DIALOGO, OBLIGACION FUNDAMENTAL El Papa Pablo VI, desde su primera encíclica, la “Ecclesiam suam”, orientó a la Iglesia por los métodos de diálogo. Fundamentó esta orientación en una reflexión teológica sobre la revelación divina como diálogo de Dios con el hombre: “Es preciso que tengamos siempre presente esta inefable relación del diálogo ofrecida y establecida con nosotros por Dios Padre, mediante Cristo, en el Espíritu Santo, para comprender la relación que nosotros, esto es, la Iglesia, debemos procurar establecer y promover con toda la Humanidad”. (Ecclesiam suam n.65) Para Pablo VI el diálogo denota un propósito de corrección, de estima. De simpatía, de bondad, por parte del que lo establece. Excluye la condenación apriorística y la polémica ofensiva y habitual. Exige un gran esfuerzo para descubrir los elementos de verdad que puede haber en la opinión ajena. Para ello es necesario escuchar al otro, oír lo que dice su corazón, comprenderlo cuanto sea posible, respetarlo, y en lo que sea justo y conforme a la verdad secundarlo. El clima del diálogo es la amistad y el servicio. Las características y condiciones fundamentales del diálogo como arte de la comunicación espiritual, dentro de la Iglesia y en las relaciones de ésta con la sociedad, según Pablo VI, son: 1.- La claridad en la exposición del propio pensamiento. 2.- La mansedumbre de la que Cristo nos dio ejemplo: “El diálogo no es orgulloso, no es hiriente, no es ofensivo”. 3- La confianza tanto en el valor de la palabra propia como en la actitud del otro para aceptarla. 4- La prudencia pedagógica para adaptarse pacientemente al interlocutor, tener en cuenta su sensibilidad y evitar lo que le resulte imprescindible o molesto. Estas orientaciones del Papa Pablo VI han pasado a los textos del Concilio Vaticano II. Juan Pablo II ha recogido la herencia de Pablo VI y del Concilio enriqueciéndola y ampliándola. El diálogo pastoral orientado hacia la reconciliación “sigue siendo hoy una obligación fundamental de la Iglesia en los diversos ambientes y niveles”. (“Reconciliato et Paenitentia”, n.25) Este diálogo eclesial ha de estar encaminado a la regeneración espiritual de cada uno a través de la conversión interior “y debe hacerse con un profundo respeto a las conciencias de los hombres de nuestra época” (Ibíd.) El auténtico diálogo eclesial “no podrá jamás partir de una actitud de indiferencia hacia la verdad, sino que debe ser más bien una presentación de la misma realizada de modo sereno y respetando la inteligencia y la conciencia ajena. El diálogo de la reconciliación jamás podrá sustituir o atenuar el anuncio de la verdad evangélica, que tiene como finalidad concreta la conversión ante el pecado y la comunión con Cristo y la Iglesia” (Ibíd.). He aquí un gran tema de reflexión y examen de conciencia para todos los miembros de la comunidad cristiana. ELIAS YANES Arzobispo de Zaragoza