¡Estoy mejor que lo que me merezco! Salmo: 45, Deuteronomio: 9:4-12, Hebreos: 3:1-11, Juan: 2:13-22 Por: Rdo. Manuel Bahamonde Tengo un amigo que cada vez que le pregunto ¿Cómo estás? Su respuesta es siempre la misma: “¡Estoy mejor que lo que me merezco!” Tras esta respuesta hay una profunda verdad para nosotros como cristianos, y la Cuaresma es un tiempo idóneo para ahondar en ella. Cuaresma es tiempo para examinar nuestras vidas, arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros y nosotras para poder tener una relación más cercana y auténtica con Cristo. Para poder examinar y cambiar nuestras vidas tenemos que mirar a nuestro interior, ya que es en lo profundo de nuestro corazón y mente donde se tiene que dar el cambio. Debemos preguntarnos, lo que tengo y lo que soy ¿Es porque me lo merezco?; ¿Ha sido por mis propias fuerzas?, o ¿Se lo debo a la misericordia de Dios? En la lectura del Antiguo Testamento que corresponde a este día, Dios le hace una advertencia al pueblo de Israel que muy bien aplica a nuestras vidas. Dios le advierte al pueblo de Israel “No digas en tu corazón, por mi justicia he llegado a poseer esta tierra”. Muchas veces al finalizar o iniciar un trabajo nos vemos tentados a pensar que lo que hemos logrado en la vida es porque nos los merecemos o porque lo hemos logrado por nuestras propias fuerzas. Nuestro espíritu se llena de vanagloria haciendo que tornemos la mirada hacia nuestro falso orgullo y nos volvemos altivos pensando que somos autosuficientes. El gran error que hay tras esta afirmación es que nos dejamos llevar por la tentación de la arrogancia y nos volvemos soberbios, pensamos que lo que tenemos y lo que hemos alcanzado en la vida lo tenemos porque nos lo merecemos, nuestro Yo se envanece y nos olvidamos de Dios, de su misericordia y su providencia para con nosotros y nosotras. En el libro de Deuteronomio, Dios le advierte en varias ocasiones al pueblo de Israel que no se olvide que Él fue quien los sacó de la tierra de esclavitud y lo guió por el desierto. Dios hoy nos recuerda que todavía su misericordia y bondad está en medio nuestro. Definitivamente mi amigo tiene la razón. ¡Estoy mejor que lo que me merezco! No porque sea bueno o porque me lo merezca, la realidad es que como pecador soy inmerecedor de la gracia de Dios y de su misericordia y a pesar de eso cada día Dios continúa con su amor y provisión para con nosotros.