La potencia del dibujo Obreros del lápiz, una experiencia extensionista que gira sobre dos ejes: el oficio del dibujante y el empoderamiento a través de la mirada. Mauricio Cerbellera* A permite el dibujo. Durante tres etapas por año se mostraron obras de artistas que trabajan ilustrando libros, revistas, poesía o notas periodísticas, o que dibujan tapas de discos o afiches de bandas locales. Artistas que hacen el arte de concepto de películas o videojuegos. Dibujantes que ilustran investigaciones en biología o paleontología. Humoristas gráficos. Pero además de mostrar sus obras estos artistas dieron charlas, talleres y clínicas en donde contaron sus experiencias y socializaron sus herramientas de trabajo a públicos de todo tipo: adultos mayores, jóvenes universitarios, estudiantes secundarios y niños. desalambrar el campo del arte Partamos de la premisa de que la desigualdad en la distribución de la riqueza en que vivimos es también, y quizás sobre todo, desigualdad en la distribución del conocimiento y de los bienes culturales. Dentro de todos los mecanismos que el Estado puede desplegar para revertir esta situación, la práctica extensionista puede cumplir un rol fundamental. Recordemos que la extensión es la tercera y menos conocida pata universitaria, junto a la docencia y la investigación. Es la que se piensa más en contacto con la sociedad, la que establece vínculos con instituciones y organizaciones para encontrar soluciones a los problemas concretos de la comunidad. Una tarea posible y necesaria en esta redistribución de los bienes culturales es la de alfabetizar visualmente. Es decir, brindar herramientas para la comprensión del mundo. Empoderar la mirada para empoderar al ciudadano. 10 Dossier La historia del siglo XX nos enseña que la aspiración vanguardista de estetizar la vida y a través de esto lograr la emancipación política, la utopía de volver bello mediante el arte todos y cada uno de los aspectos de la existencia fracasó rotundamente. O peor, triunfó en una versión distópica: el mercado estetiza todo lo que toca. La rentabilidad y su lógica lo abarcan todo. Desde la mercancía hasta el discurso político: globos y revolución de la alegría. Las imágenes de los medios, la publicidad y el diseño han relevado al arte, la cultura, la tradición en su rol de creación de sentidos para la comunidad. Más de una vez se ha escuchado el grito de ¡Sacar el arte a la calle! Probablemente al arte en la calle lo vean más personas, pero eso no es necesariamente democratizar el acceso a la cultura. Es aplicar la teoría del derrame al campo del arte. Esto es fomentar la ganancia de los sectores más ricos para que los más pobres reciban lo que a los primeros se les derrama. Sabemos lo que esto significa en el ámbito de los capitales: todavía seguimos esperando el milagro. Entonces tampoco basta con museos resplandecientes como pantallas Leds. La alfabetización visual se consigue haciendo imágenes, aprendiendo a manipular las herramientas de los lenguajes artísticos, produciendo arte. Ser productores de imágenes nos ayuda a movernos con más conciencia y más libertad en el campo de lo simbólico. Quizás a decodificar un poco el complicado laberinto estético que nos rodea. El caso obreros del lápiz Durante los años 2014 y 2015 el área de Cultura de la Secretaría de Extensión Universitaria llevó adelante el ciclo Obreros del Lápiz. Junto a Pupi Herrera nos propusimos hacer de ese espacio un lugar en el cual mostrar y multiplicar propuestas donde el dibujo funcione como herramienta de trabajo. Desde un principio considerar al dibujante como trabajador nos distanciaba del lugar académico donde el artista se comporta más como un intelectual que como un obrero, o alguien que vive de su oficio. Pero, ¿por qué esta distinción? El dibujo es un lenguaje subjetivo, no porque sea el arte el reino de la expresión y la subjetividad desencadenada. Sino porque es una forma de decir cosas. Nos llevó a esto un hecho empírico: el desfase entre lo que se puede hacer y lo que sabemos hacer como artistas visuales. Cuando en un momento de nuestra formación, durante o finalizada la carrera, ingresamos al mercado laboral nos encontramos con que los trabajos para un artista son cosas que nunca o rara vez hicimos durante los estudios. Vale aclarar dos cuestiones: por un lado llamo trabajo a una actividad que permite el autosustento, por la cual recibo dinero a cambio. Y por otro que estoy descontando que el artista siempre tiene la posibilidad, con o sin vocación, de la docencia en todos los niveles formales e informales. Sin dudas que el mercado no nos recibe con los brazos abiertos pero se notan, y mucho, la incidencia de las políticas nacionales de los últimos años tendientes a crear una industria cultural nacional. En Córdoba tenemos un mercado editorial independiente floreciente y unas cuantas productoras audiovisuales que emplean a artistas en proyectos de animación, cortometrajes y largos. Paka Paka y CDA (Contenidos Digitales Abiertos) se han nutrido de mucho material local. También la industria gráfica va ayudando a la profesionalización de los artistas, se pagan dibujos originales y derechos de publicación en medios gráficos y digitales, afiches, flyers, publicaciones. El ciclo Obreros del Lápiz intentó dar cuenta de ese gran abanico de posibilidades que nos Línea de pensamiento Al mismo tiempo que todos estos obreros mostraban sus oficios fue tomando forma un hilo conductor en las actividades y talleres que excedió lo meramente laboral. Y es que el dibujo además de medio de subsistencia nos permite pensar, pensar en imágenes, pensar informaciones y saberes de otras áreas del conocimiento, pensar lo que nos rodea, filtrar experiencias de todo tipo. El dibujo es un lenguaje subjetivo, no porque sea el arte el reino de la expresión y la subjetividad desencadenada. Sino porque es una forma de decir cosas, de comunicación cuyo código es individual y único. El dibujo, como dice Luis Felipe Noé en Noescritos sobre aquello que se llama arte, es un lenguaje cuyo código se va creando en la medida que se realiza: “La línea tiene también mucho de pensamiento (...) Uno sabe lo que está pensando en la medida que lo va formulando. Uno sabe lo que está dibujando en la medida que lo está dibujando, no antes”. Quizá sea arriesgado pero podemos afirmar que hay cosas que se pueden decir sólo con dibujos. El humor gráfico es un claro ejemplo de esto, la síntesis de ideas que condensa el humorista en una imagen puede ser de una gran complejidad. Otra característica que acerca el dibujo al pensamiento es la capacidad de trastocar ideas. De poner en un lugar algo que no corresponde y así generar la risa, pero también la reflexión. Crear una idea nueva, un nuevo lugar de pensamiento. De mover de lugar los sentidos dados, los sentidos comunes. Y ahí está su potencia. En su capacidad de empoderar la mirada. La apuesta del ciclo Obreros fue hacer conscientes y accesibles algunas herramientas para crear y comprender imágenes de la mano de quienes mejor las manejan: los trabajadores del dibujo. Como toda práctica esta experiencia fue un ensayo y los resultados son probablemente la experiencia misma. D *Artista y docente.