El gran salto democrático que hace falta

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12 | Le Monde diplomatique | junio 2011
Asamblea Constituyente y nueva Constitución para una Segunda República de Chile
El gran salto democrático que hace falta
por Jaime Massardo*
Ninguna de las Cartas
constitucionales que ha
tenido Chile resultó de
la participación de la
ciudadanía. Menos la
actual, elaborada por la
dictadura e impuesta por
la fuerza de las armas a
través de un fraude que
ni siquiera disimuló. Eso
puede cambiar ahora. Y
no es una utopía.
E
l Bicentenario de la Independencia de España ofreció a Chile, hace
menos de un año, una excelente
ocasión para haber podido contemplar
desde una atalaya privilegiada nuestra
breve historia republicana y, desde allí,
intentar reflexionar colectivamente sobre
la ruta por la que se había venido deslizando nuestra vida en común. Salvo notables
excepciones que tomaron forma en artículos, foros u otras actividades no oficiales,
(1) la ocasión ha sido sin duda desaprovechada, lo que resulta tanto más lamentable
para una sociedad que, pronto hará cuatro
décadas, presenta un vacío republicano y
que requiere con urgencia mirarse y dialogar consigo misma.
Este vacío republicano se manifiesta de
forma flagrante: la brutal concentración
de la propiedad y del ingreso, la gigantesca
crisis de la educación nacional, la degradación de la situación de los trabajadores, la
entrega de los recursos naturales al capital y la consiguiente amenaza al equilibrio
ecológico, el maltrato a la población de
escasos recursos, las discriminaciones de
todo tipo, la estafa gigantesca de los fondos
de pensiones, la vulgaridad y la infantilización de los medios de comunicación, la
banalidad de una política profesionalizada,
el tratamiento del Estado hacia el pueblo
mapuche y su alejamiento de América Latina, son, entre muchas otras, las expresiones
que caracterizan el Chile de hoy. (2)
Todas ellas encuentran su condición
de posibilidad y la garantía misma de su
existencia en la legalidad que les ofrece la
Constitución de 1980, aprobada como se
sabe durante la dictadura militar, sin registros electorales ni garantías a la oposición y
de suyo, anti-democrática y anti-republicana. Como respuesta, lentamente -los años
de plomo están en el recuerdo de todosse ha venido instalando en la sociedad la
convicción de que es necesario generar
las condiciones que permitan convocar
una Asamblea Constituyente que desde
la base social proponga, discuta y elabore
una Nueva Constitución (3). Saludando
y apoyando sin restricción esta iniciativa
estamos convencidos que ella debe todavía
dar un paso más: para entregarle energía y
confianza al país, superando el vacío republicano y recreando su imaginario y sus
símbolos, debe también proponerse darle
vida a una Segunda República.
Si dejamos de lado los experimentos
constitucionales del período en que las distintas fracciones de la élite se disputaron el
poder entre 1818 y 1830, tres Cartas Cons-
Ximena Zomosa, Miseria (marco, chocolate, anilina, paletas de dulce, tela bordada), 2003
(Gentileza Galería Gabriela Mistral)
titucionales han reglamentado hasta hoy a
Chile (4). La de 1833, que sanciona la continuidad colonial administrada por “una
pequeña oligarquía terrateniente, cuyos
intereses se extendían entre el Limarí y el
Maipo” (5), el sector más conservador de
la sociedad chilena constituido después de
Lircay bajo la dirección del comerciante
Diego Portales. Las modificaciones al texto
constitucional aprobadas entre 1871 y 1893
no cambian su carácter que en lo esencial
permanece hasta 1925. La Constitución de
ese año, que surge del ascenso de los sectores medios y de los trabajadores organizados, con la subsecuente crisis de dominación oligárquica, tampoco representa, en sí,
un gran salto democrático. La sociedad no
discutió su texto y bajo la presión velada de
las Fuerzas Armadas se limitó a aprobar lo
que le era presentado por la extrema habilidad de Arturo Alessandri, quien tuvo el
cuidado de elegir comisiones ad hoc para
su redacción. Se abre así un período que
solamente desde fines de los años 1950
hasta 1973 presentaría ribetes relativamente democráticos (6).
Con el golpe de Estado fue la República la que feneció. “Habría que preguntarse
-escribe el historiador Sergio Grez Toso,
refiriéndose al período de la Unidad Popular- si acaso esa no fue la última oportunidad en el siglo XX de haber echado los
cimientos de una nación integrada en base
a un compromiso social progresista” (7).
La reflexión no es banal. Salvador Allende
-no lo olvidemos- fue un héroe del socialismo y de la República. Ambos elementos
se funden en una dimensión política insoslayable. Proyecto integrador, Estado nacional, República, democracia y praxis popular, construyéndose mutuamente, fueron
barridos por la fuerza del capital globalizado que, ante una sociedad de fuerte cultura democrática enraizada en los trabajadores durante generaciones, tenía que acudir
a las armas, las que instalan finalmente la
Constitución de 1980.
La dictadura sin embargo no podía ser
perenne. El alma del capital busca acumular y reprime sólo cuando siente peligro
frente la organización de los trabajadores.
La necesidad de un gobierno civil que conservara el modelo neoliberal implantado
por el golpe era una necesidad para las élites y, sabemos, la Concertación la satisfizo
con esmero: se vogliamo che tutto rimanga
como è, bisogna che tutto cambi…
Destruyamos entonces los mitos. No
ha existido nunca en Chile una Constitución discutida por sus propios habitantes
cuya génesis pueda por tanto considerarse
democrática. Las tres Cartas Fundamentales así lo muestran.
ria no se mueve linealmente. A pesar del
vacío republicano, nuestra cordillera dejó
en algo de ser el horizonte que le daba un
carácter insular a nuestra cotidianidad.
La disposición a adoptar una forma y un
estilo de vida mejor crece y genera la subjetividad necesaria que permite avanzar en
construir un país diferente.
Por ello, avanzar en convocar una
Asamblea Constituyente para elaborar
una Nueva Constitución y darle vida a una
Segunda República no constituye ninguna utopía. Baste recordar que desde 1789
Francia se ha dado hasta hoy cinco repúblicas (entre las cuales ha habido imperios,
dictaduras y la invasión nazi) mientras
Chile permanece en la de 1818…
Miramos hacia la calle. En Chile las
movilizaciones de trabajadores, estudiantes y movimientos sociales de todo género van tomando fuerza, van resistiendo
al modelo neoliberal y van convergiendo
hacia objetivos comunes; es en ellas donde
residen las fuerzas vivas que proyectan la
nueva sociedad; son ellas las que orientarán el camino de su praxis colectiva; con
ellas seguiremos creyendo en los sueños
y fortaleciendo la convicción de que queremos cambiar la vida: ¡la República ha
muerto, viva la Segunda República! u
1 Un buen ejemplo se encuentra en Vv. Aa., ¿Qué Bicentenario?
Santiago de Chile, Le Monde diplomatique, Editorial Aún Creemos en los Sueños, septiembre 2010.
2 Cfr., Manuel Riesco, Se derrumba un mito, Santiago de Chile,
CENDA, 2007.
3 Ver www.asambleaconstituyentechile.cl
www.asambleaconstituyente.cl y www.redeschile.tk y el libro
Nueva Constitución, Le Monde diplomatique, Editorial Aún
Creemos en los Sueños, noviembre 2009.
4 Las Constituciones de octubre de 1822, firmada por Bernardo
O’Higgins; de diciembre de 1823, escrita por Juan Egaña; la presentada al Congreso entre julio y octubre de 1926, elaborada
por José Miguel Infante y nunca aprobada; y la de agosto de
1828, redactada por José Joaquín de la Mora.
5 Ricardo Donoso, Desarrollo político y social de Chile desde
la Constitución de 1833, segunda edición, Santiago de Chile,
Triste constatación.
Imprenta Universitaria, 1942, p. 11.
6 Cfr., Sergio Grez, «La ausencia de un poder constituyente demo-
Los tiempos sin embargo están cambiando. De aquellos años coloniales que posibilitaron la Constitución de 1833, del clima
“de tranvía y vino tinto” en la que se fraguó
la de 1925, y de la dictadura que originó
la de 1980, los habitantes de nuestro país
han comenzado a mirar hacia el mundo
y a incorporar una serie de aspectos de
la vida “global”, mostrando que la histo-
crático en la historia de Chile», en Vv. Aa., Asamblea Constituyente. Nueva Constitución, Santiago de Chile, Editorial Aún
Creemos en los Sueños, 2009, págs. 35-58.
7 Sergio Grez, «Bicentenario en Chile. La celebración de una
laboriosa Construcción Política», in Spondylus. Revista Cultural, n° 26, Portoviejo, Ecuador, noviembre de 2010, pp. 11-12.
*Profesor de la Universidad de Valparaíso.
Correo electrónico: [email protected]
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San Antonio 434, local 14, Santiago.
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