-1- Miguel Ángel Peña Diciembre, 2008 URL: http://iurisweb.googlepages.com mail: [email protected] El primer pensador moderno en plantear el conflicto entre libertad e igualdad Rousseau: la democracia directa La voluntad general como expresión de libertad Muchos escritores antes que Rousseau, habían hablado del pueblo y clamado por sus derechos. Pero en general, por “pueblo” entendían en principio, el discriminado tercer estado de prósperos y respetables comerciantes, abogados e intelectuales. Rousseau es el primer escritor político moderno que era del pueblo: las sumergidas, inarticuladas masas de la “petit bourgeoisie”, los pobres artesanos y trabajadores, los campesinos, los “déclassés”, para los cuales no había lugar ni esperanza en el orden de cosas existentes Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) nació en una pobre familia de ginebra donde sus antepasados franceses habían huido por razones religiosas en el siglo XVI. [1] En el desarrollo de su pensamiento, Rousseau parte de Maquiavelo – por quien profesaba una gran admiración y a quien creía un republicano sincero— y del estudio de la antigüedad clásica, pero sobre todo de la jerarquizada y rígida Esparta, conservadora y cerrada sobre sí misma, mucho más que de la dinámica y democrática Atenas, en donde veía excesos y corrupción. En 1750 recibió el primer premio de la Academia de Dijón por su primer trabajo: “Un discurso sobre los efectos morales de las artes y la ciencias”. Su tesis era opuesta a la de la época: “Nuestras mentes han sido corrompidas en la misma proporción que las artes y ciencias han progresado”. Anticipándose a sus propios puntos de vista posteriores sobre educación en el Emilio (1762) Rousseau escribe en su primer “Discourse” que la educación tradicional es demasiado vocacional y demasiado especializada, lanzando una acusación tan actual hoy como en 1749: “Nosotros tenemos médicos, geómetras, químicos, astrónomos, poetas, músicos y pintores... pero no tenemos más un ciudadano ante nosotros”. En 1755 Rousseau publica el “Discurso sobre economía política”, primer acercamiento constructivo a una teoría del Estado y cuya importancia radica en que fue la primera exposición de su concepto de la voluntad general, su contribución más original a la filosofía política. Cuando en 1762 publicó su “Contrato Social”, sus principales ideas no fueron el resultado de una repentina inspiración sino fruto de una maduración a lo largo de años, parcialmente expresada ya en sus discursos. -2- Cada miembro del cuerpo político es simultáneamente, ciudadano y súbdito En el desarrollo de su concepto de la voluntad general, Rousseau pone distancia con respecto al absolutismo de Hobbes. Pero también se aparta del liberalismo de Locke. El soberano de Rousseau es el pueblo, constituido como comunidad política a través del contrato social. Mientras que en Locke el pueblo transfiere el ejercicio de su suprema autoridad, legislativa, ejecutiva, judicial, a órganos de gobierno, el concepto de Rousseau de soberanía inalienable e indivisible no le permite al pueblo transferir su función legislativa, la suprema autoridad, al Estado. En cuanto a las funciones ejecutiva y judicial, Rousseau se da cuenta que tienen que ser ejercidas por órganos especiales de gobierno, pero ellos están completamente subordinados al pueblo soberano y no hay insinuación o sugestión de separación o balance de poderes. ¿Una visión organicista del Estado? Mientras que Hobbes identifica el soberano con el gobernante que ejerce la soberanía, Rousseau traza una clara distinción sobre soberanía –que siempre y completamente reside en el pueblo— y el gobierno que es un agente temporario (como en la concepción de Locke) del pueblo soberano. Fundamentalmente altera el concepto mecanicista del Estado como un instrumento (compartido tanto por Hobbes como por Locke) y revive la teoría orgánica del Estado, que se remonta a Platón y Aristóteles. La voluntad general no es la simple suma de las voluntades de todos. Es algo diferente. Rousseau se inclina (al afirmar el principio de que la soberanía es inalienable e indivisible) por el sistema de democracia directa. Un aporte capital de Rousseau al pensamiento político, es su afirmación de que cada miembro del cuerpo político es simultáneamente ciudadano y súbdito. Ciudadano, “miembro del soberano”, en cuanto participante de la actividad del cuerpo político (llamado “soberano” en su faz activa y “Estado” en su aspecto pasivo). Súbdito en cuanto se somete a las leyes, votadas por ese cuerpo político, por ese soberano del cual es miembro [2]. Obligado a ser libre Pero esto lo conduce a un problema de difícil solución: ¿Cómo explicar la situación que queda, frente a una decisión democrática, la opinión u opiniones en minoría? Si la voluntad general, fruto del contrato social, es la manifestación superior del cuerpo político, ¿cómo explicar el disenso? Dice Rousseau en El Contrato social: “En efecto, cada individuo puede, como hombre, tener una voluntad contraria o desigual a la voluntad general que posee como -3- ciudadano: su interés particular puede aconsejarle de manera completamente distinta de la que le indica el interés común...” Si alguien, contrariando a la voluntad general, quisiera seguir sus intereses particulares, ¿sería justo? Gozar “de los derechos de ciudadano sin querer cumplir o llenar los deberes de súbito” sería una “injusticia cuyo progreso causaría la ruina del cuerpo político”. “A fin de que este pacto social no sea, pues, una vana fórula, él encierra tácitamente el compromiso, que por sí solo pude dar fuerza a los otros, de que, cualquiera que rehúse obedecer a la voluntad general, será obligado a ello por todo el cuerpo; lo cual no significa otra cosa sino que se le obligará a ser libre...” Rousseau reconoce que en el gobierno popular directo la unanimidad, en la práctica, es imposible y que el voto de la mayoría restringe, anula, la opinión de la minoría. Cuando un ciudadano objeta una ley propuesta en una asamblea y se encuentra a sí mismo en minoría, no por eso pierde su libertad, su voto minoritario prueba que o reconoce la voluntad general y la mayoría por ello puede gobernar sobre él. Obedeciendo la voluntad general se alcanza la libertad moral del individuo, y si él se rehusa a obedecer, debe ser obligado a ello. La “voluntad general”, ¿germen de totalitarismos? Esta extrema formulación de Rousseau –el hombre puede ser obligado a ser libre, puesto que su libertad no es lo que él piensa sino lo que él debe pensar que es--, podrá ser fácilmente usado por Hegel y, más tarde, por los modernos idólatras de un Estado total. Por ello es que, a partir de Rousseau, comienzan a trazarse firmemente dos tendencias: una construcción mecanicista de la teoría política liberal, que interpreta el bien general como el producto final de todas las voluntades e intereses individuales, y una exageración del elemento orgánico –presente en el pensamiento roussoniano pero que el ginebrino jamás imaginó-- para propósitos totalitarios. Tal vez debiéramos recordar lo que Cassirer dice a propósito de Maquiavelo. El siglo XX vio el crecimiento y desarrollo de totalitarismos que anularon el individuo y la libertad. Su proyección puede transformarse en una lente de aumento que magnifica conceptos de un autor que convencidamente buscaba la realización de un ideal igualitario que tuviera por fin la libertad. Desde que el pensamiento democrático surgiera hace 2.500 años en Grecia, llevó implícito un problema de crucial trascendencia: el equilibrio, la “debida tensión”, entre el concepto de libertad y la búsqueda de la igualdad real (y no tan sólo jurídica). Pero Rousseau fue el primer pensador moderno en plantearlo de manera dramática y en toda su crudeza. Notas [1] William Ebenstein, Great Political Thinkers, Plato to the Present, (1956) [2] Jean-Jacques Chevallier, Les grandes oeuvres politiques, de Machiavel a nos jours, París, Armand Colin