En la opinión de... Arturo Damm Arnal El empresario y el reparto de utilidades II Para entender por qué el reparto de utilidades es una arbitrariedad, hay que comenzar por responder a la pregunta ¿qué son las utilidades? La primera respuesta, la contable, es clara: las utilidades son la diferencia entre el ingreso generado por la venta de la mercancía y su costo de producción; definición contable de la utilidad que tiene un inconveniente, a saber: esa utilidad es la ganancia extraordinaria, es decir, la que excede a la que forma parte del costo de producción, que es la utilidad normal. Lo explico. El empresario hace lo que hace (sobre todo enfrentar el riesgo que supone producir a un costo conocido, sin saber a ciencia cierta a qué precio venderá, y por lo tanto sin saber si ganará o perderá), por la ganancia que pretende obtener, habiendo, para cada uno de ellos, una ganancia mínima por debajo de la cual no están dispuestos a seguir enfrentado ese riesgo. Esa ganancia es la utilidad normal y, obviamente, forma parte del costo de producción. Cualquier utilidad por arriba de la misma (que dependerá del precio al que se venda la mercancía, lo cual a su vez dependerá del grado de competencia que haya en ese mercado), será la ganancia extraordinaria, definida como la diferencia entre el ingreso generado por la producción y venta de la mercancía y el costo de producción de la misma, costo de producción en el cual está incluida la ganancia normal, razón por la cual la definición contable de utilidad resulta, si no errónea, sí incompleta 38 ENTORNO III Si la definición contable de utilidad resulta, si no errónea, sí incompleta, entonces hay que pasar, con el fin de responder a la pregunta de por qué el reparto de utilidades es injusto, a la definición económica de la ganancia del empresario. Desde el punto de vista económico, ¿qué es la utilidad? Respuesta: la remuneración propia del empresario, es decir, el ingreso a cambio del cual el empresario está dispuesto a hacer lo que hace, definición económica de la ganancia que resulta mucho más útil que la contable para tener claro por qué el reparto de utilidades es, antes que cualquier otra cosa, una injusticia, en el sentido estricto del término: violar el derecho de alguien. IV El Diccionario de la Lengua Española, de la Real Academia Española, define la ganancia como la “utilidad que resulta del trato, del comercio o de otra acción”, y a la utilidad como el “provecho, conveniencia, interés o fruto que se saca de algo”, sin referirse ni a la ganancia, ni a la utilidad, como la remuneración propia del empresario. Si del Diccionario de la Lengua Española pasamos al Diccionario de Economía, de Editorial Trillas, encontramos definida a la ganancia, única y exclusivamente, en términos contables, distinguiendo entre ganancia bruta y neta, ganancia normal y extraordinaria, pero sin llegar a definirla como la remuneración propia del empresario. La utilidad, sinónimo de ganancia, es definida, solamente, desde la perspectiva del consumo, como la “satisfacción, placer o cumplimiento de necesidades, que se deriva del consumo de alguna cantidad de un bien”, sin referencia alguna a la remuneración del empresario, defecto que puede explicar por qué los trabajadores asalariados, los líderes sindicales, los legisladores, y uno que otro empresario, consideran correcto el reparto de utilidades, consagrado en muchas legislaciones como derecho de los primeros y obligación de los últimos. Foto: Ana Lourdes Herrera / Indexopen I Los trabajadores asalariados, los líderes sindicales, los legisladores, no pocos economistas, y tal vez uno que otro empresario, consideran correcto el reparto de utilidades, consagrado en muchas legislaciones como un derecho de los primeros (los trabajadores asalariados) y, por ello, como una obligación de los últimos (los empresarios, estén o no de acuerdo con dicha práctica). El hecho es que el reparto de utilidades es una arbitrariedad que viola el derecho de propiedad de los empresarios, y más allá de cierto límite frena el progreso económico, ¡precisamente por violar aquel derecho! V Para entender la razón por la cual el reparto de utilidades es una arbitrariedad, hay que centrar la atención en la definición económica de la ganancia como la remuneración propia del empresario, definición que entonces nos conduce a la siguiente pregunta: ¿qué justifica que la ley obligue a los empresarios a compartir parte de su remuneración con los trabajadores asalariados, cuya remuneración propia es, precisamente, el salario? La respuesta, por más vueltas que se le de, es clara: nada, como nada justificaría que el trabajador asalariado tuviera que compartir su remuneración, el salario, con el empresario. Para entender lo anterior hay que tener presente que el trabajador asalariado no genera la utilidad, misma que es el resultado —¡cuando lo es!; es decir: cuando no hay pérdidas— de las buenas decisiones y elecciones del empresario en torno a dos preguntas básicas: ¿qué producir y cómo producirlo?, preguntas en cuya respuesta el trabajador asalariado no tiene nada que ver. ¿Qué producir, es decir, qué bien o servicio ofrecerle a los consumidores?, y ¿cómo producirlo, es decir, con qué factores de la producción y con qué combinación de los mismos?, preguntas de cuyas respuestas depende la generación de utilidades, o la obtención de pérdidas, preguntas en cuyas respuestas los trabajadores asalariados no participan. Ellos no deciden ni qué producir, ni cómo hacerlo. VI El reparto de utilidades es una práctica injusta, que viola el derecho del empresario a la remuneración que le es propia, todo ello producto de la primacía que tiene la concepción contable de la utilidad sobre la económica, consecuencia también de no haberse entendido, cabalmente, quién es el empresario y cuál es su función como agente económico. “El reparto de utilidades es una arbitrariedad que viola el derecho de propiedad de los empresarios y frena el progreso económico” El reparto de utilidades, más allá de cierto límite, a partir del cual el empresario considera que dicho reparto es un robo con todas las de la ley (sin olvidar que, independientemente de ese límite, cualquier reparto de utilidades es un robo con todas las de la ley: la cuestión es de principio, no de grado), frena el progreso económico (definido como la capacidad para producir más y mejores bienes y servicios, para un mayor número de gente), mismo que es resultado de las inversiones de los empresarios, que a su vez dependen de la utilidad que obtengan de las mismas, utilidades que serán menores en la medida en la que su reparto entre los trabajadores asalariados sea mayor. VII Si el trabajador asalariado tiene derecho a participar de las utilidades generadas —ojo: no por la empresa, sino por el empresario—, ¿no deberá tener también, como contrapartida lógica, y más que lógica exigida por la justicia, la obligación de participar en las pérdidas? ¿Qué responden quienes son partidarios de la primera participación —en las utilidades— a esta pregunta? ¡Nada, porque saben que el principio del cual parten para exigirla es injusto, injusticia consagrada en las leyes! E Arturo Damm, Licenciado en Economía y Filosofía, es profesor de la Escuela de Economía y la Facultad de Derecho de la Universidad Panamericana. Articulista en varios periódicos y revistas y comentarista de radio y televisión, es autor de diez libros sobre temas de economía y filosofía, y coautor de otros cuatro. E-mail: [email protected] ENTORNO 39