superyo Dislexia Superar la confusión Inversiones en las sílabas, ausencia de ritmo en la lectura y falta de memoria para repetir frases son apenas algunos síntomas de un desorden que interfiere con el aprendizaje y lesiona la autoestima. El diagnóstico temprano y la atención profesional son claves para atenuar el impacto / Gabriela Garrido 67+SALUD superyo dislexia “Flojo, descuidado, desordenado, distraído”. Así son etiquetados –en forma recurrente– los niños disléxicos. Del griego dýs (dificultad) y léxis (lenguaje), la dislexia “es una discapacidad –en niños sin deficiencia sensorial ni motriz– de la percepción y la construcción de las palabras que es independiente de cualquier causa intelectual, cultural y emocional. Se caracteriza porque las adquisiciones del niño en el área de la lectura, la escritura y el deletreo están muy por debajo del nivel esperado en función de su coeficiente intelectual y de su edad cronológica”, define Michael Thomson, autor de varios libros sobre el tema. La dislexia –un trastorno del lenguaje que incide en el aprendizaje y que puede confundirse con el déficit de atención con hiperactividad– afecta en mayor grado a los niños que a las niñas, porque en ellas el centro cerebral del lenguaje –así como las conexiones entre ambos hemisferios– está más desarrollado. Algunos especialistas relacionan la discapacidad con la memoria a corto plazo, asegurando que los disléxicos tienen problemas de coordinación y autoorganización. Otros hablan de la lateralidad cerebral, y argumentan que muchos de los problemas de lectura y escritura de los niños –a partir de los 5 años– se deben a que no han conseguido que uno de los hemisferios (bien sea el izquierdo o el derecho) sea el dominante y asuma las funciones del lenguaje. Aunque ubica la causa de la dislexia en un componente genético y hereditario, Beatrich Palella, psicopedagoga especialista en retardo y dificultades de aprendizaje, precisa que el curso de la discapacidad depende de la situación personal de cada niño, sobre todo de su interacción con el entorno familiar, escolar y psicopedagógico. Lucía Graterón de Gorrochotegui, neuróloga y PhD en neurociencia, concuerda con Palella en el componente genético de la dislexia, pero también considera que su origen estaría en una organización defectuosa del espacio visual y auditivo, responsable, igualmente, de otros trastornos que generalmente cursan con la dislexia. 68+SALUD En el aula • Darle a entender al alumno que se está al tanto de su problema. • Sentarlo en las primeras filas, cerca del profesor. • Ayudarlo a pronunciar correctamente las palabras. • No pretender que alcance un nivel lector igual al de los otros niños. • Prestarle atención especial y animarle a preguntar cuando tenga alguna duda. • Comprobar siempre que ha entendido el material escrito entregado en clase y verificar que sea apropiado para su nivel. • Valorar los trabajos por su contenido, no por los errores de escritura. • Siempre que sea posible, realizar las evaluaciones oralmente. • Recordar que requiere más tiempo que los demás para terminar sus tareas. • Evitar que tenga que leer en público. • No ridiculizarlo nunca. • Permitirle, si le resulta útil, el uso de la tabla de multiplicar, una calculadora y una grabadora. • Enseñarle a tomar apuntes mediante notas breves. • Aceptar que se distrae con mayor facilidad (la lectura le comporta un sobreesfuerzo). • Disgrafía: distorsión de la escritura (a menudo ilegible), movimientos gráficos disociados, incapacidad para tomar dictado. • Disortografía: incorrección de la ortografía por la confusión de las letras o por su mala colocación en las palabras. • Discalculia : alteración de la capacidad de cálculo y manejo de los números. • Dislalia: trastorno en la emisión de un fonema. Captar las señales A partir de los 5 años, los padres o el docente pueden advertir problemas en el niño para identificar palabras que comienzan con un mismo sonido, como “ambulancia” y “ambiente”, o que tienen el mismo final, como “canción” y “camión”. También pueden observar confusiones en el vocabulario derivadas de una inadecuada orientación espacial, equivocaciones en el paso de una línea a otra, falta de memoria para repetir frases, ausencia de ritmo en la lectura, incomprensión de lo leído, inversiones en las sílabas (“sol” por “los”) y dificultad para nombrar colores o emparejar palabras. Además, Palella y Gorrochotegui enumeran otras señales relativamente típicas que deben guiar –de inmediato– las sospechas hacia una posible dislexia. Disléxicos famosos Leonardo Da Vinci / Thomas Edison Albert Einstein / Walt Disney • En la lectura. Los desórdenes se producen, sobre todo, en las letras que tienen cierta similitud morfológica o fonética. Por ejemplo “a” y “o” en las vocales manuscritas, “a” y “e” en las impresas, “u” y “o” a nivel fonético. También se genera confusión fonética en las consonantes “p”, “b”, “m” y “n”. Igualmente, hay falta de claridad entre letras que gráficamente se diferencian por su simetría: d/b, p/q, b/g, u/n, g/p, d/p. Las sílabas son invertidas, reiteradas u omitidas. Las inversiones pueden ser por cambio de orden de las letras dentro de una sílaba directa (“lapa” por “pala”), en una sílaba inversa (“rapa” por “arpa”) o en una compuesta (“pader” por “padre”). También se dan reiteraciones (“cocicina” por “cocina”). En líneas generales, al disléxico le falta sincronicidad en la lectura, que se manifiesta en la lentitud, la no utilización de los signos de puntuación y la dificultad para seguir y comprender un texto. • En la escritura. Se dan inversiones de letras en espejo, letras hechas a trazo suelto, mezcla de mayúsculas y minúsculas, inversiones de letras, sílabas y palabras; mala elaboración de frases, agrupaciones y separaciones incorrectas, torpeza y coordinación manual baja. • En las matemáticas. Hay dificultad para realizar operaciones aritméticas y para la comprensión de la estructura numérica. Se dan, por ejemplo, inversiones de cifras en números de dos dígitos (24/42), de tres (104/140) y en números de sonido similar (60/70). Categorías Palella clasifica la dislexia en cuatro tipos. • Evolutiva o madurativa. Cuando aparecen síntomas similares a los disléxicos en niños que inician su aprendizaje, pero desaparecen con rapidez durante el proceso. • Adquirida. Cuando se produce algún trauma craneal que afecta el área del lenguaje en el cerebro. • Viso-espacial. Cuando hay una alteración en el hemisferio derecho (interviene en la percepción de la profundidad y la forma). • Analítica, secuencial y fonológica. Cuando se presenta una alteración en el hemisferio izquierdo (encargado del procesamiento lógico y secuencial de la información). 69+SALUD superyo dislexia 15% En el hogar • Crear un clima de seguridad afectiva: hacerle saber que no está solo. • Proporcionarle confianza y dejarle muy en claro que puede tener éxito. • Alabar un área en la que se destaque. • Reforzar su autoestima con elogios y recompensas. • No compararlo, en ningún momento, con su hermano, sobre todo si es menor y sabe leer o deletrear mejor que él. • Tener paciencia “extra” si, por ejemplo, no es capaz de atarse los cordones de los zapatos, es torpe abotonándose la camisa, olvida las órdenes que se le acaban de dar o confunde las horas del día. • Recordar que necesita más tiempo del habitual para algunas tareas concretas, incluso para estructurar sus pensamientos. de la población escolar mundial sufre de dislexia Consecuencias Los niños con dislexia corren el peligro de presentar alteraciones en su vida afectiva, resultado de los continuos fracasos que experimentan en el ámbito escolar y en sus actividades cotidianas. • Desinterés por el estudio, en especial cuando tienen un medio familiar o escolar poco estimulante. Aunque se esfuercen, no obtienen los resultados esperados. La frustración les resta motivación e inhibe su curiosidad innata. • Calificaciones escolares bajas. Con frecuencia, los disléxicos son marginados del grupo y llegan a ser considerados como niños con retraso intelectual. • Conductas disruptivas para llamar la atención y rebelarse ante la descalificación. Inhibición y pesimismo cercanos a la depresión. • Disminución de la autoestima e inadaptación personal. Es frecuente encontrar en los niños disléxicos una serie de rasgos que denotan cierto desajuste emocional: sentimiento de inseguridad, compensado por una cierta vanidad y falsa confianza en sí mismos y, en ocasiones, terquedad para asumir el tratamiento. • Incremento de la ansiedad, reflejada en problemas en el dormir (insomnio o pesadillas) y en la alimentación (disminución o aumento del apetito), somatizaciones (dolores corporales, cefaleas, vómitos), sentimientos de fracaso y cambios bruscos de humor. • Aparición de conductas regresivas. • Automarginación de la clase. Se repliegan en sí mismos y pierden el interés por el grupo (su nivel de competencia es muy inferior al modelo escolar establecido). Nunca es tarde El lento progreso de la dislexia permite anticipar la disposición a padecerla o identificarla cuando el pequeño sólo presenta algunos síntomas iniciales. Eso sí: hay que estar alerta desde la edad escolar. Si bien hay quienes descubren que son 70+SALUD disléxicos en la edad adulta –porque lograron compensar su discapacidad con un esfuerzo extraordinario de memoria–, el diagnóstico temprano es fundamental para disminuir la posibilidad de que el niño arrastre un grave retraso en su formación (la mayor parte del conocimiento se adquiere a través de la lectura). La evaluación, que debe ser ordenada y analizada por un especialista (pedagogo, terapeuta o logopeda), empieza con la construcción de un perfil familiar, seguido de pruebas neurológicas y neuropsicológicas, test de lectura (de letras, sílabas, palabras, textos completos) y de escritura (dictados, copias, redacciones espontáneas). Todavía no se le conoce cura a la dislexia, pero los especialistas trabajan para reeducar al paciente y se enfocan en compensar las carencias propias de cada quien. El objetivo es que el disléxico consiga interpretar, por sí solo y de forma casi automática, los símbolos de la lectura y la escritura. Aunque el tratamiento es largo, generalmente los disléxicos consiguen paliar su problema y completar los estudios, asegura Palella. Es fundamental, claro está, el nivel de motivación del niño, el grado de participación de la familia y el profesorado, y el seguimiento del proceso. ( • F u entes c o ns u l tadas º Lucía Graterón de Gorrochotegui, neuróloga y PhD en neuroeciencia. Triada, Unidad de Psicología, Psiquiatría y Neurología, Centro Profesional Santa Paula. º Beatrich Palella, psicopedagoga y especialista en retardo y dificultades en el aprendizaje. º www.soydislexico.com / www.dislexia.com / www.saludalia.com / www.psicopedagogia.com )