Una mirada a la docencia y a la transmisión de la cultura En el siguiente artículo se presentará una reseña del trabajo de investigación llevado a cabo por la cátedra de Pedagogía, durante los años 1998-2000, centrado en el tema de la práctica docente y la transmisión de la cultura. Luego de exponer las conclusiones se ampliará la temática a partir de la inclusión de nuevas dimensiones de análisis. Acerca de nuestra investigación Como docentes consideramos que la especificidad de nuestra tarea debe centrarse la transmisión del conocimiento. Es decir que planteamos la enseñanza como el proceso de transmisión de la cultura. Este proceso permitirá entregarle a los alumnos las herramientas necesarias para la posterior construcción autónoma del conocimiento. Sostenemos que la potencialidad de la educación reside en articular las dimensiones de conservación y transformación, es decir el mantenimiento de los productos culturales, junto con la posibilidad de reformularlos y renovarlos. En la investigación partimos de la presunción que la pérdida de legitimidad de la transmisión es uno de los elementos que contribuyen a minimizar la responsabilidad social del docente en el proceso de enseñanza. Sostenemos que esta pérdida de legitimidad está asociada al hecho de que el concepto de transmisión quedó vinculado a posturas impositivas, así como a teorías y prácticas tradicionales de las cuales la mayoría de los docentes desea desprenderse. Sostener que el docente es portador de un saber a veces se asocia a posturas autoritarias tanto desde lo vincular como desde la legitimidad de ese saber. Incluso se considera una actitud democrática priorizar lo que los alumnos traen, dado que se “limitan los efectos de imposición”. Cabe aclarar que teóricos tan prestigiosos como Gramsci plantean que defender el espontáneo desarrollo de la personalidad infantil refuerza de manera disimulada las diferencias de orígenes. Los objetivos que orientaron nuestra investigación fueron explorar las representaciones que los docentes tienen acerca de la transmisión del conocimiento y focalizar cómo las teorías pedagógicas que constituyen históricamente el campo educativo, inciden en el significado de las mismas. La muestra estuvo compuesta por docentes del primer año de las carreras que se dictan en la Facultad de Ciencias Sociales. Se tomó en cuenta para su selección la condición formativa de este primer ciclo y la asistencia masiva de los alumnos a los cursos. Decidimos estudiar representaciones dado que al estar constituidas por informaciones, creencias, opiniones y actitudes, participan de la elaboración del sentido común de un objeto, en este caso la enseñanza. Consideramos que las representaciones que los docentes tengan del concepto de transmisión incidirán en las estrategias por ellos empleadas para la organización y presentación del conocimiento. Para interpretar las representaciones sociales se establecieron tres modelos pedagógicos, que en este trabajo se los denominó “paradigmas”. Un primer modelo fundado en las pedagogías tradicionales, un segundo modelo apoyado en las teorías críticas, un tercer modelo , sustentado en las pedagogías emergentes. En el primer paradigma se destaca un discurso prescriptivo acerca del deber ser del docente, entendiéndose su función más como funcionario del Estado que como educador o profesional. Sostiene una posición de neutralidad por parte de la escuela y del conocimiento, heredada de la modernidad y del positivismo, así como una visión homogeneizadora de la sociedad. El eje está centrado en el conocimiento consolidado. El docente cumple un rol activo, de transmisión lineal y homogénea. El alumno asume un rol pasivo, de escucha y ejercitación. El segundo paradigma parte de un enfoque de crítica social e histórica. Se considera la no-neutralidad de los contenidos y del acto de enseñanza. Abandonando teorías a-históricas se contextualizan críticamente las prácticas educativas. Se destaca la importancia de la función docente en la transmisión del conocimiento como herramienta idónea de intervención y transformación social a través de un vínculo pedagógico no autoritario. Docentes y alumnos asumen un rol activo. En el tercer paradigma el eje está centrado en el educando y sus intereses. La estructura propia del saber pasa a un segundo plano y las acciones del educador se basan en disponer las condiciones para que el alumno organice sus estructuras o aprenda a investigar la realidad. En estas tres posturas aparece implícita alguna forma de “transmisión”, pero cada teoría le asigna un valor diferente dentro de su marco conceptual. Desde el modelo de la escuela tradicional, enseñar y transmitir podrían considerarse sinónimos. La transmisión en esta concepción, implicó trasladar contenidos consolidados y sistematizados y lograr que el alumno los incorporara. El paradigma crítico se acerca en la valoración de la transmisión del conocimiento al paradigma tradicional, entendiéndolo como necesario para la transformación social, pero desde una perspectiva de crítica social y política. En el modelo centrado en las teorías emergentes, el enseñar está ligado a la construcción de las estructuras mentales, mientras que la transmisión del conocimiento pasa a un segundo plano, adquiriendo una función instrumental y de mediación entre el docente y el alumno. A partir del análisis de las técnicas empleadas inferimos que la representación de los docentes quedó definida como que: Enseñar es “motivar la construcción del conocimiento”. Inicialmente esta idea podría considerarse como perteneciente al segundo modelo porque desde las teorías críticas se apuesta a que el docente contribuya al desarrollo de un pensamiento autónomo por parte del alumno. Pero es importante destacar que desde este enfoque, para que esta construcción sea posible es imprescindible la intervención que realiza el docente. Consideramos que tal como quedó definida la idea central de la representación, debe ser interpretada en términos del tercer paradigma. Dado que en las respuestas de los docentes apareció una importante perspectiva individual en la construcción del conocimiento y un sentido de inmediatez de la tarea docente, en contraposición al fuerte sentido social y prospectivo del acto de enseñar dentro de la teoría crítica. Pasaremos a analizar qué quiere decir que en estas representaciones se interprete la enseñanza en términos de motivación. Es bien conocido por todos que hoy asistimos a una desjerarquización y pérdida de confianza en la educación. Se perdió la utopía del optimismo pedagógico, ya no estamos en presencia de la motivación de la época del paradigma tradicional que atribuía a la educación el rol de herramienta de transformación social. Respecto del rol docente se advierte una pérdida de prestigio y un cuestionamiento a su autoridad. Esto repercute en el tipo de relación que establece con el alumno. Observamos que al docente se le dificulta asumir la asimetría del vínculo y la inevitabilidad de algún nivel de imposición simbólica en la transmisión de la cultura. Horizontalizar la relación con el alumno sin caer en el amiguismo es la forma de viabilizar un lugar y una función docente. Recurrir a la motivación es el modo que encuentra para construirse un lugar de valoración y reconocimiento por parte del alumno. La pedagogía tradicional se basó en el concepto de esfuerzo y disciplina ligado al deber. En la actualidad el proceso de aprendizaje requiere de la motivación para el esfuerzo. Respecto de este tema podemos inferir una inversión de roles. Ahora es el docente, el que se esfuerza por llegar al alumno. Motivar puede entenderse como, incitar, animar, estimular al alumno para que se vincule con el conocimiento. Otra cuestión que detectamos es la promoción de un conocimiento individual. El docente ya no trata de transmitir contenidos socialmente significativos. La fuerte incertidumbre respecto de la posibilidad de generar conciencia social, cultural y política que hay en la actualidad favorece que el docente intente acomodar el objetivo de su tarea dentro de una dimensión posible: brindar herramientas para el presente que faciliten el desarrollo individual. Esto contribuye aunque no de manera consciente al mantenimiento de una realidad construida a partir del discurso neoliberal, promotor de intereses particulares. La conclusión a la que llegamos es que la pérdida de legitimidad de la transmisión, principalmente está referida a la pérdida del sentido político del acto de enseñanza como herramienta de intervención y transformación social. Se genera así un círculo sin salida por un lado, la pérdida de confianza social en la educación favorece la dificultad para asumir la responsabilidad social del docente en la transmisión de la cultura poniendo en juego la intencionalidad misma de la tarea pedagógica. Por otro la representación acerca del transmitir como motivación refuerza la pérdida del sentido político de la educación. Cerrando este apartado queremos recordar que desde la pedagogía crítica se trabaja para recuperar el valor político de la educación: la universalización del acceso a la cultura a través de un vínculo pedagógico no autoritario. La tarea docente, en este marco, se entiende relevante como estrategia de adquisición de capital cultural para aquellos individuos o grupos que no tienen la oportunidad de obtener el mismo mediante herencia familiar. Otras miradas para analizar este tema Cinco años después, decidimos revisar nuestro trabajo. En principio seguimos sosteniendo lo que allí afirmamos y encontramos que reconocidos autores pedagógicos ratifican las conclusiones obtenidas. Tenti Fanfani si bien no hace referencia explícita al tema de la transmisión, trabaja sobre los cambios del sentido de la autoridad de los docentes. Señala que en el período fundacional del sistema educativo, la autoridad del docente era una suerte de “efecto de institución”. El docente poseía legitimidad y prestigio porque la institución escuela contaba con estas cualidades y los agentes que allí se desempeñaban no necesitaban construir esta legitimidad. Nos dice al respecto: “El acto del nombramiento en un “cargo” de la escuela oficial… transformaba a una persona dotada de rasgos más o menos comunes en una persona digna de crédito... Por lo tanto no debía hacer muchos esfuerzos para convencer y seducir…En general la autoridad era más un efecto automático de la institución que un mérito personal”. En cambio en la actualidad las instituciones educativas ya no garantizan al docente la legitimidad que poseía en otros tiempos y el docente debe construirla con sus propios recursos. “...Su trabajo se parece más al de un actor de teatro que debe conquistar y persuadir a su público”. Este autor señala dos factores que podrían explicar este cambio en la autoridad y la legitimidad del docente: la crisis de las instituciones tradicionales y la pérdida de poder de las generaciones adultas. Respecto del primer factor Tenti señala que la escuela ya no tiene la fuerza característica de otras épocas ya que junto con el resto de las instituciones clásicas (como la familia, la Iglesia y fundamentalmente el estado) ha perdido poder en la constitución de las subjetividades. El segundo de los factores al que hace referencia el autor, la pérdida de poder de las generaciones adultas, nos lleva a ampliar nuestro marco de análisis y preguntarnos qué pasa con la transmisión más allá del ámbito del aula. Si extendemos la relación docente-alumno a un nivel de análisis macro coincidimos con Hanna Arendt que lo que está en juego respecto de la transmisión de la cultura, es la posición del adulto, su autoridad frente al niño. Respecto de este tema Adriana Puiggrós desarrolla la necesidad de que las generaciones más jóvenes recuperen la confianza en los adultos para hacer posible la recepción de “la herencia cultural” Pero esto no será posible en tanto los adultos y en consiguiente, los docentes no recuperen su lugar de “sujetos de saber”. Es necesario que adultos y docentes valoricen lo que saben y la importancia de “pasarlo a otros” para que la transmisión se produzca. Hemos desarrollado hasta ahora el cuestionamiento de la posición de adulto, relacionándolo con el proceso de erosión de las instituciones que modelaron la modernidad y con su pérdida del lugar de sujeto de saber. Consideramos que frente a esta situación el adulto puede adoptar dos posiciones que profundizan la crisis. Una de “carácter depresivo” que lo lleva a una posición de fragilidad y vulnerabilidad. No puede sostener al otro porque él mismo se está cayendo. No puede ni tiene qué transmitir. La otra postura que puede asumir es la de “adolentización maníaca” que se caracteriza por la exaltación de lo inmediato y por la apelación al exitismo mágico, al no esfuerzo. Así como la primera puede llevar a una añoranza del pasado porque “todo pasado fue mejor”, la segunda al centrarse en un eterno presente, deseo de permanecer en ese estado “ideal de adolescencia” impide la posibilidad no sólo de rescatar la historia, sino también la posibilidad de proyección de continuidad y de futuro. Como afirma Hassoun la transmisión implica un propósito de asegurar una continuidad entre generaciones. Pero como venimos desarrollando parecería que en la actualidad no sólo no se sabe bien qué transmitir, sino que además al estar borradas las fronteras entre adultos y niños se dificultaría la labor misma del traspaso entre generaciones. A modo de cierre Inicialmente en nuestra investigación partimos de los supuestos de que la pérdida de legitimidad de la transmisión era producto de ciertos planteos teóricos que habrían dejado huellas de una visión pasiva del rol docente en relación a la construcción del conocimiento por parte del alumno y de otros que ponían el acento en las prácticas autoritarias del docente. Analizando los motivos fundacionales de la escuela pudimos ver que originalmente la escuela tenía una función de integración. Se buscaba formar una identidad común que todos se condujeran de la misma manera, hablaran el mismo lenguaje. Brindaba conocimientos y valores ligados al desempeño de roles jerárquicamente definidos, respetuosos del orden social pre-establecido. La pretendida igualdad que se quería alcanzar, en realidad encubría un proceso de homogeneización que garantizaba la reproducción social. Hoy se quiebra la posibilidad de cohesión social y de transmisión de un mensaje socializador. Parecería que la escuela ya no tiene una función específica, se confunden las tareas educativas con las asistenciales. Políticamente ya no tiene sentido plantear la integración dado que es funcional mantener la sociedad fragmentada tal como la tenemos. En materia económica ya no hay roles estables y quedó sepultada la ilusión de movilidad social. La conclusión a la que llegamos es que principalmente lo que está en juego es la pérdida del sentido político del conocimiento como herramienta de intervención y transformación social: se perdió la motivación que representaba la confianza social en la educación y se intenta reemplazarla por motivar esa confianza en la construcción individual del conocimiento. Queremos destacar que no estamos planteando al modo nostálgico, que la solución a los problemas actuales se encuentre en la vuelta al pasado, ni en el regreso a la escuela tradicional. Consideramos que enmarcar el fenómeno educativo en relación a otros procesos sociales nos permite contextualizar mejor el problema general que afecta a la transmisión: la dificultad para la comunicación, para el traspaso, para el legado y la continuidad entre generaciones Recuperando la mirada desde la tarea docente, sostenemos que hoy más que nunca es ineludible no renunciar a la democratización de bienes culturales. Frente a la posibilidad de vaciamientos discursivos, pensamos que se hace imprescindible recuperar la dimensión política de la educación y hacer una fuerte apuesta a la transmisión del conocimiento. Proponemos, en síntesis, recuperar la transmisión del conocimiento como el eje del quehacer pedagógico, resignificando y pensando este concepto. No se trata de transmitir acríticamente a un sujeto pasivo que sólo escucha y repite sino de transmitir el legado cultural y las herramientas que le permitan a las generaciones más jóvenes apropiarse y recrear la cultura como una forma de contrastar el descreimiento, la desesperanza y la paralización que nos rodean. • • • • BIBLIOGRAFÍA Arendt, H: “Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política”. Ed. Península. Barcelona. 1996. Czerlowski, M, Vitti, C: “Aportes a la conceptualización de las representaciones sociales”. Artículo cátedra de pedagogía. 1999. Czerlowski, M., Yoya, A “La pedagogía y la transmisión de la cultura” Cuaderno de pedagogía. U.N.L.Z. 2000. Davini, M.: “La formación docente en cuestión: política y pedagogía”. Buenos Aires, Paidós. 1995. • Degl´Innocenti, M. Baigorria, O, Czerlowski, M, Viti, C, Yoya,A. 2000. Informe final de la investigación “La categoría transmisión en la práctica pedagógica” Programa de fortalecimiento para la investigación en cátedras” de la Secretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Cultura y Educación de la Nación. • Dussel, I, Southwell, M: ”La escuela y la igualdad: renovar la apuesta”. Rev. El monitor de la educación. Octubre 2004 • Hassoun, J: “Los contrabandistas de la memoria”. Ediciones de La Flor. 1996. • Lewkowicz, I: “Sobre la destitución de la infancia”. Diario Página 12. 4-11-04. • Puiggros, A. “El ministerio de educación tiene que recuperar su protagonismo” Diario La capital 9-5-03. • Tenti Fanfani, E. “Viejas y nuevas formas de autoridad docente”. En: www. Fronesis.org. Abril 2004.