Los derechos fundamentales en el constitucionalismo español

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TRABAJO FIN DE GRADO
Título
Los derechos fundamentales en el constitucionalismo
español
Autor/es
Christian González Lecea
Director/es
María del Carmen Sáenz Berceo
Facultad
Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales
Titulación
Grado en Derecho
Departamento
Curso Académico
2013-2014
Los derechos fundamentales en el constitucionalismo español, trabajo fin de
grado
de Christian González Lecea, dirigido por María del Carmen Sáenz Berceo (publicado por la
Universidad de La Rioja), se difunde bajo una Licencia
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titulares del copyright.
©
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El autor
Universidad de La Rioja, Servicio de Publicaciones, 2014
publicaciones.unirioja.es
E-mail: [email protected]
TRABAJO FIN DE GRADO
Título
Los Derechos Fundamentales en el Constitucionalismo
español.
Autor
Christian González Lecea
Directora
Dra. Dña. Mª del Carmen Sáenz Berceo
Facultad
Ciencias Jurídicas y Sociales
Titulación
Grado en Derecho
Departamento
Derecho
Curso académico
2013-2014
DERECHOS FUNDAMENTALES
EN EL CONSTITUCIONALISMO
ESPAÑOL
Christian González Lecea
Tutor: Dra. Dña. Mª del Carmen Sáenz Berceo
ÍNDICE SUMARIO
RESUMEN/ABSTRACT……………………………………………………………………………...4
I. INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………………………..1
II. ¿QUÉ ES UN DERECHO FUNDAMENTAL? ...................................................................................2
1. Cuestiones previas……………………………………………………………….2
2. Concepto y límites………………………………………………………………3
3. Diversas perspectivas…………………………………………………………..6
4. Doble dimensión de los Derechos Fundamentales……………………………..7
III. LOS DERECHOS FUNDAMENTALES: EVOLUCIÓN HISTÓRICO-JURÍDICA……………....9
1. Introducción………………………………………………………………….…9
2. La Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América………....10
3. La Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano…………………….10
4. Constitución Española de 1812………………………………………………...12
5. Constitución Española de 1837………………………………………………...18
6. Constitución Española de 1845………………………………………………...21
7. Constitución Española de 1869………………………………………………...23
8. Constitución Española de 1876………………………………………………...27
9. Constitución Española republicana de 1931……………………………………33
10. Tribunal de Garantías Constitucionales de 1933……………………………….39
11. Etapa Franquista………………………………………………………………..41
IV. LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA DE 1978………………………………………..……41
1. Contexto histórico………………………………………………………………42
2. Derechos Fundamentales ……………………….………...……………………..…43
V. LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL DERECHO INTERNACIONAL………………..48
1.
Convenio Europeo para la protección de los Derechos Humanos……………...48
2.
Declaración Internacional de Derechos Humanos …………………………………...49
VI. CONCLUSIONES…………………………………………………………………………………...51
VII.
BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………………………………..53
VIII.
FUENTES ELECTRÓNICAS…………………………………………………………………..55
IX.
JURISPRUDENCIA CONSULTADA………………………………………………………….55
RESUMEN/ABSTRACT
El objeto de estudio de este trabajo es un acercamiento a la historia y
formulación de los Derechos Fundamentales en nuestro país desde nuestro primer texto
constitucional en el año 1812 hasta la norma suprema vigente en la actualidad.
Comenzaremos intentando precisar el concepto de derecho fundamental, sus
caracteres específicos, sus limitaciones y relaciones con el resto del ordenamiento
jurídico, sin pasar por alto los más que diversos, variados y controvertidos problemas
que han venido sucediéndose tanto sobre su ámbito de aplicación como a nivel
terminológico. Una vez aclaradas estas cuestiones procederemos a estudiar la evolución
histórico-jurídica del constitucionalismo español, como base a la que inevitablemente
van ligados los Derechos Fundamentales, deteniéndonos concretamente en el estudio de
los mismos. Nuestro objetivo consistirá así en el análisis de la proclamación y
reconocimiento de Derechos Fundamentales de la que cada texto constitucional de
nuestro país ha sido parte directamente implicada, deteniéndonos en los derechos que
recogen, pero también en aquellos que brillan por su ausencia.
Del mismo modo, analizaremos el contexto en el que ha visto la luz cada una de
nuestras constituciones así como los caracteres que las representan y las tendencias
políticas a las que dan vida, puesto que si hay algo que ya podemos enunciar de nuestra
historia constitucional es el constante afán por parte del poder ejecutivo de hacer suya la
norma suprema, plasmando en ella su concepción política, lo que ha influido de manera
importante en la amplitud y organización de los Derechos Fundamentales.
The object of study of this paper is an approach to the history of fundamental
rights in our country since our first Constitution in 1812 until our last supreme law of
1978.
We will start the study trying to define the concept of fundamental law, their
specific characteristics, limitations, and relations with the rest of the legal system, not to
overlook more than diverse, varied and controversial issues that have been going on
both scope and terminological. Once these matters we will proceed to study the legalhistorical evolution of Spanish constitutionalism as a base inevitably linked to
Fundamental Rights, stopping specifically in the study of them clarified. Our aim will
be well in the analysis of the proclamation and recognition of Fundamental Rights of
the Constitution that each of our country has been part directly involved, looking at
collecting rights, but also those who are absent.
Similarly, we will analyze the context that has seen the light each of our
constitutions and characters that represent and political trends that give life, because if
there is something we can and enunciate our constitutional history is the constant desire
by the executive branch to endorse the supreme law in shaping their political
understanding that has influenced significantly in the extent and organization of the
fundamental rights set out therein.
I. INTRODUCCIÓN
La Constitución Española de 1978 significó una relevante novedad que la ha
singularizado en toda nuestra historia constitucional, la de haberse deliberadamente
configurado por sí misma en su función de cabeza y fundamento de todo el
ordenamiento jurídico1. Tal afirmación encuentra su cimentación en el propio articulado
constitucional. Es así como el artículo 9.1 extiende la eficacia normativa de la
Constitución frente a todos al establecer: “Los ciudadanos y los poderes públicos están
sujetos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico”. Entendiendo como
poderes públicos aquellos a los que Montesquieu dividió en el siglo XVIII en: ejecutivo,
legislativo y judicial.
Nuestro cuerpo constitucional está organizado genéricamente en dos partes: una
parte dogmática y otra orgánica. La parte dogmática, formada por el Título preliminar y
el Título I consiste en una declaración de los principios y valores que se promulgan y
sobre los que se posiciona el ordenamiento jurídico. Es en el mismo artículo 1 donde se
recogen los valores superiores del ordenamiento jurídico: “España se constituye en un
Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores del
ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”. Es
en este Título I, dividido a su vez en cinco Capítulos, donde nuestra Constitución
plasma los derechos y deberes fundamentales que, con precisiones que más adelante
explicaremos, gozan, como ya hemos citado, de eficacia normativa directa, puesto que
no necesitan conversión legislativa alguna, sin perjuicio del pertinente desarrollo
legislativo que la propia Constitución habilita mediante ley.
Por otro lado se encuentra la parte orgánica que comprende el resto de Títulos,
es decir del Título II al Título X, y que se ocupa de la organización y estructuración del
Estado y de las instituciones que lo componen, ratificando de esta manera la división de
poderes existente en nuestro Estado de Derecho.
La importancia de lo dispuesto en el Título I sobre los Derechos Fundamentales,
queda intensificada, si cabe, con la regulación del Tribunal Constitucional en el Título
IX. Enunciado tribunal nace en el art. 53.1 como una institución de carácter judicial
dedicada específicamente a la tutela de los derechos fundamentales. Es un órgano de
1
GARCÍA DE ENTERRÍA Y MARTÍNEZ-CARANDE, Eduardo, “El valor normativo de la Constitución
Española”, Revista de Derecho Político, nº 44, 1998, pp. 31-44.
1
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carácter extraordinario, y así el artículo 165 otorga al poder legislativo la facultad para
la creación de una ley orgánica que regule “el funcionamiento del Tribunal
Constitucional, el estatuto de sus miembros, el procedimiento ante el mismo y las
condiciones para el ejercicio de las acciones”. De esto puede extraerse una importante
premisa: disfrutará de una legislación propia como órgano, articulada en la Ley
Orgánica del Tribunal Constitucional 2/1979, haciendo valer así su condición de
extraordinariedad y apartándose por tanto de la regulación legislativa habilitada para
regular la jurisdicción ordinaria, que vendrá recogida en la Ley Orgánica del Poder
Judicial 6/1985. Llegados a este punto, retóricamente nos hacemos dos grandes
preguntas. La primera: ¿qué es un derecho fundamental?; y la segunda ¿cómo hemos
llegado a nuestra constitución de 1978? Concluyendo esta introducción nos
detendremos en responder esas dos cuestiones sobre las que hemos centrado nuestro
objeto de estudio.
Nos es preciso aclarar que los términos Derechos Fundamentales, siempre, y
Constitución, siempre y cuando se precise a cuál nos referimos, vendrán plasmados en
mayúsculas, por la sencilla razón de que son el objeto central de nuestro estudio y
consideramos más adecuado revestirlos formalmente debido a la importancia que
suponen para el desarrollo de nuestro trabajo.
II. ¿QUÉ ES UN DERECHO FUNDAMENTAL?
1. Cuestiones previas
No son pocas las veces que el jurista se encuentra con esta conjugación de
palabras. Pero tanto para legos como para expertos es común que este término aparezca
constantemente en los medios de comunicación y en la vida diaria. Por ello
consideramos imprescindible precisar una definición y un acercamiento a diversas
cuestiones controvertidas a las que la teoría del derecho ha venido dando respuesta.
La idea de Derecho Fundamental va ligada directamente al constitucionalismo.
Son las primeras declaraciones de Derechos de 1869, 1776 y 1789 en Inglaterra,
Virginia y Francia respectivamente, las que positivizaron derechos de protección de
particulares frente al Estado, y también plasmaron la eficacia de los mismos “erga
omnes”, frente a todos. Pero, ¿qué son los Derechos Fundamentales?, y lo que más nos
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
interesa si cabe,
¿por qué vienen denominados como fundamentales, qué
especificidades poseen para que se encuentren situados en la cúspide normativa como
principios básicos sobre los que se erige todo un ordenamiento jurídico? A esas
cuestiones intentaremos dar respuesta en los párrafos siguientes.
2. Concepto y límites
Siguiendo a nuestro Tribunal Constitucional entendemos los Derechos
Fundamentales como normas constitucionales que positivizan un derecho a partir del
cual los ciudadanos podrán recabar su tutela ante los tribunales y conforme a las cuales
se interpretarán todas las normas que comprenden el ordenamiento 2. De esto se
desprende que sólo podemos hablar de Derechos Fundamentales cuando los derechos
son reconocidos y garantizados jurídica e institucionalmente, es decir, por medio de una
constitución, y cuyo objeto de protección jurídica suponga un aspecto fundamental
vinculado al desarrollo integral de la personalidad humana, es decir como facultades
inherentes y propias del ser humano, como son la libertad individual, la igualdad o la
participación política.3 Estos aspectos fundamentales están inevitablemente ligados al
contexto histórico, político y cultural en el que se encuadren, de aquí que la historia de
los derechos fundamentales en nuestro constitucionalismo se vea claramente
impregnada de vaivenes políticos.
Ligado a la supremacía jurídica que toda constitución o carta magna posee como
cúspide del ordenamiento aparecen configurados los derechos fundamentales como
derechos que recogen una esfera negativa de libertad que el Estado debe respetar y
sobre la que no puede intervenir de modo alguno, es decir como derechos absolutos y a
los que el intervencionismo estatal ponía en peligro, teoría que Locke4 en su
iusnaturalismo racionalista proclamaba y que Dworkin ha corroborado posteriormente
afirmando que “los derechos individuales son triunfos políticos en manos de los
individuos5”. Pero esta concepción absolutista de los derechos fundamentales ha
quedado prácticamente obsoleta en un constitucionalismo moderno en el que aún siendo
2
STC 56/1982, 26 de julio, FJ 2.
PECES-BARBA, Gregorio: Derechos Fundamentales I, Teoría General, Biblioteca Universitaria
Guadiana, Madrid, 1973, pp. 93-94.
4
LOCKE, John: Ensayo sobre el Gobierno civil, Colección Austral, Espasa Calpe, Madrid, 1991, pp. 73
y ss.
5
DWORKIN, Ronald: Los derechos en serio, Ariel, Barcelona, 1984, p. 37.
3
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cierto que los derechos nacen en la Constitución, no se agotan en la misma, sino todo lo
contrario, suponen tan sólo la punta del iceberg, una vez reconocidos y revestidos de las
garantías constitucionales comienzan un vasto desarrollo en la ley, y posteriormente en
disposiciones inferiores a la misma. Esta dinámica de legislación en corriente vertical a
través de la jerarquía de fuentes del ordenamiento necesita de una delimitación de los
bienes jurídicos que cada derecho fundamental porta implícitamente. La más que
conocida concepción de que “tu derecho termina donde comienza el de los demás” no es
muy plausible y ha sido el propio Tribunal Constitucional el que en reiteradas ocasiones
ha delimitado el concepto de derecho fundamental “[…] tanto los derechos individuales
como sus limitaciones, en cuanto que éstos derivan del respeto a la Ley y los derechos
de los demás son igualmente consideradas por el art. 10.1 de la C.E. como
<<fundamento del orden político y la paz social>> […]”. De dicho precepto también
podemos inferir, y así lo ha hecho el Tribunal Constitucional la doble naturaleza de los
Derechos Fundamentales6, cuestión sobre la que volveremos más tarde y que nos resulta
de vital importancia.
Han sido incontables las ocasiones en las que nuestro Tribunal Constitucional ha
dejado claro el carácter limitado y delimitado de los Derechos Fundamentales
alejándolos así de la antigua concepción absolutista, y así:
-
La STC 5/1981, 13 de febrero, en su fundamento jurídico séptimo: “Los
derechos tienen limites necesarios que resultan de su propia naturaleza”,
señalando así que el ejercicio de un derecho no puede conllevar un uso
irracional del ámbito de poder, es decir desarrollar en su máximo exponente
las posibilidades de actuación jurídica que la constitución confiere al titular.
O lo que es lo mismo, cada uno de los derechos y libertades tienen un
contenido delimitado, que puede ser más o menos preciso, que circunscribe
las facultades de actuación absolutas. “Todo derecho se halla pues, limitado
per se, internamente, por su propio sentido y vocación social”7.
-
O la STC 5/1983, 4 de febrero, en su fundamento jurídico tercero: “la
interpretación del alcance y contenido del derecho fundamental […] ha de
hacerse considerando la Constitución como un todo, en el que cada precepto
6
7
STC 25/1981, F.J. 5.
LACRUZ BERDEJO, José L.: Nociones de Derecho Civil, 60 edición, Barcelona, 1992, p. 114.
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
encuentra su sentido valorándolo en relación con los demás, es decir de
acuerdo con una interpretación sistemática”. De aquí se infiere el carácter
interpretador del derecho otorgado al Tribunal Constitucional, rol que debe
desempeñar fehacientemente en materia de Derechos Fundamentales con el
objeto de delimitarlos conceptualmente en aras de un efectivo ejercicio.
Atendiendo a nuestro texto constitucional vigente, en concreto al artículo 10.1,
los Derechos Fundamentales son derechos inherentes a la persona, inviolables, y
debemos entenderlos como mínimo indispensable para reconocer la dignidad humana.
No obstante, es necesario aclarar la diferencia terminológica que surge en torno
al nombre utilizado para referirse a los Derechos Fundamentales. Estamos hablando de
las distintas acepciones que concurren entre derechos fundamentales y derechos
humanos. Existen varias visiones para explicar la colisión terminológica entre estos
conceptos. La más genérica y menos teórica a su vez establece que la diferencia entre
unos y otros radica en el tipo de normas que los recogen, y así al hablar de Derechos
Humanos nos referimos a Derechos Fundamentales reconocidos en tratados
internacionales, quedando como Derechos Fundamentales aquellos que plasman los
ordenamientos internos.
Sin embargo, desde el punto de vista de la teoría del derecho surgen varias
opiniones. Para los positivistas, y desde un plano estrictamente formal, los Derechos
Fundamentales son los Derechos Humanos positivados en constituciones estatales8,
igualando el momento de su nacimiento con la positivación pertinente y que actúan
como garantías individuales del ciudadano frente a su ordenamiento jurídico. Por otro
lado los iusnaturalistas defienden la postura ambiental considerándolos como el
resultado de la necesidad de la filosofía de los Derechos Humanos de ser plasmados
normativamente en el derecho positivo9, dando a entender que no existe diferencia
alguna en cuanto a la materia que engloban sino tan sólo a la forma de denominarlos.
De la misma manera se ha de precisar que los derechos públicos subjetivos son
todos los derechos que el particular ostenta frente al Estado, si bien, el profesor Diez8
Entre quienes apoyan esta concepción: MESSNER, J.: Ética social, política y económica a la luz del
derecho natural. Ediciones Rialp, Sociedad Anónima, Madrid, 1967 pp. 386 y ss.; VIRGA, Pietro: Libertá
giuridica e diritti fondamentali, Giuffre, Milano, 1947, p. 148.
9
PECES-BARBA MARTÍNEZ, Gregorio: Derechos Fundamentales I. Teoría General, Guadiana,
Madrid, 1973, pp. 73-74
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
Picazo10 aclara que no todos los Derechos Fundamentales son derechos públicos
subjetivos ni todos los derechos públicos subjetivos son Derechos Fundamentales. Lo
primero se explica en el marco del Derecho Privado, dado que algunos Derechos
Fundamentales pueden ser exigidos no sólo frente al Estado sino también entre
particulares. Ejemplo de ello es lo establecido en el artículo 18.1 sobre el derecho a la
intimidad personal y familiar11. Lo segundo, no todos los derechos públicos subjetivos
son Derechos Fundamentales, puesto que existen muchos derechos públicos subjetivos
que no están revestidos del carácter de valor básico de la democracia o que no pueden
calificarse como desarrollo de norma constitucional alguna, como testimonian gran
parte de las leyes de carácter meramente administrativo.
3. Diversas perspectivas
Ya en el plano causal, si nos preguntamos: ¿por qué los Derechos
Fundamentales gozan de un carácter privilegiado y despliegan efectos directos en todo
ordenamiento jurídico? Existen dos corrientes filosóficas principales que tratan de dar
respuesta a esta pregunta: el positivismo relativo y el positivismo jurídico. Ambas son
de gran interés pero debido a que no es objeto principal de nuestro estudio un análisis
filosófico en relación con los Derechos Fundamentales, nos ceñiremos a señalar lo que,
en esencia, establece cada una de ellas al respecto:
-
Corriente positivista-relativista: Fue Luigi Ferrajoli el principal sustentador
de la concepción materialista12. Este filósofo italiano considera que un
Derecho Fundamental tiene tal consideración porque es reconocido a todas
las personas por el mero hecho de su condición humana, a la que van
inherentemente vinculados13. Según esta teoría los Derechos Fundamentales
deben ser reconocidos como derechos por un ordenamiento concreto y todo
el sistema garantista que conlleva en aras de su eficacia normativa plena.
10
DÍEZ-PICAZO GIMÉNEZ, Luis María: Sistema de derechos fundamentales, Thompson-Civitas, 2ª ed.,
Madrid, 2005, p. 35.
11
Art. 18.1 C.E.: Se garantiza el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia
imagen.
12
FERRAJOLI, Luigi, Los fundamentos de los derechos fundamentales, Trotta, Madrid, 2005, p.158.
13
Cuestión aneja al tema, de gran interés pero distante de nuestro objeto de estudio, es en qué momento
se adquiere la misma condición humana.
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
-
Corriente positivo-jurídica o iuspositivista: En contraposición a este punto de
vista, se presenta la concepción jurídico-formal. Si los materialistas atienden
al contenido, los formalistas se preocupan por el escalón o rango normativo
en el que vengan considerados como Derechos Fundamentales, es decir, la
situación legislativa en la que se encuentren con relación al resto del
ordenamiento, y no sólo eso, no conciben la existencia de ningún derecho
que no esté positivado. Los formalistas consideran que son Derechos
Fundamentales todos aquellos recogidos en la cúspide de la organización
normativa de un Estado de Derecho, teniendo una situación privilegiada
frente al resto de derechos. Según esta teoría, no tendría cabida la posibilidad
de que los Derechos Fundamentales, como principios básicos del
ordenamiento, sobre los que se construye todo un aparato legislativo, se
encontraran en un mismo escalafón normativo que aquellos derechos que
han emanado de ellos. Son por tanto Derechos Fundamentales los recogidos
en un texto el cual debe gozar de carácter supremo, es decir, ha de estar
situado por encima del resto del ordenamiento, o lo que es lo mismo, en una
Constitución.
4. Doble dimensión de los Derechos Fundamentales
La evolución de las declaraciones de derechos recogidas implícitamente en las
constituciones que han visto la luz en España reflejan, como luego veremos más
detenidamente, tres conceptos de libertad diferentes: el negativo, el positivo y el
prestacional.
La concepción negativa se comprende como una omisión participativa del
Estado, como un derecho del ciudadano a que ningún ente público intervenga en su
esfera privada. Existe libertad jurídica sólo si el objeto de la libertad es una alternativa a
la acción14. Mientras que para la visión positiva, la libertad consiste en una
normatividad permisiva, es decir se entendería como una libertad “protegida” vinculada
a un haz de derechos que tenemos a algo y también de normas objetivas que aseguran
14
ALEXY, Robert, Teoría de los derechos fundamentales, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid,
1993, p. 214
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
al titular del derecho fundamental la posibilidad de realizar acciones permitidas15. La
libertad prestacional iría un paso más allá de la libertad positiva. Si aquella consistía en
una serie de derechos garantizados normativamente, ésta comprendería también todo el
conjunto de acciones fácticas llevadas a cabo por el Estado para promover de manera
activa el ejercicio efectivo de los Derechos Fundamentales por los particulares16,
apareciendo así un Estado intervencionista en aras de un pleno desarrollo de la libertad
(y necesariamente de la igualdad) jurídica.
Podríamos decir entonces que la libertad, a pesar de tener una definición
material clara, se encuentra delimitada a nivel formal según el modo en que el Estado, y
subsiguientemente cada constitución la recoja. Ha sido el propio Alexy17 el que
haciendo alusión a la libertad negativa define implícitamente los Derechos
Fundamentales como tan sólo facultades de defensa de los particulares frente al Estado,
emergiendo así la dimensión subjetiva de los mismos. La comprensión de los Derechos
Fundamentales únicamente desde esta dimensión subjetiva ha quedado en parte
superada en la actualidad, pero es preciso tenerla en cuenta si queremos entender esos
“grandes derechos” en el marco de nuestro constitucionalismo del siglo XIX.
El constitucionalismo más moderno concibe al Estado como ente social y
democrático de derecho, lo que nos lleva sin duda alguna a una nueva concepción de los
Derechos Fundamentales, que “si bien continúan concibiéndose primordialmente como
derechos subjetivos de defensa frente al Estado, presentan además una dimensión
objetiva, en virtud de la cual operan como componentes estructurales básicos que han de
informar el entero ordenamiento jurídico”18. Es rotundo el máximo garante
constitucional en cuanto a ésta doble dimensión de la que los Derechos Fundamentales
se ven revestidos actualmente como plasma el artículo 10.119 de nuestro cuerpo
constitucional de 1978.
Consecuentemente, de esta doble dimensión de los Derechos Fundamentales,
surgen nuevas obligaciones para los poderes públicos que distan mucho del imperativo
15
Ibídem, pp. 224 y 225.
MARTÍNEZ-PUJALTE LÓPEZ, Antonio Luis, “El art. 9.2 C.E. y su significación en el sistema de
derechos fundamentales”, Revista de las Cortes Generales, nº40, 1997, p.119.
17
Op. cit. 14, ALEXY, Robert, véase también SCHIMTT, Carl, Teoría de la Constitución, Alianza
Editorial, Madrid, 2001, p.189.
18
ATC 382/1996, de 18 de diciembre, F.J. 3.
19
“La dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la
personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los demás son fundamento del orden político y de la
paz social”, en este sentido STC 25/1981 F.J. 5.
16
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
negativo de no lesionar la esfera de libertad que surgía de la concepción tradicional de
libertad negativa. Es así como el Estado se ve en la obligación positiva de contribuir a la
efectividad de los Derechos Fundamentales, y de los valores que representan, aún
cuando no exista una pretensión subjetiva por parte del ciudadano20.
Lo más relevante de la dimensión de los Derechos Fundamentales en relación
con nuestro constitucionalismo reside en la evolución y desarrollo histórico, es decir, la
dimensión que los mismos tengan dependerá directamente de lo dispuesto en el texto
constitucional en que vengan recogidos. En la historia de nuestro constitucionalismo
hemos recorrido el camino del estado liberal, basado en la libertad negativa, al estado
social y democrático de derecho, cimentado sobre la libertad prestacional y todo lo que
la misma conlleva.
III. LOS DERECHOS FUNDAMENTALES: EVOLUCIÓN HISTÓRICO-JURÍDICA.
1. Introducción
Tras la exposición de diferentes cuestiones encaminadas a delinear una
trayectoria conceptual sobre los Derechos Fundamentales, y ya centrándonos de lleno en
uno de los pilares del estudio, tratamos ahora de perfilar la evolución de los Derechos
Fundamentales hasta llegar a su formulación y reconocimiento actual, sobre los que
hemos venido haciendo constantes alusiones.
Es importante aclarar que no se puede precisar con exactitud el momento
histórico en el que los Derechos Fundamentales aparecen, desde un punto de vista
iusnaturalista, es decir, considerados como condición implícita a la de ser humano. Si
bien esta cuestión cambia cuando hablamos de positivismo jurídico, ya que los orígenes
de los Derechos Fundamentales como facultades reconocidas en un texto, carta o
constitución, bien pueden ser delimitados, como veremos a continuación. Antes de
centrarnos en la historia jurídica española, nos remontamos a dos momentos decisivos
en este ámbito: la Declaración de Independencia de Estados Unidos de América de
1776 y la Revolución Francesa de 1789. En tanto en cuanto significan dos puntos de
partida importantes en el reconocimiento de los Derechos Fundamentales como tales.
20
STC 53/1985, de 11 de abril, F.J. 4º. O véase también STC 129/1989, de 17 de junio, F.J. 3º.
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
2. Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América
Para alcanzar la primera formulación normativa de dichos derechos debemos
retrotraernos tanto temporal como espacialmente a la Declaración de Independencia de
los EE.UU de América en 177621. No podemos decir que dicha declaración esté
organizada formalmente como un texto en el que se enuncien Derechos Fundamentales
como hace nuestra norma suprema actual, puesto que no era esa su intención, pero si
nos encontramos con expresiones que confirman derechos a todas las personas por la
mera condición de serlo. Es por ello que lo tomamos como punto de partida, por el
hecho de ser el primer texto moderno que hace referencia específica, regulando, lo que
denominamos Derechos Fundamentales. Esta declaración recogía derechos personales
como la igualdad, la vida, o la búsqueda de la felicidad; y también derechos estatalespúblicos como la libertad de un pueblo para formarse como estado (algo parecido a la
autodeterminación de los pueblos), la capacidad para ser independiente y ciertas
facultades inherentes al Estado por el mero hecho de serlo, como: “el hacer la guerra”,
“pactar la paz”, “acordar alianzas”…
3. Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano
Si la Declaración de Independencia de EE.UU fue un preludio claro del
reconocimiento de los derechos, se puede decir que la Declaración de Derechos del
Hombre y del Ciudadano22 como inicio de la Revolución Francesa de 1789 es
considerada, sin duda alguna, como el punto de inflexión en cuánto a reconocimiento,
formulación y explicación de los Derechos Fundamentales en la historia Europea más
reciente.
Esta Declaración nació con dos premisas que rompían radicalmente con el sistema
del Antiguo Régimen: la libertad y la igualdad jurídica de todos los franceses. En base a
estas dos premisas los franceses crearon un texto que recogía los derechos naturales,
inalienables y sagrados del hombre. Los poderes públicos debían ser garantes de esos
21
http://www.libertad.org/declaracion-de-independencia-de-estados-unidos-de-america, consultado el 4
de abril de 2014.
22
http://www.conseil-constitutionnel.fr/conseil-constitutionnel/root/bank_mm/espagnol/es_ddhc.pdf ,
consultado el 4 de abril de 2014.
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
Derechos Fundamentales y los ciudadanos se encontraban también en la obligación de
facilitar su cumplimiento mediante ciertos deberes para/con las instituciones públicas23.
El artículo primero dice que todos los hombres nacen y permanecen libres e
iguales en derechos, y por tanto las distinciones sociales solo pueden fundarse en
cuestiones de utilidad común. El artículo segundo enumera los derechos principales que
los hombres poseen: la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión.
El resto del articulado se dedica a desarrollar estos derechos. Así:
-
Como consecuencia de la igualdad propugnada en el artículo 1, cualquier
hombre puede acceder a cargos y honores (art. 6) y, pagará impuestos según
su riqueza (art. 13). Se elimina así la diferencia entre estamentos privilegiados
y no privilegiados.
-
En relación con la libertad. El único límite a este derecho es la ley (art. 4). Por
eso todos los hombres tienen derecho a la libertad de opinión y religiosa (art.
10) y de pensamiento, de imprenta, etc. (art 11).
-
En cuanto al derecho de propiedad. Debido al carácter burgués que dominaba
la Asamblea que dio vida a esta declaración, se considera un derecho
inviolable la propiedad privada. Sólo en casos de necesidad pública ( por el
bien común) se podrá realizar una expropiación.
-
Ligado directamente a la libertad e igualdad aparece el derecho a la seguridad.
Sólo existiendo seguridad jurídica y orden público pueden prosperar los
derechos enunciados. Y así el art. 7 aporta garantías a los ciudadanos frente a
detenciones arbitrarias (Habeas Corpus).
-
La resistencia a la opresión. Este principio justifica la revolución frente al
poder absolutista que ejercía la monarquía de Luis XVI. Para acabar con dicho
poder absoluto se proclama la soberanía nacional (art. 3), la ley como
23
Como ejemplo de deberes que establece dicho texto aparece la obligación de todo ciudadano de
acudir inmediatamente ante el llamamiento de la ley (art. 7), la obligación de contribución común de
todos los ciudadanos para el mantenimiento de la fuerza pública y para los gastos de administración, si
bien se hará proporcionalmente a la capacidad económica de cada uno (art. 13).
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expresión de la voluntad general y no de los privilegiados (art. 6), y la
separación de poderes, sancionada por el mismo texto (art. 16). Estos derechos
están impregnados de esencia orgánica, estableciendo las bases de la
organización política e institucional de Estado.
Hay que aclarar que ambas declaraciones no recogen derechos de la mujer, sino
del hombre, al que se le reconocen facultades como tal y como ciudadano. Fue Olympe
de Gouges en el año 1791 la primera en proponer la Declaración de Derechos de la
Mujer y de la Ciudadana, siendo a nivel formal una réplica de la anterior. Esta propuesta
nunca entró en vigor ya que la dimensión social de la mujer como ciudadana ha tardado
en tenerse en cuenta.
4. La Constitución de 1812
Reiterando la idea principal del trabajo nos hemos centrado en analizar cómo se
plasman los Derechos Fundamentales en las distintas constituciones españolas por los
caracteres que se propugnan de los mismos y que hemos venido explicando. De todo
ello podemos extraer una premisa más que clara: no hay Derechos Fundamentales sin
texto supremo, sin Constitución.
Tras las declaraciones de Independencia en EE.UU por un lado, y de Derechos
del Hombre y del Ciudadano en Francia, muchos son los países que se han hecho eco de
los derechos promulgados por dichos textos, siendo uno de ellos España, entrando ya en
el siglo XIX.
Para ponernos en contexto es preciso explicar ciertos acontecimientos que
tuvieron lugar a comienzos de dicho siglo. La Revolución francesa influyó
profundamente en el reinado de Carlos IV (1788-1808). Esta corriente liberalprogresista, a la que se trató de hacer frente con todos los medios posibles, incluyendo
la censura de todo lo que fuera fuente de difusión de ideas, como los libros y la prensa,
vino acompañada de la pérdida de prestigio político y económico de la monarquía, y de
una sucesión de años en guerra constante contra Francia e Inglaterra. El poder de la
vecina Francia, conducida por Napoléon, hacía que en la práctica los monarcas se vieran
compelidos a aceptar las condiciones que el francés imponía. O quedaban aplastados
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
por la fuerza de su artillería o se unían a él lo que llevó a nuestro soberano y a su
ministro Godoy a firmar en 1807 el Tratado de Fontainebleau, en el cual se hacía
constar el permiso de las tropas francesas para cruzar el territorio español en aras a
conquistar Portugal. Fue a mediados de 1808 cuando en Bayona se firman las
abdicaciones de Carlos IV en favor de Napoleón y la renuncia de todos sus derechos al
trono por parte de Fernando VII también en favor de Napoleón Bonaparte, quién, a su
vez, cedió sus derechos a la corona española en favor de su hermano José Bonaparte.
No vamos a entrar en los acontecimientos bélicos del momento, de sobra
conocidos y que el genial Goya supo plasmar magistralmente en su cuadro “los
fusilamientos del 2 de mayo”. El pueblo español se levanta ante la invasión francesa y
la usurpación de la dinastía, lo que se consideró como un ataque a los valores
tradicionales del Antiguo Régimen asumidos por el pueblo español, como una agresión
a principios ideológicos y mentales como la religión, la monarquía tradicional española
y la independencia nacional24.
Al no considerar como válidas las abdicaciones de Bayona los españoles
comenzaron a organizarse en Juntas provinciales y locales emanadas de la “voluntad
popular” llenando así el vacío de poder dejado por los dirigentes. Dichas Juntas se
estructuraron en pro de una institución conjunta, la denominada Junta Central Suprema
y Gubernativa del Reino, la cual quedó desacreditada a finales de 1810 por varias
derrotas militares. Diversas instituciones, organismos y personas, entre los que se
encontraba el mismo Fernando VII, solicitaban la reunión de Cortes, que por fin lo
hicieron el 24 de septiembre de 1810 en Cádiz, ciudad alejada de la ocupación francesa
y donde nacería nuestra primera Constitución.
Fue el 19 de Marzo de 1812 en las Cortes de Cádiz cuando vió la luz nuestro
primer texto de carácter constitucional. Se aprueba una norma que rompía con todo lo
conocido anteriormente a nivel legislativo en España. Una Constitución formada por 10
títulos y 384 artículos que fundamentan las bases del constitucionalismo
contemporáneo. Un articulado que recoge la división de poderes, la soberanía nacional y
la confesionalidad religiosa como pilares de la organización del Estado, así como una
amplia formulación de derechos que hoy, y con una narración similar, salvando las
24
RAMOS SANTANA, Alberto, “La Constitución de 1812 en su contexto histórico", en La Constitución
de 1812, Estudios, Volumen I, pp. 7-67.
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distancias cronológica e ideológica, están plasmados en nuestra Constitución vigente.
Es imprescindible un acercamiento al texto para comprender el salto legislativo,
organizativo y garantista que supuso esta Constitución a principios del siglo XIX.
En su artículo primero proclamaba “La Nación española es la reunión de todos
los españoles…” y proseguía en su artículo tercero “La soberanía reside esencialmente
en la Nación…” trasladando así la titularidad de la soberanía del monarca, en quien
residía hasta el momento, a la nación. La separación de poderes quedó plasmada y
ratificada25 en varios preceptos. La facultad de legislar no será una prerrogativa
exclusiva del rey, el texto constitucional estableció en su artículo 15 “La potestad de
hacer leyes reside en las Cortes con el Rey”. Mientras que el artículo 16 dispone que
“La potestad de hacer cumplir las leyes reside en el Rey” y el artículo 17 que “la
potestad de aplicar las leyes en causas civiles y criminales reside en los tribunales
establecidos por la ley”, quedando así claramente diferenciados el poder legislativo,
ejecutivo y judicial.
El artículo 12, por su parte, declara que “la religión de la nación española es y
será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera. La nación la
protege por leyes sabias y justas y prohíbe el ejercicio de cualquier otra”, dejando así
plasmada la intolerancia religiosa26 que tuvo gran repercusión en la efímera duración de
este texto.
Cabe decir que dicho texto no contiene una proclamación de Derechos
Fundamentales, no existe una articulación clara, separada y determinada que posea el
carácter de parte dogmática como tal, lo cual dificulta la labor de estudio. No
pretendemos un estudio doctrinal sobre lo que la propia Constitución considera como
Derecho Fundamental y lo que no, y nos centraremos en el estudio más detallado de los
artículos constitucionales que nos parecen de mayor relevancia por su relación con los
Derechos Fundamentales.
Los cuatro primeros preceptos establecen la soberanía nacional de forma similar a
como lo hacía el artículo 6 de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano
25
Es en el decreto 24 de septiembre de 1810, en la primera sesión de Cortes, cuando se establece ya la
que sería la primera separación de poderes, siendo la Constitución de 1812 una ratificación de lo
dispuesto en dicho decreto. Véase el mismo en http://www.congreso.es/docu/blog/P-0007-00001.pdf ,
consultado el 12 de mayo de 2014.
26
Uno de los principales errores de contenido fue la controvertida intolerancia religiosa en un texto que se
promulgaba como liberal.
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
de 1789. Este principio significa principalmente que es la Nación la única capaz de
legislar, que es libre e independiente definiéndola así como un ente superior a cualquier
ciudadano, es decir, como un conjunto de todos los españoles. Corroborando la
soberanía nacional, y como esencia de la misma, se regula el sistema electoral, según
sufragio universal masculino indirecto de cuarto grado, es decir, el derecho de voto para
los varones mayores de 25 años que elegían a unos compromisarios que a su vez elegían
a los diputados. Es importante destacar el artículo 4 de dicho texto que declara que “La
Nación está obligada a conservar y proteger por leyes justas la libertad civil, la
propiedad y los demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen”,
precepto que quedó en su momento cuanto menos lejano debido a su gran baremo de
interpretaciones27 pero que excluye claramente de la esfera de libertad la religión de
cada persona, que como ya hemos visto se establece por imperativo constitucional (art.
12).
Los artículos del 18 al 26 regulan la ciudadanía española. La ciudadanía española
se consagra como un derecho básico para disfrutar de las facultades previamente
enumeradas. Derecho que se otorga mediante una fórmula mixta en la que se conjugan
el criterio de la consanguinidad con el “ius soli”, es decir, se necesita tanto que los dos
progenitores disfruten de la ciudadanía española como que tengan establecida su
vecindad en cualquiera de los dominios españoles. Diferente es la forma de adquisición
para los extranjeros, quienes necesitan encontrarse disfrutando de los derechos de
ciudadanos españoles, y que las Cortes les otorguen una carta especial de ciudadanía28.
El Título IV recoge las garantías procesales y penales. Cabe destacar el artículo
246 que positiviza lo que a día de hoy se denomina como principio de legalidad penal,
“nullum poena nullum crimen sine lege”. El artículo 248 por su parte suponía una
auténtica ruptura con el antiguo régimen al disponer que “en los negocios comunes,
civiles y criminales, no habrá más que un solo fuero para toda clase de personas”,
estableciendo así una igualdad jurídica. Sin embargo, los dos artículos siguientes
reconocen fueros particulares a eclesiásticos (art. 249) y militares (art. 250).
27
En relación con dicho artículo “no se haría mal, a mi parecer, en expresar cuales son esos derechos”
SALAS, Ramón, Lecciones de Derecho Público Constitucional para las escuelas de España, Madrid,
1821, p. 168-169, visto en PUY MUÑOZ, Francisco (coord.), Los derechos en el constitucionalismo
histórico español, Santiago de Compostela, 2002, p. 29.
28
La nacionalidad a efectos jurídico-legales en esa época no contenía un amplio desarrollo por lo que era
un concepto difuso, no a nivel terminológico, sino en el nivel de derechos y obligaciones que se deducían
de la misma.
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
Son concretamente los artículos del 280 al 286 (Capítulo II del Título IV) los que
establecen ciertos derechos y garantías civiles, que aunque no son considerados
derechos fundamentales, derivan del derecho de legalidad penal, de la que disfrutan los
ciudadanos españoles. Se plasman derechos civiles, como el derecho a un juicio justo, a
la facultad para recurrir mediante segunda y tercera instancia o el derecho al acuerdo
extrajudicial mediante la conciliación de las partes. Todos ellos preceptos que figuran
como garantías procesales en nuestro modelo constitucional contemporáneo.
Por otro lado, en el Capítulo III del Título IV (articulado del 286 al 308) se
encuentran garantías procesales como que nadie podrá ser privado de libertad por más
de veinticuatro horas (art. 300), el hábeas corpus (art. 301) y el principio de
responsabilidad personal penal (art. 305). Preceptos que el sistema normativo
contemporáneo también engloba, concretamente en el artículo 24 de C.E. de 1978 sobre
la tutela judicial efectiva. El artículo 306 hace mención al derecho de todos los
españoles a la inviolabilidad del domicilio. Resulta llamativo lo dispuesto en el artículo
303 en el que la constitución suprime el tormento. Debemos entenderlo como todo trato
degradante, normalmente físico, aplicado al presunto reo en aras a conseguir un
testimonio, concibiéndose así como un medio de prueba, y no de castigo, que formaba
una parte presente en prácticamente todo proceso penal llegando a ser considerado
como una “pieza básica y consustancial al mismo”29.
El Título V (arts. 366 a 371) en referencia a la instrucción pública, establece una
serie de disposiciones con carácter imperativo para el Gobierno. Este Título obliga al
Estado a facilitar el acceso a la educación, tanto a una escolarización básica como
universitaria. En concreto el artículo 366 dispone que: “en todos los pueblos de la
Monarquía española se establecerán escuelas de primeras letras, en las que se
enseñará a los niños a leer, escribir y contar, el catecismo de la religión católica”. El
último artículo hace referencia al derecho de libertad de imprenta y expresión, en
concreto declara “todos los españoles tienen libertad de escribir, imprimir y publicar,
sus ideas políticas sin necesidad de licencia, revisión o aprobación alguna anterior a la
publicación, bajo las restricciones y responsabilidad que las leyes establezcan”. Es
29
TOMÁS Y VALIENTE, Francisco, La Tortura Judicial en España, Editorial Crítica, Barcelona, 2000,
p. 123.
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
decir, prohíbe consecuentemente la censura previa30, si bien en materia religiosa, estaba
permitida. Es un mandato de no intervención para que los ciudadanos puedan expresarse
libremente, sea cual sea el medio de difusión empleado. Esta libertad de expresión e
imprenta era imprescindible para dotar al país de los avances que necesitaba, y así lo
argumentaba Argüelles en su discurso preliminar a la Constitución de 1812:
“La libertad de imprenta, la libre discusión sobre materias del gobierno, la circulación
de obras y de tratados de derecho público y jurisprudencia, de que hasta ahora había
carecido España, serán el verdadero y proporcionado vehículo que lleve a todas partes
del cuerpo político el alimento de la ilustración”.
Para concluir con los derechos recogidos en este texto, es imprescindible hacer
mención al artículo 373 que dispone que todo español tiene derecho de representar a las
Cortes para reclamar la observancia de la Constitución, precepto que muchos han
considerado como los orígenes del derecho de petición que ahora conocemos, si bien es
cierto que el órgano ante el que se ejercen en este contexto es ante las Cortes,
confiriéndoles así un carácter de órgano jurisdiccional que se aleja de su función
legisladora31.
En resumidas cuentas, nuestro primer texto constitucional es un texto innovador,
sin precedentes en el contexto histórico español, que supuso el primer paso en materia
de reconocimiento de Derechos Fundamentales para nuestro país, a pesar de no poseer
una parte dogmática claramente delimitada, sino que más bien hace mención a
diferentes facultades subjetivas de los españoles en sus relaciones con el Estado. No
obstante, aún habiendo pasado más de 150 años hasta la norma suprema que conocemos
hoy, podemos decir que gran parte de nuestra constitución vigente es un reflejo, en
muchos rasgos, de la que fue nuestra primera norma suprema.
Lamentablemente este texto constitucional tuvo cuanto menos una vigencia
efímera ya que dos años más tarde, en 1814, Fernando VII, que nunca había aceptado la
Constitución de Cádiz, volvió a imponer un absolutismo férreo mediante la
promulgación de un decreto haciendo retroceder temporalmente a los españoles a la
situación del siglo anterior en todos los aspectos políticos y sociales:
30
El Decreto que regulaba la libertad de imprenta de 10 de octubre de 1810 prohibía la censura previa en
su artículo 2º. No obstante habilitaba un sistema de control a posteriori para castigar los abusos que
pudieran haberse cometido en base al derecho de libertad de imprenta.
31
SEGURA ORTEGA, Manuel, op. cit. 26 p. 39.
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
[...] mi real ánimo es no solamente no jurar ni acceder a dicha Constitución, ni a
decreto alguno de las Cortes [...] sino el de declarar aquella Constitución y aquellos
decretos nulos y de ningún valor ni efecto, ahora ni en tiempo alguno, como si no
hubiesen pasado jamás tales actos y se quitasen de en medio del tiempo, y sin
obligación en mis pueblos y súbditos de cualquiera clase y condición a cumplirlos ni
guardarlos32.
5. La Constitución Española de 1837
En 1834 la regente María Cristina de Borbón, esposa de Fernando VII promulgó
el Estatuto Real33, norma que carece de todo carácter constitucional puesto que no
declara la soberanía nacional. En agosto de 1836 se produjo el motín de sargentos de La
Granja, liderado por Higinio García, como consecuencia de levantamientos populares
que estaban produciéndose en distintas ciudades españolas entremezclados con
situaciones personales como la falta de cobro de sueldos de algunos militares. El
pronunciamiento, de carácter liberal progresista obligó a la regente a restablecer la
Constitución de 1812 y a formar Gobierno, el cual convocó elecciones a Cortes
Constituyentes con el fin de dotar al país de un nuevo texto constitucional.
Otro objetivo de los constituyentes era conseguir la alternancia pacífica en el
poder entre liberales moderados y liberales progresistas. Y es en este contexto donde se
concibe una Constitución que a pesar de su ideología liberal se caracteriza por su labor
conciliadora, que no se ha repetido en la historia de nuestro constitucionalismo, ni tan
siquiera en la de 1876, hasta la de 197834. En cuanto a la soberanía, siguiendo la línea de
su predecesora, se mantiene su carácter compartido entre el Rey y las Cortes.
En materia de Derechos Fundamentales, aunque a grandes rasgos se siguen las
líneas que ya estableció la de 1812, aparecen algunos cambios. Se mantuvo como
principio inspirador la soberanía nacional pero este texto supuso una novedad en cuanto
a nivel estructural, puesto que se organiza en dos partes claramente diferenciadas, la
parte dogmática, en la que se enuncian los derechos y libertades fundamentales que la
misma promulga y sus garantías; y una parte orgánica donde se recoge la división de
32
http://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmckd263, consultado 12 de mayo de 1014, véase
también LAFUENTE Y ZAMALLOA, Modesto, Historia general de España XXVI, 2º ed., Madrid, 1869,
p. 494.
33
Hemos omitido el estudio del Estatuto Real de 1834 debido a la ausencia de Derechos Fundamentales
en el texto, unido a las dudas sobre si fue una verdadera constitución o norma suprema que han planteado
distintos autores.
34
VARELA SUANZES-CARPEGNA, Joaquín, “La Constitución de 1837: Una Constitución
transaccional”, Revista de Derecho Político nº20, pp. 95-106.
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
poderes y el funcionamiento de las instituciones del Estado. Esta Constitución es la
primera en nuestra historia en la que se plasman derechos fundamentales de una manera
homogénea y sistemática, ya que se establecen todos en su parte dogmática, explicitada
en el Título I. Es dentro de dicho título, formado por once artículos, donde podemos
encontrar los Derechos Fundamentales.
El artículo 2 reza “todos los españoles pueden imprimir y publicar libremente
sus ideas sin censura previa. La calificación de los delitos de imprenta corresponde
exclusivamente a los jurados…”, dejando plasmado así el derecho a la libertad de
imprenta. No hay, sin embargo, referencia alguna a los derechos de opinión y expresión,
que van ligados implícitamente al derecho de imprenta. Claro que en la época, las ideas
y opiniones se expresaban por medio de la imprenta, casi de forma exclusiva, de ahí que
se consideren prácticamente como sinónimos.
El artículo 4, por su parte, establece un único fuero para todos los españoles en
juicios comunes, civiles y criminales. Este precepto es fruto eminentemente de la
ideología liberal y de él se extrae claramente la intención de continuar el camino hacia
la igualdad que ya había iniciado la Constitución de 1812 unificando fueros, pero
haciendo excepciones en cuanto a eclesiásticos y militares.
Dentro del mismo título también encontramos el derecho de acceso a empleos y
cargos públicos en base a criterios de mérito y capacidad. No encontramos la fórmula
que conocemos actualmente en la que a esos dos criterios se suma el de igualdad, pero
ese sistema de acceso a la función pública significó sin duda un considerable avance
hacia la misma rompiendo con los esquemas de clase, posición social, etc. Todos
estarían en igualdad de condiciones. Tan sólo los diferenciaría su preparación y aptitud
para el puesto.
El artículo 11 dispone: “La Nación se obliga a mantener el culto y los ministros
de la Religión Católica que profesan los españoles”. Se abandona así la confesionalidad
que propugnaba la Constitución de 1812, pero sin llegarse a admitir la tolerancia
religiosa, mediante una redacción huidiza y ambigua35. Es decir de iure se admite la
libertad religiosa, sin perder de vista el catolicismo, que se consideraba como preferente
dentro de los cultos existentes. Pero la realidad era muy diferente. La libertad de culto
fue rechazada de plano y se vió como una amenaza para la unidad religiosa.
35
Ibídem, p. 96.
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
Sintetizando, aunque se pretendió la libertad religiosa siendo tolerantes con otras
religiones, no se transigió con los individuos que profesaban religiones que distaran del
catolicismo36.
Si uno de los rasgos que caracterizan a esta constitución es la estructuración y la
agrupación de los Derechos Fundamentales en un mismo Título, el otro es que para
hablar realmente de dichos derechos debemos abordarlos desde un punto de vista
excluyente. Esta Constitución no hace mención expresa a algunos derechos y así no
incluye en su Título I los de asociación y reunión, ni el derecho a la inviolabilidad de las
comunicaciones (correo) y también dejó fuera la prohibición de la tortura (o tormento).
No encontramos en dicho texto nada en relación con el derecho a la vida o al derecho a
la libertad ideológica. En relación con el derecho de asociación, el propio Código Penal
de 1822 en su artículo 320 prohibía la formación sin licencia de sociedades que tuvieran
iniciativas políticas o que mantuvieran correspondencia con otras sobre estos temas37, y
al que esta constitución no supo o no quiso contradecir. Otro derecho que no queda
recogido es el derecho a la educación que sí plasmaba la de 1812 en su artículo 366.
El artículo 7 combina varios derechos. Por un lado, la prohibición de detención
temporal y de prisión, y por otro lado la inviolabilidad del domicilio, ambos con los
límites que las leyes prescriban, siguiendo la línea marcada por su predecesora, pero en
unos términos mucho más escuetos, y por tanto, bastante menos efectivos.
Las garantías procesales venían recogidas en su artículo 9 que decía “Ningún
español puede ser procesado ni sentenciado sino por el juez o tribunal competente, en
virtud de leyes anteriores al delito y en la forma que éstas prescriban”, siguiendo a
grandes rasgos lo establecido en la anterior constitución.
El salto cualitativo de esta constitución no reside tanto en el contenido, puesto
que sigue la línea normativa de su predecesora, sino en su organización y su nueva
estructura. Dicha estructura servirá como base para todas las constituciones que se
36
RODRÍGUEZ-TOUBES MUÑIZ, Joaquín, “Los derechos fundamentales en la Constitución española
de 1837” en PUY MUÑOZ, Francisco (coord.), Los derechos en el constitucionalismo histórico español,
Santiago de Compostela, 2002, p. 74.
37
Art. 320 C.P 1822: “Lo dispuesto en este artículo es y debe entenderse sin perjuicio de la libertad que
tienen todos los españoles para reunirse periódicamente en cualquier sitio público a fin de discutir asuntos
políticos, y cooperar a su mutua ilustración, con previo conocimiento de la autoridad superior local, la
cual será responsable de los abusos, tomando al efecto las medidas oportunas, sin excluir la de la
suspensión de las reuniones”
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
formulan en España con posterioridad a ésta, marcando así la pauta organizativa del
constitucionalismo español moderno. Siguiendo la teoría postulada por Varela SuanzesCarpegna, esta Constitución tiene inequívocamente un carácter transaccional, que la
define como un texto elástico con constantes remisiones al legislador ordinario con la
finalidad de que éste legislase a su antojo38, convirtiendo así la carta magna en un mero
instrumento. Prueba de esto son las afirmaciones que hizo Balmes en su momento:
“Entregad la Constitución al señor Martínez de la Rosa; y, sin faltar a su
juramento, sin quebrantar ni escatimar la constitución vigente, se valdrá de ella para
conducir a la Nación al sistema del Estatuto. Entregadla al señor Argüelles; y también
sin ser quebrantada la Constitución de 1837, veráse la nación conducida al sistema del
año 12”39.
6. La Constitución Española de 1845
Tras la declaración de la mayoría de edad de Isabel II en 1843 (a los 13 años),
comienza el paso de poder de los liberales progresistas a los liberales moderados con la
dimisión del General Espartero como regente y la asunción del poder ejecutivo por el
General Ramón María Narváez, quién convocó Cortes en 1844 para generar un nuevo
proceso constituyente. En ese momento los progresistas liberales no participaron en el
proyecto ya que se oponían a la elaboración de un nuevo texto constitucional y gran
parte de sus líderes políticos se encontraban huidos o recluidos en prisión. Es así como
los moderados formulan la Constitución de 1845 sin oposición alguna, lo que no
significa que no hubiera proceso constituyente, sino que los liberales moderados
dispusieron a su antojo de la potestad legislativa sin encontrar obstáculo alguno al no
estar presentes sus principales opositores en las Cortes Constituyentes.
Se mantiene la soberanía compartida entre el Rey y las Cortes. A nivel de
derechos individuales no se presentan cambios relevantes. Se encuentran situados en el
primer Título (al igual que en la de 1837), formado por once artículos, y se reconocen y
garantizan los mismos Derechos Fundamentales: el derecho de libertad de imprenta (art.
2), el derecho de petición (art. 3), la libertad de acceso a la función pública en
condiciones de mérito y capacidad (art. 5), garantías del proceso penal e inviolabilidad
38
Op.cit. 32, VARELA SUANZES-CARPEGNA, Joaquín.
BALMES, Jaime, Consideraciones políticas sobre la situación política de España (1840), Doncel,
Madrid, 1975, pp. 57-58.
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
domiciliaria (art. 7), derecho a la tutela judicial efectiva (art. 9) y el derecho a la
propiedad (art. 10).
El artículo 11, que hace referencia a la cuestión religiosa dispone: “La religión
de la Nación española es la católica, apostólica, romana. El estado se obliga a
mantener el culto y a sus ministros”. Esta formulación sólo constata un hecho, que la
religión católica es la profesada por los españoles40, lo que apunta a un principio de
tolerancia, pero no explícita, y que por tanto abre la puerta a diversas interpretaciones.
En la práctica este artículo hay que combinarlo con lo dispuesto en el Concordato con la
Santa Sede41 de 1851, que en su artículo 1 establece: “La religión Católica, Apostólica,
Romana, que con exclusión de cualquier otro culto continúa siendo la única de la
nación española, se conservará siempre en los dominios de S.M. Católica, con los
derechos y prerrogativas de que debe gozar según la ley de Dios y lo dispuesto por los
sagrados Cánones42”. Declaración que terminó por desmontar del todo la tolerancia no
explicitada en el artículo 11 de la Constitución, convirtiéndola en una intolerancia
prácticamente expresa.
El derecho de libertad de imprenta del artículo 2 viene recogido con ciertas
diferencias a cómo se había contemplado en los textos supremos precedentes, los cuales
otorgaban la potestad calificatoria de los delitos de libertad de imprenta con carácter
exclusivo a los tribunales, por el contrario este texto otorga esa facultad al poder
ejecutivo. Es decir, con anterioridad a esta Constitución correspondía al poder judicial
determinar, supuesto a supuesto, si la prensa y los libros podían ser o no publicados y
puestos a disposición de los españoles. Ese control pasó de ser una facultad del poder
judicial a formar parte del poder ejecutivo, correspondiendo así la determinación de la
legalidad de los textos al Gobierno43.
Este texto constitucional adolece, en materia de Derechos Fundamentales, de las
mismas carencias que el anterior. A pesar de tener una estructura novedosa ni el texto de
1837 ni el de 1845 formulan un desarrollo de los derechos fundamentales tan extenso,
en algunos casos, como si lo hace la Constitución de 1812. Un ejemplo más claro de lo
40
SÁNCHEZ AGESTA, Luis, Historia del Constitucionalismo español, Madrid, 1974, pp. 274-276.
Un Concordato es un tratado o convenio sobre asuntos eclesiásticos que el Gobierno de un Estado hace
con la Santa Sede. http://lema.rae.es/drae/srv/search?key=concordato , consultado el 20 de junio de 2014.
42
http://www.uv.es/correa/troncal/concordato1851 , consultado el 20 de junio de 2014.
43
GOMEZ APARICIO, Pedro, Historia del periodismo español (1) desde la Gaceta de Madrid (1661)
hasta el destronamiento de Isabel II, Madrid, 1967, pp. 318-319
41
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
que queremos decir se aprecia en el derecho de legalidad penal, que viene muy
sucintamente recogido en la carta magna de 1845 y al que la Constitución de 1812
dedica varios artículos. Hay que precisar, no obstante, que son varios los artículos
recogidos en la parte dogmática en los que la propia Constitución habilita al legislador
a desarrollar el o los Derechos Fundamentales en ella plasmados, manteniendo la
postura de su predecesora. Ejemplo de ello son el derecho de libertad de imprenta, el
derecho de petición, el derecho de legalidad penal y el derecho a la tutela judicial
efectiva, artículos en los que se incluye al final de lo dispuesto fórmulas del tipo de
“como determinen las leyes” o “en la forma en que las leyes prescriban”. Se continua
con la omisión normativa existente en la de 1837 eludiendo derechos tan significativos
como el derecho a la vida, al secreto de las comunicaciones, a la libertad ideológica o a
la educación.
7. La Constitución democrática de la nación española de 1869
La revolución de 1868 puso fin al reinado de Isabel II, abriéndose así uno de los
períodos de mayores vaivenes políticos de la España moderna, el Sexenio Democrático.
Dicho período comienza con la formación de un gobierno provisional integrado por dos
fuerzas políticas: el Partido Progresista liderado por el General Juan Prim y la Unión
Liberal dirigida por el General Francisco Serrano. En 1869 gracias al General Serrano
se convocan Cortes Constituyentes mediante sufragio universal (hombres de más de 25
años) y las Cámaras aprueban la que se ha considerado la primera constitución
democrática de la historia española. Dos años más tarde jura como rey de España
Amadeo I de Saboya.
Esta norma suprema establecía una monarquía parlamentaria cimentada sobre la
soberanía nacional tal y como recoge su artículo 32 “la soberanía reside esencialmente
en la nación, de la cuál emanan todos los poderes”. No obstante, aunque la función de
legislar dejaba de ser compartida, la propia constitución reservaba al Rey la sanción y
promulgación de las leyes, mientras que su elaboración, sería cometido exclusivo de las
Cortes. En su artículo 34 establece que “el Rey sanciona y promulga las leyes”.
Esta constitución configuró en su primer Título una redacción de Derechos
Fundamentales sin parangón hasta el momento en el constitucionalismo español. Un
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
Título formado por 31 artículos que definían todos los derechos y libertades
individuales, que como el mismo prescribía, tienen obligación de ser respetados por
parte de los poderes públicos, los cuales debían garantizar su efectivo cumplimiento.
El artículo 2 configura el derecho de legalidad penal en base a que “ningún
español o extranjero podrá ser detenido ni preso sino por causa de delito”, que
cotejado con lo dispuesto en la Constitución de 1837 supone una gran novedad
equiparando los derechos de los extranjeros a los de los españoles. Dicha equiparación
se pone de relieve en el artículo 25 que reza “Todo extranjero podrá establecerse
libremente en territorio español, ejercer en él su industria, o dedicarse a cualquiera
profesión para cuyo desempeño no exijan las leyes títulos de aptitud expedidos por las
Autoridades españolas”. El artículo 3, por su parte, continúa conformando el derecho
de legalidad penal estableciendo dos premisas que han servido para la configuración de
nuestras garantías procesales penales en la actualidad. Primero establece el plazo de 24
horas para poner en libertad o a disposición judicial al detenido, y segundo, dispone que
el plazo máximo de detención una vez puesto el presunto reo en manos de la autoridad
judicial competente será de 72 horas. Transcurrido dicho plazo el juez tiene la
obligación de dejar sin efecto la detención o de elevarla a prisión. Este artículo debe
entenderse conjugado con lo dispuesto en el artículo 12 que dice “Toda persona
detenida o presa sin las formalidades legales, o fuera de los casos previstos en esta
Constitución, será puesta en libertad a petición suya o de cualquier español”.
El artículo 5 desarrolla el derecho a la inviolabilidad domiciliaria de una manera
mucho más extensa a cómo se había venido regulando. En dicho precepto se plasmaron
los supuestos en los que la inviolabilidad del domicilio quedaba sin efecto “casos
urgentes de incendio, inundación u otro peligro análogo, o de agresión ilegítima
procedente de dentro, o para auxiliar a persona que desde allí pida socorro”. Otra
novedad importante es la suspensión momentánea de dicho derecho en los casos en que
se persiga a delincuente por haber sido hallado “infraganti”. Aparece configurada por
primera vez en la historia de nuestros Derechos Fundamentales la prohibición de
registro de papeles y documentos sino es en virtud de sentencia judicial.
La libertad deambulatoria se plasma en el artículo 6 disponiendo que “Ningún
español podrá ser compelido a mudar de domicilio o de residencia sino en virtud de
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sentencia ejecutoria”. Quedando así recogida la libertad de circulación que ninguno de
los textos constitucionales anteriores había sabido, o querido, regular.
El artículo 7 recoge la inviolabilidad de las comunicaciones que también había
sido omitida anteriormente: “En ningún caso podrá detenerse ni abrirse por la Autoridad
gubernativa la correspondencia confiada al correo, ni tampoco detenerse la telegráfica”.
Sin embargo, dicho precepto también habilita al juez mediante auto motivado a actuar
sin el consentimiento del titular del derecho.
Los artículos 13, 14 y 15 recogen el derecho a la propiedad continuando con la
línea establecida en la Constitución de 1837, poniendo como límite a dicho derecho la
utilidad común en base a mandamiento judicial y prohibiendo la confiscación de bienes.
Es el artículo 16 con la fórmula “Ningún español que se halle en el pleno goce
de sus derechos civiles podrá ser privado del derecho de votar en las elecciones de
Senadores, Diputados a Cortes, Diputados provinciales y Concejales” donde se plasma
por primera vez en nuestra historia el derecho al sufragio universal masculino.
El artículo 17 configura un compendio de derechos. Se continua recogiendo el
derecho de libertad de imprenta y recupera el derecho a la libertad de expresión que
había recogido la constitución de 1812 y que las dos cartas magnas posteriores no
habían continuado. También plasma “el derecho de reunirse pacíficamente”, “el
derecho de asociarse para todos los fines de la vida humana que no sean contrarios a
la moral pública” y “el derecho a dirigir peticiones individual o colectivamente a las
Cortes, al Rey o a las autoridades”. El derecho de reunión se desarrolla posteriormente
en el artículo 18 que dice: “las reuniones al aire libre y las manifestaciones políticas
solo podrán celebrarse de día”. Como límite a la libertad de asociación el artículo 19
menciona la facultad del poder legislativo para disolver todas aquellas asociaciones que
comprometan la seguridad del Estado, sometiendo, continúa dicho artículo “in
continenti” a los reos al Juez competente, es decir, podía suspenderse este derecho en
aras del bien común. La curiosidad reside en que dicha facultad de disolución no la
otorga al gobierno, sino al poder legislativo, evitando de esta manera que pueda ser
disuelta por intereses políticos.
El artículo 21 hace referencia al tan controvertido asunto de la religión
rompiendo con todo lo recogido con anterioridad en el constitucionalismo español. Dice
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
que “La Nación se obliga a mantener el culto y los ministros de la religión católica. El
ejercicio público o privado de cualquier otro culto queda garantido a todos los
extranjeros residentes en España, sin más limitaciones que las reglas universales de la
moral y del derecho”. El artículo 27, que plasma la libertad de acceso a empleo y cargos
públicos, hace referencia a la no discriminación por cuestiones religiosas diciendo que
“La obtención y el desempeño de estos empleos y cargos, así como la adquisición y el
ejercicio de los derechos civiles y políticos, son independientes de la religión que
profesen los españoles”. Queda así configurada explícitamente una verdadera libertad e
igualdad religiosa que, sin embargo, no satisfizo a los conservadores que propugnaban
la unidad católica, y que defraud a los más liberales que pretendían una separación de
facto de la Iglesia y el Estado44.
El artículo 24 retoma la cuestión de la educación que no había sido apreciado
por las constituciones de 1837 y 1845, pero no alcanza la formulación que realizó la de
1812. Este artículo no habla de instrucción pública, tan sólo abre la puerta a los
españoles a la posibilidad de “fundar y mantener establecimientos de instrucción o de
educación, sin previa licencia, salva la inspección de la Autoridad competente por
razones de higiene y moralidad”. Si bien, al permitir abrir establecimientos de
enseñanza de forma bastante sencilla, al menos desde el punto de vista burocrático, está
manifestando una preocupación por la educación, que trata de facilitar al instituir un
sistema con pocas trabas administrativas.
De esta parte dogmática destaca lo enunciado en el artículo 2945. Este precepto
otorga amplias facultades al legislador, en tanto en cuanto pueden ser contemplados
como Derechos Fundamentales otros derechos aunque no vengan recogidos en el Título
I. Convierte así esta carta magna en el texto constitucional español que mayor número
de Derechos Fundamentales recoge debido a este “numerus apertus” dispuesto en su
artículo 29.
La vigencia de esta constitución se vio afectada por la renuncia al trono de
Amadeo I de Saboya en 1873 y la subsiguiente proclamación de la Primera República
Española. A partir de este momento solo se mantiene en vigor el Título I de la misma,
44
SÁNCHEZ MANTERO, Rafael, Historia de España, Revolución y Restauración, del sexenio
revolucionario a la guerra de Cuba (1868-1898), Madrid, 2004, p. 38.
45
Art. 29 Constitución de la nación española de 1869: “La enumeración de los derechos consignados
en este título no implica la prohibición de cualquiera otro no consignado expresamente”.
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en el que se engloban precisamente las libertades y derechos fundamentales. Puede
suponerse que una Constitución que nace en un periodo de Gobierno Provisional, que
madura durante una monarquía y que termina siendo “mutilada” por un período
republicano es cuanto menos un texto controvertido. Su efectividad estará
comprometida debido precisamente a la inestabilidad que provoca, a priori, tanto
cambio político. Sin embargo, y siguiendo a Carro Martínez, podemos afirmar que
aunque su forma no perdure, es una Constitución rica en principios, que tiene partes tan
definitivas como la Declaración de Derechos que hacen de ella la base del moderno
Derecho político español. Tanto es así que Cánovas elabora su Constitución de 1876
retocando doctrinariamente la de 1869 en su parte orgánica y adaptándola a las
necesidades prácticas para darle posibilidades de efectividad y duración46.
8. La Constitución Española de 1876
En enero de 1874 se liquida de facto el primer y escueto episodio republicano
gracias al golpe de estado del General Pavía, poniéndose así fin al llamado Sexenio
Democrático. Decimos de facto puesto que la república se prolongo casi otro año más
con el General Francisco Serrano al frente, aunque José Barón Fernández afirma que
“nominalmente la República continuaba pero completamente desnaturalizada”47. Es a
finales de ese mismo año cuando se produce el pronunciamiento del General Martínez
Campos y consecuentemente la restauración monárquica de los borbones en España con
Alfonso XII, que era desde la abdicación de Isabel II en 1870 el legítimo heredero al
trono. Una vez proclamado Alfonso XII, y nombrado Cánovas presidente del Consejo
de Ministros, éste último redactó la Constitución ayudado de una comisión formada por
39 miembros, texto que fue aprobado por Cortes Constituyentes elegidas por sufragio
universal.
Esta carta magna continua la línea establecida por su predecesora otorgando la
soberanía como poder compartido entre el rey y las Cortes, el dato curioso reside en que
en ningún momento hace alusión directa a la soberanía como término. Sencillamente
46
CARRO MARTÍNEZ, Antonio, “Dos notas a la Constitución de 1869”, Revista de Estudios Políticos
número 58, Julio/Agosto 1951, pp. 83-95.
47
BARÓN FERNÁNDEZ, José, El movimiento cantonal de 1873: (I República), Sada, Ediciós do Castro,
1998, pp. 252-253.
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establece en su artículo 18 que “la potestad de hacer las leyes reside en las Cortes con
el Rey”.
En materia de estructuración, se mantiene el esquema de división en parte
dogmática y orgánica. La parte dogmática, donde se recogen los Derechos
Fundamentales se concreta en el Título I, el cual pasa de 31 artículos (Constitución de
1869) a 17. Sin embargo, a pesar de esta considerable reducción númerica, se mantiene
la línea establecida por la de 1869 en materia de Derechos Fundamentales, aunque es
necesario hacer algunas aclaraciones.
En el artículo 4 estaban plasmadas las garantías del detenido, sin novedad con
respecto de lo que configuró en su momento la de 1869. Se mantienen los plazos:
veinticuatro horas para poner en libertad o a disposición judicial al detenido y setenta y
dos horas como máximo una vez que esté a disposición judicial para dictar prisión, o en
su defecto, dejarlo en libertad.
El artículo 5 por su parte regula el principio de legalidad penal y el derecho de
“habeas corpus” manteniendo en esencia lo que la Constitución de 1869 había recogido
en preceptos diferentes: “Ningún español podrá ser preso sino en virtud de
mandamiento de juez competente. El auto en que se haya dictado el mandamiento se
ratificará o repondrá, oído el presunto reo, dentro de las setenta y dos horas siguientes
al acto de la prisión. Toda persona detenida o presa sin las formalidades legales, o
fuera de los casos previstos en la constitución y las leyes, será puesta en libertad a
petición suya o de cualquier
español. La ley determinará la forma de proceder
sumariamente en este caso”.
El artículo 6, que recoge el derecho a la inviolabilidad de domicilio y la
prohibición del registro ilegal, viene redactado de una manera mucho más sucinta a
como hizo la anterior carta magna, habilitando al legislador el desarrollo de los
supuestos en los que podía omitirse la inviolabilidad domiciliaria, facultad que no venía
recogida en la Constitución de 1869.
El artículo 7 por su parte configura el derecho a la inviolabilidad de la
correspondencia y viene plasmado como un derecho ilimitado, ya que si en el Título I
de la Constitución de 1869 este derecho viene limitado mediante la cláusula: “en virtud
de auto de juez competente podrán detenerse una y otra correspondencia, y también
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abrirse en presencia del procesado la que se le dirija por correo”, el texto
constitucional de 1876 no hace mención alguna a esta acotación estampándolo de la
siguiente manera: “No podrá detenerse ni abrirse por la autoridad gubernativa la
correspondencia confiada al correo”.
El artículo 8 establece la necesidad de motivar todos los autos de prisión,
registro de morada o detención de la correspondencia, de tal manera que si el artículo
anterior no hacía referencia a los límites del derecho a la inviolabilidad domiciliaria, a
través de este precepto inferimos que sí es un derecho en cierto modo limitado, pero que
la carta magna no ha regulado.
El artículo 9 dice que “Ningún español podrá ser compelido a mudar de
domicilio o residencia sino en virtud de mandato de autoridad competente, y en los
casos previstos por las leyes”, plasmando así el derecho a la libertad de residencia.
El derecho a la propiedad viene configurado en el artículo 10 de la misma
manera a como venía dispuesto en la Constitución de 1869, prohibiendo la confiscación
de bienes, excepto por razones de utilidad pública, y previa indemnización
correspondiente.
El artículo 11 hace referencia a la libertad religiosa disponiendo que “La religión
católica, apostólica, romana, es la del Estado. La Nación se obliga a mantener el culto
y sus ministros. Nadie será molestado en el territorio español por sus opiniones
religiosas ni por el ejercicio de su respectivo culto, salvo el respeto debido a la moral
cristiana. No se permitirán, sin embargo, otras ceremonias ni manifestaciones públicas
que las de la religión del Estado”. Configurando así un derecho más conservador que lo
que disponía la Constitución de 1869, pero más avanzado que lo que establecieron las
de 1812, 1837 y 1845. El artículo comienza con la misma redacción que venía plasmada
en la de 1845, que como ya hemos hecho referencia era cuanto menos abierta a
interpretaciones diversas, y prosigue con lo que podríamos describir como libertad
religiosa y tolerancia del resto de cultos, aunque en su último apartado retrocede
articulando la prohibición de la puesta en práctica de los cultos que no sean el
catolicismo. Quedando así cristalizada una tolerancia a caballo entre la prohibición
taxativa de profesar una religión y la permisividad de practicarla fehacientemente con
total libertad. Más que la libertad religiosa este artículo propugna una libertad
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ideológica, es decir, una libertad de pensamiento religioso que no puede ser puesta en
práctica.
En el artículo 13 quedan reflejados varios derechos. El derecho de libertad de
expresión y el derecho de imprenta, sin sujeción a censura previa. El derecho de
reunirse pacíficamente y el derecho de asociarse para los fines de la vida humana. El
derecho de dirigir peticiones individual, o colectivamente al Rey, a las Cortes o a las
autoridades. No obstante, dicho texto plasma una novedad al prohibir el ejercicio del
derecho de petición tanto colectiva como individualmente a los miembros de las fuerzas
armadas. Limitación que con matizaciones viene también en nuestra Constitución de
1978.
Lo que más nos llama la atención en cuanto al contenido de este Título I de la
carta magna de 1876 es la omisión normativa del sufragio universal que vino recogido
en la de 1869. Cuestión que se comprende fácilmente por el hecho de que Cánovas,
principal sustentador del texto constitucional, asociaba el derecho de voto a la
propiedad:
“El sufragio universal y la propiedad son antitéticos, y no vivirán juntos, porque no es
posible, mucho tiempo. El individualismo democrático que pretende juntar y hacer
compatible ambas cosas, científica y prácticamente quedaría bien pronto
desacreditado...”48.
En cuanto a la educación, se continúa la línea establecida por la Constitución de
1869. El artículo 12 de la Constitución de 1876 hace referencia al derecho a elegir
profesión libremente y prosigue: “Todo español podrá fundar y sostener
establecimientos de instrucción o de educación con arreglo a las leyes. Al Estado
corresponde expedir los títulos profesionales y establecer las condiciones de los que
pretendan obtenerlos, y la forma en que han de probar su aptitud. Una ley especial
determinará los deberes de los profesores y las reglas a que ha de someterse la
enseñanza en los establecimientos de instrucción pública costeados por el Estado, las
provincias o los pueblos”. Es un artículo mucho más complejo que el redactado sobre lo
mismo en la Constitución de 1869. En primer lugar, y análogamente a como hizo su
precedesora, este texto elude regular la educación como un derecho de todos los
españoles obligando al Estado a asegurar su efectivo desarrollo, como dispuso en su
48
VARELA SUANZES-CARPEGNA, Joaquín, Política y Constitución en España (1808-1978), Centro
de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2007, p. 475, citando CÁNOVAS DEL CASTILLO,
Antonio, Problemas Contemporáneos, Madrid 1884-1890, vol I. p.94.
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momento la Constitución de 1812. Pero en su segundo apartado viene regulada la
libertad de enseñanza sobre la que la de 1869 no hizo alusión alguna. Atendiendo a lo
dispuesto debemos entender la libertad de enseñanza desde su punto de vista más
restrictivo, ya que la carta magna deja en manos del legislador la regulación de los
deberes de los profesores y las reglas a las que debe someterse la instrucción pública,
configurando así una enseñanza marcada inherentemente por las variaciones políticas
que puedan llegar a darse.
Si bien ya hemos podido apreciar el salto cuantitativo de Derechos
Fundamentales con respecto de la anterior (pasamos de 31 a 17), el punto de
distanciamiento absoluto surge en el modo de garantizarlos, en lo que algunos autores lo
han definido como una vuelta atrás más que palmaria49. Si en la constitución de 1869 se
consideraba a todos estos derechos como inalienables y por tanto inmutables dotándoles
de cierta inamovilidad legislativa, en este texto no tenían tal consideración. Cánovas
entendía que los Derechos Fundamentales eran concesiones del Estado a los ciudadanos,
dejando completamente a un lado la concepción de inherencia a la condición de ser
humano, sobre la que se erigía la perspectiva materialista ya explicada. Así lo exponía
replicando a Castelar en los debates de la Constitución de 1876:
“Yo no creo que los derechos individuales sean ni ilegislables ni ilimitados… Los
derechos individuales se limitan el uno por el otro, mediante Ley… Son legislables…
para asegurar por medio de la legislación la libertad de cada derecho individual que
no podía estar asegurado por sí solo”.
Esta declaración a través de la cual se transparentaba la política ideológica de
Cánovas vino reflejada claramente en el artículo 14 del texto constitucional, donde se
establece que el desarrollo de los Derechos Fundamentales corresponde al legislador
vinculando su efectiva validez a la voluntad al mismo. Así dicho artículo dispone:
“Las leyes dictarán las reglas oportunas para asegurar a los españoles en el respeto
recíproco de los derechos que este título les reconoce, sin menoscabo de los derechos
de la Nación, ni los atributos esenciales del Poder público. Determinarán asimismo la
responsabilidad civil y penal a que han de quedar sujetos, según los casos, los jueces,
autoridades y funcionarios de todas las clases que atenten a los derechos enumerados
en este título”.
49
ÁLVAREZ ALONSO, Clara, “Los Derechos y sus garantías” (1812-1931), Ayer nº 34, Madrid, 1999,
pp. 200-212.
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En cualquier caso, no se quedaba ahí la política canovista. Cuando acudimos al
artículo 17 del texto, nos encontramos con la verdadera “trampa” a nivel de derechos
fundamentales50:
“Las garantías expresadas en los artículos 4, 5, 6 y 9, y párrafos 1 º, 2º y 3º. del
artículo 13, no podrán suspenderse en toda la Monarquía, ni en parte de ella, sino
temporalmente y por medio de una ley, cuando así lo exija la seguridad del Estado, en
circunstancias extraordinarias.
Sólo no estando reunidas las Cortes y siendo el caso grave y de notoria urgencia, podrá
el Gobierno, bajo su responsabilidad, acordar la suspensión de garantías a que se
refiere el párrafo anterior, sometiendo su acuerdo a la aprobación de aquéllas lo más
pronto posible.
Pero en ningún caso se suspenderán más garantías que las expresadas en el primer
párrafo de este artículo.
Tampoco los jefes militares o civiles podrán establecer otra penalidad que la prescrita
previamente por la ley”.
Este artículo habilita a las Cortes para suspender los derechos de “hábeas
corpus” y las garantías procesales (arts. 4 y 5), la inviolabilidad domiciliaria (art. 6), la
libertad de elección de domicilio (art. 9), y los derechos de libertad de expresión e
imprenta, asociación, reunión y petición (art. 13) cuando así lo exija la seguridad del
Estado y bajo circunstancias extraordinarias. Dicha suspensión sólo podría realizarse de
manera temporal y mediante ley, es decir si las Cortes así lo estimaban oportuno. Pero
es ahora donde aparece la “trampa”, a la que nos referíamos, en el caso de que dichas
Cortes no se encontraran reunidas, siendo el caso de grave y notoria urgencia,
corresponderá al Gobierno la suspensión de los mencionados derechos, que dirigía el
propio Cánovas. El propio artículo dispone que esta potestad atribuida al ejecutivo se
realizara bajo su responsabilidad y sometiendo la suspensión a la aprobación por las
Cortes lo “más pronto posible”. Expresión que cuanto menos está abierta a libertad de
interpretaciones.
Esta Constitución es hasta la fecha la que mayor vigencia ha tenido en España y
vino acompañada de un periodo de estabilidad democrática aunque esta época
constitucionalista evoca inevitablemente prácticas como el caciquismo o el
“pucherazo”, propiciados por la alternancia de partidos en el poder.
50
BILBAO UBILLOS, Juan Mª, “Cien años de lucha por las libertades: la accidentada historia de los
derechos fundamentales en la España del siglo XX”, en José Manuel Pérez Prendes et alii, Derechos y
Libertades en la Historia, Universidad de Valladolid, 2003, p. 205.
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9. La Constitución Española de 1931
En 1931, tras casi una década de dictadura militar, Alfonso XIII mandó formar
gobierno al almirante Aznar-Cabañas quien convocó elecciones municipales. Dichas
elecciones evidenciaron la pérdida de prestigio de la monarquía por haberse visto tan
íntimamente ligada al régimen dictatorial de Primo de Rivera. Los comicios supusieron
una arrolladora victoria del bando republicano-socialista que, ayudado en cierto modo
del caciquismo todavía presente en el sistema electoral español, hizo que Alfonso XIII,
en un acto de honradez, aceptase el resultado y marchara hacia el exilio renunciando al
trono. Por otra parte, el ejecutivo dirigido por Aznar- Cabañas se disuelve. Es así como
el 14 de abril de 1931 se proclama la Segunda República Española y se nombra como
Presidente del Gobierno Provisional a Niceto Alcalá-Zamora y se abre un nuevo periodo
en la historia del constitucionalismo español cuando en diciembre del mismo año se
promulga la que posteriormente se conocería como la Constitución de 1931.
Este texto, de carácter republicano, era un articulado completo, bien estructurado
y sistemático, en el que se diferenciaba sin complicaciones la parte dogmática de la
parte orgánica. El artículo 53 nos hace inferir que la soberanía reside en la nación “los
diputados, una vez elegidos, representan a la Nación”, rompiéndose así lo establecido
en el anterior texto constitucional en el que la soberanía era compartida entre rey y
nación. Para dicha deducción, se conjuga el precepto mencionado con lo dispuesto en el
Preámbulo que dice que “España, en uso de su soberanía, y representada por las
Cortes Constituyentes…”
Era una constitución precisa y clara. Fue desarrollada por expertos en materia
jurídica que combinaron la simplicidad fáctica con la complejidad técnica. Fue
concebida con la idea de perdurar en el tiempo, a pesar de que su destino fuera otro muy
distinto, y se le dotó de un consistente sistema rígido en aras a que permaneciera
inmutable ante las variaciones políticas, como prueba lo recogido en el artículo 125 que
establece hasta cuatro fases sucesivas para proceder a la reforma de cualquier tipo de
precepto constitucional.
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En lo que respecta a los principios sobre los que se cimentó la misma hay que
destacar dos novedades que se armonizan con la ya conocida soberanía nacional y la
división de poderes.
Por un lado, se establecen dos mecanismos de democracia popular directa, o al
menos, semidirecta. El artículo 66 del texto facultaba el referéndum legislativo en su
primer párrafo, y en el inmediatamente subsiguiente recogía la iniciativa popular.
Por otro lado, la cuestión religiosa, que como hemos venido estudiando venía
siendo el punto de fractura política entre muchos españoles, acabó convirtiéndose en un
enfrentamiento serio entre la Iglesia Católica y el Estado, que se sedimentó
inevitablemente en la población y concluyó reflejado en enfrentamientos entre clericales
y anticlericales. La Constitución de 1931 en su artículo 3 dispuso que “el Estado
español no tiene religión oficial” cristalizando así la aconfesionalidad del Estado, la no
discriminación por credo religioso, la enseñanza laica y la libertad de culto. En concreto
fue el artículo 2651 del texto, el que plasmaba la separación entre Estado y Religión. El
problema fue que en vez de limitarse a la tolerancia y al respeto de las culturas y
religiones, como promulgaba el artículo 2752 recogiendo la libertad de conciencia y de
profesar libremente cualquier religión, el movimiento anticlerical se radicalizó y supuso
51
Art. 26 Constitución de 1931: Todas las confesiones religiosas serán consideradas como
Asociaciones sometidas a una ley especial. El Estado, las regiones, las provincias y los Municipios, no
mantendrán, favorecerán, ni auxiliarán económicamente a las Iglesias, Asociaciones e Instituciones
religiosas. Una ley especial regulará la total extinción, en un plazo máximo de dos años, del presupuesto
del Clero. Quedan disueltas aquellas Órdenes religiosas que estatutariamente impongan, además de los
tres votos canónicos, otro especial de obediencia a autoridad distinta de la legítima del Estado. Sus
bienes serán nacionalizados y afectados a fines benéficos y docentes. Las demás Órdenes religiosas se
someterán a una ley especial votada por estas Cortes Constituyentes y ajustada a las siguientes bases:
1ª. Disolución de las que, por sus actividades, constituyan un peligro para la seguridad del Estado.
2ª. Inscripción de las que deban subsistir, en un Registro especial dependientes del Ministerio de Justicia.
3ª. Incapacidad de adquirir y conservar, por sí o por persona interpuesta, más bienes que los que, previa
justificación, se destinen a su vivienda o al cumplimiento directo de sus fines privativos.
4ª. Prohibición de ejercer la industria, el comercio o la enseñanza.
5ª. Sumisión a todas las leyes tributarias del país.
6ª. Obligación de rendir anualmente cuentas al Estado de la inversión de sus bienes en relación con los
fines de la Asociación.
Los bienes de las Órdenes religiosas podrán ser nacionalizados.
52
Art. 27 Constitución de 1931: La libertad de conciencia y el derecho de profesar y practicar
libremente cualquier religión quedan garantizados en el territorio español, salvo el respeto debido a las
exigencias de la moral pública.
Los cementerios estarán sometidos exclusivamente a la jurisdicción civil. No podrá haber en ellos
separación de recintos por motivos religiosos.
Todas las confesiones podrán ejercer sus cultos privadamente. Las manifestaciones públicas del culto
habrán de ser, en cada caso, autorizadas por el Gobierno. Nadie podrá ser compelido a declarar
oficialmente sus creencias religiosas. La condición religiosa no constituirá circunstancia modificativa
de la personalidad civil ni política, salvo lo dispuesto en esta Constitución para el nombramiento de
Presidente de la República y para ser Presidente del Consejo de Ministros.
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la disolución de órdenes religiosas, prohibición de enseñanza católica y amenazas
constantes a la Iglesia con la nacionalización de sus bienes, disposiciones que excedían
con creces aquella tolerancia que se propugnaba en el propio texto constitucional.
En relación con los Derechos Fundamentales dicho texto constitucional los
agrupaba en el Título III (arts. 25 a 50). Este Título venía dividido en dos capítulos: el
primero comprendía del artículo 25 al 42
y recogía los derechos individuales y
políticos, mientras que el segundo plasmaba en los artículos 43 al 50 derechos en
relación con la familia, la economía y la cultura, una división análoga a la existente en
la Constitución de 1978 (Título I, Capítulo II).
Comenzaba el Capítulo I del Título III, en su artículo 25 eliminando todo
privilegio jurídico por razones de naturaleza, filiación, sexo, clase social, riqueza, ideas
políticas o creencias religiosas configurando así una igualdad sin parangón, al menos a
nivel normativo, alejándose de la concepción de fuero único para todos, que había
venido practicándose.
El artículo 28 que recoge el principio de legalidad penal, pero además configura el
derecho de irretroactividad penal: “Sólo se castigarán los hechos declarados punibles
por ley anterior a su perpetración” Cuestión que muchos autores han considerado como
ya recogida implícita en la legalidad penal que propugnaban los anteriores textos
constitucionales, pero que a nuestro entender y al menos de forma expresa queda
reflejado por primera vez en nuestro país en citado artículo.
Las garantías procesales del detenido se plasman en el artículo 29 manteniendo la
línea establecida por la Constitución de 1876 con un plazo máximo de 72 horas para
poner al detenido en libertad, a disposición judicial o elevarlo a prisión provisional.
También recoge en su tercer apartado el supuesto de la detención ilegal rezando:
“Incurrirán en responsabilidad las autoridades cuyas órdenes motiven infracción de
este artículo, y los agentes y funcionarios que las ejecuten, con evidencia de su
ilegalidad”.
El artículo 31, por su parte es objeto de regulación de varios derechos, de los que
destacan las novedades en relación con los extranjeros. Comienza recogiendo los
derechos de libertad deambulatoria y de libertad de residencia. Este último queda
completado por primera vez a nivel internacional en su siguiente apartado: “El derecho
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a emigrar o inmigrar queda reconocido y no está sujeto a más limitaciones que las que
la ley establezca”. En su siguiente cláusula, el artículo 31 dispone por primera vez en
nuestra historia unas garantías para proceder a la expulsión de los extranjeros del
territorio español. También hace referencia precitado artículo al derecho de
inviolabilidad domiciliaria y la prohibición de registro ilegal, quedando limitados no
obstante a mandamiento judicial competente.
La inviolabilidad de la correspondencia se recoge en el artículo 32 con los mismos
límites que quedan plasmados en el artículo 31 en relación con la inviolabilidad
domiciliaria.
El artículo 34 dice que “toda persona tiene derecho a emitir libremente sus ideas
y opiniones”, configurando así el derecho de expresión, y continúa “valiéndose de
cualquier medio de difusión” dejando de lado la concepción del derecho de libertad de
imprenta, que se vió superado en ese momento histórico por la era de la electricidad que
trajo consigo la aparición de nuevos medios de comunicación como el cine o la radio.
Es así como esta constitución recoge un derecho de expresión muy amplio, prohibiendo
la censura previa, salvo por sentencia firme.
El derecho de petición, estipulado en el artículo 35, continúa con lo establecido
por la de 1876, pudiendo ser ejercido individual y colectivamente por todo español. Y
limitando su ejercicio a toda clase de fuerza armada.
El artículo 36 dispone: “Los ciudadanos de uno y de otro sexo, mayores de
veintitrés años, tendrán los mismos derechos electorales conforme determinen las
leyes”. Sabemos que la Constitución de 1869 fue la pionera en proclamar el sufragio
universal masculino, y que la Constitución de 1876 no hizo mención alguna al derecho
de sufragio a lo largo de todo su texto, y fue en 1931, con la constitución que representó
el segundo periodo republicano en la historia de España, cuando por primera vez se
reconoce a la mujer su participación en la vida política configurándose el sufragio
universal para ambos sexos. No obstante este derecho trajo consigo la desconfianza de
la izquierda que veían en esta facultad reconocida a las mujeres una posible amenaza
que tambaleara su gobierno, debido a la orientación conservadora de muchas de ellas,
vinculadas con el catolicismo. Fue así como una parte de la propia izquierda, en
concreto Victoria Kent, ante las Cortes dijo:
Christian González Lecea
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
Es significativo que una mujer como yo (...) se levante en la tarde de hoy a decir
a la Cámara, sencillamente, que el voto femenino debe aplazarse. Que creo que no es el
momento de otorgar el voto a la mujer española. Lo dice una mujer que, en el momento
crítico de decirlo, renuncia a un ideal. (...) Pido a la Cámara que despierte la
conciencia republicana, que avive la fe liberal y democrática y que aplace el voto para
la mujer. Lo pido porque no es que con ello merme lo más mínimo la capacidad de la
mujer. No, señores diputados, no es cuestión de capacidad; es cuestión de oportunidad
para la República.53
El artículo 38 por su parte establecía los derechos de reunión pacífica y sin armas,
y el derecho de manifestación, habilitando al legislador, mediante ley especial, el
pertinente desarrollo normativo.
La libertad de asociación y sindicación se regula en el artículo 39. La novedad
relevante con respecto de lo dispuesto en la Constitución de 1869, es la disposición que
el segundo apartado del artículo recoge: “Los Sindicatos y Asociaciones están obligados
a inscribirse en el Registro público correspondiente, con arreglo a la ley”.
Conformando así el registro preceptivo de toda asociación y sindicato como requisito
para su validez, y consecuentemente para el desarrollo efectivo del derecho.
El artículo 40 recoge la libertad de acceso a empleos y cargos públicos según
mérito y capacidad. No hay referencia expresa a la igualdad que hoy en día conocemos,
si bien se aprecia otro atisbo de la participación de la mujer en la vida política, puesto
que este artículo comienza diciendo: “Todos los españoles, sin distinción de sexo, son
admisibles…”.
El artículo 42 hace referencia a la posibilidad de suspensión de derechos por
razones de Seguridad del Estado, en casos de notoria e inminente necesidad. Los
derechos que podían suspenderse eran los siguientes: las garantías del detenido (art. 29),
la libertad deambulatoria y de residencia (art. 31), la libertad de expresión (art. 34), los
derechos de manifestación y reunión pacífica (art. 38) y la libertad de sindicación (art.
39). La diferencia relevante de este precepto con lo dispuesto en el artículo 17 de la de
1876 radica, no en el contenido de los derechos que pueden suspenderse, sino en el
procedimiento para decretar la suspensión efectiva de dichos derechos. Mientras el
sistema que Cánovas estableció atribuía la potestad para suspender esos derechos a las
Cortes, y en defecto de éstas al Gobierno, la Constitución republicana de 1931 establece
varias garantías en cuanto al procedimiento y las características de la suspensión
53
http://www.segundarepublica.com/index.php?opcion=7&id=72 , consultado el 15 de julio de 2014.
Christian González Lecea
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
temporal. El artículo 42 de dicha carta magna recoge la suspensión como una facultad
de las Cortes. En defecto de que estuvieran reunidas establece la obligación de
convocarlas en un plazo de ocho días, y en el caso de encontrarse disueltas, la facultad
para decretar la suspensión corresponderá a la Diputación Permanente, en ningún caso
al ejecutivo. Este artículo también establece que el plazo máximo para la suspensión
será de treinta días, siendo tan sólo posible su prórroga por acuerdo de las Cortes, o de
la Diputación Permanente en su defecto. Se configuran por tanto unas posibilidades de
suspensión de Derechos Fundamentales por parte del legislativo y con una delimitación
temporal, requisitos que distaban mucho de lo que disponía la Constitución de 1876.
La proclamación de esta Constitución tiene gran relevancia para la participación
ciudadana directa e indirecta en los asuntos de índole política. Por una parte el artículo
6654 recogía, como ya hemos citado, los mecanismos de referéndum popular y de
iniciativa legislativa popular. Por otro lado, el reconocimiento del derecho de sufragio
universal activo y pasivo canalizaba la participación ciudadana plena para elegir a sus
representantes.
Otra de las grandes novedades en materia de Derechos Fundamentales que trajo
consigo la redacción y promulgación de esta Constitución de 1931 fue todo lo referente
a lo dispuesto en su Título IX referente a las garantías y reforma de la Constitución. Es
el primer artículo de dicho Título el que “se establece, con jurisdicción en todo el
territorio de la República, un Tribunal de Garantías Constitucionales, que tendrá
competencia para conocer de: El recurso de inconstitucionalidad de las leyes …”
formando así un órgano judicial colegiado sin precedentes en el Derecho español,
competente para conocer en exclusiva lo referente a garantías de los Derechos
Fundamentales. Es por ello que consideramos oportuno una explicación más detenida
del mismo.
54
Art.66 Constitución de 1931: El pueblo podrá atraer a su decisión mediante “referéndum” las leyes
votadas por las Cortes. Bastará, par a ello, que lo solicite el 15 por 100 del Cuerpo electoral.
No serán objeto de este recurso la Constitución, las leyes complementarias de la misma, las de
ratificación de Convenios internacionales inscritos en la Sociedad de las Naciones, los Estatutos
regionales, ni las leyes tributarias.
El pueblo podrá asimismo, ejerciendo el derecho de iniciativa, presentar a las Cortes una proposición de
ley siempre que lo pida, por lo menos, el 15 por 100 de los electores.
Una ley especial regulará el procedimiento y las garantías del referéndum” y de la iniciativa popular.
Christian González Lecea
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
10. El Tribunal de Garantías Constitucionales de 1933.
Son los artículos 121 a 124 de la Constitución republicana de 1931, encuadrados
en el Título IX de la misma, los encargados de regular el Tribunal de Garantías
Constitucionales. Es el artículo 124 el que habilita al legislador mediante “ley orgánica
especial, votada por estas Cortes, establecerá las inmunidades y prerrogativas de los
miembros del Tribunal y la extensión y efectos de los recursos a que se refiere el
artículo 121”. Dicha ley que vió la luz el 14 de junio de 1933, junto con lo establecido en la
propia carta magna con respecto al Tribunal de Garantías Constitucionales no quedaron ni
mucho menos exentos de críticas. Reproches que se orientaron principalmente sobre la
composición de dicho Tribunal.
Éste órgano estaba formado por 26 miembros55. La propia ley del Tribunal de
Garantías Constitucionales de 1933 dispone que todos los puestos, excepto dos
miembros natos (Presidente del Alto Cuerpo Consultivo de la República y el Presidente
del Tribunal de Cuentas), serán de carácter electivo, lo que denota su politización.
Paradójicamente para la constitución de dicho órgano la ley sólo exige la condición de
ser licenciados en Derecho a dos miembros, puesto que no se podía desempeñar el cargo
de vicepresidente sin ser abogado.
Tan marcada era esta tendencia política, que tras las elecciones generales de
diciembre de 1933, el Tribunal de Garantías Constitucionales se vió compuesto por
sustentadores de la derecha. Es en ese momento cuando la minoría izquierdista
comienza a considerar las decisiones del Tribunal como decisiones de la mayoría, y en
ningún caso fundadas en Derecho56, ratificando más si cabe el carácter político del
órgano.
Centrándonos en el asunto que aquí nos concierne, en materia de Derechos
Fundamentales el artículo 121 de la Constitución de 1931, en su apartado B) hace
-
-
55
El presidente, que era elegido por mayoría absoluta del Parlamento, y en su defecto por mayoría
simple. Ostentaba el cargo durante diez años improrrogables.
El presidente del “Alto Cuerpo Consultivo de la República”, órgano análogo a lo que ahora conocemos
como Consejo de Estado.
El presidente del Tribunal de Cuentas.
Dos miembros elegidos por las Cortes, que debían disfrutar de la condición de diputados.
Dos miembros elegidos por el Colegio de Abogados de la República.
Cuatro miembros elegidos entre profesores de las facultades de Derecho de las Universidades españolas.
Y quince miembros que representasen a las regiones españolas, uno por cada región.
56
RUBIO LLORENTE, Francisco, “Del Tribunal de Garantías Constitucionales al Tribunal
Constitucional”, Revista de Derecho Político nº16, 1982-1983, p. 32.
Christian González Lecea
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
referencia al recurso de amparo de la siguiente forma: “El recurso de amparo de
garantías individuales, cuando hubiere sido ineficaz la reclamación ante otras
autoridades”. Configurando así un derecho a exigir el cumplimiento efectivo de los
derechos individuales predicados en el Título III de la propia constitución, pero como
instancia subsidiaria a la que tan sólo se tiene acceso una vez ha sido ineficaz la
reclamación ante otras autoridades, que no tienen porque ser exclusivamente judiciales.
Lo dispuesto en el texto constitucional es insuficiente para comprender con
exactitud lo referente al recurso de amparo de Garantías Constitucionales, es por eso
que debemos desplazarnos hasta el Título IV de la Ley de organización del Tribunal de
Garantías Constitucionales de 1933. Es el artículo 45 de dicha ley donde se plasman los
derechos que son objeto de protección por parte del Tribunal: el derecho de libertad
religiosa (art. 27), el principio de legalidad y el principio de irretroactividad penal (art.
28), las garantías del detenido (art. 29), la prohibición de extradición político-social (art.
30), la libertad de circulación y de residencia, la inviolabilidad de domicilio y la
prohibición de registro ilegal (art. 31), la inviolabilidad de la correspondencia (art. 32),
la libertad para elegir profesión, la libertad de industria y la libertad de comercio (art.
33), la libertad de expresión y de difusión (art. 34), los derechos de reunión y
manifestación (art. 38) y los derechos de sindicación y asociación (art. 39).
El artículo 45 de la ley especial establece dos requisitos para poder presentar
dicho recurso: “primero, que exista acto concreto de autoridades gubernativa, judicial
o de cualquiera otro órgano que con respecto a un individuo determinado haya
infringido alguna de las garantías relacionales en el anterior, y segundo, que no haya
sido admitida o no haya sido resuelta la petición de amparo dentro del plazo legal por
el Tribunal de urgencia previsto en el artículo ciento cinco57 de la Constitución o que
dicho Tribunal hubiera dictado resolución denegatoria”. Queda configurado así un
recurso de amparo limitado tanto en contenido como en forma, es decir, ni todos los
derechos individuales que recoge la sección primera del Título III de la Constitución
quedan protegidos, ni los que quedan garantizados por el Tribunal de Garantías
Constitucionales pueden ser exigidos directamente ante el mismo, necesitan agotar vía
judicial ordinaria.
57
Art. 105 Constitución de 1931: La ley organizará Tribunales de urgencia para hacer efectivo el
derecho de amparo de las garantías individuales.
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
Por su parte el artículo 46 de la misma establece que el procedimiento de amparo
será gratuito, sin obligar a uso de papel timbrado, ni a pago de las costas. El resto del
Título de la ley regula la interposición y tramitación del recurso, cuestiones
procedimentales que caen fuera de nuestro estudio.
11. Etapa franquista.
El 1939 se da por finalizado uno de los episodios más negros de la historia de
España, la guerra civil. El bando nacional había ya tomado las últimas ciudades
republicanas y el General Francisco Franco Bahamonde, uno de los principales
alentadores del bando sublevado se alzó como Jefe del Estado en el que se concentraban
todos los poderes, comenzándose así una etapa que duraría casi 40 años, la dictadura
militar del <<Caudillo>> .
No existe constitución alguna, consecuentemente no hay una declaración
dogmática de derechos. Aunque el propio franquismo llega a definirse como una
democracia orgánica, la realidad dista mucho de esta definición. No existían los partidos
políticos, puesto que no cabía el pluralismo político. Los cargos políticos eran
designados por el mismo Franco, sin ningún tipo de elección. Se suprimieron los
derechos de reunión y asociación, aunque cabían excepciones. Se limitó el derecho de
expresión e imprenta. Mediante la censura, la dictadura llevaba un control absoluto de la
información que llegaba a los españoles.
Si hay algo característico de la dictadura franquista es la omisión normativa de
derechos fundamentales.
IV. LA CONSTITUCIÓN DE 1978
Si hemos comenzado la redacción de este trabajo intentando configurar una
definición lo más acertada que hemos podido de los Derechos Fundamentales, no cabe
explicar los mismos y conseguir una visión completa sin explicar más detenidamente el
texto normativo en el que se encuadran originariamente
Christian González Lecea
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
Vista la evolución histórico jurídica experimentada en el reconocimiento y
protección de los Derechos Fundamentales en los constituciones hemos estimado
oportuno dejar para el final el estudio de la Constitución de 1978 que es nuestra carta
magna vigente, y que significa, al menos por el momento, el final de la senda históricoconstitucional de nuestro país.
1.
Contexto histórico
El 20 de noviembre de 1975 todos los medios de comunicación de nuestro país
se hicieron eco de la frase enunciada por Carlos Arias Navarro: “Españoles… Franco ha
muerto”. Dos días más tarde el príncipe Juan Carlos es proclamado rey de España por
las Cortes y el Consejo del Reino y es en sus primeras palabras como monarca cuándo
deja bien claro que se abre una nueva etapa en la historia de España, a la que se
conocerá como “Transición Democrática”. Una etapa basada en el poder decisorio del
pueblo en la que el propio monarca se definía como el rey de todos los españoles, lo que
ya hacía prever que se abría un período democrático. Son estas las primeras palabras de
Juan Carlos I de Borbón como rey de España:
“Hoy, comienza una nueva etapa de la historia de España, esta etapa que hemos de
recorrer juntos se inicia en la paz, el trabajo y la prosperidad, fruto del esfuerzo común
y de la decidida voluntad colectiva. La monarquía será fiel guardian de esa herencia y
procurará en todo momento mantener la más estrecha relación con el pueblo. La
institución que personifico integra a todos los españoles, y hoy en esta hora tan
trascendental os convoco, porque a todos nos incumbe por igual el deber de servir a
España. Que todos entienda con generosidad y altura de miras que nuestro futuro se
basará en un efectivo consenso de concordia nacional. El rey quiere serlo de todos a un
tiempo, y de cada uno, en su cultura, en su historia y en su tradición. Al dirigirme como
rey desde estas Cortes al pueblo español pido a Dios ayuda para todos, os prometo
firmeza y prudencia. Confío en que todos sabremos cumplir la misión en la que estamos
comprometidos, si todos permanecemos unidos habremos ganado el futuro. ¡Viva
España!”58.
Otro de los pasos más decisivos que se acercaban a la democracia alejándose a la
vez del franquismo fue el cambio en la jefatura de Gobierno el 1 de Julio de 1976 con la
dimisión de Arias Navarro. La investidura de Adolfo Suárez como presidente del
Gobierno supuso el inicio político de la transición el cual fundamentaba su programa
político en dos premisas. La primera la elaboración de una ley para la Reforma Política,
la cual sería aprobada mediante referéndum popular y permitiría implantar, de iure y de
58
https://www.youtube.com/watch?v=1RRwRSGI79M, consultado a 3 de mayo de 2014.
Christian González Lecea
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
facto, la democracia en España. La segunda, derivada de la primera, la convocatoria de
elecciones democráticas, las cuales se terminarían celebrando en julio de 1977.
Es en este contexto histórico en el que se elabora una nueva carta magna por
parte de una ponencia formada por 7 miembros59 que representaban todas las fuerzas
políticas mayoritarias del país. El 6 de diciembre de 1978 el pueblo español mediante
referéndum popular ratificó la Constitución, que el 27 del mismo mes sancionó el rey.
Esta Constitución continúa con la división de poderes60, establece como forma
de gobierno la monarquía parlamentaria y organiza territorialmente al Estado en
autonomías.
2. Los Derechos Fundamentales en la Constitución de 1978
Nuestra carta magna está dividida en base a la fórmula que venía empleándose
en las anteriores, en dos partes: la primera dogmática y la segunda orgánica. Comienza
con un Preámbulo en el que se proclaman sus voluntades e intenciones. Está
estructurada en un título preliminar y 10 títulos más. El Título preliminar y I forman la
parte dogmática, mientras que el resto enuncian la parte orgánica. Se recogen además 4
disposiciones adicionales, 9 disposiciones transitorias, 1 disposición derogatoria y 1
disposición final.
El texto constitucional comienza con la proclamación de los “valores superiores
del ordenamiento” en su artículo 1.1, de los cuales la libertad se desgrana en todos los
derechos fundamentales enunciados en su título I, derechos que son “fundamento del
orden político y de la paz social” (art. 10.1), lo que los incluye directamente en dicho
ordenamiento, sin necesidad alguna de conversión legislativa previa61.
Es precisamente este artículo 10.1 el que abre el Título I, el cual está dividido en
5 capítulos. El capítulo que hace referencia en concreto a los “Derechos y Libertades”
59
A dichos ponentes se les conoce como los “Padres de la Constitución”: Gabriel Cisneros (UCD), José
Pedro Pérez-Llorca (UCD), Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón (UCD), Miquel Roca i Junyent (Pacte
Democràtic per Catalunya), Manuel Fraga Iribarne (AP), Gregorio Peces-Barba (PSOE) y Jordi Solé
Tura (PSUC).
60
MARTÍN REBOLLO, Luís, Leyes Administrativas (16ª edición), Aranzadi, p. 105, que dice :“Así pues,
la Constitución define y delimita cada uno de los Poderes del Estado. El clásico principio de separación
de estos Poderes, implícito en los Títulos III, IV y VI de la Constitución de 1978…”
61
GARCIA DE ENTERRÍA Y MARTÍNEZ-CARANDE, Eduardo, “El valor normativo de la
Constitución española”, Revista de Derecho público, nº 44, 1998, pp. 31-44.
Christian González Lecea
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
es el segundo, que a su vez está dividido en dos secciones. La primera sección lleva por
encabezado “Derechos fundamentales y libertades públicas”, mientras que la segunda
recoge “Derechos y deberes de los ciudadanos”.
Dentro de nuestra doctrina jurídica existen diversas posiciones sobre cuales de
los derechos reconocidos en la constitución deben ser calificados como fundamentales,
y el debate está actualmente más que abierto. Atendiendo a la amplitud de derechos que
consideran como fundamentales, avanzaremos de más a menos. La postura más amplia
considera como derechos fundamentales a todos aquéllos comprendidos en el Título I,
sin hacer distinción sobre la ubicación que ocupen dentro del mismo62. La teoría
intermedia y la mayoritaria sostiene que los derechos fundamentales son los que
conforman el Capítulo II del Título I63. La última y más restrictiva califica como
Derechos Fundamentales a los plasmados en la sección primera del Capítulo II del
Título I, para los cuales la propia constitución ha habilitado un procedimiento
legislativo reforzado, mediante ley orgánica64.
Si debemos posicionarnos en alguna de las teorías mencionadas consideramos
objeto de ser calificados como derechos fundamentales los recogidos en los artículos 15
al 29 (Sección I del Capítulo II del Título I), en base a lo dispuesto en el artículo 81, que
dispone:
1. Son leyes orgánicas las relativas al desarrollo de los derechos fundamentales
y de las libertades públicas, las que aprueben los Estatutos de Autonomía y el
régimen electoral general y las demás previstas en la Constitución.
2. La aprobación, modificación o derogación de las leyes orgánicas exigirá
mayoría absoluta del Congreso, en una votación final sobre el conjunto del
proyecto.
Este artículo en su apartado primero confiere un nivel de protección reforzado a
nivel legislativo a los derechos recogidos en los artículos 15 a 29, es por ello por lo que
una parte de la doctrina de nuestro país considera que son éstos los verdaderos Derechos
62
En este sentido, op.cit 3, PECES-BARBA MARTÍNEZ, Gregorio, pp. 367-369; PRIETO SANCHÍS,
Luis: Estudio sobre los Derechos Fundamentales, Editorial Debate, Madrid, 1990, pp. 105-109; PÉREZ
LUÑO, Antonio: Los derechos Fundamentales, Tecnos, Madrid, 1986, pp.167-168.
63
En este sentido, CRUZ VILLALÓN, Pedro:” Formación y evolución de los Derechos Fundamentales”,
Revista Española de Derecho Constitucional, núm. 25, 1989, pp.36-41; PÉREZ ROYO, Javier: Curso de
Derecho Constitucional, Marcial Pons, Madrid, 1994, pp. 238-243.
64
En este sentido, MARTÍN-RETORTILLO, Lorenzo: “Régimen constitucional de los Derechos
Fundamentales” en Derechos Fundamentales y Constitución, Cuadernos Civitas, Madrid, 1988, pp. 6577; MARTÍNEZ SOSPEDRA, Manuel: Derecho Constitucional Español, Valencia, 1995, pp.82-85.
Christian González Lecea
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
Fundamentales, los recogidos en la sección primera del Capítulo II del Título I, que son
los siguientes:
-
Derecho a la vida y a la integridad física y moral (art. 15)
-
Derecho a la libertad ideológica, religiosa y de culto (art. 16)
-
Derecho a la libertad deambulatoria y garantías del procedimiento de
detención (art. 17)
-
Derecho al honor, a la intimidad personal y familiar, a la propia imagen, al
secreto de las comunicaciones y a la inviolabilidad del domicilio (art. 18)
-
Derecho a la libre elección del domicilio y a circular por el territorio español
(art. 19).
-
Derecho a la libertad de expresión, libertad de producción literaria, artística,
científica y técnica, y el derecho a la libertad de cátedra (art. 20)
-
Derecho de reunión pacífica y sin armas (art. 21)
-
Derecho de asociación (art. 22)
-
Derecho de participación política, derecho de acceso en condiciones de
igualdad a la función pública y derecho de acceso a cargos públicos (art. 23)
-
Derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24)
-
Derecho de legalidad penal y garantías de las medidas privativas de libertad
(art. 25)
-
Prohibición de los Tribunales de Honor (art. 26)
-
Derecho a la educación y a la libertad de enseñanza (art. 27)
-
Derecho a sindicarse libremente y derecho de huelga (art. 28)
-
Derecho de petición (art. 29)
Si al principio del trabajo hacíamos alusión a que los derechos recogidos en el
Título I tenían habilitada reserva de ley, podemos afirmar ahora que los Derechos
Fundamentales tienen habilitada reserva de ley orgánica en base al artículo 8165.
Dejando de lado las especificidades legislativas ligadas a los Derechos
Fundamentales acudimos ahora al artículo 53 de nuestra norma suprema, encuadrado en
65
Es preciso hacer un pequeño inciso, no debemos confundir el principio de jerarquía sobre el que se
cimenta nuestro ordenamiento jurídico, con el principio de competencia que media entre ley ordinaria y
ley orgánica, ambas encuadradas en el mismo escalón jerárquico, el de la ley, y situadas inmediatamente
debajo de la norma suprema, la constitución.
Christian González Lecea
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
el Capítulo IV del Título I, en relación con las garantías de las Libertades y Derechos
Fundamentales:
1. Los derechos y libertades reconocidos en el Capítulo segundo del presente
Título vinculan a todos los poderes públicos. Sólo por ley, que en todo caso
deberá respetar su contenido esencial, podrá regularse el ejercicio de tales
derechos y libertades, que se tutelarán de acuerdo con lo previsto en el artículo
161, 1, a66).
2. Cualquier ciudadano podrá recabar la tutela de las libertades y derechos
reconocidos en el artículo 14 y la Sección primera del Capítulo segundo ante los
Tribunales ordinarios por un procedimiento basado en los principios de
preferencia y sumariedad y, en su caso, a través del recurso de amparo ante el
Tribunal Constitucional. Este último recurso será aplicable a la objeción de
conciencia reconocida en el artículo 30.
3. El reconocimiento, el respeto y la protección de los principios reconocidos en
el Capítulo tercero informarán la legislación positiva, la práctica judicial y la
actuación de los poderes públicos. Sólo podrán ser alegados ante la
Jurisdicción ordinaria de acuerdo con lo que dispongan las leyes que los
desarrollen.
Si el primer apartado condiciona por igual a todos los derechos recogidos en el
segundo Capítulo para su respectivo desarrollo por ley, que en todo caso deberá respetar
su contenido esencial. El segundo apartado del artículo 53 no protege a todos los
derechos del Capítulo segundo por igual. Los derechos encuadrados en la Sección I del
Capítulo II del Título I de nuestra Constitución junto con el artículo 14 y el artículo 30
podrán ser exigidos mediante un proceso impregnado de preferencia y sumariedad, en
vía ordinaria; y a través del recurso de amparo, mediante vía extraordinaria, es decir
ante el Tribunal Constitucional. Es por tanto que podríamos incluir en el catálogo de
Derechos Fundamentales tanto el derecho a la igualdad (art. 14) como el derecho a la
objeción de conciencia (art. 30.2).
Existen diversas clasificaciones y todas igual de válidas, ya que al fin y al cabo
todos gozan de las mismas garantías, y es una cuestión que depende del criterio del
autor que la realice67. Hemos optado por encuadrar los Derechos Fundamentales que
66
Art. 161. 1. Constitución española de 1978: El Tribunal Constitucional tiene jurisdicción en todo el
territorio español y es competente para conocer: a) Del recurso de inconstitucionalidad contra leyes y
disposiciones normativas con fuerza de ley. La declaración de inconstitucionalidad de una norma
jurídica con rango de ley, interpretada por la jurisprudencia, afectará a ésta, si bien la sentencia o
sentencias recaídas no perderán el valor de cosa juzgada.
67
DIEZ-PICAZO GIMÉNEZ, Luis María, Sistema de Derechos Fundamentales, Thompson-Civitas,
Madrid, 2005, pp. 36-38.
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
recoge nuestra Constitución de 1978 según la función que cumplen, agrupándolos en
tres bloques, a saber: derechos civiles, políticos y sociales.
-
Derechos civiles: aquellos que limitan negativamente con la intervención del
Estado, es decir, la finalidad de estos derechos es garantizar la libertad y la
esfera autónoma de la persona. Entre ellos se recogerían, el derecho a la
libertad personal (art. 17), el derecho al honor, a la intimidad personal y
familiar, a la propia imagen, al secreto de las comunicaciones y a la
inviolabilidad del domicilio (art. 18), la libertad de residencia y circulación
(art. 19), la libertad de expresión (art. 20), el derecho de reunión (art. 21) y el
derecho de asociación (art. 22).
-
Derechos políticos: aquellos cuyo objetivo es conseguir la participación de los
ciudadanos en los asuntos públicos. Entre ellos se encuadran los derechos de
participación ciudadana (art. 23) y el derecho de petición (art. 29).
-
Derechos sociales: los encargados de garantizar unas condiciones de vida
digna, es decir aquellos en los que el Estado debe asumir una participación
activa. Aquí se enmarcan el derecho a la vida (art. 15), el derecho a la tutela
judicial efectiva (art. 24), el principio de legalidad penal (art. 25), la
prohibición de los Tribunales de Honor (art. 26), el derecho a la educación y
libertad de enseñanza (art. 27) y el derecho de sindicación y huelga (art. 28).
Nuestra Constitución de 1978 prosigue la línea marcada por la de 1931 en
materia de garantías constitucionales enunciando en su Título IX la creación de un
órgano judicial con jurisdicción en todo el territorio español y competente para conocer
con carácter exclusivo de determinadas materias68, entre las que se encuentra el recurso
68
Artículo 161 C.E. 1978: El Tribunal Constitucional tiene jurisdicción en todo el territorio español y
es competente para conocer:
a) Del recurso de inconstitucionalidad contra leyes y disposiciones normativas con fuerza de ley. La
declaración de inconstitucionalidad de una norma jurídica con rango de ley, interpretada por la
jurisprudencia, afectará a ésta, si bien la sentencia o sentencias recaídas no perderán el valor de cosa
juzgada.
b) Del recurso de amparo por violación de los derechos y libertades referidos en el artículo 53, 2, de esta
Constitución, en los casos y formas que la ley establezca.
c) De los conflictos de competencia entre el Estado y las Comunidades Autónomas o de los de éstas entre
sí.
d) De las demás materias que le atribuyan la Constitución o las leyes orgánicas.
Christian González Lecea
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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL.
de amparo. Dicho órgano es el Tribunal Constitucional, al que nos gustaría dedicarle un
estudio más profundo, pero su análisis detallado supera los límites materiales de nuestro
trabajo, de él se ocupan en profundidad los constitucionalistas. No obstante grosso
modo destacamos que a pesar de su nueva organización y composición es un órgano
teñido de tintes políticos.
V. LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL MARCO COMUNITARIO E
INTERNACIONAL
Si señalábamos dos textos-declaraciones que iniciaban el reconocimiento de los
Derechos Fundamentales en el exterior de nuestras fronteras, con otros dos textos de
carácter internacional ponemos fin a esta parte del trabajo.
1. Convenio Europeo para la protección de los Derechos Humanos y de las
Libertades Fundamentales de 4 de Noviembre de 1950
Inspirado expresamente en la Declaración de Derechos y como consecuencia de
la situación económica, social y cultural en la que se encontraba Europa tras la Segunda
Guerra Mundial. El 4 de Noviembre de 1950, los doce miembros del Consejo de Europa
firman el Convenio Europeo para la protección de Derechos Humanos y de las
Libertades Fundamentales, más conocida como la Convención Europea de Derechos
Humanos.
Un texto formado por 49 artículos y organizado en tres Títulos. El artículo
primero establece la obligación para los firmantes de garantizar el efectivo disfrute de
los derechos fundamentales que se recogen en el Título I (arts. 2 al 18). El Título II
(arts. 19 a 51) regula el Tribunal Europeo de Derechos Humanos como garante de los
derechos fundamentales que recoge el texto como órgano jurisdiccional de orden
supranacional. El Título III hace referencia a cuestiones de diversa índole, siendo
denominado como el título que se encarga de diversas disposiciones.
Dentro de los Derechos Humanos que plasma su título primero, son reseñables
varios artículos que reflejan en cierto modo las preocupaciones del momento de su
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gestación. Destacan la prohibición de la esclavitud y el trabajo forzado (art. 4) y la
prohibición de la tortura (art. 5), ambos derechos derivados del derecho a una vida
digna. Es curioso como la convención organiza la tutela judicial efectiva en tres
preceptos, de lo cual podemos inferir la gran importancia de este derecho, así la tutela
judicial efectiva en sí viene recogida en el artículo 8, el cual se complementa con el
derecho al libre acceso a la Justicia (art. 10) y a la presunción de inocencia (art. 11). Por
otro lado cabe hacer una especial mención al derecho de asilo (art. 14) y a la
nacionalidad (art. 15), de los cuales se presume que el ámbito de aplicación de esta carta
magna es de carácter supranacional.
2. Declaración de Derechos Humanos del 10 de Diciembre de 1948.
En 1945, coetáneamente con la finalización de la Segunda Guerra Mundial, y
como consecuencia de intensas negociaciones políticas y diplomáticas en forma de
tratados internacionales se firma el Tratado de las Naciones Unidas, considerado como
el punto de partida de dicho organismo y donde se recogen las bases de su constitución
interna. Este texto fue firmado por 50 estados y plasmó los nuevos principios de
organización de la sociedad internacional, las instituciones internacionales previstas y
los procedimientos de resolución de conflictos, marcados principalmente por una
tendencia hacia la resolución pacífica. No obstante no era un texto que hiciera alusión a
los derechos fundamentales, ni a principios de cooperación económica y social.
En base a lo dispuesto en el Tratado de las Naciones Unidas y como necesidad
de establecer un texto garantista de derechos fundamentales, el 10 de Diciembre de
1948 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprueba una carta, titulada la
Declaración Universal de Derechos Humanos. Un articulado formado por 30 artículos
que recogen el conjunto de normas y principios comunes a todo ser humano
garantizando su efectivo ejercicio frente a los poderes públicos.
Esta carta regula 38 derechos inherentes al ser humano, pero tiene un carácter
declarativo como bien indica su propio nombre. La unión de esta declaración y los
Pactos Internacionales de Derechos Humanos, a través de los cuales los países se han
ido obligando a hacer efectivos los derechos humanos que la misma recoge, han
formado lo que se conoce como la Carta Internacional de Derechos Humanos. Nos
llaman la atención el derecho a la no esclavitud (art. 4) y la prohibición de la tortura
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(art. 5) ya que son dos derechos derivados del derecho a la vida y a la integridad física
que a priori parecen más que superados para el contexto en el que nace esta declaración.
Pero en el ámbito de reconocimiento de Derechos sociales este texto es cuanto menos
extenso recogiendo preceptos como el derecho a las prestaciones sociales (art. 22),
derecho al descanso retribuido (art. 24) o los derechos de familia (art. 16).
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VI. CONCLUSIONES
Del estudio realizado podemos destacar las siguientes conclusiones.
Es bien conocida la importancia de nuestra Constitución de 1978, sobre la que se
articula todo el Estado Social y Democrático de Derecho, pero lo que no es tan
conocido, y a lo que se debería dar mayor importancia, es la historia constitucionalista
de nuestro país. Queremos destacar con esto la relevancia que adquieren todas las
Constituciones que han visto la luz en España como parte de un proceso, cuanto menos
controvertido, que nos ha llevado a conocer un sistema democrático fuerte y bien
erigido a pesar de ser joven comparado con otros Estados.
La historia de nuestro constitucionalismo, muy a nuestro pesar, ha sido un
compendio de luchas entre tendencias políticas, una constante batalla entre ideologías
en las que cada uno de sus sustentadores trataba de hacerla prevalecer frente a las otras,
sin tener en cuenta al ciudadano de a pie. Tras este trabajo, coincidimos con gran parte
de la doctrina jurídica constitucionalista española en afirmar que nuestra historia
constitucional ha sido un despropósito en casi todos los niveles. En nuestra humilde
opinión la idea de constitución como norma suprema ha llevado a constantes mal
interpretaciones sobre su utilidad y función social. Se ha vinculado su posición en la
cumbre del ordenamiento jurídico como garantía para alcanzar la meta de unos pocos, y
no de todos. Prueba de ello es que cada convulsión política en el ejecutivo ha supuesto
la apertura de un nuevo período constitucional y el consecuente cierre del anterior, con
lo que en sólo un siglo, el XIX, en España hemos visto nacer 5 constituciones, y eso sin
contar con las que se quedaron en conato. Realidad, que por otro lado, no dista
demasiado de lo que ocurría en casi toda Europa.
Si la constitución recoge los cimientos de todo ordenamiento jurídico, son los
Derechos Fundamentales plasmados en la misma el conjunto de ladrillos y argamasa
que forman esos cimientos (permítasenos el símil con la construcción, por aquello de su
claridad). Es la especial posición de cada carta magna en el sistema de fuentes la que
confiere a los derechos recogidos en la misma la especificidad de que vienen revestidos
para ser considerados como fundamentales. A su vez no se concibe un texto
constitucional sin una declaración de derechos sobre los que se estructure un
ordenamiento, como ya hemos dicho, formándose así una simbiosis en la que éstos no
pueden vivir sin aquella y viceversa.
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Sin pretender redundar en lo expuesto, y dentro de los Derechos Fundamentales
que cada norma suprema de nuestra historia recoge, no podemos hablar de los mismos
realmente hasta la aparición de la Constitución de 1837, estructurada como ya hemos
explicado en dos partes. Es en este texto donde se conforman por primera vez a nivel
organizativo-legislativo configurando una verdadera declaración de Derechos
Fundamentales. A partir de esta carta magna se mantiene el esquema estructural en el
resto de textos constitucionales de nuestro país. Sin embargo, no es hasta la
Constitución republicana de 1931 cuando se habilita un órgano encargado en exclusiva
de garantizar el efectivo desarrollo de los mismos, y es que el Tribunal de Garantías
Constitucionales de 1933 es un gran avance en materia de protección de los Derechos
Fundamentales, no obstante, su composición y estructura imbuidas de un innegable
carácter político terminaron por desvirtuar sus mecanismos garantistas.
Finalizando, tal y como se ha venido explicando durante todo el trabajo, los
Derechos Fundamentales disfrutan de un nivel de protección más o menos amplio
dependiendo de cada período constitucional, y su regulación es importante dado que
conforman la base dogmática sobre el que sin duda descansa nuestro Estado de
Derecho. Si bien esta concepción es relativamente reciente para los españoles, que tras
dos siglos de constantes oscilaciones políticas conseguimos alcanzar en 1978, y de
forma consensuada, una Constitución y su pertinente declaración de derechos por todos
y para todos.
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VII.
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STC 5/1981, 13 de febrero, F.J. 7º.
STC 5/1983, 4 de febrero, F.J. 3º.
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STC 53/1985, de 11 de abril, F.J. 4º.
STC 129/1989, de 17 de junio, F.J. 3º.
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