DESARROLLO Y ORGANIZACION DEL YO Tres momentos o tiempos lógicos en la constitución Freud alude al desarrollo y la organización del yo en términos de grados crecientes de complejización de la estructura y sus funciones: Yo real primitivo Yo-placer purificado Yo real definitivo Considera al yo desde diferentes enfoques que habitualmente combina: desde las funciones desde las representaciones desde las identificaciones. - En sus inicios el yo no está discriminado del ello, nos encontramos entonces con montos pulsionales y una tendencia a la descarga por la vía del arco reflejo. Frente a esta tendencia a la descarga, la organización de las pulsiones de autoconservación, sostén de la vida orgánica, producen una tensión compatible con la vida. La primera forma de descarga, constituida desde un estímulo que determina una descarga motriz masiva, debe irse perfeccionando hacia un mecanismo de fuga del estímulo que es efectivo respecto de los estímulos exteriores (por ejemplo: rayo de luz en la pupila) pero no respecto de los interiores o endógenos, provenientes del interior del organismo. Aquello de lo que puede fugar configura un exterior desinvestido, indiferente, diferenciable de un interior investido. - - - Este interior está configurado por montos pulsionales que toman la forma de: (a) angustia y desarrollo de afectos, como procesos que tienden a la desinvestidura (b) investidura de órganos, que darán origen a un procesamiento representacional. - La base de las representaciones-cosa pareciera que podríamos referirla a las representaciones de órgano, que se van configurando como totalidades. La posibilidad de registrar como propios ciertos estímulos provenientes de determinados órganos iría construyendo la representación-cuerpo; estos estímulos que se elevan a la categoría de elementales son los representantes de las pulsiones de autoconservación. Cuando varias de estas investiduras de órganos se ligan entre sí con cierta armonía, cierta homeostasis somática, podemos planteamos la estructura de un yo real primitivo. En estos momentos iniciales, autoeróticos, podríamos quizá considerar dos tiempos en el autoerotismo: - - 1. ligado a la investidura de órganos y sistemas funcionales, al que podríamos llamar intrasomáticos, 2. nivel de constitución del autoerotismo, ligado a la proyección de tensiones de necesidad en una periferia, que vincula tensión de necesidad con percepciones del interior del propio cuerpo (intero y propioceptivos, fundamentalmente estas últimas) con las percepciones brindadas por los sentidos distales; estaríamos planteándonos así las zonas erógenas como constitutivas del yo real primitivo. - En este tiempo inicial cobra importancia la organización del aparato protector contra los estímulos La función de este aparato es la protección contra estímulos que provienen del exterior, que deben ser minimizados, pues si su magnitud resulta superior al nivel de investidura del psiquismo, provocaría una fractura en éste. 1. Yo real primitivo. Tiempos y espacios primarios Pretende eliminar las tensiones por las modificaciones internas: registra los estímulos que provienen del exterior provocando (se) alteraciones internas -en órganos-, por ejemplo: taquicardia. los primeros órganos en investirse son el corazón y pulmones, imprescindibles para la vida estas investiduras se van desplazando hacia el sistema digestivo. Para que este yo se constituya - Condición necesaria en un principio que no se produzca una contradicción en las investiduras de los diferentes órganos que el contexto proporcione un agente externo que realice las acciones específicas que satisfagan las necesidades, sin provocar desde el exterior una contradicción. En este sentido podríamos plantear la necesariedad -para la organización del psiquismo- de una función maternante basada en la "empatía" Esta función maternante consiste en suministrar un tipo de experiencia de satisfacción tal que para el sistema la necesidad no adquiera un carácter desbordante, doloroso, y desencadene en consecuencia el mecanismo reflejo, como si se tratara de expulsar una estimulación proveniente del exterior. Por otra parte, si este agente maternante se propone a sí mismo como un estímulo siempre presente, del que el niño no puede fugar, tenderá a considerarlo como un estímulo endógeno o pulsional, con la consiguiente perturbación en el yo real primitivo y su articulación con el yo placer purificado. Para que esta articulación se logre es necesario que el agente maternante acceda a ciertos procesos identificatorios y al encuentro con ciertas representaciones-palabra En este yo real primitivo se constituye un ritmo somático, homeostático, de tensión y reducción de tensión, es decir, de tensión y alivio; este yo comienza regulando cantidades, todavía no cualificadas. El yo real primitivo pareciera estar inicialmente regido por el principio de constancia y por la búsqueda de un nivel cero relativo. Inicialmente la tendencia a la descarga era por la vía del arco reflejo; la acción de fuga supone ya una mediación, que evita el proceso de desinvestidura, por eso cuando Freud plantea a este yo como caracterizado por una primera marca pienso que se refiere a la capacidad de inhibición de la desinvestidura a un nivel cero, lo cual permite un procesamiento psíquico, como la base de la organización del psiquismo. ¿Cómo, a partir de estos montos, se constituyen los procesos de investidura? ¿Cómo se produce el pasaje de una sensación endógena, tal como irritación en la mucosa estomacal (hambre) o irritación en la boca y garganta (sed) al sistema P (Cc.), es decir, a la sensorialidad? Este punto será parcialmente desarrollado en el capítulo III, apartado 10, y será también retomado en el capítulo IV, apartado 14. Haré una síntesis de lo que allí desarrollo: a partir de la estimulación desde una periferia exterior, se produce una sensación de alivio en la periferia interior. Debemos construir entonces las características de este enlace, que originariamente va vía órgano interno-periferia (en el cual se registra la sensación de alivio). La eficacia del objeto deriva del encuentro con la proyección de una necesidad, a partir del ello, por intermedio del yo. En esta primera parte del proceso es importante considerar la proyección de una tensión de necesidad en una "zona" corporal, por lo cual se va construyendo en la mente un "mapa" representacional siguiendo las normas de una geometría topológica. El proceso por el cual se lo construye es el correspondiente a la proyección normal, que configura entonces zonas erógenas. Estas zonas erógenas comienzan representándose como "islotes mnémicos" (Freud, 1930a), es decir como unidades aisladas o separadas entre sí que van a ir adquiriendo una organización como totalidad, como partes de un conjunto que se configura como "representación-cuerpo", base de la "representaciónyo". En la constitución de las zonas erógenas como tales, en su apertura nos encontramos con el autoerotismo, momento en el que el empuje pulsional, proyectado en las zonas erógenas, busca satisfacción a través de un objeto, que puede pertenecer al propio cuerpo: por ejemplo, en la pulsión oral los labios se chupan a sí mismos, o a la lengua, o al dedo, o al pecho. En este último caso el objeto no está discriminado del yo, es como si metafóricamente pudiéramos decir que ve sus ojos en la mirada que lo mira: no percibe un cuerpo diferenciado y unificado. La unificación de las zonas erógenas supone un nuevo acto psíquico (Freud, 1914c), que marca la complejización del autoerotismo al narcisismo. Podríamos pensar que esta complejización es posible sobre la base de una nueva proyección, ahora en un modelo: el yo tiende a proyectar sus propios estados afectivos y reencontrarse con una imagen con la cual se identifica (Spitz, 1965; Lacan, 1939). Nos podemos plantear una primera proyección que permite el reencuentro de estados pulsionales en la sensorialidad, estados pulsionales que en un principio son pura cantidad, pura voluptuosidad (Freud, 1950a). El enlace de la cantidad con la sensorialidad permite un acceso a la conciencia y a la organización o plasmación de representaciones. La voluptuosidad también se cualifica y cobra una forma representacional que le permitirá un acceso a la conciencia. El no enlace con sensorialidad, y la dificultad en la descarga vía motricidad mantienen un estado tóxico. En un segundo momento la proyección normal permite el reencuentro de estados afectivos con una gestalt con la cual se identifica (Spitz, 1965; Sami Ali, 1970; Maldavsky, 1988). Este momento correspondería al yo-placer purificado. Posteriormente el enlace se produce por intermedio de una palabra (sistema PCc.). El niño de dos años no dice "Tengo hambre", sino "¡Galletita!", que implica el deseo, el objeto que lo satisface, y el pedido. Estas proyecciones tempranas -no defensivas sino constitutivas del psiquismo- se acompañan de ulteriores procesos identificatorios, con lo cual el cuerpo se unifica y se liga a un nombre, por ejemplo mamá (que es una palabra que condensa un grupo complejo de pensamientos, actos, afectos): una holofrase. Un momento posterior es que cada parte del cuerpo tiene un nombre. Esto es lo que se ve en los juegos de escondite, del tipo: "¿Dónde está Fulanito? ¡Acá está!", o bien: "¿Dónde está tu naricita? ¿Y tus ojitos?", juego referido sobre todo a partes del cuerpo propio que el niño no ve. Retornando: se habría planteado un proceso cuya primera palie consistía en la proyección de la tensión de necesidad en una zona corporal (proceso de investidura); el paso siguiente consiste en la cualificación de la cantidad: el aumento de la tensión de necesidad es cualificado como displacer, y el decrecimiento, como placer. Estamos ya frente a una organización psíquica más compleja, que implica dos pasos: discriminar estímulos como pertenecientes a un interior o un exterior, también cualificar estados en términos de displacer-placer. Esto corresponde a un momento posterior en la organización del yo: es lo que marcaría el pasaje de un yo real primitivo regido por el principio de constancia a los inicios de un yo-placer purificado. El uso de la denominación "posterior" se refiere a una cronología donde el acento no está puesto en la sucesión temporal sino en la complejización lógica de la estructura. Habíamos dicho que en un principio el exterior es indiferente; sin embargo de él provienen estímulos que pueden invadir, desquiciar el psiquísmo en términos de magnitudes que sobrepasan las distribuciones energéticas incipientes, por lo tanto uno de los tiempos primordiales en esta organización corresponde a la constitución del aparato protector contra los estímulos (Freud, 1920g). También podríamos considerar que en estos primeros tiempos comienza la organización psíquica bajo la forma de signos perceptivos y huellas mnémicas es decir, discriminación entre percepción y memoria (Freud, 1950a, 1925a; Spitz, 1965), es decir, de las primeras funciones psíquicas. Se trata de momentos cuya alteración puede constituirse en un futuro punto de fijación. Freud (l915c) plantea que una primerísima función llevada a cabo por el yo es la de discriminar un "interior" (estímulos pulsionales) de un "exterior" (estímulos perceptuales): a estos últimos puede evitarlos a través de acciones de descarga o fuga; pero a los primeros (pulsionales) no, y estos le exigen un procesamiento psíquico constante. Podemos pensar que esta primera función puede llegar a alterarse, y en ese caso nos encontramos con que los estímulos internos (pulsionales) son tratados como provenientes del exterior, y por lo tanto el psiquísmo intenta volverlos al exterior: es el caso de los niños que, cuando tienen hambre, sed, sueño, necesidad de defecar, etc., se agitan o excitan, tendiendo a la descarga motriz (hiperkinesias), sin poder darse cuenta de qué les pasa: las necesidades pulsionales son tratadas como si provinieran del exterior y por lo tanto expulsadas al exterior, y tratadas como algo de afuera. El sujeto no puede reconocerse como sede de sus propias necesidades. Este mecanismo, utilizado en forma extrema, parece ser el que se observa en las epilepsias, donde la descarga lleva a la desaparición del estímulo porque se borra psíquicamente el sujeto que los percibe. Puede suceder que los estímulos que provienen del exterior sean tratados como, internos, produciéndose modificaciones en el cuerpo tal, como podríamos pensar que sucede en las enfermedades psicosomáticas. Por otra parte, debemos considerar procesos identificatorios básicos, que tienen como vehículo las cantidades y los afectos, y en todo caso un pensamiento no expresable en palabras debido a lo primitivo del proceso, equivalentes a frases tales como "cuerpo de mi cuerpo" o "sangre de mi sangre", en que un psiquismo en formación puede quedar "incorporado" en un psiquismo estructurado (del agente externo maternante) que lo desborda a través de sus propios procesos de desinvestidura (a través de afectos), que se constituyen en un quantum tóxico del psiquismo en vías de organización. Esta patología corresponde a estos momentos (Spitz, 1965; Maldavsky, 1992). En este contexto podríamos incluir la conformación del modelo llamado por Freud "aparato protector contra los estímulos", desarrollado en vinculación con el concepto de trauma, (Freud, 1920g; véase' apartado 3), y la necesidad de protección del aparato en relación con cantidades irrumpientes. Podríamos pensar en fracturas tempranas en la constitución del psiquismo. Tiempos y espacios primarios Este primer tiempo de organización pulsional se refiere a la constitución de un tiempo cuasi biológico, ligado a los ritmos circadianos, vinculado a procesos anabólicos-catabólicos. Nos referimos al momento en que Freud (1915c) se refiere a la pulsión como concepto límite entre lo psíquico y lo somático, a la necesidad psíquica de organización de cantidades en frecuencias (Freud, 1950a, 1920g; Lacan, 1964). También a los tiempos "simultáneos" que se presentan en los sueños. Además, considera la constitución de los primeros espacios de proyección de un empuje pulsional producido desde un cuerpo y dirigido al mismo cuerpo (autoerotismo), que se hace psiquismo a partir de que este empuje se constituye en fuerza de trabajo para la mente. Tendríamos así distintos espacios: aquel que se refiere a zonas erógenas no cualificadas (vísceras, sistema circulatorio, piel, etc.) y aquel que se refiere a zonas erógenas con una organización posicional en relación con un todo, como es la representación-cuerpo. Estos primeros espacios, generados desde un proceso pulsional, proyectado, son los moldes primigenios en los que se inscribe la vivencia de satisfacción, y forman el modelo primario de lo que podríamos llamar la pantalla del sueño, el marco, el escenario en el cual el sueño se desarrolla. Forman también la base de lo que yo llamaría "lógicas arcaicas", que son aquellas que se expresan por debajo del discurso de los pacientes psicosomáticos y adictos, cuando podemos ayudarlas a rescatar ese magma que queda obturado por construcciones más organizadas defensivas, tal como también lo plantea Sami - Ali (1977, 1984). Además se refiere al concepto de proyección en arte, a partir de un destino pulsional como es la sublimación; cuando decimos que un bailarín, un actor o un cantante se "proyectan" en el espacio, o cuando en un filme como Navigator los protagonistas, queriendo desplazarse en el espacio para huir de la peste, cruzan por el interior de una montaña llegan a un tiempo distinto- el filme se ubica en 1453 y llegan al tiempo actual-. Es la lógica sostenida en Alicia en el país de las maravillas cuando los protagonistas matan el tiempo y, para mantener un eterno te de las seis de la tarde, se desplazan un lugar alrededor de la mesa, para encontrarse siempre con una taza limpia: son transmudaciones en las cuales el devenir del tiempo, y el cambio pulsional y corporal que lo marca, queda permutado por un cambio en el espacio, que lo anularía. Es así como podríamos pensar en tiempos y espacios pulsionales, que forman la base arcaica de nuestra organización preconciente y que se sostienen en una lógica diferente. Estos tiempos y espacios funcionan ligados a cantidades (yo real primitivo), tratando de procesarlas, forman la base de la vivencia de satisfacción y dolor (que corresponden a los inicios del yo-placer purificado), y se organizarían como engramas básicos asociados a la angustia como afecto poco cualificado. Habíamos dicho que un primer punto de fijación para los procesos tóxicos correspondería a la libido íntrasomática. Este sería un segundo momento, vinculado a trastornos en el yo real primitivo y a las lógicas arcaicas. Sobre este yo real primitivo se asienta un yo-placer purificado, al que a continuación me referiré. 2. Yo-placer purificado El yo-placer purificado (Freud, 1911b, 1915c) no se estructura en torno del éxito o fracaso del mecanismo de fuga, sino en torno de la polaridad placer-displacer, es decir, en torno de una cualificación de la cantidad, que registra los aumentos de excitación provocados por la pulsión en términos de displacer, y su alivio a través de la acción específica que provoca la vivencia de satisfacción, en términos de placer. El alivio de tensión (disminución cuantitativa) es cualificado (transformado en cualidad) por el psiquismo. Esta cualificación es la dominante en el aparato psíquico. Este yo-placer purificado es aquel que reconoce como propios los estímulos placenteros y proyecta los displacenteros. El principio económico que rige en esta estructura es el de placer, y la meta del yo es la disminución del displacer y la consecución del placer. Las pulsiones que determinan este principio son las pulsiones sexuales. Aparece, pues, como el representante de las pulsiones, puesto que opera con el mismo principio que ellas, y pretende introyectar lo placentero y arrojar fuera lo desagradable. Este yo inviste a la percepción, pero el vínculo con lo percibido puede consistir en una introyección o una identificación, por lo cual el objeto se reúne con el yo sin diferenciarse de éste. En él se va organizando un conjunto de funciones siendo destacable la que corresponde al juicio de atribución (Freud, 1925h), al que me referiré en los apartados 25,26 y 27. A partir de la "apertura" de las zonas erógenas (Maldavsky, 1988) se produce una ligadura de esas zonas que permite la constitución de una representación-cuerpo unificada. Para esto es necesario que el agente externo no proporcione una estimulación autocontradictoria; por ejemplo, al bebé de seis meses darle de comer haciéndole mirar por la ventana e introducirle la cuchara en la boca cuando está distraído. Por el contrario, es importante la organización de un entrecruzamiento pulsional: por ejemplo ver-oler-aferraringerir- gustar, ligado a la pulsión oral (autoconservación y libido) que, conjuntamente con la proyección (normal) se constituirán como bases en el funcionamiento del psiquismo. Las alteraciones de las representaciones del cuerpo correspondientes a una perturbación (por fijación o regresión a este momento) consisten no sólo en las del yo real primitivo ya descriptas, sino también en que las zonas erógenas y sus representaciones pierden su ligadura recíproca y se manifiestan con independencia, como puede observarse en la hipocondría y en la esquizofrenia. Igualmente me referiré más adelante a las fallas en los procesos identificatorios. Si quisiéramos sintetizar los componentes y la legalidad correspondiente a este segundo momento de organización de la estructura podríamos señalar, en un grado creciente de complejidad: 1. Pasaje de la cantidad a la cualidad y vigencia del principio de placer. 2. Organización, cada vez más compleja, de las representaciones- cuerpo y pasaje del autoerotismo al narcisismo, considerando un nuevo acto psíquico: un grado de organización mayor en el yo. 3. Consolidación de las identificaciones primarias, en que el otro, en un vínculo de no discriminación. Ocupa un lugar de garante del ser (o modelo, coincidente con el ideal del yo). 4. Organización de funciones, siendo las más importantes las vinculadas a la capacidad de pensar y a los comienzos del establecimiento de un sistema preconciente, especialmente en lo referente a la capacidad de emitir juicios originados en los propios deseos, y diferenciados posteriormente de los juicios originados en las percepciones provenientes del exterior, aun cuando este proceso está en sus inicios. 5. En cuanto a las defensas, las que dispone este yo son aún primitivas: desinvestidura del sistema perceptivo, proyección (defensiva normal, y patológica), inversión del lugar de sujeto (que implica la transformación en lo contrario en relación con los afectos, y la vuelta contra sí mismo, ocupando el yo un lugar pasiva en relación con la pulsión). Estas defensas, que operan en relación con una estructura aún endeble, son por lo tanto violentas y masivas, no discriminatorias, y el yo aún está imposibilitado de tramitar los montos o la cualificación temprana desde formas masivas en otras más sutiles. El peligro, si estas defensas fracasan, es que naufrague la estructura como totalidad. Este es el punto de fijación correspondiente a los cuadros narcisistas. Esta fijación en un yo-placer purificado es la que explica cómo, cuando la estructura ha continuado su organización, e inicia una vía regresiva, se implementan defensas tales como la desmentida y la desestimación (estos puntos serán desarrollados en los apartados correspondientes), que en relación con la clínica que estoy presentando dan la base para el cuarto escalón de fijación: una paranoia puede ser una defensa frente a una fijación anterior (Sami-Ali, 1988) o bien una adicción puede ser una defensa frente a un trastorno psicosomático. La desmentida operaría así escindiendo al yo en un yo real definitiva, sobreadaptado, que no puede tramitar montos que lo desbordan y que no puede evitar la degradación de lo pulsional al límite con lo somático. 3. Yo real definitivo Freud plantea en 1911b que cuando la vivencia alucinatoria fracasa en satisfacer el empuje de las pulsiones de autoconservación, el Yo tiene que encontrar una forma de satisfacer sus necesidad a través de la realidad externa, que sea más acorde con sus posibilidades, y mas "realista" que la alucinación. Esto conduce al desarrollo de una serie de funciones, que lleva a que la realidad externa pueda ser eficazmente diferenciada de la interna, y por lo tanto pueda ser modificada. Para ello es necesario que esta realidad sea representada (con una ilusión de fidelidad) en el aparato psíquico, en cuyo caso el yo despliega una serie de funciones, cada vez más desarrolladas; surgen también criterios diferenciadores, tanto de la discriminación entre realidad psíquica y física: examen de realidad, como de discriminación entre sistemas psíquicos: las censuras; Freud (1917 d) llama a estos criterios "instancias del yo". El principio de realidad toma el comando por sobre el principio de placer, ya que el puro placer seria aniquilante para el psiquismo. El principio de placer es parcialmente modificado por el principio de realidad que actúa más acorde a fines objetivos, y permite la búsqueda de un placer demorado y más seguro. El principio de placer nunca queda totalmente desplazado, y se mantiene en el inconsciente. Esta adecuación al principio de realidad y este desarrollo de funciones vincula la organización del aparato psíquico a las leyes del proceso secundario. Estamos ante un momento clave en la organización en el aparato psíquico dado que al hablar de yo real definitivo y de funciones, también estamos hablando de la organización del sistema preconciente, que va a establecer una mediación y un enlace entre sistema inconciente y el sistema percepción-conciencia. Esto permitirá el funcionamiento de la represión como corriente psíquico en el sentido de permitir o denegar el pasaje al sistema preconciente de procesos profundos. Se origina un cambio en las relaciones con el objeto, que dejan de estar estructuradas sobre la base exclusiva de identificaciones primarias, sobre la base de dos lugares psíquicos (Sujeto-Modelo) -aún no discriminados- para organizarse predominantemente como investiduras de objeto (pasaje del ser al tener) sobre la base de tres o más lugares psíquicos (Sujeto-Modelo-Objeto-Rival o Ayudante) (Freud, 1921c). Esto configura la plasmación de vivencias y afectos que toman la representación conocida como complejo de Edipo. Las funciones que se desarrollan se agregan a la enunciada ya en el Proyecto, la capacidad inhibitoria. Estas se refieren a la importancia de la sensorialidad y la conciencia asociada a ella, la atención, la memoria, la desestimación por el juicio, las acciones dirigidas (desde el yo), el pensamiento, las funciones de defensa y la función de síntesis. Agrega Freud (1911 b) Mientras el yo recorre la trasmudación del yo-placer al yo realidad las pulsiones sexuales experimentan aquellas modificaciones que las llevan desde el autoerotismo inicial, pasando por diversas fases intermedias, hasta el amor de objeto, al servicio de la función de reproducción de la especie. Si es cierto que cada estadio de estas dos líneas de desarrollo puede convertirse en el asiento de una predisposición a enfermar más tarde de neurosis, ello nos sugiere hacer depender la decisión acerca de la forma que adquirirá después la enfermedad, de la fase del desarrollo del yo y de la libido en la cual sobrevino aquella inhibición del desarrollo predisponente (p. 229). Este principio diferenciador que comienza a regir el psiquismo permite una especie de ordenación, de la cual las corrientes psíquicas son un ejemplo (represión, desmentida, desestimación, superyó). Sin embargo estos movimientos organizadores deben sostenerse en un equilibrio sutil, que cuando amenaza quebrarse convierte las corrientes psíquicas en defensas (salvo al superyó). En este momento de la organización del yo, el preconciente cobra importancia ya que, a partir de las representaciones-palabra, el yo real definitivo se articula en grados más complejos que implican una mayor capacidad de abstracción. Se destacan tres tipos de palabras: 1) "porque", como prototipo del término que alude a los nexos causales, propios del pensar inconciente; 2) "no", como símbolo de la negación, sucesor de la proyección (Freud, 1925h); 3) "yo", como prototipo de los shifters, es decir, esas palabras cuyo sentido sólo se entiende si se considera el acto de la enunciación (Jakobson, 1957, Benveniste, 1966), ya que únicamente por la aparición de este "yo" el sujeto del enunciado puede separarse del sujeto de la enunciación (Lacan, 1960). Para el surgimiento de este yo real definitivo, es un requisito contar con padres que hablen, y que su discurso se atenga a leyes transindividuales, y no a leyes idiosincrásicas, personales o propias de un grupo familiar aislado.