baten Andrés Torrejón, alcalde del pe­
queño pueblo deM óstoles, que publica
un bando m unincipal declarándole la
guerra al vencedor de El Cairo, de
Marengo, de Austerlitz, de Jena, de
Friedland, de Wagram, etc., Juan Mar­
tín „El Em pecinado“ , Francisco Ja­
vier Mina y su tio Espoz, Agustina de
Aragón, María Pita, „El C hinitas“ ,
„M ano de M orte ro “ y centenares, m il­
lares de hom bres y m ujeres de Espa­
ña, de Asturias, de Cataluña, de las
dos Castillas, de Extremadura, de
Galicia, de Valencia, del País Vasco,
de Aragón, de Andalucía . .. Detrás de
esta España popular en armas, los in­
telectuales, los clérigos liberales, los
artesanos progresistas y los represen­
tantes de todas las clases sociales,
redactan en Cádiz la prim era C onsti­
tución dem ocrática que se dió España.
EXPRES ESPAÑ O L/M AYO 72
Carlos IV — P rotector de Manuel Godoy.
Fernando VII
Ciñendo sobre su tosca cabeza y su
estrecha frente la corona de su pa­
dre, regresa del „d e s tie rro “ de Bayona
como rey a una España que le había
sido devuelta por un pueblo generoso,
engañado y agotado después de varios
años de lucha constante y cruenta;
por un pueblo a cuyos m ejores hijos,
orientados por las nuevas ¡deas sur­
gidas de la gran Revolución francesa,
en las que identificaron los reflejos
del sentido libertario que era con­
substancial al hombre español, Fer­
nando VII — llam ado por una ironía
„El Deseado“ — perseguiría, encarce­
laría, desterraría o asesinaría durante
su reinado.
Para afianzarse en un trono que tem ­
blaba ya por los m ovim ientos de la
reacción popular y nacional contra el
déspota sangriento e inm oral que se
sentaba en él, a Fernando VII no le
bastó con perseguir, encarcelar, des­
te rra r o asesinar a m illares de espa­
ñoles liberales y progresistas en cuyos
cuerpos y almas no se habían cerrado
aun las heridas de la guerra de inde­
pendencia sostenida contra los fran­
ceses, sino que, para aplastar aquella
reacción de la conciencia española
defraudada y ultrajada, tuvo necesi­
dad de llam ar y abrirle las puertas de
España a un e jército francés de repre­
sión — los cien mil hijos de San Luis —
m andado por el Duque de Angulema.
La „ley salica", origen de las
llam adas guerras carlistas
La muerte de Fernando VII, a quien
sus contem poráneos llam aron „El
Deseado“ cuando, ignorantes de su
com plicidad con Napoleón lo creyeron
un príncipe cautivo, y „Rey Felón“
cuando la realidad los desengañó y
sufrieron los efectos de su cruel y ar­
b itrario despotism o, dejó a nuestra
patria y a nuestro pueblo una heren­
cia de sangre no agotada aun en
nuestros dias. Al morir, estaba vigente
una ley llamada „S á lic a “ según la cual
las m ujeres no podían heredar la co­
rona, asegurándose la sucesión, en el
caso de que el rey no dejara hijos va­
rones, en los hermanos o parientes
mas próxim os. Fernando VII tuvo úni­
camente dos hijas, Isabel y María Fer­
nanda. Su hermano inm ediato en edad
era Carlos María Isidro. A este, pues,
según la Ley Sálica, le correspondía la
sucesión.
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