Capítulo 4: El contrato con la institución, las expectativas de los ingresantes y la adaptación «Entre lo que un docente enseña, y lo que en definitiva aprende el estudiante, habrá siempre un espacio de desconcierto. Lo que resulta necesario precisar, es cuál es la responsabilidad de cada uno de los sujetos involucrados en una situación de enseñanza-aprendizaje» (ABDALA, 1995: 5; el subrayado es nuestro). Contrato(s) y responsabilidad(es) La metáfora del contrato proviene del ámbito del derecho1, pero es 1 Desde el punto de vista original, el jurídico. “habrá contrato cuando dos o más personas se pongan de acuerdo sobre una manifestiación de voluntad común destinada a reglar sus derechos” (Código Civil de la República Argentina, Art. 1197). Para la validez del contrato se requiere que discernimiento de los términos del contrato, intención de cumplirlo y libertad; que el consentimiento de las partes esté libre todo vicio (error, dolo, violencia -moral o física-, u otros que afecten las calidades del acto voluntario) Los vicios generan la nulidad de los actos jurídicos. El sistema pretende que las personas contraigan obligaciones para cumplirlas, por lo que se tutela la libertad, la buena fe y la equidad en las relaciones jurídicas. De modo que los contratos viciados pueden ser anulados. Modernamente ha ocurrido que se han cambiado las condiciones de negociación en los contratos.En este campo siempre primó la “autonomía de la voluntad” y el contenido del contrato era negociado y acordado por las partes. Aparece un nuevo tipo de contratos en los que una parte, por su fuerza, es capaz de predisponer y hasta preimprimir el contrato, reduciéndose la libertad del otro de los contratantes a una manifestación de adhesión. La interpretación de este tipo de contratos varía; el articulado del Código Civil dice que los contratos deben interpretarse, celebrarse y ejercitarse de buena fe y conforme a lo que las partes entendieron o pudieron (¿debieron?) entender, obrando con cuidado y precisión, ya que la regla es que nadie puede alegar en favor suyo su propia torpeza. Para restablecer las condiciones de equidad en este tipo nuevo de contratación -que nace de la masividad- se propone una El contrato con la institución, las expectativas de los ingresantes y la adaptación ampliamente usada para modelizar las relaciones interpersonales y de las instituciones con los sujetos personales, en contextos educativos. Se habla así por ejemplo de contrato fundacional de las instituciones educativas (FRIGERIO, POGGI & TIRAMONTI, 1992), contrato didáctico (BROUSSEAU, 1988), contrato pedagógico-didáctico (FRIGERIO & POGGI, 1992A), contrato de estudios (TAYLOR, a. ENTWISTLE, 1988). «La idea subyacente [...] es que todas las situaciones de trabajo (experimentales, pedagógicas, etc.) están gobernadas por un contrato constituido por reglas implícitas y explícitas establecidas en base a las cuales los actores sociales ajustan su comportamiento» ( GILLY, 1998: 70). SCHUBAUER-LEONI (1989) habla de un «sistema específico de expectativas recíprocas» (a. GILLY, 1998: 70); en la educación formal implica la participación libre en una relación interpersonal e institucionalizada entre docente(s) y estudiantes que implica responsabilidades recíprocas aceptadas de modo estable. En torno a la misma noción, BARNES (1994) considera que tanto los alumnos como los docentes, en una institución dada de enseñanza, participan en un juego, con cuyas reglas se encuentran dadas y están obligados a aceptar para poder jugar. «Ya sea que a uno le guste o no, toda pedagogía es una pedagogía de contrato en la medida que ella tiene la gestión de un conjunto de expectativas recíprocas, a menudo sumamente complejas, en las cuales interfiere la posición social de los actores, las reglas de juego de la institución y su interpretación local así como los límites específicos a la situación y a la disciplina que se enseña. Todos esperan algo del otro, un tipo de comportamiento, una reacción, un gesto, o simplemente una mirada de nueva forma de interpretar los contratos, que es a favor del contratante débil, anulando las cláusulas abusivas y teniéndoselas por no escritas sin hacer caer todo el contrato; es el caso, por ejemplo, de la ley de defensa del consumidor. (María Silvia Komaid van Gelderen, comunicación personal). 90 El contrato con la institución, las expectativas de los ingresantes y la adaptación respuesta a cada una de sus demandas; cada uno actúa también en función de lo que supone que el otro sabe que él espera» (MERIRIEU, 1991¸ a. FRIGERIO & POGGI, 1992: 72). El contrato se especifica de modo explícito en el curriculum prescripto de la institución. «Los docentes tendrán en cuenta este curriculum [prescripto] para llevar a cabo su trabajo cotidiano y podrán tomarlo como pilar del ‘contrato de enseñanza-aprendizaje’ o contrato pedagógico-didáctico que establecerán con sus alumnos» (FRIGERIO & POGGI, 1992: 72). El curriculum implícito u oculto es un constructo de amplia significación, una de cuyas acepciones más generales es la de ser un tipo de aprendizaje social (BARNES, 1994)2. «Es un currículo en el sentido de que, indudablemente, forma parte de lo que los alumnos deben aprender [...].Aunque forma parte del currículo al igual que los libros de texto, los aparatos de aprendizaje o los contenidos de un programa de estudios, su aprendizaje suele tener más éxito. Contrasta con el currículo manifiesto en que pocos enseñantes planifican deliberadamente la manera de impartirlo y muchos ni siquiera son conscientes de su existencia. Por tanto, estos enseñantes no se responsabilizan de las demandas sociales que la [...] [institución] plantea a sus alumnos. [...]. »Pero la idea de ‘currículo oculto’ otorga una visión muy parcial de lo que ocurre. En realidad los alumnos nunca son receptores pasivos del condicionamiento social» (BARNES, 1994: 18). Según ciertas características de las instituciones de que se trate o las reglas que imponga el docente en el ambiente particular de la clase, las reglas 2 Cf. nota 19 en el capítulo 1. 91 El contrato con la institución, las expectativas de los ingresantes y la adaptación pueden, de forma más o menos acusada, ir cambiando en el transcurso del juego; en otras palabras, los participantes, docentes y alumnos, pueden cambiar las reglas a medida que juegan, mediante mecanismos de negociación. Por otra parte permanece siempre la posibilidad de que tanto docentes como alumnos salten las reglas prescritas o se adapten formalmente a ellas de modo que, en realidad, no participen más que disimuladamente del juego. BARNES puntualiza: no sólo los alumnos, sino también los docentes tienen un curriculum oculto que cumplir (: 19). En este caso, las tradiciones académicas que muestran su fuerza en la determinación de las decisiones curriculares de las cátedras y de los docentes, en cuanto prescriben “qué” hay que hacer, “quién” ha de hacerlo y “cómo”. BROUSSEAU (1988) utiliza la misma metáfora para referirse en términos de contrato (el “contrato didáctico”) a la relación particular entre los conocimientos en juego en una situación didáctica dada; “modeliza”, a partir de la teoría de los juegos, el milieu específico de un saber o uno de sus aspectos, en cuanto se presentan como “antagonistas” de un “jugador” (el alumno que aprende). «La teoría de las situaciones no toma como objeto “milieu”3 el universo en su conjunto; tal ambición holística estaría condenada de antemano. Modeliza solamente el environment específico de un saber o de uno de sus aspectos. Pero esta modelización es necesaria porque los conocimientos de los alumnos y de los profesores funcionan de manera manifiestamente diferente a los saberes eruditos [savoirs savants] correspondientes» (: 312). Así, el contrato didáctico sería un tipo especial de juego, cuyas reglas rigen la relación entre los términos antagonistas: el jugador y el milieu. Desde otra perspectiva, MARTON, ENTWISTLE y sus respectivos 92 El contrato con la institución, las expectativas de los ingresantes y la adaptación colaboradores (a. ENTWISTLE, 1988) proveen pistas fecundas para abordar el tema. Seguiremos el comentario que hace COLL SALVADOR (1993) sobre estos estudios: «En una serie de investigaciones dirigidas a estudiar el aprendizaje desde la perspectiva de los propios alumnos -concretamente de alumnos de enseñanza superior-, estos autores han identificado hasta tres maneras típicas de abordar o enfocar las tareas de aprendizaje que denominan respectivamente enfoque en profundidad (deep approach), enfoque superficial (surface approach) y enfoque estratégico (strategic approach)» (: 199). En las tablas 4.1 y 4.2 veamos las características de los “enfoques de aprendizaje” identificadas por estos autores: Tabla 4.1: Categorías de enfoques de aprendizaje Enfoque profundo Intención de aprender Fuerte interacción con el contenido Relación de nuevas ideas con el conocimiento anterior Relación de conceptos con la experiencia cotidiana Relación de datos con conclusiones Examen de la lógica del argumento Enfoque superficial Intención de cumplir con los requisitos de la tarea Memoriza la información necesaria para pruebas o exámenes Encara la tarea como imposición externa Ausencia de reflexión acerca de los propósitos o estrategia Foco en los elementos sueltos sin integración No distingue principios a partir de ejemplos Enfoque estratégico Intención de obtener notas lo más altas posibles Uso de exámenes previos para predecir preguntas Atento a pistas acerca de esquemas de puntuación Organiza el tiempo y distribuye el esfuerzo para obtener mejores resultados Asegura materiales adecuados y condiciones de estudio Fuente: ENTWISTLE, 1988: 67. 3 Preferimos no traducir esta palabra. 93 El contrato con la institución, las expectativas de los ingresantes y la adaptación «El primero [el enfoque profundo] presenta fuertes similitudes con la disposición a realizar aprendizajes altamente significativos, puesto que se caracteriza, entre otros extremos, porque los alumnos muestran un elevado grado de implicación en el contenido, intentan profundizar al máximo en su comprensión y exploran sus posibles relaciones e interconexiones con conocimientos previos y experiencias personales. El segundo [el enfoque superficial], por el contrario, presenta una cierta similitud con la tendencia descrita por AUSUBEL a realizar aprendizajes poco significativos y un tanto repetitivos o mecánicos; los alumnos que adoptan este enfoque ante una tarea determinada se preocupan ante todo por memorizar la información cuyo recuerdo, suponen, será evaluado posteriormente, por atenerse de forma estricta a las exigencias o instrucciones proporcionadas para su realización, por no interrogarse acerca de los objetivos o la finalidad de la tarea, por centrarse en aspectos parciales de la misma, y por una cierta incapacidad para distinguir los aspectos esenciales de los accesorios o circunstanciales. El enfoque estratégico, por último, se caracteriza por el intento de alcanzar el máximo rendimiento posible en la realización de la tarea mediante la planificación cuidadosa de las actividades, del material necesario, de los esfuerzos y del tiempo disponible. Tabla 4.2: Motivación y enfoques de aprendizaje Motivación Intrínseca Intención Comprender Enfoque Profundo Procesos Relacionar la experiencia y conocimientos previos Miedo al fracaso Cumplir los requisitos de tarea Superficial Memorizar temas sueltos de información Necesidad de rendimiento Obtener notas lo más altas Estratégico posibles Asignar tiempo, esfuerzo y enfoques según la “rentabilidad” Fuente: ENTWISTLE, 1988: 75. »Al margen del interés que supone el paralelismo existente entre, por 94 El contrato con la institución, las expectativas de los ingresantes y la adaptación una parte, las descripciones que proporcionan los alumnos de sus propios procesos de aprendizaje y, por otra, las descripciones que proporcionan los psicólogos, el hecho más importante que han puesto de manifiesto estos trabajos es, como señala acertadamente ENTWISTLE, que la adopción de uno u otro enfoque depende, en último término, de la intención con la que el alumno se enfrenta a la tarea concreta de aprendizaje. Una misma tarea, presentada de forma idéntica [a] un grupo de alumnos, dará lugar a la adopción de enfoques de aprendizaje distintos, según [...] la intención de éstos [...]. Un mismo alumno, por otra parte, puede adoptar sucesivamente uno y otro enfoque de aprendizaje según la intención con que lleve a cabo las respectivas tareas. En definitiva, la misma enseñanza dirigida a un grupo de alumnos puede dar lugar a interpretaciones muy diferentes y, consecuentemente, a la construcción de significados igualmente muy distintos en profundidad y en amplitud, según la intención con la que dichos alumnos participen en la misma» (COLL SALVADOR, 1993: 199-200; las cursivas son nuestras). La misma enseñanza puede dar lugar a interpretaciones diferentes, lo cual indicaría que las variaciones se deberían a los alumnos que interpretan; pero por otra parte la evidencia también indica que los estudiantes adaptan su interpretación y su actuación a las condiciones que crea el contexto de la enseñanza (cf. DOYLE & CARTER, 1984). En continuidad con los estudios antes citados, TAYLOR (a. ENTWISTLE, 1988), a partir de un estudio sobre estudiantes británicos, postula que los alumnos en su ingreso a la universidad realizan un “contrato con la institución”, que permanece implícito, en función de sus orientaciones educativas: éstas describen conjuntos diferenciados de valores, motivos y actitudes relativos a un curso educativo, que pueden emplearse para explicar la conducta posterior del educando. Los estudiantes tienen razones muy diversas para proseguir su educación, que pueden comprenderse en términos de motivos dominantes divergentes. TAYLOR distingue cuatro orientaciones principales: vocacional, 95 El contrato con la institución, las expectativas de los ingresantes y la adaptación académica, personal y social. Cada una de éstas podría ser intrínseca o extrínseca, como puede verse en la Tabla 4.3. Entonces, al comenzar el curso, «era como si cada uno de ellos tuviese un contrato de estudios [...]. Habían decidido qué querían obtener de la carrera y de la experiencia universitaria, y juzgaban su éxito en términos de este contrato personal en lugar de guiarse por los juicios formales de la institución o por los progresos académicos. Por supuesto, el contrato solía ‘renegociarse’ más adelante, como resultado de lo que ocurría en el curso, pero tenía una firme influencia constante en el nivel de satisfacción expresado por el estudiante» (ENTWISTLE, 1988: 75-76). Dicho contrato determinaría, según TAYLOR, los enfoques de aprendizaje con que los alumnos enfrentarán su paso por la universidad. Las “renegociaciones” tienen lugar en contacto con las condiciones que impone la institución. Nos interesará particularmente en este estudio observar, desde la perspectiva de los estudiantes, cuáles son las condiciones académicoinstitucionales que pueden dar lugar a una “renegociación” que soslaye unos objetivos primarios de comprensión y aprendizaje, en función de la adaptación a las reglas del juego. Tabla 4.3: Orientación de los alumnos hacia la educación superior Orientación Vocacional Interés Extrínseco Intrínseco Objetivo Obtener un título Estar bien preparado Relacionado con Valía percibida en el título Importancia para la carrera futura Académica Extrínseco Ascenso en la escala educativa Continuar la asignatura por sí misma Progreso y rendimiento académicos Escoger cursos o temas estimulantes Extrínseco Compensación de fracasos anteriores Intrínseco Ampliación de horizontes Comentarios tranquilizantes y notas de aprobación Nuevas comprensiones y desafíos Intrínseco Personal 96 El contrato con la institución, las expectativas de los ingresantes y la adaptación Social Extrínseco Pasarlo bien Facilidad para los deportes y actividades sociales Adaptado de GIBBS y otros (1984): “The world of the learner”, en F. MARTON, D.J. HOUNSELL y N.J. ENTWISTLE (comps.), The Experience of Learning, Scottish Academic Press (a. ENTWISTLE, 1988: 76). COLL SALVADOR (1993) considera esta línea de investigación enormemente ilustrativa sobre la comprensión de los procesos psicológicos mediante los cuales los alumnos atribuyen un sentido a las actividades de aprendizaje: «Todo parece indicar que el alumno construye significaciones al mismo tiempo que atribuye un sentido a lo que aprende, de tal manera que las significaciones que finalmente construye a partir de lo que se le enseña no dependen sólo de los conocimientos previos que posea y de su puesta en relación con el nuevo material de aprendizaje, sino también del sentido que atribuye a éste y a la propia actividad de aprendizaje. »Utilizamos el término “sentido” con el fin de subrayar el carácter experiencial que, en buena lógica constructivista, impregna el aprendizaje escolar. La percepción que tiene el alumno de una actividad concreta y particular de aprendizaje no coincide necesariamente con la que tiene el profesor; los objetivos del profesor y el alumno, sus intenciones y sus motivaciones al proponerla y al participar en ella, son a menudo diferentes. [...] Una interpretación radicalmente constructivista del concepto de aprendizaje significativo obliga a ir más allá de la simple consideración de los procesos cognoscitivos del alumno como elemento mediador de la enseñanza» (COLL SALVADOR, 1993: 198; las cursivas son nuestras). Al ingresar cada alumno la institución celebraría de modo tácito un contrato de estudios con la institución. Unos términos del contrato son explícitos: las condiciones que se requieren para adquirir y conservar la condición de alumno regular, y los contenidos del plan de estudios de la carrera. Otros permanecen implícitos: representan el cumplimiento de las condiciones 97 El contrato con la institución, las expectativas de los ingresantes y la adaptación tácitas derivadas de las tradiciones académicas. Vemos necesario agregar a la idea de “contrato de estudios” de TAYLOR, citada más arriba, una clasificación: el contrato puede ser explícito o implícito. A ello se debe el paréntesis en las palabras que citamos de ENTWISTLE: para TAYLOR todo contrato de estudios es implícito, en la medida en que no se registra en ningún documento ni se puede aducir la presencia de testigos para verificar su existencia. Al proponer otro uso del binomio explícito/implícito nos referimos al carácter de la adhesión a los términos del contrato que impone la institución. Por un lado es un contrato explícito de adhesión de cada estudiante con la institución y sus reglas. Dicho contrato puede ser cumplido al pie de la letra, parcialmente o burlado por medio de alguna estratagema (en este último caso, zafando4 del cumplimiento de ciertas obligaciones, para seguir gozando de los beneficios del contrato). Por otra parte, los alumnos hacen un autocontrato de estudios en función de sus objetivos; es lo que llamamos contrato implícito, y correspondería al concepto al constructo de TAYLOR. Los estudiantes se lo imponen a sí mismos, más allá de cualquier influencia externa. De acuerdo con los términos de este contrato se establece la implícita aceptación -o no-, parcial o total, de las reglas y condiciones del contrato que establece la institución. Se realiza de forma correlativa con las expectativas iniciales, pero puede cambiar -o no- en la medida en que las expectativas se mantengan, sean superadas o no se las alcance. El cambio en el contrato se traducirá en el cambio de estrategias para cumplir los requisitos del contrato explícito, que permanece idéntico, pero que se podría calificar como un contrato “viciado” en algunos casos. 4 Terminología usada en el campo. 98 El contrato con la institución, las expectativas de los ingresantes y la adaptación Expectativas e imágenes de los ingresantes Presentaremos a continuación algunas conclusiones del diagnóstico de algunos rasgos de los alumnos ingresantes a esa Facultad en 1996 (RUIZ DANEGGER, 1996), a partir del análisis de sus opiniones5. Se considera que las opiniones de los alumnos son manifestaciones verbales de sus actitudes, y que expresan un posicionamiento evaluativo o predictivo de la persona con respecto al objeto de su opinión (SARABIA, 1994). Es interesante conocer estas representaciones de los alumnos, porque se sabe que orientan su acción, al menos en parte; en términos de TAYLOR (a. ENTWISTLE, 1988), en cuanto expresión de sus orientaciones, condicionan los términos de su “contrato de estudios” con la institución; o al menos lo que llamaremos su “contrato inicial de estudios”. Asimismo pueden operar, por ejemplo, como barrera frente a las propuestas de cambio por las cátedras.. Por otra parte, pueden el origen de estas ideas de los alumnos es social, y al corresponder a declaraciones de estudiantes a priori de una experiencia en esta Facultad, dan cuenta de las ideas que circulan sobre ella en diversos medios sociales o educativos. En definitiva, el cotejo de las imágenes y las expectativas que poseen los alumnos con las condiciones académico-institucionales de la enseñanza de la química en primer año de la universidad con los que se encuentran los estudiantes en el primer año puede dar indicios para estimar algunas dimensiones del impacto que da lugar -en muchos casos- a la 5 Una primera versión -más extensa- de esta parte del capítulo se elaboró en 1996, como informe técnico para uso de las autoridades de Facultad estudiada, y fue leída analizada y comentada por docentes de las cátedras, lo cual sirvió para reajustar las interpretaciones y validar los resultados. El perfil que se ofrece se hizo en base al análisis de los resultados de una encuesta aplicada al comenzar el curso de ingreso 1996 a esta Facultad, a priori de cualquier contacto con los profesores, clase, etc. Todos los alumnos que contestaron la encuesta son ingresantes (no reinscriptos) en esta Facultad; de esta manera se buscó garantizar que se tratara de las imágenes genuinas de los alumnos ingresantes. El protocolo de la encuesta fue elaborado con la colaboración con María Ana Danna de Medina y 99 El contrato con la institución, las expectativas de los ingresantes y la adaptación adaptación del “contrato inicial de estudios” como parte de la adaptación institucional. Trabajamos con el registro de los datos de la encuesta en base al análisis de categorías de documentos mediante lo que MARTÍNEZ SÁNCHEZ (1996) llama “Proceso de Codificación de Textos”6. Presentamos a continuación una síntesis de los aspectos más destacados de las expectativas de los alumnos ingresantes que surgieron de dicho estudio. a) Los alumnos tenían grandes expectativas respecto al trabajo de laboratorio. La imagen de alumno o de egresado que surgió fue la de “alguien que está (con delantal blanco) trabajando en un laboratorio”. Asimismo las actividades de laboratorio tuvieron la mayor frecuencia entre las respuestas que especificaron qué tipo de tareas les gustaron más en el aula de Química de la escuela secundaria. b) Dadas las imágenes que se manifestaron, en principio se puede prever una actitud muy positiva y una gran receptividad por parte de los alumnos hacia lo que sucediera en el laboratorio. Y es probable que, de no cubrirse esas expectativas en los primeros contactos de los alumnos con este ámbito de trabajo, • hubiera un cambio de actitud (un desplazamiento en los intereses de los alumnos o hasta una trivialización de algo que Clotilde Yapur de Cáceres. 6 En el “Proceso de Codificación de Textos” se identifican las ideas centrales extraídas de los documentos y representadas por códigos, lo cual supone un sistema de anotación multisignificativo y menos complejo que los textos “a la vez que una primera interpretación de las expresiones individuales que, en su conjunto, deben reflejar las secuencias de significado y la estructura básica de los documentos, de modo que permitan extraer conclusiones objetivas, válidas y fiables” (: 16). Operativamente se procede haciendo una descomposición de las frecuencias de categorías de respuestas que se proponen a partir del análisis del cuerpo de los datos. 100 El contrato con la institución, las expectativas de los ingresantes y la adaptación al principio era considerado muy importante, un símbolo dentro de las representaciones de los estudiantes), • acompañado de una suerte de desilusión con la carrera y la Facultad (que “no era lo que esperaba”). c) Se destacó la importancia del papel del profesor como iniciador, en esta ciencia y en la vida universitaria. Lo que los alumnos esperaban del profesor era, en primer lugar, capacidad de comunicación y ayudara a los alumnos a realizar un aprendizaje significativo de su área académica. d) En íntima conexión con el punto anterior, la importancia que los alumnos asignaron al aprendizaje significativo de la Química: el énfasis en la valoración positiva del entender. En el conjunto de las respuestas se descubre una relación entre la significación que los actores asignan a • la actuación del profesor, que hace entender, • y en consecuencia hace la materia interesante, • y la motivación de los alumnos • y su estudio efectivo de esa asignatura. Tal como se presentan las asociaciones dentro y entre las respuestas, se trataba no simplemente de entender Química, sino de entender a alguien que explica. En la mayoría de los casos, ese alguien era el profesor de Química de la escuela; en otras ocasiones, alguien externo a la institución que cumple esa función: un “profesor particular”. La experiencia de la Química de los alumnos se mostró 101 El contrato con la institución, las expectativas de los ingresantes y la adaptación en este sentido como una cultura oral. No se mencionó (explícitamente, al menos) como fuente para la comprensión (y, eventualmente, para el estudio) más que la explicación del profesor. Sí se pudo inferir que los alumnos realizaron actividades de lectura, por ejemplo en trabajos en grupo; pero parece significativo que no apareciera de hecho mencionadas por ninguno de los alumnos, ni siquiera por los que (en una pregunta que no se analiza en este trabajo), declararon que les gusta leer y lo hacen habitualmente. e) De modo aparentemente contradictorio los alumnos mostraron cierta ambigüedad en las posibilidades de la facultad para acompañarlos en su proceso de aprendizaje. Apareció una imagen del alumno “esforzándose mucho” -la imagen que suelen ofrecer las carreras de ciencias- y necesitando “aprender de otro”; pero al mismo tiempo solo, “arreglándoselas por sí mismo”. f) Las indefiniciones en la orientación vocacional. Una mayoría parece haber elegido estudiar en esta facultad no tanto por motivos de largo plazo, en relación con la profesión a la que se van a dedicar, sino con motivos relacionados con “el presente”. Entre ellas se destaca la respuesta de una mayoría a la que “le gustó” la Química “como materia” (por los motivos aducidos más arriba: “entender” y “trabajar en el laboratorio”) En las respuestas no se hizo explícito el conocimiento de las incumbencias de las profesiones, las posibilidades del mercado laboral, etc.; los alumnos parecieron centrar su atención en la carrera universitaria en sí. g) “Falta de base”. Algunos alumnos declararon haber tenido “poco de química” en la escuela secundaria, o incluso no haber tenido clases de química en absoluto. 102 El contrato con la institución, las expectativas de los ingresantes y la adaptación La adaptación a la institución Antes de referirnos a los patrones de adaptación de los alumnos a las condiciones académico-institucionales, hagamos un resumen de los requisitos establecidos por reglamento para ser alumno regular de esta facultad: a) Inscribirse, dentro de un plazo determinado, en Sección Alumnos de la Facultad, como alumno de tal carrera (Bioquímica, Química o Farmacia) y en tales materias (correspondientes al cuatrimestre inmediato posterior). Para ello hizo falta: • Poseer título secundario, o hasta adeudar hasta dos materias previas. • Presentar dos fotos y abonar una pequeña cantidad de dinero (equivalente aproximadamente a $ 4), en concepto de pago de la Libreta Universitaria. b) Mantener la condición de alumno, “regularizando” por lo menos una de las materias que se cursó. Lo cual implicó: • Asistir como mínimo al 75 % de las clases obligatorias (las “clases prácticas”). • Aprobar el 100% de las evaluaciones periódicas, con posibilidad de “recuperar” un porcentaje del 25 % del total. El reglamento estipula como criterio para la aprobación que sea correcto “el 60 % de los conocimientos” solicitados. Estas fueron las condiciones explícitas que aceptaron los alumnos en su adhesión al contrato de estudios con la facultad. 103 El contrato con la institución, las expectativas de los ingresantes y la adaptación Constituyó un fenómeno llamativo que aunque directivos de la Facultad y docentes informaron reiteradamente acerca de algunas condiciones tácitas del contrato, con énfasis prioritario en las derivadas de los requisitos para aprobar las evaluaciones, durante los primeros encuentros con los estudiantes (cf. las tablas 1-3 con fragmentos de notas de campo, en el Anexo 4), estos sólo fueron tomando conocimiento y consciencia de estas prescripciones a medida que transitando por los eventos de aula, y que la información verbal que más atendieron fue la provista por sus pares. ¿De qué manera se produce la confrontación de las expectativas con las que los estudiantes ingresan a la institución con las condiciones que se les imponen, aún “avisados” verbalmente por los docentes sobre las que no están escritas? Del análisis del material empírico concluimos que el conocimiento de las condiciones reales por parte de los estudiantes tuvo lugar : • En la vida de las clases. Este punto será objeto de un análisis más pormenorizado en otro capítulo, al examinar los formatos de tareas académicas a partir de las perspectivas de los estudiantes. • De modo especial en la vida de las primeras evaluaciones periódicas de cada uno de los cuatrimestres, que fijaron las estrategias de aprendizaje válidas en orden a la aprobación. Constituyen casos particularmente representativos los de la adaptación a los laboratorios en el primer cuatrimestre, en atención a las animadas expectativas iniciales de los estudiantes sobre el particular y a que durante el período de la clase tuvo lugar también una evaluación, que tuvo los efectos de mudar características del contrato implícito de estudios con respecto a este formato de clases en particular. 104 El contrato con la institución, las expectativas de los ingresantes y la adaptación Dentro de las instituciones educativas se controla tanto el cumplimiento del contrato de aprendizaje como la adaptación por medio de la evaluación. DOYLE interpreta este fenómeno poniendo a la evaluación como el centro de gravedad hacia el que convergen, de una u otra manera, todas las decisiones que toman tanto docentes como alumnos. La evaluación es definida según este autor como un «intercambio de actuaciones por calificaciones» (cf. PÉREZ GÓMEZ, 1989). Las evaluaciones del primer cuatrimestre fueron objeto de observación participante, y registradas en notas de campo -registros que se cotejaron con las categorías de respuestas de los alumnos y los docentes en las entrevistas-. A las evaluaciones del segundo cuatrimestre nos referiremos tomando como referentes las categorías correspondientes en las entrevistas. Se observa que las reacciones de los alumnos ante la evaluación fueron diversas según estuvieran más o menos “seguros”, en el sentido de tener automatizados los recursos para poder contestar (cf. Anexo 4, tabla 4: 6-9). Las características dominantes de la evaluación, en efecto, fijó el canon de las evaluaciones posteriores: • Se evalúa, de modo primordial o exclusivo, sobre contenidos de “la práctica” (cf. Anexo 4, tablas 8: 1; 9: 3). • Hay que contestar de modo correcto (es decir, que el resultado del ejercicio en cuestión coincida con el esperado); el valor de “los procedimientos” sería muy restringido, si no se obtuvo el resultado correcto. Contestar correctamente significa haberse ejercitado previamente de modo específico en los ejercicios típicos que van para la evaluación: resulta por lo menos muy difícil proceder por vía de deducción a partir de los conocimientos “teóricos” de las leyes y principios generales, dado el tiempo disponible (cf. Anexo 4, tabla 9: 1-2.5). 105 El contrato con la institución, las expectativas de los ingresantes y la adaptación • Hay que contestar rápido, por la relación entre el tiempo disponible y el ingente número de ejercicios a resolver. De manera que se hace necesario: a) haber automatizado los procedimientos para la ejecución del ejercicio o para reproducir una respuesta de modo asociativo (cf. Anexo 4, tabla 4: 6.9), y b) saber reconocer las pistas que indican de qué tipo de ejercicio se trata, para activar los procedimientos o respuestas correctas . Es de notar que los alumnos disponen de un plazo relativamente exiguo para adaptarse a las condiciones de la evaluación. Está previsto por el reglamento que los alumnos pueden desaprobar tres evaluaciones periódicas (con la condición de aprobar las respectivas “recuperaciones”, y con la posibilidad de que una evaluación sea “recuperada” dos veces). De modo que lo óptimo es comenzar con buen pie y aprobar las primeras evaluaciones, para tener mayores probabilidades de regularizar, si se comienza a tener traspiés en las evaluaciones ya avanzado el programa, en evaluaciones sobre temas más “difíciles”. Conociendo esta situación de antemano, muchos alumnos, como veremos luego, comienzan su adaptación a la institución antes de asistir a la universidad, “haciéndose preparar” por profesores particulares. Al mismo tiempo se evidenció una progresiva reducción en las exigencia de las evaluaciones posteriores, en cuanto a los criterios para fijar la aprobación de la evaluación y la relación entre tiempo y número de ejercicios para realizar. En el caso del primer evaluativo se produjo la máxima demanda: para aprobar había que resolver correctamente un mínimo de 50 ejercicios de Nomenclatura química sobre un total de 60, en menos de una hora. Se puede deducir que la primera evaluación cumple de facto la función de realizar una primera selección de los alumnos que cumplen tanto el requisito de poseer lo 106 El contrato con la institución, las expectativas de los ingresantes y la adaptación que se podría llamar “alfabetización básica” en la química (conocimiento de los nombres y símbolos de los elementos y compuestos más usuales) como de competencia para desenvolverse en la evaluación de la forma esperada: con rapidez y precisión. El último evaluativo del primer cuatrimestre, en cambio, fue “muy fácil” (en cuanto a las exigencias de automatización de procedimientos y demanda de respuestas conceptuales) y constó de pocos ejercicios, de modo que se pudo “pensar”. Las condiciones favorecieron que una mayoría de alumnos, que ya había “conseguido” llegar hasta la última evaluación periódica con posibilidades de regularizar la materia, es decir que había pasado ya el proceso de selección, pudiera aprobar. Un caso particular y significativo por implicaciones particulares de esta reducción en las demandas de la evaluación lo constituyeron las evaluaciones “de laboratorio”. Si bien se las computó, en igualdad de condiciones, con las evaluaciones “sobre problemas”, tuvieron un grado muchísimo menor de exigencia. Desde la primera oportunidad en la que se realizaron los alumnos aprendieron que no hacía falta “estudiar” con anticipación para aprobar: con estar atento a lo que sucedió en el transcurso de la clase y lo que indicó el docente en la mayor parte de los casos bastó para aprobar. «El objetivo esencial es tender a la excelencia como a la eficiencia en la evaluación, en orden a aumentar no solo el rendimiento académico (número de alumnos que regularizan la materia) como la calidad de los aprendizajes. »Una evaluación para que sea válida y confiable debe permitir la retroalimentación entre educadores y educandos, para ello implementamos evaluaciones continuas (quincenales), involucrando no más de dos temas por vez. Esto nos permitió detectar los errores y dificultades en el momento adecuado. 107 El contrato con la institución, las expectativas de los ingresantes y la adaptación »Este sistema estimula, a su vez, una creciente responsabilidad en el estudiante, que debe autoevaluarse para poder reflejar y reforzar la asimilación de sus conocimientos» (MOLINA, MOYANO & RASCHI, 1995). En primer lugar, pensamos que su discurso debe ser leído teniendo en cuenta los supuestos de las tradiciones académicas que configuran el campo de significaciones de los docentes pertenecientes a esta cultura académica. Luego, nos parece insegura la afirmación de que el sistema adoptado para la evaluación fuera sinónimo de “evaluación continua”; una expresión que nos parece más ajustada a lo que pudimos observar fue “evaluación periódica frecuente”. El mismo patrón se observó en el segundo cuatrimestre, aún agudizado: los alumnos son objeto de evaluación de modo casi semanal (cf. tabla 3.9). De modo típico la evaluación formal parece ser uno de los modos más habituales de comunicación entre docentes y alumnos en las aulas de ciencias. Frente a una evaluación con estas características algunos alumnos: • Se desaniman y “empiezan a aflojar”. • Comienzan a acudir a clases de los profesores particulares, cuya especialidad es “preparar” a los alumnos para las evaluaciones. • Asisten con más empeño a clases y a dedicar tiempo al estudio, individual o en grupos, con el afán de “ir al día” y llegar a tiempo a las evaluaciones con los temas “sabidos” como para aprobar. Se observa también que el estudio, también típicamente, se realiza poniendo en primer lugar los medios para automatizar los mecanismos de respuesta correcta; lo más común parece ser a) estudiar sobre la base de modelos, y b) repasar “tomándose el tiempo” y controlando la exactitud de las respuestas. En segundo término queda el estudio para la comprensión del patrón temático de la ciencia que está en juego (LEMKE, 1997), de modo que la 108 El contrato con la institución, las expectativas de los ingresantes y la adaptación fragmentación ya “naturalizada” desde la división didáctica de las clases sobre “la teoría” y “la práctica” se refuerza. La cuestión de la relación entre tiempo disponible y la cantidad de ejercicios para resolver se agudizó al comenzar el segundo cuatrimestre, de modo que la primera evaluación periódica de esta etapa constituyó un nuevo desafío para la adaptación, aunque en la misma línea apuntada. En este caso la evaluación, de modo dominante, versó sobre teoría de procedimientos experimentales y la memorización de “ecuaciones” -métodos de obtención y reacciones químicas-; dicha secuencia se interpretó como requisito para que los alumnos accedieran al trabajo de laboratorio “sabiendo de qué se trata”. Pero la adaptación de las expectativas de los alumnos sobre el trabajo de laboratorio ya había tenido lugar, durante el cuatrimestre anterior. También se aprende, de modo solapado, cuál es el canon de la relaciones entre los profesores y los alumnos. Estamos de acuerdo con MORÁN, TORRES y MEDINA CÓRDOBA (1998) en que «la vertiginosa masificación que se ha producido en los últimos años en el estudiantado universitario contribuye a dificultar la comunicación profesor-alumno». En conclusión. La adaptación a las condiciones académico- institucionales puede representar, para los alumnos cuyo autocontrato de estudios gira en torno al interés por la comprensión y el aprendizaje, un cimbronazo que fuerce la negociación de sus términos iniciales en favor de un estudio menos “profundo” y más “estratégico” en orden a la evaluación. De persistir (o incluso arreciar) el impulso inicial hacia la comprensión, la negociación implicaría el implícito compromiso de redoblar los esfuerzos para conseguir las metas autoimpuestas. En el caso de un interés vacilante, las fuertes demandas iniciales y las exigencias de “ir al día” posiblemente den lugar a renegociaciones sobre estrategias estables para paliar la inseguridades, en 109 El contrato con la institución, las expectativas de los ingresantes y la adaptación función de los tiempos que fija la institución para el aprendizaje y la evaluación, y las demandas de “respuestas correctas”. 110