LAS COOPERATIVAS: UN INTENTO POR SUPERAR LA

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LAS COOPERATIVAS:
UN INTENTO POR SUPERAR LA CUESTIÓN DE LA CONCILIACIÓN.
LAS COOPERATIVAS: UN INTENTO POR SUPERAR LA CUESTIÓN DE LA
CONCILIACIÓN.
Para la sesión científica IV: “El trabajo femenino en la empresa”
Silvia Sánchez Hernández
(Tlf 661290733)
Socia Trabajadora de Acais Comunidad y Desarrollo S. Coop. Mad
Grupo de investigación “Otras, perspectivas feministas” de la UGR
Trabajadora de la Escuela Andaluza de Salud Pública
RESUMEN
El presente artículo trata de indagar en los diferentes abordajes del tema de la conciliación
de la vida laboral, familiar y personal para poner de relieve como en general tratan de
simplificar el tema con el fin de evadir una crítica al sistema capitalista y patriarcal de
manera más global y estructural.
Trato además de sacar a la luz aquellos estudios y propuestas que si abordan el tema de
manera más compleja para, a partir de estos, sostener que la organización cooperativa
puede ser una propuesta que permita la construcción de tiempos y espacios vitales de
manera personal y colectiva en condiciones de igualdad y libertad.
Silvia Sánchez Hernández para
“I Congreso Internacional sobre Género, Trabajo y Economía Informal” Elche. Febrero 2008
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LAS COOPERATIVAS:
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1.- ¿De qué hablamos cuando hablamos de Conciliación?
Sin entrar en las prácticas sociales que han sido y son múltiples y diversas, el modelo de
organización social de los espacios y los tiempos en las sociedades occidentales
industrializadas está construido en oposición. Tal y como expone Carrasco (2003) “... la
existencia de un tipo tradicional de familia (male breadwinner) junto al modelo de
producción fordista, que situaban a mujeres y hombres en ámbitos distintos - unas
dedicadas exclusivamente al hogar y los otros participando también en exclusiva en el
trabajo mercantil - había reducido la percepción de las distintas dimensiones del tiempo
al no solaparse tiempos de distintas características.”
Se refiere al modelo ilustrado patriarcal que sustentaba la realización personal del varón
en su dedicación profesional y participación en la vida política como buen ciudadano, y
que necesitaba que la realización personal de la mujer se limitara a su dedicación
doméstica y reproductora como madre y esposa.
Sin embargo, ese modelo considerado tradicional y criticado desde la teoría feminista ha
estado y aún está en algunos ámbitos presente, hasta estas últimas décadas, cuando,
según algunas autoras (Carrasco, Tobio, Bifani1), el cambio de este orden o modelo se
comienza a dar en la práctica a través de la entrada, o vuelta en muchos casos, de las
mujeres al mercado laboral y a la formación.
Llegadas a este punto deberíamos preguntarnos, tal y como lo hace Constanza Tobío
(2005) “¿porqué las mujeres trabajan?”
Bajo mi punto de vista habría básicamente tres razones, dos de las cuales las comparto
con Tobío (2005);
- La primera razón la obtengo de la teoría y crítica feminista. En concreto de la pensadora
y filósofa Simone de Beauvoir (1975) quien a pesar de vivir en un contexto en el cual se
consideraba que las leyes ya amparaban y defendían la igualdad entre mujeres y
hombres, pues las mujeres por fin habían obtenido el derecho a voto, ella pone de relieve
que tal igualdad no se da de facto. La autora plantea, en términos existencialistas, como la
construcción simbólica del mundo se convierte para la mujer en una jaula que impide que
1
Patricia Bifani presenta un análisis del impacto en la economía que supone la entrada de las mujeres al
mercado de trabajo en: Gregorio, C. y Agrela, B. “Mujeres de un solo mundo: globalización y
multiculturalismo” cap 1 “Globalización, genero y proletarización” de Colección Feminae nº13.
Universidad de Granada. 2002
Silvia Sánchez Hernández para
“I Congreso Internacional sobre Género, Trabajo y Economía Informal” Elche. Febrero 2008
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esta, por ser mujer, pueda construir su identidad en plena libertad, pueda construirse una
subjetividad capaz de trascender.
Las mujeres, en su búsqueda de espacios de realización personal se encuentran que en la
sociedad actual, uno de ellos, es el trabajo, es decir, el proyecto profesional y laboral.
Espacio que, tal y como decía al principio, estaba reservado para los varones, si no en las
prácticas sociales, si en el modelo principal a seguir.
- Así llego a la que entiendo es una segunda razón por la cual las mujeres trabajan, me
refiero al valor que actualmente se da al trabajo remunerado. Este argumento lo utiliza
Tobio (2005) pero lo desarrolla más ampliamente Carrasco (2003). Carrasco expone que
la construcción actual del tiempo que se dedica a diferentes tareas de la vida cotidiana
está sometido a la perspectiva economicista.
Esta claro, los tiempos valorados, porque además son más fáciles de objetivar, son los
tiempos mercantiles, que han tomado forma de dinero. Esta lógica “preside el resto de
los tiempos bajo una organización productivista y masculina”. Lo cual, deja fuera otras
dimensiones más subjetivas del tiempo, bien porque sean difíciles de cuantificar;
dedicadas al cuidado o a la relación con las personas, bien porque son tiempos
intangibles, personales, dedicados a ninguna tarea concreta pero que exigen concentración
y energías de la persona.
Si como mujer, en el reparto de espacios y tareas que propone el modelo tradicional, se
le asigna aquel que no es valorado por no ser productivo, cuantificable y transformable
en dinero, necesariamente las mujeres van a exigir realizar aquellas tareas que se valoran y
que van a permitir que se las valore socialmente como persona. Aunque eso suponga
“vivir situaciones complejas de organización del tiempo y del trabajo, como resultado de
estar simultáneamente en dos espacios - hogar y mercado - que se manejan con
categorías distintas de tiempo”. (Carrasco 2003)
- La última razón por la que considero que las mujeres deciden trabajar está relacionada
con la base material para la subsistencia y la necesidad de mano de obra de la economía
global. Es decir, hoy en día, tal y como resalta Tobío (2005), “... la actividad laboral
femenina es una necesidad, no sólo de las familias, puesto que un salario ya no es
suficiente para mantener el coste de supervivencia, sino también de la economía en su
conjunto en un contexto de envejecimiento de la población y de creciente demanda de
mano de obra cualificada.”
Silvia Sánchez Hernández para
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Pero, si bien es verdad que las mujeres están incorporadas al mundo laboral, los análisis
que dan cuenta de ello están en cierto modo supeditados a las categorías que impone o
imponía el modelo tradicional de división de espacios y tiempos en productivos y
reproductivos, público y privado, laboral y doméstico.
La pregunta sería ¿las personas para vivir en plenitud y bienestar2 necesitan dedicar
tiempo y espacio solamente a estas tareas; familiar y laboral?
Ya adelantaba anteriormente, en la exposición del análisis sobre el tiempo de Carrasco
(2003) cómo la construcción de este, que divide las tareas de manera “productiva y
masculina”, se deja irremediablemente fuera actividades subjetivas de cuidado,
relacionales, o personales que se desarrollan tanto dentro como fuera del hogar y que
parecen no tener cabida en esta construcción y por tanto en estos análisis. ¿Donde están
en esos análisis los tiempos y espacios dedicados a la formación, la participación en la
vida institucional y colectiva, de relaciones familiares, de ocio...?
Carrasco (2003), citando a Torns (2001b:140) ya nos recuerda que “tanto el calendario
como el reloj son convenciones humanas” y que por tanto las divisiones o
categorizaciones que hagamos del tiempo y de los espacios también lo son.
Las actividades cotidianas a las cuales las personas dedican tiempo en los diferentes
espacios para desarrollarse personalmente son innumerables, múltiples y diversas, y no
pueden reducirse a trabajo y hogar, ya que estas categorías no consiguen dar cuenta de
toda la complejidad de la realidad e incluso pueden continuar y de hecho continúan
invisibilizando prácticas de dominación patriarcal.
Teresa del Valle (1991) en su artículo “El espacio y el tiempo en las relaciones de
género” expresa esta idea con total claridad.
En definitiva, hablar de conciliación supone hablar de bienestar personal, de proyecto
personal, vital y relacional que desarrollar en diferentes espacios y tiempos entre los que
se han de incluir aquellos que permitan la consecución de las condiciones materiales
necesarias. El análisis de las prácticas y construcciones simbólicas al respecto exige
propuestas complejas que desvelen el sentido y el significado de las mismas, y que a su
vez sean capaces de abordar la mayor cantidad de variables que están presentes, sean
estas del tipo que sean.
2
Utilizo el concepto de “bienestar” en sentido amplio e integral. Es decir, una persona está bien cuando
tiene las condiciones materiales y simbólicas para construir su subjetividad en libertad y armonía, cuando
se relaciona de forma saludable con ella misma, con las demás personas y con el mundo.
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Actualmente, cuando se habla de conciliación, además de que, tal y como venía
exponiendo, se reduce la vida de la persona al empleo y la familia con los peligros que
esto conlleva, el tema se trata; por un lado como si fuera un problema de mujeres que
estas deben abordar de manera individual en vez de verlo como “un problema social,
colectivo y, por lo tanto, político” (Ana Mª Rivas. 2006), y por otro solo se incide o se
plantean cambios en el aspecto familiar, como si el laboral fuera intransformable, es
decir, sin “cuestionar el sistema capitalista de producción que está en el origen de la
organización actual del trabajo”. (Ana Mª Rivas. 2006)
2.- Estrategias y lo que suponen para las mujeres:
En este punto trataré de exponer las diferentes estrategias tanto individuales como
Estatales, que se están llevando a cabo en la actualidad, dirigidas a abordar la conciliación
desde este punto de vista; como problema personal y familiar y no como problema
laboral y estructural. De manera que permita poner de relieve el cómo lo único que
consiguen es perpetuar el sistema patriarcal de sujeción de las mujeres.
Para ello, voy a utilizar la clasificación que propone Tobío (2005) en la introducción de
su libro.
- El primer tipo de estrategias las califica de “estrategias principales” porque dice que
solucionan el problema en su totalidad ya que cubren todas las demandas de la vida
domestica.
Esto es cierto sobre todo si lo miramos desde la perspectiva economicista la cual, como
he expuesto anteriormente, es desde la que se suelen analizar estos temas. La familia
soluciona sus problemas de reparto de tiempos reproductivos aun a costa de renunciar a
calidad de vida (sobre todo mengua la calidad de vida de las mujeres aunque repercute
también en el resto de la familia) pero sin gravar a los presupuestos sociales del Estado;
pues ahorran en prestaciones como comedores escolares, permisos laborales de
maternidad y paternidad, escuelas infantiles, servicio a domicilio... entre otros.
En algunos análisis acerca de cómo las familias delegan parte o la totalidad de las tareas
domésticas en terceras personas para poder dedicar su tiempo al empleo nos
encontramos con básicamente dos maneras: Una es delegar estas tareas en familiares,
sobre todo la abuela materna (Rivas. 1999) quien realiza esas funciones sociales que
permiten un gran ahorro a las arcas del Estado. La otra manera es delegar estas tareas,
funciones y estares en alguien que recibe una remuneración económica y que por
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supuesto permite también no gravar al Estado. Entiendo, que entre estas dos posiciones
encontramos situaciones intermedias que solucionan la llamada “doble presencia”
delegando parte a redes familiares y parte a empleadas. La elección de la forma de
abordar el problema va a depender de la situación económica (cuestión de clase), de las
redes familiares y sociales con las que se cuente... Es decir, de las condiciones materiales
pero también de las condiciones simbólicas que maneje su entorno más cercano en
relación a lo que es ser una buena mujer, madre, esposa, hija...
En un estudio realizado por Díaz Gorfinkiel y Martinez Buján (2007) exponen que hasta
cierto punto las familias, y en concreto las mujeres, hacen una división de las tareas del
hogar en tareas físicas y tareas emocionales, sobre todo en relación a los cuidados a las
personas generalmente dependientes. Estas autoras resaltan como a pesar de que el rol de
madre, esposa e hija en el modelo social general ha variado, este lo ha hecho ligeramente,
pues hay determinados aspectos, actividades o ritos sociales de estos roles que se
consideran no delegables. En el estudio destacan que esto se da sobre todo alrededor de la
maternidad y lo que se considera “ser buena madre” en relación a la atención de los hijos
e hijas. Sin embargo, en relación a la atención a las personas mayores dependientes, es
decir, el sentido que se le da a “ser buena hija”, esta distinción de tareas entre físicas y
emocionales no se da tanto.
Es decir, las familias, y sobre todo las mujeres para no dejar de acercarse al cumplimiento
de lo que se espera de ellas como buenas mujeres (madres, esposas, hijas) sopesan muy
bien cuales son las tareas domesticas que delegan a terceras personas y cuales no. Incluso
al sopesar, también tienen en cuenta en quien están delegando las actividades domésticas.
En este sentido, por ejemplo, cuando se delega en familiares, que como decíamos
anteriormente suele ser la abuela materna, la vivencia de abandono de las funciones como
madre, esposa e hija es menor. Las mujeres no sienten tanta necesidad de cuestionar si
las tareas físicas están ligadas o no a tareas emocionales. Al ser la persona en que se
delega de la misma familia el afecto está garantizado, es una obligación moral de esta que
no supone un intento de sustitución del afecto materno, filial o conyugal.
Otra cuestión es cuando se delega en empleadas. La mayoría de los estudios que he
revisado hablan de cómo actualmente esta función de empleada domestica la están
desarrollando fundamentalmente personas inmigrantes, generalmente mujeres.
Por un lado las mujeres que ejercen de empleadoras están desarrollando y perpetuando
una jerarquía social no solo de clase y género, sino también de etnia3. Para ello utilizan
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Para saber más consultar Torns, 1995 y Lutz, 1997. Ambos citados por Aguilar, Cruz y Lozano 2007
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diferentes tipos de justificación ideológica discursiva ficticia; una justificación sería
aquella que se basa en esa diferenciación de tareas entre físicas y emocionales. Las
empleadoras desarrollan sobre todo las emocionales (y dentro de estas las que cada una
considere no delegables), lo cual les permite continuar considerándose buenas madres,
esposas o hijas, y delegan las físicas. Esto supone pensar que las tareas físicas o de
atención y de trabajo con personas pueden ser desligables de afectos y emociones, cosa
que es imposible a no ser como categoría analítica (aunque si no es separable en la
realidad como antropólogas deberíamos buscar categorías que diesen cuenta mejor de la
realidad en toda su complejidad). Pero además, esto tiene consecuencias en el imaginario
social y colectivo; conlleva una “desvalorización del trabajo doméstico aún siendo
asalariado”, junto a una “naturalización de las aptitudes femeninas para las tareas de
limpieza y cuidado” (Diaz, Cruz y Lozano. 2007), ya que como decía anteriormente las
empleadas son generalmente mujeres.
Y, la otra justificación es aquella que se basa en argumentos de modernidad y civilización
tratando de encubrir relaciones de explotación y abuso de poder. “Se utilizan los
conceptos de cultura, etnicidad y género para legitimar la superioridad sobre sus
empleadas domésticas, dándose la paradoja de que estas empleadoras reconocen ciertos
derechos a las trabajadoras domésticas españolas, a los que hacen la “vista gorda” en
el caso de que las mujeres sean inmigrantes. Esta asimetría de poder nunca se visualiza
como un mecanismo de explotación, sino que se encubre ideológicamente con discursos
relacionados con la “civilización” y la “modernidad”, según los cuales el servicio
doméstico es lo que permite a las mujeres inmigrantes mejorarse y mejorar. Es decir, el
discurso es que se les está haciendo un favor, un regalo.” (Diaz, Cruz y Lozano. 2007)
En el fondo, esta división de tareas entre mujeres establece entre ellas una relación
jerárquica en la cual el varón no aparece o se sitúa por encima.
Esta realidad que pone en relación a diferentes mujeres alrededor de la cuestión de la
delegación de tareas, actividades y funciones adscritas socialmente al hogar, siendo esta
relación en unas ocasiones jerárquica (cuando se da entre empleadora - empleada) y otras
de obligación familiar, estaría dentro de lo que se ha venido denominando “las cadenas
mundiales de afectos y asistencia” (Rusell. 2001). Es decir, delegar ciertas funciones
domésticas en otras mujeres para incorporarse al mercado laboral es una estrategia
utilizada por muchas mujeres a nivel mundial en función, como decía anteriormente, a
sus posibilidades socioeconómicas.
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En relación a la justificación ideológica y discursiva hacia el cumplimiento del rol o
modelo ideal de mujer, madre, esposa e hija, Gregorio (2002) va un poco más allá en su
análisis de las migraciones femeninas de Republica Dominicana a España. Tras su
análisis concluye que los proyectos de estas mujeres están totalmente dentro de un
orden de dominación y control patriarcal. En palabras de la autora: “De la migración de
las mujeres en la comunidad de origen se espera no sólo los beneficios económicos remesas - también la reproducción social y simbólica de un orden de relaciones de
dominación de género que implica el cumplimiento de asignaciones de género y
parentesco como madres y esposas.”
En definitiva, tanto mujeres autóctonas como mujeres migradas, empleadas o
empleadoras están sometidas a una organización social que las continúa exigiendo el
cumplimiento de unas funciones, actividades y tareas asociadas a un rol o modelo de
mujer, madre, esposa e hija que ni siquiera podemos decir que quede relegado al espacio
domestico, sino que forma un imaginario de funciones estereotipadas que le son propias.
Un imaginario que no cuestiona si a partir de estas funciones podrán las mujeres
desarrollarse como persona, construirse una subjetividad propia, un proyecto vital,
sentirse bien. En definitiva, en palabras de Simone de Beouvoir ; “trascender”.
- El segundo tipo de estrategias que recoge Tobío (2005) en su clasificación las llama
“estrategias complementarias” pues parchean pero no solucionan el problema. Dentro de
estas engloba varios tipos; “estrategias espaciales” que consisten en minimizar los
desplazamientos viviendo cerca de los familiares, del trabajo..., “estrategias de tiempo”
como dedicar tiempo de ocio o de descanso en tareas domésticas, simplificar la gestión
del hogar a través de la adquisición de productos elaborados..., “estrategias indirectas”
como retrasar y reducir el número de hijos e hijas, y “estrategias extremas” que se
adoptan cuando no hay posibilidad de elección como no ir al trabajo o dejar solos a los
hijos e hijas pequeñas.
- En ultimo lugar me gustaría poner de manifiesto, no las estrategias individuales o
privadas que ponen en marcha las familias, sobre todo las mujeres, como posibles
soluciones al problema denominado de la “doble presencia”, sino las estrategias y
soluciones que viene ofreciendo el Estado de bienestar a esta problemática.
Las criticas feministas al Estado del bienestar vienen del hecho de que este ignora la
dimensión de género y considera a la familia como proveedora de servicios de bienestar.
Para Moreno (2004) “el advenimiento de la familia postpatriarcal depende, en parte, de
la naturaleza y el carácter de la política familiar adoptada por cada Estado - nación”. La
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autora realiza una tipología de grupos de Estados de bienestar en relación a las políticas
familiares que llevan cada a cabo para compararlas. En esta tipología, España entraría
dentro de los Estados con un “régimen de bienestar mediterráneo” (categoría utilizada
por Esping Andersen) “caracterizado por el familiarismo, en el que el Estado considera
a la familia como un ámbito privado en el que se han de resolver los conflictos
familiares derivados de la compatibilización familiar y laboral. En este régimen de
bienestar, el Estado prácticamente no ha protegido a las familias de los riesgos
derivados del mercado ni tampoco ha potenciado de forma activa la extensión de los
derechos de ciudadanía a la mujer trabajadora”.
Para la autora, el que la mujer mediterránea se haya incorporado en menor grado al
mercado de trabajo o que lo haya hecho a expensas de estrategias personales y familiares
se debe al poco intervensionismo en materia familiar del Estado.
Sin embargo, no se cuestiona ni en este, ni en ninguno de los otros tipos regímenes de
bienestar Europeo que analiza, el hecho de que los cambios familiares y de roles de
géneros, como ella misma los denomina “familia postpatriarcal”, tengan que darse
acompañados de un cambio en la concepción del mercado laboral y de las características
actuales de obtención de las condiciones materiales de supervivencia y bienestar.
Como mucho, esta y otras autoras ponen de manifiesto que el cambio en la organización
familiar tiene que pasar por un cambio en los varones, los cuales deberían asumir tareas,
funciones y actividades de mantenimiento y reproducción del hogar. Algo que se
convierte en una tarea muy compleja, bajo mi punto de vista, por dos razones; una
porque son unas tareas, funciones y actividades que socialmente no tienen ningún valor
(ni material, ni simbólico), y otra porque supondría colocarse en situación de doble
jornada, de renuncia al tiempo libre, personal, cívico, de ocio... que ellos, como varones,
ya tienen conquistado.
Aún así, estas críticas son bastante reduccionistas pues plantean una solución que si bien
es necesaria para terminar con la dominación patriarcal, no sirve para todos los tipos de
organización y composición familiar existentes en la actualidad. Es decir, compartir los
asuntos reproductivos entre mujeres y varones supone hablar de familias nucleares
heterosexuales, lo cual no recoge la multitud de tipos de familias que conviven en la
actualidad; monoparentales, homosexuales, reconstituidas, transnacionales, ...
De modo, que la solución ha de pasar, además de por un cambio de actitudes en los
varones y las mujeres, por plantear nuevas formas de organización social que permitan;
el sostenimiento material, la reproducción social y la realización personal.
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3.- Propuestas de cambio cultural y social
A partir de la revisión documental he encontrado dos propuestas que, a mi parecer, si
son un intento de abordar el núcleo del problema de la conciliación.
El primer caso es “la propuesta de ley de iniciativa popular: las mujeres cambian los
tiempos” por parte de la sección femenina del partido comunista italiano, a la que accedo
a través de la presentación que hizo de la misma, Elena Cordoni (1993) en un curso de
verano de la Universidad Complutense de Madrid. El punto de partida, expone Cordoni
es “el tiempo”.
Las razones por las cuales proponer esta ley las desarrolla Grau (1990) en un intento de
ir más allá de la mera división sexual de los espacios y los tiempos en privado y público,
realizando un análisis profundo desde la perspectiva de la construcción y la vivencia del
tiempo en la sociedad en general. La ley es una búsqueda de las maneras en que las
personas puedan tener tiempo para ellas, para su estudio, el trabajo, el cuidado de los
otros y el autocuidado generando un mundo donde sea posible ser más libres y vivir en
función de los propios deseos.
La argumentación de Grau se divide en tres razones:
La primera razón parte de la necesidad interna de las mujeres de construirse en libertad
en un espacio, tiempo, simbología y organización material que han sido configurados
desde la subordinación de un sexo bajo otro. Parte de la necesidad de emancipación de la
mujer y de la necesidad de valoración y reconocimiento por parte de los otros de su
herencia cultural. En palabras de la autora “no pretendemos rehabilitar la “feminidad”
tradicional sino enderezar las relaciones sociales y entre los sexos en forma tal que las
experiencias, pensamientos y maneras de ser de las mujeres cobren peso y adquieran
valor” .
La segunda razón que expone Grau está en relación con su condición de mujeres
comunistas, lo cual les lleva a realizar una propuesta que suponga una reorganización de
la sociedad. El problema de la doble jornada no está en la mujer ni en la familia, sino en el
modelo industrial capitalista que lo traduce todo a producción cuando la vida está llena
de improductividad saludable y necesaria para el bienestar.
Efectivamente, esto supone “trastocar el modo de organizar y concebir el trabajo, el
tiempo y la convivencia social”, pero también supone “establecer una nueva jerarquía
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de valores que comprenda criterios sobré qué es importante, qué es público y qué es lo
que requiere tiempo”. (Grau, 1990)
La tercera razón está en relación con la necesidad real de que las mujeres ejerzan su
derecho como ciudadanas de pleno derecho entrando de verdad en los circuitos de poder
y decisión política. De ahí la necesidad de proponer una ley, de entrar en el Parlamento y
de comenzar una línea de participación política y ciudadana como protagonistas capaces
de destituir el dominio que ejercen los poderosos junto con otros sectores fuertes de la
sociedad que lo único que han conseguido es vaciar de sentido a la democracia.
La propuesta de ley parte de la necesidad de cambio cultural y social como necesario e
incluso imprescindible para alcanzar la igualdad entre los sexos y el bienestar de las
personas. En su argumentación teórica, las italianas son realmente más ambiciosas que lo
que después consiguen plasmar en el proyecto de ley (o resumen del mismo. Cordoni
1993). Son conscientes de que la ley de tiempos es un avance, pero que por si misma no
producirá el cambio, habría que pasar además por “mantener juntos e interrelacionados
elementos diversos para abrir paso a experiencias subjetivas y a modelos organizativos,
en el sistema social, radicalmente innovadores, ... y en segundo lugar, que es condición
para la libertad ... configurar una pluralidad de opciones y hacerlas posibles en la
realidad”. (Balbo, 1990)
Aún así, ellas elaboran una propuesta práctica, tangible, en la que las medidas no van
dirigidas a que las mujeres reciban ayudas para conciliar mejor sus diversos trabajos, sino
que van dirigidas a que todos los trabajos sean compartidos. Esto lo resume Cordoni
(1993) en tres tipos de propuestas:
- El primer grupo de propuestas están dirigidas a “el tiempo a lo largo de la vida”.
Comprende una serie de medidas dirigidas a romper con un modelo rígido de vivir la vida;
escuela, universidad u otro tipo de formación, trabajo y jubilación. De manera que las
personas tengan opción de construirse su vida como quieran. Esto supone un cambio en
la “organización del trabajo que no esté modelada sobre las exigencias de la
productividad y los beneficios” (Cordoni 1993). Es decir, medidas concretas, pautadas y
detalladas que recogen el que “cada individuo (hombre o mujer) pueda tener la
oportunidad de separarse temporalmente del trabajo para volver a empezar a estudiar,
para jugar con sus hijas e hijos, acompañar a un familiar anciano o enfermo, para
seguir cualificándose o incluso simplemente porque se quiera reflexionar sobre su
propia vida. Y que pueda hacerlo conservando el puesto de trabajo, sin reducciones
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importantes de su renta, sin perder sus derechos a la seguridad social y la asistencia
médica, sin perjudicar su carrera” (Cordoni 1993).
- El segundo grupo de propuestas están dirigidas a “el tiempo en el trabajo” . Son
medidas de reducción, flexibilización, articulación... del los tiempos productivos
(jornada), de manera que sea posible realmente compaginarlo con las exigencias y deseos
de la vida privada. En la propuesta, la flexibilidad, discontinuidad, desincronización... de
los tiempos dedicados al empleo se conciben como libertades para los y las trabajadoras,
no como la afirmación del poder patronal. Es decir, tiene en cuenta que este tipo de
medidas si no se regulan en su totalidad se pueden volver, y de hecho puede que se estén
volviendo ya, en contra de quienes trabajan o producen. No es raro en la actualidad unir
flexibilidad laboral a precariedad y eso no son condiciones laborales que se acerquen a
permitir a las personas ser más libres y afirmarse en sus deseos y decisiones.
- El tercer y último grupo de propuestas están dirigidas a “el tiempo en las ciudades”.
Son medidas concretas que establecen modos de coordinación entre los diferentes bienes
y servicios que ofrece la ciudad, el barrio o la comunidad, tanto públicos como privados,
y los tiempos de trabajo de quienes utilizan estos servicios. La ciudad está pensada para
que en las familias haya alguien dedicado a la producción, normalmente el varón, y otra
persona dedicada a la reproducción y por tanto disponible todo el día para utilizar estos
servicios, normalmente la mujer. Esto tiene que cambiar pues, actualmente, trabajando o
intentando trabajar todas las personas adultas que conforman los diferentes tipos de
hogares, se vuelve necesario ajustar los horarios para que el uso de los bienes y servicios
no signifique la puesta en marcha de medidas personales y/o familiares que reproducen la
división sexual del trabajo y el sistema de dominación patriarcal, tales como las que se
exponían al comienzo de este articulo, a saber; delegar estas tareas en un familiar
normalmente mujer o en una empleada del hogar, faltar al trabajo, renunciar a tiempo de
ocio...
En definitiva, considero esta propuesta totalmente revolucionaria pues va al núcleo del
problema aceptando que el cambio ha de ser de la organización social. Pero no de
cualquier manera, sino que hay que buscar formas de organización(es) social(es) que
permitan y promuevan un cambio en la construcción simbólica colectiva del mundo
capaz de superar el análisis dualista de opuestos para pasar al complejo e integral. Como
dice Pennacchi (1990) “la noción de dualismo tiene que ser reemplazada por la de
coexistencia y/o conflicto entre culturas diversas. Al producirse este reemplazamiento el
contraste no se da ya entre corazón y razón, entre mente y cuerpo, pues estos se hayan
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siempre juntos, de modo que sólo el carácter deformante de nuestra formación
occidental nos impulsa todavía a verlos separados.”
El segundo caso profundiza todavía más en esta línea de superación de la perspectiva
dualista. Se trata del proyecto de “Precarias a la deriva” una propuesta de análisis desde
la investigación - acción sobre la precarización de la existencia (dicha en femenino) que
está llevando a cabo un grupo de mujeres a partir de “remiendos y encuentros en
búsqueda de nombres comunes, singularidades a potenciar, formas de cooperación,
resistencia, fuga y espacios de organización desde la multiplicidad” (Colectivo
“Precarias a la deriva” 2004)
La idea surge por varias razones:
- En primer lugar, no solo porque lo que actualmente se refiere a la “reproducción” ;
trabajo doméstico y de cuidado, queda invisibilizado en los análisis sobre el empleo o
trabajo productivo, sino porque también se dejan de lado cuestiones que tienen que ver
con la reproducción en “sentido amplio, como comunicación, gestión, socialización,
producción de bienestar, de estilos de vida...” (Colectivo “Precarias a la deriva” 2004).
Esta invisibilización no es casual, responde a una intención de perpetuar la dominación
patriarcal y racial atravesadas por múltiples relaciones de poder que actualmente toman
formas de dominación “que no están basadas en el ejercicio directo de la violencia sino
en la producción activa de la sumisión” (idea de Foucault recogida por el Colectivo
“Precarias a la deriva” 2004). Una forma de poder que es totalmente reconocida por las
mujeres a través de mecanismos como “la división sexual del trabajo, el control de la
sexualidad, la heterosexualidad normativa o la socialización de la familia” (Colectivo
“Precarias a la deriva” 2004).
- En segundo lugar, porque consideran que el trabajo inmaterial4 (afectivo, comunicativo,
creativo, de manipulación de códigos...) que no es homogéneo está sirviendo al
neocapitalismo para desarrollar estrategias de aumento de beneficios a través de abaratar
costes y derechos laborales a una fuerza de trabajo cada vez más fragmentada por unas
condiciones laborales que no le permiten organizarse por estar cada vez más aisladas, ni
protestar, ni expresarse libremente... condiciones que provocan cansancio, estrés,
miedo... en definitiva que permiten el control social a través de la sumisión.
4
Para saber más consultar las obras de A. Negri, por ejemplo, El trabajo de Dionisos, Madrid, Akal,
2003 y sus artículos en la revista Futur antérieur: «Valor y afecto», junto a M. Lazzarato, «Trabajo
inmaterial y subjetividad» o, de este último, «El “ciclo” de la producción inmaterial »; todos ellos en
www.nodo50.org/cdc/ textos.html. Véase también M. Hardt, «Affective Labor», Boundary 2, 1999, en
www.iade.org.ar/imperio/4.7.html.
Citados por el Colectivo “Precarias a la deriva” 2004.
Silvia Sánchez Hernández para
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- Y, en tercer lugar, porque estas condiciones laborales no están desvinculadas de “otros
aspectos de la vida social que favorecen que determinados sujetos ocupen determinadas
posiciones de desventaja. ...sucede cuando alguien carece de papeles, decide
embarazarse, es madre o sencillamente mujer, tiene una presencia “inapropiada/ble”,
por ejemplo, por ser transexual, de color, tener pluma, por su constitución física, etc.”
(Colectivo “Precarias a la deriva” 2004).
El punto de partida será, no el “tiempo” como en el caso de las italianas, sino la
“precariedad” concepto que a pesar de entenderlo como proceso para utilizarlo en su
investigación como categoría analítica lo definen de la siguiente manera: “conjunto de
condiciones, materiales y simbólicas, que determinan una incertidumbre acerca
del acceso sostenido a los recursos esenciales para el pleno desarrollo de la vida de un
sujeto. Esta definición permitiría superar las dicotomías público/privado y
producción/reproducción y reconocer y dar visibilidad a las interconexiones entre lo
social y lo económico que hacen imposible pensar la precariedad desde un punto de
vista exclusivamente laboral y salarial”. (Colectivo “Precarias a la deriva” 2004).
Digamos que el proyecto tiene que ver con la necesidad de poner sobre la mesa las
condiciones de la situación laboral y vital, no solo para criticarla, sino para buscar modos
de “hacer posible la construcción colectiva de otras posibilidades de vida a través de
una lucha conjunta y creativa, insistiendo en la singularidad como deseo de desarrollar
una política que no vuelva a reproducir falsas homogeneidades” (Colectivo “Precarias a
la deriva” 2004). Lo cual, considero que, desde otra perspectiva, está en total sintonía
con lo que expresaban las italianas; el reto es buscar, construir y alcanzar formas de
organización(es) social(es) y cultural(es) que permitan vivir las vidas en libertad.
4.- La cooperativa: una forma de vida
En consonancia con la propuesta del colectivo de “Precarias a la deriva” entiendo la
cooperativa como una propuesta de organización vital que puede permitir un cambio
cultural, social y económico, a través de la superación de: las diferentes formas de
dominación; de clase, de etnia y de género, y de la construcción simbólica de la vida en
pares de opuestos; público - privado, laboral - domestico, mente - cuerpo, salud enfermedad...
Digo que la cooperativa puede permitir la superación de las diferentes formas de
dominación porque el primer requisito para su constitución es que no existan jerarquías
de ningún tipo. La cooperativa se constituye como un espacio de convivencia en la que
Silvia Sánchez Hernández para
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todos sus miembros tienen la misma posibilidad de ejercer su poder de decisión,
participación e implicación. Todas las decisiones se toman de manera asamblearia a
partir del dialogo horizontal que escucha todas las voces y reconoce la validez de todas
las argumentaciones. Así, a partir del dialogo se definen y redefinen constantemente las
condiciones en las que los miembros de la cooperativa intercambian su fuerza de trabajo
por remuneración económica en función de las necesidades de sostenibilidad del
proyecto colectivo (la cooperativa) y de las necesidades individuales de cada una de las
personas que lo conforman.
La cooperativa se adapta al dinamismo que supone vivir sin imponer un modelo concreto
de sucesión de estadios vitales. Cada persona expone sus necesidades individuales y
entre todas se aportan soluciones colectivas comprometiéndose con las mismas para
hacerlas realidad. Pero además, la cooperativa deja a las personas un margen individual de
actuación permitiendo que en muchos casos cada cual se configure sus horarios de
producción en función del trabajo que se ha comprometido a realizar, y sus intereses y
necesidades de actividades personales (familiares, de autocuidado, de ocio, de
descanso...).
En estas condiciones, en las que no existen parcelas de poder en sentido piramidal; por
decisión, ni por remuneración, ni por ninguna otra causa, la cooperativa se convierte en
un lugar donde todas las personas son iguales, es decir, tienen el mismo derecho a ejercer,
construir y mostrar su diversidad.
Es cierto, que como punto de partida la cooperativa se puede considerar un espacio
laboral y por tanto no aportaría nada a la deconstrucción simbólica de la vida en pares de
opuestos, sobre todo en relación a la división entre laboral y familiar. Sin embargo, yo
considero que no es así. La cooperativa es una forma de vida donde las relaciones se
construyen desde el respeto, la igualdad y el cuidado. En la cooperativa, se entiende que
este espacio, como cada uno de los espacios en los que cada persona vive su vida, es un
microcosmos que necesita para su sostenimiento de todo tipo de actividades, tareas y
funciones, cuantificables y no cuantificables pero requieren de todo el esfuerzo y la
energía de las personas. Se convierte, y hace que todos los demás se conviertan, en
espacios donde se valora y por tanto se hace posible desarrollar todas aquellas
funciones, tareas y actividades que tienen que ver con la reproducción en sentido amplio5
y se tratan de la misma manera y con la misma importancia. Por ejemplo, se significa de
5
Tal y como proponen definirlo el colectivo “Precarias a la deriva” y que ha quedado expuesto en el
punto anterior.
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la misma manera el tiempo dedicado a: producir algo concreto, limpiar el espacio o
atender a una compañera que tiene un mal día.
La cooperativa no trata de que se viva pensando que se tienen dos vidas que conjugar; la
laboral y la familiar, sino que trata de que las personas vivan su vida de manera plena e
integral en todos los espacios donde la quieren vivir.
Además, la cooperativa, no está aislada del mundo y por tanto es una configuración que
incide en la comunidad a nivel político. Esta incidencia a mi entender se da a dos niveles;
por un lado en si misma, ya que la cooperativa es una opción de organización social y
política que implica militancia solamente por el hecho de llevarla a cabo. Con su puesta
en marcha ya se está demostrando que otra forma de organización social, cultural y sobre
todo económica es posible. Pero además, la cooperativa supone un entrenamiento del
ejercicio democrático, de las personas que la conforman, a nivel micro, que puede y debe
ser trasladable a otros espacios de participación ciudadana.
La cooperativa se convierte pues en una organización que realmente permite el
sostenimiento material, la reproducción social y la realización personal.
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