Las previsiones por riesgo de crédito en las entidades de

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Las previsiones por riesgo de crédito en las entidades
de intermediación financiera
El negocio central de una entidad de intermediación financiera (EIF) consiste en captar recursos
y colocarlos a través de operaciones crediticias. Esta actividad por su naturaleza conlleva
diferentes riesgos. Entre ellos el mas importante es el riesgo de crédito, es decir, la probabilidad
de que los deudores incumplan con el repago de sus obligaciones con la EIF de modo tal que se
genere una disminución en el valor presente de los activos de la entidad y, por tanto, se origine
una caída en su nivel patrimonial.
En ese sentido, es esencial que una EIF gestione adecuadamente el riesgo de crédito, es decir,
establezca procesos por medio de los cuales se identifiquen, midan, monitoreen, controlen, y
divulguen los riesgos a los cuales se enfrenta.
Uno de los principios básicos de la transparencia de información y la disciplina de mercado se
fundamenta en que los estados financieros muestren en todo momento la situación financiera y
económica de las entidades con información clara, relevante y fiable. Es decir, las estimaciones
de pérdida producto de los riesgos inmersos en la actividad de intermediación financiera deben
verse reflejados en los estados financieros de las entidades.
Las previsiones por incobrabilidad de cartera, registradas en los balances de las entidades,
surgen como cálculo de los importes necesarios para la cobertura del riesgo de crédito. Es decir,
un adecuado nivel de previsiones permite valorar apropiadamente la cartera de créditos y por
ende los activos de la entidad. Las previsiones específicas recogen el deterioro de activos
directamente identificados como dañados, y la previsión genérica que está relacionada con toda
la cartera de créditos, refleja la evaluación colectiva de deterioro por grupos de activos
homogéneos y debe ser entendida como una previsión que refleja las pérdidas inherentes que se
han producido en la cartera de créditos, pero que todavía no se han manifestado o detectado
individualmente. Esta previsión se configura como un gasto que recoge el deterioro de las
carteras de crédito y, por tanto, necesario para su correcta valoración.
La constitución de previsiones no implica que una EIF tenga que desembolsar recursos. Registrar
previsiones por cartera incobrable consiste en realizar un ajuste contable, por lo que no hay un
flujo de efectivo real sino que, simplemente se está reconociendo la estimación de una pérdida
esperada. Las previsiones resultan cruciales en la determinación del resultado, pues su presencia
evita una descapitalización de la entidad derivada de la sobrevaloración de la cartera de créditos.
El nivel de previsiones tampoco afecta al nivel de colocaciones de las entidades, pues la decisión
de otorgamiento de créditos está basada principalmente en el modelo de negocios adoptado por
cada entidad. La estrategia considera, entre otros aspectos, la tecnología crediticia a utilizar, el
segmento de mercado a atender, las características de sus potenciales clientes y en general los
atributos que creen necesarios para considerar a un cliente como sujeto de crédito. En función a
esa estrategia la entidad define implícitamente su nivel de tolerancia al riesgo y de esta manera
puede fijar su política de precios y anticipar adecuadamente su nivel de pérdidas esperadas. Es
decir, la EIF al momento de conceder un crédito ya conoce el valor actual neto de la operación.
Durante los años noventa, en la mayor parte de las entidades, el crecimiento de la cartera de
créditos no estuvo acompañado de un crecimiento de las previsiones por incobrabilidad de
cartera. En ese sentido desde el año 1999, se emitió normativa prudencial para la cartera de
créditos, generándose un incremento del nivel de previsiones que se tradujo en una mejor
situación del sistema financiero para afrontar dificultades derivadas de sus préstamos en mora.
Sin embargo, el crecimiento en la constitución de previsiones, fue interpretado en algunas
esferas como la imposición de una carga adicional al sistema financiero, antes que una medida
prudencial que sirva para la generación de reservas frente a un creciente riesgo de crédito.
Basándose en este diagnóstico, a partir de octubre del año 2000, el Poder Ejecutivo emitió una
serie de Decretos Supremos, que dieron lugar a la flexibilización de la normativa prudencial de
cartera.
La aplicación de las diferentes disposiciones legales que flexibilizaron la normativa de evaluación
y calificación de la cartera de crédito de las EIF tuvo como objetivo primario promover el
crecimiento de la cartera de créditos de las entidades financieras. Sin embargo, la cartera de
créditos continuó cayendo como una muestra de la falta de oportunidades de negocio para las
empresas o inclusive de que algunas de las mismas no lograban la suficiente fortaleza para
apalancarse con préstamos bancarios.
Por lo expuesto, se puede concluir que el diagnóstico sobre el que se apoyó la flexibilización
regulatoria fue errado. En realidad el problema no radicaba en la norma o en la oferta de
recursos por parte de las entidades financieras, mas por el contrario las debilidades se
encontraban al interior de empresas del sector real, es decir, por el lado de la demanda de
créditos. Todo esto generó que el nivel de previsiones constituidas por la mayoría de las EIF en
los últimos años no estén reflejando el verdadero riesgo crediticio del sistema.
Las características de la industria así como las nuevas tendencias en la gestión de riesgos y la
supervisión, han puesto en evidencia la necesidad de efectuar modificaciones en la normativa
que permita gestionar a las entidades adecuadamente el riesgo de crédito. En este sentido, la
gestión crediticia de la EIF debe estar apoyada por apropiadas estrategias, políticas y
procedimientos definidas y aprobadas por su directorio, de manera que la EIF pueda encarar
acciones específicas para administrar la totalidad de sus riesgos.
Se espera que las EIF identifiquen el nivel de previsiones mas adecuado al riesgo de crédito que
están asumiendo, de hecho, en la actualidad hay entidades financieras que tienen un mayor
volumen de previsiones constituidas respecto a los niveles requeridos a través de la normativa y
aún así son competitivas y líderes en su nicho de mercado.
Para que una EIF defina sus categorías de riesgo, sus metodologías, sus requerimientos de
información y en general, todos los aspectos relevantes para gestionar el riesgo de crédito, es
imprescindible que exista un mayor compromiso de los órganos de dirección, así como una
definición clara de su estrategia y un análisis profundo sobre su posición en el mercado. El mayor
compromiso y conocimiento de las características de sus deudores permite el desarrollo de
información, lo que permite tomar decisiones fundamentadas en criterios objetivos y
profesionales, identificando oportunamente el riesgo.
La gestión más profesional de los riesgos permitirá, que una EIF actúe proactivamente frente al
riesgo, y deje la actitud pasiva y de reacción una vez que el riesgo se ha materializado en
pérdidas para la entidad, para el sistema financiero y el país.
Extraído del Editorial de febrero/2005 del Boletín Estadístico
de la Superintendencia de Bancos y Entidades financieras
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