La Segunda Bestia II

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Apéndice 7: La Segunda Bestia II
Botón: franceses
Territorios del Papado en poder de los Franceses:
Napoleón tuvo choque con capas de dirigentes tradicionales, sobre todo la Iglesia. La
expansión francesa se produjo en principio por territorios mayoritariamente católicos,
y cuando el régimen ya se había ganado una reputación de hostilidad a la Iglesia
(desde la condena de la Constitución Civil del Clero por el papado, en mayo de 1791,
hasta la firma del Concordato, en 1802, el régimen francés permaneció asociado con el
anti-catolicismo).
El comportamiento anticlerical de las tropas francesas (explicable por el medio de
donde provenían: una Francia donde el clero había tomado, en su mayoría, posiciones
contra el régimen) no ayudó en nada a vincularse con la Iglesia.
Pío VI huye de Roma al instaurarse la Republica
Francesa
A ello hay que añadir las expropiaciones de los bienes eclesiásticos, sobre todo
monásticos. Estos factores contribuyeron a que, en la orilla izquierda del Rin (la
Renania ocupada por las tropas francesas desde 1792), la Iglesia católica fuese ideológicamente anti-francesa.
La Iglesia por buscar inmiscuirse, a través de los diversos medios de propaganda (textos escritos, pero también el púlpito, la
actividad de los monjes mendicantes y el confesionario) en la labor de desprestigio de la causa revolucionaria, hizo que se ganase
enemigos aunque sin que se produjesen divisiones en su seno entre alto y bajo clero;.
Sabemos que la presencia francesa sirvió para despojar a la Iglesia, pero no para redistribuir la riqueza clerical, además sirvió para
destruir las instituciones eclesiásticas, en vez de democratizarlas. También en Italia el clero fue un factor contrarrevolucionario.
De esta manera podemos encontrar que buena parte, de los territorios papales fueron tomados por los ejércitos de Napoleón. Pío
VI se unió a las fuerzas europeas conservadoras, poniéndose en contra de la Francia revolucionaria. Esto trajo graves
consecuencias para el papado. De esta manera la Santa Sede se constituyó en un objetivo militar del Directorio.
En 1797 Napoleón Bonaparte invadía Italia y, al año siguiente el día 10 de Febrero de 1798, las tropas francesas comandadas por
el general Louis Alexandre Berthier entraban en Roma. Unidos a los franceses los revolucionarios italianos exigieron del papa la
resignación de su soberanía temporal. No sirvió de nada su falta de consentimiento; de todos modos se declaró la República
Romana y el papa fue apresado, recluido en Siena, luego en la Cartuja de Florencia y, finalmente, deportado a Valence-sur-Rhone
(Castillo de Valencia en Francia), donde murió el 29 de agosto de 1799 en calidad de prisionero de Estado.
Más adelante, Napoleón ya como emperador prosiguió su política, dando pruebas, cada vez más, de que consideraba al Papa
como un simple vasallo. “Vuestra Santidad (escribía) es soberano en Roma, pero yo soy el emperador”. El Papa contestaba:
“Habéis sido elegido, consagrado, coronado y reconocido como emperador de los franceses y no de Roma”.
Fue Pío VII, en plena decadencia del poder temporal de los Papas, rodeado por las tropas francesas y en la época más gloriosa de
Napoleón, la única persona en Europa que osó enfrentarse con el dictador. En 1807 varios territorios pontificios fueron ocupados
por los franceses, entre ellos Ancona, Fermo, Urbino y otros.
En 1808, el general Miollis ocupaba Roma. Pío VII se retiró al Quirinal y se negó a huir a Nápoles. En 1809 los territorios de la
Iglesia eran anexados por los franceses, y Roma era proclamada “ciudad libre e imperial”. El Papa sólo conservaba su palacio y le
otorgaba una renta de dos millones de francos al año.
El decreto imperial fue puesto en aplicación el día 10 de junio de 1809. La noche siguiente apareció en los muros de la Ciudad
Eterna, una protesta del Papa escrita en italiano, y Pío VII lanzó la Bula “Quam memorando”, excomulgando a todos aquellos que
cometían actos de violencia contra la Iglesia. La persona de Napoleón no era mencionada en la Bula, pero la intención de la
misma era más que evidente.
Desde Viena, donde se encontraba, el emperador ordenó que el Papa fuese arrestado. En la noche del 5 de julio de 1809, soldados
mandados por el general Radet penetraron en el Quirinal y sometieron al Papa un documento en el que Pío VII tenía que
retractarse de la excomunión. “No podemos, no debemos, no queremos”, fue la contestación del Papa. Después de bendecir la
Ciudad Eterna, Pío VII fue llevado en una carroza y transportado a Savona, cerca de Génova, donde se quedó hasta 1812.
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El Cardenal Pacca, secretario de Estado, fue encerrado en la fortaleza de Fenestrelle, cerca de Turín. En aquel retiro aumentó el
prestigio del Soberano Pontífice, que se negó varias veces a cambiar por París la Sede de Pedro, a cambio de su libertad; mientras,
con los años, se apagaba la gloria del emperador. Finalmente los territorios del norte no fueron nunca cedidos por Napoleón.
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